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Leyes Mágica y Conocimiento de Maldiciones


Cissy Macnair
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- Vamos Thomas que para un mago no es necesario saber alpinismo ni de alta montaña. En últimas podemos desaparecer y aparecer cuando queramos así que eso no va a ser un problema para nosotros. Si viene mucha nieve o algo, solo debemos desaparecer - Niko no podía creer que un mago con tantos conocimiento dijera ese tipo de cosas. Al mismo tiempo pensaba que seguro tenía miedo y estaba inventando alguna excusa para no ir, aunque si no iba quizás no podría terminar de cursar su clase y seguro no quería eso.

 

El Dumbledore no espero una respuesta de Thomas, pero tampoco de su otra compañera de clase. El tiempo era oro en una situación como estas, así que él decidió que los 3 irían, incluso si alguno no estaba de acuerdo. En caso de no estar de acuerdo, podrían regresar nuevamente a la Universidad o a su respectiva casa en Ottery.

 

No obstante, justo antes de desaparecer con la Macnair, el patronus del Gryffindor hizo algo y desapareció junto con el mono araña color azul. Necesitaban las dos pistas para poder encontrar a Cissy, por ahora solo tendrían que aparecer en el Everest. El Knight tomó a su compañera del brazo y desaparecieron, unos segundos después se encontraban parados.

 

Por suerte había preparado cuidadosamente su maleta en caso de una emergencia y en ella se encontraba su pequeña lechuza que estaba totalmente adaptada a este tipo de clima. Era una pena no haber traído alguno de sus Aethonans o su Hipogrifo, pero la lechuza estaba bien al menos para lo que necesitaba.

 

- Debes ayudarme a buscar un hombre que tiene un patronus a su lado, tan pronto lo puedas ubicar debes traerlo con nosotros - La pequeña ave comenzó a volar rápidamente, sería mucho más eficiente y les ahorraría mucho tiempo.

 

La Macnair estaba un poco callada al parecer estaba pensando en los pasos a seguir. El Tonks decidió sentarse en la nieve para seguir analizando el libro, o quizás para encontrar una nueva pista. Mientras la lechuza encontraba a Thomas tenían que buscar una forma de encontrar la información. Quizás su magia era tan poderosa como para hablar o darle pistas sin necesidad del patronus.

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La tolerancia no podría ser considerada una de las cualidades de Joana, ella simplemente se mantenía indiferente hasta que algo, a veces sin sentido e inesperado, le hacía perder la paciencia, ya de por sí escasa. Aquel par de magos, por ejemplo, si no se encontrasen en la Universidad, y no corriese el riesgo de exponer su conexión con el bando oscuro, estarían cerca de recibir un Avada Kedavra de su parte. Al menos el pelirrojo.

 

—Es mi abuela —respondió deteniéndose antes de alcanzar la salida, su voz igual de altiva que la del Gryffindor, la mirada de la chica en él, olvidándose de las formalidades al continuar—. Sinceramente, no sé a dónde se dirigen tus cuestionamientos, Thomas. Resaltas los hechos más evidentes y tomas como “curioso” uno de los más razonables. Cissy obviamente no desapareció en condiciones normales, necesitaba un medio para hacerlo saber y conseguir ayuda, además de dejar claro que realmente se trataba de ella. Pudo no haber sabido sí ustedes serían capaces de reconocerlo, pero debió estar al tanto de mi participación en la clase, y si no fuese por el emblema que brilla en ese libro, en semejante situación, ni siquiera me atrevería a tocarlo.

 

Habiéndose dejado llevar por la frustración que le causaba el más hablador de sus compañeros, casi trata de la misma manera a Niko, quien no solo ofrecía el pequeño trozo de pergamino, sino también su ayuda. Si bien todavía no le agradaba, al menos era más tolerable que el impertinente pelirrojo.

 

—Gracias —dijo en voz baja, con sinceridad a pesar de sí misma. Aunque no tenía muy claro cómo se había hecho con el libro después que la Macnair lo tomase, se limitó a echar un vistazo rápido al pequeño papel con ilegible tinta en él antes de guardarlo en uno de los bolsillos de su abrigo.

 

Aun si era capaz de aceptar la ayuda del mayor, o al menos el más maduro de sus compañeros, no soportaba siquiera la idea de emprender semejante misión junto al otro.

 

—Pero mira como le hace honor a su apellido —susurró al escuchar el montón de excusas brindadas por el Gryffindor. En realidad, cierta parte de ella estaba de acuerdo, ¿quién arriesga su vida por la de un desconocido? Pero esperaría una respuesta menos desbordante de cobardía en una frase tan simple como “una misión suicida cuando no se tiene nociones de alpinismo ni de deportes de alta montaña”, ¿qué tenía, 5 años, nada de conocimientos de magia básica ni licencia de aparición? La joven pelinegra superaría esos, y muchos obstáculos más, solo llevada por la curiosidad, ni hablar de la vida de su abuela.

 

A esas altura ya no sabía si le molestaba más la presencia del mago o la de su patronus, el cual, si le preguntaba, combinaba perfectamente con él, saltando por todo el lugar, con esa molesta luz azulada que la chica intentaba ignorar, por lo que fue más que evidente su alivio cuando estos desaparecieron. Sin embargo, fueron seguidos por ellos, Niko y Joana, tan pronto que la demonio ni siquiera alcanzo a decir “mucho mejor”.

 

—¿Llevas una lechuza en tu maleta? —Soltó en cambio, un tanto atontada por la aparición y el frío, aún más intenso, que les recibía.

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Mi collar brillaba intensamente pero podía ocultarlo fácilmente bajo la ropa para que no se notara. Esperaba que de un momento a otro los mercenarios volvieran por mi con la intención de meternos en la cueva que nos llevaría hasta la entrada de la ciudad perdida de Shambala, pero el tiempo continuó y ellos no aparecían. Si algo había aprendido de mis genes de licantropía, es que mientras más cercana estuviera a la fase de luna llena, más grande era mi poder físico. La celda era algo precaria, así que con un poco de fuerza que imprimiera en uno de los barrotes, quizás...

 

-¡Si!- solté emocionada y luego miré alrededor, preocupada de que alguien me oyera.

 

El barrote ahora estaba entre mis manos y aunque la abertura no era suficiente para poder salir de mi prisión, al menos podría usarlo para intentar llegar hasta mis cosas. Por supuesto, la distancia era enorme, así que probablemente usarlo como caña no era una buena idea. Miré a mi alrededor. Tenía un barrote y había una cobija, la que me habían dado para abrigarme. Alguna vez, mientras estaba afuera en mis viajes de estudios, mis compañeros arqueólogos me habían enseñado formas de utilizar cosas que tenía conmigo para generar fuerza de agarre o de extrangulación por si alguna vez necesitaba huir de alguien o defenderme sin varita. Aquella era una buena ocasión.

 

Pasé la cobija entre dos barrotes (los que estaban junto al que había soltado) y até los otros dos extremos al que yo tenía en la mano, aprisionándolos. Luego giré el barrote hasta enredar la cobija, ejerciendo fuerza opresiva sobre los barrotes, que se juntaron y dejaron un poco más abierto el espacio para poder pasar. A continuación, repetí el proceso del otro lado de la abertura, con los otros dos barrotes contiguos, hasta conseguir que quedara una abertura oval por la que pasaría mi cuerpo, aunque con cierta dificultad. Si alguno hubiera estado suelto, seguro que podría haberlo sacado también, pero no parecía ser la ocasión.

 

-Listo- dije, desenredando la cobija y abriéndome paso por el agujero entre las rejas. Pasar la cabeza fue sencillo, pero luego tuve que contorsionarme para pasar los hombros. Agradecía ser delgada en la cintura, pero el problema vendría con mis caderas, que no eran nada pequeñas. Aún así, con dificultad y unos cinco o siete minutos deslizándome poco a poco, conseguí caer de bruces en la fría piedra de la cueva.

 

Me apresuré a levantarme agitada, esperando que ninguno de mis captores estuviera por allí. Pero no, estaba sola. Recorrí los metros que me separaban de mis cosas y me hice con ellas, notando que sobre algunos mapas de Nepal y de la Cordillera del Himalaya había una nota de un periódico muggle donde aparecía el rostro del hombre que me había capturado y las fotografías de cuatro personas más. "Siguen prófugos los cinco maleantes que atacaron el museo-palacio de Estambul" rezaba el titular y continuaba con la descripción de cómo habían irrumpido en un museo, antiguo palacio de Estambul, donde había infinidad de cosas increíbles sobre el Tíbet, el Himalaya y su cultura.

 

-Buscaban el mapa hacia Shambala- dije, recordando que había sido un tema a debatir con mis colegas cuando era arqueóloga. Quizás, ese hombre que me había secuestrado, "Blink", tenía mucha más idea sobre lo que hacía de lo que yo pensaba.

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Realmente hacía un frío temible en aquel lugar, tanto así que Elros tuvo que sacar un abrigo desde su maleta con hechizo expansible que le había armado Tanis (el elfo de su padre) el día previo al supuesto inicio de la clase; y ya vestido con aquella prenda azabache; se dispuso a caminar por la nieve siguiendo al patronus que le hablaba cada vez más de cerca, pero fue el sonido de un ave surcando los cielos lo que le hizo reaccionar y salir del estado ensimismado que estaba con aquella figura brillante. -¿Una lechuza? ¿Por estos lados?- se dijo dubitativo, percatándose de inmediato que aquélla podía ser una señal de su profesora o de sus compañeros de clase en la Universidad que quizá se habían aparecido también en las cercanías de la corriente montañosa del Himalaya; por lo que muy decidido comenzó a seguirle a pasos agigantados, hundiéndose de vez en cuando en la gélida nieve del área mientras más se adentraba en comparación al punto de partida.

 

-¡Niko! ¡Joana!- vociferó tras apuntar con su varita hacia su garganta (amplificando su voz con el hechizo “Sonorus”), una vez que logró divisar a ambos chicos del otro lado de un pequeño acantilado que se formaba entre dos laderas del Everest. Pero, obviamente, no todo podía salir bien, pues producto del gesto imprudente del pelirrojo se oyó un estruendo muy fuerte que acaparó las miradas expectantes de los tres estudiantes. -¡Avalancha!- gritó el Gryffindor a penas vio que un mar de nieve se venía contra él a velocidad indescriptible; notando a lo lejos que el Dumbledore y la Macnair también le señalaban que se refugiase cuanto antes y se alejara del lugar. Rápidamente comenzó la huída hacia donde estaban sus camaradas, pero cuando analizó que ya era imposible escapar, sacó fugazmente su varita y apuntó hacia el suelo que tenía a sus pies (justo en el perímetro en donde su patronus azulado con forma de mono se había desvanecido instantáneamente). -¡Defodio!- exclamó; y tan pronto como hubo enunciado eso, la tierra y la roca congelada se abrió paso en espacio físico a través de un agujero que le hizo caer unos cuantos metros más abajo.

 

-¡Demonios!- gruñó cuando su cuerpo finalmente tocó fondo. Pero para comodidad de él, cayó encima de una mujer que se quejaba constantemente y le decía que por la gracia del mago Merlín se moviera de encima suyo cuanto antes. Tras concederle el peculiar favor a la desconocida y tenderle una mano para que ésta se levantase y aprovechara de sacudirse la nieve que tenía en sus ropas, Thomas observó bien el terreno y luego de reflexionar notó que se trataba de una especie de celda con cajas de plástico abultadas y barrotes separados a la fuerza por alguien o algo. -¿Cissy? ¿Eres tú?- preguntó abiertamente a la mujer que le hacía compañía, esperando que ciertamente se tratase de su maestra de Maldiciones.

Editado por Enrick W. Ryddleturn
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- Claro, que mi maleta se vea pequeña por fuera no quiere decir que su interior lo sea y está bastante organizada - Niko no entendía la pregunta de su acompañante pero agradecía que estuviera mucho más tranquila. O quizás el Knight había tomado las decisiones tan rápido que ni tiempo de responder o discutir le había dado y lo mejor sería mantenerse de esa forma.

 

- ¡Niko! ¡Joana! - Se escuchaba muy lejos, pero bastante fuerte. Seguramente la lechuza había encontrado al Gryffindor pero el Dumbledor no estaba muy feliz - No puedo creer que lo haya hecho, utilizar un hechizo amplificador en medio de una montaña llena de nieve. Eso no será nada bueno - El joven no podía creerlo, la peor idea que había tenido era utilizar el hechizo Sonurus, al menos esperaba que se lo quitara rápidamente.

 

- ¡Avalancha! - Gritó el Gryffindor, aún con el hechizo en su garganta - Debes hacer un quietus o dejar de hablar - Gritó Niko, sus compañeros eran los de la clase de Maldiciones pero él tendría que usar su varita por segunda vez.

 

Thomas no logró correr lo suficiente. Al parecer el mago no tenía una licencia de aparición porque no había pensado en ello. Al menos la lechuza de Niko se había logrado escapar y se encontraba nuevamente junto a su dueño. El Gryffindor había logrado crear un hueco en la tierra mediante un hechizo, ahora tendrían que ir a buscarlo nuevamente.

 

- Lo que me faltaba, tener que buscarlo por segunda vez y ahora debajo de la nieve. Ya es suficiente con que Cissy se haya perdido - El Tonks comenzó a caminar, esperando que Joana hiciera lo mismo. Sabía que ella también quería encontrar rápidamente a su abuela.

 

Niko decidió saltar dentro del hueco, al menos había mucha nieve en su interior y no se golpearía. Niko estaba tan molesto con el Gryffindor que no ignoró por completo a la mujer que se encontraba dentro del lugar, una que nunca había visto pero el Tonks solo quería callar a su compañero.

 

- Quietus - Pronunció - Ya deja de hablar, que no queremos otra avalancha - Su voz se encontraba nuevamente con el volumen adecuado para no hacer mover la tierra. Fue en ese momento que el mago notó la presencia de la mujer y había sido muy descortés de su parte no saludarla.

 

- Dijiste Cissy, ¿cierto? - Al parecer Thomas sabía algo que Niko no y necesitaba averiguarlo. El Tonks se acercó a la mujer en busca de una respuesta, pero en su lugar encontró un periódico muggle con una noticia no muy buena, cinco hombres habían robado un museo en Estambul. Con seguridad no estaría muy felices los dueños de aquel lugar - Yo soy Niko - Agregó.

 

- Seguramente sí eres Cissy yuno de ellos te secuestró - Niko era muy desconfiado y necesitaba asegurar que no hubiese más personas en el lugar - Homenum Revelio - Dicho efecto lo ayudaría a sentir humanos en un radio de 15 metros. Aunque esperaba no sentirlos, no quería tener una batalla.

 

- Creo que tienes muchas cosas para contarnos, pero lo mejor es salir de este lugar lo más rápido posible. Al menos antes de que vuelvan tus secuestradores - Niko no tenía muchas ganas de quedarse en el lugar. Además, era muy frío y su ropa no era la más adecuada para dicho momento.

Editado por Niko Uzumaki

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—No me refiero al tamaño de tu maleta, llevar mascotas en ella es lo que me parece… poco común —aclaró aún un tanto escéptica al respecto. Por más hechizos expansibles que le aplicase a su equipaje, no podría considerarlo el instrumento más adecuado para transportar animales, no es que fuese una defensora extremista de éstos—. ¿El Departamento de Criaturas está al tanto de eso? Además, ¿no causan desastres allí dentro? Su comida, tu ropa… Ya sabes, cuando la digieren… Olvídalo —sacudió la cabeza, aclarando sus pensamientos, no era momento para discusiones tan triviales.

 

Dejándolo estudiar el libro, dio un vistazo alrededor. ¿De verdad serían capaces de encontrar a Cissy en tan extenso lugar? La pared de montañas a su alrededor parecía extenderse hacia el infinito, sus altos picos cubiertos de nieve perdiéndose entre las nubes. En realidad, todo estaba cubierto de nieve, lo cual le enfermaba a pesar de ser originaria de un país bajo las mismas condiciones la mayor parte del tiempo; al menos en Finlandia el terreno era mucho más llano, el cielo más azul… allí todo era blanco, dándole la sensación de estar encerrada, empeorado por la preocupación y el no tener idea de cómo localizar a su abuela. Por más que forzara a su mente, no lograba recordar algún hechizo útil para sus propósitos, ni siquiera contaba con un súper olfato vampírico para buscar pistas de la matriarca. Aunque, al menos tenía buen oído; eso o un compañero de clase bastante est****o.

 

—No lo hizo —susurró negándose a creer que el Gryffindor tuviese tan poco sentido común—. Dime que no… —demasiado tarde. El suelo bajo sus pies temblaba notablemente ante el movimiento de toneladas de nieve desprendida gracias a la perturbación causada por el torpe pelirrojo, quien, asustado a juicio de la Macnair, al ver la inmensa nube acercarse, por fin demostró al menos haberse graduado de Hogwarts y creó un agujero a sus pies para usar como refugio.

 

Con Niko dirigiéndose pacientemente al resguardo subterráneo, la joven tomó el libro de donde se encontraba en la nieve y apareció justo al borde del hoyo, nada dispuesta a perder el tiempo caminando o corriendo y exponerse a ser aplastada por sabrá-Merlín-cuántas-veces su propio peso, saltó; si el par de mago no se había roto algo al hacerlo, ella tampoco debía tener problemas, y si habían resultado heridos, al menos estarían abajo para amortiguar sus daños. No es que les preocupase su bienestar justo en ese momento, mucho menos el de Thomas.

 

Sin embargo, en la cueva en la que aterrizó, con la nieve entrando justo detrás de ella, se encontraba Cissy, de pie y apariencia ilesa, mejorando en un instante su humor, al menos momentáneamente. Joana no era de dar muchas demostraciones físicas de cariño, pero no pudo evitar correr hacia su abuela y abrazarla con fuerza, tal como una niña pequeña, alejándose al recordar la presencia de sus acompañantes.

 

—¿Estás bien? ¿Qué pasó? —Tenía infinidad de preguntas, tantas que temía aturdir a la matriarca con éstas, por lo que prefirió controlarse y asentir a la sugerencia de Niko de marcharse pronto. Aquel no era precisamente un lugar para vacacionar y contar lindas historias, no sin chocolate caliente y dudaba que quienes llevasen a la profesora hasta allí estuviesen dispuestos a servir de buenos anfitriones, por lo que la bruja empuñó su varita, sacándola de uno de los bolsillos de su abrigo, solo para prevenir—. Yo ayudaré llevando a Thomas, ya que no parece muy hábil con las apariciones —comentó como si todo peligro fuese una idea lejana, sonriendo angelicalmente mientras sus ojos brillaban rojizos, su tono tan amable como no lo había sido hasta el momento—. Ya entiendo por qué no querías venir, pareces bastante propenso a los accidentes.

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- Gracias Merlín - Pensó el Dumbledore, Joana estaba de acuerdo con él y era bien difícil convencer a la chica de realizar las cosas, pero al parecer Niko tenía mucha suerte, o al menos eso quería creer. El joven mago se quedó al lado de Cissy tomándola del brazo, mientras Joana buscaba a Thomas para hacer lo mismo que el Tonks. La joven quería evitar que el Gryffindor causara más problemas durante la aparición.

 

- Creo que debemos ir al lugar en el que todo esto empezó - Agregó mientras miraba el periódico muggle que tenía en sus manos. Lo cerró y lo guardó en su maleta, no quería tener que ir a Estambul, aunque conocía un lugar lleno de gente en el cual si los encontraban no podrían usar magia ni nada debido a la presencia de los muggles.

 

- Aunque, no podremos usar mucha magia, así que tengan mucho cuidado, especialmente Thomas. Ya ha sido suficiente con la avalancha - Al igual que Joana, el Tonks estaba un poco agotado de andar cuidado al Gryffindor para evitar desastres o problemas, pero no habían tenido mucha suerte, pero sí muchos accidentes.

 

El Knight visualizó la Iglesia de Santa Sofía en su mente, era uno de los lugares más bellos y un museo en Estambul. Esperaba que ese no fuera el museo que habían robado esas 5 personas, pero tenía su varita lista si llegaba a necesitar usarla. Esperaba no tener que usarla, era una clase de Leyes Mágicas pero ya la había tenido que usar dos veces. Al menos estaba seguro de que no era la clase de Encantamientos.

 

Unos segundos después, los 4 magos aparecieron en la parte trasera de la Iglesia, no había personas en esa parte del museo. Comenzaron a caminar en busca de la parte delantera del lugar, para poder descansar un poco y tomar algo. El clima era totalmente diferente al de Nepal y Niko estaba muy feliz, aunque le gustaba el frío no tenía la ropa adecuada para el clima de los Himalayas.

 

- Muy bien, ahora que estamos más tranquilos y lejos del peligro, nos puedes contar qué fue lo que ocurrió. Y de paso decirnos que sabes con respecto al robo que hubo en esta ciudad, todo debe estar relacionado - El Tonks dijo mientras miraba a la profesora de su clase, tenía más dudas que respuestas, por suerte Cissy no tendría que realizar muchas.

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Estaba tan metida en el recorte del periódico que no me di cuenta cuando el piso comenzó a moverse bajo mis pies. Me aferré a mis cosas con miedo de perderlas, mirando la abertura de la cueva por la que esperaba que aparecieran los locos que me habían secuestrado. Pero, en vez de eso, sucumbí bajo el peso de alguien que se había dejado caer sobre mi espalda. Me golpee duro contra la roca del suelo, tanto así que sentí que comenzaba a sangrarme la ceja izquierda, donde había aterrizado contra el frío suelo. Solté un improperio y estaba dispuesta a matar al que estuviera sobre mí. Para mi sorpresa, el mago se quitó de encima y me tendió una mano para levantarme; aún en la penumbra pude notar sus rizos rojizos.

 

-Sí, soy yo... ¿quién eres tú?- solté de forma desagradable, tapándome los oídos porque su voz era muy fuerte. El suelo volvió a temblar bajo nuestros pies.

 

Al menos parecía que él no iba a atacarme o secuestrarme, al menos de momento. Me sacudí la ropa y fui a tomar el mapa que torpemente mis captores habían dejado allí en la cueva. En ese momento, dos personas más se hicieron presentes en el lugar y salté para ponerme en guardia. Para mi sorpresa, uno apuntó con su varita al pelirrojo y le hizo un hechizo de insonorización (o, mejor dicho, bajó su tono de voz a uno normal), mientras que la otra persona, una muchacha que aterrizó limpiamente sobre sus pies, se abalanzó sobre mí, abrazándome.

 

-¿Joana? ¿Cómo...- pero no hacía falta. En sus manos estaba el libro que yo había marcado con el escudo de la familia, mismo que había dejado caer en el aula.

 

Alcé las manos para que dejaran de hablar, pero parecía que todos tenían sus planes. El chico llamado Niko me tomó de un brazo y Joa al otro, el que había caído sobre mí, llamándolo Thomas. Agarré mis cosas con fuerza, porque parecía que nadie iba a prestarme atención, y dejé que nos apareciéramos juntos, aunque no sabía en dónde.

 

Solté una bocanada de aire contenido al aterrizar en suelo firme y me sorprendí por el clima. No era cálido pero al menos no era tan frío como en la montaña. Me alejé unos pasos del grupo y me dispuse a acomodar mis cosas, esperando que nada me faltase.

 

-¿Más tranquilos? Es una interesante forma de decirlo- dije, mirando alrededor-. Tienen forma de rastrearme, ¿sabes? Van a venir por mi- dije, observando a Joana de reojo-. Cissy Macnair, profesora de... Leyes ?- miré alrededor de nuevo, estaba rompiendo como veinte leyes en aquel momento-. Y suplente de Maldiciones- agregué-. Calculo que ustedes son mis estudiantes, bueno, al menos sé que mi nieta estaba inscripta en Maldiciones- sonreí a Joana, aunque seguro que ella no tenía muchas ganas de sonreírme.

 

Comencé a caminar esperando que me siguieran.

 

-Esto es... Ah, genial, Estambul. Justo donde quería estar un día como hoy- solté un bufido-. ¿Sabía que el gobierno mágico de Estambul y el de Inglaterra están en conflicto, señor Niko? Sí, así es... no nos quieren mucho por aquí, ¿saben? No desde que comenzamos a... bueno... algunos negocios... En fin... Esto no es estar seguro. Síganme, conozco un lugar donde podemos quedarnos.

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-Yo soy Elr… Tho…-alcanzó a decir el pelirrojo, pues la superficie a sus pies se volvió algo inestable y comenzó a temblar levemente mientras la profesora se sacudía sus ropas y le miraba algo extrañada al no saber quién era él. Rápidamente las figuras de Niko y Joana aparecieron en aquella estancia, siguiendo sus pasos a través del agujero que había abierto él mismo para refugiarse de la avalancha que provocó con el hechizo amplificador de voz, el cual fue restaurado amablemente por la varita del joven Dumbledore. -No se trata de que no haya querido venir, señorita Macnair. Simplemente creo que se debieron seguir otros conductos regulares en una situación como ésta. Pero, en vista y paciencia de que ya hemos encontrado a tu abuela, no me parece mala idea pasar una temporada fuera de casa- dijo a modo de respuesta al comentario cizañero de la bruja, tratando de demostrar que él no tenía miedo ni era un cobarde frente a acontecimientos que se le escapasen de sus manos o que no siguieran una lógica comprensible.

 

-Y sí, tengo cierta tendencia a los accidentes… Es cosa de “suerte”- expresó; percatándose que la maestra alzaba las manos para que no se discutiera más del tema; quedándose con las ganas de contradecir las acotaciones de Niko que parecía opinar lo mismo que Joana. Fue una aparición conjunta lo que prosiguió a la escena en el gélido calabozo en el Himalaya, tocando tierra firme en lo que parecía ser un museo eclesiástico con arte gótico incluido; todo obra de su compañero al elegir aquel sitio como su destino obligado. -No vuelvas a hacer eso ¿Ok? No hay cosa que me desagrade más que me hagan aparecer como si fuese una criatura muggle sin la habilidad de hacerlo- gruñó el Gryffindor al mismo tiempo que caminaba por el lugar, analizando cada rincón del nuevo perímetro que lo rodeaba en esa pulcra iglesia.

 

-Menuda forma de presentarse… profesora. Es un poco incómodo ¿No lo cree? Después de tener que darnos el trabajo de buscarla y además huir de una batalla que no nos incumbe del todo… Dígame… ¿Esto tiene algo que ver con la Clase de Maldiciones? No creo que ahora tengamos como deber entablar relaciones diplomáticas con Estambul a nombre del Ministro de Gran Bretaña- manifestó con un dejo de ironía; teniendo que seguir los pasos de la bruja de manera casi obligada, pues ésta dejó bien en claro que debíamos quedarnos por allá y resguardarnos de sus captores, los cuales parecían tener una manera de rastrearla. -No la quiero presionar a nada, profesora Macnair, pero necesito saber cuál es su plan. ¿Volvemos mañana a la Universidad? ¿Tiene otras cosas que hacer antes? No sé por qué siento que los demás conocen algo que yo no sé. Niko… ¿Qué noticia contiene ese periódico?- cuestionó el ojiverde mientras jugaba con su varita, esperando que su camarada le contestara con sinceridad y no dejase un márgen de duda en él.

Editado por Enrick W. Ryddleturn
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Su abuela parecía, al igual que ella, un tanto aturdida y resignada ante la rápida forma de hacer las cosas que tenía el par de magos. Claro, Joana había estado de acuerdo en huir precipitadamente de la cueva, preocupándole más poner distancia entre ellos y quienes se hubiesen llevado a la matriarca que la cantidad de leyes que pudiesen infringir cruzando fronteras sin ningún miramiento, apareciendo así, en Turquía, más específicamente en una antigua iglesia en Estambul.

 

Soltó el agarre sobre el pelirrojo y guardó el libro en su mochila antes de hacer cualquier otra cosa, esperando que no hubiese cerca algún desconocido que alcanzase a verle resplandecer. El objetivo era pasar desapercibidos, pero su compañero bien podría estar gritando que era un mago.

 

—¿No es lo que eres? —Preguntó a Thomas en voz baja con tono burlón, sus ojos brillando aún más rojos antes de volver a su natural color verde mientras volvía a esconder su varita. Estaban en “territorio muggle”, huyendo, lo mejor sería no llamar demasiado la atención. Además, sabía sin saber qué efectos tendría sobre ella el estar en una edificación de semejante naturaleza, aun cuando ahora se tratase de un museo.

 

Fuera de eso, se encontraba mucho más tranquila, con mucho mejor humor que el de hace solo unos pocos minutos antes, tan aliviada de haber encontrado a Cissy que poco le preocupaban las amenazas de peligro; a fin de cuentas, si algo había aprendido desde que tomase clases en la antigua Academia, es que todas éstas conllevaban cierto riesgo que debía estar dispuesta a asumir. Claro, un mejor humor en la joven Macnair estaba lejos de significar flores y brillos.

 

—Conocer a Ernest me animó a inscribirme en esta clase, abuela. De saber que la profesora serías tú lo habría hecho, incluso, antes —respondió sonriente a la bruja, aun conociendo el riesgo de ser regañada por la sutil mención de lo que planeaba hacer a su hermano luego; aunque, debía admitir, el Gryffindor parecía un mejor blanco. De cualquier forma, prefirió continuar rápidamente—. Es mejor que nos sigan, teniendo un poco de ventaja en cuanto al tiempo, que ser encontrados en esa tétrica cueva. Podrías contarnos de qué va todo esto.

 

Caminó detrás de ella. Sin importar la respuesta, ni los peligros detrás de ésta, no abandonaría a Cissy. Se tratase o no de una clase, aquello era personal, los Macnair se apoyaban; lo haría aunque se tratase del terrible demonio con el que compartía a su madre, mucho más aun por su abuela, a quien, evidentemente, Thomas no conocía. Si él y Niko hubiesen llegado a pensar en que el carácter de Joana era difícil, tendrían que reconsiderarlo al conocer el de su profesora, bastante necesario cuando se era la cabeza de una familia como la Macnair.

 

La joven demonio casi se detiene a observar, con una mezcla de asombro, compasión y gracia, al imprudente estudiante con el que compartía la clase.

 

—Yo siendo tú, estaría un poco más interesado en mejorar esas “relaciones diplomáticas”, quizás no puedas regresar a casa luego —expresó en voz baja con la misma ironía.

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