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Prueba de Videncia #3


Sajag
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Caminaba despacio. Como Arcano, no tenía prisa para lo que sabía que iba a suceder. Sajag era lento con sus pies, pausado, relajado, pero no en su mente. Ésta funcionaba a una velocidad impensable, recibiendo miles de sensaciones a la vez. Algunas las dejaba pasar, otras las recluía en un lateral de su pensamiento, para que quedaran en un borde, funcionando en un segundo plano. El hindú sólo dejaba presente las imágenes que se referían a la prueba que iba a acontecer en breve.

 

Suspiró cuando llegó ante el lago. Allá estaría la primera prueba. Sagaj sintió una punzada de curiosidad sobre aquello que él mismo habría escogido. Pero éste no era un obstácul0 para él, así que soltó un suspiro y se concentró.

 

Hubo un bullicio en el agua, un remolino que acercó a miles de almas en pena que se acercaron a la orilla. Todas susurraban un "Ven conmigo". Eran fantasmas sin cara. Casi..., por un instante..., le pareció vislumbrar el rostro de aquella chicuela que, en su India natal, se había escondido entre las plantaciones de azafrán para sorprenderle y robarle un beso al hijo del Amo. Sajag sonrió para sus adentros... No recordaba su nombre pero el recuerdo de aquella muchachita desvergonzada le alegró. Había sido su primera novia... Seguro que habría fallecido hacía mucho tiempo. El Arcano tenía más años de los que quería confesar.

 

Se puso serio. No podía permitirse ningún desliz, aunque las muñecas de aquella muchacha le hubieran parecido las más delicadas y maravillosas que hubiera visto nunca. Ahora tenía que pasar el lago sin distracciones. Al fin y al cabo, aquello iba a ser difícil para su pupilo. No le hacía falta saber los rostros que se cruzarían en su mente porque lo estaba viendo mientras los creaba. Sajag supo que le sería muy duro conseguir vencer el apego a todas esas caras para cruzar el lago. La otra opción era salir huyendo. Aunque en un principio, al Arcano no le gustó enseñar a un licántropo, ahora sentía lástima por lo que esperaba al muchacho.

 

Pero no se podía permitir el ser bondadoso, ya que el Portal sería implacable. El Arcano llegó a la orilla opuesta del lago y volvió a suspirar. Había tres caminos que bordeaban el borde del agua en tres direcciones diferentes. ¿Cuál escoger? Cerró los ojos y lanzó un manojo de cartas al aire, que revolotearon como mosquitos molestos, susurrando de forma insistente "Escógeme a mí, yo soy el camino correcto, yo soy el camino correcto". Esta segunda prueba era muy burda, en realidad... El muchacho sólo tendría que elegir tres cartas que le indicarían cuál de los tres caminos era el que le llevaría al interior del bosque enmarañado.

 

El hindú no pensó más en ello. Cualquiera de los tres caminos llevaría al interior, así que la decisión sería sólo una prueba de astucia, intentando interpretar cuál del grupo de cartas sería el que enseñaba el mejor camino. Sin embargo, la elección, cualquiera que fuera, influiría en el desarrollo de la tercera Prueba. Esa era peligrosa.

 

Sajag cesó el paso y contempló el laberinto. No le gustaba. Aquella parte siempre era la más horrible de todas las pruebas, al menos de las que daban acceso a la Pirámide. Se repitió, una vez más, que el Portal era más inflexible e inhumano que todo lo que él pudiera idear para desanimar a su pupilo. Era su deber conseguir que Goderic Slytherin se tomara en serio las dificultades que implicaba adquirir el Anillo de la Videncia. No era apto para pusilánimes y miedosos de los que plagaban el continente. El Anillo tenía vida propia y no dejaría que nadie que no lo mereciera se lo pusiera en el dedo.

 

Por ello, el Arcano movió la mano en el aire y la dejó posar delicadamente en su barriga mientras contemplaba la escena. Delante de él, la puerta del laberinto, cubierta de plantas de adormidera. Era imposible salvarse de ella al entrar en él y era imposible acceder a la Pirámide sin pasar por el laberinto.

 

Sajag contempló su obra. Unas formas oníricas estaban dispuestas para enturbiar al muchacho y meterse en su mente en cuanto cruzara aquella puerta de amapolas opiáceas que le induciría un sueño andante. Seguiría caminando, dudando entre las luces y las sombras, si estaba despierto o dormido, si era el camino que le llevaría al centro o si sería el que le perdiera para siempre. Estaban enlazadas a las cartas del tarot que había elegido antes: El Loco se mofaba de todos los presentes; la Sacerdotisa le diría que confiara en el corazón y le indicaría el camino si no la abandonaba; el Ermitaño le pediría que mirase su interior y que venciera sus propios miedos antes de seguir avanzando. El Colgado le exigiría un sacrificio con el que sabría encontrar el camino correcto. El Demonio le indicaría las trampas del camino...

 

Todas las figuras tendrían razón y todas intentarían guiarle. Pero todas juntas provocarían la locura en el muchacho. ¿Sería capaz de interpretar de forma correcta el orden de todo lo que le indicaban sin el caos de tener tantas personalidades diferentes dentro de su cabeza...?

 

Sagaj dio un ligero vistazo al Loco y temió por la integridad mental del joven Goderic, puesto que la imaginación podría ser el arma más vital y a la vez la más peligrosa con la que contara para superar aquella prueba antes de llegar al pie de la Pirámide.

 

¿Qué se encontraría aquí el muchacho? Sagaj se sentó en el primer escalón, dando la espalda al gran templo. Mantuvo unos minutos de meditación que intentó que le relajara. Hoy se había levantado muy nervioso, como cada vez que cruzaba aquellos territorios y entraba en busca del Portal. Sentía un gran respeto por todos los que habían llegado hasta allá, hubieran o no acabado la prueba. ¿Sería capaz el nuevo aspirante a Vidente de llegar hasta el final? No había querido mirarlo, a pesar que el Ojo Interior le hacía trampas y le mostraba retazos de lo que iba a suceder.

 

Era cansado resistirse a ver pero resistió el deseo de echar una mirada a lo que sucedería. Prefería enterarse a la vez que sucediera.

 

Se irguió y subió despacio los escalones hasta llegar al séptimo, donde se abría la puerta de la Pirámide. Allá dejó un cántaro de barro lleno de agua fresca. Goderic necesitaría de ella cuanto acabara el cuarto obstácul0: los escalones desaparecieron y pareció que la Pirámide levitara sobre su base. Sin escalones, sin magia, aún afectado por la somnolencia de la adormidera, necesitaría beber aquella agua para recuperar su cordura o se perdería en el limbo de los que no saben encontrar su propio camino.

 

Si conseguía llegar hasta el agua fresca, podría entrar en la Pirámide y llegar hasta el Portal, donde le preguntaría de nuevo si en verdad estaba convencido de pasar la prueba del Portal de la Videncia. Sajag entró y contempló la gran puerta. Se arrodilló y se dispuso a recitar un mantra que le animara y que le ayudara en la espera de lo que sucediera.

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La oscuridad propia de la noche le causó cierta nostalgia. Los destellos intermitentes de las estrellas le tranquilizaba de una forma que nunca antes había sentido. Por alguna razón podía sentir que el universo le decía que se mantuviera en paz y que no sucumbiera ante la ansiedad. Su mente le decía que temer a las pruebas que le esperaban mañana era una mala idea y agradecía que el cielo confirmara aquella opinión.

El frío nocturno terminó por convencerlo por ir a la cama. Sabía que debía dormir bien para estar con sus sentidos al máximo para las pruebas, además de estar cansado por utilizar por primera vez y tantas veces su ojo interior. Sintió un dejo de tristeza por tener que ir a sus aposentos pues la noche se sentía agradable y quería seguir disfrutandola. Se despidió de Garfield, su tigre siberiano, que lo acompañaba acostado a su lado y se dirigió con sigilo a su habitación ya que no deseaba despertar a ningún familiar.

Sus ojos se volvieron pesados luego de no más de un minuto de haberse acostado. Su cama sin duda era acogedora. Toda preocupación de quedarse dormido en el día de mañana o de las pruebas que tendría que enfrentar para demostrar que era digno de poseer la habilidad simplemente se esfumaron de su mente. Incluso su temor de utilizar su ojo interior mientras dormía solo quedó en ello, en un hecho que nunca sucedió. Lo agradeció, no quería ver qué pruebas tendría que pasar ni cómo sería su destino.

En la mañana siguiente se arregló con cuidado y se aseguró de llevar una vestimenta sencilla y cómoda. Colgó su amuleto de curación en su cuello, escondiéndolo bajo la camiseta gris que llevaba. Normalmente llevaría más artefactos de los libros de los hechizos pero deseaba ir ligero en aquel viaje. La ayuda externa no era necesaria ni sería bien recibida. Guardó su varita en el bolsillo trasero de su pantalón deportivo negro, no solía llevar ropa tan deportiva como aquella pero por algún motivo sentía que tendría que viajar mucho y aquella ropa era la más apropiada.

El lago se encontraba frente a sus ojos. Le agradaba observar las suaves olas y el reflejo del sol que se proyectaba en ellas. Se detuvo solo unos segundos para calmarse antes de comenzar aquel viaje. Lo sentía así, un viaje. No era una prueba, no, aquello era un viaje para terminar aquel ciclo de conocimiento sobre la Videncia. Por lo mismo, dejó la varita en el mismo lugar sin preocuparse por los peligros que podría afrontar cuando se subiera al bote. Debía confiar en sus habilidad, su mente y corazón. La magia debía esperar.

Se mantuvo quieto. Algo extraño se acercaba, podía sentirlo. Un escalofrío recorrió su espalda cuando un bullicio en el agua confirmó sus sospechas. ‹‹Ven conmigo›› susurró alguien... o algo. Dirigió su rostro hacia donde había escuchado aquel sonido. Su corazón latió tan fuerte que se asustó. No podía creer lo que veía. Y no pudo evitar maldecir por lo bajo a Sajag. Sabía que debía demostrar fortaleza y temple. Sabía que aquella imagen no podía derribarlo y que solo era una prueba mental pero... el mostrar su figura era demasiado cruel. Con las personas muertas nunca se debía jugar, eso ya lo había aprendido.

Una figura semitransparente lo observaba, lo llamaba. ‹‹Ven conmigo›› repetía continuamente con un tono de tristeza. Rocío, su primer amor le llamaba ¿cómo mantenerse firme? Aquella mujer que había sido su primer pilar. En la cual aun pensaba cuando se sentía perdido y sus ideales flaqueaban. Con aquella había conocido el amor, la Orden del Fénix, con ella había formado su primera familia. Su estancia fue demasiado corta, pero había marcado huellas en muchas personas. Tantas personas que lloraban de corazón su pérdida. Recordar aquellos momentos seguían doliendo.

Temió no ser capaz de controlarse por lo que no se acercó a la figura. Le miró con una sonrisa gentil mientras la acariciaba con sus ojos vidriados. Todavía no era su tiempo. Su reencuentro tendría que esperar. No tenían que decirse nada, sus miradas reflejaban que aceptaba su decisión. El Dumbledore no podía comprender si era su fantasma real o solo un ente creado por el Arcano pero sus recuerdos se dispararon de todas formas. Se secó con brusquedad una gota que se asomaba por su ojo derecho. Ser fuerte no significa no llorar, sino aceptar aquellos sentimientos sin ser devorado en el intento.

Uno, dos, tres fantasmas. Sus hijos aparecían con heridas y composición etérea. Incluso el jefe del clan CappetDagger, aquél viejo gentil que le había enseñado tanto aparecía ante él con una figura fantasmal. Sonrió con tristeza y suspiró. No iba a caer. Sería una falta de respeto por la memoria de todos aquellos. Ellos no eran una carga. Eran su pasado, presente y futuro. Su fortaleza. Su razón para ser lo que es y para seguir mejorando. ¿Cómo podría desmoronarse?

Era extraño que lo comprendiera en aquellas circunstancias. Temer por el futuro, sufrir por el presente y arrepentirse por el pasado eran cosas que debía luchar a diario pero no podía perder ante aquellos sentimientos. No podía simplemente huir.

No, ustedes vengan conmigo.— respondió Goderic con una sonrisa gentil y verdadera en su rostro mientras extendía su mano.

Mientras los mantuviera en mente y corazón su recuerdo y presencia seguiría vivo. Las enseñanzas que aprendió de su maestro no se perderían incluso si él muriese. Los momentos felices que vivió junto con Rocío y el legado que le entregó tampoco desaparecieron con su partida. Sabía que el dolor por perder a sus hijos sería semejante a destruir su alma en pequeños pedazos pero también sabía que seguiría adelante, recordándoles felices y alegres como lo eran. Su compañía aunque fuese en espíritu le daba fuerzas para superar los obstáculos que la vida le había puesto y seguirá poniendo en su camino.

Tomó una bocanada de aire cuando llegó a la orilla opuesta del lago. Se dió un par de golpes en sus mejillas y continuó preparado para la siguiente prueba que Sajag le había preparado.

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¿Desde cuánto Sajag no sentía esa desazón? Muchas lunas habían pasado desde que un inesperado sentimiento rompía su entrenada mente en medio de una meditación. El muchacho se había presentado al borde del agua y luchaba de forma fiera contra las imágenes que había dentro de ella. Notó su dolor como si fuera propio, su desesperación, su determinación a superar aquella Visión.

 

Ser fuerte no significaba no llorar, sino aceptar...

 

¿Cómo no se había dado cuenta antes de lo sabio que era? El joven resultaba un gran descendiente del Venerable Dumbledore. Ahora se daba cuenta de su ceguera cuando estuvo a punto de rechazar su presencia, cuando no quiso admitirlo en su clase. Se hubiera perdido esta lección: todos aprenden a lo largo de su vida, los Arcanos incluidos. Sajag no era menos que el resto de la Humanidad en ello: acababa de aprender del muchacho al que había estado a punto de negar el acceso a la Habilidad de la Videncia.

 

Aspiró el aire de la mañana que se filtraba por la puerta de la pirámide. Después sonrió. Seguía avanzando. El Sr. Goderic era fuerte, valiente, preparado. Sólo esperaba que mantuviera ese espíritu hasta el final sin decaer.

 

Sería un gran Vidente, estaba seguro...

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Sus mejillas ardían levemente por el par de golpes que se había realizado para recuperar la compostura. Había tres caminos frente a él, cada uno bordeaba el lago. No sabía cual escoger pero un manojo de cartas parecía tener la respuesta. Cada una de las cartas le murmuraba una respuesta, cada una estaba segura de ser la respuesta correcta. Escogió un grupo de tres cartas las cuales se encontraban boca a bajo. Lo cual le alegró. No quería que su ojo interior se viera afectado por algún tipo de racionalidad. En la elección solo debía estar el pensamiento por el camino que le llevaría hasta la pirámide y el portal.

Escogió la primer carta, la sacerdotisa. Esta carta le recordaba que venía de una etapa donde aprendió que los valores y principios son un pilar fundamental para asentarse en la vida. Estos valores no se deben transar porque son parte esencial de ti. La segunda carta que escogió fue la rueda de la fortuna la cual estaba invertida, lo que le señalaba que no era el momento adecuado de tomar decisiones y sería mucho mejor que esperase a que cambie la fortuna que ahora es desfavorable, no olvides que la rueda sigue girando y si hoy se encuentra al lado negativo, pronto estará al lado contrario y todo será favorable.

La tercera y última carta era el ermitaño el cual indicaba que vendría un momento en que tendrá que meditar profundamente, ya que su búsqueda necesitaba extrema prudencia y paciencia, teniendo siempre presente que No por mucho madrugar, amanece más temprano, de lo contrario correrás riesgos innecesarios. Todas y cada una de las cartas que había escogido le indicaba que mantuviera paciencia y aguardase para tomar la decisión. La señal sobre cual escoger llegaría más tarde, ahora solo debía calmarse. Esperó unos minutos meditando, no quería pensar sobre cual camino elegir. Aprovechó aquellos minutos para reflexionar sobre la prueba anterior y volver a la paz.

Las tres cartas que se hallaban frente a él se movieron ligeramente a causa del viento. Por un momento pensó que esa sería la señal que esperaba pero aguardó y tuvo razón. Una hoja que volaba en el viento se posó sobre la tercer carta. Tomó las tres cartas y las guardó con aprecio, ya que éstas le habían ayudado a escoger el camino. Recogió el resto del mazo sería una falta de respeto dejarlas allí simplemente tiradas en el piso.

Tomó el tercer camino y se adentró al interior de aquel bosque enmarañado. Algunas ramas golpeaban su cabello y rasgaban su ropa cuando caminaba sin cuidado. Todavía le era complicada la transición entre ojo interior y realidad por lo que unos segundos después de utilizar el tercer ojo acababa algo despistado y somnoliento, aunque ya se empezaba a acostumbrar. Siempre había sido algo disperso y había podido sobrevivir, esto no sería diferente.

Encontró un laberinto el cual seguramente era la tercer prueba. La puerta del laberinto estaba cubierta de plantas de adormidera. Sonrió levemente, él tratando de luchar contra el sueño y el arcano le inducía a dormir. Se adentró al laberinto sin dudarlo, si era una prueba deseaba demostrar que la podía superar. No solo por autorealización. Solo al cruzar la puerta pudo notar el cambio en su mente y cuerpo. Sus ojos eran más pesados pero no los podía cerrar. La luz había desaparecido de golpe y también aparecía sin avisar. No sabía si pestañeaba o no.

Las imágenes se volvían borrosas. No sabía si estaba viendo el camino delante de él con sus ojos o era una visión de su ojo interior. El efecto había sido más psicodélico de lo que había esperado, por lo que se detuvo unos breves minutos para respirar. Si su ojo interior había tomado tal fuerza gracias a la entrada del laberinto, entonces debía aprovechar aquella situación. Sacó las cartas que había guardado antes de entrar al bosque y les pidió ayuda. Minutos después comenzaba a arrepentirse de ello.

La Sacerdotisa le decía que confiara en su corazón. También le decía que le indicaría el camino para hallar la salida si no la abandonaba. Sintió sus palabras un dejo de tristeza. ¿Por qué la abandonaría? No comprendía del todo aquella petición pero le incomodaba aquella frase. Sentía compasión por ella. ¿La habían abandonado o traicionado? ¿Se sentía sola? No podía comprender del todo a la sacerdotisa pero su consejo era sabio. Confianza era algo que le faltaba en el campo de la videncia.

El ermitaño por otra parte, le pedía que mirase su interior y que venciera sus propios miedos antes de seguir avanzando. Sus palabras le recordaban su pasado, cuando estaba obsesionado por vencer sus miedos. Actualmente sus miedos eran no ser competente, no ser lo suficientemente apto para cuidar a su familia y seres queridos. Temía también perderse a sí mismo en el afán de proteger al resto.

Mientras que la Rueda de la Fortuna le decía que todo tenía dos lados. A veces uno encontraría la fortuna y otras veces la desgracia, que la vida era un sinfín de momentos buenos y malos. La rueda le decía que debía aprender de su pasado, de las cosas buenas y las malas, como también del futuro. No podía continuar el camino si no lo entendía del todo, de lo contrario no solo perdería su rumbo en el laberinto sino también en la vida.

Sabía que cada uno de ellos quería ayudarle. Lo sabía. Sin embargo, tener tres voces discutiendo entre ellas, elevando su voz con tal de alcanzar los oídos del Dumbledore era demasiado cansador para cualquiera. Suspiró cansado tratando de pensar, era difícil con todo aquel ruido. Ninguno le estaba mintiendo y les agradecía por ayudarle pero tenía que tomar el control. Tomó una bocanada de aire y gritó. No de dolor, no de rabia, no... era un grito de desahogo. Estar estresado y enloquecer por aquellas voces era poco productivo. Se disculpó con aquellas voces por aquel exabrupto y empezó a ordenar el caos que había dejado formar.

Primero, el ermitaño le guiaría. Podía ver su interior sin mayores esfuerzos y sus miedos los aceptaba, no eran un temor irracional. Solo eran temores naturales para cualquier persona consciente de que todo acto tiene una consecuencia. Sus miedos lo ayudaban a superarse y a tratar de elegir el mejor camino para él. Por lo mismo, él debía ser el primero en guiarlo. Debía elegir el mejor camino para él gracias a los miedos que le alentaban a continuar.

Unos cuantos minutos después, cuando se encontró en un camino sin salida., llegó el turno de la rueda de la fortuna. A pesar de estar en una mala situación debía pensar positivo, debía ver sobre sus pasos y deducir gracias a ello un camino mejor. Retrocedió unos pocos pasos y comprendió que había seguido mal una de las instrucciones del ermitaño. Realmente el estar medio dormido le podía causar algunos problemas pero no se detendría por ello. Las malas experiencias traían consejos y recomendaciones para el futuro. Ahora sabía que debía tener cuidado con las instrucciones de sus guías. Escuchar solo su voz y mantener el rumbo que él había escogido.

Al final, llegó el turno de la sacerdotisa. Seguir lo que decía su corazón podía ser complicado pero con sus instrucciones se hizo más sencillo. Aún seguía pensando a qué se refería con que no la abandonara. Al llegar al centro del laberinto, seguía sin comprenderla. Para él era algo natural el no abandonar a alguien que le había dado su apoyo. Los había traído junto con él a pesar de ya haberles ayudado a elegir entre los tres caminos. De hecho tenía planeado preguntarle al Arcano si podría conservar las cartas del tarot.

Se encontró con un gran templo. No habían escalones y sabía que su magia no serviría, la somnolencia no le permitiría concentrarse lo suficiente para realizar siquiera el hechizo más simple. Necesitaba una cura y algo le decía que la encontraría al llegar a su destino pero... ¿cómo lo haría? Tenía que pensarlo seriamente.

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Pocas veces Sajag pensaba en lo solitaria que era la vida de un Arcano. Eran los mejores en sus Habilidades, el Arcano con más poder en aquello que dominaban. A la vez, también eran únicos y condenados a la soledad. Tenía que reconocer que muchas de sus decisiones habían concluido en esta consecuencia; también que seguramente no cambiarían por una vida cotidiana en familia el Honor de ser el poseedor del Anillo. Eso no significaba, sin embargo, que en momentos como los de ahora, en los que velaba por la seguridad de sus pupìlos mientras se acercaban a la Gran Prueba, se preguntaba si él hubiera accedido a dejar todo aquel poder y conocimiento por la muchacha de muñecas frágiles que había conocido en la India.

 

Sajag sonrió levemente, aún sentado en aquella postura de loto que le permitía profundizar en un trance mediante el que seguía a Goderic. El muchacho estaba reaccionando bien, dejándose llevar por el ojo interior hacia el buen camino. Había tenido miedo, durante unos instantes, que se perdiera, que no llegara a entender aquello que le decían las tres cartas escogidas. Pero el joven Slithering era sabio. Lo estaba demostrando. Había decidido bien con sus consejos y había llegado hasta la escalera desaparecida.

 

Se mantuvo alerta. Parecía que el sueño le podía y no sería capaz de subir y llegar a su encuentro. El Arcano sintió orgullo y, a la vez, algo de pesar porque Goderic no supiera qué hacer y se perdiera en el último paso antes de la gran decisión.

 

Por ello, se obligó a intervenir. En realidad, no iba a hacer nada que el joven pupilo no supiera, puesto que ya lo había intuido, sólo que su abotargado cerebro aún no le daba la pista. En sí, siempre podía alegar que él no ayudaba al aprendiz de Videncia sino que le señalaba lo que él ya sabía aunque no se diera cuenta por el exceso de adormidera.

 

Así, el Arcano se proyectó con su mente hasta el borde del templo, aunque su cuerpo pemaneciera aún en meditacón, y habló, no con el pupilo sino con las otras personas que le acompañaban.

 

- Hola, Ermitaño. Gracias por tu ayuda, siempre has sido muy reflexivo.

 

- Gracias, Arcano - contestó la carta donde la había guardado Goderic. - Muchacho, te dejo, pero antes te diré que hay alguien que te puede ayudar a sobrepasar tu problema y sus conocimientos pueden que te sorprendan. Sigue su camino.

 

Sajag juntó las manos por delante de sus labios y pronunció un "Namasté" de despedida. Después volvió a hablar.

 

- Namasté también a ti, Rueda de la Fortuna. Gracias por el cuidado con el que has guiado a mi pupilo.

 

- Fue un placer volver a verte, Arcano - contestó la carta mencionada. - Un último consejo, ventajoso alumno: las acciones de tu pasado son las semillas de tu éxito futuro.

 

El Arcano sonrió de forma afable y ahora se dirigió a la tercera carta.

 

- ¿Vendrás con él, Sacerdotisa?

 

Una voz dulce y mimosa surgió en el aire y una mujer casi se materializó delante de Goderic, medio fantasma medio ilusión que dejaba ver su Ojo Interior.

 

- El muchacho ha sido bondadoso. No me ha abandonado. Esta experiencia es nueva para él y le falta el apoyo que tendrá por dejarse guiar por mí. Además, me apetece volver a verte, querido Arcano.

 

Sajag asintió ante las palabras de la Sacerdotisa. Extendió la mano y la mujer comenzó a subir una escalera imaginaria, siete escalones que le acercaron al hindú y le alejaban cada vez más del muchacho semi-dormido. Al llegar a la plataforma donde descansaba el templo se volvió a mirarle, con cariño en la mirada.

 

- Tendrás que superar tu miedo para lograr lo que deseas, joven vidente. Estás en el camino de conseguir tu recompensa. Sigue tu intuición y serás encaminado hacia el éxito. Llegarás, como yo, ante tu guía espiritual. Sajag...

 

La mujer tomó la mano del Arcano y los dos desaparecieron, dejando la impresión de que todo había sido un sueño.

 

O tal vez no...

 

Sajag abrió los ojos. Sentía las rodillas entumecidas y la cadera le molestaba por el tiempo que había permanecido quieto. Su mano derecha aferraba con fuerza una carta del Tarot.

 

- ¡Qué gran Sacerdotisa has sido, amiga mía...! - suspiró, esperando al muchacho que, lo sabía, ahora entraría para pedirle la carta que le faltaba.

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¿Qué hacer? por su mente surgieron ideas alocadas para tratar de llegar a su meta. Entre sus locuras pensó en utilizar su videncia para poder ver un día con luna llena y así convertirse en licántropo y con su agilidad y fuerza inhumana alcanzar a subir dicha distancia, aunque la rechazó pues la licantropía no era lo mismo que la animagia y no podía estar seguro de qué acto irracional haría como hombre lobo. Otra idea había sido retroceder sobre sus pasos y sacar unas ramas de los árboles para construirse una especie de escalera artesanal.

Entre todas las ideas locas que cruzaron por su mente, la última parecía la más coherente pero era imposible que ramas tan pequeñas soportaran su peso y tendría que realizar decenas o centenares de viajes para conseguir la madera suficiente. Además ¿cómo podría unir las ramas? ¿cuánto tiempo esperaría Sajag por él? y la pregunta que su instinto hacía resonar en su cabeza ¿cuánto tiempo podría seguir soportando aquel limbo entre la realidad y el sueño? No debía concentrarse, sus ideas eran muy dispersas. Debía concentrarse solo en lo que había delante de él. Debía centrarse pero la adormidera seguía causando estragos en su cuerpo y mente.

Sintió una sensación de calidez en su cuerpo. Un sentimiento tibio como el reencontrarse con un viejo amigo. Sajag apareció ante él o al menos su “espíritu”. Se dirigió con gentileza al ermitaño quien le entregaba su último consejo antes de irse. Le respondió con una sonrisa gentil mientras su figura desaparecía lentamente. Agregó un silencioso ‹‹Gracias›› antes que se fuera por completo. Su voz no salió pero comprendió que el ermitaño le había oído por lo que supuso que todo estaba sucediendo en un plano distinto al físico.

La siguiente en despedirse fue la Rueda de la Fortuna. Sus palabras le estremecieron un poco. Era un consejo muy profundo y sincero, lo cual agradeció con un gesto cariñoso. Aunque habían pasado pocos minutos a su lado ya los sentía como compañeros de la vida y esperaba pronto encontrarse con ellos para seguir compartiendo más y más vivencias. Se despidió con un rostro que mezclaba sus emociones: tristeza, gratitud, amabilidad y alegría por encontrar nuevos camaradas.

No le sorprendió cuando la última carta, la Sacerdotisa, apareció frente a él. Sintió una leve punzada cuando se marchaba junto a Sajag, ahora se encontraba solo pero no sería por mucho. Tomó un respiro y rió al comprender su situación.

Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos ¿no? — susurró consciente de su descuido.

Caminó con paso firme. Debía apresurarse, habían dos personas que le esperaban arriba su maestro y la sacerdotisa. La hora de la verdad se acercaba y pronto debía enfrentarse al portal. Elevó su pie sin temor alguno. A pesar de que su cuerpo estaba consciente que de allí no había ningún escalón. Su mente e instinto le decía que avanzara sin lugar a dudas. Su pie se posó sobre el aire, sus ojos no veían donde se posaban pero ahí estaba. Siguió ascendiendo sin temor aunque hubieran veces que trastabillara con un escalón invisible.

Gracias por cuidar a la sacerdotisa por mi, Arcano.— dijo al llegar a la cima, junto a Sajag.— Le prometí nunca abandonarla así que ¿podría regresármela por favor?

Sin esperar el beneplácito de su maestro simplemente se acercó al cántaro de barro lleno de agua fresca que rápidamente bebió. Cuando ya recuperó su compostura regresó nuevamente hasta quedar frente al Arcano, atento para seguir su guía.

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El orondo Arcano no pudo evitar lanzar una sonrisa de alivio al ver que su pupilo estaba allá y que, como había visto del futuro, le iba a pedir a la Sacerdotisa. Estuvo tentado a negarse. Pero... ¿por qué iba a hacerlo si ya había vislumbrado que le iba a regalar la baraja de tarot, que tanto estimaba, a este alumno? Era algo impensable varias lunas antes, cuando vio que un licántropo se acercaba hacia él y le pedía enseñanza. Aquel rechazo... Tendría que analizarlo, en otro momento quizás, cuando todo hubiera acabado... De todas las experiencias se aprende. La mejor lección del ser humano es que siempre tienes algo nuevo que llevarte al catre cuando te retiras al descanso nocturno. En este caso, el joven muchacho le había demostrado lo muy equivocado que estaba y lo que iba a sufrir para conseguir su Anillo que ya había visto brillar en su dedo, así que estaba seguro que lo conseguiría y que, como premio personal a este distinguido pupilo, él le regalaría su baraja más preciada, uno de los pocos recuerdos que le quedaban de su pasado. Y que lo haría con gusto, así que rechazó cualquier estado de nostalgia.

 

Sonrió a su pupilo, consciente de que él ignoraba todo lo que conllevaba aquella sonrisa, puesto que aún había de pasar por todo lo que Sajag ya había visto.

 

- Joven Slithering... Eres un verdadero Dumbledore. ¿Te he dicho que le conocí? Tuve el placer de... - se iba por las ramas, tal vez por lo sólo que se sentía, tal vez porque ahora que estaba allá y sabia lo que el Portal le deparaba, sentía empatía y quería retrasar un poco todo lo malo que le iba a suceder allá dentro.

 

Suspiró para alejar todo pensamiento ajeno a la Prueba. Era el Arcano más melancólico del grupo, estaba seguro. Debería meditar sobre ello, aunque hoy no. No se había visto hacerlo y no quería arriesgar su cadera a una segunda larga exposición al suelo.

 

Alargó la mano y le tendió la carta de la Sacerdotisa.

 

- Será tuya... Es tuya - corrigió al instante. - Tienes una fuerza vital que te hará salir de todas las vicisitudes que encontrarás ahí dentro. Pero lo has de expresar delante del Portal. Aquí, dentro de la Pirámide, ante el Portal de la Videncia, sólo soy un siervo que, con respeto, presento a un aspirante a esta sacra habilidad.

 

El arcano se había inclinado un poco, con las manos juntas, hacia el enorme Portal, quien o que sería implacable con el muchacho. Para Sajag, este era el momento que más vulnerable le hacía sentir cuando estaba allá dentro: cuando todo escapaba de su control y el Portal era quien mandaba.

 

- Has de pronunciar por última vez tu deseo y afirmación rotunda de querer enfrentarte a las pruebas, mínimo tres por lo que sé, que te va a enfrentar el Portal para cerciorarse que eres apto para ello. - La voz del Arcano se hizo profunda y casi ajena a la cordialidad que le caracterizaba. Estaba repitiendo algo que había dicho mil veces, tal como lo había aprendido del anterior Arcano de la Videncia, quien lo había aprendido a su vez del anterior, así sucesivamente hasta el inicio de los tiempos mágicos. Lo dijo de corrillo, porque era la parte más fría de aquel acto en el que se exigía valentía y decisión al aspirante: - Así que, Aspirante, di tu nombre y afirma con vehemencia o deniega con cobardía que estás dispuesto para cruzar el Portal y superar todas las pruebas que crea necesario para demostrar tu valía. Afirma o deniega, se te permiten ambas decisiones en este momento, antes de cruzar. Lo primero hará que la Luz del Portal admita tu paso y te lleve a lugares desconocidos, reales o irreales, presentes, pasados o futuros de tu existencia o de la de otros. Eso sólo el Portal lo sabe, nadie más conoce lo que te depara.

 

Algo mentira, puesto que el Arcano sabía lo que había que superar y estaba sufriendo por dentro. Pero mantuvo la quietud y la tranquilidad que le caracterizaban antes de proseguir, aunque ahora su tono se hizo más tierno, más cercano al de un padre que cuida de su hijo.

 

- No puedes llevar nada dentro excepto tu ropa sin bolsillos, ni tu varita ni, por supuesto, la baraja del tarot que te ha traído hasta aquí. - Caminó delante de él, examinándolo, aunque en realidad sólo estaba situándose delante de la gran puerta, dándole la espalda, para susurrar algo que no quería que nada ni nadie más oyera. - La Sacerdotisa nunca te abandonará y será nuestro nexo de unión allá dentro...

 

Se puso el dedo índice en el labio, para imponer un silencio puesto que supo que el muchacho iba a lanzar una exclamación de sorpresa en cuanto viera que estrujaba la carta de la Sacerdotisa hasta hacerla una bola de papel. Después sopló entre sus manos y apareció un sencillo anillo en el que se había convertido aquella carta del Tarot. Todo fue tan rápido que bien parecería un sueño todo lo sucedido. El Arcano esperaba que el muchacho hubiera visto la transformación y que, a la vez, hubiera pasado desapercibida su ayuda para el Portal. Al fin y al cabo, le estaba prohibido ayudarle dentro, pero él aún no se había vinculado y estaba fuera. El indú era un Árcano extraordinariamente protector, tal vez tantas visiones de sufrimiento ajeno y el propio le habían despertado una preocupación extra por sus pupilos.

 

- Este anillo que tengo en la mano será tu Anillo de Aspirante - hizo un guiño a su alumno antes de depositarlo con cuidado sobre un tapete rojo de raso suave, delante del Portal. Su tono volvía a ser frío y alejado, típico del Arcano que era.- Vete ahora o tómalo y póntelo en el dedo. Deja toda pertenencia ajena encima de esa mesilla, incluida la baraja de Tarot, tu ropa y tu varita. Lleva sólo el hábito de aspirante, ve descalzo, porta el Anillo provisional que funcionará como si fuera el verdadero mientras estés ahí dentro. Es tu momento, yo ahora me retiro a esperar tu decisión, que has de tomar ante el Portal, no ante mí. Sólo soy un testimonio de tus actos, sin poder interferir para nada en cuanto tomes tu decisión.

 

Sajag se alejó del Portal, aún cerrado antes de que el muchacho tomara su decisión. Lanzó una mirada de tristeza a la Sacerdotisa, convertida ahora en anillo, y notó como una tonalidad rosa muy suave brillaba en aquel Anillo de Videncia. Ella sabía, como él mismo, cuál iba a ser la decisión. Se sentía orgulloso y preocupado a la vez. Así que, al cruzar a su lado, se permitió un último consejo a Goderic antes de alejarse de él y sentarse en un pequeño taburete donde descansar sus cansados huesos.

 

- No puedes llevar nada dentro, pero en el mundo onírico de la Videncia, nada te impide llamar lo que te sea necesario para superar las pruebas. Suerte, Amigo.

 

Se inclinó un poco ante él, lo justo para la despedida, susurró un "nos vemos enseguida" y desapareció de su vista. Ahora todo quedaba en manos del muchacho.

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No lo sabía maestro, espero ser un digno descendiente.

Escuchó con tranquilidad las palabras de Sajag, quien le guiaba sobre lo que pasaría dentro del portal. Sintió un poco de nervios por lo que le depararía el portal y su futuro. Sin embargo, estaba dispuesto a luchar para superar cada uno de los obstáculos. Sabía que no serían fáciles, pero confiaba en que podría superarlos.

Yo, Goderic Slithering, manifiesto mis deseos de enfrentarme a las pruebas que el portal crea necesarias sobrepasar.— dijo con voz firme, sin dejar lugar a dudas.

Sabía que ninguna posesión sería necesaria. Dudaba que le ayudaran en algo por lo que no le causó mayor molestias que no debiese llevarlas a su viaje en el portal. Agradeció el comentario del Arcano, así no se sentiría solo en el interior del portal. Un nexo era algo invaluable y atesoraría aquel actuar por el resto de sus días. Colocó con estima y cuidado el anillo en su dedo anular, el cual tomó un brillo algo rosáceo. Quitó sus ropas y dejó su varita donde le había señalado.

Entró en el portal sin titubear. La oscuridad se extendía por el lugar, sin duda se encontraba en un túnel o un pasadizo. No sabía qué le depararía su destino, después de todo Sajag ya había probado su fuerza como vidente. Quizás hora debía demostrar otras cualidades que le permitirían al portal aceptarlo como vidente. Tal y como lo pensaba el portal tenía planeado poner a prueba sus mayores temores. Le hará enfrentar sus miedos actuales y falta de confianza y a sobrepasar su pasado.

Muchas puertas se podían encontrar en aquel pasillo. Muchas cerradas y otras ocultas. Seguramente cada una correspondía a una prueba destinado a otro aspirante. Frente a él encontró tres puertas, y lo supo de inmediato. Su primer prueba se hallaba ahí. Su anillo le decía que debía escoger la puerta correcta si quería continuar, pues las otras dos puertas le llevaban de vuelta con Sajag y reprobaría aquella prueba. Debía, de corazón, elegir continuar. Si había un atisbo de duda su ojo interior le mostraría el camino equivocado.

Era una prueba que podía parecer algo tosca al principio pero que, al final, era la necesaria. No tenía sentido continuar si Goderic no era capaz de demostrar a su propio ojo interior no tener dudas de querer utilizarlo. Enfrentarse a otras pruebas sino sería capaz de utilizar y manejar su poder carecía de utilidad. Primero debía demostrar al portal y a su ojo interior su determinación, no solo con palabras sino con acciones. Debía visualizar un futuro, su futuro, con videncia.

Cerró los ojos y se concentró. No temió perderse nuevamente en un mundo de ensueños como lo había hecho por el efecto de la adormidera. No, estaba seguro de su poder y confiaba que aquella parte de él no lo traicionaría y le mostraría el verdadero camino. Abrió la puerta y una oscuridad desbordante lo absorbió. Sin embargo, no sintió temor. Era una oscuridad sin forma, ni malas intenciones.

Frente a él se encontraba una mujer que no reconocía. ¿Qué hacía ahí? No recordaba cómo había llegado ahí ni qué estaba haciendo antes. La mujer lo miraba atenta como esperando una respuesta, los segundos pasaban lento y se volvía incómodo el silencio. ¿Qué debía responder? Odiaba la sensación de encontrarse perdido. Cerró los ojos para alejar sus inquietudes y centrarse en lo que sabía.

‹‹Me llamo Goderic, soy un licántropo... ›› esas palabras le hacían recordar algo. ¡Videncia! estaba en el portal para decidir si merecía o no ser conocido como vidente. A penas reconoció que aquella vivencia era la segunda prueba que debía sobrepasar los recuerdos de aquel “presente” no se hicieron esperar. La mujer que estaba frente esperaba por una lectura de cartas. Quería saber sobre su destino, sobretodo sobre un amor. No pudo evitar sentirse un charlatán. No lo era, pero se sentía así.

Colocó un sencillo, pero no por eso menos hermoso, mazo de tarot en la mesa y pidió a su consultante que escogiera siete cartas de él. El mazo que llevaba en aquella oportunidad era de Aleister Crowley Troth. Esperó paciente a la mujer, la cual recordó que se llamaba Amanda, la cual escogió las siete cartas; dos cerca del inicio, tres en el centro y dos más al final. Le parecía curioso que la mayoría de las personas tratase de distribuir uniformemente, nunca escogiendo las siete cartas del principio o final.

Cada una de las cartas representaba algo: Comunicación, Pareja, Amor, Sueños, Amistad, Sexo y Presente. En la primera, comunicación, había escogido “El juicio”, el cual le decía que debía mantenerse equilibrada ya que empezaba una etapa de introspección, por lo que simplemente comenzó a hablar.

Debes establecer un equilibrio y determinar qué valores son importantes para ti y que posesiones son realmente beneficiosas en el camino hacia tu verdadero destino, tu verdadero yo. Comienzas una etapa de comunicación interna, de introversión. Revélalos y excluye los que te impiden desenvolverte y comunicarte claramente en tus relaciones con los demás.

La siguiente que había escogido, El Diablo, en el ámbito de la pareja no le gustaba del todo. A pesar que era una carta positiva, señalaba cambios y tiempos difíciles, de lucha. Situación que no sabía si Amanda sería capaz de sobrellevar.

Estás a tiempo de hacerle ver que deseas una relación diferente y más positiva. Tienes la fuerza suficiente para impedir que ejerza en ti su influencia negativa. Deja tus sentimientos de lado y razona la situación, tienes el apoyo de los que verdaderamente te aman. Tu suerte gira positivamente. Sorpresa, conquista luz en tu futuro cercano.

La tercera carta, la Emperatriz, le despejaba algunas dudas. En el amor, la emperatriz daba pistas sobre las anteriores y todo sumado le daban la sensación de que la conclusión a aquella tirada de cartas no le agradaría a la mujer.

Estas lista para seducir o dejarte conquistar, eres sensual y divertida ¡aprovecha estas cualidades! Tienes mucho amor para brindar pero todo depende de tu capacidad para expresarlo. No olvides que la relación prosperará si hay confianza mutua, respeto y diálogo.

Era el turno de los sueños. La carta, la templanza, daba una luz de esperanza y ánimos a Amanda pero sospechaba que no sabría apreciarlo. De hecho, todas las cartas anteriores le mostraban cualidades positivas pero...¿sabría utilizarlas?

Debes buscar propósitos, metas, sueños; son las razones que dan sentido a nuestra vida. Ten confianza en ti, lograras todo lo que te propongas pues tienes la energía y la fortaleza para conseguirlo.

Tomó un poco de aire. Leer aquellas cartas ya comenzaba a dejarle sin aliento. La estrella ahora le mostraba sobre la amistad.

Nuevos amigos irrumpirán en tu vida, personas que quieren compartir contigo su tiempo, sus asuntos, su futuro. Tienes espacio de sobra para todos ellos— observó como el rostro de la bruja se distorsionaba un poco al oír eso, pero continuó ya que no podía negar lo que las cartas le susurraban.— el beneficio que van a contribuirte en tu porvenir puede resultar extraordinario No derroches esta oportunidad que la vida te obsequia.

El sexo y el ermitaño era una combinación que no se esperaba y lo pudo reflejar en su rostro. Amanda le miraba con preocupación y él solo quería largarse de allí sin decirle nada pero debía.

No esperes encontrar tranquilidad y placer en la intimidad de tu alcoba. Es probable que prefieras la soledad y la distancia. No te compliques con relaciones extras, porque te aportarán más confusión, a pesar de ser un tiempo favorable para el exceso.

El presente estaba guiado por El Emperador. Le gustaba esa carta, no tenía un motivo realmente racional pero de alguna u otra forma sentía una presencia potente que atraía a cualquiera lo suficientemente abierto de mente para oír su voz.

Te hallas sitiada por seres dotados de gran poder de persuasión que la arrastran a su manera de pensar; demuestra lo que vales y no te dejes intimidar. Demuestra tu talento, tus propuestas serán contempladas. Esfuérzate por conseguir una relación emocional como tu la deseas, no te avergüences de dar tu el primer paso.

Debía sumar todas las cartas y realmente no le pareció muy difícil. Tenían una dirección clara: Amanda pasaría por momentos difíciles donde tendría que tomar una decisión. Estaba claro que su relación actual no funcionaba y se estaba cargando de malas energías destruyendo su propia felicidad y sueños. Era sensual, el tiempo era favorable para el exceso y definitivamente su pareja actual la menospreciaba y manipulaba.

Debes terminar con tu pareja actual, pero no te preocupes encontrarás el amor muy pronto.

Pasaron unos largos minutos en los que se mantuvieron conversando de aquella conclusión aunque más parecía que se encontraba convenciéndola de hacerle caso y romper con su pareja. Por más que Amanda insistía en que volviera a leer las cartas, él comenzaba a irritarse y repetía una y otra vez sus argumentos para decirle aquello. Luego de unos minutos más, se marchaba todavía indecisa sobre aquella conclusión.

La realidad se volvió borrosa y sintió como si un gancho lo tomase de la espalda y lo jalara con gran rapidez y brusquedad para dejarlo a caer nuevamente. Comprendió que se trataba de una especie de salto en el tiempo, ahora se encontraba nuevamente sentado sobre un cojín en el suelo esperando a un cliente. Amanda volvía a entrar aunque esta vez con una actitud más ruda e iracunda.

Eres un maldito infeliz...— le gritaba mientras trataba de reprimir las lágrimas que luchaban por brotar.—¡Terminé con el amor de mi vida por tu culpa!

Él recordaba claramente a Amanda pues la había visto hace unos segundos pero aquel cuerpo no la reconocía del todo. Podía sentir en su rostro un gesto de asombro e ignorancia ¿quién era ella y por qué le gritaba? ¿si era el amor de su vida por qué terminaría con él? Respiró profundo y la trató de calmar para que le explicara todo pero la mujer estaba fuera de sí gritando continuamente frases como ‹‹Maldito, me arruinaste la vida›› y ‹‹¡Te odio! Maldigo el día en que vine a pedirte consejos.››

La echó del local mientras seguía descargando su frustración fuera. Su mente no sentía culpa, sospechaba qué era lo que había pasado pero le importaba bien poco. Por otra parte, él comprendía lo que había pasado. Los errores que había cometido al leer las cartas ¿no le había dicho el Diablo que estaba a tiempo de hacerle ver que deseaba una relación diferente? ¿la Emperatriz no le había dicho que estaba lista para dejarse reconquistar? ¿No había dicho el ermitaño que no terminara ni empezase relaciones extras?. Sí, se había equivocado ¿por qué? no lo sabía pero alguien sí y se lo dijo en un susurro.

Para poder ver correctamente el futuro no puedes renegar de tu pasado... — le advirtió la figura de la Sacerotisa.— Sigue por el portal hacia la tercera prueba y te enfrentarás a él, o regresa y vive en paz, pero te lo advierto... seguir te causará un gran dolor.

No comprendía porqué había pasado la segunda prueba pero lo comprendió. El pasar a la tercera prueba era una prueba en sí misma. Debía afrontar que si se convertía en Vidente el peso de un error podría arruinar una vida. Darle la posibilidad de huir era una prueba después de todo una de sus preocupaciones era la falta de confianza en videncia y las consecuencias de ésta. Sin embargo, él se tenía fe. Había sido capaz de distinguir los errores que había cometido su otro yo. Debía continuar y vencer sus temores. Debía continuar y aceptar que errar era humano pero no por temor a errar se debía detener.

Seguiré avanzando.

Tomó la mano de la Sacerdotisa para que le guiara por el portal para su tercera prueba: el pasado.

Soy la representante de la relación con las capacidades intuitivas, la fe y confianza perfecta en su intuición. Solo me manifiesto en el individuo que acepta la responsabilidad total de sí. Represento el misterio de la lucha con lo desconocido. Descorrer el velo de Isis. Para Crowley es el camino doloroso al conocimiento esotérico.

Mencionó la Sacerdotisa al empujarlo al interior de una puerta que se encontraba cubierto por un velo. Sintió un escalofrío recorrer su piel... sí, temía a lo desconocido pero si era su pasado era un conocimiento que había decidido ignorar para protegerse. Revelar aquel secreto que su mente había escondido para cuidarlo de la locura era aterrador. Sin embargo, era una lucha que había decidido realizar. Sospechaba lo doloroso que sería pero la realidad era mucho peor.

Su mente se posó sobre su cuerpo hace decenas de años, cuando él todavía era joven. Tragó con fuerzas -aunque su cuerpo del pasado no- y pudo sentir un sudor frío. Era una noche de luna llena caminaba tranquilamente cuando unos ebrios comenzaron a molestarlo e insultarlo solo para divertirse pero en ese entonces era un hombre demasiado pacífico por lo que simplemente les ignoró. No obstante, no se detuvieron y escalaron la agresividad y cuando le alcanzaron y, sin razón alguna, le comenzaron a golpear.

Podía sentir como cada golpe dañaba su cuerpo. La ira comenzó a brotar de su cuerpo y el autocontrol todavía no formado a esa edad, no fue de ayuda alguna. Notó que su cuerpo mutaba, un pelaje gris comenzaba a brotar de su piel, sus uñas crecían en gran cantidad y sus colmillos aumentaban al mismo tiempo. En poco tiempo se había transformado en un gran licántropo y estaba listo para comenzar a atacar violentamente a los muggles, su corazón bombeaba con gran fuerza.

No entendía el porqué revivir aquel recuerdo. Estaba consciente de las atrocidades que estaba por cometer pero había sido lo suficientemente controlado para poder correr lejos para no asesinar a nadie. ¿Entonces por qué revivir aquellas escenas? Sintió una puntada en su mente, como si su mente luchara para alejarse de allí. Un temor irracional le invadía, tenía que salir de allí y rápido. Sentía que comenzaba a temblar.

Sintió como el aire se distorsionaba. El verdadero recuerdo aparecía frente a él. No había huido, se encontraba desgarrando las vísceras del hermano mayor con sus filosas garras y con su dañinas mordeduras. Por parte del menor, poseía heridas leves al tratar de rescatar a su hermano. ¿Qué había hecho? Sus sentimientos eran unánimes: el de ese entonces y el de ahora pensaban en lo mismo. ¿Qué aberración había cometido? no, él no era así... era culpa de la licantropía. Debía huir de la escena, debía olvidar lo que había pasado.

El recuerdo desapareció y volvía estar fuera, en aquel portal que había tomado forma de túnel. Transpiraba frío. Su cuerpo no se movía y sentía deseos de llorar. Tenía deseos de arrancarse la piel. Se sentía sucio. Todo lo que había vivido desde entonces parecía una burla y una mentira. Era un cobarde que había huido de la realidad con tal de mantenerse cuerdo. Había asesinado a alguien y por tantos años no había sentido culpa. Algo había mal en él. Sentía su rostro húmedo por el llanto pero no recordaba cuando comenzó a llorar. No podía dejar de temblar. Todo su ser se arrepentía de haber entrado por aquella puerta.

Vamos, ya que has visto tu verdadero pasado ya podrás ver mejor el futuro. — señaló la sacerdotisa con suavidad en su voz, invitándole a terminar el portal.

Sin embargo, aquel demonio Abraxas que había conocido hace poco tiempo aparecía ante él. Por una extraña razón sintió algo de alegría al verlo.

Ahora que sabes tu pasado... tu futuro no se ve tan prometedor ¿no? — dijo con palabras burlonas.— ¿Seguro que quieres ver el futuro? ¿Ya notaste que la ignorancia hace feliz? Sígueme y serás feliz y podrás vivir en paz, olvidarás lo que viste y tu vida volverá a la normalidad.... siguela y te arrepentirás toda tu vida de poseer videncia.

Alivio. Sus palabras habían hecho desaparecer la carga tan pesada que se encontraba sobre sus hombros. Había una alternativa, podría continuar. Se levantó decidido y se acercó a Abraxas dispuesto a darle una respuesta. La vida no era fácil. El conocimiento era doloroso a veces. Eso lo sabía. Sin embargo, también sabía que era injusto para aquel hombre que había asesinado simplemente olvidarse de él. Continuar sin llevar la culpa de sus acciones. Era una burla para su memoria el seguir el camino fácil. Hasta ahora había tenido la excusa de ser un licántropo y no poder controlarse pero aceptar la propuesta de Abraxas significaba matar a aquel hombre otra vez, no su cuerpo sino su memoria.

Observó una vez más el rostro gentil de la Sacerdotisa y se arrodilló frente a ella.

Sacerdotisa, si aun le parezco digno por favor guíame.

La sacerdotisa extendió su mano y lo llevó al final del túnel. Aún no comprendía por qué aquella carta le había pedido nunca abandonarla, pues era él quien deseaba aquello. La salida del portal, ahora solo quedaba esperar la resolución del portal ¿había demostrado ser digno o no? Su maestro Sajag le había dicho que mínimo tres pruebas por lo que si el portal no lo consideraba merecedor de su poder lo regresaría nuevamente por más pruebas.

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A pesar del miedo que sentía por el muchacho, Sajag se sintió muy satisfecho ante la determinación con la que afirmó su deseo de pasar la prueba. Era un gran hombre, no le cabía ninguna duda. Así lo había notado la misma sacerdotisa quien, con su brillo rosado, lucía en el dedo del descendiente de Dumbledore.

 

Pensó en él mientras le veía atravesar el Portal y se preguntó cuán fuerte sería para la gran prueba. Empezaría despacio, pero había visto la tercera prueba y el Arcano sabía que él mismo hubiera dudado antes de enfrentarse con aquel demonio. La maldición de un Arcano de la Videncia es saber con antelación lo que sucede y revivirlo dos veces, en la que ves el futuro y en la que vives en el presente.

 

Pero el joven Goderic no titubeó. Sajag acarició varias veces el anillo de la Videncia que le habia sido concedido cuando accedió al más alto grado de su Habilidad y se convirtió en Arcano. Lo sintió caliente, con lo que la Sacerdotisa estaba allá, inculcando valor, aunque el Aspirante no lo supiera. Tal vez lo intuía y eso hacía que fuera más fácil su complicada situación.

 

Pasó por las tres pruebas que el Portal iba endureciendo cada vez más. El Arcano estaba tan en tensión que ni un mantra relajante pudo salir por su boca. Después lo pagaría, por sus músculos agarrotados, que tendría que liberar con una poción tranquilizadora y una sesión de descanso en su catre. Pero ahora no podía evitarlo. Hubiera gritado que se alejara de aquel demonio, que no cediera a la tentación, pero el Portal mismo lo hubiera impedido y, quién sabe, hasta hubiera rechazado a su pupilo por su propia injerencia. Así que se acalló el grito y esperó. Le había visto caer en ella, le había visto resistirla... La Videncia no es una ciencia exacta sino que ves todas las posibilidades y sus consecuencias. Casi se olvidó de respirar mientras esperaba la decisión del joven. El calor del anillo en su dedo le acompañaba continuamente, por lo que sabía que la sacerdotisa estaba presente en todo momento con él.

 

Sintió una punzada de algo parecido a celos. Hasta ahora, la Sacerdotisa, junto a las demás cartas del tarot, había sido la única compañía femenina que le había acompañado en el largo destierro de sus estudios. Ahora sabia que le abandonaría por un Vidente más joven. Lo desechó de inmediato. Las cartas sólo habían sido suyas porque las guardaba, nunca habían sido de su propiedad y siempre había sabido que iban a ayudar al gran vidente que apareciera, el llamado tal vez a sustituirle cuando llegara el momento, no lejano, de abandonar esta vida terrestre.

 

Así que no cedió a la tentación de dejar abandonado allá dentro, en aquella especie de limbo inerte del Portal, al muchacho que se había ganado el grado de Videncia. El Portal se iluminaba pero él apenas tenía fuerzas para cruzarlo. Sajag no podía ayudarle, no se le estaba permitido. Pero sí podía ayudar a la sacerdotisa. Así que alargó la mano hasta el mismo límite del Portal y esperó.

 

- Ven conmigo, Sacerdotisa - dijo en voz alta.

 

La misma apareció, trayendo consigo al hombre que salía de aquellas tres terribles pruebas. La Sacerdotisa sonreía cuando tomó la mano de Sajag y, a la vez, desaparecía en el aire, ya en el terreno de la Pirámide. Las dos manos, Arcano y Vidente Consagrado, se unieron, los dos anillos se juntaron y el brillo rosa relució brevemente en la oscuridad de la sala. Después desapareció.

 

- Bienvenido, Vidente Goderic, hermano vidente. Estoy orgulloso de tu proeza. Que el anillo de Aspirante se convierta en el que eternamente te vincula a esta Habilidad. Tuyo es el Honor de haber acabado con éxito esta tan desagradable experiencia con el Portal. Que la práctica te lleve al dominio y que pronto vuelva a verte como un Par Igual que pueda acceder a pruebas mayores.

 

Se inclinó ante él, con respeto y después su tono se volvió algo más quejumbroso.

 

- ¿Acompañarías a este anciano cansado hasta los terrenos de la universidad? Necesito descanso.

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Le pareció oír una voz familiar, no había logrado distinguir qué era lo que quería comunicar pero no se sentía solo. Sentía su cuerpo todavía pesado y, a pesar que sus temblores habían desaparecido, las consecuencias del llanto y la dureza de las pruebas se hacían sentir. La guía de la Sacerdotisa le confortaba, se sentía en casa con camaradas que tendría toda su vida. A pesar del cansancio, se sentía fuerte. Sus ojos hinchados ahora iban acompañados por un sonrisa de relajo y tranquilidad.

Una luz se pudo distinguir no muy lejos de allí y la siguió sin temor si realmente fuese la salida u otra prueba. Sin embargo, algo le decía que ese sería el final de aquella serie de pruebas. Aquellas que no podía describir fácilmente; habían sido, una en particular, horripilantes pero le habían servido para luchar contra sus temores y aceptar el don de la Videncia. No temerle a lo que el destino le tenía preparado.

Gracias por la bienvenida, siempre es grato volver a ver una cara conocida.— respondió aliviado de salir del portal.

No supo cómo reaccionar cuando su maestro se inclinó. No lo merecía. Goderic creía que un mago tan sabio y empático como Sajag no podía inclinarse ante él. No obstante, no tuvo tiempo de reaccionar además temía que se ofendiera si rechazaba su gesto. Imitó el gesto del Arcano y se inclinó frente a él. Era lo menos que le podía ofrecer por todo lo que le había ayudado en aquella clase.

Será todo un honor para mí— respondió sin dudarlo.— Además si alguna vez necesita de mí, no dude en contactarme.

No era un ofrecimiento en vano. Realmente aparecería ante Sajag si era llamado aunque dudaba que alguna vez le necesitara pero uno nunca sabía, podía ser desde algo pequeño como ayudarlo con algún trámite en la Universidad hasta un problema mayor que realmente fuese una emergencia. Consideraba al Arcano como un amigo, y como tal, pondría todos sus recursos a su disposición en caso de apuro.

Recogió sus cosas: su varita, ropa, entre otros y acompañó a su agotado maestro a las dependencias de la Universidad. Goderic se mantenía estoico pero sabía muy bien que cuando llegara a su hogar todo lo vivido aquel día le pesaría y tendría que reflexionar nuevamente de todo lo aprendido. Sin embargo, ahora quería disfrutar de la compañía de su maestro.

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