En el viejo Portal de Mercaderes De la Cd de Mexico

[Ernest Dumbledore Prior]

Las visitas del Macnair a lugares turisticos del pais de la Ciudad de Mexico la mayoria de veces significaba desastre inminente, aunque pocas veces habia llegado tan temprano a un lugar como ese, por lo que se encontro con el inconveniente de que estaba infestado por muggles.

 

Despues de unos minutos en los que tuvo que emplear su magia, pudo quedarse el lugar para el solo, ademas de que habia hecho encantamientos para que solo un mago pudiera pasar a esos lugares por un determinado tiempo.

 

El lugar en el que el Macnair se encontraba se llamaba El viejo portal de Mercaderes, estaba en el pasillo recorriendo las distintas tiendas que gracias a los hechizos del Macnair se habian quedado abiertas por que los dueños la habian dejado a cargo del joven...eran ilusos si pensaban que algun negocio iba a sobrevivir estando el frente a estos.

 

-Con razon todas las historias de fantasmas y demonios siempre se las creen- dijo moviendo la cabeza de un lado a otro negativamente- dijo parandose frente a una joyeria que tenia de nombre Bizarro, vio una vitrina cercana en donde habia unos cuantos anillos y relojes de pulsera grandes, rompio esta de una patada al ver un diamante que facilmente podria convertir en bezoar si lo necesitara de algun modo, penso en tomar alguna de las joyas, sin embargo lo descarto rapidamente.

 

Salio al pasillo que daba a la calle y decidio quedarse ahi de frente mirando lo que tenia a su alrededor, a su lado derecho el tenia ademas de un pilar de ladrillos de color cafe grafiteado, un puesto de revistas y comics con varias revistas apiladas en una como rejita blanca, igual que algunos periodicos en otra rejita.

 

A su lado izquierdo se encontraban la joyeria y la vitrina que el habia roto, las partes grandes rotas del vidrio se encontraban en el suelo y las cadenas anillos y aretes se encontraban a simple vista...

 

-Lo primero es lo primero, matar al mago o joven que se atreva a acercarse a mi y luego iremos trayendo uno a uno a los dueños de este lugar y los ire aniquilando, pero antes todos me haran firmar un papel que me deje como propietario de sus negocios. - dijo Ernest sacando la varita de su bolsillo.

 

El Macnair iba vestido como si fuese un empresario muggle, un pantalon gris junto con zapatos de color negro. tambien llevaba un saco gris abotonado que no dejaba ver la camisa azul que llevaba tras el...Tenia varias cosas en mente para cuando el mago llegara, sin embargo no se dejaria llevar. por lo facil que le podian ser las cosas al rival...rapidamente vio una sombra de la persona que lo enfrentaria, levanto su varita y sin esperar un momento mas dijo

 

-Incarcerus- tres gruesas cuerdas iban dirigidas hacia el, una iba rumbo a la boca, que no le dejaria pronunciar palabra alguna, otra iba rumbo a los ojos que no dejarian ver hacia donde apuntara la varita y otra iba rumbo a las manos que le dificultaria el emplear la varita... - Estos negocios seran mios...pero primero tengo que aniquilarte...- dijo el Macnair sonriendo, esperando ver que haria su rival....

 

[Martin N Roses]

No recordaba con exactitud el motivo de la visita a un lugar como aquel. Black se encontraba en el Viejo Portal de Mercaderes, donde en un abrir y cerrar de ojos la multitud pareció evaporarse. Había llegado a México tres días atrás, siguiendo sus interminables viajes en búsqueda de magia antigua, pero su visita al portal nada tenía que ver con esto o, al menos, no era del todo claro.

 

Sus largos pasos se detuvieron al alcanzar un pasillo aparentemente desierto, levantó su mirada de un gris tormentoso y pudo ver, entre las largas sombras proyectadas, la figura un hombre. Black intuyó de inmediato que no se trataba de otro de los muggles que se había cruzado minutos atrás. Como un eco lejano, le llegaron las palabras del desconocido que, al percatarse de su presencia, rompió una vez más el silencio lanzando un hechizo.

 

De un lado, a unos siete pasos de su ubicación, incontables pedazos de vidrios se fusionaban con el trillado piso del portal. Fuera quien fuera, aquel mago había intentado robar un local que vendía joyas, lo cual decía ya demasiado qué clase de mago tenía delante. Al otro, además de un escaparate con revistas que no llegaba a comprender, entre cada local había una maceta de medianas proporciones, sin superar el metro cuadrado, embelleciendo el pasillo largo del portal.

 

—Evanesco —bastó aquel pensamiento, tras repentinamente tomar su vara mágica y agitarla con rapidez, para que tres cuerdas que se aproximaban a él se redujeran a nada. No le sorprendió el ataque ni su reacción casi instintiva para detenerlo con simpleza.

 

Su delgada túnica negra pareció moverse como una serpiente al practicar su defensa. Mientras que sus oscuros zapatos retumbaron al realizar el mago de cabellos negros un último paso con determinación, antes que sus endurecidas facciones se tensaran más de la cuenta, en una extraña mueca que podía significar muchas cosas.

 

—Créeme que no he venido hasta aquí para apropiarme de estas cosas que poco valor tienen para mí —recitó con una voz pausada y algo grave—. Pero un poco de acción nunca hace daño, o tal vez sí, y no puedo negarme al deseo de experimentarla.

 

Con una breve pausa, vislumbró que su oponente no estaba más allá de unos diez pasos de su posición. Nada se interponía entre ellos, y bastó tan sólo un pensamiento: «Disparo de flechas», para que una docena de ellas salieran de su arma mágica para dirigirse de manera amenazante hacia el torso del desconocido y el brazo en el que portaba la varita. Las heridas que podrían provocar dichas flechas serían de cuidado para el afectado, provocando molestos cortes que limitarían su accionar.