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Prueba del Libro del Druida (#3)


Badru
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A diferencia de otras veces, en que le daba la oportunidad a sus estudiantes de que aparecieran o no mediante un portal en su prueba, ésta vez tanto uno como otro simplemente cayeron tendidos en la arena como un par de fardos bajo el sol. El Uzza no se inmutó en moverlos o en tranquilizar al estudiante nuevo, que parecía un poco contrariado con semejante caída, sino que empezó a caminar lejos sin mirar atrás. Los cuerpos de Mei y Thomas pronto empezaron a hundirse como si fueran extremadamente pesados, perdiéndose en el fondo de la hirviente superficie en la que Badru se sentía cómodo estando descalzo.

El desierto estaba modificado en muchos lugares por la magia del Nefir, lo controlaba con tanto poder que no era ninguna sorpresa que pudiera moverlo a su gusto sin siquiera pensarlo demasiado. Ambas anatomías siguieron descendiendo, tanto, que no lograrían encontrarse nunca aunque lo intentaran; ya no era sólo arena y ellos no eran del todo sólidos. Bajaban, bajaban y bajaban y descubrían nuevos confines de la tierra sin estar conscientes de dónde estaban. De estar despiertos, sufrirían una seria claustrofobia debido a la oscuridad, pero el hombre los había dormido bien.

Badru construyó con su magia un par de caminos, ambos con un fin único y los dos magos estarían paralelos al otro, en una pequeña carrera que no conocían. Cada camino era pequeño, cerrado y oscuro, hecho de una especie de roca volcánica que se haría más caliente a medida que avanzaran. Tendrían que caminar agachados, incómodos, teniendo que tocar la roca cada tanto para no caerse y se verían obligados a aplicar los conocimientos aprendidos. Para ver, para no quemarse, incluso para defenderse. Habían obstáculos, uno más complicado que los otros y antes de llegar al final, tendrían que sortear cada dificultad con astucia.

Thomas cayó más al fondo que Mei. No por preferencias, sino para mantenerlo en una corteza diferente a la de la líder Fenixiana. Los separaba una gruesa capa de la misma roca volcánica y aunque se gritaran, no podrían encontrarse. Estaban solos y su única salida estaba hacia delante. Sólo cuando la espalda de ambos quedó pegada a la dura y cálida superficie, la magia del Uzza dejó de afectarlos y sus ojos se abrieron de golpe. No tenían indicaciones, sólo portaban sus varitas y los amuletos, además de los anillos, de los libros de hechizos. Sería desesperante.

Al final del camino, donde un agujero más pequeño que el mismo camino los aguardaba, había un portal que los llevaría al domo; el domo estaba ubicado una vez más en el desierto donde habían empezado la clase. El grueso cristal era impenetrable y no podía ser afectado por el amuleto para defensas carcelarias. Enterrados en la arena, había algunas estatuas regadas por doquier, todas pertenecientes a antiguos guerreros que eran importantes en la mitología. No había criaturas esta vez, tampoco habían podios para los concursantes. Eran sólo dos y ambos sabían que tenían que batirse en duelo para aprobar. Eran ellos, la arena, su contrincante y los brazos, armas o piernas de piedra que sobresalían en el espacio de batalla.

 

Mei Black Delacour Vs. Thomas E. Gryffindor

~o~

 

  1. Antes de empezar con el duelo, deberán rolear el paso por el camino de piedra. Cada uno tendrá que describir una trampa por hechizo del libro del Druida, haciendo un total de cuatro (Cantar del Eleboro, Obsitens, Ignea, Fulgura Nox) y pasarlas antes de cruzar la puerta y llegar al domo de batalla. Pueden usar los amuletos y anillos sin contarlos como trampas.
  2. Esto quiere decir que deberán hacer un rol antes de empezar con el duelo, siendo el duelo su segundo posteo en la prueba.
  3. Nos guiaremos por las reglas básicas de duelo.
  4. Los hechizos permitidos son los Neutrales, Neutrales Graduados y los hechizos de los libros de hechizos hasta el Libro del Duida.
  5. Pasadas 24 Hrs sin respuesta, los ataques de los enemigos serán considerados impactados.
  6. Pasadas 48 Hrs sin respuesta de un alumno a su contrincante, se considerará abandono y reprobará la clase.
  7. La prueba durará una semana a partir de la apertura de este topic. Si pasados tres días de su apertura un usuario no rolea su llegada, se considerará abandono y reprobará la clase.

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La sonrisa satisfecha del muchacho Gryffindor tras haber realizado a la perfección su portal, se esfumó en un santiamén al vislumbrar que Badru le estaba apuntando directamente con su vara de cristal azabache; misma varita de la cual salió un resplandor opaco fulminante que le encandiló los orbes segundos antes del inevitable impacto hacia un estudiante colmado de cansancio. -¿Dónde estoy?- se preguntó, muy adolorido, cuando sus dos párpados se despegaron poco a poco, dejando entrever un paisaje oscuro y poco nítido que mantuvo bastante intrigado al mago de cabellos rojizos como el fuego. -Mei... ¿Dónde estará? ¿Maestro? ¿Hay alguien por aquí?- consultaba a viva voz el extrovertido veinteañero, sin obtener alguna respuesta alentadora que le indicase que no estaba completa y absolutamente solo en aquella caverna del averno. Decidió ponerse de pie con un dejo de dificultad, la cual se vio reflejada por el firme apoyar de sus manos sobre la roca que sobresalía de las paredes; muralla que estaba a una temperatura más alta de lo habitual y de lo que se esperaba de una gruta teñida por las tinieblas. -Lumos- susurró con varita en mano, emergiendo de ésta una bolita de luz que alumbró su trayecto por una vía estrecha que parecía ser la única alternativa que tenía el ojiverde para salir de ahí. <<Auch... me quemo>> caviló con una mueca de ardor en el rostro luego de palpar una grieta volcánica que estaba en medio de su recorrido, hecho que le obligó a tomar la decisión de utilizar uno de los hechizos del Libro del Druida para no volver a formar otra herida en su cuerpo. -Ignea- invocó el legilimago, surgiendo así una lluvia de polen de lirios de fuego que roció cada rincón de su esbelto ser corporal; otorgándole cualidades que le favorecerían al minuto de enfrentar una mayor emanación de calor que provocase en él estragos peores. Y así fue, pues al avanzar por su único y estrecho camino, una llama ardiente brotó de la nada con intenciones de calcinarlo tras pisar una baldosa de piedra que se hundió con el contacto directo de su pie derecho; librándose ileso de una especie de trampa que le indicó que su presencia ahí no era muy grata que digamos. <<¿Será un templo antiguo?>> se cuestionaba el chico mientras recorría el recoveco más aliviado; percatándose que tendría que escalar un trecho que permanecía más inclinado en una pendiente que bordeaba los noventa grados de angulación. -Y así con Badru... vaya reto que nos has puesto al venir en tu búsqueda. Nadie me mandó tampoco- refunfuñaba el aspirante a vidente, al mismo tiempo que sacaba la pomada hecha con los pistilos, y bañaba sus manos con el ungüento con el propósito de adherirse a la perfección a la superficie rocosa que tenía enfrente. <<Soy un ratón en plena tubería de una fundición de metales pesados... Es un calor horrible el que hace aquí adentro>> gruñía para sus adentros, subiendo de a poco y con seguridad; arrastrándose de vez en cuando.


A continuación un aterrador y molesto ruido, similar a un grito chillón de mandrágora, brotó en el ambiente; como dando la alarma que un intruso estaba aproximándose a una mayor fuente de calor que se lograba percibir con el rocío del polen que permanecía impregnado en el organismo del alumno, colaborándole también en la resistencia ante la temperatura extrema que se dejaba relucir sin cavilaciones en la atmósfera subterránea. Sin pensarlo dos veces, el ojiverde activó el Anillo de Salvaguarda contra Miradas Indiscretas y conjuró verbalmente "Cantar de Eleboro", protegiendo todos sus sentidos; en especial la audición que se estaba viendo mermada con el sonido que por poco le causa una jaqueca incontrolable al notar que una tapada de orejas no detendría la posible rotura de tímpano que venía a pasos agigantados. -La vida no es fácil para nadie- masculló con recelo, teniendo que tomar una postura más incómoda aún, al agacharse para pasar por un hueco que le transformaría en un enano tras sentir sus rodillas a la altura de su torso. Los minutos pasaban y Thomas ya entró a desesperarse al no hallar más luz que aquella que discurría de "Lion" con menor fuerza que al empezar su aventura; temiendo por su vida tras haber intentado aparecerse fallidamente. -¿Será un laberinto o una prisión?- se preguntó el adolescente con el Amuleto contra Defensas Carcelarias entre las manos, dándose cuenta que estaba errado o ahí existía una fuente de poder más magistral que la suya que le impedía utilizarlo para salir de ahí. En eso, otro problema se avecinó ante la mirada estupefacta del patriarca Granger; debido a que una anaconda sacó su cabeza entre tanta oscuridad que tenía por delante en aquel pasadizo, abriendo sus fauces como león encausado a devorar su presa. -Obsistens- pensó como acto reflejo a pocos centímetros que el reptil lo envolviese con su hocico; conformando un cerco luminoso azul rey que absorbió a la criatura y la hizo desaparecer sin dejar rastro alguno en dicho sitio que cada milésima de perímetro se volvía más angosto y reducido. -Por Merlín... por poco y me come- manifestó muy agitado el jovial trabajador ministerial de la novena planta; divisando, a la distancia, una tenue emanación de energía que fluía al final del camino que ya estaba recorriendo a "punta y codo".


-¡Fulgura Nox!- vociferó con toda la potencia mortal que restaba en su espíritu, logrando expandir la pequeña brecha tiempo-espacio que estaba frente a sus esmeraldas oculares que ya reflejaban un agotamiento generalizado de toda su anatomía. Y fue así que el Haz de la Noche del legionario agrandó el portal, siendo atravesado por éste luego de haber curado todas sus heridas de batalla con el uso de hechizos de Primeros Auxilios y amuletos de libros previos al conocimiento del Druida. -Vaya, vaya, vaya... un domo de duelos- se maravilló Elros con una sonrisa levemente arqueada en su fisonomía confundida; viendo con atención cada detalle nuevo que estaba frente a su persona en medio del mismo desierto que le había servido como lugar de entrenamiento con Badru. <<Espero que Mei no tarde en arribar... ¿Habrá sobrevivido?>> era la frase que, una y otra vez, recorría el universo de los pensamientos del primogénito de Annick y Elvis; el cual estaba esperanzado en ver aparecer a su líder Black Delacour a través de un portal cercano al suyo, entre tantas partes corporales y armas de piedra que sobresalían de la arena bajo sus tibios pies.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Despertó repentinamente, sintiendo como si hubiese perdido el conocimiento de un momento a otro, ¿qué había sucedido? Lo último que recordaba era haber regresado junto a Ishaya hasta donde Badru se hallaba, y de allí ya nada más. Abrió y cerró los ojos varias veces, intentando ver algo. Pero nada, todo estaba oscuro, e incluso, llegó a sentir que el aire comenzaba a faltarle un poco…

 

Levantó una mano y notó que a pocos centímetros tenía una especie de techo que estaba realmente caliente, aunque no logró herirla. Fue entonces cuando entendió la situación, o por lo menos se hizo una idea, pero la reacción era la misma. Era como despertar dentro de un ataúd, ¡aquello era de dimensiones extraordinariamente pequeñas y no había escape! Comenzó a hiperventilar, sintiendo que le faltaba el aire, ¡¿y ahora qué hacía?!

 

Sacó rápidamente a Aukan, su varita, e intentó realizar algunos hechizos, aunque sin éxito alguno. Si tan solo tuviese a alguien allí para ayudarla, ¡si tan solo! La cabeza le daba vueltas y no podía pensar con claridad, incluso llegó a sentir que la arena comenzaba a caer sobre su rostro y le dificultaba aún más el respirar.

 

«Delacour, ¡tranquilízate! Utiliza magia, por Merlín, magia del libro»

 

Llevada por un impulso, giró su cuerpo hasta quedar boca abajo, y aunque incómoda, se puso en cuadrupedia y levantó la varita.

 

Cantar de Eleboro – murmuró apenas, sintiendo que tenía la voz prácticamente tomada al todo, aunque no sabía si por el pánico que la había embargado, el tiempo que había estado sin emitir sonido más que quejidos desesperados o por el hecho de haber tragado algo de la bendita arena.

 

El efecto fue instantáneo. Su visibilidad mejoró enormemente, aunque seguía sin ver, sus vías respiratorias se despejaron al todo, logrando aspirar hondo para volver a llenar sus pulmones del preciado aire que le había faltado hacía momentos atrás, su sensibilidad notó la roca dura que tenía por debajo y su boca se despejó al fin de la arena que casi había tragado. En pocas palabras, sus sentidos volvieron a la normalidad y pudo lograr calmarse un poco, pero aún estaba lejos de estar relajada.

 

Aquel lugar era horroroso y debía salir de allí cuanto antes.

 

Lumus – susurró, haciendo que la punta de su varita se encendiera e iluminara el estrecho lugar.

 

Parecía un túnel, y justo en la dirección en la que podía levantarse un poco se podía avanzar, por lo que comenzó a gatear lo más rápido posible. Avanzaba lo más veloz que podía en un lugar donde el correr era algo imposible, pero de todas formas seguía avanzando, y poco a poco notó que a medida que lo hacía, la roba bajo sus manos y piernas y sobre su espalda y cabeza, comenzaba a hervir, al punto de sentir un calor sofocante que comenzaba a afectarle.

 

¡AH! – gritó, en cuanto apoyó las palmas de la mano en un lugar especialmente caliente, quemándose inmediatamente. No había forma de seguir, a menos de que hiciera algo para poder caminar a través de la roca hirviente. Existía una forma, pero nunca la había probado, y temía que le saliera mal… sacó el libro del Druida que llevaba encima suyo, en tamaño reducido para evitar sentirse incómoda, lo volvió a su tamaño normal y leyó el hechizo que necesita, las instrucciones de uso, y una vez lo guardó nuevamente, enarboló a Aukan – Ignea.

 

Una lluvia de polen surgió de su varita y comenzó a caer sobre ella, cubriéndola en su totalidad. Hizo una prueba, sólo para estar segura, y apoyó un dedo sobre la superficie caliente. Nada sucedió, por lo que siguió su camino. Pasaron varios minutos, o eso le parecía a ella, pero nada sucedía. O eso creía.

 

Repentinamente sintió que algo le hacía cosquillas en la espalda y por el cabello, e incluso comenzaba a expandirse por todo su cuerpo, era como si algo caminara por encima de ella, y para cuando vio su mano, allí donde la luz alcanzaba a llegar…

 

¡Arañas, escorpiones! – masculló, sintiendo que su corazón se aceleraba a una velocidad de vértigo, por lo que sin medirse en lo que hacía, se sacudió la mano y volvió a usar la varita. Obsistens pensó, haciendo que un cerco de lo que parecía ser luz la rodeara por completo e hiciera efecto en las criaturas que la invadían, repeliendo a las que intentaban acercarse y haciendo desaparecer a las que tenía encima – Maldición, ¡para cuando la salida!

 

Se detuvo un momento, sintiendo que no soportaría demasiado tiempo estando allí, aovillándose para intentar calmarse y evitar caer en estado de ansiedad nuevamente. Una brisa, una pequeñísima brisa llegó a ella, la suficiente para hacerla levantar rápidamente la cabeza. Había llegado desde más allá, en la dirección en la que ella iba, ¡una posible salida! O tal vez una trampa, no estaba segura, pero era lo único que le quedaba por esperanza. Siguió, hasta hallar una abertura en lo que parecía el final de aquel túnel del demonio, pero por más que acercara la varita a ese lugar, sólo veía algo negro, ¿qué sería? O peor aún, si entraba, ¿adónde la llevaría? Mejor no arriesgarse y quedarse. O arriesgarse y meterse. ¿O arriesgarse el doble e intentar un hechizo que nunca había intentado, tal vez? No era la mejor idea de todas, pero sí la más atractiva en ese momento. El libro no tardó en estar entre sus manos una vez más, y para cuando volvió a cerrarlo, permaneció un largo rato en silencio, con los ojos cerrados y la varita en alto…

 

Fulgura nox – exclamó varias veces, sin resultado en un principio, hasta que por fin, a la quinta, cuando comenzaba a sentirse ya cansada, un portal se abrió, uno en el cual dejaba entrar una luz tan intensa como cegadora para sus ojos, pero ni siquiera lo dudó por un momento, y se introdujo en él, sabiendo que se trataba de luz solar.

 

Cayó del otro lado en una superficie ya conocida, la arena, la cual ya la tenía bastante cansada realmente, pero que en ese momento la adoraba por encima de todo. Permaneció en el lugar, recuperando el aire y dejando que su ansiedad se desvaneciera lentamente. Había logrado salir del maldito túnel que casi le había ocasionado un ataque de pánico. Ahora sabía que los lugares pequeños en extremo no eran lo suyo.

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Los minutos transcurrían lentamente, y la joven Black Delacour no hacía su aparición en la arena de duelo. Ya la desesperación estaba embriagando al adolescente, en todo sentido, incluyendo a aquel domo de cristal que parecía no ser penetrable por ningún tipo de magia; debido a que el apuesto pelirrojo intentó cruzarle utilizando el colgante con forma de aro dorado suspendido en su cuello, pero dicho intento fue en vano; ni siquiera el poder del Amuleto Contra Defensas Carcelarias le ayudaría a barrer la claustrofobia que sentía en su interior desde que Badru lo dejó sometido en la oscuridad de aquel laberinto de piedra volcánica caliente. <<Vamos Mei... Yo sé que llegarás pronto... No me dejes aquí>> cavilaba el Gryffindor mientras sus pies andaban de un lado para otro, intranquilos, deseando poder estancarse en un único sitio con la satisfacción de tener un rival con quien dar el siguiente paso hacia el arte del Druida. Pero fue justamente en el instante menos esperado que la muchacha, a la que estaba anhelando ver el legilimago, hizo aparición tras un portal desde el otro extremo del campo desértico; cayendo de bruces a la superficie que anteriormente los cobijó bajo las enseñanzas del Uzza. -¡Mei!- exclamó con una vasta sonrisa dibujada en su pálido rostro, observando que la bruja de orbes color chocolate comenzaba a recuperar el aliento e intentaba ponerse de pie, dejando a un lado la ansiedad y el pánico ocasionado por la prueba antes vivida. En cambio, Elros ya estaba más sereno; sus signos vitales estaban normalizados y sus ganas por enfrentar la próxima aventura emanaban a flor de piel con cada movimiento que efectuaba con su varita en mano, deslizándose al compás del viento que, tenuemente, recogía a los diminutos granos de arena que estaban en la capa más externa del oasis guerrero. -Es hora de librar nuestro encuentro, compañera... Ponte en guardia. Te prometo que daré todo de mí... ¿Entendido?- fueron las únicas palabras que transmitió el veinteañero a la mujer de cabellos largos de tonalidad castaño opaco; posicionándose a escasos ocho metros de distancia frontal de su camarada de bando.


Las ropas de Thomas estaban algo desgarradas por la travesía en la cueva, componiéndose por: una sudadera azul bien apegada a su torso, un pantalón tipo "bermudas" de jeans negro y zapatillas ligeras blancas; destacando en él que todas sus prendas de vestir estaban sucias y con señales azabaches de quemaduras. -¡Cinaede!- pronunció con su arma de pirul apuntando a Mei; surgiendo un gas venenoso invisible alrededor de la argentina, el cual ingresaría en el acto en sus vías respiratorias, cortándolas. Aquel elixir volátil había sido elaborado a partir de los conocidos Pétalos de Pensamientos de los conocimientos del Equilibrio, y si la hechicera no actuaba pronto, la toxina penetraría el torrente sanguíneo, provocando un shock en el sistema nervioso y la posterior muerte. Pero el fenixiano sabía que la Black Delacour se manejaba a la perfección en duelos, así que no temió por su vida ni por los efectos secundarios que el Cinaede provocaría en su organismo. No la conocía bien, pero se dejaría valer por los comentarios de los miembros de la Orden del Fénix acerca de la fiereza con que su Líder hacía frente a cada batalla que se le ponía por delante; no tenía un contrincante fácil, lo sabía, pero el Gryffindor pondría todo de sí para librar una contienda digna a los ojos de Badru, quien seguramente les estaba mirando expectante desde algún punto oculto de aquel domo.

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Tosió un par de veces al sentir que la arena se colaba por sus vías respiratorias mientras se tomaba su tiempo para recuperarse. Apretó las manos, formando puños en señal de que el estrés aún no había acabado. No, claro que no, aún faltaba terminar aquello con un enfrentamiento en el que debería de utilizar los hechizos que habían aprendido hasta el momento. Soltó un largo suspiro, oyendo las palabras de Thomas, próxima a ella. No se había dado cuenta, pero había caído casi al lado del muchacho, por lo que se puso en pie para mirar al muchacho y sonreírle.

 

Será un placer combatir contra ti – le respondió con voz más baja de la normal debido al cansancio que ya sentía, pero de todas formas se las arregló para que la escuchara.

 

Para cuando se volteó, Mei rápidamente le dio una palmadita en un hombro a forma de darle ánimos antes de que Thomas comenzara a caminar. Ella lo imitó, hasta quedar a no más de ocho metros. Observó el escenario con cuidado, viendo que habían varias estatuas de guerreros enterradas por doquier, pero ninguna demasiado próxima a ella, estaba a salvo, pues calculaba que la más cercana estaría a unos seis metros. Pero no era el caso del Gryffindor, quien se había posicionado de tal forma que por detrás de él sobresalían los torsos de tres guerreros distintos, a unos dos metros de distancia de él.

 

Y para cuando se dio cuenta, Thomas ya había atacado, haciendo que un gas venenoso apareciera alrededor de ella, aspirándolo de forma inevitable, lo cual inmediatamente comenzó a afectarla internamente. Con que veneno, ¿no? Bueno, dos podían jugar a ello.

 

Morphos – dijo, apuntando directamente a la sudadera azul de su contrincante, haciendo que la misma mutara de inmediato y se transformara en una avispa marina de dimensiones pequeñas, pero aún así, tan venenosa que, al adherir sus tentáculos directamente a la piel del muchacho, lo envenenó de forma inevitable antes de comenzar a morir debido al calor y la falta de agua.

 

Anapneo pensó, haciendo que sus vías respiratorias se despejaran y pudiese volver a respirar con normalidad, aunque el veneno aún afectaba su sistema y le faltaba por curarse, pero de todas formas aún tenía tiempo por delante.

 

Se posicionó nuevamente sobre el lugar, acortando un poco la distancia con su contrincante para quedar a poco menos de siete metros, sintiendo cómo la arena entraba una vez más en sus zapatillas deportivas, aunque no es que le importara mucho, ya llevaba todo el santo día con ellas llenas hasta el tope prácticamente. Una suave brisa agitó su cabello despeinado y su blusa de mangas cortas, y acarició sus piernas al aire, agradeciendo en aquel momento el haberse colocado un short de jeans liviano, de esa forma el calor no la sofocaba. Tanto.

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<<¿Qué habrá sido lo que dijo Mei?>> se preguntó el inefable al ver, a lo lejos, que la bruja respondía a sus dichos con un tono de voz tan bajo que, a los ocho metros que le distanciaban de ella, le fue imposible comprender del todo lo que decían sus labios (a menos que hubiese usado la Legilimancia). Quizás, la Black Delacour pensó que Thomas estaba a su lado al momento de aparecer tras el portal, pero no era así; lo que tal vez Mei vio fue un espejismo producto de la alta temperatura y del ambiente desértico mismo que los había colmado desde un comienzo de la clase con el guerrero Badru. Ella había arribado al domo de cristal desde el otro extremo del campo de batalla, por lo que era inverosímil que el Gryffindor hubiese estado a su lado y menos que éste le hubiera dado la oportunidad de dejarse tocar directamente, pese a que ambos eran muy buenos camaradas en la Orden del Fénix; debido a que estaban disputando un duelo y Elros no le daría cierta ventaja a sabiendas que la muchacha conocía también la poderosa magia de la Sangre. De todas formas, el veinteañero llevaba consigo su Amuleto de la Resurrección por si algo no salía del todo bien y necesitaba de sus energías para volver a la vida por las suyas y no gracias a las destrezas de un tercero. Así fue que el pelirrojo optó por separase aún más de algunas estatuas que yacían detrás de él y que sobresalían de la arena, tomando un resguardo de al menos cuatro metros de distancia de la fuente más cercana; hecho que le tranquilizó por breves segundos; porque, tan pronto como hubo vuelto la mirada esmeralda hacia su rival, la sudadera azul rasgada que llevaba consigo se transformó en una avispa marina que no tardó en adherir sus tentáculos ponzoñosos al torso desnudo del legilimago, inyectándole un veneno letal a través de sus aguijones microscópicos al estar en contacto directo con la piel nívea del adolescente; provocándole una sensación extremadamente dolorosa, ardor, pequeños toques eléctricos y calambres. -¡Auch! Esto no fue gracioso, Mei. Si querías verme sin remera, pues... ¡Debías pedírmelo y ya!- vociferó el británico con un dejo de picardía, sonriéndose con su Líder justo en el instante preciso en que efectuó un fugaz movimiento con su varita de pirul, antes que la Delacour realizara su segunda acción. -¡Morphos!- dijo apuntando hacia la zapatilla derecha de Mei, la cual se transformó en una araña de rincón que no demoró en inyectar su brebaje malicioso en el dorso del mismo pie; veneno que rápidamente pasaría al torrente sanguíneo, causándole la muerte si ésta no actuaba con prisa y sabiduría, cualidades innatas en ella.


-¡Malnacida seas, medusa de los mil demonios! ¿Acaso no sabes que me duele? Mis pectorales son únicos y bueno... son para las chicas; no para ti. Ententaculada de cuarta categoría- gruñó con rabia el nuevo legionario de los fenixianos, al mismo tiempo que cogía al "baboso ser" desde la exumbrela convexa de la zona aboral (para así no rozar los tentáculos otra vez) y lo lanzaba a unos dos metros de distancia de su preciado cuerpo, dejando que la avispa marina muriese con la arena seca y el calor agobiante que azotaba el perímetro de contienda. <<Debe haber usado Anapneo>> pensó con certeza, siguiendo el don de la intuición que estaba siendo explorado por él gracias a la habilidad de Videncia. -Morphos- volvió a pronunciar, esta vez casi susurrando, apuntando con "Lion" hacia una de sus propias deportivas blancas, convirtiéndola en un bezoar que prontamente se puso en la boca. -Es impresionante... ¿cómo una piedra extraída del estómago de una cabra te puede llegar a salvar la vida?- caviló dubitativo en voz alta; esperando, con la guardia lista, la próxima maniobra ofensiva de la hechicera de cabellos despeinados y blusa de mangas cortas.

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Negó con la cabeza, pero sonrió de lado al oír el comentario del muchacho. ¿Hacía cuanto no escuchaba a alguien bromear así que no fuese su propia pareja? Debía comenzar a socializar un poco más, a fin de cuentas últimamente tenía demasiado tiempo para andar por donde le diera la gana, con eso de que no tenía trabajo le estaba resultando los días mucho más largos y aburridos.

 

De pronto, vio cómo una de sus zapatillas se convertía en una araña de rincón que inmediatamente la picó. Hizo una leve mueca con la boca, pero actuó rápidamente, llevada por el instinto y la experiencia. Antes de que la araña se moviera del lugar, alcanzó a aplastarla con la palma de su mano, haciendo que ésta volviese a convertirse en lo que había sido anteriormente: una simple zapatilla.

 

Cantar de Eleboro – susurró, moviendo a Aukan, como si de un director de orquesta se tratara. Una levísima vibración salió de su varita a modo de música, que la rodeó por completo, a ella y sólo a ella, logrando de esa forma proteger todos sus sentidos para evitar ser silenciada en aquel momento y en adelante, por un largo rato –. Si quisiese verte sin vestimenta, hubiese empezado transformándote otra de tus ropas – le dijo por lo alto para cuando el muchacho terminó de comerse el bezoar para hallarse totalmente sano del veneno que había logrado que su avispa marina ya muerta le inyectara.

 

Parpadeó rápidamente e hizo una mueca con la boca, sintiendo que el veneno ahora le afectaba a ella, pero aún tenía tiempo por curarse, por lo que no había demasiado apuro en ello. Primero, debía terminar de curarse del veneno del cinaede, por lo que pensó en un episkey que logró terminar de curarle al todo aquel veneno extraño del que ya había aprendido bastante en su anterior clase del libro del equilibrio. Ya con eso estaría como nueva, o casi, aún faltaba por curarse, pero tenía tiempo aún, el duelo seguía en pie.

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-¿Ah sí? ¿Qué prenda hubieses elegido entonces, Delacour?- preguntó Thomas con una sonrisa plasmada en su rostro adolescente, el mismo que reflejaba cierto grado de "connotación sexual" muy característica de los chicos de su edad con las hormonas revolucionadas; siendo un poco malintencionado y pervertido a la vez en medio de aquel duelo fenomenal en el desierto. La estrategia de Mei era algo evidente, tanto así que el pelirrojo no dudó ningún segundo en sus pensamientos tras analizar detenidamente el vaivén de varita de la líder fenixiana a modo de "director de orquesta" que, a ciencia cierta, venía de la mano con uno de los hechizos del arte del Druida; vibración musical apenas audible que le brindaría de inmunidad frente a cualquier ataque que deteriorase sus sentidos. -Mírate... o sea... Míranos, Mei. Tú estás sin una de tus zapatillas y yo... sin mi remera. No quiero averiguar en qué va a terminar todo esto, eh. Pero el calor que discurre por los rincones del domo... no es nada frente al fuego que sale por mis poros cuando ando muy... "tú comprenderás" ¡JaJaJaJa!- bromeó el legionario a la distancia, observando que la hechicera no estaba del todo complacida con sus dichos, o tal vez se debía al veneno de la araña de rincón que ya se debía estar paseando por el torrente sanguíneo de su víctima; ocasionándole dolor y molestias. -Cinaede- vociferó antes que la transandina efectuase su segunda maniobra, volviendo a envenenarla con aquella repugnante toxina que invadiría en el acto sus vías respiratorias ante el gas invisible extraído de los Pétalos de Pensamientos. <<Lo siento, Mei>> caviló mientras realizaba una mueca en signo de desaprobación por lo que acababa de hacer, dificultándole aún más las cosas a la "ex-directora" de la Oficina del Ministro.


Todo estaba pasando más rápido de lo que creía el Gryffindor, tanto así que Elros estaba olvidando poner en práctica los hechizos que Badru les había enseñado a utilizar durante la clase. <<El Haz de la Noche no puedo... no sería bien visto que huyese del duelo a través del portal... Obsistens, tampoco es hora, pues no tengo de qué protegerme aún, ni criatura que desee atacarme. Ignea... no sacaría nada con invocarla, ya que ninguno de los dos puede usar fuego por la restricción de hechizos; a menos que...>> fue lo que meditó para sus adentros el inefable, dejando tranquila a Mei para que ésta realizara su segunda acción (la cual él intuyó que sería algo ligado a una curación para sanar parte de su dolencia). Fue así que el legilimago pensó en "Flechas de Fuego" y disparó una andanada de filamentos llameantes que salieron lanzados, uno tras otro, rumbo a la silueta femenina de la bruja de orbes achocolatados; estructuras largas y delgadas (como hilos) de fuego que le incendiarían la piel, provocándole heridas sangrantes muy nocivas que ni el Cantar de Eleboro podría proteger basándose en su influencia directa sobre el sentido del tacto.

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Hizo una mueca de dolor, el veneno (o los venenos segun corresponda xD) le hacia cada vez mas efecto, produciendole un malestar que reconocia de viejas redadas. Tal vez no le quedaba mucho tiempo, o tal vez podria llegar a salvarse, pero en su lugar, opto por otra posibilidad, sin dudarlo y levantando la varita en el aire, se preparo para lo que en pocos segundos habia pensado.

 

-Ignea - susurró, haciendo que una lluvia de polen salira de su varita y la invadiera, adhiriendose a su piel y causandole el deseo que esperaba: inmunidad al fuego, por lo que las flechas de fuego que Thomas le habia enviado impactaron en ella, pero nada sucedio, ni una herida, ni nada parecido. A fin de cuentas habia adquirido inmunidad contra cualquier tipo de fuego.

 

-Incarcerus - dijo luego, apuntando directamente a Thomas, haciendo que de su varita salieran tres gruesas cuerdas destinadas a atar las manos en la espalda al Gryffindor, los tobillos y la boca, imposibilitando que pudiese hablar.

 

Luego de ello, lanzó una sonora carcajada al oir las palabras del muchacho. Aun a la distancia pudo ver su sonrisa pícara, una que delataba a mas no poder el contexto que la conversacion habia adquirido.

 

-Ay, Thomas, ¿eso es una propuesta indecente? Porque asi se interpreta - dijo, negando con la cabeza.

 

Cayó de rodillas al suelo repentinamente, ya totalmente afectada por el veneno que recorria su sangre y sistema nervioso. Pero no importaba, a fin de cuentas era un encuentro amistoso, confiaba en que el muchacho la ayudaria en cuanto todo eso terminara, sabia que haria algo al respecto.

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<<Algo le sucede>> premeditó el inefable al ver la seguidilla de muestras de dolor que su rival manifestaba en su rostro cansado y agobiado de todas las situaciones que habían vivido en compañía de Badru, pero el uso efectivo del hechizo protector de la Delacour a través de la lluvia de polem de los lirios para salir ilesa de las flechas llameantes, le tranquilizó por un breve margen de tiempo. <<Obsistens>> pensó rápido el Gryffindor antes que la bruja argentina lanzara su segunda acción, conformando un cerco de materia lumínica de tonalidad azul que salvaguardaría al veinteañero ante cualquier maniobra ofensiva de su Líder. Y así fue que sucedió; pues para sorpresa de Thomas, Mei lanzó tres gruesas cuerdas destinadas a impactar contra las zonas más trascendentales del adolescente ante las complejidades de un duelo de magia; mismas que fueron absorbidas por el muro luminoso antes de llegar hasta su destino. -Cantar de Eleboro- fue lo que pronunció a continuación el legilimago; surgiendo una vibración musical apenas audible, desde el extremo distal de su varita de pirul, que protegería y agudizaría sus cinco sentidos. Tal fue el efecto de la melodía, que sus oídos lograron escuchar la carcajada que afloró de su compañera desde el otro extremo del domo de batalla; sintiendo también que su respiración se volvía cada vez más entrecortada. -¡Tómala como quieras, Mei! Una propuesta indecente se puede bailar mejor si los dos danzarines están de acuerdo... ¿No lo crees? Es como el vaivén de las aves cuando...- fue lo que alcanzó a pronunciar el apuesto muchacho, debido a que sus palabras tentadoras de "Don Juan" fueron silenciadas en el acto por la caída de rodillas precipitada de su contrincante al suelo arenoso, dejando entrever que algo no andaba del todo bien. <<El veneno de la araña llegó a su corazón>> dedujo abriendo sus orbes como platos ante el asombro. Dentro de sus fugaces pensamientos brotó una duda existencial: "¿Cómo no se curó a tiempo?", pero la respuesta era única y fácil de interpretar: la culpa había sido de él, al no dejarle el lapso temporal suficiente para poder hacerlo.


<<¡Fulgura Nox!>> invocó mentalmente sin pensarlo dos veces, abriendo una brecha tiempo-espacio delante de él, con el objetivo de desaparecer de su actual ubicación y así poder materializarse en otra zona del domo de cristal impenetrable conjurado por el Uzza. Fue así que un portal se abrió justo donde estaba el cuerpo maltratado de Mei, Haz de la Noche que cruzó Elros con prisa y nerviosismo. -¡Mei! ¡Mei! ¡Mei, despierta! ¡Por Merlín! ¡Por amor a Merlín! ¡Despierta mujer!- exclamaba el Granger mientras la tenía entre sus fornidos brazos, esperando alguna acción del Nefir. -Perdóname... no quise asesinarte... Yo solamente tenía las ganas de poder brindarte un duelo como tú lo mereces... Me matarán en la Orden si no... si no soluciono esto antes de que termine la prueba- platicaba en solitario el ojiverde, al mismo tiempo que trataba de buscar una alternativa idónea ante aquella circunstancia. Y así surgió la luz... Sin cavilaciones, el mago metió sus manos entremedio de la blusa de Mei queriendo hallar un objeto colgado en su cuello. Ya no sentía vergüenza alguna sobre cuerpo fallecido de la Black, ante todo era su camarada y no deseaba perderle en una contienda amistosa para adquirir nuevos conocimientos. -¡Bingo!- vociferó cuando sus órbitas verdes se toparon con el Amuleto de la Resurrección de la transandina, mismo colgante que empezó a emitir una luz esmeralda fluorescente que en un par de segundos le devolvió el aliento. -¡Mei! ¡Mei! ¿Estás?- preguntaba ansioso el nuevo legionario a su mandamás, anhelando que ésta prontamente abriese sus ojos achocolatados junto a él.

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