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Prueba del Libro del Druida Febrero 2021


Gahíji
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La habitación llena de magia antigua estaba. Los jeroglíficos brillaban. Las sombras de dioses egipcios se movían. Las estatuas parecían cobrar vida. Si se miraban fijamente podías ver como penetraban a la mente encontrando los mayores secretos y miedos, ellas sabían cómo usarlos en contra. Sarcófagos entre abiertos y momias que podrían salir en cualquier momento recostados en las paredes. Altos pilares que llegan al infinito en un techo oscuro que no se puede vislumbrar.

 

Un sonido gutural extraño, un gran rugido y a lo lejos un hermoso dragón encadenado mágicamente. Allí estaba Aphophis encerrado. De una u otra forma los aprendices habían sobrevivido para llegar hasta aquel lugar. Claro estaba, aun quedaba una última cosa por cumplir. Ellos debían demostrarme que eran merecedores de algo que me negaba a darles, el aprobado.

 

Visto trabajar, moverse, había hecho. Esperaba que en definitiva no me arrepintiera, como ya lo estaba haciendo de perder mi tiempo con ellos.

Antorchas y lámparas con fuego eterno iluminan la plataforma donde se llevara a cabo la prueba. Para acceder, a cada lado escaleras llenas de serpientes y alacranes venenosos. Jauria de chacales hambrientos dispuestos a desgarrar. En la plataforma unos cuantos más correteaban.

Canticos antiguos se escuchaban en susurros…

 

fi zawiat qabrih alllaeibin hakam qate batayyata. allajna yuakhiruhum hataa alfajr fi shidatihim lawnan yukrihan bedhma albueda. tashawuh alsaramat alsahriat fi alddakhil al'ashkal: burj hwmyry , nuwr alhisan , almalikat albahriat , almalik al'akhir , al'asquf almayil w biadiq almuetadi. eindama yurhil alllaeibun , eindama yastahlikuha alwaqt , bialtaakid ln tatawaqaf altuqus. fi alshrq tama 'iisheal hadhih alharb mudarijah hu al'ard alyawma. mathal al'ukhraa , hadhih alluebat la nihayiyat.


Observar la prueba era mi deber. No sería yo quien moviera la varita. Había alguien más esperando al aprendiz. No opinar hasta el final decidí. Evitar inmiscuirme a menos que en realidad necesario fuera. Parado observando todo como un Bennu el ave mitológica del Antiguo Egipto, el Fénix griego, el cual asociado era, a las crecidas del Nilo, a la muerte, y al Sol Ra. Seria juez y verdugo. Mi designio seria tajante y definitivo para ambos aprendices.

 

Un chasquido y una bola de fuego tan poderosa como el infierno mismo fuer lo necesario para romper aquellas cadenas que aprisionaban al dragón. Este, voló hasta donde yo estaba. Monte en su lomo. Subí hasta las alturas, allí, vería los duelos.

Aun se escuchaban mas susurros trayendo oraciones del pasado…

 

malik Wispy , tahayuz al'asquf , sharisatan almalikat , alrakhu almubashir wabydq allladinu ealaa 'abyad wa'aswad min altariq yaseawn wayukhuidun maerikatahum almuslahata. 'iinahum la yaerifun 'ana alyada almudbiba alllaeib yahkum masirih , 'iinahum la yaerifun 'ana suramatan adamanatayn eaqad wakalatuk warihlatuk. alllaeib hu 'aydaan sijiyn (aljamlat eumr) min lawhat 'ukhraa alliyaliu alsuwda' wal'ayaam albayda'. allah yuharik alllaeib walllaeib alqateata. ma 'iilh wara' allah almuamarat tabda min alghubar walwaqt walnawm walmueanata?

 


Todo preparado estaba. Una única oportunidad. ¿La aprovecharan?.

 

 

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Editado por Niko Uzumaki
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La hidra se removía en su piel al mismo tiempo que lo hacia la quimera, ambas criaturas mitológicas estaban conectadas con los nervios y músculos que la hacían despertar de forma irremediable su vena asesina. Matar por matar, ya no era un deleite para la Nigromante, sino todo lo contrario infringir el mayor daño en su rival, ya fuera de carácter físico o psicológico. Recuperaba poco a poco la vieja escuela, enseñanzas que le otorgaron sus maestros dentro de Escocia y Ayr, aquel sitio que siempre sería su cable a tierra.



Había aprendido las lecciones impuestas por el Uzza, ahora su concentración estaba en ligarse a ese libro costará lo que costará. Su varita se materializó en su mano, aquella arma que desde siempre, le sirvió para darles sendos castigos a sus enemigos— Aplicar lo aprendido y ponerlo en práctica—reseteándose por completo, no quedaba nada de lo sucedido dentro del volcán. Ahora el escenario era mucho más dantesco y amenazante, para ambos duelistas. Ella conocía muchas estrategias para ponerlas sobre la mesa, Hysy no estaba en casa, pero siempre le dejaba un recordatorio de su existencia dentro de la Nigromante.


— Compasivos y beligerantes—exacta apreciación que escapaba de sus labios. Aquel retumbar de los tambores se intensificaba con cada respiración, bocanada amiga que buscaba escapar liberando la tensión de la olla a presión que en esos momentos era su cabeza— Calma relativa antes de la batalla—pérdida en ese trance, no encontraba el camino que le llevará por una opción diferente. Las cabezas de la hidra se agitaban con violencia sobre la nívea piel de su espalda, acompañadas por los rugidos de la quimera que amenazaba con clavar sus colmillos en la carne que le pusieran delante de ella.


Sus ojos eran un par de afiladas dagas destellantes, dejando en claro que el que avisaba no debería ser considerado un traidor— A lo que vine—terciando en sus labios aquella lóbrega sonrisa que le acompaño desde que tuvo memoria. Sintiendo un choque eléctrico, al rozar con la yema de sus dedos la empuñadura de su varita, no olvido dar un vistazo a todo lo que le rodeaba. Los jeroglíficos le recordaron el grimorio que le obsequiará el Arcano de Nigromancia, aquella habitación emanaba una magia que eclipsaba los sentidos de cualquiera.


Los guardianes silenciosos que poco a poco cobraban vida, si por descuido se cruzaba la mirada con estos se acabaría firmando una sentencia de muerte premeditada— Pueden ser un arma o un escudo—la frialdad que brotaba de sus palabras, no le permitía sentir más que las ansias de lanzar su primer ataque. Las momias le daban el toque final, mausoleo improvisado para cualquiera de los dos alumnos, caer frente al otro, no era una posibilidad sopesada con antelación por la fémina.


— Pelear es todo lo que queda—cerrando sus ojos abrazaba a las dos criaturas dentro de si, dejando que chocarán de forma irremediable. El colapso derivo en la vena asesina que palpitada desde su cabeza hasta la punta de sus pies— Listos o no, ya debemos dar comienzo—dando una ligera cabezada, le daba la bienvenida a su rival. La educación y buenos modales ante todo, la distancia era de siete metros y medio entre ambos hechiceros.


— Cinaede—soltaba como si se tratará de una flecha envenenada aquel ataque. El efecto fue inmediato sobre el Dumbledore, viéndose rodeado por un gas que penetro en sus vías respiratorias, cortando el flujo de aire y para rematar su obra maestra se deslizaría hasta su sangre provocando que se paralizará su sistema nervioso y circulatorio. La osadía en sus acciones era demasiada, pero la asesina que actuaba en esos momentos, no sentía el menor remordimiento, sino que se dejaba llevar por sus tatuajes en la espalda.


— Ignea—dando un fuerte latigazo con su varita pronunciaba con claridad aquel hechizo, brotando de la punta de su varita una lluvia de lirios de fuego. Impregnándose en toda su anatomía, estaría a salvo de cualquier clase de ataque que se viera relacionado con el fuego. Mirando en todo momento hacia el frente, no perdería de vista a su rival, no deseaba tener sorpresas inesperadas o que arruinarán sus planes de hacerse con el conocimiento del libro del Druida.



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Épico, tenía que reconocerlo. Que el Guerrero Uzza observase todo lo que iba a suceder en el duelo a los lomos de un dragón era algo que jamás se hubiese esperado. Últimamente estaba comprobando que los dragones podían ser un medio de transporte, algo que siempre le había sorprendido. Por fortuna, él era propietario de un dragón y posiblemente en el futuro podría desplazarse de un lado a otro encima suyo. Quién sabía, el destino siempre traía cosas inesperadas para bien o para mal.

 

Observó el lugar en el que se encontraba, poniéndose en la plataforma y asegurándose de que estaba a más de cinco metros de cualquier cosa que pudiera ser hechizada. Observó para la que en esa prueba para conseguir vincularse con el Libro del Druida sería su adversaria. Le hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo, una especie de muestra de respeto. Siempre había pensando que en esa clase de actividades no debería haber amigos, durante lo que durase el duelo eran rivales.

 

El duelo comenzó antes de lo que hubiese deseado, apenas estaba preparado pero pronto notó los efectos que el gas más famoso de Oterry hacía en su cuerpo. Últimamente había visto muchas veces utilizar ese hechizo, no había ninguna duda de que se había puesto de moda. Por fortuna, aquello tenía una solución que iba a utilizar antes de que fuese demasiado tarde. Tenía que parar el veneno sino quería acabar muriendo. Posiblemente acabase muerto, pero no tan pronto.

 

Anapneo —dijo como pudo. Hubiese podido hacer ese hechizo de forma no verbal, pero quiso pronunciarlo. Movió su varita con una floritura y el efecto fue inmediato. Se había curado del veneno, pero todavía tenía la herida que le había provocado ese poderoso hechizo. Rápidamente pensó en un Curación. Sabía que eso no sería suficiente para poder controlar del todo la herida y que luego tendría que volver a curarse, pero ya habría tiempo para eso.

 

Estaba claro que el poder de la mujer era enorme, si el australiano intentaba hacer el mismo hechizo los efectos serían mucho menos dañinos, pero no pasaba nada. Era un hombre que luchaba hasta el final, sin importar las consecuencias. Arqueó una ceja ante el siguiente movimiento que pretendía hacer la Nigromante. Apuntó directamente a su pecho, tenía que pensar en una buena estrategia y lo mejor que se le ocurría en esos momentos era...

 

Maldición, pensó. El efecto fue inmediato. El próximo hechizo que intentase hacer la rubia no saldría, no importaba si fuese verbal o no verbal, aquello que intensase acabaría derivado en una versión ridícula. Quizá fuese divertido.

 

 

_____

 

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El accionar de su rival había sido astuto, pero no lo suficiente. Tenía una herida critica en el cuerpo y era mejor que sanará la misma antes de verse abrazado por la muerte. Ella simplemente se limitaba a actuar del modo que siempre lo hizo en batalla, no existían sentimientos o nexos que le impidieran reaccionar como una guerrera en toda la extensión de la palabra. La diversión se hizo presente dentro del escenario, no le encontraba el menor sentido a tener que seguir todo por la vía de la frialdad o la maldad pura.


Siempre venía a bien una chispa cómica y el Australiano se la otorgó tras lanzarle aquel conjuro. Lo que siguió después nadie se lo esperaba, pero sin duda le sacaba una sonrisa al dejar escapar esa palabra de sus labios—Avis—en lugar de aparecer una 12 de cuervos, salieron de la punta de su varita varias ranas de chocolate que saltaron como locas sobre el suelo. Pero el momento afable y chusco se desvaneció ante los ojos de los dos mortifagos.


Recobrando la compostura pensaba con malicia Daga del Sacrificio, apareciendo en su diestra aquel afilado objeto que resplandeció como lo hacia el astro rey al encontrarse en el punto más alto—Immolo Oppugnare—agregó sacrificándose para agredir. Infringiéndose un corte profundo en la zona del antebrazo, deslizando la hoja por su nívea piel, abría un surco similar en la extremidad de su contrincante y ambos sangraron al mismo tiempo. Estaba aplicando todo lo aprendido durante sus años de duelo, no actuaba solo por instinto, sino porque las criaturas tatuadas en su espalda se lo demandaban.


La sangre escurría por su brazo, dando un ligero latigazo con su varita pensaba con calma un—Episkey—sanando esa zona dejándola como nueva. Sin sacarle los ojos de encima al castaño, esperaba paciente su defensa. Conocía bien de lo que era capaz en apariencia, no le extrañaría en lo más mínimo que deseará colocarle en alguna clase de predicamento o intentar frenar sus feroces ataques. Estaba ahí para llevarse con ella todo lo que el libro del Druida otorgaba y no cedería un solo centímetro en su afán por concretar dicha misión.


El tiempo transcurría lentamente a su parecer, quizás más pronto que tarde alguno de los dos terminaría con daños graves en su persona. Más no consideraba que estos les implicarán tener que ir a San Mungo por una curación mucho más exhaustiva o de cuidados intensivos.


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Estar realizando la prueba con su pareja era un momento especial. Confiaba en que ambos lograsen superar la prueba y más pronto que tarde pudiesen probar los hechizos nuevos juntos. Había grandes cosas que hacer con todos los conocimientos que se podían aprender en el Libro del Druida, pero para poder llevarlos a acabo antes tenía que demostrar que estaban lo suficientemente preparados.

 

Hasta el momento, no había podido utilizar ninguno de los hechizos que aparecían en el libro. Eran hechizos que dependían de circunstancias concretas, tenían que atacarle de una forma muy concreta para que el australiano pudiera llevarlos a cabo y demostrar que los entendía perfectamente. Lo único positivo de aquello era que sabía perfectamente cuándo debía utilizar cada uno de los movimientos. Los hechizos de ese libro estaban bastante pensados para la defensa y al Mago Oscuro le tocaba atacar.

 

Sí, había dejado escapar una sonrisa cuando vio el hechizo que había tratado de hacer Hasani. En vez de poder lanzar el hechizo que hubiese querido, este derivó en una versión ridícula del mismo. Fue bastante divertido ver cómo no salía aquello que deseaba, pero volvió a concentrase. No podía perder ni un solo segundo con bromas o tonterías. Era un hombre que sabía cuándo debía ponerse serio.

 

Cinaede —dijo después de ver los efectos del Maldición en el Avis de la mujer y antes de que la Nigromante invocara la Daga del Sacrificio. El efecto de ese hechizo fue inmediato, devolviendo el primer movimiento que ella misma había hecho al iniciar el duelo. El gas invisible apareció rápidamente a su alrededor y penetraría en sus vías respiratorias antes de que ella se diera cuenta. Era muy importante que se curase pronto o de lo contrario el veneno la acabaría matando.

 

Después de aquello vio como la mujer invocaba la Daga del Sacrificio y también observó que se disponía a usarla.

 

Las intenciones de ella era hacerse daño para agredir, era algo bastante arriesgado pero solía funcionar. Justo después de ver cómo usaba la daga, en el cuerpo del mortífago aparecieron más heridas que tenían que ser curadas. Tenía bastantes heridas, pero no era el único pues en el cuerpo de su adversaria y pareja también habían aparecido unas cuantas.

 

Por fortuna, sabía cómo cursarse de ellas. Rápidamente pensó en un Episkey. De esa forma, algunas de sus heridas se curaron de forma inmediata gracias al efecto, pero bien era cierto que aún tenía alguna otra cosa que curar. Con ese segundo hechizo de su turno logró recuperarse completamente del Cinaede de la Hasani y de una parte de las heridas provocadas por la daga.

 

 

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La adrenalina seguía disparada dentro de ella, no dejaba de fraguar en su mente su siguiente ataque y defensa. Su pareja estaba demostrando ser un digno rival sin lugar a dudas, pero jamás lo admitiría en su cara. En caso de hacerlo el ego que poseía el Australiano sería mucho más alto que el mismísimo monte Everest. Sintiendo como sus vías respiratorias se cerraban al igual que una puerta cuando se le coloca el cerrojo para impedir que entre cualquier intruso.
Eso mismo experimento ella, pero no tardó demasiado en responder de la forma más astuta y eficaz que conocía— Anapneo—pensó aquel efecto que soltará el mecanismo que impedía que el aire entrará nuevamente en sus pulmones. Similar al tapón de una botella que al verse bajo mucha presión, no le quedaba más que salir disparado por los aires. Aquella herida no le causó demasiado malestar, ya se tomaría el tiempo para curarse y no dejar que la vida se le escapara como agua entre los dedos.
Recordando el corte que se hiciera con la daga, aquel que se proyectó en la misma zona en el cuerpo de su rival. Su antebrazo fue la conexión que le ayudo a lanzar su siguiente ataque. Juramento de sangre, aquel conjuro brotaba de sus labios con una sonrisa lóbrega en ellos —Yo juro no defenderme—sentenció la Nigromante completando su ataque, vinculando de ese modo a su rival a cumplir dicha promesa. En caso de no cumplirla un nuevo ataque caería sobre el causándole más daño del que ya tenia encima.
Lo mismo pasaría con ella, sino cumplía la promesa de no defenderse y solo atacar.
— Curación— pensó sanando el daño que le causará el Cinaede con una herida que poco a poco fue cerrando. Estaban probando de lo que era capaces, dejando de lado los sentimientos concentrándose únicamente en conseguir la vinculación con aquel libro. La esencia más pura de los Druidas estaba a nada de caer en sus manos y no desaprovecharía esa oportunidad por nada del mundo. Realmente le divertía ver lo osados que eran a la hora de lanzarse aquellos hechizos sin pensar en las consecuencias que eso podría provocar en sus cuerpos.
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El australiano siempre había tenido interés por los duelos mágicos. Desde un primer momento había sentido cierta atracción por esa clase de enfrentamientos. Siempre estuvo predispuesto a mejorar, a entrenar y a practicar. Era una forma de competir y cualquier persona que lo conociese sabía que una de las cosas que más amaba era justamente eso: competir. Nunca se daba por vencido y nunca se rendía. Aquellos que querían vencerle iban a tener que esforzarse mucho.

 

Pensó en un Episkey justo después de ver que su pareja podía respirar mejor. Seguramente la Nigromante utilizase el mismo hechizo que el mago tuvo que utilizar un par de minutos antes, con la diferencia de que ella prefirió hacerlo de forma no verbal. Evidentemente era válido de las dos formas, así que no había nada que decir. No le sorprendía aquello, de sobra sabía que la mujer tenía las habilidades suficientes como para ser una digna contrincante.

 

Por otro lado, no podía ocultar que tenía ganas de vencerle. ¿Saben? Si el Mago Oscuro era capaz de ganarla iba a tener para un largo tiempo algo con lo que 'burlarse' de ella. Evidentemente no lo haría de forma mal intencionada, sino para pasarlo bien. Cuando uno ganaba al otro tenía derecho para presumir porque tarde o temprano sería el contrario el que acabase ganando.

 

Con el Episkey que había hecho hace unos segundos quedaba completamente curado de todo. Volvía estar sano al 100%. Sin embargo, la rubia aún tenía alguna que otra herida de la que ocuparse. ¿Se daría cuenta de ello o sería demasiado tarde?

 

Le sorprendió el juramento que realizaba Hasani, no se lo esperaba para nada. Arqueó una ceja, no acababa de entender ese movimiento. Podría ser que tuviese una estrategia que el oceánico era incapaz de comprender, no estaba seguro. En todo caso, se aprovecharía de ese movimiento suyo para hacer un ataque. Por culpa del juramento que ella misma había hecho, el próximo ataque le causaría daño tanto si se defendía como si no...

 

Pensó en un Flechas de Fuego.

 

De su varita salieron unos filamentos de fuego, uno tras otro. Los filamentos de fuego le incendiarían la piel y le producirían heridas sangrantes graves. Si le impactaban necesitaría dedicarle bastante tiempo a su propio cuidado si no quería quedar con secuelas. ¿Decidiría defenderse y recibir el daño de su propio juramento o decidiría dejarse impactar por aquellos filamentos? Pronto lo sabría.

 

 

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El dolor era necesario a veces, nos enseñaba que las cosas sucedían por una buena razón. El verse herida, no hizo más que ensalzar sus ganas por continuar dentro de la contienda, no importaba cuanto tiempo le tomará hacerse con el libro del Druida. Estaba ahí más que nada para aprender de su pareja, probarse así mismos que no importaba quien ganará el duelo eso no cambiaría la relación sana que llevaban desde hace un mes.
—Cinaede—pronunció con claridad, aunque sentía el fuego quemar parte de sus brazos. Las llamas serian apaciguadas cuando lo creyera necesario, no necesitaba curarse de una o apagar ese abrazador fuego. Un gas volvió a rodear a su pareja, colándose por sus vías respiratorias impidiendo que respirará con normalidad. Aquel veneno llegaría hasta el sistema nervioso y circulatorio eclipsando estos por completo. Sino deseaba morir, debería prestar atención a ese ataque y curarse lo antes posible.
—Aguamenti—pensó la rubia apagando las llamas que quemaban su nívea piel tras tocar esas zonas con la punta de su varita, no le molestaba tener un par de rojizos en la piel y parte de esta expuesta a causa del calor que quemó la parte superior que protegía sus músculos y nervios. La sanidad llegaba poco a poco a ella, dejándola medianamente sanada. Pero no se confiaría del todo, realizando una nueva floritura volvía a pensar.
—Episkey—terminando de curar el daño que tenia en su cuerpo. No quedaba el más mínimo rastro del Cinaede y tampoco del corte que se realizará con la daga. Sentirse llena de adrenalina aminoraba el dolor que debió sentir tras verse atacada con diversos conjuros y hechizos que comprometían en cierto modo su integridad.
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Finalmente, la Hasani optó por no defenderse. Observó como las flechas le impactaban. Evidentemente no disfrutaba haciéndole daño, pero estaban en un duelo mágico y cada uno debía saber qué esperar del otro. Estaban allí para atacarse como nunca antes se habían atacado, pero una vez que terminasen el duelo seguirían siendo la misma pareja que se trataba siempre lo mejor que podía. Le gustaba saber que todo seguiría igual después del duelo.

 

¿Otra vez? Sí, otra vez. Cómo odiaba ese gas, lo odiaba demasiado... De nuevo volvía a sentir los efectos de aquel hechizo del Libro del Equilibrio que tan efectivo era y más en manos de brujas poderosas como la rubia. Estaba empezando a tener verdadero asco por ese encantamiento, aunque también era cierto que le había traído alguna que otra alegría. De nuevo, debía de actuar rápido si quería seguir con vida. De nuevo, estaba en peligro.

 

Pensó en un Anapneo inmediatamente después de sentir los efectos y antes de que la mortífaga pudiera hacer nada. A diferencia de en la primera ocasión, esta vez decidió usar el hechizo de forma no verbal para poder curarse del veneno del gas venenoso. Por fortuna, estaba completamente curado del gas, pero aún tenía las heridas críticas que le había provocado. Esperaba poder curarse en unos minutos porque antes tenía que utilizar un ataque. No podía quedarse así, se lo iba a devolver.

 

Cinaede —la imitó. El efecto, de nuevo, sería inmediato. Un gas la rodearía afectándole a sus vías respiratorias y a otras partes de su cuerpo. Si no se curaba, acabaría muriendo. No había más. El hechizo lo había hecho justo después de ver como la mujer lograba apagar con agua el fuego de las flechas. Su movimiento no había sido tan efectivo como pensaba, las flechas no parecía que le habían afectado tanto como pensaba, pero por fortuna para el Mago Oscuro ella aún tenía heridas de las que curarse. Ambos estaban en una situación complicada.

 

Sujetaba con fuerza su varita en la mano derecha preparado para cualquier movimiento que ella pudiera realizar. La cosa estaba tensa y parecía ser que dentro de poco uno de los dos acabaría perdiendo. Esperaba no ser el australiano, aunque si tenía que perder contra alguien prefería hacerlo contra ella que contra otra persona.

 

 

 

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Estaba entre el odio y el amor con el querido conjuro Cinaede. Ya no le encontraba el menor chiste a este, no tras sentir como el flujo de aire disminuía dentro de sus fosas nasales. Cerrando los ojos se imaginaban a los tentáculos del Kraken sujetando con fuerza su cuello, esperando que producto de la desesperación no terminará quebrándolo como si fuera un palillo de madera. Abriendo los ojos de golpe dando un fuerte latigazo con su varita, no le quedaba más que pensar con todas sus fuerzas


—Anapneo—tosiendo con fuerza daba paso a una bocanada de aire que le hizo volver en si de golpe. Era como un testerazo que impactó de lleno contra sus pulmones. Ahí delante de ella, estaba el mejor rival que pudo tener dentro de la prueba. Mirándolo fijamente, no espero demasiado para atacarlo de nueva cuenta. Ya el efecto del juramento de sangre había pasado y yodo se colocaba como era en un comienzo.


—Arena de hechicero—pensó aquel hechizo sin demasiado esfuerzo. Los huesos de un mago caído en el campo de batalla a causa del fuego mágico, fueron lanzados por la Nigromante al viento, obstaculizando la visión de James. Dejándolo limitado solo para lanzar invocaciones o efectos. El también debía curarse del daño causado por los ataques de la rubia, ambos estaban en la cuerda floja . Aunque fuera de ese modo, no cesarían en su afán por demostrar que romperían todos los limites que se les cruzaran en el camino.


—Episkey—pensaba curando las heridas que tenía previas al último Cinaede que le lanzará su pareja, Ahora estaba más restablecida que antes, pero no podía perder el eje de las cosas y desconcentrarse. Aún quedaban algunas heridas que sanar y no sería sencillo hacerlo, no si se veía bajo un nuevo ataque por parte del Australiano. Perder no era una opción, pero no debía descartarla del todo.



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