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Artes Oscuras - Encantamientos


Jeremy Triviani
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Profesor: Jeremy Askar Triviani.

Alumnos: Niko Uzumaki, Mackenzie Malfoy y Beltis.

 

 

 

El vampiro tenía su mejor predisposición para empezar la clase de ese día. Había decidido dejarse de invocaciones pequeñas o maldiciones en objetos y personas, por el momento. Esa mañana les enseñaría a sus alumnos un aspecto aterrador de ella. Bailarían con los espíritus. Bueno… no tan literal como sonaba, pero esperaba que pudieran hacerlo. Si es que llegaba a salir todo bien sin contratiempo, obtendrían una experiencia amena. El aula oscura e iluminada solo con velas, parecía tan tétrica como siempre. Hasta el cuerpo sin vida, sobre una tarima de piedra, apenas arruinaba un poco la primera impresión que quería dar. Estaba seguro que podría intentar, no destruir sus propias almas en el proceso.

 

Para Jeremy la muerte era parte de la vida y las artes oscuras solían estar un poco entrelazadas con cada aspecto de la magia. En el camino hacia el escritorio, encontró abierto en la página marcada, el grimorio de Nibiru y se percató que esta vez su materia seria combinada con otra, que hacía poco tiempo había adquirido de manos de su hermano. En libro que usaba para guiarse, cada vez que le tocaba impartir su materia, lo ayudaría a poder dar ambos conocimientos a la vez o bueno… ese era el plan.

 

Los alumnos llegarían en cualquier momento. Al entrar verían a Jeremy parado detrás del escritorio, vestido con una túnica negra con ribetes dorados en las mangas y el emblema de la estrella de Ishtar bordado en el pecho. Llevaba el cabello rubio suelto, no más largo que hasta el final del cuello. Lo único que brillaba más que la llama de las velas, eran los anillos, amuletos de los libros mágicos que había aprendido y con la varita en la mano derecha, ya estaba preparado para comenzar.

 

 

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Y bien, había llegado el momento de atender aquella clase, hasta ahora siempre aplazada, una y otra vez. El porqué de aquel retraso era algo tan profundo en la psique de Mackenzie, que jamás lo habría compartido con nadie. Algunas cosas son tan íntimas y personales que no admiten el mínimo roce o interacción externa.

 

Antes de entrar en la clase, la Malfoy observó un cartel que advertía de la enseñanza conjunta de Artes Oscuras y Encantamientos. Enarcó una ceja, escéptica, y una media sonrisa, divertida. ¡A ver si es cierto! -se dijo- o esto termina siendo un híbrido de encantamientos oscuros.

 

La estancia estaba apenas iluminada por la luz de unas velas, por lo que la oscuridad reinaba en aquel ambiente tétrico. Afortunadamente para Mackenzie, aquella oscuridad artificiosa no afectó a su innata sincronicidad. En cualquier caso, ella lucía una túnica blanca de raso, con encajes en las mangas y bordados plateados ribeteando un amplio escote. En el cuello lucía un colgante dorado con una piedra transparente de cristal de cuarzo en forma de círculo. Era un objeto omega muy especial y Mackenzie no lo llevaba precisamante de adorno, pero eso nadie lo sabía.

 

Al fondo había un escritorio y Mackenzie divisó tras él la figura de alguien envuelto en una túnica negra con una estrella de ocho puntas grabada en el pecho. Sus cabellos rubios centelleaban a la escasa luz de las velas. La bruja supuso que sería el profesor.

 

- Buenos días -saludó. - Soy Mackenzie y creo que esta es la clase de Artes Oscuras. ¿No es cierto?

 

Tras saludar, se sentó en uno de los bancos que había frente al escritorio. La oscuridad, la luz de las velas y la figura de enfrente, envuelta en misticismo, le hizo pensar a Mackenzie en una iglesia, con sus bancos y su altar y todos aquellos objetos dorados y ... ¿Qué era aquello? ¿Un grimorio? Algo tiró de ella con fuerza. Sí, era un Grimorio y no uno cualquiera. La bruja giró la cabeza disimuladamente, haciendo como que miraba hacia la puerta de entrada, a la espera de otros estudiantes y evitando que pudieran apreciarse los efectos físicos de la sincronicidad. Respiró hondo y dejó que el poder del cristal de cuarzo penetrara en ella.

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Antes de ir a la clase de encantamientos, dio un paseo por Castelobruxo. A pesar del calor y la humedad reinantes, Beltis dedicó unos minutos a explorar los diferentes edificios que componían la vieja escuela. La mezcla de diferentes pueblos y culturas se respiraba en cada rincón, una historia y una forma de hacer las cosas muy distinta a la que estaba acostumbrada en Europa. Se notaba antigua, vieja, con profundas raíces en la naturaleza y los pueblos ancestrales que habían regado esa tierra de conocimientos, lágrimas y sangre. La selva amazónica entraba e invadía algunas zonas, como si fuera parte de la construcción y la verdadera alma del lugar. Quería verlo todo, pero llevaba poco tiempo. Quería ver los invernaderos y jardines tan famosos en todo el mundo o las extravagantes criaturas que habitaban en los terrenos. Y lo que más deseaba ver eran las ruinas mágicas sobre las cuales estaba construida la escuela.

 

Deshizo sus pasos decepcionada. Entró a la clase ligeramente tarde, con la cabeza puesta en las ruinas y no en la clase de encantamientos. La tenue luz de las velas la guió hasta el pupitre. El profesor se encontraba detrás de un escritorio, frente a la clase y vestía una túnica peculiar. Mackenzie estaba a un lado de Beltis, habían coincidido en alguna otra clase antes, si mal no recordaba.

 

- Buenos días - saludó-, Soy Beltis Malfoy.

 

Se presentó dirigiendo la mirada la profesor y luego al libro abierto sobre la mesa. La oscuridad, las velas, el grimorio, parecía que todo estaba listo y dispuesto para realizar alguna especie de ritual. Juntó las manos y apretó los labios conteniendo su mal disimulada curiosidad.

 

- Antes de comenzar la clase de encantamientos...¿Alguien sabe cómo encontrar las viejas ruinas de Castelobruxo?

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- En qué estaba pensando el día que se me ocurrió que esto sería una buena idea - Se cuestionaba el rubio de camino al aula en la que tomaría su clase de Artes Oscuras. Por meses, incluso años, había dicho que no tomaría ninguna clase con dicha temática. Sin embargo, las circunstancias lo habían llevado a tomar esa decisión, tal vez porque en su nueva condición necesitaba conocer un poco sobre ellas o tal vez solo por sus ganas de adquirir nuevos conocimientos y disfrutar las clases - No exageres, todo va a estar bien - Se repetía una y otra vez para tranquilizarse y no llegar a su clase estresado, aunque sabía que eso de nada serviría y la probabilidad de abandonar el salón era muy alta.

 

El aula de clases estaba oscura y prefería que siguiera así porque no quería encontrarse con algún tipo de sorpresa tétrica o algo por el estilo. El profesor tenía una túnica negra y le hizo pensar si su túnica azul y su cabello tan claro serían un problema para estar en dicho lugar. Tal vez por no tener la ropa adecuada le darían una salida de campo y una clase más para él - Soñar no cuesta nada - Estaba dejando votar demasiado su mente y era mejor que se enfocara en la clase y en aprender al menos un poco sobre artes oscuras sin morir en el intento, aunque sabía que no moriría porque trabajaba para el Ministerio y nadie mataría al encargado de relaciones internacionales del MInisterio de Magia inglés, al menos no alguien inteligente.

 

- Yo soy Niko Tonks - Respondió después de las palabras de Beltis que se había presentado unos minutos antes. Conocía a las dos mujeres pero sin duda al hombre no lo había visto antes y eso le sorprendía porque su historial en las clases era ampliamente conocido. Sin embargo, decidió no preguntar nada y guardar todas las preguntas que tenía para realizar en ese momento para después - Menos mal no ha venido el Arcano de Nigromancia ni el de Parsel - Agradecía que los arcanos estuvieran muy lejos o sino definitivamente saldría corriendo, bueno también agradecía que Rosália le hubiese mostrado cómo evitar que la gente leyera su mente para no evitar pasar penas con todo lo que pensaba.

 

- Yo no, es mi primera vez en este lugar - Respondió a la pregunta de la mujer aunque no sabía si era para él o no.

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Infarto. Esa era la palabra que sintió Jeremy al ver a su primera alumna… mejor dicho de ver quien era. La ex ministra a quien solo conocía por imágenes del profeta. Miles de preguntas se le amontonaron en la garganta, pero apenas hizo una inclinación de cabeza para que pasara y se pusiera cómoda. No estarían mucho tiempo ahí. Cerró el grimorio con un toque de varita para sellarlo.

 

-Buenos días, efectivamente es aquí la clase de Artes Oscuras, que también estará combinada con Encantamientos por este mes - Respondió una vez que ella tomara asiento frente al escritorio - Solo esperaremos a tus otros compañeros antes de empezar.

 

Su ávida mirada se desvió unos segundos hacia la blancura de la túnica de la bruja y el medallón que portaba. Fue un pestañeo antes de girar la cabeza para ver entrar a la siguiente alumna y detrás de ella él último de la lista. Ambos se presentaron y Jeremy sintió unas ganas de reverenciar a su ex líder al conocerla por primera vez. No podía, claro. Así que solo inclino la cabeza hacia ambos de forma cordial.

 

-Iremos cerca de ahí - Contesto después de Niko - Principalmente me gustaría que visitemos una parte muy especial del lugar -Comentó ilusionado por un segundo. La magia brasilera le encantaba - Me presentaré porque no me conocen, pero yo a ustedes si, por lo menos de nombre, en este caso. Soy Jeremy y es un honor compartir esta clase junto a ustedes -Mientras hablaba tomó el grimorio entre sus manos y lo guardó en su monedero de Moke. Ya estaban por salir de ahí y no quería olvidárselo. Nibiru jamás se lo perdonaría, y algún día, sabía que compartirían plano existencial.

 

-Quiero que tomen una parte dura del cuerpo detrás suyo. -Señaló el cadáver del hombre - Un hueso tal vez sirva mejor para lo que haremos -Sugirió mientras sacaba de la manga una cuchara de metal - Portus - Exclamó viendo como una luz de color azul envolvía todo el metal. Ya estaba listo - Cuando estén preparado, nos vamos.

 

Cuando todos estuvieron preparados. El traslador los llevó a la parte más oscura de Castelobruxo. Las ruinas al aire libre del... cementerio. Los colores brillantes de las plantas, empapelaban la mayoría de los mausoleos. Estos eran altos. Algunos tallados con runas, otros completamente brillaban por el oro, y los más precarios no tenían nada que envidiarles a los otros, ya que parecían pequeños invernaderos llenos de exóticas flores radiantes.

 

-Puedes recorrer el lugar unos minutos para familiarizarse. Las Artes Oscuras no son precisamente negras, por eso quiero que vuelvan a tomar de este lugar, una piedra, una flor, un puñado de tierra, cualquier cosa que los haga sentir reflejados. Los espero en la tumba de Breno Simões. Allí responderé las preguntas que necesiten. - Terminó antes de dejarlos solos.

 

 

 

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Editado por Jeremy Askar Triviani

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Se alegró al ver llegar a Beltis y a Niko. Cuantos más participaran en la clase, menos ostensibles serían los efectos de la sincronicidad. Siempre que pudiera mantenerlos a raya, naturalmente. Además, tanto Niko como Beltis eran Warlocks y personas cercanas, lo que le daba confianza y le hacían sentirse en un entorno más conocido, menos sujeto a circunstancias no previstas.

 

Escuchó con cortesía la presentación del profesor. En una cosa, se equivocaba. Mackenzie no lo conocía físicamente y, de hecho, al entrar en la clase, no sabía nada de él, pero sus tiempos como Viceministra de Magia le habían proporcionado acceso a muchos archivos e información. Conocía algo de la biografía de Jeremy y de su trayectoria profesional. Ciertamente, no mucho más de breves apuntes.

 

- ¿Algo duro como el cráneo o eso es demasiado voluminoso? -Preguntó más para sí misma que como duda, al escuchar las indicaciones del profesor. - Espero que esto sirva y es más manejable que el cráneo -comentó tomando una costilla del cadáver que había indicado Jeremy.

 

Mackenzie sonrió. Si la clase iba a consistir en hacer pócimas y maleficios con trocitos de un cadáver todo iba a ir bien. No eran las cosas muertas a las que Mackenzie temía... ¿Temer? ¿Acaso era esa la palabra? Mackenzie hizo un gesto de negación con la cabeza, apartando aquellos pensamientos, mientras se dirigía adónde estaban el resto de los alumnos y el profesor, en torno a un traslador ya preparado.

 

Tocó el traslador y acto seguido se encontró en unas ruinas al aire libre. Estaba oscuro, quizás por el efecto de la tupida maleza de la selva amazónica que penetraba en el lugar, pero en medio de aquella escasa luminosidad, brillaban plantas de múltiples colores y vistosas enredaderas giraban sinuosas en las paredes de altos mausoleos y en el mármol de bellas lápidas. Aquello era un cementerio. Un cementerio radiante y colorido, donde la muerte estaba tan presente como la propia vida. Mackenzie se estremeció al darse cuenta que ella misma replandecía en una aureola de color violáceo, que parecía emanar de sus propios ojos, dos chispas ardientes de luz púrpura, iluminando una estrella de luz, con sus cinco puntas adornando su frente. A lo lejos, sintió el corazón de Enigma, con quien había llegado a Castelobruxo, enfebrecido y agitado.

 

Escucho, muy cerca de ella las palabras de Jeremy.

 

- Puedes recorrer el lugar unos minutos para familiarizarse. Las Artes Oscuras no son precisamente negras, por eso quiero que vuelvan a tomar de este lugar, una piedra, una flor, un puñado de tierra, cualquier cosa que los haga sentir reflejados. Los espero en la tumba de Breno Simões. Allí responderé las preguntas que necesiten.

 

-¡No! - Exclamó con un grito interior que no salió de su boca y, en el acto, desapareció.

 

Se encontró junto a Enigma en el prado verde donde lo había dejado, muy cerca del campo de entrenamiento de Quidditch de Castelobruxo. Su corazón se había calmado y apaciguado tanto como el aspecto de la bruja había tornado a la normalidad.

 

- ¡Nunca debí tomar esta clase! ¿En qué rayos estaba pensando cuando me apunté? ¡No necesito más aprendizajes en artes oscuras! ¡Al menos no delante de toda esta gente! ¿Cómo voy a poder mantener en secreto quien soy realmente si no soy capaz de controlar la sincronicidad?

 

Mackenzie hablaba para sí misma en un lugar en donde sabía que nadie podía oirla. En realidad, se gritaba a sí misma de puro enfado. ¿Adónde los había llevado el profesor? Probablemente eran las ruinas de las que había hablado Beltis o muy cerca de ellas. Un antiguo cementario. Un lugar de poder indescriptible donde la magia antigua fluía a su antojo. Una fuente primordial, seguramente. Sólo que aquella fuente era del tipo de las que ella no debería pisar a no ser que estuviera sola o acompañada de otros arqueomagos. Nunca en presencia de no iniciados.

 

Se preguntó si los demás se habrían dado cuenta de la sincronicidad. Habían sido unos instantes muy breves y la luminiscencia del lugar probablemente habría enmascarado la mayor parte de la transformación. Se había desaparecido enseguida. ¿Se habrían percatado de que no había utilizado los medios normales de desaparición? No, probablemente no. Aquello era imperceptible para un no iniciado y, además, el profesor les había mandado deambular por el lugar, con lo que no podía haberles extrañado que se fuera.

 

Debía volver al lugar o, de lo contrario, convertiría todo aquello en un fenómeno a investigar, llamaría aún más la atención. Inspiró la fuerza del poder del cristal de cuarzo que colgaba de su cuello y retornó a las ruinas del cementerio. Imbuida en el poder del cristal y concentrada en el control, esta vez mantuvo a raya la sincronicidad. Estaba a solas, por lo que aprovechó para tomar muestras de aquel lugar, de paso que ejercitaba el control y se aseguraba de no perder el flujo del cristal.

 

Unos pasos más allá observó el aleteo errático de una mariposa de luz. Uno de aquellos seres que sólo habitan en los lugares donde la magia antigua es poderosa. Siguió su vuelo y descubrió la fuente primordial. Era un árbol enorme, alto y frondoso, cuyas raíces salían al exterior en diversos lugares, retorciéndose como sierpes, surcando un terreno cubierto de vegetación. Un ser milenario. Y Mackenzie recorrió con su visión experta de arqueomaga la savia que recorría la avejentada corteza. Un ser de oscuridad.

 

Se acercó con cuidado y de forma respetuosa, dejando que el ser milenario rozara su alma y la conociera. Mantenía la sincronicidad a raya, lejos del alcance de ojos no iniciados, pero estaba ahí, presente y fuerte. La magia antigua no le haría daño y menos la de aquella clase. Tomó una piedra junto a la base de aquel enorme tronco milenario. Era una piedra de mucho poder. Mackenzie sentía en ella el contacto con la fuente primordial durante miles de años, tantos que los cantos de la piedra se habían pulido, al imbuirse de magia antigua, y su forma era la de un perfecto círculo plano. Con la piedra en la palma de su mano, la acercó al árbol milenario y dejó que éste dejara caer su savia sobre ella. Mackenzie dirigió sus pensamientos al árbol. Fue algo sutil, tan solo un roce del pensamiento. Nada invasivo, ninguna orden, ni siquiera una sugerencia.

 

Y el árbol captó los pensamientos y la savia que caía grabó sobre la piedra la runa de la muerte.

 

Mackenzie sonrió complacida y agradecida. Con el control de la sincronicidad a raya y el poder del cristal de cuarzo fluyendo en ella, se acercó sonriente y segura a la tumba de Breno Simões. Llevaba la piedra en la mano, pero ahora tenía buen cuidado de no tocar la runa grabada en ella. Cuando se acercó a Jeremy, se la mostró.

 

- Encontré esta piedra de poder. Tiene la runa de la muerte grabada en ella y creo que si se toca con el dedo pulgar la runa, ésta se activará y provocará una dulce muerte a aquel que la desee con intensidad.

 

Una piedra para ayudar a morir. Obviamente Mackenzie estaba segura de sus efectos, después de todo, la había creado ella misma. Pero prefirió dar a entender que la piedra era meramente un hallazgo casual y sus efectos meras sospechas fruto de sus conocimientos.

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No estaba seguro si en esa clase aprendería Artes Oscuras o cómo salir de un estado de negación pero sin duda algo aprendería - Al menos me queda claro que Nigromancia no será una habilidad que yo deba tomar - Pensó, seguía sorprendido de haber decidido tomar la clase de Artes Oscuras aún cuando sabía que sufriría en el proceso y que probablemente no le gustaría ni un poco lo que tendría que hacer para aprender. Solo esperaba que Jeremy fuera paciente con él y no le pusiera a hacer cosas demasiado incómodas.

 

- Jeremy - Repitió el nombre del maestro para estar más tranquilo. También le ayudaba saber que era la primera vez que estaba en aquella escuela mágica y le encantaba todo lo que se sentía. Sin duda podría ser uno de sus nuevos lugares favoritos en el Mundo Mágico, y eso que como Warlock había conocido muchos sitios en sus diferentes viajes - Yo creo que no lo conozco - Pensó con un poco de vergüenza porque no le gustaba cuando lo conocían pero él no a las personas, se sentía mal por su falta de atención a los detalles.

 

- ¿Qué? - Exclamó al escuchar que tenían que tomar una parte dura del cuerpo, pero esperando que hubiese sido una exclamación interna y no tan fuera como efectivamente ocurrió - Perdón, no he querido ser grosero, solo no esperaba tener que hacer eso en la clase - Movió sus brazos un poco resignado sin saber muy bien si deseaba continuar en el lugar o no, pero debía enfrentar sus miedos y hacer cosas que no le gustaban para seguir aprendiendo más y mejorar sus conocimientos mágicos, aunque sin duda los aprendidos en Artes Oscuras no deseaba volverlos a usar.

 

- No hay de otra - Dijo para darse ánimo él mismo mientras tomaba uno de los huesos de la pierna del cadáver dado que eran los que menos le recordarían su forma humana y había leído en su clase de Primeros Auxilios que eran de los huesos más fuertes del cuerpo, por ende debía ser duro. Tocó el traslador al igual que el maestro y las otras dos alumnas de la clase que conocía bien pero parecían mucho más cómodas que el rubio con las asignaciones.

 

- Un cementerio, genial - Su tono sarcástico era muy evidente así como la incomodidad que sentía y que aumentaba a medida que pasaban las asignaciones. Sin duda había cometido un error al tomar la clase pero debía mantenerse en ella al menos por su honor y orgullo, no quería quedar como el tonto que no pudo terminar la clase de Artes Oscuras por miedo. Sí, miedo era lo que sentía y por eso siempre había preferido evitar dicho conocimiento, incluso siendo director.

 

- ¿Algo que me haga sentir reflejado? - Las palabras las repetía en su mente a modo de pregunta porque no estaba seguro si algo en ese lugar o relacionado con las Artes Oscuras lo podría hacer sentir reflejado. Por el contrario, sentía que eran cosas que no reflejaban su espíritu ni lo que pensaba en su vida así que no sería una tarea fácil de realizar. Comenzó a caminar por el lugar aún sin soltar el hueso que llevaba con él y recordó que podría utilizarlo.

 

Movió su varita un poco para hacer flotar el hueso, el cual inmediatamente se giró como si la magia del lugar se hubiese apoderado del mismo y le señaló una flor de pétalos amarillos con negro. La misma era nueva para él y nunca antes la había visto y eso que era muy bueno en Herbología y había tomado diferentes cursos. Se acercó lentamente aunque con un poco de precaución porque no estaba seguro de lo que podría pasar y si era seguro entrar en contacto con la misma.

 

- Wow - La flor cambió de forma a medida que se acercó hasta volverse una piedra brillante color amarillo que tomó con sus manos y levantó lleno de preguntas porque no sabía lo que era ni lo que significaba. ¿Habría encontrado alguna reliquia mágica? ¿Era algo que todos los magos que iban al lugar encontraban? No estaba muy seguro pero Jeremy tendría que explicarle muchas cosas o al menos tranquilizarlo acerca de lo que había encontrado.

 

- Esto es lo que he encontrado - Dijo mientras se acercaba a Jeremy para que le explicara qué era. Tan poco sabía por qué se sentía reflejado en la piedra más allá de su gusto por el color amarillo así que tenía demasiadas cosas para entender.

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Jeremy aprovechó que los alumnos entendieran el mensaje antes de irse. Seguía con la mente puesta en todo lo que debía hacer a continuación. Nunca se imaginó que las cosas podrían salir mal, diferentes, o que no tuviera control sobre ellas. Estaba más que sabido que la magia nunca era exacta, bueno, por lo menos la mayoría. Pudo darse cuenta de la incomodidad de Niko, pero no le dio mucha importancia. Ayudaría al hombre a pasar por eso.

 

Al llegar a la tumba de Breño, sacó una fina daga de plata, para cortarse la piel, dejando fluir tranquilamente la sangre hasta la puerta del Mausoleo. Está brillo instantáneamente dejándole el paso libre. Jeremy ingreso a la estancia de roca, y lo primero que notó fueron los fuertes olores del incienso. El cadáver envuelto en telas del señor Simões descansaba tranquilamente sobre de una tarima lleno de plantas verdes. Que a pesar del tiempo, no habían perdido el color verde.

 

El vampiro estaba por empezar el encantamiento de espiritismo, cuando un Caipora salió a su encuentro. Allí en pleno día, tan solo iluminado por velas. Aquellos espíritus parecido a los niños, pero más peludos, solían cuidar a los estudiantes del colegio. Eso extraño lo suficiente al vampiro para detener sus movimientos y hablarle. Sabía que eran rebeldes y juguetones, creadores de problemas.

 

-¿Que es…?

 

-Una estudiante desapareció -Lo interrumpió el ser, alterando a Jeremy a ojos vistas.

 

-¿Cómo que desapareció? -Los ojos estaban por salírsele de las órbitas. No podía ni siquiera pensar el castigo que tendría si llegaba a pasarles algo.

 

-Si, señor se puso violeta en sintonía con fuerzas extrañas y desapareció del cementerio. Es mi deber avisarle.

 

Jeremy no siguió escuchando, salió de la tumba del difunto profesor de Castelbruxo, a prisa, no tenía tiempo que perder. Cualquiera de las dos mujeres era de suma importancia para la comunidad mágica. Se detuvo de abruptamente cuando vio a Mackenzie llegar como si nada hubiera pasado, y con una piedra que provocaría la muerte a cualquiera que la tocase.

 

-Ten cui…-Se interrumpió al notar que no hablaba con una niña, sino con alguien con más experiencia que él mismo - Eso servirá. Buen trabajo.

 

Niko no tardó en llegar con otra piedra, pero de un color mucho más brillante. Era amarilla. Asintió al hombre, mientras se daba cuenta que Beltis tardaría en llegar. ¿Era la alumna desaparecida? Algo le decía que debía continuar, y que la mujer ya aparecería… sino… bueno, debería hablar con su prometida y explicarle que su madre se había perdido.

 

-Beltis llegará en cualquier momento, es difícil encontrar un elemento que denote el poder y conexión que llevamos dentro. Nuestra esencia, por decirlo de alguna forma, puede encontrar cierto paralelismo con objetos que nos rodean diariamente -Les explico manteniendo la calma - En este caso, una parte de ustedes les hizo tomar estas piedras. Ahora iremos a por más. Las usaremos junto al hueso del cadáver para encontrar nuestro espíritu guía.

 

Les hizo señas para que pasaran a la tumba del ex profesor, y cerró la marcha detrás de ellos.

 

-Los espíritus guía son almas que ayudan al brujo a saber cosas, algunos advierten de peligro, enfermedades, otros te ayudan a tener sueños donde puedes ver el futuro. También están los malos, que solo mienten y te vuelven loco… -Dijo mostrándole el cuerpo esquelético de Breño - Aquí tenemos un profesor antiguo de Castelbruxo, le pediremos su ayuda para cazar al alma, que será el espíritu guía que los acompañara un largo tiempo… si es que llegamos a entablar conexión - Les mostró los cuencos de piedra abandonados que había en el suelo de la tumba - Tomen uno y llénenlo con su sangre… -Los fue guiando, agarrando el mismo uno de los platitos y cortándose con la misma cuchilla de plata que antes, para dejar caer su sangre dentro - Luego pongan en su centro el pedazo de hueso, y repitan con la varita “praarambhik aadhyaatmik sambandh”. Ahí sentirán un poco de presión en sus cuerpos, eso querrá decir que está saliendo todo bien. Dejen el cuenco lleno sobre el cadáver del profesor Simões.

 

Jeremy se quedó esperando a que terminaran esos pasos para continuar. Siempre prestando atención para ver si Beltis aparecía en algún momento. Podía sentir la tensión del lugar y el poder que reflejaban sus alumnos. Esperaba no tener que intervenir y que alguien saliera herido.

 

 

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Comenzaba a acostumbrarse a coincidir con Mackenzie. Era reconfortante tener a alguien conocido en la clase, le daba cierta confianza a pesar de haber compartido poco con ella. No obstante, esta vez notó algo diferente, algo que la inquietó desde el primer cruce de miradas. No podía determinar qué era ni a qué se debía, pero había algo extraño en la Malfoy. ¿Eran sus ojos o era el medallón? ¿o eran ideas de Beltis? Volvió la vista al frente con la sensación de que algo no encajaba. Hizo que escuchaba a Jeremy y que saludaba a Niko; su mente estaba puesta en otras cosas. ¿Eran ideas suyas? Negó con la cabeza, estaba cansada, dormía demasiado poco y comenzaba a ver fantasmas y amenazas en cada esquina. La luz tenue y ambarina de las velas danzaba contra las sombras y confundía sus pensamientos.

 

En completo silencio fue hasta el cadáver, llevada por sus pies de forma automática. El cuerpo tendido sobre la mesa estaba a completa disposición de los alumnos. No era solo cuerpo, no era solo piel, músculos y huesos. Había muerte y la muerte se comunicaba con Beltis. Niko se puso pálido frente al hombre muerto. Mackenzie no dudó como su compañero y se decidió por una costilla. Beltis ladeó la cabeza. Pasó la mano por el abdomen ¿De qué has muerto? preguntó sin hacer sonido alguno ¿Qué ves? Cerró los ojos. Sacó una daga que llevaba en las botas. No iba a poder utilizar el cuerpo para hacer adivinación necromántica aunque le habría gustado. Tuvo que contentarse con quitarle ambos astrágalos, los limpió rápidamente y los apretó en su mano antes de desaparecer junto al resto de la clase.

 

Cuando sus pies volvieron a tocar tierra firme se encontró con las ruinas de un cementerio. Como cualquier viejo cementerio, era caótico, desordenado y poderoso, era el sitio donde todos, por muy diferentes que fueran en vida, se reunían bajo la misma tierra. Ricos y ornamentados mausoleos convivían con sencillas lápidas rotas bajo el peso de las hierbas y el tiempo. Abrió la mano con ambos astrágalos en ellas, con sangre reseca y negra pegada a su piel. Jeremy les dejó vía libre para recorrer el lugar. Niko parecía más tieso de lo habitual, no parecía nada cómodo con la clase. En cambio Mackenzie...

 

Volvió la vista a la Malfoy pero esta desapareció antes de que Beltis pudiera hacer una broma sobre la palidez de Niko. Cerró la boca con un gesto de incredulidad. Dejó en su lugar rastros de una extraña luminiscencia, los restos de alguna magia que la bruja no lograba comprender y que no había visto nunca. ¿Era el cementerio? ¿Estaba alucinando por no dormir? No iba a preocuparse, tal vez había decidido recorrer las ruinas del poderoso lugar sola. Y no la culpaba, podía sentir como aquel sitio ejercía una fuerte atracción en ella misma. Como si pudiera arrastrase en el tiempo y en el espacio.

 

Observó el cementerio y a Niko encaminarse solo en una dirección diferente a la del profesor. Beltis se quedó unos segundos sola.

 

- Veamos qué tienes para mí - sacó la varita y sobre el dibujó una línea que brillaba como un hilo de plata contra la oscuridad - Fulgura Nox.

 

El portal se abrió frente a sus ojos, la línea de plata fue creciendo hasta mostrarle las sombras del mundo de los muertos, el mundo al que el cementerio conectaba directamente y adonde sus pasos la llevaron. Explorar las ruinas desde el otro mundo le daba una perspectiva diferente, pero sobre todo, le hacía participar de un poder que pocas veces había sentido. Los destellos que vio en Mackenzie trazaban líneas y figuras allí también. Se manifestaban auras en la más absoluta penumbra, trazos que avanzaban con formas humanoides y voces que susurraban a sus oídos. Siguió los destellos sin dejar de apretar los huesos contra su mano. No sabía lo que buscaba pero debía encontrarlo pronto.

 

Cualquier mago por muy experimentado que fuera correría un grave peligro en ese mundo, por lo que era una tremenda imprudencia pasar más tiempo del debido sin precauciones. Beltis lo sabía bien, había pagado el precio de ese conocimiento con un ojo menos y varias cicatrices más. El poder se pagaba, el conocimiento no se obtenía fácilmente y había sacrificios que hacer para saber. Las pálidas luces la guiaron hasta una roca negra, agrietada, que sobresalía entre las demás. En ella, un diminuto punto de luz parecía brillar como si contuviera en su interior una fuente de poder. Lo sentía latir al compás de su corazón. Sacó la daga y la metió en la grieta, haciendo palanca hasta que arrancó parte de la roca. Lo que parecía un pequeño grano era realmente una piedra del tamaño de su pulgar. Tomó el diamante en bruto y lo sintió caliente en su mano, pesado y vivo. Con la varita volvió a abrir un portal, esta vez para volver.

 

Apareció a la espalda de Jeremy, quien estaba dando alguna instrucción que la bruja no llegó a escuchar completamente, solo vio los cuencos preparados y uno de ellos con sangre.

 

- Perdonen la tardanza -abrió la mano y mostró lo que había encontrado. No lo había encontrado en el cementerio. O no precisamente en ese plano del cementerio- ¿Esto sirve?

 

Se ubicó junto a sus compañeros.

 

- Bonita flor, Niko -Bajó el mentón y le susurró a Mackenzie sus preocupaciones- ¿Te encuentras bien?

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No le pasó desapercibida la aprensión de Jeremy al ver la piedra que llevaba en la mano. Pero pareció reconocer enseguida el peligro que entrañaba y Mackenzie pudo percatarse de que se encontroba ante un verdadero experto en artes oscuras.

 

Niko le mostró una piedra amarilla al profesor. Era hermosa y todavía guardaba cierta reminiscencia con la flor que había sido. Muerte y Vida. Aquel cementerio era en verdad un lugar muy poderoso. ¿Dónde se habría metido Beltis? Mackenzie no la veía por ningún lado y el profesor había empezado a dar ya las siguientes indicaciones. Como respondiendo a su preocupación, el profesor les indicó que Beltis llegaría enseguida.

 

- ¿Encontrar nuestro espíritu guía? - Aquello sonaba muy interesante y Mackenzie no pudo evitar la pregunta, que era más una exclamación de asombro y satisfacción.

 

Jeremy siguió explicando el procedimiento junto a la tumba del ex profesor de Castellobruxo. En principio, no parecía complicado. Un cadáver del que servirse para cazar el alma del espíritu guía. Unos cuencos junto a la tumba que había que llenar de sangre de uno mismo, tal y como el profesor acababa de hacer. El hueso que habían tomado antes y un encantamiento.

 

Mackenzie tomó la daga del sacrificio, que siempre llevaba consigo y se hizo un pequeño corte en un lugar en el antebrazo, dejando caer su sangre sobre el cuenco y colocando, posteriormente, la costilla que había tomado del cadáver anterior.

 

- praarambhik aadhyaatmik sambandh - Sintió la presión que había indicado Jeremy que sentiría... ¿De verdad iba a aparecer un espíritu guía? Con el cuenco todavía en la mano, trató de observar a su alrededor. Se suponía que el ex profesor debía ayudarles a cazar el alma de un espíritu guía.

 

La mariposa ancestral que había visto antes revoloteó junto a Mackenzie, pero no le prestó atención. Justo en ese momento apareció Beltis, con un diamante en bruto de un tamaño considerable. Pero no fue el tamaño de la joya ni tampoco su elevado valor lo que hizo que Mackenzie se olvidara por completo del espíritu guía que se suponía debía cazar. Aquel diamante destellaba magia antigua a raudales, como si hubiera sido extraído del mismísimo centro de una fuente de poder. Y Beltis... -Mackenzie no podía creer lo que percibía- la propia Beltis estaba imbuida de una enorme cantidad de magia antigua. No destellaba ni había ninguna transformación visible en ella y, sin embargo, de utilizar toda aquella magia que de alguna extraña forma había logrado sincronizar, Beltis podría realizar milagros, en aquellos momentos.

 

- ¿Dónde has estado? -Le susurró con los ojos aún desorbitados como platos.

 

No sabía qué hacer ni a qué atenerse. Nunca antes había detectado la chispa de la arqueomagia en Beltis y, sin embargo, ahora mismo estaba controlando tanta magia antigua como la que lograba controlar Mackenzie con la sincronicidad. ¿Cómo era posible?

 

De pronto, se le hizo un nudo en el estómago. ¿Y si no la controlaba? ¿Y si aquella magia se había prendido a ella, de alguna forma, por accidente?

 

- ¿Te... te encuentras bien? - No pudo evitar preguntarle a Beltis. Se sentía demasiado preocupada.

 

Como una autómata, dejó el cuenco con su sangre y la costilla, que aún tenía en la mano, junto a la tumba del ex profesor Simões y sacó con cuidado un pequeño objeto del bolsillo de su túnica. Era un simple medallón, aparentemente una baratija, pero también era un objeto de arqueomagia, del tipo de los que llamaban filtros. Objetos que en lugar de contener magia antigua, eran capaces de absorberla y filtrarla. Mackenzie solía utilizarla con los jóvenes iniciados, que aún no controlaban la habilidad. Desafortunadamente, no era muy poderoso y la magia que absorbería no sería tanta como la que en aquellos momentos imbuía a Beltis de poder. Pero esperaba que, al menos, lograra salvarle la vida, en caso de que toda aquella magia estuviera fuera de control.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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