Jump to content

Prueba de Pársel #12


Lawan Nguyen Thanh
 Compartir

Publicaciones recomendadas

Había aceptado. Lawan presenció cómo se acentuaba la decisión en los ojos de la bruja a la hora de responder la crucial pregunta. No había tiempo de echarse para atrás, y tampoco había tiempo de tomarse un descanso. De inmediato invoco un portal que los trasladarían a la isla donde sería la prueba final. Esta constaba de tres niveles para probarse frente al portal mágico donde se demostraban los resultados finales de la habilidad. Algunos llegaban allí con muchas ínfulas y poca paciencia, otros con poca energía y mucha valentía, sea la forma que llegaran, no todos obtenían lo que esperaban.

 

-Debes cruzar el lago, al final de él, está la entrada al laberinto y en el medio de este, está la pirámide con la prueba final. Cada uno de los movimientos que hagas, los veré y vendré ayudarte si estás al borde de la muerte, pero debes entender, Madeleine, que a partir de ahora te tienes que desempeñar solo con lo aprendido -La voz del anciano estaba relajada, confiaba en no tener que intervenir - Te daré unas pautas para que puedas sortear los obstáculos. Pero antes debes dejarme tu varita mágica, anillos y talismanes. Todo lo que posea magia. Tu ingenio será el que te saque de los problemas… y tu habilidad en el Pársel.

 

Lawan acompañó las palabras con acciones. Una caja de madera lustrada por fuera y forrada con gamuza vino tinto por dentro esperaba para contener los objetos de la aprendiza. Al lado de la caja, había una pequeña botella con un líquido parduzco parecida al agua estancada de un estanque sucio.

 

El agua está envenenada, cuando ingreses a ella, sentirás los efectos del veneno atacando tu cuerpo, pero ojo, no es lo único que te atacará” Advirtió el Arcano en lengua Pársel “Dos serpientes marinas de la especie de los basiliscos estarán dándote caza para devorarte. Debes convencer a una de ellas para que te proteja contra la otra para poder nadar hasta el bote que estará a unos veinte metros de distancia de donde estamos parados. Dentro del bote, estará esta botella que mitigara el veneno. Te esperare en la entrada del laberinto

 

Sin más nada que decir, Lawan espero a que la alumna dejara sus objetos y estuviera lista para empezar con parte de la prueba final. No creía necesario advertirle que debía usar el lenguaje de las serpientes a todo momento. Las serpientes salvajes que habitaban allí, no eran como las que tenía en el oasis, que comprendían ambos lenguajes sin problemas.

 

 

@@Ellie Moody

Editado por Niko Uzumaki
4PYLzDA.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Según su experiencia, los arcanos solían permitir a sus aprendices tomarse algún tiempo para descansar y prepararse para la prueba. En el breve silencio entre su respuesta y el movimiento de la vara de cristal de Lawan Nguyen, Madeleine se imaginó yendo a su apartamento en el Londres muggle, tomando una larga ducha y, básicamente, dormir hasta el momento de la prueba. No veía la hora de quitarse el sudor y la mugre de la piel, quitarse esa molesta túnica, sacarse las botas, tomarse un café. Sin embargo, no era ese el plan del arcano para ella. Madeleine observó, sin aliento, cómo hacía aparecer un portal frente a ella sin decir una sola palabra, como si no fuese necesario dar explicación alguna.


Sus labios se entreabren, queriendo preguntar... pero entonces, aprieta la mandíbula. No hay espacio para la duda. «Terminemos con ésto de una buena vez», se dice.


Aunque no tiene mayor apego por la mayoría de sus pertenencias mágicas, sí siente bastante recelo de dejar su varita mágica. Ésta la ha acompañado desde que tiene once años, fue su compañera en Hogwarts y también en el campo de batalla; ha sido su única varita y nunca, nunca se separa de ella. No le agrada, pero quiere pasar la prueba y aquello sólo se lo permitirá el arcano mientras se apegue a sus lineamientos. Con un suspiro de resignación, deja en la caja su varita mágica y los pocos objetos mágicos que lleva con ella. Aunque se siente desarmada, confía en sus habilidades, que van más allá de los talismanes e incluso de su varita de ébano. Confía en que domina lo suficientemente el don para superar los obstáculos que Nguyen tiene para ella. Él no la pondría frente a algo que un hablante de pársel no podría superar.


—Allá me verá, Nguyen —dice Madeleine determinación, mientras se quita las botas de charol y se arremanga la túnica—. No se acomode demasiado.


Una vez atravesó aquel lago, pero tuvo la opción de usar un bote. En otra ocasión le habría preocupado su rendimiento físico, pero se siente confiada; tras su iniciación en la Orden Oscura, ha recuperado su agilidad privilegiada. Aunque sabe que no puede usar al máximo sus poderes, ya que el arcano espera verla principalmente usar la habilidad de hablar con las serpientes, será una ayuda a la hora de nadar aquel largo trecho.


Los colores del atardecer tiñen el agua de colores cálidos, pero cuando Madeleine adentra los pies en el lago, un escalofrío recorre su cuerpo. Ésto no la hace retroceder; toma un impulso y se lanza al agua de lleno. Al principio se estremece, pero se acostumbra a la temperatura del agua; lo que es un poco difícil es nadar con ropa, pero no tenía la intención de desnudarse frente al arcano. Por unos segundos no tiene nada diferente, hasta que comienza a sentirse mareada, con el corazón acelerado y una tremenda sensación de fatiga. No sabe si en verdad es el veneno actuando o es su mente, pero también comienza a sentir las extremidades entumecidas. «Concéntrate», se repite una y otra vez.


Pero el corazón le pega un brinco en el pecho, cuando escucha un temible siseo.


Presa.


Madeleine saca la cabeza del agua, para tomar aire y además poder ver tras ella. Ya se ha alejado varios palmos de la orilla y el agua parece ser bastante profunda, pues no puede ver muy abajo de ella. Examina a su alrededor... y entonces, las ve. Los monstruos marinos que mencionó el arcano, nadando a su alrededor, buscando la manera de rodearla. No es la primera vez que se enfrenta a una bestia, pero normalmente tiene más herramientas a su disposición. Rápidamente, recuerda las indicaciones del arcano.


Una de las serpientes se sumerge rápidamente, seguramente buscando la oportunidad de tomarla por abajo, mientras la otra permanece en la superficie.


¡Déjame en paz! —sisea Madeleine, intentando controlar el temblor de su voz— ¡Déjame marcharme y no te haré daño!


¿Eres tonta, humana?


No me obligues...


Me estás aburriendo.


—¡Kikiriki! —Madeleine cierra los ojos y grita con fuerza la onomatopeya— ¡Si no me dejas ir, vendrán los gallos y las comadrejas por ustedes dos! ¡Están en el laberinto y vendrán a vengarme, que soy su aliada! ¡Kikiriki! ¡Kikiriki!


Por supuesto, Madeleine es consciente de que su canto no lo mataría como podría hacer el canto de un gallo real, pero es suficiente para asustarlo y convencerlo de que la deje irse. Le alegra haber dedicado algunas horas de estudio a los basiliscos, cuya muerte puede ser provocada por el canto de un gallo y cuyas enemigas son las comadrejas. Percibe el enojo y el recelo de la enorme serpiente marina, pero parece que decide que lo mejor es no arriesgarse.


Vete, pues, y déjanos en paz. Humana tonta.


La serpiente marina se sumerge en el agua y rodea a Madeleine, no para atacarla sino para protegerla de la otra, aunque deja un espacio para que ella pueda salir. Madeleine aprovecha la oportunidad para nadar con todas sus fuerzas, olvidando el entumecimiento de sus extremidades, el frío, la taquicardia, el miedo... Las serpientes pelean, una enojada por no poder comerse a su presa y la otra intentando hacer que su hermana entienda por qué dejó escapar a la humana, pero ya Madeleine está lejos. Llega al bote y tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder treparse en él. Casi sin fuerzas, toma la botella de líquido turbio y se bebe el contenido de un trago. Cierra los ojos y deja que el antídoto haga efecto.


Eres una tonta, hermana. ¿Cómo pudiste caer en esa trampa? —escucha el lejano siseo de una de las serpientes marinas y sabe que es momento de tomar de remar con fuerza—. Los humanos son unos mentirosos, lo sabes.


Los humanos son unos mentirosos...


Sintiéndose mejor, con el veneno ya sin causar estragos en su cuerpo, Madeleine puede remar lo suficientemente rápido para llegar a la isla de la Gran Pirámide y escapar de las serpientes, que descubrieron su trampa. Deja el bote en la orilla y avanza a grandes zancadas hacia la entrada el laberinto donde, efectivamente, la espera el arcano Nguyen.


—Bien, aquí estoy. ¿Qué sigue?

Editado por Ellie Moody

NHCeJlw.png
iB5wHYG.gif
T7t3MEE.png
sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Lawan observó el desempeño de la bruja desde la comodidad de la tierra, frente a la entrada del laberinto. El engaño a las serpientes le pareció de lo más creativo que había tenido el gusto de presenciar. La bruja logró su primera victoria, demostrando un poco del temple que poseía y el cual, debería de mantener hasta el final. En su opinión, el Arcano veía que aquella prueba sería un mar de sorpresas. Los recursos que Madeleine tenía, además de la habilidad, harían más pintorescas las resoluciones. Estaba sumamente atento al desarrollo de obstáculos. La bruja llegó, mojada, pero ilesa.

 

-Ten -Lawan le dio el anillo de aprendizaje, aquel que se convertiría en definitivo si ella podía superar todas las pruebas.

 

"Detrás mío, está el laberinto. Allí pasarás a buscar el camino que te llevará a la pirámide. Debes concentrarte porque cada camino lleva a un desenlace fatal. Una Pitón será tu guía pero ella está esperándote mezclada con muchas otras que te mentirán para que las sigas y te guiaran a tu muerte. No debes confiar en cualquiera. Solo la verdadera podrás descubrir por medio de las vibraciones del Pársel

 

El Arcano no quería ser tan evidente con sus palabras, pero lo estaba siendo. Madeleine se enfrentaría a un nido de víboras que harían lo que fuera para convencerla y llevarla en la dirección equivocada. Solo había tres Pitones entre los ofidios, pero ella no podría verlo, porque al ingresar al laberinto quedaría sin el sentido de la vista. Por ende, debería guiarse más que nunca, por los siseos de las serpientes. ¿Sería capaz de diferenciar los tonos que emitían especies diferentes?

 

Esperare solo media hora en la pirámide, que se encuentra en el medio del laberinto, si para ese momento no llegas, concluiré la prueba y le llevaré tus restos al Oasis para que tu familia pueda ir a buscarlos.”

 

 

 

@@Ellie Moody

4PYLzDA.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Es un anillo plateado y liso. Madeleine piensa que parece un anillo de bodas, lo cual le parece particularme gracioso pero contiene las ganas de soltar una carcajada. Sabe que Nguyen no entendería el chiste y, además, para los arcanos los anillos son algo muy importante. Representan la vinculación del mago con la habilidad. Es por eso que se esfuerza en mostrarse respetuosa: que le haya entregado el anillo de aprendiz, significa que está más cerca de lograr convertirse en una hablante de pársel de verdad. Lo coloca en el dedo anular de su mano derecha. No siente nada especial, pero sabe que el verdadero cambio y quizás la conexión lo sentirá luego de la prueba, si es que logra salir con vida del portal... «No. Cuando salga». Cierra el puño con fuerza, extrañando la varita mágica pero sintiéndose más confiada con su conexión con la habilidad.

 

Escucha atentamente al arcano. Está familiarizada con el laberinto y también con las serpientes que engañan y manipulan—serpientes figurativas, supuesto, y con las que siempre se topó en la vida—. No puede evitar recordar su prueba de oclumancia, donde se enfrentó a un reto similar y que le permitió salir exitosa fue olvidar todo lo demás, todos los poderes, toda la estrategia, y concentrarse en la oclumancia. Ahora debe hacer lo mismo: confiar plenamente en su capacidad de hablar pársel pero a la vez exigirse mucho más, ya que el arcano advierte que no la salvará. «Un funeral sería demasiado costoso y Richard seguramente aprovechará la oportunidad de desplumar a Ellie y Melrose, no dejaré que vacíen la bóveda de los Moody para eso».

 

—Sí, creo que entiendo —responde, prefiriendo no pensar demasiado en los peligros del laberinto y lo que pasaría de equivocarse, y más en el verdadero obstáculo: las serpientes.

 

Cuando el arcano se aparta de la puerta, Madeleine se adentra en el laberinto. La noche ha comenzado ya a caer y las tinieblas se han asentado en los estrechos pasillos, formados por altísimos setos. A medida que avanza, las sombras se van haciendo más densas, como si se posaran directamente sobre sus ojos. «¿Acaso...?». Pasa una mano frente a su rostro, pero no ve nada más que una densa oscuridad, como si sus ojos hubiesen sido fuertemente vendados. Reconoce aquel encantamiento, pero no tiene la varita mágica a la mano para realizar el contrahechizo. Maldice por lo bajo, sin dejar de caminar con los brazos hacia adelante, para tantear cualquier obstáculo. Entonces, las comienza a oír.

 

Por aquísss, Maddie... Sssss...

 

¡No! Ven por acásss, te condussssciré a casssssa.

 

Conosssscemossss a Catherine, ella también estuvo aquísss. ¿Quieressss venir a versss?

 

Tantos siseos a la vez resultan molestos. Le gustaría cerrar su mente y dejarlos de oír, pero debe encontrar a su guía. Intenta concentrarse...

 

No, Madeleine, debess venir conmigo.

 

Ésa se oye diferente. Abre los ojos, aunque en verdad no puede haber nada.

 

¿Qué dijiste? —sisea Madeleine, con la mirada perdida en las sombras.

 

Te llevaremossss con Catherine.

 

Por aquí está tu cassssa.

 

Vensss, Maddie, Venssss.

 

Vamoss, Madeleine.

 

El siseo de la última voz es... diferente. Es más sutil, más firme. Es una vibración diferente. «Las otras, suenan como serpientes viperinas —se dice a sí misma, sin entender por completo de dónde viene aquella certeza, pero segura de la corazonada. Quizás se deba a que el siseo de las víboras le parece similar al del taipán papuano, otra serpiente venenosa—. Pero las pitones no tienen veneno, son constrictoras». En ese momento, no hay lugar para dudas: debe confiar en el instinto, en su habilidad, y seguir adelante.

 

¡Apártense, malditas venenosas! —gruñe Madeleine— ¡Déjenme en paz!

 

Y sigue el siseo de la serpiente constrictora, una gran pitón. El resto de los siseos no cesan, por supuesto, pero de repente le resulta tan fácil distinguir a las víboras de su pitón guía, que no puede hacer más que reírse de la subestimación que le tienen. Las sombras no se apartan en el interior del laberinto, pero ya no le teme a la ceguera: confía en su guía, porque está segura de su decisión. Además, los minutos pasan y no ha encontrado una dolorosa y desastrosa muerte, ¿eso debe ser una buena señal, no? Mientras camina no para de juguetear con el anillo en su dedo. Lo que la tiene un poco nerviosa es la prueba final, a la que está a punto de llegar, pero lo mejor es no preocuparse por eso todavía. «Ése es un problema para la Madeleine del futuro, no para mi».

 

Hemoss llegado al final del laberinto.

 

Gracias por no conducirme a una muerte segura —responde Madeleine.

 

Heh... Si tu lo dices...

 

Con un último paso, sale del laberinto. Entonces, las sombras se despejan y visualiza la entrada a la Gran Pirámide, donde la espera el Portal de las Siete Puertas. Sin pensarlo dos veces, camina hacia allá para encontrarse con el arcano Nguyen.

NHCeJlw.png
iB5wHYG.gif
T7t3MEE.png
sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Lawan tenía en el rostro una mirada evaluadora, se fijaba los detalles con los cuales la aprendiz iba resolviendo los obstáculos. Algunos nunca llegaban a percibir las frecuencias vibratorias que emitían los ofidios para comunicarse entre ellas, además, de los siseos. Era difícil interpretarlos, o que la mente se acostumbrara a decodificarlos. Lo había hecho bien. No de forma ejemplar como esperaba, pero sí lo suficiente para sortear el problema y reencontrarse con él, en la entrada del portal que la llevaría a la prueba final.

 

-Tu varita solo responderá a hechizos en Pársel, y está dentro del portal en algún lado -Dijo con voz pausada para que lo entendiera - Cruzar el portal significa que estás poniéndote en riesgo mortal. Yo no iré ayudarte, esta vez, aunque lo precises.

 

Madeleine se encontraría en un terreno hostil, donde el aire era extremadamente escaso, como si tuvieran en la cima de una montaña muy por encima del mar. Parecía un pequeño bosque quemado, seco y sin vida. Los cadáveres de los árboles se mantenían en pie como petrificados por el tiempo. Una niebla espesa cubría los alrededores, dejando libre el centro del lugar donde un monolito tenía una protuberancia en su estructura de piedra que formaba una varita mágica. Si la bruja arrancaba la piedra, rompería su propia arma y no tendría como defenderse.

 

La bruja no sería la única en ese lugar. Una serpiente de tamaño descomunal familiar del basilisco, pero extremadamente venosa al roce con su piel, estaría hambrienta esperando por su comida. Las toxinas que despedía en sus escamas, provocaban entumecimiento en las zonas que tocaba, y si no se recibía ayuda, en pocos minutos paralizaba todo el músculo y seguía viajando a otras zonas del cuerpo. El ofidio protegía el Monolito de quien se atreviera a tocarlo y robar la varita.

 

Por otro lado, un reflejo de la propia Madeleine con varita, anillos, amuletos Uzzas y conectada a la original en pensamiento, estaría esperando su turno para aparecer. Lo haría cuando la aprendiz quisiera volver a pasar por el portal con la prueba concluida. El reflejo no lo dejaría hacerlo. Se lo impediría con todo lo que poseía.

 

Con un ademán de cabeza, Lawan despidió a Madeleine. Para la bruja pasarían minutos, pero el Arcano sabía que el tiempo era caprichoso dentro del portal y que podían pasar días hasta que saliera… si es que lo lograba.

4PYLzDA.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

La despierta la sensación de estar cayendo. No recuerda haberse quedado dormida. En verdad, sus últimos recuerdos son borrosos. Puede ver el rostro del arcano Nguyen, dándole las explicaciones finales en la Gran Pirámide; ve sus labios moviéndose, pero no recuerda las palabras. Recuerda observar el uróboro tallado en el suelo, recuerda ver cada una de las Siete Puertas y finalmente decidirse a atravesar la Puerta del Pársel. El miedo escalaba por su cuerpo, buscando aferrarse a su corazón, pero Madeleine había decidido ignorarlo: decidió ignorar las advertencias del arcano, como si hasta el último momento intentara evitar que entrara al portal; decidió ignorar la imagen de Eileen, Melrose, Catherine y Richard recibiendo sus restos en una caja sellada o quizás en un jarrón, hechos cenizas; decidió ignorar las dudas, las preguntas, los cuestionamientos. Cerró los ojos y dejó que el portal se la llevara, lejos de allí... pero, luego de eso, sólo hay sombras. Sabe que el arcano le dijo algo importante, pero por más que lo intenta, no lo recuerda. Tiene una misión, pero, ¿cuál es?

 

«Por favor —todavía cae y está atrapada en las tinieblas. Si cierra los ojos, es más por inercia que por dejar de ver una escena desagradable. Ella nunca ha rezado y nunca lo hará, pero piensa que aquello es algo bastante similar—. ¿Cuál es la misión?».

 

Cuando Madeleine abre los ojos, ya ha dejado de caer. Sus pies están en el suelo, como si nunca se hubiesen despegado de él. Las sombras comienzan a alejarse, despejando el escenario. No está en un lugar que conozca; en verdad, le parece que todo parece demasiado surrealista como para tratarse de algo real... aunque ¿no se supone que las pruebas no son reales, sino que simplemente suceden en su mente, aunque se extiendan por días, meses e incluso años? Se pregunta si aquel escenario es construido por el portal o por su consciencia. Puede ser fácilmente cualquiera de las dos opciones pues, aunque Madeleine no sea una persona culta, le parece que ese lugar se parece a uno de sus cuadros favoritos: La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí. Está a la mitad de un desierto árido, en una atmósfera asfixiante donde el tiempo parece estar detenido. Está rodeada de árboles muertos, sin hojas ni el más mínimo vestigio de vida. Una niebla espesa, aunque no tanto como las sombras anteriores, se extiende por todo el lugar... menos el centro, que es perfectamente visible. Allá, donde hay más claridad, se levanta una estructura de piedra. Desde allí, no puede ver si algo algo especial en aquel lugar pero es evidente que se trata de la zona que debe alcanzar.

 

Camina lentamente. Allí, el aire parece escasear e incluso una lenta caminata la deja prácticamente sin aliento; sabe que con su varita podría despejar la neblina, que seguramente es lo que la asfixia, o podría invocar una criatura mágica que la ayude a atravesar el terreno hostil. Pero no tiene nada... Nada más que su fuerza de voluntad, su ingenio y la recién descubierta capacidad de hablar con las serpientes, aunque no tiene la menor idea de cómo podría ser eso lo único que podría ayudarla en cualquier escenario. A medida que avanza, los deseos de regresar son mayores pero está atrapada hasta que haga lo que se supone que debe hacer, lo sabe. Quizás tuvo que haberlo pensado mejor. Quizás nunca tuvo que hacerle caso a Eileen y nunca visitar a Nguyen. Quizás tuvo que haber ignorado el sueño, la fatiga, el dolor...

 

«Madeleine».
«Madeleine».
«Madeleine».
Está cansada. Sólo es su mente, pensando demasiado, recordando tonterías.

Ssss...

El siseo es fino y muy agudo, casi doloroso en sus oídos. Intenta cubrirse los oídos, pero atraviesa con facilidad la carne de sus dedos y sus vagos intentos por cerrar su mente.

Madeleine...

 

Sólo está recordando aquel sueño. Ese maldito sueño, el que pareció haber marcado el inicio de la pesadilla...

 

«Madeleine».

«Madeleine».

«Madeleine».

 

¿Qué demonios quieres? —sisea, casi sin aliento. Una punzada en la cabeza le arranca un gemido de dolor y siente que se desmayará. Se ve obligada a ponerse de cuclillas, para sostenerse del banco donde estaba sentada. Está temblando y tiene ganas de vomitar, como si se hubiera sometido a un fuerte entrenamiento físico sin desayunar.

 

Ven y toma lo que te pertenece.

 

Sigue caminando hacia el lugar donde la niebla no llega. A medida que se acerca, el siseo se intensifica. La llama. Aquello comienza a parecer familiar. ¿No...? ¿No ha tenido ese sueño ya? Madeleine intenta frotarse los ojos para despertar, pero no detiene el paso. Lo recuerda. Todas las noches ha caminado hacia un lugar donde no llegan las tinieblas, acude a la llamada pero a último momento algo la detiene. Le parece que, incluso, no es la primera vez que llega a esa conclusión. «Siempre lo dejo para el día siguiente. Para cuando sea lo suficientemente valiente». Y se ve tentada a hacer lo mismo, pero ¿cual es el caso? ¿Volver a entrar en aquel terrible bucle? ¿Quedarse atrapada en un día más de una vida sinsentido, en un día más viviendo con miedo, en un día más sin aceptarse? Se asoma por entre los árboles muertos hacia aquella especie de claro, donde se levanta una alta estructura de piedra con forma de serpiente. Tiene la sensación de que las sombras del bosque muerto amenazan con apagarlo todo, como cuando está a punto de despertar y el sueño se rompe en sombras. Normalmente cedería, pero aquella es una ocasión diferente. Es la ocasión en que el ciclo se romperá, en que la maldición será rota. En que recuperará una parte de sí misma.

 

Madeleine se adentra al claro... pero retrocede inmediatamente, cuando el suelo se estremece. Detrás de la estatua, se desliza una serpiente de tamaño descomunal, con un gran parecido a un basilisco —aunque no se atreve a llamarlo así, porque tienen una clara diferencia aunque todavía no está segura de cuál es— y con un siseo que le parece amenazante y hambriento. No es necesario ser un genio para saber que aquella bestia la atacará en la primera oportunidad que tenga, pero no parecen haber opciones más que confrontarla. Pero a esas alturas, sigue sin comprender lo que sucede.

 

«Llámala... llámala... llámala...».

 

Y cuando levanta la vista, lo comprende.

 

«Recupera tu varita mágica y regresa. Rápido, limpio, sencillo. Recupérala y regresa a tu vida».

 

Una varita mágica, que Madeleine no reconoce, se levanta a lo alto de la estatua, atrapada en las fauces de la serpiente. Sospecha que, de intentar tomarla a la fuerza, no haría más que romper la piedra... de alguna forma, debe ser liberada. Los siseos que ha estado escuchando vuelven a molestarla. «Llámala... llámala... llámala...». No está segura de dónde provienen ni tampoco de que vengan de afuera, pero no tiene más opción que prestarles atención. ¿Se referirá a llamar a la varita? Sabe que hay algunas cuyo núcleo responde al pársel y, por lo tanto, pueden activarse y dormirse... ¿Será eso? Nuevamente, observa a la serpiente que ya le ha dado un par de vueltas a la estatua, vigilando. No es tan rápida ni tan fuerte como para enfrentarse a ella, pero si tuviera su varita mágica...

 

«Pero no tengo otra opción más que intentarlo —se dice—. Un salto de fe, como de costumbre. Una estupidez, un acto irracional... pero no hay otra opción».

 

Se llena de valor y sale de entre los árboles, para quedarse justo frente a la estatua. En ese momento la serpiente está justo detrás de la estructura de piedra, lo suficientemente lejos como para darle un margen de acción, pero no demasiado.

 

¡Estoy aquí! —sisea Madeleine, ignorando momentáneamente a la enorme bestia y observando a la estatua— ¡Esa es mi varita! ¡Entrégala, ahora!

 

Y las fauces se abren: las de la estatua, que libera la varita mágica, y las de la enorme serpiente que comienza a arrastrarse hacia ella. Madeleine se echa a correr para atrapar la varita mágica. Cuando cae en sus manos, un resplandor ilumina el claro y la niebla de alrededor parece echarse hacia atrás. Reconoce que aquella no es la misma varita que le entregó a Nguyen, no es la varita que ha tenido desde Hogwarts; ésta es grisácea y el núcleo... se siente diferente, existe una conexión que no tenía con su anterior varita y entiende que es por el pársel. Puede comunicarse con ésta de otra forma. Se siente maravillada y le gustaría dedicarse a examinarla sin embargo, a medida que la serpiente se acerca y llega a rozar su cuerpo buscando atraparla, siente los estragos del veneno: sus extremidades entumecidas, las náuseas, el agotamiento. Aquella debe ser la diferencia con los basiliscos regulares: se trata de un monstruo venenoso, pero sospecha que comparten muchas de sus otras características. Debe actuar rápido, así que no lo piensa demasiado y sigue su instinto.

 

Mientras intenta alejarse de la serpiente lo que su condición física le permite, levanta la varita mágica con determinación hacia el tronco muerto más cercano a ella y, por lo tanto, más cercano a la bestia. Sisea un encantamiento de transformación con todas sus fuerzas. Ésta vez, el canto del gallo es real. Madeleine se protege con sus brazos, rogando porque el animal mate al monstruo antes de que éste la devore. Nuevamente, el suelo se estremece y cuando abre los ojos se da cuenta de que la serpiente cayó. Sin embargo, el efecto del veneno no desaparece. Nuevamente, agita su nueva varita mágica y recita un hechizo en voz alta, también en pársel. Del extremo de la varita de tejo, comienzan a salir hilillos plateados que tejen en el aire un ave fantástica: se trata de un patronus corpóreo, con forma de fénix. La única cura contra el veneno de un basilisco. El ave deja escapar su llanto y las lágrimas caen sobre Madeleine, reconfortándola y sanándola.

 

Aunque parece que todo ha terminado, se levanta de prisa pues sabe que aún después de muerto, el veneno sigue estando allí. Se echa a correr por el bosque, siguiendo el camino despejado de niebla. Aunque corre, no se siente cansada ni mareada; pareciera que allí donde no hay niebla, no escasea el aire ni las energías ni la esperanza. Mientras corre, se encuentra sonriendo y lo hace todavía más cuando ve el portal. Da un pequeño salto y, en el aire, choca los pies. ¡Lo logró! ¡Por fin...!

 

Pero parece que hay alguien corriendo hacia ella. Madeleine desacelera el paso y esa persona también lo hace. «¿Qué demonios...?».

 

—¿Disculpa? ¿Cómo me dijiste? —reconoce que la silueta es la de una mujer, con un andar desgarbado y una voz ronca y áspera. La reconoce a la perfección; no es la primera vez que se enfrenta a ese truco de confrontarse a sí misma, aunque eso no lo hace menos extenuante.

 

—Ag, no tengo tiempo para ésto —Madeleine (la verdadera) sacude la cabeza e intenta seguir adelante, pero en un parpadeo su reflejo oscuro se pone frente a ella, obstaculizando su paso.

 

—¿Para qué piensas volver? ¿Qué hay allá afuera para ti?

 

—Mira, de verdad no me interesa.

 

—¿Crees que como ahora tienes algo especial, hará alguna diferencia? ¿Crees que Cath volverá, que sentirás que tu familia son los Moody, que...?

 

—¡Por las pantaletas de Morgana, ya cállate!

 

Levanta con determinación su varita mágica, pero la otra Madeleine también lo hace. Advierte que, a pesar de todas las similitudes —incluso la misma varita, un reflejo de la que ella lleva ahora mismo—, hay una diferencia: entre los amuletos que lleva, no está el anillo del pársel. Aún así, sabe que tiene un gran arsenal de armas si se trata de un reflejo exacto de ella: tiene los poderes de la Orden Oscura, tiene libros de hechizos, la capacidad de cerrar su mente.

 

—Así es: soy tú, aunque un poco mejor. Lo mejor que puedes hacer, es quedarte aquí —sigue hablando—. Imagínate andar por la vida, con esa maldición que te dejó Pandora. Créeme, te estoy haciendo un favor.

 

¿Tú nunca fuiste con Nguyen, verdad? —sisea la verdadera Madeleine.

 

—Nunca tuve la necesidad —y sabe que no la entiende porque sepa hablar pársel, sino por la conexión mental que comparten. La puede entender, pero en verdad no domina la habilidad— ¿Ves? A eso me refiero, es ridículo... ¿sabes quiénes son los que hablan con las serpientes, verdad? Los magos tenebrosos. Se supone que los cazas, no te conviertes en uno de ellos.

 

Duerme —le sisea Madeleine a la varita de su yo falso—. ¡Demaius!

 

La ira deforma el rostro de la Madeleine falsa, cuando lo entiende. Ni siquiera intenta agitar su varita mágica, pues sabe por sus pensamientos que está inactiva. No es que eso la deje fuera de combate, en verdad. Hay muchas cosas que puede hacer sin ella; allí, no existen los límites impuestos por el arcano. Levanta una mano hacia ella y Madeleine de inmediato siente el control que ejerce sobre su cuerpo: comienza a sentir la fatiga, el dolor, el cansancio... pero aquello no puede matarla, lo sabe. La verdadera Madeleine intenta lanzar otro hechizo aturdidor, sólo para distraerla, lo cual logra a pesar de que supiera exactamente lo que iba a hacer.

 

—Bueno, ya me cansé —dice la otra Madeleine y entiende perfectamente qué es lo que sucederá a continuación.

 

—Me parece bien.

 

Las dos saltan al mismo tiempo contra la otra, arrojando las varitas mágicas y olvidándose de los amuletos, los anillos, la magia. No había otra forma en la que aquel encuentro pudiera acabar: con puños, patadas, jalones de cabello, incluso una que otra mordida. Sale a relucir su lado más salvaje y más violento; no sabe lo verdaderamente capaz que es de hacer, hasta que tiene que enfrentarse a ella misma.

 

—¡Ya ríndete, por el amor al cielo! —brama la otra Madeleine, mientras le sostiene los brazos contra el suelo.

 

—¡Nunca! ¡Déjame en paz! —la verdadera Madeleine intenta liberarse de su agarre, aunque aquello signifique que tendrá moretones en las muñecas.

 

—¡No sabes cuánto te odio!

 

—¡Lo mismo digo!

 

Pero aquello no puede durar para siempre. No la vencerá, lo sabe: aquello está condenado a ser un eterno empate... Debe deshacerse de ella.

 

—No serías capaz —susurra la otra Madeleine—. Yo sé que parte de ti, quiere quedarse aquí. Tienes miedo de ese don y tienes miedo de cómo te cambiará. No lo quieres aceptar. Ésa soy yo.

 

—Pero, al mismo tiempo, necesito regresar. Ésa soy yo... y es el deseo que debe vencer. Siempre lo hago, ¿no es cierto? —por primera vez, apunta al rostro.

 

Escucha un sonido como de cristal rompiéndose. Las esquirlas de vidrio se le clavan en los nudillos y le arrancan sangre, pero es un sacrificio que vale la pena. La otra Madeleine se desmorona frente a ella. Quisiera pensar que con ella desaparecen todos los miedos y los cuestionamientos, pero sabe que es una idea utópica: siempre tendrá dudas y siempre tendrá temor, lo importante es no dejar que influyan en ella. Ir con Nguyen para dominar el poder fue la idea correcta; entender su conexión con el don, aceptarlo como algo natural, estar allí... Todo es lo que se supone que debía hacer, aunque no fuese el camino más fácil. No puede negar que el poder le asusta, pero lo importante es que domina el miedo y todos esos sentimientos negativos. Está convencida de ello, pues así es como ha salido adelante durante toda su vida.

 

Está frente al portal, sin obstáculos... pero antes de cruzar, le dedica una última mirada a La persistencia de la memoria. La niebla ha desaparecido y las hojas comienzan a crecer en los árboles. A sus pies, la hierba crece... Todo está bien. Todo estará bien. En sus manos, su nueva varita mágica se siente como una extensión natural de su brazo.

 

Cierra los ojos, conteniendo la respiración, y atraviesa el portal.

Editado por Ellie Moody

NHCeJlw.png
iB5wHYG.gif
T7t3MEE.png
sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El Arcano desde una posición cómoda del otro lado del portal, observo todo el empeño de Madeleine al resolver cada obstáculo. Hacia años que no se sentía impresionado con un aprendiz, pero ciertamente en esos momentos, es lo primero que siente al ver la lucha entre las dos mujeres y la consecuente victoria. El anillo de aprendiz rápidamente cambio al de la habilidad de Hablantes de Pársel, el mismo que compartían todos los que habían superado las pruebas del portal.

 

-Te has ganado la habilidad con esfuerzo y sacrificio. Espero que sepas aprovecharla al máximo y encuentres las respuestas que estas buscando -Dijo Lawan entregándole la caja de madera con las pertenencias de la bruja dentro.

 

Al instante la madera que envolvían las pertenencias, desprendió un aura azuleado que lo convertía en un traslador con destino al lugar desde donde Madeleine había llegado al oasis.

4PYLzDA.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.