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That is not my name
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Un relámpago tronó en el cielo arriba de nosotros iluminando de una manera un poco tétrica las facciones de ambos rostros y, aunque no fuera de noche, el cielo nublado por la tormenta mantenía un ambiente en penumbras.Afortunadamente tenía puesta mi gabardina negra, suficientemente larga para cubrir por completo mis ropas interiores dejándose asomar solo mis botas gruesas que me llegaban hasta la rodilla, muy por arriba de los límites de aquella prenda de ropa.

 

Nos habíamos citado en una calle retirada de Ottery St. Catchpole, no queríamos que nos interrumpieran en nuestro enfrentamiento ni llamar la atención de nuestros vecinos. Me había colocado a mitad de la calle teniendo de cada lado, a una distancia de cinco metros, las paredes o verjas de las viviendas más cercanas. Un par de farolas estaban a la misma altura de ambos duelistas aunque, por la hora, no se encontraban encendidas. La lluvia se acumulaba en pequeños charcos de aquella empedrada, nada que fuera de preocuparse porque, a pesar del tiempo que había transcurrido, corría el agua hacia el sureste, por donde bajaba el amino.

 

Una pequeña reverencia realicé para mostrarle mis respetos mientras que sostenía con fuerza mi varita en la mano derecha, mis guantes me protegían de las inclemencias de aquella tarde y tenían un agarre especial con la madera de mi varita. Estábamos listos para comenzar con nuestro encuentro y, de manera veloz, lancé mi primer conjuro para poder tener una ventaja estratégica sobre aquella mujer.

 

- ¡Expelliarmus! - Era hermoso como la luz de mi rayo escarlata brillaba a su alrededor mientras cruzaba la distancia de ocho metros que me separaban de Caroline para impactarle de lleno en su pecho y así que saliera volando su varita lejos de ella.

 

Sonreí discretamente, al fin podíamos comenzar con aquel enfrentamiento mientras que nuestras voces y los sonidos de nuestros conjuros podían pasar desapercibidos por los relámpagos en el cielo pero para nosotros, que estábamos a una distancia relativamente corta, no sería ningún problema, podríamos distinguir a la perfección aquellos ruidos del ambiente con las palabras de nuestro contrincante, así no tendríamos barreras externas, tendríamos un duelo bastante justo y parejo.

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La luz del rayo fue tan potente que por unos segundos cegó a Caroline. Su condición de vampiro le daba muchas ventajas, como rapidez, fuerza y una visión optimizada, sin embargo, era precisamente por eso último que todo se intensificaba en sus verdosos ojos. Rápidamente se recuperó, centrándose en su objetivo, para que no la fuera a encontrar con la guardia baja. Aunque estuviera en un entrenamiento, ella no se dejaría perder y buscaría ganar fuese como fuese; no se trataba sólo de su destreza como duelista.

 

Al ver que Ishaya aún no se movía, Ryddleturn desvió su mirada sutilmente hacia la orilla de la vereda. Alcanzó a captar los faroles apagados y abajo de uno de éstos, un basurero bastante alto. El lugar estaba bastante desierto y era de esperar, debido a la lluvia torrencial que se extendía por todo Ottery. Caroline estaba completamente mojada y su vestido de nilo negro se pegaba a cada curva de su cuerpo. Sus desnudos pies estaban sobre una poza de agua, pero ella no sentía frío y no llegaría a sentirlo.

 

Instintivamente se puso alerta, cuando el hombre que estaba a cuatro metros de ella hacía una reverencia. Aunque se trataba de un pequeño acto de educación, quitó su varita de su muslo derecho, donde había estado sujeta por una liga. Pronto iniciaría la batalla y debía estar alerta.

 

—¿Te gusta la lluvia? —preguntó, mientras inclinaba levemente su cabeza hacia el cielo—. A mí me encanta...

 

Su momento de gozo personal fue interrumpido cuando Ishaya decidió atacarla. Vio el rayo que iba hasta ella y ágilmente blandió su vara de palisandro.

 

Protego —murmuró y un escudo casi transparente surgió frente a ella.

 

Su conjuro absorbió por completo el expelliarmus y desapareció cuando hubo cumplido su cometido. La Mortífaga estaba libre de cualquier peligro. Era el momento oportuno para que ella atacara, pero antes, debía pensar muy bien lo que haría. Tenía a su haber un sólo hechizo y debía aprovecharlo al máximo. Analizó sus posibilidades, lo que tampoco le llevó mucho tiempo. En casi un minuto decidió lo que haría y que a su parecer era lo más conveniente. Por segunda vez en esa tarde alzó su arma mágica.

 

Incárcerus —pronunció y tres cuerdas salieron disparadas hacia Ishaya.

 

Una quedaría sobre sus ojos, impidiéndole la visión. La segunda le rodearía la boca, de manera que no pudiera hablar y la última se enrollaría alrededor de sus muñecas, juntándolas en el amarre. Por el momento era suficiente para ella, ya que no tenía ninguna prisa en acabar con él y le sería realmente divertido si el encuentro alcanzaba a durar un par de horas. Cuando la noche cayera ya tendría que haber un vencedor, más que nada porque era la hora en la que ella salía de cacería.

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Mi contrincante se defendió de manera rápida de mi expelliarmus lanzando el escudo protector, era lo menos que podía hacer si no quería perder la batalla en el primer movimiento y, justamente por eso, era que había lanzado dicho conjuro. Tenía que ser más astuto que ella, no quería terminar de una manera precipitada el duelo, mucho menos quería ser quien perdiera el encuentro a pesar de ser un entrenamiento, debía de estar a la altura de mis años de experiencia.

 

Un nuevo relámpago nos llegó a iluminar, podía ver con claridad la figura de aquella mujer y decidí que lo mejor era irnos con cuidado al momento de actuar, sobre todo porque la estrategia que estaba manejando me podría dar mucho de donde avanzar.

 

- ¡Sectusempra! - Lancé con gran potencia mir ayo esmeralda para impactarle de lleno en el cuerpo de mi contrincante aunque, por su cuenta, ella me había lanzado tres gruesas cuerdas para impactar en mi cuerpo. Ambos conjuros dieron en su objetivo.

 

Alcé mis manos de inmediato para ponerlas sobre mi nariz ya que una de la cuerdas había tapado mis ojos, otra cubierto mi boca y la última en mis muñecas por lo que decidí desaparecerlas las tres al mismo tiempo juntándolas. El grosor de las cuerdas era bastante para poder dejarme sin posibilidades de hablar y sin ver, por lo que, al juntar la brecha que había en mi nariz, las tres quedaron pegadas para que pudiera realizar mi siguiente movimiento.

 

Evanesco, pensé y surtió en seguida efecto mi conjuro ya que se podían desaparecer las tres cuerdas si estaban juntas, sino, en otro caso muy diferente al mío, sólo desaparecerían una por una. Era una fortuna que hubiera decidido mandarme el hechizo de esa forma, de otra manera estuviera perdido.

 

Podía estar libre de aquella invocación, pero había gastado movimientos valiosos para mi defensa aunque, por otro lado, mi contrincante tendría que aplicarse un episkey de emergencia si no quería terminar con nuestro encuentro de manera muy repentina, en medio de aquella desolada calle bañada por la lluvia que seguía cayendo encima de nosotros.

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