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Melrose vs Alessa


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¡Bienvenidos a la primera edición de los Duelos Relámpago!

 

En este duelo se enfrentarán Melrose Moody vs Alessa Ashryver Delacour

 

Recompensas a obtener:

 

  • 4000 G por participar, siempre que el duelo haya sido activo (*)
  • + 2000 G por ganar el duelo.
  • + 10000 G a los dos participantes del mejor duelo. Este premio será entregado por la Comisión de Jueces.
(*) Un duelo activo implica que el participante tenga al menos 6 rondas de duelo, (6 postes por cada participante). Nos reservamos el modificar el premio de actividad en cada duelo, es decir, que en caso de que no se cumpla con las 6 rondas analizaremos el duelo y definiremos el premio de actividad. Quien abandone un duelo no llevará premio.
Reglas:
  • El duelo tendrá una duración de dos semanas, a partir de la apertura del topic.
  • El primer jugador en postear en el topic podrá describir el escenario en donde se llevará a cabo el duelo. El otro jugador podrá complementar la descripción del escenario, pero sin contradecir el rol previo.
  • En al menos uno de los roles de cada oponente debe hacerse mención de un relámpago (solo como detalle rolistico, no interfiere en el duelo).
  • En caso de existir una duda o error durante el duelo, éste debe presentarse en el Tablón de Dudas de la Sala de Duelos Mágicos o usarse dentro del rol. No se aceptarán reclamos acerca de errores en el duelo que fueron aceptados por el oponente.
  • Solo los miembros de la Comisión de Jueces podrán atender dichas dudas.
  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • No está permitido el uso de objetos consumibles.
  • Pueden hacer uso de sus libros de hechizos excepto los de Libro del Caos y/o el Libro de las Auras.
  • Pueden detallarse los Puntos de Poder y Puntos de Vida durante los posteos para ir practicando, aunque no es obligatorio.
  • Los hechizos que podrán usar serán los conformes al rango del rival cuyo nivel sea más bajo.

 

¡Buena suerte!

Editado por Jank Dayne

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<<Me he equivocado>>.

 

Pensó con amargura, aunque siempre se equivocaba aquella vez había metido la pata hasta el fondo...quien en su sano juicio aceptaría aquella locura de práctica cuando supuesta mente le dice a todos que "odia los duelos", hasta tenía ganas de llorar por eso pero ya no había vuelta atrás se dijo cuando se encontró marchando bajo la luz de la luna a un descampado.

 

Pero tampoco era tonta, había tenido los suficientes como para saber que escenario sería beneficioso para ella, por lo que solo se limitó a desaparecer de Londres a un pequeño pueblo de Devon, llamado Clovelly, era hermoso, por su puesto, una ciudad pequeña donde eran pesqueros y su playa de un hermoso azul verdoso que llamaba a disfrutar y relajarse con él a los navegantes pero no estaba para disfrutar de la vista o de lo que ofrecía, era de madrugada y el cielo estaba gris con los sonidos de relámpagos que anunciaban que pronto llovería cuando sus pies tocaron suelo con su túnica negra.

 

No llevaba su máscara de la marca porque nadie sabia que pertenecia a ella, solo su tatuaje era símbolo de sus ideales a prevalecer la sangre pura. Había hecho varios cambios en su vida y uno de ellos era aquel, estaba cansada de andar viendo como los sangre puras se mezclaban con otras razas, aunque ella fuera demonio, sus padres ambos eran de sangre pura, Delacour y Potter Blue, ambas familias con traidores a la sangre.

 

Alessandra avanzó por las sombras de los árboles como si fuera ella una sombra, caminó hasta el puente donde descansaban los barcos atados pero no los miro, solo tenía la mirada para una figura femenina que no conocía frente suyo.

 

-Bienvenida...supongo que debemos presentarnos- dijo la animaga -soy Alessandra, un placer- se retiró la capucha que tapaba su cara revelando su rostro con una cálida sonrisa en sus labios.

 

-Cinaede- de la punta de su varita un gas venenoso salió directo a las fosas nasales de Melrose, que al aspirar su sistema nervioso y circulatoria se paralizaria causándole la muerte enseguida.

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Sus pies se balancean en el aire y, sentada al borde de los tablones del muelle, con la luz de su rostro y la luna como única guía, observa el horizonte brillante. La superficie más cercana luce calma a pesar de que las olas rompen fuerte. Un olor salino y agradable puebla el ambiente y aunque Melrose no lleve demasiado abrigo, no siente frío. Es parte de las ventajas de ser un licántropo. Desea permanecer allí más tiempo, acostumbrar la vista a la oscuridad e intentar conocer un poco Clovelly. Sin embargo, sus deseos tienen que esperar. Sabe que no puede y, de hecho, que no debería haber permanecido sentada tanto tiempo, absorta en el olor salobre y el arrullo de las olas.

 

Saborea todavía unos bellos segundos antes de incorporarse, en el instante mismo en que un relámpago rompe el horizonte. La blusa de lino se pliega y Mel entiende por qué Richard le había recomendado que la llevase allí: es porque otro tipo de ropa se habría arruinado con Clovelly pero no aquella que Richard le ha recomendado. Es así que, revisando que sus shorts no traigan manchas y colgándose la correa del bolso, cruzada sobre el hombro, arrastra los pies obligándose a dejar el muelle atrás junto con sus deseos, volviendo a enfocarse en asuntos más mundanos. Sabe que espera a una persona, alguien que intentará retarla a un duelo.

 

Mel ni siquiera es capaz de recordar uno, salvo quizá el que tuvo con Lestat Rambaldi, hacía muchísimo tiempo, cuando se había reincorporado a la sociedad. Así que no es raro que juguetee con su varita, girándola nerviosamente entre sus dedos mientras camina, pensando en cómo se supone que tendrá que lidiar con esa persona y ese enfrentamiento. Sus sandalias no hacen ruido sobre la madera -un hábito de caza- por lo que, cuando por fin está a punto de abandonarlo, se sorprende de que la mujer pueda detectarla tan rápido al salir de entre las sombras.

 

Mel se queda quieta, sobre el pavimento. El muelle se abre directo hacia una calle que poco a poco deriva en un descampado. De día, esas calles están llenas de ajetreados comerciantes, turistas y residentes que conversan sobre el clima, transportan sus mercancías o sacan fotografías con cámaras enormes. De noche, no solo está desierto y oscuro si no también que parece ampliarse. El suelo se encuentra empedrado hasta una sección cercana de donde se encuentra y un muro de piedra interminable separa la calle de la playa, con rocas cúbicas, algunas de las cuales han quedado sueltas del resto. Las casas se encuentran bastante alejadas de donde ambas se encaran pero solo para asegurarse, Mel realiza un encantamiento tranquilo para que los muggles no vayan a oírlos o aproximarse.

 

Mel no se presenta pues no está segura de querer hacerlo, así que solo levanta la varita ante sí, antes de retirarla hacia un lado y hacer una inclinación. Después se coloca a una distancia prudencial, que si hubiera tenido tiempo de medir hubiese descubierto que no podía ser más que de siete metros, antes de oír el clamor del primer hechizo de su ahora contrincante.

 

—Anapneo

 

Piensa Mel en respuesta, apuntando su varita hacia sí. El efecto es inmediato: aire, pues el gas que ya había hecho sentir su presencia cortándole la respiración para luego desvanecerse, recede sus efectos ante su propio hechizo y le permite respirar con normalidad. Así librada de lo peor del Cinaede, Mel piensa enseguida en un posible contraataque; lo primero que se le ocurre, es hacer uso de uno de los libros que había cargado en el bolso de manera ordenada, estratégica y aligerada con magia de su peso real, invocando con un grado de concentración sorprevisa incluso para ella, la daga del sacrificio. Enseguida, sin perder tiempo, dice con voz fuerte y clara:

 

—Immolo Opugnare

 

Toma la daga y luego de soltar el aire en un momento de duda, que dura menos que un segundo, la baja sobre su pecho, realizándose un corte profundo. Suelta un gemido de dolor involuntario y es así también como entiende el segundo uso que Richard sin duda había previsto para la ropa que le había recomendado: el lino, absorve la sangre y se empapa con rapidez pero ni una sola gota escarlata cae al suelo. Al mismo tiempo, una herida de igual profundidad aparece en el pecho de Alessa haciéndole un daño considerable y Mel puede adivinarlo cuando ve su pechera teñirse rápidamente de rojo. Todavía sujetando su varita en la diestra y la daga en la zurda, piensa entonces también en un curación de forma que la herida del corte deja de sangrar y sana.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Alessandra frunció el ceño al ver que no le respondía el saludo, <<al parecer los modales han muerto junto a la clase>> pensó con desdén ante su adversaria, por la luz en su rostro la Delacour supuso que sería algún miembro de la orden, apretó los labios para contener una sarta de insultos a aquellos que decían <<defender el bien>>, el recuerdo de la pérdida de su hijo hizo que la sangre corriera como lava en plena erupción dentro suyo, nunca les perdonaria lo que habían hecho, a pesar de que uno solo de ellos la había envenenado.

 

-Expelliarmus- Un rayo rojo salió de su varita directo al pecho de su adversaria que la golpeó de lleno haciendo que su varita volara a 3 metros de donde estaba.

 

Sus ojos azules llameaban de deseo de usar la maldición asesina se contuvo, su compañera no parecía querer hablar con ella por lo que seria ridiculo intentar hacerlo, al ver lo que intentaba hacer aprieta los labios, no dejaría que se fuera impune.

 

-Absorvere- el hueso del dedo del medio de la mano derecha de Melrose se rompe con un crujido horrible.

 

Alessandra de su distancia, de al menos diez metros, lo escucha perfecto lo que causa que sonría con ganas desde que aquello comenzó.

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  • 2 semanas más tarde...

A pesar de que intentaba concentrarse lo más posible en sus acciones, la bruja no podía dejar de preguntarse qué podía estar pasando por la cabeza de aquella mujer en esos momentos. Sus rasgos, no hablaban de nada negativo, si no hasta que éstos se vieron deformados por la ira por algo que Mel solo se le ocurría definir como un pensamiento desagradable y repentino. Mel se preguntó si era esa misma ira la que la había conducido a estar allí. Se preguntaba quién era aquella mujer y cuál era su historia. Sin embargo, lo que salió de sus labios, no fue una pregunta; la sangre todavía manaba del pecho de su oponente, mientras que la herida que se había infligido a sí misma ya estaba curada. Se preguntó cuanto pretendía mantenerse así. Tampoco se había cuidado de intentar adivinar sus movimientos, así que fue fácil para Mel ver que le había lanzado un hechizo de desarme ¿era todo eso alguna clase de plan?

Detritus

Una capa gaseosa de tono grisáceo la rodeó por completo, interponiéndose, justo a tiempo para que el hechizo de desarme no llegase a impactar en ella. Podía ver desde dentro de ella pero estaba segura de que ella no podría vislumbrar sus movimientos (o al menos eso le pareció, era la primera vez que usaba dicho hechizo). Probó a alzar la varita y descubrió que también podía atacar sin problema, así que todavía con Meows en mano, Mel supo que solo contaba con algunos segundos para pensar en lo que iba a hacer a continuación. Podía pensar en cosas complicadas para realizar, pero un segundo antes había percibido como uno de los huesos de su tobillo se rompía, lo que solo podía deberse a un absorvere. Así que decidió esperar para lo otro, pues pronto podría no solo reponerse, si no también estar dispuesta a contratacar. Los estragos de los hechizos dolían a un nivel que empezaba a pasar la barrera de lo tolerable y eso podía en cualquier momento mermar su capacidad de tenerse en pie, por lo pensó:

—Episkey.

Apenas ha realizado el hechizo, siente un alivio inmediato pues sana con rapidez. Había pospuesto un buen rato hacerse cargo de los últimos efectos del cinaede pero con eso la sensación remite bastante. Es la primera vez que Mel tiene que pensar en ese tipo de cosas así que no es de extrañar que tenga falencias. De todos modos, se concentra en seguir sosteniendo la daga con la izquierda y su varita con la diestra, para que así ambas puedan cumplir su doble cometido. Si las cosas van como ella piensa, quizá tendrá alguna oportunidad, contrario a los pronósticos de Richard.

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