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Prueba de Videncia #7


Sajag
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¿Por qué habría salido tan pronto la carta de El Juicio? ¿Es que Bastian ya estaría preparado para el gran y último enfrentamiento? El Arcano siempre temía ésto, la última prueba, la definitiva, la que haría que perdiera todo o lo ganara todo en el último segundo. El mensaje era claro. Si se necesita tomar una decisión, dejar que la mente la tome. Eso parecía que había hecho el Señor Karkarov. Sajag estaba asustado y orgulloso por un igual del pupilo que avanzaba, ahora, hacia la Maestría de la Videncia, con pasos agigantados.

 

Hoy empezaba un nuevo capítulo en la vida del Hombre. Eso es lo que anunciaba la carta de la Baraja. El Arcano le había visto logrando el triunfo. ¿Por qué dudaba, entonces?

 

- Me hago viejo - confesó en voz alta a la única persona que estaba allá, él mismo. - Siento demasiado miedo por las vidas humanas que caerán por el camino...

 

Las cartas de la Baraja temblaron entres sus dedos y el Arcano se obligó a sujetar con fuerza la del Juicio. La dejó boca arriba, pensativo. Representaba la transformación que iba a sufrir, en realidad que está sufriendo, que ya había sufrido, el muchacho que había entrado en el Portal. Llegaba a su fin y el Hombre que saldría de allá sería uno de los más poderosos de su tiempo. No iba a juzgar si para Bien o para Mal, el Sr. Karkarov estaba llamado a ser muy importante en aquella parte de la Historia del pueblo mágico.

 

- No desistas en tu empeño. Usa la luz que tienes, aunque sea maligna, porque todo lo malo tiene su contrapunto de bondad insospechada y en toda oscuridad engañosa hay una luz que te acompaña. - Respiró un momento antes de proseguir. - La respuesta es sí, no lo dudes.

 

¿A quién hablaba si el Sr. Karkarov no podría oírle? Para el Arcano le era más fácil hablar en voz alta que permanecer en silencio mientras "veía" lo que sucedía. Una carta resbaló del mazo y revoloteó por el aire inexistente que le hacía casi bailar antes de caer al suelo, boca arriba.

 

- ¡El Caballero de Copas! - Instintivamente, el Arcano dirigió la mirada hacia el Portal. Pareció moverse un poco y emitir una luz. ¿Ya? ¿Ya acababa todo? - Recuerda, Bastian - murmuró, con demasiada familiaridad. - La respuesta es siempre sí.

 

Sus compañeros siempre le acusaban de preocuparse demasiado de sus pupilos. Tal vez, no podía evitarlo.

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  • 2 semanas más tarde...

Comienza a caminar arrastrando el rudimentario bastón. Está cansado y es normal que lo esté. Es el quinto día de caminata, el quinto día del principio del final de su vida. El agotamiento físico aumenta con cada paso, sin embargo siente que al mismo tiempo la fortaleza de su espíritu aumenta. Se siente confiado, sabe que cuando le haga falta puedo preguntarle al futuro que hacer. Y tiene pensando hacerlo, pero a su debido tiempo.

 

Llega el sexto día y siente como las ampollas de los pies se revientan. No es el dolor quien lo controla, no es porque se siente a punto de colapsar que cierra los ojos. Sabe que es el momento de pedir ayuda, el final de su camino está cerca y debe estar preparado para lo que sea que se aproxime.

 

Ralentiza las imágenes que se forman en su cabeza. Nunca el destino se muestra como una vídeo exacto. Siempre son imágenes que se mueven a toda velocidad, imágenes sin sentido y complicadas de conectar. Pero él aprendió de alguien, no recuerda quien, la forma correcta de unir los puntos invisibles del futuro.

 

Llega a la humilde morada en donde nadie lo espera. Es ya el séptimo día, justo como el destino le susurró que sería. Las sombras que lamen el suelo le indican que el día marca las siete del día, el sol está comenzando a levantarse en el cielo. Golpea la puerta con el bastón. Se sienta en el suelo.

 

Siete minutos y siete golpes. La puerta se abre lentamente y una joven mujer se asoma, nerviosa.

 

—Tengo que hablar con tu esposo. Me visitó hace muchos años y le dije que volvería a mi de una forma extraña. Volvió en los sonidos del futuro.

 

Todavía el niño no nace, por su puesto. Para ello aún faltan unos años. Detrás de la chica se ve el rostro, tan apuesto como hace tiempo, del joven que fue depuesto de sus derechos de nacimiento.

 

—Es extraña la forma en que nos volvemos a encontrar, muchacho. Me alegro de que eligieras el camino correcto. Incluso si decidías no seguir el amor ibas a perder tus derechos de nacimiento, sin embargo con esta mujer podrás recuperarlos porque se aman y la descendencia de los dos hará cosas increíbles.

 

Sonríe mientras hace una seña para que no se muevan en absoluto. Lo primero que hace es cerrar los ojos y pedir al futuro que lo vuelva a guiar. Sin embargo los destellos del pasado se hacen presentes. La figura de una varita, un cuenco tallado con runas. Él conoce las runas, sabe que hacer.

 

Camina hacia el pequeño arrollo, toma una roca bastante grande y la coloca al sol para que se seque. Rompe una rama de nogal de los muchos que hay en ese lugar. La talla con una roca pequeña por varios minutos. Luego arranca una de las plumas que cuelgan de la túnica blanca. Plumas de hipogrifo, su hipogrifo (recuerda). Dibujas pequeñas runas en la rama y coloca la pluma en el interior.

 

Finalmente apunta hacia la piedra y la hace hueca, como un cuenco. Con la misma varita dibuja runas, convierte aquella piedra en un pensadero. Sonríe al notar que el joven, y su esposa, aún lo esperan en la puerta.

 

—Guarda como tesoro esta roca y no permitas que su contenido se pierda, jamás.

 

Toca su frente con la varita y un torrente de recuerdos, indicaciones, se deposita en aquel pensadero rudimentario. Brillan las runas y brillan sus recuerdos.

 

—No hables, escucha. No hay sangre mágica en su familia, joven heredero. Sin embargo puedo sentir a los antepasados de tu joven esposa. Ella parirá un niño mago, ella hará que la chispa de la magia despierte luego de tantas generaciones. Lo he visto, las estrellas me lo han mostrado y los pájaros lo han cantado. Ten esta varita, yo no la necesito. Ninguno de ustedes intenten usarla. Cuando su hijo cumpla 11 años le darán la varita: Nogal e hipogrifo. Será inteligente, así el Nogal lo requiere y así lo he viste. El hipogrifo le exigirá honor, y lo he visto, honorable será. Él y solamente él incursionará en mis pensamientos y aprenderá a usar la magia, él y solamente él recuperará tus derechos de nacimientos.

 

Saca la mano de la gloria del interior de la túnica y la extiende, pero no se la entrega al joven sino a la esposa.

 

—En algún momento tendrán que huir en la oscuridad, lo he visto. Y también te he visto a ti sosteniendo la mano de la gloria. Siempre la debes llevar encima al igual que una vela. Cuando necesites luz la vela que coloques en la mano de la gloria les enseñará el camino a todos los que la toquen.

 

Se da la vuelta con una sonrisa en los labios. Mueve la mano creando una brecha de oscuridad en la luz. Al otro lado ve un rostro conocido y siente como poco a poco los recuerdos y la comprensión lo avasallan.

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- ¿Eres tú, Hermano Bastian?

 

La voz del Arcano sonó algo lúgubre en el recinto oscuro en que se había convertido el interior de la pirámide. No del todo oscuridad, sin embargo. El Portal se abría poco a poco y una ranura de luz blanquecina asomaba por el hueco. Se iba transformando en amarillenta. El Arcano sabía, por la experiencia de tantos y tantos pupilos que habían traspasado aquel lindar, que pronto se abriría del todo, dejando salir al nuevo Vidente que había dejado de ser un Pupilo para ser un Hermano Vidente.

 

- ¿Has aprendido algo de tu futuro, Vidente Karkarov? ¿Ha sido de provecho tu peregrinación por el presente-pasado-futuro de tu vida?

 

Sajag se giró lentamente hacia el Portal, esperando ver la salida del hombre, convertido ya en un igual. Extendió las manos y esperó sentir en las mismas las de su ya-no-pupilo. Esperaba ese contacto. En cuanto sucediera, Bastian Karkarov notaría la transformación de su anillo provisional en el definitivo que le Vincularía a la Habilidad de Videncia, convirtiéndolo desde ese momento en un miembro de este gremio.

 

Si sería para Bien o para Mal, sólo el futuro lo diría. Todo era relativo, como bien sabía Sajag y, ahora, el mismo Sr. Karkarov.

 

- ¡Bienvenido a este nuevo y duro mundo! - volvió a hablar el Arcano, ofreciéndole té de sabores y una fruta, un ritual que le gustaba repetir cada vez que un pupilo se convertía oficialmente en Vidente.

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Pestañea varias veces. El repentino paso entre aquellos dos mundos causa que por un segundo la vista se le ponga borrosa. Pero incluso así puede reconocer las facciones de su maestro, de quien es ahora su igual. Se encuentra bien. No siente las ampollas en los pies aunque si que su cuerpo se estremece por el cansancio. En su prueba, porque ahora sabe que todo fue una prueba, su cuerpo no sentía el cansancio ni los estragos del tiempo. Ya de vuelta, si que siente un leve temblor en las piernas y el anuncio de que probablemente le dolerían los pies por varios días.

 

—He visto cosas que espero que no sean ciertas

 

Las palabras salen de su boca con sinceridad y sin ningún filtro. La honestidad es importante, lo sabe muy bien.

 

—No me mal interprete, maestro. No reniego de una vida en donde llego a comprender todos los aspectos de la videncia. Pero en ese futuro ya no tenía hijos, no tenía la mitad de mi alma se ha distanciado tanto que la mayor parte del tiempo es como si estuviera muerta. Quizá lo que realmente aprendí es que no todo se debe decir, que el futuro es celoso y espera que solamente sea dicho lo justo. Si aquel joven hubiese sido informado del camino correcto ¿Qué habría aprendido al final del día?

 

Estira la mano y toma la de su maestro. En ese momento siente el calor en el dedo en que descansa el anillo del vidente. Emite un brillo cuasi angelical y toma la marca que tienen todos sus anillos de habilidad: una diminuta pisada de tigre en la parte interior. Bebe el té en pequeños sorbos, sostiene aún la manzana en la mano izquierda.

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