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Herbología VIII - El Invernadero Subterráneo


Nate Weasley
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Alex Rexdemort

Thomas E. Gryffindor

"Cuenta la leyenda, que en los pasillos más recónditos del Ministerio de Magia londinense se esconde una habitación secreta que alberga algunas de las plantas más asombrosas y escalofriantes que la comunidad mágica haya visto jamás. Dicha habitación es un invernadero que desafía todas las leyes de la ciencia y que sólo es accesible para aquellos que verdaderamente muestren su valía en la disciplina de la Herbología. No obstante, cualquiera que busque encontrar aquel invernadero debe tener en claro que está seguro de hacerlo, puesto que puede no regresar jamás."

- . - . - . -

Esperaba sinceramente que sus alumnos se presentasen a la clase. A decir verdad, no estaba seguro de cuantas personas estarían a la altura de internarse en las profundidades del Ministerio de Magia en plena noche primaveral en busca de una habitación que ni siquiera sabían si existía y que, de existir, significaba un verdadero peligro para su integridad física y mental. Sin embargo, mientras planeaba la clase, había pensado que aquella constituía una verdadera aventura que buscaba disfrutar en compañía de jóvenes sedientos de conocimiento.

 

Fue por ello mismo que se presentó aquella noche en el atrio ministerial, diez minutos antes de la hora pactada con sus pupilos. Les había enviado una lechuza con los detalles de la clase, y si bien no había recibido confirmación o negación alguna, cabía suponer que sus alumnos asistirían. Ya eran casi las once de la noche y el ministerio parecía encontrarse prácticamente vacío, el silencio se sepultaba de forma intimidante sobre la enorme habitación, únicamente perturbado por el constante ruido del agua de la fuente que de a poco se perdía entre medio del silencio cuando su oído se acostumbraba a él.

 

En el suelo, junto a él, habían tres grandes mochilas de color caqui. Cada una de ellas contenía los más básicos elementos que un herbólogo necesitaba para sobrevivir como guantes de piel de dragón, orejeras mágicas, fertilizantes en bolsas de plástico, unos anteojos de plástico para proteger la vista y, como elemento más importante, un pergamino con los hechizos defensivos que siempre solía entregar para que sus alumnos estuviesen a la altura de la situación.

 

- Bienvenidos - dijo finalmente, una vez que el reloj marcó las once y sus alumnos llegaron - Mi nombre es Nathan Weasley, es un gusto tenerlos aquí. Seré su profesor de Herbología esta noche. ¿Gustarían presentarse y decirme cuál es su motivación para tomar la clase? Luego de eso podremos proceder.

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Axel no sabía exactamente como sería una clase de herbologia, sus conocimientos con las plantas no eran precisamente los mejores, por lo que continuaba leyendo una y otra vez el pergamino que había llegado aquella mañana. El hombre cerro los ojos, e intento relajarse, aunque seguía preguntándose, como podía ser la clase dentro del ministerio y peor en medio de la noche, aunque todas sus preguntas serian respondidas, o al menos eso esperaba.

 

La lechuza no especificaba mucho, por lo que el mago solo llevaba su varita en el bolsillo trasero de su pantalón de mezclilla, el cual se notaba que ya era algo viejo por tener las rodillas completamente destrozadas. – Den ministerium. – Susurró para si mismo, levantando el rostro observando la negra noche como descendía enfrente de la entrada del ministerio.

 

El Rexdemort entro lentamente al lugar, no sin antes mirarse en el reflejo de una ventana, no es que fuera un hombre vanidoso, pero al ver su pantalón roto con aquel tanktop gris solo sonrió para sí mismo, rezando por encontrar una sexy compañera a la que le gustaran las plantas, acomodándose nuevamente el cabello y revisándose la escasa barba. Sabía que el profesor seria hombre, así que solo quedaba por esperar conocer a los compañeros.

 

Los pasos del joven Rexdemort hacían un eco algo perturbador, era acaso que el lugar se encontraba totalmente solo, distinguiendo lo que parecía una sombra de un hombre mientras se acercaba, levantando un poco la cabeza para mirar al sujeto.

 

- Hej, Buenas noches. – Calculando una distancia de tres metros, Axel levantó la mano derecha, para dedicar un saludo al hombre al cual no parecía conocer, así que simplemente sonrió para ser cortes.

Llevando su mano sobre su tenue barba y después rascar su cuello, específicamente donde aquel enorme tatuaje de un tentáculo sobre su cuello, y mirar el lugar en silencio. En conclusión Axel sentía algo de nervios, pero mezclado con excitación, no sabía como podía ser la clase y le daba pena preguntar al hombre si el seria el profesor de Herbologia, que tal si pensaba que el Rexdemort cuestionaba su forma de enseñanza.

 

Los minutos en silencio pasaron hasta que llego otro sujeto. – Thomas.- Susurró para sí mismo al ver al Tonks llegar, el sería uno de sus compañeros, ojala pronto llegaran las chicas.

 

- No inventes.- Pensó cuando escucho a Nathan presentarse, solo serían los tres hombres, Axel sintió algo de decepción, 3 hombres en una oscura noche, no era precisamente un plan que el hombre estuviera buscando, así que solo le quedo de consuelo que sería una clase interesante, aún tenía la pregunta de que hacían en el ministerio y a aquella hora.

 

- Hej, yo me presento. – Dijo Axel, levantando la mano cuando el profesor finalizo la introducción. – Axel Rexdemort. – Sonriendo ampliamente, para proseguir. – mmm bwa, bueno desde hace tiempo tengo curiosidad por las plantas mágicas, hay varias cosas que quisiera aprender de las mismas. – Pasando su mano sobre su cabello. – Well, yo soy un mago meteorólogo, creo que puede resultar muy útil para mis estudios, conocer algo de Herbologia…. Iesh tengo curiosidad sobre la fuerza de las plantas, jeg que eh vivido en zonas frías, quisiera entender como es posible que algunas puedan resistir esos fríos vintre… inviernos, perdón. – Finalizó el hombre, cruzándose de brazos sin dejar de mostrar aquella sonrisa con aire seductor, quizá no habría mujeres para impresionar pero Axel le gustaba ser un típico Don Juan Vikingo.

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El joven mago inefable se hallaba en plena práctica de sus labores dentro de la Cámara del Amor cuando recordó que debía asistir a la clase del nuevo conocimiento mensual; esta vez titulado como: Herbología. Elros tenía pequeñas nociones sobre la materia en sí, pero las ideas eran muy vagas en su mente al tratar de recordar parte de las doctrinas que le fueron enseñadas en la Escuela de Hogwarts cuando era un niño ansioso y enérgico. La lechuza que su profesor le había mandado a su domicilio, llegó con días de antelación; la cual le comunicaba la hora exacta del encuentro en las dependencias del Ministerio de Magia antes de la media noche. -Creo que dejaré esto hasta aquí, Jessie. Te encomiendo revisar algunas muestras que quedaron pendientes sobre el brebaje de Lujuria… Cuando regrese veremos si los efectos de la poción son los esperados- pronunció el pelirrojo a su compañera Stabolito, quien se quedó dentro del recinto de análisis mientras él se dirigía a su punto de citación sin perder de vista sus deberes que cumplía al pie de la letra.

 

Tras salir del elevador mágico proveniente desde la novena planta; el ojiverde revisó con mucho cuidado la bolsa con hechizo de expansión indetectable que portaba, dándose cuenta que efectivamente había depositado en ella todo lo necesario para una cátedra como aquélla que estaba por comenzar. Su atuendo era bastante común, pues vestía con: una polera azul oscura, jeans azabaches algo desgastados por el paso del tiempo y un par de deportivas muy ligeras de color blanco que cubrían sus pies a la hora de encaminarlos por el empedrado de la zona más externa del Ministerio… el Atrio. <<Vaya, estoy justo en el tiempo>> se dijo a sí mismo cuando miró de reojo su reloj dorado de bolsillo, percatándose de que ya estaba a minutos de concretar la llamada de su nuevo docente. El ruido del agua de la fuente central del lugar, opacaba sus pasos apresurados cuando divisó a dos magos junto a tres mochilas de gran capacidad y tonalidad caqui; hecho que le cercioró de que no había errado en el día de entrega del conocimiento.

 

<<Axel>> caviló al reconocer a uno de los hombres junto al equipaje de expedición, lo que le causó bastante gracia al tener que topárselo muy a menudo por la Universidad. -Buenas noches profesor Weasley- dijo en una primera instancia, dejando que el Rexdemort fuese el que abriera la formalidad de las presentaciones del alumnado. -Thomas Gryffindor, señor. Trabajador del Departamento de Misterios… Justamente me encontraba en mis quehaceres nocturnos y tuve que acudir a la clase de forma… “precipitada”, pero no por eso menos entusiasta de recibir sus conocimientos- expresó el alquimista extrovertido, al mismo tiempo que su mirada esmeralda se cruzaba con la sonrisa seductora de su compañero que no parecía ser un muchacho que perdiera su tiempo, incluso localizándose en un nido de testosterona que podría ser envidiado por cualquier bruja. -Mi motivación… pues… ehh, no sabría decirles de forma exacta qué fue lo que me instó a inscribirme… pero lo que sí sé es que los seres vivos siempre me han llamado la atención. Cuando cursé Cuidado de Criaturas Mágicas me impuse como reto personal el tener que aprender más de Herbología… y para eso estoy hoy aquí, señores… para cumplir mi meta… “convicciones personales”- finalizó con osadía en sus últimas palabras.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Antes de que comenzaran a hablar, se permitió darles la espalda y cerrar los ojos por unos momentos; escuchó atentamente a sus alumnos, más prestó especial atención a la manera en que hablaban más que a lo que decían en sí. Aquella forma de percepción solía decirle mucho de sus alumnos, incluso más de aquello que pudiese recabar si los escuchase mirándolos directamente a los ojos. Esperaba que sus alumnos no tomaran aquello como una falta de respeto y que, de buena gana, le concedieran el beneficio de la duda en lo que respectaba a su comportamiento.

 

La primera voz fue más gruesa de lo que esperaba, y en ella encontró un acento y algunas experiencias que teñían su inglés de una totalidad que indicaba que era un extranjero. No pudo distinguir bien su lengua madre, más sospechaba que aquel hombre tenía habilidades lingüísticas que, si la situación se prestaba para ello, constituirían tema de conversación entre ambos magos. La segunda voz sonaba, de alguna manera, más apaciguada y calma que la precedente, lo cual fue refrescante para el Weasley. No obstante, lo que más le llamó la atención fue el vocabulario que utilizaba y su oratoria que tenía un estilo que hacía ya tiempo no escuchaba.

 

- Bienvenidos entonces, - dijo Nathan, habiendo ya vuelto a mirarlos a ambos dos - Creo, para fortuna de ambos, que hoy podremos abarcar contenidos que los ayudarán en lo que buscan saber. Ciertamente, tengan en mente que la expertía en una disciplina tan práctica como lo es la Herbología solo se logra tras años y años de exposición a las especies herbológicas, y dado que ustedes ya poseen una serie de conocimientos básicos que aprendieron en Hogwarts o cualquier otra escuela que se precie, me gustaría dar un paso adelante y enseñarles algo que estoy seguro les gustará. Síganme, por favor.

 

El mago los guió a través del atrio y hasta la plataforma donde se encontraban los ascensores que se incursionaban por las instalaciones ministeriales, transportando a sus transeúntes desde un lugar a otro en cuestión de segundos. Al ser de noche, los ascensores se encontraban completamente vacíos, y pudieron colarse dentro de uno sin problema. La puerta se cerró detrás de ellos, más el ascensor permaneció inmóvil dado que el Weasley no había oprimido botón alguno.

 

- Probablemente se habrán preguntado por qué los cité en medio de la noche en el lugar menos natural de todo el planeta tierra. Pero es que quiero que me ayuden a desvelar una antigua leyenda mágica que, con un poco de suerte, seremos capaces de probar cierta. - dio una pausa, y extendiendo su brazo oprimió el botón que los llevaría hacia el Departamento de Misterios - No sé que tanto estarán versados en literatura mágica, pero... ¿alguno de ustedes ha escuchado hablar sobre el Invernadero Subterráneo?

 

El ascensor se movió con brusquedad por una gran cantidad de pasillos que se extendían tanto horizontal como verticalmente en cualquier dirección cardinal. El viaje fue más corto de lo que el Weasley esperaba, y acto seguido los tres se encontraban caminando por el pasillo principal de aquel departamento, el ruido de sus pasos haciendo eco en las paredes de mármol negro que se extendían hasta alturas incalculables.

 

- La leyenda cuenta que dentro del Ministerio de Magia de Londres existe un invernadero subterráneo escondido en alguna parte del Departamento de Misterios. - dijo, sin darles tiempo de responder - A pesar de varios intentos, ningún mago ha sido capaz de encontrarlo antes, y es por tanto que he decidido intentarlo personalmente esta noche junto a ustedes. Debo advertirles, sin embargo, que promete ser una aventura peligrosa que no tengo idea alguna de como resultará. Por tanto, me veo obligado a detenernos un segundo por aquí.

 

Se detuvo sobre sus pasos y se dio vuelta para mirar a sus alumnos una vez más. Les indicó que revisaran en las mochilas que habían traído consigo y que buscasen un pergamino con hechizos defensivos.

 

- Entonces... ¿se atreven?

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<<¿Por qué nos da la espalda?>> se preguntó el Gryffindor con curiosidad, pues le parecía muy indiscreto que un docente de la Universidad realizara tal gesto de descortesía frente a sus alumnos en plena bienvenida a la cátedra. -Entonces me conformo con aprender lo esencial de la Herbología a través de alguien experto en la asignatura… como usted profesor. Está más que evidente que hoy no vinimos a convertirnos en peritos… pero sí a engrandecer la base de los conocimientos que tenemos cada uno- comentó segundos antes de asentir, con un gesto de su cabeza, a la petición del Weasley de que ambos asistentes a su clase lo siguieran; no sin antes echarse al hombro una de las mochilas de expedición que estaban a los pies del lugar de encuentro de los tres magos. <<Estos ascensores me van a matar algún día>> caviló con recelo, puesto que Thomas no gozaba de buena capacidad del equilibrio propio, lo que provocaba en él que cada vez que subía a un elevador, se mareara y terminase por vomitar todo lo que había comido en las últimas horas.

 

-¿Una antigua leyenda mágica dices? Vaya que nos trae excentricidades el Ministerio- dijo sonriendo; observando directamente a los ojos a Nathan, debido a que el maestro presionó el botón que los trasladaría a la novena planta de la institución mágica. -¡Hey! ¿Vamos al Departamento de Misterios? Yo vengo de allá… dejé a una compañera trabajando en...- fue lo que alcanzó a decir, ya que el ascensor empezó a moverse rápidamente; instando al inefable a que tomara una bocanada de aire antes de que las náuseas se apoderasen de él. -¿Qué es eso? Yo que estoy todos los días ahí… jamás había oído hablar de un Invernadero en las dependencias de Misterios. Menos sabiendo que para ingresar a una de las salas se debe tener la autorización de un empleado de allí… ¿No pretenderás que yo…- preguntó a su profesor, deteniéndose un segundo para tragar un conglomerado de saliva que estaba en su garganta. -… que yo los deje entrar a estas horas de la noche?- finalizó una vez que sus pies se posaron sobre el mármol negro que tan bien conocía el muchacho pelirrojo.

 

-Por mí genial… uno nunca termina de conocer el entorno que lo rodea- respondió mientras buscaba en su mochila aquel pergamino que Nathan les había solicitado sacar, percatándose que en él había escrita una lista de hechizos útiles para la disciplina; siendo los últimos dos de carácter novedoso para él. -¿Cuál es el plan entonces?- consultó; dejando que Axel diera su impresión con respecto a lo que estaban at portas de realizar sin tener permiso alguno de la autoridad correspondiente; porque de ser descubiertos, recibirían indudablemente un regaño o una sanción grave.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Axel se mantuvo en silencio escuchando a Thomas, y después observando a su profesor con cierta curiosidad, llevando su mano derecha sobre su barbilla en completo mutismo, hasta que esbozó una sonrisa al escuchar hablar de las escuelas mágicas, Axel tenía muy pocas bases en herbologia, ya que en una escuela como Drumstrang no era precisamente una asignatura muy popular, considerando que la mayor parte del año escolar, la escuela estaba bajo nieve.

 

- Uff. – Suspiró intentando recordar lo básico de sus cursos de plantas, cuando la primera orden del profesor apareció, y Axel solo imito a Thomas tomando una de las mochilas que se encontraban en el suelo, y llevándola al hombro.

 

Axel conocía el ministerio, el hombre al final de cuentas era parte del consejo de Warlocks, aunque esa fuera información que pocas personas sabían, al fin de cuentas Axel solo hacia acto de presencia en algunas reuniones y cobraba el sueldo. Así que al llegar a los elevadores solo entrecerró los ojos, abordando la cabina.

 

Nathan obtuvo toda la atención del escandinavo, cuando empezó a hablar acerca de leyendas, pero al oprimir el botón el mago, solo se sacudió con el movimiento, acomodando la mochila en sus dos hombros y usando las correas para atarla a su torso.

 

- ¿Invernadero Subterráneo? – Repitió haciéndose más claro su acento, y volviendo a sonreír complacido, descifrar leyendas era algo que Axel le gustaba esa noche imitaría a Frodi Fridleifsson, y más si se trataba de entrometerse en un departamento, el Rexdemort solo rio un poco, después de aceptar con un movimiento de su cabeza.

 

- Well, a mí me agrada la idea. – Dijo el tatuado hombre sin pensarlo, llevándose la mano derecha sobre el cabello, y mirar con curiosidad una vez que habían llegado al piso correspondiente.

Había escuchado a Thomas hablar de que él trabajaba en aquel departamento, así que sería más interesante, buscar ese lugar.

 

- Vale, venga. – Moviendo un poco su mochila, para buscar el pergamino que estaba adentro, no sin antes hurgar dentro de la misma, el joven era curioso y esa mochila estaba llena de cosas interesantes, así que sin cerrarla y leyendo rápidamente la hoja de papel, Axel levanto la mirada y busco la complicidad en los ojos de los dos hombres que lo acompañaban. – Entonces ¿Buscaremos en todo el departamento? – Tomando el pergamino y doblándolo en dos, para meterlo en la bolsa de su pantalón.

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- No quiero que se preocupe por tales asuntos, señor Gryffindor. - dijo Nathan, dándose vuelta habiendo obtenido el visto bueno de ambos alumnos y disponiéndose a enfilar por el laberinto de pasillos que caracterizaban a la planta del Departamento de Misterios - La Universidad es una parte muy importante del sistema educativo mágico británico, y como tal tiene las concesiones suficientes como para estar aquí esta noche. Hoy no está aquí como empleado, sino como alumno... así que, relájese y diviértase, de seguro le vendrá bien.

 

Ninguna de sus palabras tenía reproche alguno, más quería dejar en claro que no quería ser cuestionado sobre el tema. Si bien era cierto que el como profesor de la Universidad tenía ciertos derechos en los terrenos de Hogwarts y el Ministerio, no estaba seguro de si estos se extendían a incursionar por las instalaciones ministeriales en plena noche y mucho menos infiltrarse en el Departamento de Misterios. No obstante, confiaba en que su juicio había sido bueno y estaba seguro que, de haberle dicho a los directores cuales eran sus planes, no habrían opuesto resistencias.

 

- Para nuestra suerte, eso no será necesario, señor Rexdemort. - dijo Nathan doblando en una esquina y llegando a un pasillo sin final - Verá, hace varios años, un herbólogo jamaiquino muy conocido llamado Kalev Smaiters, estuvo de visita aquí en Londres e intentó buscar este mismo invernadero. Desafortunadamente, no tuvo éxito en la misión, más tuve la suerte de conocerlo en uno de mis viajes y me confesó un pequeño secreto.

 

Justo cuando dijo eso, sacó su varita que yacía guardada en el bolsillo de su túnica, y la enarboló. Acercó la punta de su objeto más preciado hacia la pared derecha de mármol negro y la apoyó justo en un punto donde el reborde de cinco ladrillos confluían. El lugar donde su varita tocó la pared comenzó a brillar de manera intensa, más el Weasley sabía que eso no sería suficiente para que la puerta trampa se abriese.

 

- Alumnos, por favor, saquen sus varitas y toquen con ellas en estos puntos que ven aquí. Señor Rexdemort, a mí derecha. Señor Gryffindor, usted por la izquierda. - dijo a continuación, enseñándole a los magos donde colocar sus varitas.

 

Una vez que los ambos apoyaron sus varitas sobre la pared, los puntos comenzaron a brillar con una intensidad furiosa y una línea comenzó a describirse entre los tres puntos para luego extenderse por el el contorno de otros ladrillos describiendo una secuencia zigzagueante. Finalmente, el brillo cesó y la puerta trampa se abrió a un costado, desvelando un pasillo oculto que estaba sumido completamente en la oscuridad.

 

- ¡Lumos! - dijo el Weasley, y la punta de su varita se iluminó, reflejando algo de luz en el pasillo que aún poseía una penumbra impenetrable - Después de ustedes, caballeros.

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-Entiendo, profesor Weasley. Mi intervención solamente fue hacer una pregunta de rigor. Usted sabrá que nosotros… los magos inefables del Departamento de Misterios… no dejamos que muchos visitantes ingresen a nuestras instalaciones; pero he de reconocer el significado de la autoridad que representa la Universidad Mágica y sus dos directores- comentó el initié con un dejo de seriedad en su tono de voz; para luego tratar de calmar su tensión emocional, clara y evidente, con tal de disfrutar su clase de conocimiento junto con divertirse siendo alumno mientras aprendía sobre Herbología. Fue así que los tres hombres se encaminaron por los gélidos y azabaches pasillos de la novena planta, doblando cada cierto tramo hasta arribar a lo que era un largo recoveco que el Gryffindor no había pisado jamás en sus días como trabajador; hecho que le llamó curiosamente la atención tras darse por enterado de que Nathan sabía muy bien hacia dónde tenía que encauzar sus pies para dar con el destino que, a ciencia cierta, el herbólogo jamaiquino le confesó en aquel viaje.

 

<<¿Qué es lo que hará ahora?>> se preguntó el ojiverde cuando se percató de que el guía, docente de la expedición, desenvainó su varita frente a su mirada expectante; realizando una seguidilla de maniobras que dieron lugar a un extraño brillo que floreció desde el mármol negro de la pared que anteriormente el Weasley hurgueteó con su arma. -Está bien, profesor- contestó; obedeciendo la indicación del mago tras sacar y luego empuñar a Lion en su diestra con suma firmeza y seguridad. Una vez del lado izquierdo al catedrático, Elros apoyó su varita en el lugar exacto donde debía de hacerlo; ocasionando que el resplandor aumentase en intensidad y se trazara una línea zigzagueante que dio paso a una puerta secreta que, posteriormente, reveló un pasillo oculto que el fenixiano no reconoció ni por rumor de conventillo entre sus compañeros de labores. -Ehh… Gracias…- reaccionó algo pasmado el adolescente británico.

 

-Lumos- susurró con valentía tras avanzar en la primera posición en aquel escueto y tétrico pasadizo escondido que su mentor había develado sin mayores inconvenientes. -Vaya que lugar más húmedo… se siente el olor a encierro. Seguramente… tendremos varias cepas de hongos que vivirán por estos lados. Le tendré que decir a Juv que necesitamos fumigar de manera urgente en el departamento- manifestaba el extrovertido Thomas, caminando a paso seguro con su varita iluminada en su extremo distal. -Axel… ¿Conocías todos los hechizos que estaban en el pergamino? Podríamos ver sus efectos más adelante ¿No crees?- le dijo con malicia al Rexdemort, mirándole con una chispa de complicidad que seguramente el docente no percibiría al venir al final de la fila india en medio del callejón. En eso, un agudo y fuertísimo grito se oyó por todos los escondrijos del área; chillido penetrante que obligó al Gryffindor a llevarse ambas manos a sus oídos con el afán de tapárselos para minorizar la enérgica onda sonora que por poco le rompe los tímpanos. -Hay… hay… creo que hay una colonia de Mandrágoras cerca… y… claramente no están en sus maceteros o bajo tierra… ¿Qué hacemos?- consultó, casi gritando, sin destapar sus conductos auditivos.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Axel solo acato las ordenes, el departamento de misterios no era un lugar que el danés conociera muy bien, para ser honestos había estado allí dentro contadas veces, era por eso que no sabía que podía esperar.

 

Sonriendo ligeramente cuando sacaron las varitas, Axel se apresuró a tomar la suya con fuerza, y seguir las indicaciones, mirando con asombro el espectáculo que había ocurrido con el muro. – No me esperaba eso. – Dijo para sí mismo el vikingo, llevando su mano derecha sobre su nuca, donde se podía observar una garra de un dragón rojo salir por debajo de la ropa del hombre.

 

Axel fue el tercero en utilizar Lumus sobre su varita, para intentar entrar en la oscuridad del pasillo, siguiendo paulatinamente a Thomas, mirando sobre su hombro para localizar al catedrático el cual tenía un semblante complacido, al parecer el también moría de ganas de conocer tal invernadero.

 

Los pasos de los magos sonaban con un eco sordo, eso significaba que el piso estaba algo húmedo, Axel observaba el piso, con ayuda del brillo de su arma, la temperatura había cambiado un poco, que extraño.- Pensó el joven, sin dejar de avanzar cuando las palabras de su compañero el que iba enfrente de los demás, le llamaron la atención. – Yeah, conozco los hechizos, pero creo que será mejor usarlos con plantas.- Sonriendo aun en la oscuridad, aunque no estaría mal tener un duelo, aunque el pasillo no era el mejor escenario posible.

 

- ¿Qué demonios? – Dijo el danés, llevándose las manos a las orejas mientras dejaba caer la varita sobre el suelo, el cual ahora se veía con más tierra, e incluso algo de hierba crecía debajo de sus pies.

 

Axel recordó que había visto un par de orejeras dentro de la mochila que el profesor les había previsto, girando rápidamente el hombro para colocar su gran bolsa, abrirla sin pensarlo y buscar aquellas orejeras.

 

- Buff. – Sacando las orejeras y colocándoselas rápidamente, esperando que su profesor y Thomas hicieran lo mismo. Para percatarse que la bota de Thomas aplastaba algo verde.

 

Axel se inclinó para tomar su varita del suelo, notando que ya no estaba pavimentado, el suelo había cambiado a tierra. – Heeeeeeeej. – Dijo casi gritando a Thomas, cuando levanto su varita y apunto al zapato de su compañero para que se diera cuenta que era lo que producía el agravado sonido. Por la oscuridad del lugar, había pisado un tallo de mandrágora, la cual había reaccionado llorando, haciendo que sus compañeras plantas la imitaran. –

 

- ¿Ahora qué? – Dijo aunque parecía que su voz no hacia ruido comparado con el llanto de esas plantas, levantando los hombros dirigiéndose a Nathan.

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Para su sorpresa, sus alumnos no manifestaron aversión alguna a atravesar el muro y, por el contrario, portaban un semblante aventurero que le dio un deje de nostalgia por sus primeras incursiones en la herbología. Recordaba aquellos días perfectamente, casi como si hubiera sido ayer, cuando creía que no debía haber mucho más para saber sobre las plantas que lo que había estudiado (fervientemente, valía aclarar) durante su estadía en Hogwarts. Cuan equivocado estaba... la profesora Sprout se había encargado de enseñárselo una vez que lo había tomado como su tutorando.

 

- Una de las reglas básicas de la herbología - dijo, apenas comenzaron a caminar por aquel pasillo en semi-penumbra - es la precaución. - justo en ese momento, y casi como si el destino quisiera probar cuan irónico podía ser a veces, un chillido extremadamente agudo resonó en toda la caverna y obligó a los tres magos a tapar sus orejas con cuanta fuerza pudiesen proferir. Nathan sabía que el grito de mandrágora podía llegar a ser fatal en algunas ocasiones, más el tono del grito le indicaba que no se trataba de más que unas mandrágoras inmaduras.

 

Nathan imitó a su alumno y se colocó las orejeras mágicas, para luego alzar su varita en dirección a una de las mandrágoras - ¡Diffindo! - el hechizo ocasionó que el tallo de la mandrágora más cercana se viera seccionado y su grito se acallara. Tan pronto como habían comenzado, el resto de las mandrágoras apagaron su grito víctimas del miedo, y de pronto aquella caverna se vio sumida en un silencio total.

 

- Habrán visto que no perecimos bajo el grito de estas amigables criaturas, eso es porque las mandrágoras son incapaces de alcanzar un estado de maduración total sino están expuestas a la luz del sol. Me atrevo a decir que si fueron colocadas aquí a modo de guardia, quien lo hizo tenía un muy pobre conocimiento sobre estas criaturas. - Nathan hizo un gesto con su varita, instándoles a avanzar y procurando que tuviesen mayor cuidado - Como les decía, una de las reglas básicas que tenemos es la precaución. Antes de actuar, analicen la situación en la que se encuentran y evalúen las alternativas posibles... por otra parte, otra regla que tenemos, es la creatividad. Casi cualquier planta mágica puede ser derrotada con fuego, más es imperioso que sepan controlarlo si van a recurrir a aquellos medios.

 

Los tres magos se internaron aún más en las profundidades del Departamento de Misterios, y llegó un momento en el que el pasillo se ensanchó de tal forma que los tres pudieron avanzar al unísono en una única línea. A pesar de que la luz de su varita era bastante débil como para penetrar aquella densa oscuridad, a lo lejos podía divisar una especie de punto luminoso que titilaba constantemente. Estaba a punto de extrañarse por lo calma que se encontraba la situación cuando sucedió.

 

Del suelo, las paredes y el techo comenzaron a salir diversas tentáculas de lazo del diablo que se expandieron en todas direcciones y comenzaron a sujetar las extremidades de los tres magos, privándoles del uso de sus varitas. Al mismo tiempo, se contorneaban alrededor de su torso dificultando la respiración y causándoles un dolor que pronto sería inaguantable. Su varita aún expedía una luz que parecía haberse hecho más fuerte a causa de su miedo, y a causa de ella podía ver el pánico reflejado en la cara de uno de sus alumnos.

 

A pesar de lo peligroso de la situación, había escogido la aventura correcta para probar la valía de sus pupilos.

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