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Peligros en la noche


Helike R V PB
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El silencio del bosque era interrumpido por los animales nocturnos que salían en busca de alimento, la suave brisa, hacía mover la hojarasca caída indicando que se estaba en la estación del otoño. Mis pisadas eran disimuladas por las mismas, hasta que había llegado a una abertura del bosque de Ottery. La luz de la Luna hacía que la hierba mojada, daba la sensación de ser diamantes en el suelo.


El lugar era perfecto para un buen duelo apenas había pequeñas montañitas de tierra formadas por los topos y tampoco había grandes rocas que se pudiesen usar para transmutar, sólo guijarros salían por el desgaste del tiempo. A unos diez metros en línea recta había un gran árbol, un castaño, en dónde a su alrededor estaban caídos sus frutos. Pero a pesar de eso le hacían compañía muchos otros de diferentes especies. La hierba apenas asomaba diez centímetros así que, todo animal peligroso muggle o mágico se haría notar perfectamente.


A lo lejos se escuchaba un riachuelo pero a mí me daba la sensación de que estaba a una distancia de pocos metros, gracias al oído agudizado por la ponzoña. En cuánto terminé de ver todo lo que tenía a mí alrededor, apagué el cigarrillo con una de mis botas de piel de dragón. Esa noche parecía que estaba vestida como alguien que buscaba presas: pantalón negro, camiseta negra y una chupa de cuero (cazadora) de la misma tonalidad que el resto de mi ropa.


Mi cola de caballo se mecía al son de la brisa mientras que no dejaba de estar alerta, con mi varita en mi mano derecha intentando captar algún mago que se atreviese a cruzarse por mi camino. Tenía ganas de pelea, ¿ganaría, perdería? Ya se sabría en cuánto finalizase el encuentro. Sólo sabía que iba a ser una noche bastante interesante si se daba.


Al cabo de veinte minutos de llegar, escuché unos pasos, no eran muy lejanos, sentía que iban en mi dirección a una distancia de unos ocho metros. A pesar de que la luna brillaba la persona que se enfrentase a mí estaba oculta por la frondosidad del bosque.


Levanté mi arma mágica y apunté en la dirección de la que provenían los sonidos y susurré:


-sectusempra – un rayo escarlata partió de Maat (mi varita) en cuánto pronuncié el hechizo, de darle a esa persona que se acercaba sin ver o notar el peligro, se desangraría por las heridas sufridas, ya que la maldición abría grandes fisuras en la piel en la que emanarían la sangre a borbotones, de no curarse pronto, moriría desangrada y quizá siendo mi alimento en esa noche de otoño.

Editado por Heliké Rambaldi Vladimir
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Era una noche preciosa, el cielo estaba despejado, maravillosamente iluminado por la luna y los centenares de estrellas que adornaban el firmamento. Eran de esas ocasiones en las que uno podía salir a dar un paseo, claro, una persona normal, es decir, un humano, así lo pensaría, pues además, el otoño estaba en su esplendor y dejaba ver en cada pedazo de suelo al aire libre, cientos de hojas que caían de los árboles al cercarse por la estación. Sin embargo, para mi, era precisamente ese clima el idóneo para ir a cazar, hacía ya bastantes días que no probaba ni una gota de sangre y mi vampirismo comenzaba a alborotarse por ese hecho.

 

―Sería bueno salir a por una presa ―Me dije a mi mismo al salir de los terrenos de la Familia Ravenclaw, encaminándome al Bosque de las afueras de Ottery, donde si no encontraba una presa humana, de mínimo podría cazar algún cervatillo y saciar mi sed.

 

Al introducirme ya en el Bosque, pude notar la presencia de varios animales, sus aromas era inconfundibles, Había, desde luego, cervatillos, pero también se encontraban allí un sin fin de alimañas, tales como arañas venenosas, algunas serpientes de cascabel (rara en aquellos parajes, seguramente a algún mago o muggle despistado se le habían escapado y habían hecho su nido allí), así como alguna que otra ave de rapiña. Sonreí, la caza podría ser fructífera habiendo humanos o no. Mi vestimenta era de lo más sencilla, pues pese al fresco de la noche, había decidido salir muy al natural llevando como única prenda unas bermudas (no llevaba camiseta, ni zapatos ni calcetines), por lo que podía sentir el aire correr por mi torso.

 

Al caminar un par de minutos, sin embargo, mis planes se vieron cambiados por la presencia de un segundo vampiro. Bufé, detestaba la competencia, pero era lógico, el Bosque estaba muy cerca de Ottery, donde habitaban más vampiros que solo yo. Saqué mi varita mágica de cerezo y la enarbolé, pues habiendo dos vampiros sedientos, seguramente surgiría una dispuesta para ver cual de los dos merecía el honor de cenar aquella noche. Caminé unos cuantos metros hacia el norte, sentí más fuerte la presencia de aquel ser, pero al estar tan solo a unos metros, fui atacado sin aviso alguno con sectusempra, que había sido conjurado por la voz de una mujer.

 

¡Protego! ―Dije de inmediato y un muro invisible se colocó delante de mi y absorbió el rayo de color verde ―Vaya, mi querida congéner, ¿no habrá ni siquiera un saludo o una presentación? ¿dónde quedan sus modales? ―Dije con ironía mientras hacía una reverencia ―Mi nombre es Keaton Ravenclaw, y creo, sin temor a equivocarme, que este pequeño encuentro será para ver quien de los dos se gana el derecho a cazar en este bosque ¿o estoy errando? ―Dije con un dejo de malignidad en mi voz.

 

Pero no esperaría su respuesta, ella me había atacado sin previo aviso, por lo que yo haría lo mismo. Ojo por ojo, diente por diente.

«¡Seccionatus!» pensé, y doce medias lunas afiladas de tal manera que si al menor contacto con lo que fuera lo rasgarían sin más, salieron de mi varita en pos del pecho de la mujer, que estaba tan solo a un par de metros de mi, no más de cinco. De impactarle, las medias lunas, le causarían variadas heridas sangrantes, que de no ser atendidas a tiempo, terminarían por desangrarla y matarla.

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Debía de haberlo previsto que alguien más saliese de caza esa noche. Parecía el día propicio, y más con la Luna llena. ¿Sería un licántropo? Para nada, era un humano normal y corriente… Espera, ¿seguro? Achiqué más los ojos y un aroma especial vino a mis fosas nasales negué con la cabeza, sonriente. Era otro vampiro como yo, que al parecer ese bosque de Ottery lo usaba también para la caza. Pero vamos, que no se iba a ir tan de rositas. Aunque la zona era bastante amplia como para ser compartido por otros seres de la noche no iba a permitir que me robasen la cena. No señor.


El chico que se había aparecido ante mí era bastante atractivo, desde luego, a la luz del astro nocturno pude divisar que iba casi en cueros. Arqueé una ceja. Solamente llevaba un pantalón y por lo demás iba desnudo, mostrando su torso. Eso sí, se me hacía muy familiar, quizá lo había visto en el Ministerio o incluso por Ottery. Pero enseguida el anonimato del mago quedó al descubierto al decirme su nombre.


- Los modales señor, hace tiempo que los he perdido y más cuando voy de caza –sonreí de lado, mientras el joven se presentaba… Ya estaba a una distancia aproximada de unos cinco metros…


- Heliké Rambaldi –una inclinación de cabeza y respondí a su última pregunta- no, no estás para nada equivocado –asentí con la cabeza, contenta al ver que había comprendido la razón de aquél ataque. Vi que además enarbolaba su varita y lanzaba esas dichosas medias lunas… Estaba empezando a enfadarme, era el hechizo que menos me gustaba.


Pero antes de que las medias lunas me diesen divisé a un metro de distancia, como una araña viuda negra se estaba acercando, y sin apurarme más susurré:


-oppugno –el efecto fue instantáneo ahora ese animal; la araña estaría a mi merced durante el tiempo que estuviese “peleando” contra el chico, no sabía cómo había ido a parar allí a ese bosque, pero no dudaba de que algún inconsciente muggle la hubiese soltado cuando se hubo aburrido de ella:


<< evanesco>> pensé antes de que las medias lunas me impactasen de lleno, porque ya estaban a una distancia de un metro estaba demás decir que eran algo lentas. Éstas se desaparecieron completamente a pesar de la distancia contra el chico, no quería arriesgarme así que, me desplacé unos cuantos metros más hasta ponerme a una distancia de unos ocho.


- Espero que ésta sea una noche fructífera, para ambos –asentí con la cabeza- y si no ya podremos compartir la comida, cuando toque –sonreí. Mientras esperaba la siguiente acción del joven.
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Heliké Rambaldi. Sabía que había escuchado ese nombre en algún otro sitio, pero la verdad mi sed en aquel momento era tanta que nublaba mi juicio y no pude recordar de dónde la conocía, aunque claro, después de vivir tanto tiempo en Ottery mi mente me jugaba trastadas al conocer a muchos magos y brujas de la zona. Sonreí ante sus palabras referidas a los modales, pues pese a que uno fuese mortífago, fenixiano, vampiro licántropo o lo que fuese, los modales eran algo que denotaba alcurnia, nobleza y estirpe, pero si la mujer decía haberlos perdido... era una lástima, no duraría mucho en el mundo de los vampiros.

 

―Bueno, señorita Rambaldi, pero de menos espero que si ha perdido los modales no pierda su sentido de batalla y este encuentro dure más que tan solo unos minutos ―Solté con un dejo de sarcasmo.

 

Pero justo en ese momento, la mujer cometió el primer error, del cual, yo podría fácilmente tomar ventaja, pero no, quería una buena batalla, Al conjurar primero el oppugno, mi segunda acción, es decir el seccionatus, impactó en el pecho de la mujer sin ninguna clase de impedimento, y al la mujer realizar el evanesco, las medias lunas desaparecieron, pero dejando tras de sí una marcadas heridas en el torso de la mujer. Una ráfaga de viento recorrió el bosque haciendo susurrar a los árboles, la luz de la luna dio de lleno en mi rostro y los ojos rojos, denotando mi sed, brillaron macabramente.

 

―¡Oppugno! ―Dije yo en aquel momento y la araña viuda negra que la Rambaldi había controlado hasta hacía unos momentos, cambió de bando pasándose al mio. La orden que le di era clara, debía ir directo a la pantorrilla derecha de la chica e hincar sus venenosos colmillos para esparcir su veneno en el torrente sanguíneo de la misma. Si la mujer no hacía nada por impedirlo, entonces si estaría en problemas, pues tenía ya encima las heridas de las medias lunas y ahora un ataque venenoso.

 

¿Cómo era que cada que quería un poco de paz mis planes quedaban truncados por un externo? Ni yo mismo lo sabía, pero tal vez era solo cuestión de suerte, de destino. La vida me quería en constante movimiento en constante acción, importando muy poco si mi felicidad estaba de por medio, o mi tranquilidad, vaya. Ese duelo debía valer la pena, no dejaría que la chica muriese tan rápidamente. pues si ya estaba metido en aquel embrollo, al menos me divertiría.

 

―¡Oppugno! ―Dije de nueva cuenta y un cóndor que daba vueltas en las cercanías quedó bajo mi control, teniendo por orden defenderme ante cualquier ataque que fuese dirigido a mi persona. Le estaba dando un poco de tiempo a la mujer para que recapacitara si no quería morir, pues ataques mágicos, así como las estacas, eran nuestro mayor enemigo, mataban a los vampiros más rápido que la luz del sol.

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- ¿Qué es lo que pretendes hacer? – Pregunté sonriente al chico, al ver que intentaba dominar el animal cómo lo había hecho yo antes. Su conjuro no había salido, como tampoco las medias lunas negras. Al menos, podría sentirme a salvo aunque fuese durante un rato. No sabía con qué podía salir pero esperaba poder reaccionar a tiempo como otras veces. Aún así, yo me mantenía alerta, tan sólo, por si acaso.


Éramos dos vampiros que nos estábamos defendiendo o mejor dicho, estábamos defendiendo nuestro territorio de caza. Sí, bueno, yo solía cazar por la zona de las montañas pero esa noche me apetecía hacerlo cerca de casa, sobre todo por si me sorprendía la luz y tener que cambiarme apresuradamente. Suspiré, mantenía las distancias con el joven licántropo (en apariencia, claro) en los ocho metros mencionados anteriormente.


- Oh, no señor Ravenclaw –asentí con la cabeza ante sus palabras- por suerte, mantengo todos los sentidos en eso. No se preocupe señor –sonrisa maligna.


Minutos antes había ordenado a la araña que se escondiese, mientras tanto, hacía una floritura en el aire pero apuntando en su dirección. Más en concreto a sus bermudas. Sonreí ante lo divertido de la situación. No creía que al chico le hiciese gracia andar paseando en cueros por el bosque y si algún guardia muggle lo detenía podía verse en problemas:


- morphos –susurré a esos pantalones. El efecto era sencillo, que mutaran en una avispa marina y que se agarrase fuertemente a las piernas y a sus… Bueno, eso que tenían los hombres entre las piernas (xD) y que le inyectase su letal veneno. Estaba segura que le dolería muchísimo, básicamente porque era una zona bastante sensible. Al menos vería cómo se las arreglaba el Ravenclaw para conseguir el antídoto.


Vi que el chico intentaba hacer algo más encantar un ave para que estuviese a su merced:


- No, lo siento, como que no te lo voy a permitir –otra sonrisa macabra.


- silencius –otro efecto simple pero práctico. Ahora su hechizo oppugno se quedó en nada, sólo pudo mover los labios sin pronunciar sonido alguno. Sonreí satisfecha. Ahora en ésta ocasión en una orden mental le dije a la araña que se había escondido en una piedra cercana, no era muy alta, más bien pequeña, pero que la tapaba a la visión del vampiro << quiero que salgas, le piques en el talón de Aquiles y te vuelvas a esconder, pero sobre todo que no te vea>> y así lo hizo el bicho. Rápidamente como le daban sus ocho patas cruzó todo el terreno mientras Keaton estaba distraído. Pasó por detrás de un matorral y cuando estuvo preparada le hincó sus colmillos por detrás del tobillo. Luego de hacer su propósito, volvió a esconderse, pero en ésta ocasión, detrás del castaño grande como le había mandado hacer mentalmente, a la espera de otra oportunidad.



off: lamento contestar tarde, aunque, creo que al menos no pasaron muchos días xDDD

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