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Galery Grindelwald Malfoy
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@Röv
Taurogirl Lavinge
Leah A. Ivashkov

 

 

 

La arena caía lentamente a través de la estrecha cintura de cristal del viejo reloj de arena, el que descansaba sobre su escritorio y ella; reposaba sobre el sofá lánguida y ausente, aun descalza; su varita de manzano paseaba entre sus dedos, su mirada estaba fija en el horizonte por donde apenas se mostraba unos incipientes rayos de tenue luz color salmón, estaba lista desde hacía horas, la noche le habia parecido larga, realmente la habia parecido la noche mas larga desde aquel fatídico día donde aguardó hasta el amanecer resguardada en aquella estrecha caverna al lado del cadáver de su elfo, asesinado por licantropos por salvar su vida.
La húngara estaba tranquila aun si fuese esta su primera clase como profesora de conocimientos; el solo pensarlo hizo que se le hinchaba el pecho con una honda exhalación, se sentía muy bien, habia logrado otra de sus metas y eso la hacía sentirse muy satisfecha y un poco mas que eso, podría decirse que el que estaba estresado era Koin, pues la noche anterior le habia hecho sacar la mitad de sus pertenencias del closet, tenía cientos de vestidos y trajes y no encontraba nada adecuado, teniendo en cuenta que la mayoría de su ropa solo era utilizado una sola vez.
Finalmente se habia decidido por un vestido color hueso sin mangas con corte sencillo y falda línea A, con un sobre-bordado de hilos de seda opaca que le daba un toque elegante pero sencillo, tiene dos bolsillos a los costados lo que le permitiría llevar mas golosinas en ellos, como calzado habia elegido unas bonitas botas a medio chamorro que se ataban con cintas por el frente de tacón medio de un color similar al vestido, mismas que aún descansaban sobre la cama listas para ser calzadas, y aun lado de estos un maletín que contenía una bola de cristal, unos juegos de cartas de tarot, algunos péndulos que aunque lo mas probable era que la Academia proveería esos artículos, ella deseaba llevar los suyos que estaban purificados y libres de energías negativas.
Ama, es hora, dijo Koin apuntando con su dedo al reloj que acababa de soltar el último grano de arena.
Lo se pequeño, solo trae una bolsa extra de gomitas por favor, ordenó.
Como si hubiese sido impulsada por un resorte se puso de pie y caminó al espejo, su cabello habia sido alaciado y lucia hermoso, como si no fuera de verdad, el brillo plateado era simplemente antinatural, paso un par de mechones por detrás de sus orejas y coloco un poco de brillo labial color caramelo, sus mejillas lucían sonrosadas de manera natural y su cutis era perfecto, camino hacia su lecho para tomar las botas y ponerlas al fin, cuando termino Koin ya estaba de regreso y metía la bolsa extra de golosinas; ella sonrió al pequeño elfo y se despidió agitando su mano mientras desaparecía en medio de la bruma azul que la caracterizaba.
El Salón de Clases era algo especial, los jóvenes debían estar cómodos asi que habia mandado distribuir cojines de todos los tamaños y texturas, telas y colores, alrededor de unas mesitas redondas donde podrían estar sentados, acostados o como ellos desearan, La clase debería transcurrir en medio del confort y el buen ánimo de los alumnos, de esa forma podrían fluir con facilidad los dones parapsicológicos de videncia, además que dependiendo del color que eligieron cada alumno podría estudiar la personalidad de cada uno y ver si tenia su mente abierta, pues para desarrollar el don de la adivinación, se debería tener predisposición, no solo el deseo de aprender.
Apareció en medio del salón de clase cuando aún estaba vació, era obvio pues era demasiado temprano y ese habia sido su plan desde el inicio; depositó su pequeña caja sobre la mesa y saco con sumo cuidado las cosas que habia traído para la clase, extendió un paño grande de color blanco de seda con las orillas bordadas con hilos dorados y algunos símbolos rúnicos en cada esquina, ahí depositó con cuidado primero los mazos de Tarot, al costado un par de bolas de cristal, al lado de estos un grupo de péndulos elaborados con piedras de amatista, fluorita y cuarzo rosa, cada alumno deberá elegir un elemento para trabajar, pero la idea era de que todos aprendieran los tres métodos de adivinación.
No habia nada que escribir a menos que los alumnos asi lo desearan, ella no pediría tareas escritas, todo sería práctica en el salón de clases y después en un exterior que habia sido preparado tambien con anterioridad y que les permitiría a sus alumnos poner en práctica sus nuevas habilidades, sería divertido y muy provechoso para ellos. Para ello se habían enviado varias lechuzas a sus alumnos con el fin de informarles el horario de clases y darles la indicación de que trajeran un objeto valioso, algo muy apreciado por ellos, esto podría ser cualquier cosa, una joya, una fotografía, una prenda incluso el nombre de una persona o una mascota; los cuales depositarán dentro de una urna color marrón sobre el escritorio de Galery.
Todo estaba listo, asi que fue a sentarse al alféizar de la ventana, por la cual podian verse los jardines de la academia, la brisa era fresca y traía los olores de la mañana y tras ellos, los primeros rayos del sol.
Editado por Galery Grindelwald Malfoy

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¿Hacía cuánto tiempo que no visitaba algún plantel educativo? El hecho de volver a estudiar, a una universidad completamente diferente a la que él conocía y en la que había llegado a dar clases a los nuevos alumnos lo llenaba de un sentimiento de nostalgia, como casi todo últimamente. Algunas cosas habían cambiado... Todo, a decir verdad. Y no tenía ni idea de cuánto quisiera poder regresar al pasado, saber qué habría sucedido de haber hecho las cosas diferentes; tener al menos un par de respuestas claras. Por eso asistía a esa clase.

 

Estaba algo desvelado, la noche anterior casi no pudo conciliar el sueño dado a que su hija había tenido problemas para dormir bien y él se aseguró de que la pequeña no tuviera tormento alguno en su descanso. Era pesado, pero era la única parte de su vida que no querría cambiar en absolutamente ningún aspecto, ella era todo para él y por lo que seguía adelante. Después de los golpes que la vida le brindó, había sido ella la llama que le dio una razón para levantarse y continuar.

 

El irlandés llegó a los terrenos de la universidad para toparse con la enorme y magnífica obra que parecía había tomado cientos de años para poder completar. El humo de cigarrillo anunciaba su paso por los jardines del recinto a temprana hora de la mañana; no había tenido tiempo para arreglarse mucho, apenas cogió unas botas negras, un par de jeans y una camiseta negra de tela delgada con mangas largas que llevaba recogidas. Su cabello iba suelto y ya caía desde su cabeza hasta los hombros. En sus ojos podía verse un poco de su cansancio y tan sólo esperaba que eso no interifiese con el poder desarrollar sus habilidades en la clase.

 

Acabó su cigarrillo justo antes de entrar a buscar el salón al cual los habían citado. No tardó en encontrarlo y empujó la puerta para adentrarse y ver de nuevo la figura de aquella chica que ya había encontrado antes de manera peculiar. Hizo un movimiento con su cuello hacia un lado y hacia atrás al mismo tiempo, mientras como que sonreía hacia un lado y arqueaba una ceja.

 

─Me estás siguiendo, ¿verdad? ─acusó a manera de broma a la rubia sentada en la ventana y pasó a acercarse al escritorio de la profesora, buscando en su bolsillo el objeto preciado que había pedido.

 

Llevó sus manos hacia la parte trasera de su cuello para quitarse el collar que llevaba puesto; era un collar hecho de cuero con nudos corredizos para facilitar su uso y llevaba un dije de ámbar en forma de ala. Cualquiera que lo conociera adivinaría sin tener que haber tomado el curso por qué aquél objeto, era su significación... Ámbar, como su hija, y el ala del ruiseñor que ella y él bien conocían.

 

─Supongo que dejaré esto por aquí... Y tomaré unas de éstas.

 

Desconfiado, le costó demasiado dejar el collar dentro de la urna, pero lo hizo y pasó a tomar un mazo de cartas que llevó al asiento que escogió justo en medio del salón. Dejó caer su cuerpo sobre el gran cojín de color índigo y posó las cartas sobre la mesa. Se recostó sobre el cojín y llevó ambos brazos hacia su nuca para cerrar los ojos uno minutos, tan sólo en lo que llegaban las demás personas a la clase.

Editado por Röv
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—Debo admitir que estoy un poco... excéptica, con el asunto de la clase —comentó a su esposa, con el ceño ligeramente fruncido mientras la veía arreglarse—. Quiero decir, ya tú has intentado antes eso del Ojo Interior y todas esas cosas que solía evitar en Beauxbatons.

 

Preocupada, habría sido un mejor adjetivo que el que había utilizado. Desde muy joven se había caracterizado por sobresalir en sus clases, por un entendimiento más profundo o, quizás porque se empeñaba en sobresalir por cualquier medio. Pero con la Adivinación, donde dependía únicamente de algo que no podía ver y controlar, temía que no sucediera lo mismo. Corría grandes riesgos de herir su propio orgullo y cuando se trataba de eso, era mejor no tentar a la suerte. Y, aún así, estaba a un paso muy corto de tentar a algo más que la suerte, sino al destino mismo.

 

Jamás había tocado una bola de cristal, tampoco había intentado leer la mano de nadie o leer los restos de té en una taza de cerámica. Jamás había considerado a la Adivinación como una cátedra. En sus años de escuela había optado por ni meterse a ver de qué iba, había creído que el resto de las materias tenían un mayor peso de importancia en la vida y había acertado, puesto que nunca había necesitado a la Adivinación en su día a día. Pero su esposa tenía bastante poder de palabra y la había convencido de que sería una clase, más que entretenida, educativa.

 

Podría decirse que no tenía otra opción.

 

Pero tampoco era tan malo. Confiaba en Galery y en sus métodos, en que si no lograba ver nada en la bola de cristal no haría una fiesta dedicada a su fracaso. Era una compañera de bando a la que le podía confiar, aunque fuera por unas horas, parte de su egocentrismo. Escuchó la respuesta de Tauro y rodó los ojos, divertida, antes de ponerse en pie y tomar la varita de almendro que reposaba en la mesilla de noche. Un beso ligado a la desaparición conjunta bastó para llevarlas a las dos a los terrenos del Ateneo de Conocimientos, donde siguieron las indicaciones dadas por la profesora para llegar al aula.

 

—Grindelwald, Targaryen —saludó, inclinando la cabeza primero a uno y luego a otro.

 

La túnica que había elegido para la ocasión brillaba curiosamente en el salón, puesto que la tela blanca captaba la luz ahí donde los arabescos llevaban mínimos diamantes incrustados con elegancia. Siendo una mortífaga, siempre resultaba raro verla con colores claros y con su cabello cayendo por la espalda en una cascada de oro. O quizás el rango le quedaba con cierta teatralidad. Dejó ir la mano de su esposa, sólo para sacar una pluma de los pliegues de su ropa y escribir en un trozo de pergamino, con tinta roja, lo que metería en la urna: Taurogirl Lavigne.

 

—¿Todo bien, compañero? —guiñó un ojo al muchacho, quien era una nueva adquisición de la Marca y seleccionó un asiento junto a él, acercando otro cojín para que Tauro se sentara.

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—¡Oh, vamos! Será divertido, te lo prometo —insistió.

 

Desde la experiencia con Sajag, Tauro ya no se consideraba como una persona escéptica en cuanto al tema, de hecho, aunque lo suyo no fuera leer bolas de cristal, sabía que la adivinación podía ir más allá de las patrañas de las que otros magos y brujas se aprovechaban para engañar a los tontos muggles; el descubrimiento del ojo interior había abierto un nuevo mundo de posibilidades que antes le habrían parecido imposibles, pero que ahora las veía como oportunidades. Lo que Tauro vivió con el Arcano fue algo completamente inesperado, algo que trajo a su vida tranquilidad.

 

Como sería una clase tranquila, o al menos eso indicaron las cartas del día anterior, debajo de la túnica azul celeste llevaba puesto un vestido negro de tirantes que ajustaba muy bien con su figura, nada despampanante ni elegante, más bien informal y zapatillas bajas; lo que menos preocupación le daba era su cabello que solía llevar suelto y que a veces se le daba por atarlo con una coleta que llevaba siempre al alcance.

 

— ¿Nos vamos? —preguntó a su dudosa esposa, dándole un suave beso ante de desaparecer.

 

Su primera impresión del lugar es que no lucía para nada como un salón de clases común y corriente, en cambio estaba decorado acorde a la ocasión, sin ningún elemento que no correspondiera a la materia que querían enseñar, de esta manera evitaban distracciones innecesarias. Tenía que reconocerlo, Galery lo había pensado muy bien. Su sorpresa fue ver a una cara nueva allí, porque realmente pensaba que sólo serían ella y su esposa.

 

— Azzid, Galery, buenos días —saludó de manera muy educada aceptando el cojín, también azul, que le guardaba su esposa, pero luego recordó que tenía que hacer algo, por lo que se volvió a levantar y sin dudarlo se sacó el collar que portaba en el cuello por encima de su cabeza, cuya pierda era de color verde y simbolizaba la relación que tenía con su esposa. Aquello era un regalo departe de una muy buena amiga de la pareja, que representaba el fuerte vínculo que las mantenía unidas sin importar que estuvieran en lugares diferentes.

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A lo lejos se podía ver el despertar del sol, los vibrantes colores de tonalidades amarillos cargaban de energía a la muchacha, que hasta solo hace un par de horas unas sentía un poquito de intranquilidad, ese tiempo en el que pudo disfrutar del silencio de una institución que aun dormía; logró apaciguar esos temores, producto del nerviosismo por ser esta la primera vez que impartía una clase; sobre todo con dos personalidades de alta jerarquía dentro del bando al que pertenecía. Solo acompañada por el canto furtivo de alguna que otra ave matutina, y fotografiando los primeros rayos del sol.


Minutos después el inconfundible chirrido de bisagras le advirtió de la llegada del primer alumno, casi sin poder evitarlo una sonrisa se dibujó en sus labios; lo reconoció al instante. De largos cabellos y aspecto agradable, fresco y sin el típico atuendo de pasarela que comenzaba a detestar entre sus compañeros; el joven de reciente ingreso al bando y que le simpatizaba tanto. El pequeño destello de la piedra preciosa atrapó la mirada de la Grindelwald << Ámbar…>> pensó, después de verlo colocar el objeto dentro de la urna, lo vio tomar el cojín de color añil y sentarse cómodamente y con total desenfado << Interesante >>


Buenos días! Creo que hay que definir quién sigue a quien, bienvenido, lo saludo con cortesía y una sonrisa.


El collar que el joven deposito dentro de la urna desapareció al instante, sin embargo el muchacho no lo percibió, la húngara había preparado muy bien el hechizo que le permitiría trasladar los objetos, aún un lugar donde un compañero los escondería de tal manera; que solo podrían ser encontrados por medio del objeto que cada alumno escogiese como herramienta de práctica; y debían usarlo bien, o perderían su preciado objeto para siempre, los que escogiesen el nombre de una persona, correrían el riesgo de perderlo igual. Algo fuerte para incentivar la determinación de sus alumnos.


Después de unos minutos más apareció Leah; quien lucía una hermosa capa color blanco, la Grindelwald se sintió aliviada al no ser la única en su bando que gustase de los colores claros al vestir; respondió a su saludo con una inclinación de cabeza y una sonrisa, después la observó detenidamente, pues de ello dependía la interpretación inicial de la personalidad de la mortifaga; sus gestos eran precisos sin dejar de ser delicados, la vio escribir el nombre de una persona; y fue obvio para la húngara saber de quién se trataba. Sin embargo la capa blanca de la Ivashkov no dejaba ver el color de su cojín,


Justo tras ella la peliazul hizo acto de presencia, ataviada en azul casi por completo; la matriarca jamás dejó de sorprenderse por este vivo color en los cabellos de la líder mortifaga, eran casi hipnóticos. Segundos después de su llegada y tras saludar amablemente, la joven deposito en la urna al igual que todos, su objeto más querido; esta vez se trataba de un valioso collar de piedra color verde, sin embargo la húngara no fue capaz de descifrar qué clase de gema era, sin embargo pudo notar el valor sentimental que significaba para el par de mujeres.


Bienvenida Tau, creo que somos una clase pequeña, pero a decir verdad, será mucho mejor, Bienvenidos nuevamente, me alegra ver que todos somos conocidos, de esta manera será más sencillo comunicarnos, les saludo nuevamente, tomó un respiro para continuar.


Adivinación, una de las asignaturas catalogadas como innecesarias ó como todos sabemos, poco apreciadas por la comunidad en general; sin embargo en esta ocasión, juntos descubriremos lo real que puede ser, y la gran ventaja que otorga a aquel que logra dominarlas; no es sencillo y no es para todos, pero no por eso quiero decir, que no podrán desarrollarlas, es cuestión de conectarse con la energía que nos rodea, y que todo objeto, vivo o inanimado posee, declaro con naturalidad, tratando de alejar el tono solemne que regularmente se usaba en esas clases.


Leah y Tau, serían tan amables de elegir alguno de los instrumentos sobre el escritorio? Pidió a las jóvenes, pues noto que no habían escogido ninguna herramienta, señalando los péndulos y una bola de cristal, pues Rov, ya había tomado el mazo de cartas de tarot.


A continuación y evitando las presentaciones pues creo que nos conocemos muy bien, solo les pediré una sola cosa antes de empezar nuestra clase; alguno de ustedes tiene dudas respecto a esta clase? Que les trajo hasta aquí…y sobre todo, que esperan descubrir? Formulo las preguntas tomando asiento en el escritorio que de cierta manera era más bajo que uno regular, y de dónde los podía observar.


La adivinación no se trataba literalmente de adivinar lo que otro pensaba, o de saber con exactitud lo que depara el destino, la adivinación era una ciencia inexacta, ya que dependía totalmente de la voluntad de los seres humanos, no había destinos escritos, solo señales que pueden servir de guía, y de eso se trataba la adivinación, de aprender a interpretar esas pistas que pueden guiar a un mejor futuro o desenlace.

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Tauro había pasado por alto los objetos que estaban sobre la mesa, suponiendo que Azzid ya había venido con el juego de cartas, pero cuando Galery les advirtió con un gesto al respecto, la oji-azul se apresuró a escoger la bola de cristal, pues era lo que más duda le generaba y se preguntaba cómo con un simple objeto como aquel sería capaz de mostrar cosas que no fuera humo. Eso dejaría el péndulo para su amada, que lo miraba con una cara bastante graciosa. ¿Hasta cuando sería Leah capaz de seguir las locuras de su esposa? Esperaba que para siempre.

 

Una vez con la bola de cristal en las manos la examinó cuidadosamente en buscar de algún tipo de botón o algo que la activase y sí, era muy muggle de su parte buscar algo semejante, pero todos los buenos pensamientos que tenía sobre la adivinación de repente se veían opacados cuando debían utilizar objetos para su implementación.

 

— Por lo pronto espero descubrir para qué sirve una bola de cristal o cómo funciona — respondió con sinceridad —, pero realmente estoy aquí porque quiero complementar los estudios que estoy teniendo con videncia, además de que la Adivinación siempre me pareció una broma. Verás Galery, yo misma me consideraba una escéptica, pero ahora tengo una nueva perspectiva y por eso estoy aquí. Me gustaría conocer otros puntos de vista.

 

No sabía si era por la decoración o porque en el ambiente hubiese una sustancia extraña, pero de repente se sintió adormitada. Rápidamente se acomodó en el cojín, no estaba aburrida, para nada, pero si muy tranquila, tanto como para que su cuerpo entero se relajara y decidiera dejar de responderle de forma normal y activa.

 

— También me intriga lo del péndulo. Con riesgo de equivocarme, ¿éstos objetos sólo se utilizan para, digamos, traspasar nuestra energía y tener una mejor interpretación de las cosas? No lo sé, es sólo una suposición, porque al menos con las cartas estoy más familiarizada, basta con conocer el significado de cada una para interpretarlas —sentenció.

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—Oh, claro —en una clara demostración de lo unida que era con la magia, sacó la varita e invocó el péndulo desde su cojín, rojo como la estructura de cristal de su arma mágica—. Y pues...

 

Dejó a su esposa hablar, pensando que ella era la que menos dudas tenía a la hora de enfrentar aquella clase. Sabía cómo funcionaba el ojo interior y lo más seguro era que pudiera ver y sentir cosas que el resto no, puesto que había estado en una clase avanzada del Arcano Sajag. Pero ella en cambio, que esperaba secretamente que Azzid estuviera en las mismas, tenía más de una duda por la cual preocuparse. Cuando Tauro acabó, tomó aire y prosiguió con lo que iba a decir antes.

 

—Siendo francos, tengo demasiadas dudas con respecto a esta materia, profesora, todas centradas en mí en su mayoría. Lo que me trajo aquí es que, si bien he pertenecido al grupo de magos que despreciaba la Adivinación como materia mágica durante mucho tiempo, creo que he tenido también bastante tiempo para comprender que el hecho de no saber manejar algo no significa que no funcione. Así que espero lograr encontrar el ojo interior y todas esas cosas en las que no creo, sólo para crecer un poco más como bruja.

 

El discurso le había salido sin intención de que fuera tal y sin embargo, parecía no haberse dado cuenta de lo que había hecho. Una de las cosas que caracterizaba a Ivashkov era su facilidad para establecer sus fortalezas y debilidades en una clase. A diferencia de muchos otros que se atribuían un poder mayor o un entendimiento extraordinario, ella no tenía ningún problema en asumir el papel de estudiante frente a alguien que sabía algo que ella no. Galery era su profesora y sería quien le enseñara o quien le reprobara, dependiendo del aguante y los progresos que tenía, por lo tanto sería tan sincera con ella como constante con el aprendizaje.

 

Pero de vuelta a su escasa atención a sus propias palabras, sus ojos habían pasado de la húngara al objeto que estaba en su mano. Sabía lo que era, porque había tenido que trabajar con ellos en un par de ocasiones, pero nunca desde el ámbito de la Adivinación. Con un movimiento sutil de muñeca, dio vuelta a su mano y logró hacerse con la pequeña cadena metálica antes de que llegara a caerse por completo. La cadena se deslizó por su índice hasta tensarse y el péndulo empezó a oscilar de un lado a otro, primero con intensidad y luego con parsimonia. Alzó una ceja.

 

—No creo que nos ayuden a entender las cosas —intervino al comentario de su esposa, aún sin despegar las pupilas del objeto—, en realidad creo que ayudan a ver cosas que seguramente estamos ignorando. Tengo entendido que si dejas esto sobre algo, la energía fluye y te da... ¿señales? Quizá, no estoy muy segura —admitió, mirando a Galery una vez más—. ¿Profesora?

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El hombre levantó su mirada al escuchar a más personas entrar al salón. Para su sorpresa, ambas mujeres eran conocidas y figuras importantes dentro del bando en el que acababa de iniciarse. Sería interesante compartir conocimientos y la clase con ambas chicas; sabía quienes eran, aunque no podía decir que las conocía. Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro al mismo tiempo que asentía con la cabeza a manera de saludo hacia ambas. Fue hasta que llegó a sus oídos la pregunta de Leah que el irlandés se levantó por completo, quedando sentado en su cojín.

 

—Toda la noche estuvo despierta... —Comentó, sabiendo que Leah entendería perfectamente a lo que se refería—. Ya te imaginarás lo que se requiere para calmar a esa niña.

 

Sonrió y su atención volvió hacia la rubia mientras se llevaba una mano hacia la cabeza y se escondía entre sus cabellos intentando escoger alguna duda de las tantas que tenía, la más importante, tal vez; aunque el esfuerzo por darles importancia más a unas que a otras fue inútil. Escuchó las palabras de la mujer de cabellos azules y de la Ivashkov con curiosidad, preguntándose qué era lo que había cambiado, o qué hechos habrían sucedido para cambiar su escepticismo por curiosidad.

 

—Para mi las cosas son diferentes, —comenzó una vez terminaron sus compañeras— siempre he creído en cosas así. Siempre he sentido la energía de las personas y tenido ese presentimiento de que debe haber algo más para poder entender lo que nos sucede... No me quiero desviar mucho. Juro que no estoy loco.

 

Sonrió y dejo salir una sutil risa, negando con la cabeza y esperando que no terminara confundiendo a los demás más de lo que él estaba. Quería respuestas, quería aprender a usar los dones que estaba seguro tenía guardados, aprender a manejar las cosas que le sucedían y a descifrar ese tipo de mensajes que llegaban a su mente de vez en cuando. Aunque sabía que tendría que prepararse más para eso y desarrollar otro tipo de habilidades, sabía que esa clase era un buen comienzo.

 

Clavó nuevamente su mirada en los ojos de Galery, esperando ver su reacción o escuchar lo que tenía para decirles en seguida.

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La Grindelwald tomó uno de los péndulos en su mano, lo guardó en su palma para cargarlo de energía, los demás objetos estaban "curados" libres de energías y cada uno se cargaría de la energía de su ahora dueño, cada alumno saldrá con el objeto que escogió, sería un obsequio de la peliplata para sus alumnos. Después observó cómo las chicas se encargaban de tomar lo que por alguna razón mas les atrajo; después de acomodarse en sus asientos nuevamente los escucho, cada uno tenía una idea diferente de lo que esperaba de la clase, en ese momento estaba abierta completamente, sus canales energéticos estaban desbloqueados, ahora necesitaba llevarlos a ellos a sentir lo mismo.

 

Mientras los escuchaba hablar, encendió un par de inciensos con olor a almizcle y un par de velas blancas, pasó después por el lugar de cada uno, encendiendo las velas que habia llevado para la ocasión; eran pequeñas y blancas, las colocó al centro de cada mesita frente a ellos, despues se quedo de pie escuchandolos, para asi poder responder a sus dudas, desde el inicio supo que no le sería fácil, la Adivinación es una materia que no todos podian comprender, podrian saber la teoria, pero tambien era posible que alguno de ellos no lograse abrir su ojo psíquico. El ambiente; se torno confortable y tranquilizador para los muchachos que ahora podian sentirse mas comodos.

 

Te entiendo perfectamente Tau, es difícil creer en una ciencia, que propiamente no lo es, es mas bien; un don, por ejemplo, le respondió a Tau que fue quien primero formuló sus dudas, ─todos alguna vez experimentamos el tan famoso "déjà vu" esa extraña sensación de "Esto ya lo vivi" eso no es otra cosa que proyección astral, nuestro cuerpo es energía y esa energía puede proyectar nuestra conciencia hacia atrás, o adelante en el tiempo, pero eso ya es mas avanzado, y empezaremos con lo básico; somos seres con magia lo sabemos, para algunos nos es mas fácil hacer magia sin varita que para otros, esto es, porque manejamos mejor esa energía. Lo de la bola de cristal; te diré que es solo un medio, un receptor que canaliza tus energías enfocadas a un solo objetivo, la respuesta a una pregunta. Trato de responder su pregunta sin extenderse demasiado, esperando aclarar mas esas dudas, segun respondía a los demás.

 

Leah dejare al final tu respuesta para responder rápidamente a Rov, para decirle que me alegra saber que es un canal abierto; solo necesitas práctica para desarrollar tus dones, creo que me será mas fácil conducirte, y con esto no quiero decir que ustedes no podran, solo nos llevara un poco mas de tiempo y fé, Como dije previamente, somos energía y nuestra energía vibra, nos hace sentir descargas incluso; aquí aprenderemos a tomar esa energía y canalizar de manera correcta; las cartas son fabulosas para ti, por favor sostenerlas un momento entre ambas manos y visualiza un flujo de energía salir de tus manos hacia ellas, regresare contigo para hacer un experimento, le pidió al muchacho que le diera energía su mazo de cartas.

 

Ahora si Leah, me alegra que tomases el péndulo, ya que al ser la mas escéptica me sera mas facil hacerte ver algunas cosas respecto a su funcionamiento. Radiestesia es el nombre que se le da a la facultad de encontrar objetos, personas, o mas comúnmente, agua, o metales por medio de esta pequeña herramienta; confesaré que es mi favorita, mostró el péndulo que habia guardado en su mano, dejándolo caer por la cadena. ─Este péndulo es de cuarzo amatista, este mineral es un excelente catalizador de energía, me das tu mano por favor, con la palma hacia arriba, Tau, si me quieres hacer el favor, observa detenidamente mis dedos y di si ves movimiento? Pidió a la peliazul que sirviera de testigo de lo que a continuación iba a realizar.

 

Los cetrinos ojos de la Grindelwald se fijaron firmemente en la palma de la mano de Leah, después acercó con cuidado el extremo del péndulo, dejando que la piedra casi tocara la piel de la muchacha, sin hacerlo, la pequeña roca emite una sensación de calor perceptible para la muchacha, los dedos de Galery sostenían la cadena con delicadeza; lentamente la roca empezó a oscilar de lado a lado con suavidad, después en círculos de izquierda a derecha, lo que significaba que la energía estaba conectada.

 

Puedes formular una pregunta ahora, algo sencillo, por favor, solo para ti; no lo hagas en voz alta pues yo no debo de saber tu pregunta, Cuando el péndulo gire hacia la derecha como ahora, la respuesta es positiva, cuando gire hacia la izquierda, la respuesta es negativa, lista? Ahora. Solicitó a la rubia mientras ella se concentraba en no nover ni un solo musculo de sus dedos, lentamente el péndulo se detuvo por unos segundos para después reiniciar su oscilar, y girar en torno a la respuesta que la Ivashkov solicitó.

 

Para entonces el incienso y la luz tenue y vibrante de las velas habia tranquilizado a los muchachos, haciendo que sus puntos de energía se alinearan dejando preocupaciones y problemas incluso cansancio fuera de sus mentes y cuerpos, estaban listos para empezar a experimentar.

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El hombre escuchó atento las indicaciones que la chica le brindaba. Tal vez era eso, sí, el nombre que estaba buscando... "Un canal abierto" tenía sentido; un lugar por donde la energía podía fluir tanto dentro como para fuera de él, aunque pensando bien las cosas también debía estar un poco preocupado, sabía que de no poder aprender a controlarlo el tener esa cualidad podría ser blanco para energías y cosas que no deseaba que llegaran a su vida. Aunque un extraño presentimiento le decía que todo estaría bien.

 

─Claro, suena fácil para ti.

 

Bromeó al momento de tomar las cartas, como le había dicho Galery, su ahora profesora. ¿Cómo se suponía que iba a darle energía a las cartas? Unos momentos estuvo reflexionando, adoptó una postura más cómoda sobre el cojín, con las piernas cruzadas y la espalda erguida, sosteniendo las cartas entre sus manos posicionadas sobre sus muslos. Estaba tan concentrado en intentar pasar parte de su energía a las cartas que no sabía que lo que estaba logrando era lo contrario.

 

Abrió los ojos después de un intento fallido, para verificar si había algo diferente en las cartas que le dijera que estaban listas, pero sólo se encontró con un ambiente mucho más calmado del que recordaba en la habitación. La respuesta llegó a su mente como por arte de magia, como un reflejo que ya tenía dentro de sí; sabía lo que debía hacer y que lo había estado haciendo al contrario.

 

El Black cerró los ojos nuevamente y aspiró profundo, limpiando su interior con el incienso que purificaba el aire dentro de la habitación. Poco a poco su respiración se fue haciendo más lenta, pausada, con un ritmo especial que le permitiría entrar en un estado que le ayudaría a completar su tarea. Sus músculos comenzaron a relajarse, aunque su postura seguía erguida, poco a poco las palabras y el sonido fueron alejándose de sus oídos. Sumergido en su propio mundo, comenzó a visualizarse a sí mismo, pero era confuso, podía ver su energía, no su cuerpo... Y las cartas.

 

El flujo de energía comenzó a moverse como un haz de luz de diferentes tonos que fue envolviendo en su visión al mazo de cartas que servirían como objeto para ayudarle, como si se estuviera creando un vínculo entre él y su objeto hasta que abrió los ojos repentinamente.

 

Su mirada se volvió a posar sobre la peliplata en busca desesperada de alguna explicación de lo que acababa de suceder. Cierta parte de sí mismo sabía que estaba bien y que acababa de comenzar un camino que realmente era parte del suyo, pero el miedo a lo desconocido también reinaba parte de su ser, sabiendo los riesgos que podría correr y sabiendo que en ese estado de trance las personas se exponen a todo tipo de energías.

 

─¿Qué fue todo eso?

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