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Prueba de Legilimancia (#3)


Rosália Pereira
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Rosália de un giro, con una sonrisa en su rostro y el cabello que parecía fuego vivo, miró como el portal se abría para dar paso a alguien. La híbrida sabía que había estado con dos promesas a la Legilimancia. Conocía cada recoveco de sus cabezas, asi que sabía que había hecho muy bien en llevar a Anne y a Nathan al Ateneo. Siempre podía ser que el portal los derrumbara, que los venciera, pero ya eso dependía de cada uno. Pero sintió un gran alivio al ver que la bruja salía expulsada literalmente.

 

~Eso veo. ¡Y has hecho un gran trabajo, Anne! Estoy orgullosa de tí. Mira, conseguiste la habilidad. Mira tu anillo~

 

Le comentó Rosália, mientras se acercaba de manera ágil hacia donde se encontraba su alumna para estirar una mano y ayudarla a que se levantara. Pudo de ver más cerca como la joven portaba un anillo igual al de ella, pero claramente era simplemente una coppia, una copia que para la Arcana servía para aumentar su misma habilidad. No tenía nada más que hacer, había salido una de las chicas, le faltaba la otra mitad.

 

~Has finalizado tu camino, Anne. No debes hacer nada más. Anda. Ve. Eres libre~

 

Le comentó a Anne, sabiendo que la bruja podía irse o quedarse allí, simplemente a pasar el rato.

 

De lo única que estaba segura, es que solamente faltaba salir Nathan. De hecho esperaba que el portal de abriera pronto y que su alumno saliera por él.

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Había algo de la niña que lograba descentrar sus pensamientos hacia otra parte; cada vez que intentaba concentrarse era como si una avalancha de pensamientos incoherentes se asestara en su mente, haciéndole empezar devuelta. Le tomó un par de intentos saber que era el portal el que estaba jugando con él y testeando sus habilidades, y fue quizá ese pensamiento el que le hizo pensar que en aquella situación, en la cual las cosas parecían tan fáciles, muy probablemente no eran así. Aquellos cabellos rojizos enrulados le recordaban demasiado a Arya, a pesar de que hacía ya tiempo que no exhibía ese color... era todo una trampa.

 

Trató de visitar el único lugar de su memoria donde creía ser inmune a los efectos del portal, los jardines de la Mansión Weasley se aparecieron en su mente y a pesar de que esperó unos segundos, temeroso de que su concentración se viese ofuscada devuelta, nada pasó. Ese era su punto de partida. Se concentró en la imagen de la niña dentro de su jardin, tal cual como lo había hecho con Anne y luego con sí mismo para explorar las vicisitudes de sus aparatos psíquicos. Fue significativamente más fácil de lo que esperaba, y finalmente cuando ingresó en su memoria, encontró la respuesta que necesitaba.

 

No puedo decirle que sus cabellos son rojizos, en el momento en que haga eso me atacará. Todo esto es una trampa. >>

 

- ¿Y bien, Weasley? ¡No tengo todo el día, simplemente de que color son mis cabellos! - insistió la muchacha, su voz quebrándose en una tonalidad más elevada.

 

- Plateados, pues. Tus cabellos son plateados. - respondió el mago, cuan irónica y tranquilamente pudo.

 

La niña emitió un grito algo gutural y desapareció en una nube de luz blanca. Acto seguido Nathan sintió como su varita volvía a su bolsillo, y supo entonces que temporalmente había vencido al portal, más su experiencia con la habilidad de Animagia le consignaba que esa no podía ser la única prueba. Quizá hasta entonces el portal había aprendido sobre una parte de Nathan, pero el fenixiano debía ir más allá y enseñarle su verdadera valía.

 

El bosque a su alrededor estaba tan calmo que Nathan podía oír su propia respiración; tanto silencio le resultaba sumamente incómodo, y estaba seguro de que el propio portal conocía aquella inquietud y estaba buscando ponerlo a prueba para testear su calma y resistencia. Comenzó a caminar a paso lento por el único sendero que le llamó la atención, preguntándose si no estaba dirigiéndose directo hacia un obstáculo que no podía de superar. El frío le calaba hasta los huesos y sus dientes comenzaban a castañear entre ellos repetitivamente.

 

De un momento a otro, los bosques de Albania desaparecieron y el se encontró a sí mismo en el medio de un enorme castillo. No estaba seguro de cómo, pero había algo dentro de sí que le indicaba que se encontraba en Francia.

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Rosália miraba atentamente aquellas imágenes, que se mostraban a traves del espejo encantado. Anne ya se había ido de la Sala Circular, asi que la Arcana se había quedado nuevamente sola. Afuera se podía escuchar la brisa acariciando cada centímetro del Ateneo y los pajaros cantaban ante los rayos del sol.

 

Las imágenes mostraban a Nathan, ahora dirigiéndose a otro sitio, otro país de donde se encontraban. Rosália conocia la mente de joven asi que sabía que tenía que llegar a ése sitio. Ella miró el anillo, como si Nathan la hubiera llamado pidiendo ayuda, pero el joven no lo había hecho, asi que estaba segura que no había problema.

 

Murmuró unas palabras de aliento, aunque no hizo que Nathan las escuchara. Estaba nerviosa, quería terminar con todo eso cuanto antes. Aunque Nathan se estaba tomando mucho más tiempo que Anne, asi que al parecer tenía muchas cosas más a las que enfrentarse. La Arcana de Legilimancia sabía que tarde o temprano, cuando su alumno estuviera listo, saldría por el portal.

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Se encontraba dentro de una enorme habitación cuyo techo fácilmente sextuplicaba su altura y sus dimensiones transversales parecían ser las de aquellas de una cancha de basquetbol. Los pisos y paredes de piedra hacían que el frío que entraba por algún lado del castillo le calase hasta los huesos, no había fuente de luz alguna más que la de los rayos de la luna que entraban por un enorme ventanal ubicado en una de las paredes, el cual miraba a unas enormes extensiones de tierra con un lago negro en el fondo. No reconocía en lo más mínimo aquel lugar, y le resultaba extraño que el Portal hubiese decidido llevarlo a aquel lugar, pero no podía cuestionar la magia de tan legendario artefacto.

 

Comenzó a recorrer la habitación, dándose cuenta de que no había pieza alguna de mobiliario salvo un enorme espejo en la pared opuesta al ventanal. De la misma manera, el no llevaba más que su varita, la cual asía fuertemente en su mano habiendo ya conjurado un Lumos que asistía en la tarea de darle un poco más claridad a su campo de visión. Indeciso sobre qué hacer, se acercó al enorme espejo y se paró a sus pies, a tan solo un metro de distancia de su seno cristalino. Rápidamente pudo ver como su propia forma adquiría más y más nitidez producto de la luz de la varita, pero por poco se echa hacia atrás al notar que aquel espejo no le devolvía su figura, al menos no completamente.

 

Podía verse a sí mismo, pero no era él. No correspondía sus movimientos, por más pequeños que fuesen. Era como si otro Nathan viviese dentro del espejo. ¿Cómo podía ser posible? ¿Es que ese otro Nathan vivía en la dimensión en la que estaba ubicada el portal y por eso el portal lo había llevado allí? ¿Tenía que rescatarlo? Sintió como su respiración se agitó producto de aquella sensación desconocida, su amígdala cerebral disparando a mil revoluciones por fracción de minuto. Hizo lo posible por calmarse, respirando profundamente para buscar deshacerse de aquella incómoda sed de aire que repentinamente lo había atacado.

 

De pronto, su contraparte dentro del espejo alzó su varita, y antes de que Nathan pudiese comprender qué estaba pasando e incluso antes de ver el rayo rojizo que se materializaba de la varita de su otro yo, se había tirado reflejamente al piso. Le tomó unos cuantos segundos entender que, de alguna manera, había logrado leerle la mente a su contraparte para saber que lo estaba por atacar. Rápidamente aprovechó la estupefacción de su enemigo para alzar su varita y conjurar un hechizo no verbal que tenía por objetivo aturdirlo.

 

El otro Nathan intentó hacer lo mismo y se tiró al piso, pero el verdadero pudo prever esto y cambió la puntería del hechizo al último momento, dirigiendo el conjuro hacia donde su reflejo se había tirado. El hechizo le dio de lleno en el pecho y su oponente cayó al suelo desmayado, y Nathan estaba a punto de ponerse de pie cuando sintió como su cuerpo entero perdía fuerza, sus músculos se relajaban y sus ojos se cerraban para caer en un estado de inconsciencia pura. Sin embargo, de alguna manera y a pesar de que su cuerpo no le respondía, todavía podía mantener una línea del pensamiento.

 

Tengo que lograr vencerlo, ¿pero como atacarlo si cada ataque que le profeso me vuelve a mí en contra? Tal parece que el también posee unos mínimos dotes de Legilimancia, pero quizá yo sea más rápido en ese aspecto. Pero ¿de qué me sirve? ¡Algo me dice que tengo que librarme de él! ¿Cómo atacarlo, cómo? Quizá si.. ¡sí, ya lo sé! ¡Este portal no sabrá lo que le ha pasado! >>

 

Pasaron lo que pareció unos cuantos minutos hasta que finalmente, y de a poco, recobró la conciencia y la capacidad de mover su cuerpo. Sin embargo, para cuando logró incorporarse en uno de sus antebrazos y lanzar la vista hacia el espejo, notó que su reflejo ya se había puesto de pie y estaba buscando su varita, que afortunadamente había caído varios metros detrás de él, dónde el aún no la había visto. Nathan aprovechó la distracción de su compañero, y sorprendiéndose a sí mismo por su agilidad, apuntó su varita hacia el espejo:

 

- ¡Accio varita! - su otro yo lo escuchó y trató de saltar en dirección de su varita, pero su encantamiento invocador fue más rápido y aquella réplica de su propia varita salió volando en dirección a sí y atravesó el espejo, haciendo añicos parte de su estructura.

 

Algo aún más extraño pasó en ese momento, dado que su reflejo se agarró fuertemente el pecho y profirió un fuerte alarido mirando hacia el lugar donde el espejo se había roto. Fue entonces que el plan que había ideado en su semi-inconsciencia le volvió a la mente, y Nathan emitió una mueca de auto-satisfacción mientras levantaba decididamente la varita una vez más hacia el espejo.

 

- iBombarda Máxima! - justo en el momento en que profirió el hechizo, su otro yo saltó en dirección al espejo, como si quisiese atravesarlo. Por un segundo, pareció que fuese a funcionar, más cuando su propio conjuro impactó contra el vidrio y los cientos de centímetros que lo conformaban se hicieron añicos, el otro Nathan desapareció como si nunca hubiese existido.

 

Nathan permaneció unos segundos en el suelo, recobrando lentamente la compostura, para luego ponerse de pie cuan rápido le fue posible. No fue hasta que una intensa luz a su derecha lo cegó que se permitió relajarse... ¿era eso todo? ¿Verdaderamente había concluído la prueba? No tomaría nada por seguro, tranquilamente podía estar viajando hasta otra prueba más. Aferró fuertemente su varita y tras comprobar los vidrios rotos del espejo por última vez, avanzó hacia la luz y atravesó aquel espectro mágico rogando que lo próximo que viese fuese la Arcana y su Sala Circular.

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Rosália caminaba lentamente por la Sala Circular. Sus pasos eran tan suaves como las flores en las mañana cuando se desperezaban bajo los primeros rayos del sol. Su miraba iba a diferentes puntos de la habitación pero estaba enfocada en lo que sucedía alrededor. Casi nunca abría su mente de aquella manera, pero en ésa oportunidad, tenía que averiguar algunas cosas. Estaban pasando algunos hechos en el mundo mágico y ella quería entenderlos.

 

Las personas estaban llenas de preocupaciones y miedos, eso le molestaba a Rosália porque siempre era igual, aunque hubiera diversidad en los magos y brujas, incluso en los muggles, siempre se conectaba un patrón, problemas por el dinero, por la familia, por esconder la verdad. Pero a lo que más le gustaba Rosália era enfocarse en los secretos. Hasta el momento no había encontrado demasiado. Pero una vibración la hizo darse la vuelta y emitir una sonrisa. Nathan se acercaba...

 

~Nathan. Oh, joven ¡Lo has logrado! Es maravilloso. Mira tu anillo~

 

Rosália se había acercado a Nathan de una manera seductora. Acomodó su cabello por encima del hombro y le tendió una mano. Aunque fuera una mujer, aunque fuera una anciana con aspecto de joven, tenía una fuerza increíble. Y más en aquel momento del pupilo, que parecía estar estupefacto ante lo que podía encontrarse. Su cabeza deseaba estar donde había caído, así que esperaba que realmente la presencia de la Arcana lo aliviara. Ella le señaló el anillo, para que viera cómo se había transformado en un anillo similar a la que tenía Rosália, así que eso significaba que lo había logrado, que Nathan era Legilimántico.

 

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