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Leyes Mágica y Conocimiento de Maldiciones


Cissy Macnair
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Una vez en Estambul, la profesora tomó el mando del grupo. No obstante, no estaba muy feliz con la decisión de Niko, pero ir a dicho lugar había sido su primera opción. Con tantas cosas que habían sucedido ese día, no podía pensar muy bien y aquella Iglesia había venido a su mente con mucha facilidad. No tenían de otra, debían quedarse en ese lugar y afrontar todos los problemas que pudieran presentarse.

 

- Y tu no sigas causando desastres que ya suficiente tenemos con tener que escondernos como para tener que cuidarte a ti - El Tonks no estaba muy feliz, ahora el Gryffindor le reclamaba cuando él tenía la culpa de muchos de sus accidentes, así que no tenía derecho a reclamar. Al menos no mientras siguiera haciendo las cosas mal.

 

- Bueno, no lo sabía. Por algo he decidido tomar esta clase, no es el tipo de cosas que conozco - Definitivamente el Dumbledore no estaba muy feliz y mucho menos con la respuesta de la bruja, por algo era alumno de esa clase. Evidentemente no tenía los conocimientos y debía acudir a la Universidad para adquirirlos - Y con esa actitud, nos van a odiar más - Pensó, luego de escuchar las últimas palabras de la Macnair.

- Ahora tengo que hacerte un resumen de la noticia. Ni lo creas - El Knight le entregó el periódico al Gryffindor para que leyera la noticia. Además, de cuidarlo y evitar que cometiera más desastres, ahora tendría que hacerle un resumen. Claramente eso no iba a pasar de ninguna forma, él mismo tendría que leer la noticia si quería saber qué estaba ocurriendo.

 

El joven mago siguió caminando junto al grupo, estaba agotado de tener que hablar con todos ellos. No había sido un gran día y su clase no era lo que había esperado, no quería nada que ver con Maldiciones pero justo la Universidad había decidido realizar una clase doble.

 

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Miré a Thomas sin detenerme. Ahora entendía por qué la mirada de odio que Joana le dedicaba de vez en cuando. Ese chico bien podríamos haberlo dejado en la cueva... <<No, es tu alumno... no puedes>> dijo una voz en mi cabeza. Suspiré.

 

-Esto tiene más que ver con "huye y escóndete", Thomas. Bueno, Estambul puede parecer "tercermundista", pero la realidad es que nuestras relaciones diplomáticas son tan delicadas que ellos ya deben saber que nos hemos aparecido aquí sin autorización- me encogí de hombros, como restándole importancia-. ¿Creen que el hechizo rastreador sólo es aplicable a magos menores de edad para castigarlos por hacer magia fuera del colegio? No, los magos que se toman en serio su seguridad, los gobiernos que lo hacen, tienen forma de rastrear las amenazas en su suelo. Claro que, mientras más rápido nos movamos, no podrán dar con nosotros. Sólo tienen un aproximado del área de nuestra aparición y buscarán por ahí primero- me frené y me giré, mirando al susodicho Thomas-. Si quieres irte eres bienvenido, pero no podrás hacerlo a menos que sea por medios muggles. Los turcos se toman en serio los agravios por pactos incumplidos.

 

 

Y cualquier otro tipo de agravios. Si había personas rencorosas en el mundo, esos eran los turcos... y los rusos. Negué con la cabeza, continuando mi andar para no perder más tiempo. ¿Cuántos metros a la redonda eran? Ya no recordaba si debía alejarme doscientos o quinientos, porque mis imprudencias habían quedado atrás luego de regresar a Inglaterra.

 

-En efecto, no "tengo" algo que hacer, "debo" hacer algo. Ya que nuestro querido...- hice una pausa, me giré y señalé a Niko-... Aquí presente, nos ha traído a un lindo lugar a vacacionar, al menos disfrutemos el sol- sonreí con sorna antes de volverme al grupo entero-. No tiene que hacer ningún resumen, señor Niko, yo se los explicaré, pero primero quiero que nos escondamos. Los muggles de aquí son supersticiosos y notarán si hay algo raro en nosotros, lo que me recuerda...- me colé en medio de un montón de ropa que se estaba secando al sol y miré para ver que nadie nos viera antes de robar algunas prendas-. Queremos pasar desapercibidos y las ropas inglesas no nos ayudan.

 

Les tiré las prendas por la cabeza y cuando terminaron de colocárselas, les indiqué que me siguieran en silencio. Doblamos por varios recodos antes de entrar en lo que, aparentemente, era un bar. El lugar estaba poco iluminado y prácticamente no había personas a excepción del camarero y una mesera que estaba limpiando los pisos. Al vernos entrar, el hombre detrás de la barra nos miró con desconfianza, así que me quité la tela que había usado para cubrirme el rostro y le sonreí. El hombre me devolvió la sonrisa.

 

-¿Castalia Croft?- dijo en un forzado y oxidado inglés, rodeando la barra y yendo a abrazarme efusivamente.

 

-Kerem, viejo amigo- le palmee la espalda, aunque aquellas demostraciones de cariño no se me daban bien-. Estás más flaco- mentí. Se notaba que tenía como treinta quilos de más.

 

Él se rió, aparentemente por lo mismo.

 

-¿Qué te trae por aquí?- preguntó, ahora en turco, mirando al grupo detrás de mi con cierta desconfianza.

 

De inmediato cambié mi postura y me puse seria.

 

-Necesitamos refugio, Kerem. Me están buscando los hombres de Lazarevic- el cabello de mi nuca se crispó.

 

La expresión amable del hombre cambió y su semblante se ensombreció, mirando al resto del grupo de nuevo, como esperando que alguien le dijera que aquello era una mentira. Pero él sabía que yo no le mentiría, no sobre aquello.

 

-¿Qué has hecho ahora, Castalia?- preguntó, más serio que nunca.

 

Negué. Ni siquiera yo sabía qué había hecho.

 

-No es por mí, Kerem, es por ellos. Soy profesora ahora, ¿sabes? Y ellos fueron a rescatarme de los mercenarios y quedamos atrapados aquí. No podemos movernos hasta que la guardia mágica de Estambul deje de buscarnos por una aparición imprudente- fulminé con la mirada a Niko, pero luego la suavicé, recordado que él no tenía idea del lío en el que nos estaba metiendo.

 

El hombre de nombre Kerem asintió, suspirando y luego hizo una seña a la mesera. La muchacha de inmediato soltó la escoba y se dirigió hacia la barra, bajando una palanca. Detrás del estante de bebidas, que se movió a un lado, apareció un túnel que se iluminó con antorchas de fuego mágico azul. Le sonreí.

 

-Te lo pagaré, Kerem.

 

-Si, si... como lo de Moscú, ¿no?- dijo, negando y sonriendo al mismo tiempo.

 

Esa era una historia que no les iba a contar a los chicos.

 

Les hice una seña a Niko, Thomas y Joana para que me siguieran y nos metimos al túnel. Allí, con la luz de las antorchas, no hacía falta iluminación con las varitas. Caminamos en línea recta por al menos veinte metros, siempre hacia abajo, hasta una bifurcación, momento en el cual viré a la derecha y dimos con una pequeña cámara subterránea donde había barriles de diferentes licores y cervezas, cajas con armas mágicas y no mágicas, algunos sacos de dormir y otros objetos de contrabando, claramente.

 

-Nos quedaremos aquí por hoy, mientras pienso un plan.. y me quito el localizador- agregué.

 

Me dejé caer sobre uno de los sacos de dormir y me quité las robas turcas femeninas, buscando mi varita. Sabía que no era bueno utilizar magia, pero Kerem no era tonto y con tantas cosas ilegales que tenía allí, seguro había protecciones capaz de interrumpir el flujo de magia al exterior y que alguien lo encontrara.

 

-Pónganse cómodos. Saldremos cuando oscurezca para no llamar la atención. Tenemos unas cuantas horas.

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-Si se trata de pasar una temporada lejos de mis hermanos… creo que pensaré en hacer algo productivo para mejorar esas “relaciones diplomáticas”, Joana. Además, estoy convencido de que nunca es malo tener unos días de vacaciones fuera de la Universidad y del trabajo en el Ministerio de Magia… por lo tanto; me quedo con ustedes- exclamó el joven alquimista de cabellos rizados color fuego, al mismo tiempo que tomaba con la diestra el periódico que Niko le estaba tendiendo con el afán de que él mismo leyese la noticia sobre el asunto que involucraba a su actual profesora de Maldiciones. -Niko, prometo no reclamar más. Creo que yo mismo me estoy agobiando con tanta actitud de rebeldía ¡JaJaJaJa!- añadió mientras le lanzaba una fugaz ojeada al diario que su compañero le había pasado anteriormente.

 

-Entonces hay que moverse rápido, maestra Macnair. No creo que sea tarea de la clase el tener que alzar la varita en contra de los magos o brujas residentes de Turquía. Además presiento que no sería muy preciado para el turismo que acabásemos con la arquitectura de esta hermosa mezquita que ahora es más bien un museo histórico de la región musulmana; terminaríamos siendo arrestados por desórdenes en la vía pública- comentó el ojiverde sin poder evitar que una sonrisa se dibujara en su agraciado rostro, pues el asunto le pareció bastante chistoso. -Pues, si son los muggles el mayor problema… concuerdo en que hay que usar algún medio de camuflaje de la zona; así que páseme una prenda que no sea de dama, por favor profesora- agregó al percatarse que se mezclaban en un tendedero de ropa turca.

 

Su nuevo atuendo era algo burlesco, especialmente por aquella gorra roja islamita que se posó sobre sus revueltos cabellos ondulados; pero era lo que había que hacer con tal de pasar desapercibidos. Sin rechistar más, Elros siguió los pasos de la bruja experimentada en conocimientos mágicos, hasta arribar a una especie de bar luego de caminar unas cuantas cuadras en medio de tumultos de personas que los miraban extrañados. Tal parecía que en aquella cantina había un hombre que conocía (más allá de lo común, según creyó el mago británico) a su pedagoga, pues le salió al encuentro con un caluroso abrazo tras rodear la barra de la taberna. -¿Parece que se conocen muy bien?- manifestó en tono pervertido a sus compañeros de clase, observando a una bella mesera aseando el piso del lugar a lo lejos.

 

Rápidamente y luego de un gesto del hombre, la muchacha a cargo del servicio doméstico del bar acudió en su llamado y accionó algún mecanismo que hizo correr la máquina de refrescos hacia un costado; dejando entrever una especie de túnel iluminado por antorchas que contenían un preciado fuego azul, que verdaderamente no era obra de los muggles sino de hechicería de elegancia y sofisticación indudable. -¿Qué es esto? ¿Un refugio de armas? ¿Acaso piensas que tenemos que quedarnos aquí con alguien que pareciera ser un terrorista de esos que salen en los noticieros? Pues… ¡Fabuloso! Yo me quedo con el saco azul- dijo el inefable con expectación, ya que aquello le estaba comenzando a resultar simpático y fuera de que lo habitualmente hacía en Londres; y claramente la adrenalina en sus venas mortales corría al cien por ciento. -Castalia… ¿Ése es su nombre? ¿Castalia?- preguntó antes que su profesora se diese la media vuelta para descansar, debido a que había oído que el tipo del bar la había llamado de esa forma cuando la recibió tras su llegada.

Editado por Enrick W. Ryddleturn
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- Creo que he tomado la clase incorrecta, los directores no me informaron que esta sería una clase de humor pero no del bueno y bien malo que está saliendo - Pensó el Dumbledore ante las miradas y comentarios de su profesora, quería creer que era graciosa pero no lo era ni un poco. De hecho parecía una niña pequeña mirando mal y sonriendo, pero el Tonks no le informaría, la mujer ya era bien grande y madura como para tener que explicarle ese tipo de cosas.

 

- ¿En serio te estás agobiando? Parece que mi suerte no está tan mal hoy - Ya era suficiente tener que compartir su día con ellos como para tener que seguir soportando las quejas de su compañero de clase. Ya lo tenía un poco cansado y con ganas de usar su varita para cerrar su boca al menos durante unos minutos.

 

El joven tomó la ropa que les lanzó la profesora de la clase, no era el tipo de ropa que le gustaba pero no tenía otra opción. Se notaba que las personas los miraban raro debido a su cara de extranjeros y debido al color de pelo del Gryffindor. Dicho color no era normal en un lugar como ese. Después de caminar por unos minutos, entramos a un bar, el día cada día era peor no los frecuentaba en Inglaterra y ahora debía entrar a uno en Turquía.

 

- Pero qué es esto? Yo quería una clase de Leyes Mágicas, no este tipo de cosas. Tendré que pedir un reembolso de mis galeones - El Tonks ya estaba un poco molesto por toda la situación, él solo quería aprender de leyes no quería tener dos compañeros poco amigables y una profesora misteriosa con el peor sentido del humor.

 

El Knight escuchó atentamente la conversación de su profesora con el hombre que se encontraba en el lugar, intentando no perder detalles y sin perder de vista a la mesera. Aunque la profesora parecía conocer al hombre, no confiaba en nadie y menos sabiendo que las relaciones diplomáticas no estaban muy bien.

 

- Nuevamente con tus comentarios poco graciosos - Respondió Niko ante el comentario del Gryffindor sobre la relación de la Macnair y el hombre. Al parecer su compañero no había logrado entender que estaban en peligro y que su misión era otro en ese momento. Lo único que debía hacer era mantenerse a salvo y evitar morir, pero no lo tenía claro.

 

El Tonks no tenía muchas ganas de hablar con sus acompañantes en ese momento, así que se limitó a caminar por el túnel que había abierto la mesera por indicación del hombre. Estaba demasiado agotado, al llegar a la cámara se acostó para poder descansar al menos por unas horas de sus compañeros de misión. Necesitaba unos momentos de paz y tranquilidad para relajarse y pensar mucho mejor sus siguientes pasos.

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Me di cuenta (aunque si no lo hacía era una tonta) de que las cosas se estaban caldeando lentamente y era por mi culpa, claro estaba. Bueno, yo no tenía planeado que me secuestrara un grupo de mercenarios liderados por un asesino serbio justo al comienzo de mi clase, así que ahora tenía que salir de esa lo mejor posible.

 

-Sí, Thomas. Mi nombre es Castalia Croft, hija de Elliot Croft y Brardolla Black, pero adopté a la familia Macnair como propia por mis raíces irlandesas y me hice cargo del matriarcado. Mis conocidos y allegados me dicen "Cissy", así que lo he hecho parte de mi nombre, aunque es un apodo- le expliqué con la mayor de las calmas, mientras continuaba intentando captar el hechizo localizador puesto sobre mí-. Bueno, les debo una explicación.

 

Mis ojos primero se posaron en Niko, que estaba completamente enfadado conmigo y era porque yo había sido desagradable con él. Luego en Joana, quien a pesar de no decir nada sabía que le preocupaba la situación. Y, por último, en Thomas, quien a pesar de intentar aparentar que estaba calmado, se notaba que aquello le desagradaba mucho.

 

-Cuando terminé mis estudios en Hogwarts, me dediqué a la Arqueomagia y la Alquimia Antigua, viajando por diferentes lugares del mudo para estudiar a los magos precursores, aquellos que inventaron muchos de los artefactos mágicos que usamos hoy en día, además de las pociones y otras cosas. En uno de mis viajes, me topé con un templo de magia precursora: o sea, magia primigenia, también llamada "La primera magia" o la "cuna de la magia"- hice una pequeña pausa para ver si me seguían-. Si bien mis intenciones no eran más que académicas, quería conocer más esas fuentes de magia antigua, resulta que había un pequeño grupo de mercenarios magos que venían siguiéndome el paso. No hace falta que les relate todo el asunto, sólo que ellos fallaron en conseguir el artefacto que estaba yo estudiando y me escapé... no ilesa, pero sí al menos entera- alcé una ceja.

 

Me puse en pie y di una vuelta por el pequeño espacio antes de volver a sentarme, ésta vez sobre unas cajas de botellas de whisky de fuego.

 

-Soy una de las pocas arqueomagas que sigue viva de aquel grupo de exploración, sino la última. Yo era muy joven cuando comencé a viajar. Luego del incidente de un templo en una de las montañas de la cordillera del Himalaya, volví a Inglaterra con mis padres e intenté borrar todo rastro de mi. Pero bueno, luego de cuatro años.. me han encontrado de nuevo- hice una mueca que fingía ser una sonrisa-. Lamento haberlos arrastrado a ésto, pero de no ser por ustedes, chicos, yo estaría en esa cueva, esperando para ser ejecutada en... En fin...

 

Sabía que ahora vendrían las preguntas sobre el templo de magia precursor, mi vida de arqueomaga, los mercenarios y cómo demonios salir de allí, así que tenía que sacarme el maldito rastreador antes de que.... ¡Click! Mi varita comenzó a brillar cuando dio con la fuente de magia del rastreador y, automáticamente, sentí que ardía un poco mi cuerpo, antes de que la luz de la varita volviera a extinguirse. ¡Perfecto! Al menos ya no podrían seguirme... claro que seguro ya sabían que estábamos en Estambul.

 

-Tenemos que encontrar el camino al templo y sellarlo. De ninguna manera podemos permitir que ellos lleguen allí. Si dan con el artefacto que una vez les arrebaté, nadie va a detener a Lazarevic de volverse... el tirano más grande de todos los tiempos- mi expresión cambió, recordando cómo no había tenido escrúpulos en matar incluso a sus propios soldados con tal de alcanzarme. Y lo haría de nuevo, estaba segura-. ¿Quieren aprender sobre diplomacia y maldiciones? Porque tenemos mucho de eso en este camino.

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Mientras caminaba justo detrás del pequeño grupo, no podía dejar de notar las diferencias entre ellos y los pocos transeúntes con los que se cruzaban. En Inglaterra, los habitantes de la comunidad mágica compartían, en su mayoría, los mismos tonos pálidos, algunos más que otros, ciertamente, pero sin que estas desigualdades resultasen llamativas; en cambio, aquellos quienes les miraban extrañados al pasar a su lado, poseían cierto bronceado que la Macnair más joven no podía dejar de admirar, natural, en tonos dorados, lejos del horrible naranja que los muggles británicos lucían con sus “bronceados artificiales”, pareciendo calabazas.

 

Así, realmente entendía la idea de vestirse como los lugareños, no es que le resultase agradable, pero sabía que no estaban en unas relajantes vacaciones por aquel país, y con el rojizo cabello de Thomas brillando como fuego bajo los rayos de sol, lo mejor era cubrirse y camuflarse entre la población tanto como fuese posible. Decidida a ello, no tardó demasiado en meterse en sus prendas robadas, cubriendo su rostro tal como había visto a las mujeres locales y guardando lo que su abuela había llamado “ropas inglesas” en su pequeño pero espacioso bolso, diciéndose a sí misma que no se trataba de apego hacia sus abrigos, sino de ser precavida y no dejar pistas sueltas. No es que aquello ayudase demasiado con la matriarca Macnair asegurando que no tardarían demasiado en encontrarlos.

 

Sin embargo, a pesar del peligro y del humor de sus compañeros, se mantenía en calma, incluso tarareando en voz baja mientras seguían su camino, aunque bien sabía que se trataba más de un acto provocado por los nervios que por diversión, al igual que tamborilear con los dedos. Nunca le preocupaba poner su vida en riesgo, lo que le molestaba eran los momentos de “calma” en medio de eso, donde los segundos parecían eternos en espera de que ocurriese algo, inquietándola.

 

Fue cuando llegaron al bar que se detuvo, curiosa por el lugar y aquellas personas, abstraída en su observación y la conversación que mantenía su abuela, aun cuando no entendiese una palabra de esta. Era bastante buena hablando algunos idiomas, al punto de siquiera tener acento al hacerlo, su propio inglés, por ejemplo, pero que el turco no estuviese entre ellos lograba hacerla sentir frustrada en aquel momento. Claro, no es que hubiese podido adivinar que terminaría en Turquía en medio de una clase peligrosa y con compañeros indeseables, como el malhumorado Niko o el hablador de Thomas.

 

—Es de mi abuela de quien hablas —respondió con tono frío a la broma del mago antes de seguir el camino que la misma encabezaba a través del túnel que “sus amigos” habían abierto para ellos, llevando a alguna clase de almacén.

 

La demonio, curiosa por naturaleza, en lugar de seguir el ejemplo de los demás y acomodarse en una de las bolsas de dormir, al deshacerse de la tela que la cubría el rostro, decidió echar un vistazo más de cerca a los tantos objetos guardados en el depósito. Jamás había entendido cómo se usaban las armas muggles, ni la obsesión de estos hacia ellas, pero al tenerlas tan cerca no pudo evitar sostener entre sus manos una que consideró pequeña y apuntar al Gryffindor, cerrando un ojos como había visto que hacían aquellos sin magia.

 

—¿Cómo funcionan estas cosas? —Preguntó aburriéndose y regresándola a su lugar al tiempo que su profesora, y matriarca, comenzaba a hablar.

 

La historia en sí resultaba increíble, mas no sorprendente al tratarse de Cissy, era algo en lo que no era muy difícil imaginarse a su abuela. Era en parte eso, todas sus aventuras, por lo que le admiraba, aun cuando demostrase que las “aventuras”, normalmente, eran sinónimo de “poner tu vida y la de los tuyos en riesgo”, aunque algo parecía haberse solucionada con el extraño brillo proveniente de su varita.

 

—¿Frustrar planes y aprender Maldiciones? —Preguntó ignorando alegremente la “diplomacia”—. No hay forma de negarme a eso.

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-Comprendo a la perfección. Igualmente para mí es y seguirá siendo mientras perdure esta travesía… la profesora Macnair- comentó con sinceridad, no obviando el gesto que Joana realizó con el arma muggle que de haber tenido balas y presionado el gatillo, a ciencia más que cierta, le hubiese volado los sesos. <<Arqueomagia… Alquimia antigua>> meditaba para sus adentros el Poulain, analizando cada una de las frases que Cissy les brindaba a modo de explicación por todo aquello que estaban viviendo a costas suya. Dentro de toda la información que la maestra desarrollaba, Thomas había oído sobre aquella magia más arcaica que dio fundamento a las demás ciencias para que nacieran a través de la base que ya estaba sólida con los cimientos de la hechicería ancestral; inclusive a erudiciones muggles como la química y la física.

 

-Pero… ¿Sabes si sigues siendo la única que está con vida de aquel grupo de investigación? Me refiero a que si perdiste contacto con todos en el momento en que regresaste con tus padres… Sé que dices que escapaste de los mercenarios que estaban a la siga de ese “artefacto”… a todo esto… ¿Qué era eso tan preciado que tú y también tus captores requerían?- manifestó, acomodándose dentro de su saco para quedar mirando directamente a la Macnair, la cual se había sentado sobre una caja de licores que estaba arrinconada en una de las paredes de aquel cuarto escondido.

 

-¿Ejecutarte? Entonces… ¿Qué quieren de ti si iban a matarte? No logro entender del todo el vínculo que aún conservas con lo que pasó hace cuatro años… O ¿me vas a decir que tú sabes la ubicación de aquello que buscan?- alcanzó a cuestionar segundos antes que la varita de su profesora comenzara a brillar; hecho que sin duda alguna denotaba que ésta había conseguido sacarse el rastreador. <<¿Quién demonios era el tal Lazarevic?>> pensó sin dejar de prestarle atención a las siguientes indicaciones que la bruja les daba a sus tres estudiantes. -Me sumo a las palabras de vuestra nieta. En esto concuerdo con Joana; pues ya estamos acá… no tiene caso dejar los temas a medias. Si vamos a aprender maldiciones con la práctica misma, por mí no hay inconveniente. Puedes contar con mi ayuda- exclamó con mayor gallardía que la de costumbre, esperando la posible respuesta de Niko que aún permanecía algo callado en aquel lugar recóndito en donde se hallaban refugiados gracias a la colaboración del turco amigo de Castalia Croft.

Editado por Enrick W. Ryddleturn
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- Y parece que tampoco me van a dejar dormir - El Tonks seguía muy molesto por todo lo ocurrido y ahora tampoco podría descansar. Justo cuando estaba a punto de dormirse, la profesora comenzó a hablar sobre su pasado, Niko no quería ser odioso aunque tenía muchas ganas de serlo así que se levantó nuevamente para escuchar atentamente su historia.

 

- Te hemos salvado de ser ejecutada y nos agradeces de esa forma. En especial a mi, que solo te has dedicado a mirarme mal - El Knight no se guardaría más sus comentarios, pero sus años como Director de la antigua Academia le habían enseñado un montón y tendría que calmarse y respetar a su profesora, así no le agradara ni un poco - En fin, es una historia demasiado interesante. Ahora podemos pasar de los reclamos a las preguntas.

 

- ¿En dónde es dicho templo? ¿Qué tipo de magia tienen estos mercenarios? - Al parecer solo él y el Gryffindor tenían preguntas y le daba pena preguntar todas al tiempo, al menos haría dos por el momento. El Tonks estaba bastante preocupado con toda la situación y antes de salir de dicho lugar quería conocer todos los detalles y los peligros a los que estaría expuesto.

 

- ¿Quién es Lazarevic? Si es muy poderoso, ¿cómo vamos a hacer para detenerlo? - Niko sabía que no todos eran magos poderosos, la que más poder tenía era su profesora y luego él. Su preocupación era un poco mayor al saber que se enfrentarían a alguien con mucho poder y tenían que buscar la forma de vencerlo.

 

- Y mi última pregunta, ¿cómo funciona dicho artefacto? ¿Qué poderes tiene? - Si lo querían, debía ser muy especial. Y a Niko no le gustaban las cosas especiales, si fuera decisión suya, preferiría destruirlo para evitar problemas en el futuro.

 

- Sí, está bien que aprendamos de diplomacia. Aunque preferiría dejar mi varita un poco tranquila, pero sé que no lo voy a lograr - Dijo, sabía que no podía quedarse solo con la diplomacia aunque sería genial si pudiera hacerlo.

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Joa, desde luego, siempre parecía dispuesta a seguir mis planes por más disparatados que fuera. Pero no me sorprendía que Thomas o Niko estuvieran intentando huír, porque es lo más lógico que se me hubiera ocurrido. Además, mi nieta nunca hacía preguntas, ella simplemente confiaba. No sucedía lo mismo con los otros dos chicos, ellos querían saber.

 

-Les diría que mientras menos sepan estarán mejor, pero no es el caso- comencé, mirando a Joa intentando comprender un arma muggle-. No tengo idea si soy la única de mi grupo, pero sí la única que logró llegar al templo la primera vez- le respondí a Thomas, notando cómo intentaba sonsacarme información. Quizás pensaba que si los mercenarios tenían a alguien más a quien perseguir, se olvidarían de mi y podríamos irnos en paz-. ¿Alguna vez han escuchado la historia de Shambala y la piedra Chintamani?

 

Solté la pregunta al aire, preguntándome si alguno de ellos sabía algo de Historia sobre magia antigua o de otros continentes. Era propio de los magos que vivían en la sociedad londinense olvidarse de que existían magias más antiguas y ancestrales que ellos, algo que ocasionalmente los llevaba a ser algo engreídos. Sobre todo porque la cuna de la magia, se decía, había aparecido en África y Medio Oriente.

 

Me volví hacia Niko, que seguía molesto.

 

-Perdón por mirarte mal, pero quizás deberíamos habernos detenido a pensar un plan antes de caer en Estambul de sorpresa- intenté razonar, pero no daba el caso, él estaba enojado y yo había sido la causante-. El artefacto del que hablamos es la piedra Chintamani, capaz de conceder deseos a quien la posea y hacerla la persona más poderosa del mundo. Personas como Gengis Kan y Hitler han poseído sólo una pequeña parte de la piedra y ya vieron cómo les fue a los muggles, así que imagínense lo que podría hacer un mago con tanto... poder- hice una pequeña pausa, pensando en lo inmortal que se había sentido Voldemort con sus Horrocruxes. Seguro que de haber sabido que existía una magia como aquella, la historia de todo el mundo mágico hubiera sido diferente-. ¿En dónde está el templo? ¿Quién es Lazarevic? ¿Qué magia poseen los mercenarios? ¿Por qué no me asesinaron en la cueva si pensaban ejecutarme?- repetí todas las preguntas que ellos habían hecho-. Lazarevic es un serbio al que sólo le interesa el poder y la destrucción. Hizo un montón de dinero, amigos y enemigos vendiendo contrabando entre muggles y magos durante años. No es alguien particularmente poderoso si hablamos de magia, pero tiene sus medios para volverse peligroso: posee artefactos mágicos de mucho poder. Cuando dije lo de ser ejecutada, no me refería a la cueva, sino al templo...

 

Me levanté, no podía seguir sentada allí, relatando la historia y esperando a que nos encontraran. Debía trazar un plan. Sabía que el menos dispuesto a usar la varita era Niko, lo había dicho. Entonces podría utilizarlo para conseguir algunos tratos con el gobierno mágico turco, eso nos ayudaría a conseguir movilidad y que nos protegieran (mientras pudieran) de los hombres de Lazarevic. En cuanto a Thomas y Joana, no quería ponerlos en mayor peligro, así que ellos debían tomar sus propias decisiones.

 

-El templo se encuentra en una montaña cercana a un pequeño poblado tibetano. Sé cómo llegar ahí pero tenemos que hacerlo a pie, porque la magia no funciona. Verán, los tibetanos han cuidado la entrada al templo desde siempre y sólo ellos conocen la magia que allí se controla, más nunca han entrado al lugar. La única que lo he hecho... he sido yo. Bueno, seguro que antes de mi hubo alguien más, pero allí viven unos guardianes (siempre creí que eran Yetis muy enojones) que suelen matar a todo lo que se cruza en su camino- fruncí el ceño-. En sí, el templo es sólo la entrada. Lo que nosotros buscamos es la puerta a Shambala, el paraíso terrenal del que habla la religión hinduísta. Allí dentro, hay un artefacto llamado Piedra Chintamani, como les dije, que le daría un terrible poder a este hombre. No puede ser destruído, pero sí podemos sellar las puertas de la ciudad... o intentarlo.

 

Caminé hacia la entrada por la que habíamos llegado allí y luego me volví al grupo de nuevo.

 

-Cuando fui la primera vez, se requería un sacrificio de sangre para abrir las puertas. Por eso mencioné que Lazarevic iba a ejecutarme: él necesita mi sangre para entrar, aunque eso no sé por qué. Los maleficios son más antiguos que la maldad, me temo- hice un esbozo de sonrisa.

 

En aquel momento se escuchó un ruido proveniente del túnel y se me erizaron los cabellos de los brazos y la nuca. Preparé la varita, lista para atacar a quien intentase entrar. Pero, al abrirse la puerta, Kerem estaba del otro lado.

 

-Ha pasado la guardia mágica turca por aquí hace un momento. Es momento de que se muevan, Castalia. Los hombres de Lazarevic no tardarán en llegar- aseguró.

 

Asentí, mirando al pequeño grupo.

 

-Hora de moverse.

 

 

****

Salimos del escondite de la taberna a un atardecer que bañaba Estambul. Hubiera sido hermoso el paisaje de no ser porque estábamos en peligro de muerte, así que les indiqué a los chicos a dónde teníamos que dirigirnos, obviamente a pie, para poder abandonar aquel lugar. Yo no llevaba mi pasaporte ni nada más allá de mi varita y algunas cosas, así que tendría que utilizar a Niko para que hiciera algo por mí.

 

-Si te digo qué hacer para sacarnos de este país, ¿lo harás? No tengo mis papeles y no podemos desaparecernos sin que nos encuentren primero. Así que bueno, vamos por la diplomacia...-intenté sonreírle-. Sólo debemos pasar por turistas, conseguir algunos papeles y marcharnos de aquí. Una vez fuera de las fronteras turcas, nos desapareceremos.

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La profesora comenzó a responder las preguntas que el Gryffindor y el Dumbledore habían formulado, pero les realizó una pregunta. Niko negó con su cabeza, no tenía ni idea de quién era esa persona, si es que lo era y mucho menos sobre una piedra. Evidentemente no estaba relacionado con ese tipo de temas y su conocimiento era nulo. Al menos la Historia no era su fuerte, siempre olvidaba las cosas así que había decidido estudiar otro tipo de cosas que no se le olvidaran tan rápido.

 

- ¿Pensar? Pero tu misma dices que son muy peligros, teníamos que salir lo más rápido posible para ganar un poco de tiempo. Y es lo que hemos tenido, no creo que este tiempo nos haya venido mal, ¿o si? - Se notaba que su profesora quería hacerlo razonar, pero había logrado enojarlo tanto que iba a necesitar más que eso.

 

El Tonks nuevamente comenzó a escuchar atentamente a la bruja, intentando olvidar su enojo pero no tenía mucha suerte. Estaba tan molesto que solo dormir le ayudaría a tranquilizarse pero sabía que no podía descansar, su profesora tendría que soportarlo dado que era la culpable de todo lo ocurrido.

 

- Entiendo todo, pero no me queda claro lo de ejecutada. Solo que ahora mismo eso es lo de menos, luego podrás explicarnos mejor. Si por mi fuera, deberíamos destruir dicha piedra, siempre he pensado que este tipo de cosas siempre van a ser deseadas y no precisamente por la gente buena - Agregó, el supuesto Lazarevic ya estaba en su lista negra de gente mala, solo que sus principios no le permitían matar, aunque era lo que deseaba hacer con dicho mago.

 

- ¿A pie? ¿Todo el camino? ¿No podemos aparecer en algún punto cercano? Ah no, los turcos - El Tonks no quería caminar tanto, les tomaría días volver al Tibet, pero no estaban en un territorio amigo. Lo bueno es que su conocimiento en idiomas les permitiría comunicarse fácilmente aunque su profesora también dominaba algunas lenguas. No obstante, era él quien se había dedicado durante mucho tiempo a estudiar diferentes idiomas.

 

- Ahora todo es más claro. Ahora tengo otra duda, si tenemos que hacer un sacrificio, ¿qué haremos nosotros? Ninguno de nosotros tiene ganas de morir - Agregó, esperaba que el sacrificio pudiera ser con sangre animal, dado que no le agradaba la idear de matar a alguien más.

 

- Claro, estoy dispuesto. Siempre y cuando dejes de mirarme feo y comiences a trabajar en conjunto conmigo y los demás - Aunque no había estudiado mucho sobre leyes, sabía cómo lograr un trato incluso si se trataba de su profesora. Y no perdería la oportunidad de lograr cambiar un poco la situación.

 

El Tonks se quedó esperando las instrucciones de su profesora para poder poner en marcha el plan, aunque era blanco dominaba muy bien el turco y no lo delataría su acento. Siempre podía dar alguna excusa a los locales sin problema. Mientras tanto siguió caminando a su lado.

Editado por Niko Uzumaki

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