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Prueba de Hablantes de Pársel #1


Lawan Nguyen Thanh
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El sonido del alba y el susurro de las cigarras, la luz del sol apenas estaba apareciendo en el horizonte, en medio de la universidad, todo era una paz tranquila y amena, no muchos habían ya comenzado sus actividades, y en un punto alejado se encontraba la casa del arcano de la lengua de Pársel.

 

Su bungaló tenía un aroma similar a cominos y clavo, Lawan esperaba a sus dos primeras pupilas, el día de la prueba había llegado y el anciano hombre al parecer esperaba el éxito de sus alumnas pues había empezado a cocinar muy temprano.

 

El anciano picaba finamente unas hojas de menta y albaca, mientras sazonaba la salsa hoisin, y hervía algo de té de coriandro y brotes de soja, hasta que una serpiente bajo del muro de la humilde cocina del hombre. – Ya llegaron. – Siseo el animal, a lo que el hombre solo movió la cabeza y pidió que las dejaran entrar.

 

Con pasos lentos, vertió el té en dos cuencos y los llevo a la pequeña mesa enana que se encontraba en el centro de su habitación, para sentarse en el piso en espera de las pupilas.

 

- Nos volvemos a encontrar.- Apuntando al suelo, para que las mujeres se sentaran con el sobre el piso, donde el silbido de varias serpientes se hacía presente.

 

El hombre bajo un poco la cabeza y ofreció el té a cada una con las dos manos, una costumbre asiática que demostraba respeto, significaba que Lawan estaba seguro que ellas dos estaban listas para la prueba final. – Bébanlo todo ahora que está caliente, preparo un poco de pho, quiero que ambas tengan suficiente energía para la jornada, la prueba es dura y los retos que les esperan son complicados. – Las palabras del hombre hicieron que varias serpientes susurran entre sí, quedando en completo silencio una vez que ambas mujeres bebieron el té.

 

- La prueba es difícil, primero que todo varitas, anillos, amuletos, pociones, libros; estará todo prohibido, deberán utilizar solo sus habilidades propias y únicas. Coloquen todo sobre la mesa, se los entregare una vez que estemos dentro de la pirámide. – Esperando que las mujeres entregaran lo que el hombre había demandado.

 

- Les explicare a grandes rasgos los pasos de la prueba de Pársel.-

 

Primero tendrán que llegar a la Gran Pirámide, la isla que se encuentra en medio del ateneo, la travesía en bote no será fácil, deberán convencer a las serpientes marinas que las ayuden, o por lo menos que no les dificulten más el camino. La serpiente más grande, Levia vive allí, cuidado con ella aunque si la convencen de que las ayude será más fácil que lleguen a la isla. – Aunque el anciano olvido decir que las serpientes del lago tenían la orden de matar a todo ser vivo que tocara sus aguas, quería observar como serían capaces de atravesar ese lago solo con el poder de convencimiento.

 

Una vez llegando, deberán buscar el Amrita, es un néctar que se encuentra dentro del bosque lo custodian varias serpientes, tengan cuidado buscándolo, porque el bosque es difícil y las pocas serpientes intentaran confundirlas, la mitad de las serpientes mentira, la otra mitad dirá la verdad, así que sean inteligentes, y piensen bien las cosas. Intenten descubrir quien las quiere ayudar, y quien por el contrario, las quiere perjudicar. -

 

- El Amrita es un poderoso antídoto hindi a todo veneno, lo cual les será útil. – Levantando la mirada y buscando los ojos de sus dos alumnas. – Considerando que el té que acaban de beber es una infusión de veneno de Naja Naja, perejil, soja y algo de azúcar para evitar el mal sabor.-

 

Retirando los cuencos vacíos, cuando las alumnas se dieron cuenta que habían sido envenenadas por el viejo arcano. – Es un veneno poderoso, tienen solo aproximadamente 4 horas, antes de morir, tengan mucho cuidado con las reacciones secundarias, los mareos, el vómito y sobretodo la pérdida del conocimiento. Si alguna de ustedes se encuentra en peligro, me vere forzado a ir por ustedes y cancelar la prueba. Definitivamente. -

 

- La parte final, Jiangxi las estará esperando en el inicio del laberinto de setas, la enorme serpiente espera su regalo, un tazón de Pho, uno de pollo y otro de res, respectivamente. - Apuntando con los ojos a los fideos que se encontraban en la cocina y sonriendo un poco. - Esa vieja víbora tiene fauces enormes, y con siete metros es un enemigo poderoso, además de que no escucha palabra alguna, si se llega a enojar. – Les aconsejo, cuiden el tazón de Pho, como si se tratara de su vida, si los fideos llegan mal, o llega frio, créanlo Jiangxi no es nada amable, y enfretarse a un aninal asi con las manos desnudas, no se los recomiendo.

 

- Si Jiangxi se siente satisfecho, el les entregara sus pertenencias. -

 

- Finalmente cuando crucen el laberinto, habrán llegado a la Gran Pirámide, donde nos volveremos a encontrar en la sala del Portal de las Siete Puertas, pero eso lo dejaremos para más adelante. Levantándose hacia la pequeña cocina, servir los dos tazones de fideos, y colocar un trozo de hule para tapar los tazones. – Están algo calientes.- Llevando enseguida los platos a la mesa y volviéndose a sentar.

 

- En resumen, deberán cruzar el río, encontrar el Amrita, cuidar el tazón de pho, y no morir, así que lo vuelvo a preguntar por segunda ocación. ¿Mia es tu deseo afrontar la prueba de los hablantes de Pársel? – Girando la cara hacia la otra mujer. – Leah… ¿Deseas afrontar la prueba de los hablantes de Pársel? – Lawan les estaba dando la oportunidad de retirarse, si ellas aceptaban el hombre tenía el antídoto para el veneno y todo habría terminado allí mismo. Si decían que sí, deberían ir rápido al centro del ateneo, tomar los dos botes que se encontraban cerca del muelle y empezar con la prueba, el tiempo corría y el veneno se extendía lentamente sobre la sangre de las alumnas.

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Desde el momento en que se sentó frente a Lawan sintió una alarma sonando en lo más profundo de su cabeza, haciéndola sentirse completamente desconfiada. Sus ojos estudiaban al anciano mientras se movía y luego se posaron en la bebida que les ofrecía con una mezcla de inseguridad y desagrado. ¿Acaso era soja lo que despedía aquél brebaje? Arrugó la nariz al tomar el cuenco y esperó a que el hombre no se diera cuenta de que evitaba beberlo, hasta que este pidió que lo bebiera caliente.

 

Inhaló todo el aire que había en la sala en un segundo y tras lanzarle una mirada a su hermana, se llevó el borde del cuenco a los labios, echando la cabeza hacia atrás para que el líquido pasara lo más rápido posible por su garganta. Hizo todo lo posible para pegar la lengua en la parte inferior de su boca, tratando de no sentir el sabor, pero incluso cuando el líquido tocó sus papilas gustativas no sintió nada del otro mundo. No era desagradable, pero tampoco algo que disfrutara. Lo bueno era que al ser un demonio el calor le daba igual y por eso no pestañeó con el líquido hirviendo adentrándose a su cuerpo.

 

—No está tan... —el murmullo quedó a medias cuando escuchó lo que tenía que hacer a continuación y terminó cuando su mandíbula se cerró con fuerza—... mal.

 

¿Dejar su varita? Se quedó completamente inmóvil, sintiendo las tripas revolverse ante la mención de semejante atrocidad. Para cualquier bruja o mago, aquello era un insulto a su magia. La varita era parte de ellos a un punto que un muggle jamás entendería, pero que un mago se lo pidiera... Por un momento cuestionó incluso la posibilidad de mandarlo a volar e irse, pero la ambición era más grande que su orgullo en ese momento. Con las pupilas fijas en las del vietnamita, sacó la varita de la manga derecha de su túnica azabache y la deslizó por el brazo, sintiendo una vibración de reclamo de parte de la madera de almendro en cuanto la dejó en la mesa.

 

Acto seguido y aún sintiendo que se había dejado una extremidad ahí, se quitó los amuletos del cuello. Era una única cadena y sólo había una piedra multicolor en él, pequeña y delicada, pero en cuanto tocó la superficie de la madera se separó en al menos cinco amuletos diferentes. Lo mismo pasó con el anillo en su mano derecha. A primera vista parecía sólo uno pero cuando lo abandonó se separó en tantos, que se tomó un segundo para apilarlos todos. Ahí delataba la cantidad de poder que manejaba con disimulo todos los días, sólo que ahora no servía de nada, sólo debía escuchar lo que le deparaba.

 

En un principio le hizo gracia saber que estaba envenenada, de alguna forma había imaginado que algo debía tener aquella cosa. Pero luego su mirada se ensombreció como una clara amenaza, de que si no hacía nada contra él era porque le interesaba terminar la clase de una vez por todas. La habilidad de Parsel era más importante para ella de lo que podría imaginarse cualquiera y tenía que lidiar con el viejo Arcano por unas horas más, eso era todo. Anotó mentalmente cada una de las pruebas que le iba diciendo el mago y se puso de pie cuando este fue por el Phở, la sopa tradicional vietnamita, soltando una risa amarga tras sus palabras.

 

Después de envenenarme, quemarme debe ser toda una preocupación —dijo en Parsel al inclinarse para tomar la sopa de res y ensanchó una sonrisa—. Quiero tomar la prueba. Mía, Lawan.

 

Sin decir nada más, estiró la mano cuando iba saliendo y recibió a Nailah, quien saltó como una vieja amiga a su extremidad para acompañarla en la travesía.

 

~o~

 

Descubrió que la caminata parecía agotarla más de lo normal después de haber bebido aquél té y maldijo en pensamientos al Arcano. No recordaba la última vez que se había sentido cansada por un esfuerzo físico tan mínimo, como andar del bungalow al centro el Ateneo. Era delgada y baja, si se veía su estatura como punto de referencia, pero tenía un cuerpo atlético y tenía más fuerza que un humano común. Pero el veneno que estaba en su torrente sanguíneo la hacía respirar con dificultad y el escaso sol había hecho que su frente se perlara con sudor, haciendo que mantuviera los ojos entrecerrados mientras sentía cada músculo moverse.

 

Nailah parecía sentirlo también, se había enroscado con menos fuerza en su brazo y la miraba constantemente, volviendo sus fríos ojos al frente para tratar de que no notara su preocupación, como si ella no pudiera darse cuenta. Pero tampoco era capaz de decirle nada, en realidad podía considerarse un gran avance que una Mamba Negra sintiera tal empatía con ella sin haber terminado la prueba aún. O haber empezado, mejor dicho. El bote la esperaba junto a uno igual, el que estaba destinado para Mía, listo para llevarla la dichosa isla que el Arcano había mencionado. La sopa en sus manos apenas humeaba por la tapa de hule pero la sentía hirviendo en sus manos, sin llegar a quemarla, más pesada de lo que recordaba.

 

El lago —siseó su serpiente, alzando la cabeza de pronto.

 

Yo también lo siento —asintió la rubia, justo cuando se detenía al borde del agua—. Está repleto de serpientes, escucho sus murmullos.

 

De un salto ágil, Nailah se adentró a la pequeña embarcación y esperó con fidelidad a que ella hiciera lo mismo. Ella primero se aseguró de que el bote estuviera en perfectas condiciones. No tenía ninguna forma de repararlo si llegaba a tener un agujero y aunque podía nadar, lidiando en pequeña medida con las serpientes, la sopa era lo que le preocupaba. Después de revisar cada flanco con atención, metió la sopa en un pequeño espacio donde irían sus pies y luego se metió ella. Aquello la hizo perder más energía de la que esperaba y se tomó un tiempo antes de tomar los remos. ¿Cómo se suponía que funcionaba eso?

 

Tardó más de lo debido en aprender a controlar los remos y para cuando lo consiguió, unos cinco minutos después, Nailah había tenido la prudencia de enroscarse alrededor del envase de la sopa para evitar que cediera ante los movimientos que la Nigromante provocaba al bote. Y la travesía empezó. Si antes había tenido la frente perlada, ahora las gotas resbalaban por sus mejillas enrojecidas. Con cada movimiento de sus brazos aplicaba menos fuerza de la que estaba acostumbrada, avanzando a paso lento por las aguas del lago y cansando a su cuerpo afectado por el veneno. Después de los primeros diez minutos, había descubierto que el agua se movía menos de lo que creía, era el mareo el que hacía que viera doble y lo único que la llevaba a su destino era la borrosa imagen de la isla a la que debía llegar.

 

Cuidado.

 

La serpiente había estado hablándole hacía rato y ella no la había escuchado, perdida en su tarea. Fue entonces cuando notó que no se había movido nada porque algo empujaba sus remos hacía atrás. El agua en realidad no era agua y ella no estaba sobre ella, estaba sobre cientos de serpientes enfurecidas. Pestañeó con rapidez hasta que pudo enfocar correctamente y por poco recibe la mordida de una serpiente de mar que saltó hacia ella con brutal precisión. Logró apenas esquivarla por poco y Nailah salió a su rescate, abriendo las fauces para dejar escapar un poco de veneno de sus largos colmillos como una advertencia: si la tocas, mueres.

 

Eso sería de ayuda, porque la aturdida bruja apenas podía moverse a tiempo para evitar los ataques. ¿Qué era lo que había dicho Lawan sobre el lago? Ingenio. Si no podía usar magia y evidentemente no podía usar el anillo anti venenos, que ahora reposaba junto a sus amuletos de curación y demás en la mesa del Arcano, tenía que usar la cabeza. No podía irse, dejando a la serpiente y la sopa, tampoco podía simplemente pasar a nado entre sus atacantes. Así que debía convencerlas de alguna manera. Movió la cabeza, acomodando sus ideas con brusquedad y miró a su atacante, que seguía dentro del bote con las fauces abiertas al igual que Nailah, desafiándola.

 

No la lastimes —pidió en Parsel, llamando la atención de la intrusa.

 

Esta parecía ofendida por el comentario, pues giró su plana cabeza hacia la Mortífaga.

 

Humana, muerte.

 

No te digo a ti —dijo con tranquilidad, señalando a Nailah con un movimiento de cabeza—, le pedí a ella. No debe hacerte daño.

 

¡Muerte!

 

Quiso torcer el gesto, pero sabía que eso no era lo que la sacaría del primero de muchos aprietos.

 

No soy humana, soy una bruja. Nailah es mi compañera —tragó saliva, notando que esta se hacía más espesa y que esto le provocaba unas náuseas severas—. Debemos llevar esto a Jiangxi.

 

La serpiente reparó por fin en la sopa y pudo percibir cierto temor en su expresión de ofidio. ¿Así que eso era? El "click" en su cabeza le acomodó las ideas más que el movimiento anterior de su cabeza y supo que había dado en el clavo. Incluso las serpientes enloquecidas con sus remos parecieron bajar el ritmo de sus ataques, puesto que sus brazos habían dejado de moverse como dos tallarines con cada estocada de las criaturas. No había puesto mucha resistencia, simplemente tenía que probar que no tenía intención de hacer más que alimentar a la bestia que había mencionado Lawan.

 

Si no lo alimentamos pronto, es probable que salga a buscar alimento y ya que no se le tiene permitido ir a los terrenos del Ateneo...

 

Una serpiente tan grande debía ser una amenaza significativa para pequeñas como ellas, así que no dudó que pudieran sentirse mucho más inclinadas a dejarla pasar. Las fauces de ambas serpientes se cerraron, Nailah captando sus intenciones y la otra meditando sus palabras. Y en el agua, ya ninguna se movía, por lo que sus brazos se sentían curiosamente dormidos ante la falta de movimiento.

 

¿Jiangxi?

 

La rubia asintió y la serpiente se deslizó de nuevo al agua.

 

Comer humano lo mantendrá ocupado...

 

Todas y cada una de las serpientes descendieron entonces, dejando que el bote se quedara quieto otra vez en el agua y que ella respirara. Nailah se enroscó otra vez entorno a la sopa, claramente malhumorada por no poder ejercer la presión de sus colmillos en el cuello de cualquier insolente y se mantuvo en silencio, sacando la bífida lengua como señal de malas pulgas. Ella por su parte se tomó unos momentos antes de seguir adelante con los remos. Pudo ver el daño que habían creado las serpientes en ellos, pues pequeñas astillas sobresalían de la madera en demasiados sectores, pero no era suficiente para impedir su uso. Así que casi veinte minutos después, arribó a la orilla, donde lo primero que hizo fue lanzarse a un lado a vomitar.

 

De no ser porque el amor propio era más grande que su mareo, al caerse del bote habría caído en su propia desgracia, pero se las arregló para caer del otro lado. Nailah esta vez no trató de ocultar la lástima que sentía por ella y si ya se sentía mal antes, se sintió más miserable después de ver cómo saltaba hacia ella como una mascota indefensa. El mareo se apoderó de ella poco después, llevándola a cerrar los ojos con fuerza por un cuarto de hora que sólo hizo que su cuerpo se debilitara aún más. Al separar los párpados todo se veía más oscuro y sentía una sed imposible.

 

Vamos... —con lentitud se impulsó hacia arriba, ignoró el dolor del cuerpo y volvió a encontrarse con la sopa. La muy desgraciada seguía caliente—. Necesito ese antídoto.

 

Su decisión parecía animar a la mamba, que se arrastró por el suelo para guiarla. Desde que la había conocido se subía a su brazo para que la cargara y sabía que si no lo hacía era porque o bien temía que se fuera de lado o le preocupaba que al caerse ella se viera entre el brazo y el suelo. Sonrió de medio lado ante la segunda opción y la siguió con tranquilidad, atenta a lo que había alrededor. Plantas, árboles altos y uno que otro arbusto. Todos cerrando el paso en algunas ocasiones, haciendo que cambiaran de dirección. Con lo fácil que habría sido usar la varita para ubicarse.

 

Intrusa.

 

De un salto, algo más lento de lo común, se apartó del camino de una boa que saltaba desde una rama hasta ella. Nailah estaba rodeada por tres serpientes más y aunque sabía que podía con ellas, también temía que pudieran vencerla. Se enfocó en la constrictor, presionando la sopa entre sus dedos para que no se cayera.

 

Busco a Jiangxi —siseó la mujer, alzando la barbilla a pesar de que tenía un aspecto deplorable.

 

¿Jiangxi? —de poderse reír una serpiente, definitivamente habría sonado como lo hizo la boa en ese instante—. Ve a la izquierda si quieres encontrarla.

 

Todas las serpientes se retiraron, dejándolas solas otra vez y ella frunció el ceño. Delante habían dos caminos y los dos se curvaban de forma que era imposible ver qué había detrás. Su razonamiento empezó a funcionar. Si hacía caso a la boa, había una gran posibilidad de que fuera una trampa y la esperara una muerte segura por el camino de la izquierda. Pero, si la ignoraba, podía que también fuera una trampa. Después de haberla atacado, era probable que la serpiente supiera que no confiaría en ella y la esperara entre las espesas hojas de los árboles que había a la derecha, atrapándola cuando menos se lo esperaba. Así que la opción era hacerle caso y demostrar que había predicho sus intenciones.

 

Con una seña, le indicó a Nailah qué camino tomar y aunque la serpiente sabía que era una ruleta rusa, hizo lo que le pedía sin decir nada en absoluto. Ella anduvo a su lado en esta ocasión, dispuesta a enfrentar su error en caso de haber elegido mal. Pero a medida que iban avanzando, quedaba claro que había sido lo correcto. No había nada ni nadie digno de mención. Pronto los siseos comenzaron otra vez, cuando arribaron a una nueva encrucijada. Mientras unos advertían que el lado izquierdo era peligroso, otros decían que era el adecuado. Entonces volvió a aplicar la lógica. Ninguna serpiente le diría directamente qué camino tomar, porque esa no era la idea de la prueba, así que siguió las advertencias y tomó el derecho.

 

Uno a uno, pasó cada prueba de confianza sin salir herida. Y sabía que aunque estaba yendo bien, eso que corría bajo su nariz no era sudor. Las gotas de sangre se habían convertido en un pequeño hilillo escarlata recorriendo su piel, algo verdosa después de tanto tiempo, pues ya habían pasado al menos dos horas y media de las cuatro que tenía. El último obstáculo era una pequeña escalinata de piedra y tuvo que hacer todo el esfuerzo del mundo para trepar, colocando la sopa en los escalones más firmes sobre su cabeza antes de subir ella. Fue un verdadero calvario hasta que llegó al final, completamente magullada.

 

Ahí, en la sombra —siseó Nailah, que había subido hacía largos minutos.

 

Y era verdad. Cuando sus ojos verdes, ya opacos por el veneno, lograron dar con la única sombra del lugar, un pequeño frasco reluciente la esperaba. La esperanza de vida volvió a latir en su interior y como pudo tomó la sopa otra vez. Era increíble que siguiera caliente después de todo, pero al menos no era algo malo. Se acercó casi a rastras el lugar y se hizo con el Amrita. Destapó el frasquito y lo engulló, cayendo en el suelo presa del cansancio. Esperaba que el efecto fuera tan rápido como un Bezoar, pero pasaron varios minutos y el dolor, así como su malestar, se fue perdiendo de forma gradual con el paso de los segundos. Sólo que cuando recobró la fuerza en las extremidades se puso en pie otra vez, sintiendo los ojos de Nailah en ella.

 

De no ser un anciano, Lawan sería el perfecto prospecto de mago oscuro —le comentó a la mamba, con el tono de voz recuperado y con las mejillas en una tonalidad menos verde.

 

Por si las dudas, dejó la sopa reposar unos minutos más al sol, para que se calentaran un poco más y esperó a que los efectos del antídoto la curaran del todo en la sombra, junto al frasco vacío. Sus ojos fijos en el cuenco, cuidándola. Según sus cálculos, estaba a tiempo aún como para que la bestia no le arrancara la cabeza de un tajo, por lo que usó las manos desnudas para tomar el tazón y seguir su camino. Ahora sí estaba caliente de verdad, aunque no le hacía daño por su raza. Y mucho antes de vislumbrar la entrada del laberinto, lo primero que vio fue la serpiente más grande que había visto hasta la fecha, alzando una enorme cabeza con colmillos enormes también para amenazarla.

 

Jiangxi —saludó, bajando la cabeza en señal de respeto y mostrando el tazón de Phở de res—, vine a alimentarte.

 

Una mala elección de palabras, seguramente, porque la serpiente se deslizó hasta su posición y le mostró los colmillos, que fácilmente medían lo mismo que ella. Se mantuvo estática, mirando el interior de su largo cuerpo con los ojos puestos en lo que debía ser el agujero más desagradable que había visto nunca y el tazón a la altura de su pecho. ¿Se suponía que debía verterlo dentro? Posiblemente no. Como si no tuviera ningún miedo a perder su vida, se agachó ante la enorme serpiente y dejó el tazón de sopa en el suelo, retirando la tapa de hule para dejar escapar tanto su aroma como el vapor de algo bien caliente.

 

Sopa, ¿teniéndote a ti? —siseó Jiangxi, acariciando el cuerpo de la Nigromante con una enorme lengua bífida.

 

Algo asqueada, por qué mentir, la mujer asintió.

 

Así es. Lawan envía su mejor Phở de res —enarcó una ceja—, espero sea de tu agrado.

 

Nailah hasta entonces había permanecido callada y sólo en ese momento se subió a su brazo de un salto, sobresaltando a la rubia que una vez que comprobó que era ella le acarició con cuidado la plana cabeza. Jiangxi retrocedió mínimamente, mirando la escena con los colmillos otra vez dentro de su boca y sin decir nada más con respecto a la comida. Entonces, de un movimiento tan rápido que la mujer nunca habría podido sacar ventaja de él, se comió la sopa y escupió el tazón a un lado. Con el corazón en la garganta, la bruja esperó que hiciera algo similar con ella cuando la serpiente se desenroscó para mostrarle lo que había escondido ahí. Sus cosas, intactas. Su varita, los anillos, los amuletos. Podría haber llorado ahí mismo, pero en vez de eso se volvió a inclinar ante Jiangxi.

 

Gracias.

 

Gracias a ti —siseó esta, yendo a quién sabe dónde.

 

Sabiendo que la serpiente no sería tan tonta como para intentar algo teniendo ella todas sus cosas, las tomó y se dedicó a ponerse los anillos con la varita asida firmemente en la mano izquierda. Todos los anillos se imantaban, creando uno único pequeño en su dedo anular, menos elegante que el de compromiso en la mano de la varita pero igual de bonito. Los amuletos se fusionaron también al estar en su cuello y ella se sintió, más que nunca, poderosa.

 

Orientame —ordenó a Texia justo antes de abrir la palma, haciendo que la varita empezara a hacer de brújula mágica.

 

Per-fec-to. Le guiñó un ojo a Nailah, que sacó la lengua como el gesto que solían hacer los humanos y ella empezó su camino, siguiendo la magia a la que estaba más que acostumbrada. El amuleto anti-veneno terminó de curar su cuerpo, el de curación recompuso su salud, el de amistad con las bestias la mantendría fuera de problemas y el que estaba en contra de los oídos indiscretos las haría invisibles, por lo que llegarían pronto a la pirámide.

 

~o~

 

Pan comido —siseó al encontrarse de nuevo con Lawan, aunque seguía estando despeinada, algo sucia y cansada también.

 

Arregló el asunto después de asegurar que había pasado trabajo sin magia, moviendo la varita para arreglar su apariencia. Pero sabía que Lawan estaba consciente de que ella no había hecho nada en absoluto, de hecho, había estado apunto de morir en muchas ocasiones. Sólo que Nailah había sido un punto a su favor muy importante, capaz de darle la fuerza que ella necesitaba para seguir, apoyando a su orgullo para impulsarla a continuar con su tarea.

 

El Arcano parecía tan inofensivo, con su rostro arrugado y su actitud benevolente, pero ya había demostrado ser una mentecita macabra. Normal, ¿no? Nadie con el poder que él poseía debajo de toda esa faceta de viejo tranquilo podía ser inofensivo. En su juventud tendría que haber pasado por algo similar o peor a lo que había hecho que ella y su hermana atravesaran aquella tarde. Así que recobró un poco de estima por él, aunque no toda por completo. Le dedicó una pequeña sonrisa, mirando el portal de las siete puertas que había a su espalda y le acarició la cabeza a Nailah. La pirámide no la había sorprendido tanto como eso.

 

—¿Puedo cruzar?

 

Eso era más un "¿He aprobado?" pero prefirió preguntarlo así, además, hizo una nueva pregunta. Todo en inglés porque ya había demostrado que ya no le causaba ningún dolor de cabeza hablar en Parsel.

 

—Quisiera quedarme con Nailah. ¿Es posible?

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- Bienvenida. – Inclinándose un poco para bajar la cabeza, una tradición en toda Asia que representaba el respeto por alguien, en ese momento el respeto que la mujer se había ganado por parte del arcano. – Hoy enfrentaste una prueba dura, donde pudiste observar que no eres una bruja dependiente de su magia, para las situaciones más difíciles tienes poderes más impresionantes que el lanzar hechizos, o decir maldiciones. Levantándose después de ofrecer sus respetos.

 

- Nailah. – Mirando al animal como subía por el brazo de Leah, lo que hizo sonreír a Lawan. – Ella ya te había elegido como su nueva maestra, desde hace un par de días; no la decepciones Leah. – Exclamó el Arcano en Pársel para que ambas entendieran. Leah había creado un lazo con la serpiente, ese era uno de los principales motivos por los cuales pudo superar el inhóspito camino, y un problema enorme para aquellos que fallaban al estudiar esa lengua que algunos llamaban maldita o prohibida.

 

- Es por eso que estoy consciente que puedes ser una buena heredera de esta mítica habilidad, la cual te eligió y pese a todo has aprendido a desarrollar.

 

- El salón de las siete puertas, es ahora tu último desafío, ¿Puedes observar la serpiente que se encuentra tallada sobre el suelo?
La serpiente representa el ciclo del comienzo y del final, lo que se traduce a que esta es tu última prueba o la primera de muchas. La prueba puede ser la más difícil de todas, o la más sencilla pero eso depende de ti, yo no puedo mandar en tu destino.

 

- Confió en que saldrás de esa puerta, es por eso que te hare entrega de un presente. – Usando la vara de cristal, el Anciano dibujo un círculo de luz en el aire, el cual se fue reduciendo hasta ser tan pequeño como un anillo y atraparlo con una mano.

 

El anillo de habilidad, es solo una forma de garantizar tu seguridad, la prueba es diferente, eh oído muchas historias de lo que han experimentado algunos magos y brujas, es por eso que este anillo representa la habilidad, la puerta puede llevarte al futuro, al pasado, a cualquier momento de tu vida o incluso engallarte en una ilusión, pero no puede con el anillo, este anillo servirá para que no olvides tu prueba y antepongas todo por conquistar tu meta.

 

El asiático suspiro, cerró los ojos, y ofreció el anillo con las dos manos. Lawan aún tenía los ojos algo entrecerrados con su voz serena y calmada. - Es por eso que vuelvo a preguntar, por tercera vez y última. – ¿Leah deseas afrontar la prueba? Si es así, toma el anillo, entra al portal y cierra el contrato. – Apuntando la puerta con la vara de cristal. - Conviertete en la heredera de las serpientes.

-Pero sii deseas salir, recuerda que no tendrás nunca más esta oportunidad. Así que… ¿Finalmente cual es tu decisión?-

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—Gracias.

 

Esta vez estaba verdaderamente agradecida con el anciano, porque al iniciar la clase no había pensado que podría generar tal vínculo con una serpiente. Nailah también parecía de acuerdo, porque subió por su brazo y acomodó la cabeza en su cuello, como si le perteneciera mucho antes de haberse conocido. Era agradable, mucho más que una simple mascota, era eso que le había dicho antes a una de las serpientes, su compañera. Pero no era de ponerse sentimental y tampoco tenía tiempo para ello, porque el motivo porque respetaba al vietnamita era su magia y su poder, cosa que le estaba demostrando en ese instante.

 

La sonrisa que se dibujó en la comisura de sus labios se extendió hacia la derecha, mostrando una línea de dientes blancos perfectos. Esa era más que una respuesta para lo que había preguntado y, por sobre todo, un premio a su victoria. El anillo que Lawan formaba con su magia era del tamaño exacto, acorde a su dedo, perfecto. Y ella, sin duda alguna, estaba dispuesta a aceptarlo. No se apuró, por supuesto, nunca demostraría la emoción que le provocaba la ofrenda más allá de su sonrisa que ahora carecía de arrogancia y escuchó las palabras del hombre, sintiendo el pequeño siseo de la mamba negra en su oído con suaves murmullos de aliento.

 

—Acepto la prueba —asintió, recibiendo el anillo con ambas manos e inclinándose de la misma forma que él lo hacía.

 

Entendía más de la cultura asiática de lo que parecía y sabía que, probablemente, sería la última vez que se cruzara con él por un largo, largo tiempo. El anillo se sentía ligero en sus manos, irradiaba una cantidad de poder tan grande que ella misma podía sentirlo a través de los dedos sin haberlo ubicado en uno de ellos e incluso soltaba cierto brillo, difícil de notar si no se veía con atención. No era el que quería, pero le funcionaría. Como si de un ritual se tratara, lo hizo girar en sus dedos para tener una mejor percepción de su estructura y luego lo ubicó en el dedo medio de la mano derecha, junto al anillo fusionado que tenía todos los anillos de los libros que había cursado.

 

—Veamos...

 

Esta vez no lo pensó demasiado, simplemente avanzó hasta el portal y se dejó llevar por él, recibiendo un montón de destellos de colores en los ojos antes de darse cuenta de lo que pasaba. Y de pronto todo pasó a ser oscuridad.

 

~o~

 

La luz chocó en su rostro, haciendo que entrecerrara los ojos y mirara hacia abajo, tratando de evitar los rayos solares. Se vio las piernas flexionadas sobre un césped verde brillante, cortado a la perfección, un césped que conocía muy bien. Al levantar la vista una vez más, ya acostumbrada a la luminosidad del ambiente, sus ojos se encontraron directamente con un par de pupilas en forma de rendijas que la miraban de forma amenazante sobre unas fauces que mostraban cuatro colmillos largos.

 

Un Ashwinder, enrollado sobre sí mismo, siseaba como si quisiera saltarle encima con cualquier movimiento en falso. Y ella, recordando el momento de su vida en el que estaba, lo seguía mirando con fascinación. Había estado en la misma situación semanas atrás, mucho antes de tomar la habilidad por fin, donde había intentado tener una charla con esa criatura maravillosa que, de forma evidente, no comprendía que fuera de su propiedad.

 

Y con semejante poder, entendía por completo a la criatura mágica. La territorialidad era algo propio de las serpientes, así como la desconfianza y ella había sido una bruja común y corriente a los ojos del ofidio, tratando de la peor forma de hablar en su idioma. Pero ahora entendía y lo hacía sin siquiera intentarlo. Como si estuviera hablando en inglés o en su idioma natal, el italiano, sabía lo que la serpiente le decía a través de siseos que los demás únicamente interpretarían como una amenaza sin más.

 

Mis huevos, nadie va a tocarlos.

 

No, son tuyos, ¿por qué habrían de tomarlos? —respondió en Parsel, ladeando la cabeza.

 

De forma automática, el Ashwinder cerró las fauces y se le quedó mirando con fijeza, sacando la lengua bífida entre un espacio pequeño que la mujer no estaba mirando en realidad. La miraba a los ojos, como si hablara con un igual y parecía ayudar a que se calmaran las aguas.

 

Son míos —volvió a sisear, de mala gana y la rubia asintió—. ¿No quieres tomarlos?

 

No, no pienso tomarlos. Y nadie lo hará, pues no son comerciales.

 

Otra vez, la serpiente se mostró interesada por el hecho de que le estuviera respondiendo en la lengua de las serpientes y prosiguió con la conversación.

 

¿Cómo me aseguras eso? Nuestras cualidades mágicas han sido usadas por años por los magos, abusando de nuestra especie. ¿Qué te hace a ti diferente?

 

La rubia lo meditó por un segundo, pensando en una respuesta inteligente. Lo cierto era que no tenía ninguna intención de tomarlos, puesto que no necesitaba los huevos para nada. Pero también era cierto que podrían llegar a ser útiles. En ese caso, no los tomaría y ya, llegaría a perdirlos de ser necesario. Y, si recibía una negativa, haría lo de siempre y dejaría los Galeones al primero que le ofreciera los huevos. Sólo que, ¿cuál era la verdadera razón por la que no los tomaría?

 

Porque para el Ministerio de Magia, me perteneces —al ver que el Ashwinder abría la boca de nuevo, abrió la suya y enarcó la ceja con autoridad—. No de la forma que crees.

 

Con un gesto, señaló el resto de los extensos jardines del castillo Ivashkov.

 

Eres libre de vivir aquí y hacer lo que te plazca —prosiguió—. Puedes vivir y tener tus huevos sin que nadie los use. En lo que a mí respecta, eres mía, sí, pero en el sentido de que yo garantizo tu seguridad. Si yo no los tomo, nadie los tomará.

 

Había conseguido la atención de la serpiente sin necesidad de hacer mucho más que darle motivos para que estuviera tranquila. Los siseos de territorialidad acabaron y las miradas asesinas se enfriaron. Ahora la estudiaba, tratando de ver si mentía o no, aunque no había motivo para dudar. Medio año había pasado desde que la había adquirido en el Magic Mall y nunca había ido por los huevos, nadie lo haría tampoco, ¿quién decía que lo harían después de esa conversación?

 

Leah es mi nombre —se presentó en Parsel, poniéndose en pie y lanzó una mirada atrás, con una pequeña sonrisa—, quizás luego podamos conversar.

 

Pero en todo momento había estado consciente y sabía que no era más que un pequeño viaje al pasado. Cuando empezó a andar, atravesó nuevamente el portal y se vio otra vez frente a Lawan, donde apenas unos minutos habían pasado.

 

—¿Puedo tener uno real ahora sí? —preguntó, viendo a Nailah, que se había quedado atrás en su pequeño viaje. Se quitó el anillo, se lo entregó al asiático y sonrió—. Eso ha sido importante para mí —admitió—, creo que estoy lista.

Editado por Leah A. Ivashkov

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- ¿Un ashwinder? - Susurró el anciano. Por medio del anillo podía ver lo que pasaba dentro del portal, y entendía la conversación de su alumna con la serpiente de fuego, el anciano asertivo se quedó en silencio esperando a que Leah regresara pronto.

 

- - - -

 

- Felicidades. – Retumbaron sus palabras dentro del salón oscuro, Lawan esperaba a la mujer aun con su misma sonrisa. – El portal te ha juzgado, y has salido victoriosa de sus pruebas. – La serpiente se acercó rápidamente para subir por el brazo de la mujer y enroscarse cerca del cuello de Leah.

-Entonces juraste cuidar a esa Aswinder, y a sus huevos, eso es muy noble de tu parte. – Levantando un poco su enorme vara de cristal, el mago asiático parecía complacido con lo que había observado en el portal. – ¿Nailah tu qué opinas? ¿Leah es lo suficientemente buena para cuidarte a ti, tal como lo hizo con su Aswinder? – Los siseos del mago, hacían un eco que solamente lo que conocieran la lengua entenderían, la atmosfera del lugar era un poco más pesada. – Pienso que será una gran mascota. – Respondió la serpiente, agitando la lengua, usando un poco más de fuerza la mientras se enroscaba en el cuello de la mujer, no era normal que una serpiente como Nailah usara ese tipo de habilidades pero su escamoso cuerpo seguía insistiendo en el cuello de la rubia alumna, Leah ahora a tener problemas para respirar.

 

- ¿Sabías que un ashwinder, son serpientes que nacen del fuego y mueren en él? – Golpeando el piso con su vara de cristal, Lawan miraba sereno la escena de la serpiente asfixiando a su “mascota” – Que esas serpientes mágicas, tienen una esperanza de vida, máximo por un par de horas. – El silencio del lugar se detuvo cuando más susurros y silbidos se hicieron presentes.

 

Los colmillos de Nailah atacaron fuertemente el cuello de Leah y los silbidos iban en aumento. – Esa ashwinder debe estar muerta, verdad. – Explico Lawan, cuando Leah empezó a sentir algo sobre sus piernas más y más serpientes se hacían presentes sobre el cuerpo de Leah el cual cada vez se encontraban más pesado y lento.

 

- Jianxi ¿Tu qué opinas? – Preguntó el vietnamita en pársel, cuando Leah pudo observar que la enorme serpiente guardiana del laberinto aparecía enfrente de ella.

- Pienso que es una mentirosa, que desea solo el poder. – Susurro Jianxi, arrastrando sus fauces cerca del rostro de la mujer. – Pero el poder corrompe. – Interrumpió Lawan, señalando a una serpiente pequeña la cual dejaba un rastro de ceniza por donde pasaban. Era la misma ashwinder de Leah, la cual se levantó, para después sisear y mostrarle sus colmillos. – Es acaso que algo que no sea poder, realmente te interesa. – Sentenció la criatura a Leah, mientras más serpientes aparecían en el salón de las siete puertas.

- No le importa nada, Es una mujer sin corazón. – Las serpientes furiosas hacían mucho más ruido, Lawan solo observaba tranquilo. Cuando Leah se percató de la cola de Jianxi, la gran serpiente guardiana tenía a una joven mujer, la cual parecía muy débil, cercana a la muerte, su cabello azul tapaba su cara pero por la mirada de terror de Leah, parecía que era su amiga o quizá algo más.

 

- No protege a nadie, no le interesa nadie, maten a la mujer. – Se oyó al unísono, cuando algunas serpientes se interesaron en aquella víctima, al parecer sería un festín desmembrando a aquella joven y Leah sería testigo de aquel morbido espectáculo.

 

 

- - - -

- El portal, pone pruebas muy confusas y a veces solo le gusta jugar con tus pesadillas más profundas. – Susurro Lawan al anillo sin dejar de mirar desde lejos la continuación de la prueba de Leah, ella seguía atrapada dentro del portal y ahora se enfrentaba a otra prueba, algo que podría destrozarla por dentro– Solo tienes que ser fuerte y superar todos los retos. - Él se encontraba aun solo con Nailah, el portal en verdad ponía a enfrentar una fuerte experiencia en contra de Leah.

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Sus ojos recorrieron el camino que Nailah trazaba sobre sus brazos, llegando mucho más lejos de lo que solía llegar, enroscándose en su cuello con una única intención. Apretó los dientes en cuanto sintió el primer apretón y los forzó mucho más en cuanto el aire dejó de pasar con naturalidad por sus vías respiratorias. No era ninguna sorpresa que sus manos viajaran al cuerpo de la serpiente, buscando de apartarla por la fuerza, pero lo que hizo en realidad fue unir sus manos lo suficiente como para tocar los anillos en sus dedos. Tan sólo tocarlos y pensar lo que quería, era suficiente para darle un sentido a su magia.

 

El dolor de los colmillos en su cuello fue nada en comparación al potente veneno de la mamba negra. Era un veneno letal y ciertamente tortuoso. Se basaba en hacer que la víctima muriera de inmediato, empezando por la muerte de los tejidos en donde el veneno era introducido y llevando a los pocos sobrevivientes a perder la extremidad debido a la gangrena producida. Pero ella no tenía tiempo para morir de ese modo, ni por otro. El anillo anti-veneno la dejó libre del daño que acababa de recibir, dejándola ilesa antes de que lograra incluso cerrar la herida de su piel y el anillo de amistad con las bestias le recordó, tanto a ella como a su compañera, que no eran enemigas.

 

Nailah —murmuró en Parsel, un sonido más ronco de lo usual debido a que esta no había dejado de apretar. Pero no era una constrictor, no la mataría por ese medio ni por otro mientras tuviera sus anillos y sus amuletos—. Soy yo, Nailah, para.

 

No.

 

Nailah —el anillo en su dedo ardió un poco más, intensificando su poder y ella intentó hablar de nuevo, consiguiéndolo a duras penas—. Soy tu amiga, nos protegemos mutuamente. Nadie te toca a ti, nadie me toca a mí.

 

Eso pareció mover alguna fibra en el ofidio, que se movió desafiante una vez más antes de aflojar el agarre. Inhaló con ganas, tratando de no ahogarse en el intento y siguió murmurando la misma secuencia de palabras a medida que sus dedos acariciaban la fría piel escamosa de la serpiente. Ella intentaba tranquilizarla, de alguna forma, pero trataba aún de calmarse a sí misma. No podía reaccionar con violencia ni de una forma común. La inteligencia debía ir antes de sus acciones y sus acciones debían ser difíciles de cuestionar, sobre todo por las serpientes que quería dominar.

 

Ignoraba a Lawan y sus intentos de hacer que perdiera la cabeza. Había lidiado durante mucho tiempo con personas que creían que podían debilitarla con palabras y todas habían fracasado. Debía pensar en frío y voltear la situación a su favor. Lo lograría, sí o sí, fuera como fuera. La Ashwinder que ella había visto antes estaba frente a ella, lo que comprobó que era otra prueba del portal y sus fauces se abrieron, siseos amenazantes que no servirían de nada con alguien que sabía que todo era un juego.

 

Una hora —corrigió al Arcano—. Su tiempo de vida es una hora. Pero los huevos de Ashwinder crean más calor, comienzan el fuego mágico que las hace nacer. Al ofrecer mi seguridad a ella y a sus huevos, no mentía. No tocarla permite que viva su tiempo útil con sus huevos y no tocar a sus huevos permiten que todos nazcan, sin ser usados para fines mágicos.

 

Extendió sus palabras en Parsel hasta donde la serpiente la miraba y frunció el ceño, marcando de nuevo el mismo trato de antes.

 

Mi palabra sigue en pie sea cual sea el tiempo de vida de un Ashwinder.

 

Convencida la segunda serpiente, que cerró las fauces de inmediato, sus ojos fueron a dar con el cabello azul de alguien que conocía más que bien. Tauro, su prometida, yacía en el suelo con cientos de serpientes alrededor. Ella no tenía la habilidad y, aparentemente dormida, no podría combatirlas. Le daba igual lo mucho que ellas susurraran o lo que Lawan insinuara en sus palabras de pruebas, ella sabía muy bien qué era lo que su novia significaba para ella y sólo ella era capaz de medirlo. Y era infinito. Avanzó, dejando tanto a Nailah como al Ashwinder atrás y separó los labios, creando el Parsel más serio que había creado hasta el momento.

 

Ella es mía —siseó, mostrando los dientes lentamente en cada palabra, como si hubiera pasado, en parte, a ser como ellas—. Me pertenece a mí y nada más.

 

Sin significado, aún, siguió siseando apartando a las serpientes hacia atrás y alejándolas del cuerpo de Tauro. Pensó en curación, cerrando las heridas de la mujer a medida que iba hacia adelante y se agachó con movimientos lentos, pausados, poniendo los brazos alrededor de ella como si quisiera mantenerla encerrada en su propia anatomía. Había dejado atrás las magulladuras en su cuello, la falta de aire que hacía que respirara con dificultad y todas las señales que dejaban en evidencia que, si no hacía algo, podría morir. Era leal y ninguna serpiente lo juzgaría, mucho menos usando a esa mujer de señuelo. La amaba y le era fiel en aspectos que ellas, ni el Arcano, entenderían. Volvió a mostrar los dientes, mirando a todas y cada una de ellas.

 

Mía —repitió, ladeando la cabeza mientras enfrentaba a una cobra que hacía lo mismo y la imitaba ligeramente, como una copia humana de su comportamiento.

 

Su actitud, su autoridad y el anillo de amistad con las bestias fue suficiente para convencerlas. Marcaba territorio, hablaba su idioma y había mostrado tanto respeto como autoridad. Era una líder y un líder no podía liderar si no mostraba su poder. Los ojos azules de Tau la miraban con atención y una pequeña sonrisa curvó sus hermosos labios al instante. La miró apenas y un tirón la sacó finalmente del portal, haciendo que rodara varias veces sobre sí misma antes de ver que había regresado a la realidad. Agitada, enfadada y claramente ofendida porque el hombre hubiera usado a la persona que amaba en su prueba, se puso en pie y lo enfrentó.

 

Es suficiente —siseó en Parsel nuevamente, para que él y todas las serpientes que pudieran estar por ahí entendieran lo que decía—. Suficiente.

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Las palabras de la mujer fueron concisas, en un momento la ilusión se rompió y Leah abrió los ojos, mientras el portal se cerraba a sus espaldas. La prueba por fin había terminado.

 

El arcano miro de arriba abajo a la estudiante, en ese momento dejaba de ser una alumna, había sido puesta en juicio por el portal y este la consideraba apta para cerrar el contrato, su anillo del aprendiz tenía un tenue brillo.

 

El anciano aplaudió lentamente, el sonido hueco de sus manos causo un eco en el lugar, para acercarse a Leah y volver a darle una reverencia, esta vez una mayor. Mientras la serpiente que lo acompañaba se arrastraba hacia Leah.

-Xin chúc mừng - Dijo sonriente, después de mostrar sus respetos. – Eso decimos en mi tierra a las personas que han superado grandes obstáculos y hoy hemos sido testigos de tus grandes habilidades, como bruja y como ser humano.

 

- Has dominado tu prueba, y has salido exitosa no me queda de otra que volver a felicitarte y vincular tu anillo con el mío. – Apuntando con su enorme vara de cristal la mano de Leah, donde el enlace había sido aprobado por la sala de las siete puertas., su anillo cambio un poco más, alargándose un par de milímetros y tornándose de un color verdoso que asemejaba escamas.

 

Levantando de nueva la vara para señalar la salida del lugar. – Quizá nos volvamos a ver, pero por ahora, solo me queda decirte que hiciste un buen trabajo y ahora estas a la altura de muchos de los mejores magos y eruditos.

 

- Felicidades de nuevo, anda a disfrutar este nuevo poder que has dominado y las puertas de mi bungaló así como las de toda la academia, estarán abiertas para ti en cualquier otro momento. – Finalizo el hombre, para volver a bajar la cabeza y despedirse de la bruja, aún tenía que esperar a otra estudiante.

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Había llegado el momento de realizar la prueba para obtener formalmente la habilidad de hablante de pársel, el color amarillo del alba prometía un gran día o al menos eso era lo que quería pensar para mantener su mente abierta a todos los obstacúl0s que se le presentarían para conseguir su preciada habilidad.

 

Al instante en que pisó la morada del viejo vampiro en sus labios se curvó una media sonrisa que intentó disimular la incertidumbre que sintió al oler el característico aroma de la menta y los clavos, ¿qué tenía en mente el viejo arcano? Fue lo único que pudo pensar antes de sentarse delante de él y a un costado de su hermana.

 

Intentó negarse a beber el líquido del cuenco que le ofreció, pero sabía que no podía hacerlo por lo que simplemente cerró un segundo los ojos y lo ingirió de golpe. Su decisión había sido la correcta, porque al menos de ese modo no dudo y mucho menos sintió el calor de la bebida y el sabor extraño. Tras el pequeño mal trago que pasó, se permitió escuchar con total atención la descripción de la prueba por parte del arcano, ¿era en serio? Envenenada, sabía que tanta repentina bondad no podía ser algo bueno.

 

— ¿Eso es todo? No es tan complicado. —respondió en voz alta al pensar en que podía usar algunos de sus más recientes poderes y que eso le simplificaría la labor.

 

Sin embargo, la sorpresa fue tal al saber que tenía que dejar sus amuletos y varita mágica quiso negarse por segunda vez en un corto periodo de tiempo, pero no iba a darle el gusto al mago, por lo que imitó a su hermana y dejó sobre la mesa del mago su varita mágica y una cadena con múltiples dijes que representaban todos los amuletos que poseía hasta el momento. No se sintió rara al desprenderse de su magia, como podían llamarle algunos, pero algo en su interior se revolvió al alejarse de ellos.

 

—Quiero tomar la prueba, rendirme y pedir la pócima no es una opción. —dejó en claro su punto, tomando el cuenco de Phó y memorizando cada instrucción del Arcano, antes de abandonar la vivienda del mago y permitir que Ilea se acercara hasta su brazo y montará en él.

 

 

+o+o+o+o+o+o+o+

 

 

El inicio del camino rumbo a la Isla en el centro del Ateneo no fue lo complicado, gracias a su buena disposición y a su deseo por aprobar aquella prueba que el arcano le había puesto, sin embargo, con el paso de los minutos, sentía como su cuerpo se sentía cada vez más pesado y como su respiración era un tanto irregular, como si hubiese corrido un maratón en vez de haber recorrido solamente el camino hasta el bote que afortunadamente se encontraba delante de ella.

 

El cuenco con la tradicional sopa vietnamita permanecía caliente y humeante entre sus manos, lo suficientemente caliente para ser tomada, pero no lo necesario para quemar los temblorosos dedos de Mia, negando con lentitud, se acercó hasta el bote y permitió que Ilea, su fiel compañera subiera primero y después lo hizo ella, una vez dentro del bote, de alegró al comprobar que se encontraban un par de remos y dos pequeños bancos en el interior.

 

Pidiendo entre pequeños siseos a su compañera que cuidará la sopa, dejo que esta se enroscara en el cuenco, para evitar posibles caídas y ella tomó entre sus manos los remos y comenzó a moverlos lentamente, deseando haber aprendido aquella vez que tuvo la oportunidad en Francia, pero claro nunca pensó que necesitará realmente hacerlo, porque para eso contaba con magia, sin embargo, el tener la teoría le estaba simplificando notoriamente la tarea.

 

Unos segundos después, pudo comenzar a remar lentamente y así lo hizo, esperando hacer el menor ruido posible para no molestar a las serpientes marinas que vivían en aquel lago, pero sí deseando encontrarse con Levia, la serpiente marina que dominaba aquellas aguas. El esfuerzo que hacía el cuerpo de la Black Lestrange con cada movimiento para mover los remos, generaba en ella una fatiga enorme, algo que jamás recordaba haber sentido antes, al menos no desde que había sido convertida en demonio.

 

Sus ojos entrecerrados denotaban lo cansada y poca fuerza que tenía en esos momentos, por lo que no logró escuchar los siseos de advertencia de Ilea, hasta que su bote fue detenido drásticamente con un movimiento seco, levantó la cabeza y notó delante de ella a la gran serpiente de las que le habló Lawin; Levia, era su nombre si sus recuerdos eran claros.

 

—No me mates, no tiene caso... —justo en ese momento logró enfocar su mirada a los ojos fríos de la serpiente— Estoy envenenada y de todos modos moriré tarde que temprano, ¿qué satisfacción ganarías comiendo algo contaminado?

 

Su última pregunta iba encaminada a conseguir que la serpiente desistiera de su notorio deseo por matarla a su acompañante y a ella.

 

—Eres humana, debes morir… muerte. —respondió a sus palabras.

Sabía que las serpientes podían llegar a ser necias, por lo que simplemente asintió con total tranquilidad.

 

—Pero no soy humana, soy un demonio envenenado que busca llevarle este presente a iangxi, déjame pasar por favor…

 

El uso de las palabras por favor sonaron un tanto extrañas en sus labios, puesto que casi nunca las usaba para pedir las cosas, era tal su arrogancia que simplemente exigía lo que necesitaba, pero en esa ocasión era diferente, y al parecer la serpiente lo había entendido, porque en esos momentos escuchó como siseo una orden a sus seguidoras.

 

La estaba dejando pasar, sí, era cierto. Alegre por la situación, permitió que en sus labios apareciera una sonrisa sincera de agradecimiento, mientras que su cuerpo con cada minuto que pasaba empeoraba, el sudor se notaba en su frente y en su respiración un tanto cortada, quizás precisamente por eso era el motivo por el cual Levia la dejaba pasar.

 

A pesar de su cansancio logró llegar hasta la Isla, en donde tomó entre sus temblorosas manos el cuenco con la sopa del cuerpo de Ilea y se acercó a la bajada, una vez que estuvo en tierra firme, se dejó caer lentamente en la tierra y maldijo, pero no permitió que la sopa se cayera, por lo que sintió un pequeño alivio que fue reemplazado por una oleada de vómito que amenazaba con salir de sus labios, apartando un poco del frente el tazón, dejo que este saliera de su organismo.

 

—Mia, tienes que seguir… ya casi llegamos, yo te ayudaré en esta parte… no dejaré que nos mientan. —prometió su fiel Ilea.

 

Confiando en las palabras de la serpiente, se puso en pie con laboriosos movimientos y comenzó a caminar, arrastrando un poco sus pies, mientras que sus manos se movían con cuidado, buscando que los fideos que aún permanecían algo similar a calientes, permanecían entre ellas. El camino por el bosque no fue sencillo, porque con cada paso que daba sentía cada vez más desenfocada su vista y su respiración de volvía mucho más complicada.

 

Pero Ilea, fiel a su palabra continuo a su lado y comenzó a hablar en pársel con algunas de las serpientes que se encontraban a su alrededor, buscando quién era la que realmente podía ayudarlas, sin embargo, demoró algunos minutos más de lo que a la rubia le habría gustado, porque parecía que habían caminado por cientos de metros sin llegar a ninguna parte, y su cuerpo no resistiría para siempre como le marcaba en esos segundos.

 

—Al fondo muchacha… en el árbol. —fue la indicación de una vieja pitón que al ver como poco a poco el cuerpo de la Mortífaga comenzaba a amenazar con desvanecerse y dejar caer el Phó sin remedio alguno.

 

Mantuvo su poca fuerza, permitiendo que la sopa no se le cayera a pesar de que se encontraba más tibia que caliente y deseando que el tiempo le permitiera llegar hasta el antídoto. Con pasos temblorosos y la visión casi por completo desenfocada llegó hasta el árbol que la serpiente le había indicado y dejó la sopa sobre una roca, antes de acercarse con una caída hasta lo que sería su salvación.

 

El sudor de su rostro y la falta de aire en sus fosas nasales le indicaban que estaba muriendo, pero en cuanto logró abrir el frasco del antídoto, lo ingirió sin siquiera ponerse a pensar en nada más. Poco a poco, su cuerpo lo digirió y sintió como su respiración se normalizaba en cuestión de algunos minutos y como su visión se iba a aclarando, así como los temblores de sus manos estaban desapareciendo.

 

Había conseguido el antídoto, y estaba salvada al menos por el momento, recordando la sopa, se levantó de un salto y al ver que Ilea la cuidaba y permanecía enroscada en ella, manteniéndola a salvo y logrando que el calor que había perdido se mantuviera e inclusive aumentara. Respirando tranquilamente, se puso de pie y buscó con la mirada a la pitón que le había salvado la vida.

 

—Gracias, me has salvado, aunque no debías hacerlo. —sentenció mirándola a los ojos.

 

—Ilea, ella no hubiese ayudado a nadie que no mereciera vivir.

 

Las palabras de la serpiente la hicieron regalarle una sonrisa a su acompañante y darle una caricia en la cabeza. Tomó entre sus manos la sopa y permitió que Ilea se enroscara entre su mano, para que ella continuara el camino rumbo al laberinto, en donde se encontraría con Jiangxi, y le daría la sopa que casi le había costado la vida. El aspecto poco elegante y refinado que poseía no le importo demasiado, porque había logrado llegar hasta casi el final de su prueba.

 

Ingresó al laberinto y antes de poder continuar, se detuvo en seco al ver la figura de una serpiente de ocho o siete metros de largo, no podía definirlo en esos momentos. Con una pequeña reverencia y las ganas de lanzarle el cuenco a la cabeza, levantó su mirada y la fijó en él.

 

— ¿Jiangxi? —esperó el siseo de confirmación antes de continuar con sus palabras— Lawan te envía su mejor Phó de pollo como ofrenda, espero que la aceptes y lo disfrutes.

 

Esperando que la serpiente aceptará su regalo, se tensó un poco en cuanto se acercó hasta su posición, y la miró de arriba a abajo, como examinando cada parte de su cuerpo y valorando que sería mejor. Intentando persuadirla a Jiangxi de aceptar su regalo, le quitó la tapa de plástico y dejó que el aroma a sopa llegará a sus fosas nasales.

 

Observó como la serpiente valoraba una vez más la oferta de la Black Lestrange y al ver que se acercaba hasta su mano, se tensó un poco pero esta tensión desapareció en cuanto observó cómo devoraba el cuenco de sopa de pollo y se alejaba unos centímetros de su posición, dándole un poco de espacio personal.

 

Al moverse a un lado, pudo observar como su varita mágica y su cadena aparecía en el suelo. La magia que había dejado con ellas, estaba nuevamente a su decisión, deseando tomarlas se acercó a ellas y las tomó entre sus manos y colocó en su cuello su cadena con los anillos y amuletos, así como su varita permaneció en su diestra.

 

Estando segura de que su apariencia no sería del todo la mejor, negó lentamente y la cambió. Logró que su despeinado cabello pasará a nuevamente sus rizos y sus sucias ropas se arreglaron rápidamente porque ahora estaban limpias y sin ningún tipo de daño. Mirando con una sonrisa a Ilea, le indicó que era momento de salir de allí y encontrarse de nuevo con Lawan.

 

 

 

+o+o+o+o+o+o+o+

 

 

Después de algunas vueltas por el laberinto, logró dar con la entrada a la pirámide. No sabía cuanto tiempo había estado deambulando, ni mucho menos si su hermana había llegado ya o estaría por irse, pero no le importó demasiado, porque en esos momentos el saber que había logrado llegar hasta allí, la dejó más tranquila.

 

—Arcano… lo conseguí, espero no sea demasiado tarde. —siseó con una media sonrisa en los labios, dejando que Ilea descansará a sus pies.

 

Esperando su respuesta, acarició la cabeza de su compañera en señal de cariño y agradecimiento, así como demostrando cuan a gusto se encontraba con ella. La quería a su lado por un tiempo indefinido y esperaba poder quedarse con ella, por lo que se dispuso a preguntarle al arcano en esos momentos.

 

— ¿Puede ir Ilea conmigo a la prueba y a casa? —sabía que era una pregunta atrevida, pero no le importo, estaba dispuesta a demostrarle a Lawan que podía cuidarla—, ¿Qué sigue ahora? —añadió mirando las siete puertas que se encontraban delante de ella y prestando toda su atención a la que tenía algunos escritos en pársel.

Editado por Mia Black Lestrange
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Lawan miraba con algo de nostalgia el símbolo del salón donde las pruebas se realizaban, el tiempo transcurría más lento de lo que esperaba, aunque el anciano hombre lucia tranquilo su mente recordaba escenas de cuando el mismo hizo la prueba, los años había pasado y él había salido exitoso, por lo mismo esperaba que sus alumnas también lo lograran, sabía que las pruebas siempre eran difíciles, el juez el portal seleccionaba las pruebas de una forma desconocida, pero constantemente exigiendo muchísimo.

 

Levantó la cabeza al escuchar un sonido que provenía del exterior del salón, y después suspiro complacido, su segunda alumna, Mia había llegado sana y salva al lugar esperado. Lawan no era un hombre con malas intenciones pero por un momento pensó que quizá tendría que ir a buscar el cadáver de la mujer, ya habían pasado varias horas desde que su compañera se había retirado y la muerte de una alumna sería algo difícil de procesar.

 

Sonrió el arcano, inclinando un poco su cabeza al encontrar que su pupila no estaba herida o moribunda, y sus palabras rebozaban de alegría por la prueba.

 

- Bienvenida Mia, me complace ver que has llegado, un poco tarde pero en buena forma. –

 

Caminando un poco para señalar el portal que se encontraba detrás de su espalda. – Mia, el salón de las siete puertas, es ahora tu último desafío. – Girando lentamente y levantando su varita de cristal para apuntar a la puerta de la habilidad. – Cruzaras esa puerta tu sola. – Mirando a la serpiente la cual acompañaba a la mujer. – Ella no podrá acompañarte, esta prueba es solo para ti, ella esperara aquí conmigo.

 

Susurró en Pársel el viejo anciano, cerrando un poco los ojos. – No te debes preocupar, estará bien y ambas regresaran juntas. –

 

- Es mi deber preguntarte, por tercera y última vez, Mia ¿Deseas afrontar este último reto?- Si decides abandonar, el portal se cerrara para siempre, y no podrás volver a intentar conseguir este poder. – Sentencio el mago, para levantar su varita de cristal y dibujar un círculo perfecto en el aire, con una luz que emergía de la punta de la misma.

 

- En cambio si deseas probarte a ti misma dentro del portal, serás juzgada por el salón de las siete puertas- El circulo de luz cambio de tamaño, encogiéndose hasta ser de la medida de un anillo. – Este es el anillo del aprendiz, si deseas cruzar la puerta, tomaras el anillo y te adentraras a la aventura, este artefacto te permitirá tener una conexión con este mundo. Allí dentro podrás vivir escenas de tu pasado, presente o futuro, ilusiones o sueños, pesadillas o maldiciones, nunca se sabe que tipo de reto se te ponga enfrente. –

 

Dio un par de golpes al suelo con su varita, cuando la puerta de la habilidad de los hablantes de Pársel se abrió, ocultando una oscuridad muy profunda.

 

- ¿Qué decides Mia? Dejar la prueba e irte a casa, o tomar el anillo y cruzar el portal. –

 

La parte final había comenzado y era el momento en el que Mia tenía que decidir.

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—Lamento la tardanza, pero tenía que estar un poco presentable… el camino fue peculiar. —respondió ante el comentario del Arcano sin poder evitarlo e intentando dar por terminado el tema porque jamás aceptaría que el camino fue dificultoso y que posiblemente no lo había logrado sin la ayuda de Ilea.

 

Volviendo su atención a las palabras de su tutor, asintió con total tranquilidad. Deseaba tomar la prueba e iniciarla cuanto antes, para poder vincularse a la habilidad, por lo que sin siquiera dudarlo se acercó hasta él y tomó entre sus manos el anillo que le tendía, lo miró con fascinación y se lo colocó en su dedo índice.

 

Esperando que esa fuese la confirmación que Lawan necesitaba, inició su camino rumbo a la puerta de la habilidad de los hablantes de Pársel, mirando o intentando descubrir que había en su interior, cerró los ojos un segundo y respiró profundamente, una vez que de convenció a sí misma de que era lo que quería, los abrió y se giró.

 

—Sí. quiero hacer la prueba y cuide de Ilea, aunque no tardaré demasiado en volver. —declaró con fingida seguridad y una sonrisa de suficiencia.

 

Uno de sus peores defectos era justamente el orgullo y la altanería típica de los sangre limpia, pero Mia no lo consideraba de ese modo, sino como una cualidad, pero si algo era más que cierto, era que tarde que temprano eso le traería conflictos en su vida y tendría que afrontarlos, ser madura y cambiar o hundirse y continuar con esas actitudes; la prueba justamente parecía que sería parte fundamental de ese crecimiento

 

Ingresó al portal con la sonrisa aún en sus labios, dejando que la oscuridad del portal la consumirá por completo y la llevará hasta donde este la destinara para llevar acabo la prueba que la uniría al Anillo de los Hablantes de Pársel.

 

+o+o+o+o+o+o+o+o+o+

.

Durante varios minutos permaneció en total oscuridad, parecía que el portal estaba tomando la decisión de cuál sería el lugar adecuado para comenzar y justo cuando pensaba que no habría comienzo, la luz comenzó a aparecer a su al rededor logrando que sus ojos se achicaran lentamente para conseguir ver lo que estaba materializándose en el espacio en que se encontraba de pie.

 

Tras reconocer el lugar en el que se encontraba, soltó un pequeño gemido y negó con lentitud, ¿qué hacía Lucián allí? Fue lo único que pudo preguntarse antes de que sus pensamientos y emociones se convirtieran en una maraña difusa. A pesar de su su confusión inicial, podía reconocer la construcción en la que se encontraban, eran las mazmorras de un castillo italiano.

 

No recordaba como había llegado allí, pero si tenía claro que su vida corría peligro porque un basilisco habitaba las partes subterráneas y si Lucián estaba allí nada bueno podía esperarse. Intentando calmar sus nervios, respiró profundamente y dejó que en sus ojos apareciera un brillo de seguridad y confianza.

 

—Mia, querida. Que gusto saber que te interesa la vida de tu hija... Kutsy esta bajo el cuidado de Oram. —le informó con una sonrisa maliciosa en los labios.

 

No podía ser cierto, su pequeña hija estaba siendo cuidada por aquel basilisco, él cual estaba segura de que no dudaría en matarla en cuanto se diera cuenta que lo que custodiaba no era su huevo, sino una criatura humana que tenía necesidades como el alimentarse y que la asearan.

 

—La recuperaré y me la llevaré. —soltó con desprecio antes de alejarse del que en algún momento creyó el amor de su vida.

 

Caminando con los ojos medio cerrados y deseando jamás encontrarse con la criatura de frente, respiró con dificultar por los nervios y comenzó a sisear en Pársel

 

—Oram, Oram... ¿dónde estás? —esperando que la criatura le respondiera cuanto antes.

 

Pero, esta no lo hizo por lo que se vio obligada a continuar con el camino entre pasillo y pasillo, hasta que se encontró con una cámara medio cerrada. ¿Debía ingresar? Curioseando un poco ingresó y en ella se encontró con tres pequeños huevos con manchas verdes, ¿qué demonios? comenzó a decir, pero se quedó callada.

 

El basilisco no solamente tenía un huevo, sino que eran tres y debía regresarlos a él para que este le entregará a su bebé. Pero no sabía cómo hacerlo exactamente, porque era joven e inexperta. Pero tenía que hacerlo o condenaría a la muerte a su hija, ¿lo haría? No, no podía porque a pesar de que no quería criar a la pequeña, la adoraba con su vida, por ser parte de ella.

 

Tomando entre sus manos los tres huevos de Oram, comenzó a caminar con pasos lentos pero constantes, dejando que su varita mágica la guiará por el camino necesario para llegar al nido de la gigantesca criatura, tras lo que le parecieron horas, por fin llegaron. Con los ojos aún cerrados, respiro profundamente y se acercó lentamente hasta la entrara un poco más.

 

—Me robaste… mis hijos, muerte… sangre… venganza- —comenzó a sisear la serpiente justo cuando Mia ingresó a la cámara.

 

Intentando mantener la calma, agarro con fuerza su varita mágica y permaneció con los ojos cerrados; no quería morir.

 

—Oram, soy Nicole, yo no te robe nada. Vengo a entregarte lo que otros te quitaron, solo pido a cambio a mi hija, no le hagas daño. —habló en pársel con una nota de nerviosismo en su voz.

 

La serpiente imponente se colocó delante de la bruja y soltó una risotada.

 

— ¿Por qué lo haría? Todos los humanos merecen morir, solo quieren exterminar a mi especie… ustedes no valen nada, es más podría matarte justo ahora y recuperar a mis hijos.

 

Justo cuando termino de hablar Oram, se acercó un poco más a la Black Lestrange, enroscándose en ella y comenzando a apretar su cuerpo lentamente, la intentaría matar. Mientras recuperaba a sus dos criaturas y la hija de la bruja permanecía dormida en el nido de la serpiente sin daño alguno, porque al final de cuentas era una inocente criatura.

 

—No tienes motivo alguno, pero no me mates… déjame ver a mi hija y llevarla a algún lugar a salvo, ella es inocente y no te ha hecho nada.

 

Intentó responder y debatir a la poderosa y mítica criatura que tenía delante.

 

—Mis hijos no estaban seguros cuando ustedes se los llevaron y no creas que el hablar mi lengua te salvaré, te mataré lentamente humana.

 

La amenaza asustó un poco a la Mortífaga, pero no lo suficiente para quedarse callada.

 

—Déjame ver crecer a mi hija, y prometo que haré que nadie te vuelva a molestar nunca más… serás libre.

 

Negociar era parte de sus últimos recursos, desenado que el basilisco entrara en razón cerró los ojos unos segundos y respiró profundamente al sentir como la apretaba e intentaba asfixiarla.

 

—También eres madre, intentan comprenderme y por favor… no soy humana, soy demonio igual que mi pequeña y que Lucián… ayúdame. —No sabía cómo más intentar convencer a la criatura, hasta que lanzó una oración rápida a Morgana y habló— Nosotros no somos nadie para intentar interferir en tu vida, pero debemos hacerlo para preservar tu raza, es lo único que queremos hacer… no deseamos que mueran, al menos yo no lo hago.

 

Intentó explicarle a Oram.

 

—Juramento de sangre… es lo único que me podría asegurar que dices la verdad. —lanzó en dirección a Mia.

 

Deando poder confiar un poco en ella, abrió los ojos y al verse enrollada entre las fauces de la criatura, alteraron un poco sus nervios, pero permitió que un cuchillo apareciera entre sus manos y una gota de su sangre cayera sobre el diente del basilisco.

 

—Es lo que tienes, mi sangre, dame a mi hija… por favor, quiero tenerla entre mis brazos. —intentó mantener su voz normal, pero no lo logró, porque un sollozo salió de sus labios.

 

La serpiente tomó entre sus extremidades a sus huevos y los depósito en su nido, mientras dejaba que Mia se acercara a él y tomará a Kutsy.

 

—Ahora tengo tu sangre Nicole y si intentas algún día hacerme daño o a mi descendencia te daré caza y no te tendré consideraciones como ahora que es perdonarte la vida en este día. —amenazó la serpiente.

 

Después de tomar entre sus manos a su bebé, salió de la cámara y soltó algunas maldiciones mientras sentía que sus pensamientos aún eran en ´pársel. ¿Qué más podía hacer? Debía huir de ese sitio y llevar a la niña a un lugar seguro.

 

—Ella es se va conmigo… hasta nunca cariño. —siseó el demonio, padre de su hija antes de quitársela de sus manos y desaparecer, dejando a Mia sola.

 

En sus ojos apareció un destello de lágrimas que pronto cubrieron sus ojos, ella había salvado a su hija y él se la llevaba, ¿qué clase de padre era? Más aún, que clase de persona había sido para aceptar relacionarse con el mismísimo nieto de Satán.

 

—Te encontraré hija… —susurró antes de sentir como la oscuridad absorbía por completo su cuerpo nuevamente, llevándola a otro sitio.

Editado por Mia Black Lestrange
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