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Jessie Black Lestrange
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Hacía mucho tiempo que no sabía nada de él; incluso temía que no viniera porque aunque por primera vez su carta no había sido rechazada temía que su mejor amigo no viniera. Volteo a su alrededor observando las cálidas playas de Valparaiso, en Chile. a un costado de ella había un gran peñasco con rocas escarpadas mientras el viento alborotaba su roja cabellera.

 

Abrazo sus desnudos brazos mientras sentía como su ligera blusa resbalaba por su hombro derecho, mientras caminaba la arena acariciaba sus delicados pies descalzos y el agua rozaba sus piernas desnudas. El corto short que llevaba aquel día solo le cubría un poco más abajo de los gluteos.

 

Dejó escapar un lento suspiro mientras observaba como el mar entraba y salia de la playa, golpeando con ferocidad las rocas cercanas a ellas. En un par de pasos podía estar a su lado, ya que al parecer solo cinco metros la alejaban de ella. Camino un par de pasos mas y se sentó con ligereza en una de las rocas dejando que sus pies se mojaran con el agua salada.

 

-Ojala llegaras querido hermano, hay tantas cosas que quiero preguntarte - susurró al viento que la rodaba.

 

No podía perder aquella oportunidad; le debía muchas explicaciones ya que había desaparecido de la noche a la mañana, dejándola muy preocupada. Habían sido varios años sin saber de él y ahora que por fin había accedido a verse con ella, a hablar del asunto...

 

-No me vayas a dejar plantada, solo contigo puedo ser como soy en realidad - una lagrima resbalo por su mejilla izquierda.

 

Se puso de pie cuando sintió como magía cercana a ella había sido realizada, volteo el rostro y al fin lo vio, parado a un par de metros de ella estaba @Héctor Weasley D. Sonrió y su instinto le decía que corriera y lo abrazara pero algo dentro de ella se había roto con su partida.

 

-CREO QUE ME DEBES UN PAR DE EXPLICACIONES ¿NO TE PARCE? - gritó a voz de cuello para hacerse escuchar por sobre el oleaje del mar.

 

Apuntó su varita directo al pecho del chico, sonriendo de lado, molesta y consternada de verlo tan bien pero a la vez tan diferente a como lo recordaba.

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Aparición... un tipo de magia que había aprendido en un lugar muy lejano, el cual ya parecía olvidar la cantidad de tiempo que había acontecido desde esa ocasión. No era momento para recordar, ni tampoco se sentiría cómodo con hacerlo. Habían situaciones que resolver lo más pronto posible, y a pesar de todo ese tiempo fuera, todavía no hallaba respuesta a las más necesarias.


El chico era muy diferente a cómo antaño se había hecho conocer en la sociedad mágica inglesa. Sublimes detalles variaban completamente tanto de su personalidad como de su vestimenta, haciéndole inubicable hasta para sus seres más cercanos, gracias a la magia natural que en él residía. Por algún extraño motivo se puso a recordar lo acontecido hace unos años atrás. Había sido un enorme cambio... ¿Se arrepentía de lo que había sucedido? No era algo a lo que buscaba respuesta ahora. No sabía siquiera si podía darle una respuesta ahora.


Desplazando suavemente la arena cercana a las rocas de una de las playas de Valparaíso, en su país natal, el joven alguna vez conocido como perruno se materializó de la nada. De noche, y en medio de la oscuridad, cercano a la madrugada, únicamente la luz de la luna llena iluminaba el paisaje que allí se daba. Era verano, por lo que debería haber vestido con ropas de la ocasión; sin embargo, su usanza muggle se mezclaba con sus trajes mágicos, dejando a la vista una túnica oscura y delgada que le cubría del cuello a los tobillos, junto a una capa igualmente negra que caía por su espalda hasta la cintura. Debajo, pero no a la vista, traía una polera delgada oscura de mangas cortas, al igual que el jeans de material delgado. Sus zapatos negros y oscuros, livianos y delgados, eran útiles para desplazarse en largas distancias. Bajo ellos se cubría con medias cómodas sus pies.


Pero en sí, lo que le llamó la atención a Heko era una presencia que hacía mucho no había visto. Estaba de espaldas a él y a la ciudad, contemplando el horizonte nocturno, cuando se volteó a verlo. En vez de haber estado sentada en los macizos bancos que reposaban por la vereda cerca del paseo costero, al amparo de la escultura que asemejaba un reloj de sol gigante hecho de cemento unos cuantos metros más allá, se hallaba sentada en los innumerables roqueríos costeros, oscuros como la noche actual. Ahora, de pie, podía ver en su rostro la desesperación mezclada con la rabia. Mas, Jessie no sabía que esto no retumbaba dentro del vacío que el chico despedía ahora, muy lejos de la calidez habitual que había tenido tanto tiempo atrás.


- Jessie Stabolito... ¿¡qué haces aquí?! - susurró fríamente, algo más fuerte que el romper de las olas en las rocas cercanas. - No deberías haber venido... -


Sin inmutarse ante el grito de la chica, ni tampoco el verse apuntado por su varita mágica, Heko se dio media vuelta, caminando lentamente hasta alejarse a cinco metros de Jessie, en dirección a la avenida costera que recorría el sector. No tuvo reparos ni remordimiento en siquiera contestar a la exigencia de su amiga. Había sucedido tanto que la chica seguramente no lo entendería a la primera.


Sorpresivamente, el joven se volteó tan veloz como un relámpago, esgrimiendo su varita en plena noche, apuntando al pecho de Jessie, diciendo las palabras mágicas frente al romper del oleaje en las rocas:


- ¡Obliviate! -


Un chorro potente de chispas salió despedido de la punta de la varita mágica, que ya no era la usual blanquecina compañera del otrora chico perruno. Parecía otra, negra, de idénticas características a la varita de nieve que tanto lo caracterizaba. Si la chica se dejaba impactar por el hechizo que viajaba hacia ella a toda velocidad, recortando los cinco metros de distancia que los separaban, perdería el recuerdo más reciente que tendría, el encuentro que no debía suceder. Además, quedaría inmóvil, aturdida en su confusión temporal en su acción.

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-¿De cuando acá me llamas por mi nombre, pedazo de animal? - mascullo Jessie molesta fulminándolo con sus grises ojos ausentes de vida.

 

Desde que su mejor amigo desapareciera ella había cambiado muchísimo; su tersa piel nívea era solo la punta del Iceberg. Fría al tacto y dura como granito. Sus sentidos se habían agudizado de sobre manera, al grado que podía notar hasta el mínimo detalle de los movimientos de quien fuera su mejor amigo.

 

Ella aun lo consideraba así, la persona en quien más confiaba, por quien daría la vida. Pero algo en él había cambiado, no solamente su vestimenta; sus ojos, antes con una gran vitalidad y ganas de comerse al mundo ahora se veían apagados ante la perspectiva de Jessie. No esperaba un reencuentro con abrazos y saludos afectivos pero tampoco lo que acababa de hacer Héctor.

 

Otra lagrima rodó por su mejilla, desvió la mirada para que él no notara el dolor que sus palabras le habían causado. Rumores había escuchado sobre su partida, por eso el odio que había ido creciendo en su corazón la había orillado a tomar las decisiones que tomara en su momento. Volteo a verlo de nuevo cuando escucho los pasos alejarse. No podía irse, no tan pronto, no cuando ni siquiera le había explicado las cosas, el porque de su partida, de sus ausencias. Más ya no importaba, él había tomado la decisión, la había atacado.

 

-Forticum - una muralla de piedra se materializo frente a Héctor, a un metro de él, haciendo que el hechizo que había lanzado en dirección de Jessie impactara en la muralla.

 

Sonrió de lado, acomodando su peso sobre su pierna derecha. Al impacto del hechizo la muralla flanqueo un poco más no desapareció ni se derrumbo. Sabía que su amigo no podía verla pero de seguro se sorprendería de la clase de magia que ahora podía y sabía utilizar.

 

-Tal parce que no fui la única que cambio... no entiendo el porque te fuiste... tampoco quiero saberlo. Lo que me interesa es porque jamas contestaste mis cartas, temí lo peor. Eres... o eras mi mejor amigo y tu simplemente... desapareciste.

 

-Morphos- exclamó fuerte y claro, haciendose oír por sobre el oleaje que amenazaba con mojarles y arrastrarles más adentro. La túnica oscura y delgada que Héctor llevaba puesta se transformo en una araña brasileña errante. Se escondió entre las ropas de Héctor, aquellas que Jessie no había visto de primera instancia.

 

-¿Le sigues temiendo a las arañas? - rió divertida mientras ordenaba a la araña que mordiera a Héctor en su brazo izquierdo.

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Apenas se había fijado mejor en su aspecto, y el chico se había percatado que Jessie estaba diferente a cómo recordaba en su imagen del pasado. Era de esperarse viniendo del paso de los años, aunque el sentimiento que se describía cerca de la joven era algo más siniestro que lo habitual de su esencia. Había notado al girarse, que una lágrima todavía brillaba a la luz de la luna llena en el rostro de Jessie, quien le había gritado en respuesta a su comentario. Pero el joven no se dio por aludido.


Quedaba claro que Heko parecía haber olvidado hacía mucho tiempo qué era sentir como los seres humanos. Menos ahora que se enfrentaba en combate contra quien era una de las personas que, sabiendo desconocer su paradero, no podía arriesgarse a encontrar.


De manera impecable, y junto al ruido de las olas cercanas, una maciza muralla de piedra surgió desde el suelo justo después de que el joven hubiese lanzado su hechizo de modificación de memoria. El rayo del conjuro impactó en la muralla, retumbando levemente; era una muralla que se extendía cerca de ocho metros a lo largo, medio metro de grosor y cercano a los cuatro metros de alto. Con estas dimensiones, el campo visual del chico quedaba reducido en gran medida contra quien le enfrentaba; mas, hacía mucho que dichas situaciones no le causaban incomodidad.


Por una parte, Heko escuchaba las palabras que Jessie mencionaba; por otra parte, analizaba la situación rápidamente. Notaba el cambio oscuro que se había ejercido en la Stabolito, y deduciendo de los recuerdos que mantenía dormidos de antaño, el hechizo desarrollado no era otro que del grupo de magos con los cuales luchó hace bastante tiempo atrás. Enarbolando su varita, y con sus brazos separados de su cuerpo, el joven mago apuntó a la pared que tenía enfrente, y aprovechando el despiste de la chica, susurró: - Morphos -


Quizás hubiese pasado un largo tiempo, pero quien estaba enfrentando a Jessie recordaba bien cómo hacer frente a esas invocaciones. Ante el conjuro de transformación, la muralla de piedra cambió rápidamente de forma. Se fue encogiendo hasta tomar la forma y el aspecto de un tigre adulto, de casi 2 metros de largo y cercano a los 150 kilogramos. La orden de su invocador había sido clara; en menos de un segundo, el animal trotó un metro y se lanzó de un salto para abalanzarse sobre Jessie, con las garras de sus patas extendidas y listas a lanzar un potente desgarro en su cuerpo. La distancia de cuatro metros que les separaba no era un impedimento para un felino que podía saltar hasta cerca de diez metros de largo de una vez.


Como sabría que sucedería, la bruja cayó en la trampa. Aunque parecía atenta al combate, había optado en ese instante por atacar en lugar de defenderse. Una vez que Jessie terminó de decir su propio conjuro de transformación, el tigre le golpeó con las garras de su pata delantera. El desgarrón que le ocasionó al arañarla dejó un sendero de heridas profundas como líneas que sangraban profusamente, marcándose desde su hombro izquierdo hasta el costado de su cintura, llegando a despedazar parte de su blusa ahora teñida parcialmente con la sangre de su propia dueña. La inercia del salto y golpe del felino hizo trastabillar a la chica varios pasos hacia atrás, dejándola a sólo centímetros de caer por el borde de la roca a las olas furiosas del mar que cercaba la costa.


En el mismo momento que ocurría el ataque del tigre de Heko, éste notaba en su cuerpo un movimiento inusual. Deduciendo el efecto del hechizo de transformación de la chica, sonrió con sorna al ver y sentir que su túnica disminuía rápidamente su tamaño y tomaba la forma de algo peludo, con ocho patas, que se conformaba al nivel debajo de su rodilla izquierda. La araña, de tres centímetros de ancho y largo con las patas extendidas, comenzó a corretear por sobre el jeans del chico, subiendo para buscar internarse en sus ropas y cumplir con el cometido de su invocadora.


- Oppugno - murmuró Heko, luego de llevar su varita a apuntar al arácnido ser, e instantes previo a que se metiera debajo de su polera. Casi imperceptible por su pequeño tamaño, los ocho ojos cambiaron su brillo. Un círculo rojizo como la sangre se formó alrededor de sus pupilas oscuras de por sí, y la araña abandonó la orden y lealtad de su invocadora original antes de poder cumplirla, cortesía de la nueva orden de su controlador.


El arácnido había saltado con rapidez del cuerpo del joven otrora chico perruno, cayendo a medio metro delante de él, e inmediatamente empezó a correr en dirección a Jessie. Buscaba bordear el inicio de los roqueríos con un desplazamiento en zigzag para terminar de recorrer los cinco metros que le separaban de su objetivo. Cuando eso sucediera, subiría por la parte del cuerpo más cercana de la joven hasta tocar su piel, e inyectar sus venenosos quelíceros en ella para envenenarla en repetidas ocasiones sin parar.


El tigre, que había aterrizado a menos de medio metro de Jessie, y que tenía orden de continuar atacando sin parar, rugió con fiereza y lanzó un nuevo salto, descargando un zarpazo encima de la chica para buscarle generar una nueva herida, la cual se sumaría a la que ya tenía y continuaba emanando sangre.


- Sucedió lo que más temías... - se limitó a contestar Heko, cerrando los ojos con una sonrisa de aparente amabilidad que estaba muy lejos de la realidad. Sus ojos sin brillo ocultaban rasgos que nunca antes había presentado. Era posible que ya ni siquiera fuera quien pudiera Jessie elucubrar.

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Sabía que se estaba dejando llevar por sus emociones. Debía tranquilizarse, concentrarse y ser quien ella era realmente. Quién había descubierto quien era gracias a la partida de aquel hombre para frente a ella. Un brillo siniestro se perfilo en sus grises ojos mientras pensaba la mejor manera de terminar con esto de una vez por todas sin necesidad de utilizar las maldiciones imperdonables.

 

Se estaba desconcentrando y lo sabía, con alguien como él no podía bajar la guardia; aunque hubieran pasado muchos años él seguía siendo bueno en lo que hacía pero ella había adquirido habilidades que el joven mago ni siquiera sospechaba. Ahora notaba que había sido muy tonta al bajar la guardia y que amigo seguía siendo de armas tomar. Ahogo un grito de dolor al sentir las heridas provocadas por el felino que transformara Héctor.

 

-Sectusempra -exclamó Jessie apuntando su varita mágica hacía el felino, el cual salió despedido por los aires gracias a la ferocidad de su hechizo, impactando en la trayectoria con la araña que Héctor había logrado oppugnar en contra de Jessie.

 

El tigre adulto, con grandes lesiones por todo su cuerpo aplasto a la araña que había morpheado Jessie cayendo a los pies de Héctor. Ambas amenazas habían quedado minimizadas mientras pensaba en su siguiente movimiento; soltó el aire que guardaba en sus pulmones lentamente, tranquilizando sus pulsaciones y su mente, la cual iba a mil por hora. Sonrió divertida mientras aferraba con firmeza su varita mágica entornando sus ojos en dirección de quien amaba como a un hermano.

 

-No se porque... pero no me sorprende. Se nota que ya no sientes por mi lo que sentías antes, pero debo darte las gracias... debido a tu partida descubrí quien soy realmente y el que ahora estés aquí... te diría que lo lamento, pero no.

 

Su postura había cambiado, su espalda, antes encorvada debido a los recuerdos y el dolor que sentía ahora estaba erguida; su frente en alto y su mirada decidida. Sus manos ya no temblaban y sus ojos solo demostraban determinación, aquella que había flaqueado durante años. Paso la varita mágica por las heridas provocadas por el tigre morpheado de Héctor, las cuales se curaron de forma casi inmediata. No necesitaba ver su cuerpo para saber que el mismo estaba sanado, lo conocía a la perfección y más en los últimos años donde había tenido que cuidarse sola.

 

-Tienes razón, no se porque vine- se dio media vuelta, alejándose de las rocas de donde había caído gracias al ataque inesperado por parte de quien fuera su mejor amigo - es claro que no voy a encontrar lo que vine a buscar.

 

Sus pasos la llevaron más cerca de su oponente; ladeo el rostro mientras una sonrisa picarona se apoderaba de sus labios color carmín. Intentando, ella sabía, en vano, que el chico recordara quien era y quienes habían sido.

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De buena cuenta, el chico sabía que su contrincante no se dejaría vencer con tamaña facilidad, y por una parte eso le gustaba. La pasión por un buen duelo comenzaba lentamente a fluir como sentimiento en el joven, algo que hacía tiempo no atesoraba a ese nivel. A pesar de no querer sentirlo, la alegría por batirse en duelo estaba surgiendo una vez más, llenando todos sus sentidos. Sus ojos desprendieron un brillo tenue, que nada tenía que ver con el vacío de hace unos momentos.


De pronto, un ligero espasmo en las facciones de Heko se presentó. Cerrando un ojo y manteniendo una mueca en su boca mientras buscaba contener el dolor de la rigidez, de alguna manera sabía que ya no se lo podría permitir de nuevo. Ya nunca más. Sólo lo usaría para avanzar y ganar en esta batalla que en un inicio buscaba terminar lo más pronto posible; no se podía dejar emocionar por esa banalidad.


No era el momento de mostrarse débil frente al enemigo.


Levantando la vista delante, Heko notó que la joven había contestado el ataque de su tigre con una maldición Sectumsempra, la cual inutilizó e hirió de gravedad el cuerpo del felino, haciéndole caer sobre las rocas con un fuerte retumbar que pareció vibrar a su alrededor. Algunas rocas más pequeñas amenazaron con moverse un poco de su posición, pero el rugir de las olas retomaron el dominio del sonido. Parecía además que la araña había quedado aplastada bajo el peso del felino, aunque la forma dispareja de los roqueríos evitaba que todo el peso cayera sobre el arácnido, de dimensiones muchísimo menores al otro animal. De todos modos, estaba inhabilitada de poder moverse por ahora.


Jessie continuaba sangrando profusamente de su herida, y el chico sabía que buscaba tranquilizarse para seguir en el duelo. Ya que quedarse quieto no estaba en su estilo, el joven saltó hacia atrás a la pequeña muralla de contención hecha de cemento que limitaba los roqueríos de la vereda, y quedó viendo de frente a la chica, a siete metros y fuera de la trayectoria donde se ubicaba el tigre moribundo. Mantenía su varita apuntada al pecho de la Stabolito, que se volvía más carmesí a medida que más se teñía su blusa.


- Digas lo que digas, no lo entenderías... - susurró el mago con amargura. - ¡Tú no...! -


Iba a expresar algo más, pero un rápido parpadeo anuló el brillo de pasión que se había presentado en sus ojos. Sólo agitó una vez más su varita oscura como la noche, para susurrar: - Morphos -


Jessie se había puesto derecha, completamente erguida a pesar del dolor interno que debía estar sufriendo a causa de su herida. La blusa de la joven cambió de forma al instante, retrocediendo y concentrándose en su espalda baja, mientras tomaba la forma de una Loxosceles Laeta, el nombre científico muggle de la araña del rincón. En particular, este arácnido tenía un tamaño de un centímetro de ancho y largo, y había quedado justo sobre la piel de Jessie. Su primera orden estaba clara: atacar a la chica, y así sucedió.


Aprovechando un nuevo descuido, y la concentración que estaba mostrando por curar la herida sangrante de su torso, la Stabolito no pudo evitar la inyección de veneno proveniente de los quelíceros del pequeño arácnido. A continuación, el mismo atendería a la siguiente orden de su invocador, saltando del cuerpo de su enemiga a un lado sobre la roca en que estaba de pie. En cuanto tocara suelo, continuaría correteando con su característica velocidad para ocultarse en los costados más inaccesibles de las rocas cercanas, esperando nuevas instrucciones. No había pie que pudiera aplastarla en ese momento, ya que debido al muy limitado lugar donde había quedado Jessie debido al ataque del tigre y a no moverse cuando podía, un paso en falso que diera y resbalaría por el roquerío hasta caer al mar.


Heko no estuvo esperando que su araña cumpliera su cometido; continuó apuntando a Jessie mientras veía su desplazamient. Al darse media vuelta para alejarse de las rocas, y buscando acercarse al joven, Jessie terminó por dar un pequeño rodeo, quedando a tres metros del chico pero sobre el muro de contención. El mismo muro no superaba el metro de altura desde la vereda y las rocas, y sólo llegaba al metro de grosor.


- Parece que no - sentenció Heko, saltando hacia la vereda, sin dejar de apuntar de frente a su oponente. - Sectumsempra - añadió con monotonía.


Acompañando el conjuro con un movimiento de su varita, un rápido y potente chorro de chispas salió despedido directo al pecho de Jessie. De llegar a impactarle, le generaría las mismas brutales heridas que había recibido con el zarpazo del tigre, pero esta vez serían profundas y de consideración por ser originadas con magia oscura.


Internamente, el joven consideraba todas las posibilidades para poder alejarse lo más pronto posible de allí. Sabía que, de permanecer demasiado tiempo en ese lugar, podría atraer la atención de más visitantes no deseados. Eso sería un grave problema para sus intenciones actuales.

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Lo había visto, por un breve momento lo había notado, aquel brillo que capturaba los ojos de Héctor cada que luchaba y si ese brillo estaba ahí su hermano por dentro seguía siendo el mismo. Solo debía llevarlo al limite para recuperarlo por completo. Escucho el hechizo de su hermano pero le restó importancia, podía contrarrestarlo con un simple movimiento y más ahora con las habilidades y poderes que tenía, incluso ya hubiera podido matarle pero quería ver hasta donde podía llegar.

 

Escucho el hechizo del mago aunque le resto importancia, tenía cosas mejores que hacer, como sanar sus heridas y darle un giro a aquel duelo que tanto había deseado por años. Noto como su ligera blusa cambiaba de forma a una pequeña araña del rincón, sin oponerse sintió como esta la mordía en su cuerpo para después escurrirse y esconderse entre las rocas. Comenzó a avanzar en dirección a su amigo sin dejar de verlo a los ojos y anticipándose a su siguiente movimiento.

 

-¿Terminaste de fingir ser algo que no eres? - tercio mofándose de su hermano - no creas ni por un segundo que sigo siendo la misma chiquilla a la que podías engañar y hacerle creer que todo esta bien, Weasley, porque ya no lo soy... Silencius .

 

Agitó la varita con un deje de soltura, adelantándose al siguiente hechizo de Héctor, por la forma en que movían sus labios parecía un sectusempra más ningún sonido salio de ellos. Estaba a solo tres metros de Héctor, sonrió con altanería al volver a alzar la varita mientras apuntaba al short que cubría el bikini bajo el mismo sin dejar de observar a su oponente.

 

-Morphos- sonrió al ver como el short cambiaba a una pequeña roca de color oscuro, pero no era una roca, era un bezoar, el cual podía encontrarse también en el estomago de una cabra pero por desgracia no había cabras cerca. Lo tomo al vuelo en su mano derecha para llevarlo a su boca y tragarlo de un bocado, anulando así el efecto del veneno sobre ella.

 

No se alejaría, no ahora que estaba tan cerca, que podía casi sentir el calor de su cuerpo, que podía darse cuenta que era real y no otra de sus alucinaciones. Solo debía seguir con las cosas como hasta ahora, forzarlo a que recordara lo mucho que le gustaba aquella dinámica, lo mucho que disfrutaba armando estrategias en pocos segundos y llevándolas a la practica con una precisión que solo él tenía.

 

Dos efectos, ningún rayo. Algo había aprendido de quien fuera su mentor hacía un par de años, siempre era posible anticiparse a las cosas y mas cuando de distancias se trataba. Se acercó aun un par de pasos más a Héctor, sonriendo divertida pero a la vez con una mirada que distaba mucho de la sonrisa de su rostro. Ahora solo un paso los separaba mientras podía notar la respiración de su oponente sobre ella.

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Limitándose a observar la situación con tranquilidad, el joven esperó que su maldición Sectumsempra continuara su viaje hacia su objetivo. La chica comenzó a decir palabras que Heko no se molestó en escuchar del todo, ya que además un potente retumbar a la distancia se había dejado oír. El tigre moribundo en los roqueríos había regresado a su forma original, y la muralla de piedra, en parte agrietada por los daños iniciales y sin una base firme que la soportarse, cedió por su propio peso y se desplomó a un lado, cayendo sobre las rocas.


Había sonado con tal estruendo que era imposible que los muggles no se hubiesen percatado que algo raro estaba sucediendo cerca de la costa. Con sus nuevos artilugios tecnológicos y sin usar hechizos mágicos para bloquearlos, el hecho de pasar inadvertido para Heko estaba a sólo minutos de terminar en el tacho de la basura. Definitivamente tendría que acabar con esto.


Entonces el joven sintió los efectos del hechizo silenciador de Jessie, quien lo había ejecutado con total tranquilidad. Inmediatamente después, la maldición Sectumsempra le impactó en su pecho, frenando su andar, aunque no parecía haberse dado por aludida. El instinto de duelista del chico y su vasta experiencia le había indicado que no quedaba nada más por realizar.


Cruzándose de brazos, impertérrito, Heko observó el devenir de los acontecimientos, sin hacer nueva participación en ellos. Jessie había cometido un error fatal al pensar, seguramente, que podía ser más rápida que él en actuar antes que lanzara su maldición; pero eso no era posible, ya que apenas se había terminado de curar del ataque del tigre cuando el hechizo ya iba en camino. No era tan veloz para hacer dos movimientos seguidos sin que el joven actuara antes. Su exceso de confianza y pérdida de atención en los detalles le había pasado factura nuevamente.


Silenciado, el joven no podía emitir palabra alguna, ni tampoco parecía molestarse por ese motivo. Sólo observaba cómo la bruja quedaba en bikini mientras transformaba su short en una piedra bezoar para anular el efecto del veneno de araña que circulaba en su cuerpo. La escena era una curiosa mezcla de arte y sadismo: la anatomía trabajada de la Stabolito cubierta del líquido vital carmesí, que mostraba profundos y lineales cortes en su torso y abdomen, los cuales vaciaban la fuente de energía de la bruja a gran velocidad. Unas gotas de sangre completaban el cuadro, cayendo y manchando el muro de contención donde estaban ambos magos.


Unos recuerdos vagos surgieron en la mente del otrora chico perruno, relacionados con la joven que estaba en frente, caminando un par de pasos hacia él, sonriendo con diversión ignorante del destino que le deparaba. Heko se mostraba imperturbable, esperando que la energía de la chica se agotara por completo. No tuvo que esperar mucho para eso.


Estaba de frente a ella, ambos mirándose fijamente, el joven con una mirada que recordaba al vacío abisal. Y entonces, Jessie perdió el enfoque de su vista junto con su equilibrio, derrumbándose al piso por la pérdida de sangre que había sufrido. Al ignorar las graves heridas que tenía encima, había eliminado toda posibilidad de continuar el combate en curso. Jessie había perdido el duelo.


Espontáneamente, la muralla de piedra se esfumó junto con la pequeña araña aplastada en las rocas, dejando sólo la túnica del chico desparramada en sus bordes. Las olas volvieron a rugir, pareciendo más altas que antes, aumentando la marea nocturna.


Sabiendo que Jessie había quedado completamente inconsciente e incapaz de reaccionar, el chico se arrodilló en una pierna para observarla mejor. Había caído hacia un costado y quedado su cuerpo de lado, perdiendo lentamente su coloración habitual y sangrando sin control. El rostro del joven se suavizó, y apuntando su varita a quien fuera su amiga y hermana, comenzó a curar sus heridas más graves. El hechizo silenciador hacía mucho que había perdido su efecto en él.


- Te dije que no deberías haber venido - sentenció en un susurro - Esto que ves es lo que soy, pero no espero que lo entiendas ahora. Algún día lo sabrás...-


Poniéndose de pie, Heko se encaminó a los roqueríos, alejándose de Jessie quien continuaba sin consciencia, pero recuperando su color natural. Tomando su túnica de entre las rocas, el chico se detuvo un momento, mientras contemplaba el horizonte nocturno.


- Te equivocas... sigues siendo la misma chiquilla de antes. Y es por eso que es demasiado pronto para dejar que me veas ahora -


Las olas rompían en las rocas más alejadas del muro de contención, mismo lugar hacia donde el chico continuaba su camino. Girando su cabeza a último momento para contemplar a Jessie, dijo con abatimiento: - Vuélvete más fuerte. Lo necesitarás. Cuídate... -


- Y cuídenlos, por favor - añadió, con pesar, en un débil susurro.


Cerrando sus ojos, y sin preámbulos, Heko se lanzó de un salto a la enorme masa de agua que tenía frente a él. Un oleaje enorme le engulló al mismo tiempo que se sumergía en lo desconocido, y el sonido del romper de las olas opacó el bramido de succión de su Desaparición.

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