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Prueba de los Hablantes de Pársel #3


Lawan Nguyen Thanh
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El aroma a hierbas inundaba el bungaló de Lawan, el miraba tranquilo el cielo, el sol apenas salía y le daba un tono naranja al lugar, el silencio del lugar y la quietud del mismo. El amanecer desde la Universidad era solo la fachada de lo que sería la prueba de Catherine.

 

El anciano bebía un té junto con una serpiente, cuando pudo notar una figura acercarse, levantó la mano al parecer Catherine no había intentado renunciar a la prueba, así que estaba lista.

 

- Estoy complacido de verte aquí, primero caminemos, necesito conversar contigo. – El viejo apuntó el sendero que se dirigía al centro del Ateneo.

 

- La prueba se efectuara en el corazón de la Universidad, en la sala de los siete portales, así que te explicare un poco cual será tu tarea. –

 

- Primero, tu varita, amuletos, anillos, y cualquier artefacto mágico, quedan prohibidos. – Extendiendo su arrugada mano. – Necesito que me los des, te los entregare cuando sea prudente. – Sacando un pequeño saco de tela, para que Catherine colocara sus pertenencias.

 

Las pisadas de ambos se vieron interrumpidas por los primeros cantares de los pájaros, llegando al lago donde se podía observar la isla que contenía los portales para las pruebas.

 

- Primero atravesaras el rio con tus manos. – Mirando un pequeño bote esperando para que Catherine remara. El anciano sonrió, no era una tarea difícil, aunque jamás le explico que los remos de madera, estaban envenenados.

 

Las astillas lastimarían la piel desnuda de la mujer, facilitando la entrada de las toxinas, con cada movimiento de los remos. Un poderoso veneno que afectaba principalmente su vista y producía un cansancio extremo.

 

-Una vez en la isla, deberás llegar a la entrada del laberinto de setas… en el bosque crecen hojas que te podrán ser útiles. – El anciano veía las aguas del lago que rodeaba la isla. – Necesitaras ofrecer un regalo a un amigo. – Lawan sonrió, ojala que Wootanga aquella boa que más de una vez hablo mal de Catherine no fuera un obstáculo muy difícil de vencer y aceptara el regalo que ella le haría.

 

-Mi amigo es de Cantho, y ama los dragones rojos. – El anciano llevo su cansada vista sobre un par de árboles frutales, esperaba que Catherine entendiera la referencia a aquella fruta, había logrado hacer crecer algunas frutas de Vietnam en ese lugar.

 

-Una vez adentro del laberinto, buscaras a alguna serpiente que te guie. – El anciano giro para ver el rostro de Catherine. – Algunas mienten, otras solo juegan y son pocas las que te ayudaran, en el laberinto encontraras una tierra con propiedades excepcionales.

 

-Te estaré esperando dentro de la sala, que se encuentra en el corazón de la isla. – Las pruebas del arcano eran relativamente sencillas, pero acaso Catherine era tan persuasiva para convencer a las serpientes, y pedirles ayuda

 

El arcano había enseñado a hacer un bezoar casero a la mujer y a su compañera, serían tan listas como para juntar los ingredientes necesarios.

 

El anciano, saco otro saco pequeño de lino, el cual era realmente limpio. Un cuchillo de plomo, un pequeño cuenco, y un poco de fruta era lo que contenía aquella bolsa.

 

-Espero que no tengas dudas, adelante, tu destino te espera. – El anciano desapareció dejando a Catherine y a Zoe en la orilla del agua.

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Había llegado frente al bungalow en compañía de Zoë. Estaba enroscada en su brazo, como en ocasiones anteriores, sólo que en aquella oportunidad, la muchacha llevaba la manga izquierda completamente arrancada, de forma que su brazo asomaba desnudo y en torno a éste estaba Zoë. Le decepcionó un poco hacer todo el camino de regreso hacia el Ateneo pensando en que el anciano podría haber sido un poco más amable, ahorrándole trecho y horas de sueño de haberla citado simplemente por allí pero decidió callarse y prestar atención debido a que desconocía el emplazamiento al que él llamaba los siete portales. Por su parte, la bruja no entregó más que su varita, puesto que cualquier otro artefacto de magia se encontraba tirado por alguna parte de su armario en la torre norte.

 

A fuerza de presión, intentó retener en su memoria cada una de las instrucciones del arcano, para que no se le escapase nada, mientras se lanzaba sobre el bote con cuidado para no caer redonda al agua a causa de un desbalance. Empezó a impulsarse con los remos pensando en que más práctica en ese tipo de casos hubiese sido una piragua y empezó a sentirse cansada y enferma probablemente por ello mismo; aborrecía hacer cosas que le parecían un despropósito o que demandaban de ella un esfuerzo innecesario. Por momentos, incluso le pareció caer en medio de vahídos y se obligó a soportar el lento proceso a base de terquedad. Sólo cuando percibió un sudor pegajoso y molesto en la frente fue que se preguntó si se trataría de algo más y detectó que su vista empezaba a nublarse con una película lechosa, antinatural...

 

Sólo tuvo que seguir su nariz. Nguyen, viejillo tramposo, le había empapado los remos en veneno. No había hecho caso de las diminutas heridas que cruzaban sus manos pero ahora... empezó a sentir que se había confiado un poco en todo ello. Recuperó la perspectiva y Zoë siseó en su oído su salvación. Conocía el veneno y sabía qué plantas podrían curarla. Después de todo, había sido justamente el cajón de las hierbas su refugio. Conocía la mayoría de ellas. Catherine llegó a la orilla desfallecida pero con el suficiente enojo como para que le alcanzara energía para bajarse de allí y tirarse unos momentos en la arena.

 

Zoë la instaba a moverse lo antes posible, alejarse de allí en dirección a los bosques a buscar las hierbas pero la bruja no hizo caso hasta varios minutos después, cuando haciendo acopio de sus energías restantes y de su ultrajado orgullo, recorrió con lentitud los linderos de lo que él había llamado laberinto de setas. Miró de reojo la bolsita que tenía pero no parecía que sus instrumentos fueran a servirle de mucho. Desde luego, la referencia de la fruta había sido a la pitahaya que le había visto comer pero... se sentía bastante perdida, de momento, mientras Zoë empezaba a sisear con excitación que acababa de divisar una de las plantas necesarias para hacer el bezoar.

 

Catherine avanzó dando trastadas de tanto en cuanto y terminó por conseguir cada una de las plantas que la serpiente había tenido a bien indicarle. Cocerlas, fue más bien una tarea ardua y de no haber tenido a suerte de toparse con una fuente de aguas hirvientes, jamás lo hubiera logrado por su cuenta. Todo lo que tuvo que hacer fue fabricar una rudimentaria cuerda, a la que sostuvo el cuenco, hundiendo el bezoar que había preparado y envuelto con unas hojas extensas, inocuas y primarias que había atado de forma cuidadosa en el agua una y otra vez hasta que tomara el punto exacto que ella había visto cuando el arcano le había dado uno en aquella oportunidad.

 

¿Por qué había ese tipo de aguas allí? Era una isla después de todo, probablemente habrían fuentes similares en distintas zonas de la isla y quizá hasta aguas termales o géiseres pero Catherine no vio ningún otro de momento y aquél era más bien pequeño. Para encontrarlo, había perdido el sendero y se sentía desorientada pero en cuanto tragó el bezoar, intentando que no le quemara las manos o boca, debido al apuro con que lo consumió, se sintió infinitamente mejor.

 

Sin embargo, no sabía aún qué regalo entregar. Se tumbó en el suelo, tratando de pensar en ello, con los ojos como muertos, serenos y fijos en el cielo, notando que algo raro pasaba con él. Fue allí que notó que el árbol estaba pintado a pincelazos de tonos rojizos y rosas y en su mente empezó a trazarse un plan. Aquellas frutas eran sin duda las pitahayas. Catherine las observó largo rato preguntándose cómo haría para bajarlas cuando notó que los frutos no eran del árbol en sí. Eran de un cáctus, que se había enroscado hasta allá arriba. Luego de una corta búsqueda, dio entonces con una que se encontraba casi al nivel del suelo. Era de poco más que su tamaño y sus frutos estaban a la mano.

 

Llenó la bolsa con otros más de ellos e intentó encontrar el sendero sin éxito. Oyó entonces una voz y, aunque al inicio no estuvo segura de lo que decía, entendió que repetía una y otra vez su nombre. Parecía burlarse de ella y llamarla a la par. Catherine luchó para sobreponerse a la frustración que le había generado todo el tema del veneno y al desconcierto del repentino llamado y fue acercándose más y más a la voz, hasta llegar a un claro. Allí, escuchó una vez más su nombre y esperó, no estando segura de qué hacer a continuación.

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Se alzaba con la mirada altiva, fiera y peligrosa. Wootang siseaba el nombre de Catherine. El arcano había elegido a la boa como guardiana de la entrada del laberinto de setas, sabía que el último encuentro entre ellos dos había sido tenso, por lo que Wootang sería el perfecto guardián, intentaría sabotear a Catherine.

 

Lawan miraba el cielo tranquilamente, imaginando figuras con las nubes la prueba apenas tenía unas horas de haber iniciado. Confiaba en la alumna sabía que ella habría descubierto el envenenamiento, y que con ayuda de la pequeña coral, sería capaz de construir un bezoar. Muchos magos estaban tan acostumbrados a usar su magia para todo, que un poco de trabajo duro con sus propias manos resultaba un castigo enorme para algunos. El vietnamita anciano confiaba que no fuera el caso de Catherine.

 

El único problema real que Catherne afrontaría sería la mala actitud de Wootang, la boa de casi 3.5 metros de largo sentía un extraño desprecio por la mujer; Lawan ni siquiera entendía el por que del oído del reptil.

 

Convencer a la serpiente que la dejara entrar al laberinto y que le regresara sus pertenencias era una tarea difícil. ¿Qué haría la Stark en esa situación? No podía dejarse vencer por la mala actitud de una serpiente. Catherine necesitaría usar sus poderes de convencimiento para doblegar a la serpiente la cual estaba armada de un fuerte cuerpo y un par de peligrosos colmillos.

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  • 3 semanas más tarde...

El sonido de arrastre que llegó a sus oídos, no podía ser causado por otra cosa que no fuera una serpiente colosal. A Catherine no le costó confirmarlo, debido a que la criatura, orgullosa como era, parecía haber decidido no usar caretas o ilusiones en aquella oportunidad (¿había sido entonces cosa de Nguyen?) y en su lugar, se mostró ante la muchacha tal cual era. No parecía estar satisfecha, su actitud era sumamente hostil y la observaba con claro desprecio. Así lo dejó entrever con sus primeras palabras pero Catherine no se inmutó.

 

Estoy aquí porque tengo la respuesta, Wootang —señaló la bruja, tuteándolo. A pesar de que había intentado contenerse sonreía y en su sonrisa se veía reflejado también cierto grado de arrogancia, pero una nacida de un sentimiento de superioridad sin fundamento, si no del que ve por fin reflejados los frutos de su búsqueda ante sí—. —declaró—, te diré lo que sé. Me despreciaste porque buscaba un conocimiento sin ningún fin, pero tengo uno. Sí, tengo el mismo fin que ha empujado a tantos otros antes que yo y que tu has visto antes.

 

La bruja tendió hacia la serpiente los "regalos" que había tomado y señaló con la cabeza hacia la entrada del laberinto, tras ella, en donde se había interpuesto.

 

Sabes perfectamente que me refiero a la preservación de dicho conocimiento —prosiguió, como si nada—. No sólo somos pocos si no que cada vez más, la habilidad decae hasta casi extinguirse; dicha habilidad es en suma el poder de preservación de ustedes. Cada vez menos de ustedes se comunican con nosotros. Lo sé —la muchacha no le dijo que había sido algo que había entendido al conversar con el basilisco que Nguyen había permitido que conociera pero aún así—. Tu dices que soy demasiado débil, porque no busco desesperadamente el poder —continuó con simpleza— pero también sabes que no se encuentran vehículos como yo fácilmente. Te sientes dividido, puedo olerlo —no le dijo cómo, de hecho simplemente estaba adivinándolo pero sabía que las serpientes daban mucha importancia a la percepción a través de sus sentidos y Catherine estaba segura de cuanto decía.

 

>>Te diré entonces la solución. No tienes por qué estarlo —la mujer sonrió y en aquella oportunidad el gesto era insoslayable— tu vida es más larga que cualquiera de las nuestras y el vínculo que poseo ya está formado. Si fallo, tendrás la oportunidad de cazarme y darme muerte en los muchos días y noches que seguirán a mi partida de este lugar —alzó las cejas, el razonamiento de todo el asunto era innegable—. No pierdes nada. Si fallo, me matarás y si no lo hago... bueno, sabrás que quizá no era tan indigna de esto como creíste<<

 

Catherine dedujo incluso que dicha situación ya había sucedido antes, varias veces. No lo dijo, por supuesto, no deseaba ofender a la serpiente descubriendo dicho método más allá de lo que ya acababa de hacer pero tenía la sensación de que no era algo no pudiese rechazar; después de todo, no había forma en que ella saliese perdiendo.

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Lawan miraba el cielo en silencio, la mañana transcurría lentamente y con ella las horas. El hombre tenía confianza plena en su alumna, sabría qué era lo suficientemente hábil para darse cuenta del veneno en los remos, así que ese no sería problema.

 

Lo que realmente le preocupaba era el poner a Wootang de guardián, la boa no era precisamente una serpiente amable, todo lo contrario quizá por eso lo eligió, sabía que para que Catherine pudiera convencerlo tendría que usar todos sus trucos, una serpiente gruñona y déspota, pero asi como era la personalidad de Wootang, entre los humanos, mago o muggles existían personas iguales. Lawan suspiro bajando su mirada sobre su huesuda mano derecha, podía observar el laberinto de setas, allí se desarrollaría la última parte del recorrido.

 

El sol aun no llegaba al punto más alto del cielo el anciano seguía esperando en la entrada del salón donde se desarrollaría la prueba final. Era un hombre paciente sabría esperar a Catherine terminara el recorrido, pero una vez más Wootang apareció en su mente. –Ojala le muestre el camino correcto. – Se escuchó decir entre los muros, mientras daba media vuelta y entraba al salón, quería estar listo para cuando su alumna apareciera.

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La serpiente empezó a moverse lentamente, primero como si dudara y más adelante como si de pronto hubiese tomado una decisión. Catherine lo siguió al interior, al laberinto de setas. Wootang parecía llevar un camino delimitado y Zöe no paraba de dudar de sus intenciones pero Catherine decidió que, trampa o no, era mejor seguirlo que permanecer en la entrada del laberinto. Al avanzar a través del mismo, sentía claramente voces, voces que parecían susurrarle que regresara, que se fuera hacia el otro lado y finalmente voces que decían que siguiese a Wootang.

 

Se debatió un buen rato, a medida que era guiada si continuar con ello o no. Después de todo, había pasado demasiados malos ratos aunque también era cierto que había intentado negociar. Zöe parecía estar tomando la misma decisión por lo que no decía nada. Después de todo, la serpiente la seguía por su propia voluntad pero también podía dejar de hacerlo. En el transcurso, empezó a entonar una canción; era una que había escuchado cantar a su madre de pequeña. Hablaba de refugios cómodos y versátiles, en tierra y en el agua. No era una canción sobre humanos, era una canción sobre la tierra y el cielo abierto.

 

A diferencia de antes, la canción no fue recibida con siseos y consejos o maldiciones si no con el silencio. Sólo fue cuando ya parecían bastante adentrados en el lugar que Catherine distinguió con facilidad una serpiente multicolor. La serpiente, perfectamente visible desde el camino, se enrrollaba en torno a una de las setas, con una fuerza desproporcionada a su pequeño tamaño. Le dijo sin rodeos que debía seguir a Wootang. Catherine, por algún motivo, decidió confiar en ésta última, quizá porque había decidido no ocultarse tal cual era el hábito de la mayoría de dichas criaturas, especialmente de ese tamaño. La serpiente no pareció inmutarse pero desapareció apenas lo hubo dicho.

 

Finalmente, llegaron a un callejón sin salida y Catherine se plantó en su sitio, a la espera. Sin embargo, las cosas se desarrollaron de forma más fácil de la esperada. La serpiente que le había ayudado poco antes asomó a los pies de la seta más cercana y se limitó a sisear algo que Catherine no alcanzó a oír, no por falta de comprensión si no porque lo había hecho a un nivel de sonido muy bajo, quizá un tanto imperceptible para el oído humano. Al instante, la pared se abrió y Catherine y Wootang, accedieron a una sala que parecía haber estado adecuada desde hacía mucho tiempo.

 

Wootang no parecía estar ni especialmente satisfecha ni contrariada. De hecho, se limitó a tenderse a un lado de ambos, mientras Catherine notaba que se hallaba una vez más ante Nguyen. Lo miró, inclinando la cabeza hacia un lado con gesto dubitativo y escuchó claramente entonces el comentario de Zöe.

 

-No sé si eres capaz o sólo tienes suerte.

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Lawan miraba con detenimiento el Ouroborus en el suelo su mirada se había clavado en la serpiente tallada cuando una voz familiar lo distrajo de sus pensamientos.

 

Estaba un poco preocupado por Wootang, la serpiente podia ser algo testaruda y no quería ir a buscar un cuerpo con ella, por si algo llegaba a salir mal, pero sus ojos sonrieron: Catherine por fin había llegado.

 

Hizo una pequeña inclinación, sabía que Catherine acababa de llegar de una tarea difícil. – La primera parte, pone a prueba tu sentido de supervivencia y sirve para fortalecer los lazos.- Acercandose a la mujer

 

Apuntando con la vara del portal dentro de la habitación de los siete portales, donde el símbolo de los hablantes de Pársel se hacía presente. – Como sabes, la parte final se acerca, el juicio del portal. Tras esa puerta se encuentra el reto final Yo no controlo al portal y sus pruebas, la encargada de esto eres tú. – Mirándola a los ojos, para extender su varita.

 

Dibujando un círculo en el aire, un destello verdoso rodeo el círculo imaginario creando un aro de luz, el que fue encogiéndose hasta alcanzar un tamaño de unos centímetros de diámetro. – El anillo del aprendiz, este anillo será parte clave de tu desempeño en este camino.

 

-Atraviesa el portal.- Usando la vara para que las puertas donde el símbolo se abrieran lentamente, mostrando una oscuridad azabache. –Es mi deber como Arcano de los hablantes de Pársel, preguntante finalmente si deseas enfrentar la prueba.

Entonces, Catherine Stark, ¿Deseas enfrentar la prueba de los hablantes?-

 

- Toma el anillo, este artefacto te mantendrá conectada a este lugar y con mi anillo. – Mostrándole el anillo en sus arrugados y delgados dedos. – La prueba puede ser en esta época, puede llevarte al pasado, al futuro, alguna pesadilla, una fantasía o incluso un deseo, eso depende de como te juzgara el portal. –

 

El anciano abrió las puertas, era la última parada de tan ostentoso viaje en los hablantes para la mujer.

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Catherine sólo cayó en cuenta del ouroboros en sus pies luego de aceptar la prueba que el arcano le había indicado que le deparaba si quería por el camino de los hablantes de pársel. Era un símbolo que de hecho conocía muy bien, el principio y el final, encontrándose constantemente en un ciclo interminable. Hizo un gesto de asentimiento hacia Nguyen, luego de calarse el anillo que había invocado de forma tan bonita y avanzó con la vista casi perdida, mirando hacia el color tinta en donde no parecía distinguirse un espacio de otro, dentro del portal. Las puertas abiertas y pronto, estuvo ante esa espesura misma.

 

Dio otro par de pasos más y de pronto, la negrura se desvaneció. O quizá fue ella, pues sólo pudo escuchar el sonido de una compuerta enorme cerrándose a sus espaldas. Luego, el sentimiento de flotar, de avanzar por un espacio en donde giraba y no sabía dónde estaba el suelo y dónde el techo, como sin peso en medio de un recorrido que no tenía tampoco ni adelante ni hacia atrás.

 

El sonido de unas alas y luego, la aparición de una serpiente. Catherine la reconoció por los ojos, aunque estaba segura de no haberla visto jamás. Zoë había quedado rezagada fuera del portal, sí, ahora lo recordaba, aunque en ese momento había sido algo muy espontáneo; la serpiente simplemente se había deslizado de su brazo al suelo, al ella inclinarse para dejarla marchar. No había sido abandono, si no un extraño sentimiento de protección a la que la criatura no se había rehusado.

 

Sí, el ver esos ojos ambarinos en la oscuridad le hizo pensar en la serpiente que había dejado atrás y luego, nuevamente, el batir de unas alas. Pero no veía ninguna luz ¿podían ser acaso las alas tan negras como la espesura de aquel material que la rodeaba? Catherine soltó una repentina carcajada y los ojos se cerraron. Todo fue invadido por el súbito silencio, poco antes de volver a oír el batir de unas alas.

 

-Entonces... este es mi miedo -reconoció, captando la idea de pronto-. No saber qué lado es cual, no saber cual es el correcto. Bien hecho, ya lo tengo ¿ahora qué?

 

El batir de alas sonó una vez más y la espesura pareció aclararse como si se encontrara pisando algodones, sobre una nube en donde se distinguían colores celestes, violetas, grises y blancos. También un azul que parecía querer dañar los ojos. Estaba descalza y veía ante ella a la enormidad ante cuyos ojos se había reído. Era una serpiente, con alas en la parte posterior de su cuerpo. Un par de alas negras, sobre un cuerpo de escamas grises. Tenía la constitución de una cobra, aunque monstruosa y sus ojos eran demasiado grandes para su cabeza. Analizaba pero también se burlaba.

 

-Poder -susurró Catherine casi con desprecio-. No soy así de corruptible.

 

Quizá hacía un tiempo hubiera caído presa de la indecisión pero no en ese momento. Habían pasado ciertas cosas... cosas que habían hecho que su perspectiva de las cosas variase enormemente. Sí, recordaba lo sucedido en Grimmauld Place y también en Hogwarts y Madeleine llevándola en un viaje. Demasiadas cosas habían sucedido, incluso los rostros y el lago en la Fortaleza Errante. Antes de siquiera darse cuenta, se había movido a una velocidad increíble, como si hiciera uso de un phantom y había dado un enorme salto en el aire. Porque era un ser sin peso, no podía contenerla algo tan precario e inútil como la gravedad.

 

Saltó de una forma rápida y certera, alargando la espada en un perfecto "Nebenhut" mientras corría para que el aire no impidiese el fluir de sus movimientos. Un salto, que lo situó por encima de la cabeza de la bestia en Alber, Vom tag... y un certero corte a la altura del cuello, por detrás de la cabeza. La sangre manó y las alas se agitaron como un par de insectos. Catherine esbozó una débil sonrisa y su cuerpo pareció caer y la espada restalló en un estrépito de metal, al sonar contra el suelo ¿o techo? de nubes.

 

Sabía que acababa de dejar atrás algo y ni siquiera sabía qué cosa era la que había dejado atrás pero eso no la había detenido. Su decisión estaba tomada. Sea lo que fuere, no lo necesitaba y estaba segura de estar completa y no haber olvidado algo capital. Era la sensación que deja uno al quitarse de encima un pesado fardo. En su caso, aunque ella no lo supiera, era su secreto temor a la propia debilidad.

 

-Listo -siseó entonces en pársel.

 

No sabía que sucedería a continuación pero tampoco eso iba a detenerla.

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Lawan miro con detenimiento el anillo en su mano. Podía casi ver a la enorme serpiente alada, un extraño juego del portal para su alumna.

 

En el tiempo que había compartido con Catherine había descubierto que era una mujer con una visión muy particular de las cosas, aquella misma mujer que había aceptado el castigo por llegar aquel día sin aviso.

 

Solo habían transcurrido unos días y Lawan podía sentir que la mujer había cambiado, al menos en la sintió más relajada, era una bruja excepcional.

 

El vietnamita cerro sus ojos, Catherine Stark sería un nombre que recordaría por muchos años, una bruja que había trabajado mucho y que estaba muy cerca de vencer el juicio del portal. Podía sentirlo, casi en sus huesos, ella saldría pronto por aquella puerta. Lawan espero. Siseo lentamente a Zoe que lo acompañaba esperando a Catherine, estaba bastante agradecido con aquella serpiente, tanto Catherine como ella habían madurado un poco bajo su tutela.

 

- No debe tardar.- Lawan le sonrió y sus dientes amarillentos se hicieron presentes.

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La sangre no paraba de manar del cuerpo y sus ojos parecían ver cada vez más borroso, pero la bruja no se movió. Ante ella, la espada pareció cobrar vida, agitarse y entonces Catherine supo que tenía que tomarla. Volvió a sostenerla con la zurda y notó una sensación tibia en sus dedos. La sostuvo ante ella, puerta de la reina... sí, en esa postura mantuvo a la espada y su cuerpo, tenso como la cuerda de un arco, hasta que sintió como algo hacía un profundo crack bajo sus pies.

 

Las nubes se abrieron, dando una hermosa perspectiva del mar bajo ella. Sintió perfectamente a la estructura romperse, mientras la espada se clavaba más y más en el "suelo" hasta que finalmente pudo percibir el sonido de los cristales rompiéndose. La enorme estructura había desaparecido y se encontraba simplemente ante una atmósfera transparente, muy parecida al agua combinada con la textura de la silicona al secarse.

 

Avanzó a través de ésta, caminando con trancos cada vez más pronunciados y distinguió entonces perfectamente la entrada enorme del portal, por donde volvió a salir. Extrañamente, tenía la ropa pegada al cuerpo a excepción de la capa y la parte de la manga izquierda, cuya tela había estado arrancada desde su llegada. Las botas pisaron pesadamente en el terreno y allí estaba Nguyen. Sostuvo su mirada unos instantes, antes de volver la vista hacia Zoë mientras la serpiente avanzaba hacia su encuentro.

 

-Entonces... ¿Lo he logrado? -pronunció con claridad.

 

Su voz le sonó extraña, era perfectamente audible pero parecía quebrada, cuando ya de por sí era ronca. Sujeto en un puño, tenía unos fragmentos de la textura que había tocado al interior, a medio camino entre esa sensación fluida y cristales, el sonido que ella había percibido cuando dicha realidad se había fragmentado. Ahora, todo ello parecía un pasado demasiado lejano para contemplarlo con certeza. En el bolsillo tenía su varita, cuyo mango sobresalía perfectamente. Había logrado conservarla... de alguna forma, aunque la espada había quedado allí dentro tal cual había aparecido como por ensalmo.

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