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Libro de la Fortaleza - Octubre 2020


Khufu
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Someterse a las disquisiciones de Uagadou, como institución, era una de las peores cosas que había tenido que hacer en su vida. Inicialmente, y cuando le hicieron la propuesta, la idea de entrenar y forjar magos con la magia de su pueblo no le había convencido del todo más había aceptado bajo la (ahora, claramente ilusa) esperanza de que éstos lo sorprenderían e incluso le ayudarían a explorar territorios desconocidos dentro de su magia. Sin embargo, y por más decepcionado estuviese con los resultados obtenidos, Khufu era un hombre de palabra y no se dejaría amedrentar por mentes inexpertas o manos inhábiles; con el paso del tiempo había aprendido a contentarse con las más pequeñas victorias de sus alumnos, e incluso se había sorprendido un par de veces sintiendo los primordios más tempranos de orgullo por alguno de ellos.

Quizá lo sentiría verdaderamente cuando alguno de ellos lograse derrotarlo utilizando la magia de su pueblo. Pero hasta entonces, su labor continuaba.

Aquella ocasión las autoridades de Uagadou le habían pedido, casi de rodillas, que dictase aquella clase. Normalmente no se mostraba ante magos tan inexpertos, y le habían informado que su única alumna se adentraría en la magia Uzza por primera vez, más las palabras de los directores le resultaban tan molestas a lo último que no tuvo más opción que aceptar. A sus colegas no les sorprendería tanto eso, sino el donde había citado a la señorita: un lugar sumamente impropio para mostrarse, pero no obstante excelente para el cometido y la magia del Libro de la Fortaleza que estaría aprendiendo la muchacha.

Fue así que, aquella noche, poco antes de que el reloj marcase las ocho, se apareció en el lugar donde había concretado vía lechuza con la señorita. En el medio de Shaftesbury Avenue, había un pequeño callejón entre medio de un café y una tienda de reparación de electrodomésticos; allí, junto a un tacho de basura y bajo la luz de un foco que estaba tan sucio que su luz era de un percudido color amarronado, comenzaría la clase. Sólo restaba esperarla, y que viniese lo suficientemente preparada, puesto que tenía grandes desafíos preparados para ella.

Khufu comenzó a jugar con el cuchillo que llevaba colgando de su muñeca derecha, haciéndolo describir círculos en el aire. Tan rápido era su movimiento que su madera de fuego describía un círculo anaranjado, en el cual se concentró mientras esperaba... ¿Dónde estaba su alumna? Esperaba, al menos, tuviese la decencia de ser puntual.

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ᅠᅠ No sabía cómo ni en qué momento su vida dio tantos giros y vuelcos, si bien, ya no era una jovencita a faldas de una familia, tampoco era la mujer poderosa que alguna vez anheló llegar a ser. Macnair era pasional, como una pantera que se arrastraba entre las sombras y que atacaba cuando era el momento dé. Pero no era poderosa, ni erudita en el Mundo Mágico. Lo intentaba siempre, podría decirse. Y es que sus constantes huidas hacia el Averno o cualquier otro rincón lejano a Inglaterra, le imposibilitaban siempre ser tan culta como los otros miembros de su familia.
Una causa perdida ❜, o al menos, así lo creía ella. Apoyada, con la espalda en una de las húmedas paredes del Shaftesbury Avenue, veía detenidamente al guerrero Uzza jugar traviesamente con el cuchillo entre sus dedos, era algo hipnótico visualizar desde su refugio aquel hilito de fuego circundando frente al hombre.
La varita de ébano deslizó delicadamente por su brazo hasta depositarse tiernamente en los pliegues de su palma y mientras rodeaba con sus dedos la madera, con la mano libre, jalaba la capucha de la túnica que solía llevar cada vez que abandonaba la Mansión Rosier. Alzó su mentón con suavidad y lentamente comenzó a salir de la oscuridad.
Con una floritura rápida a su alrededor, se terminó deshaciendo de las telas más formales de su vida diaria hasta quedar en una especie de uniforme de entrenamiento; pantalones ajustados, el corsé bien armado y la gabardina abierta en "V" que se sostenía por una cinta color sangre alrededor de su cintura; las botas de piel de dragón y por último, pero no menos importante, la piedrecilla de zafiro que colgaba de la gargantilla de terciopelo que ejercía un contraste bien divertido en relación a su vestimenta.
Buena noche.
Murmuró con una sonrisa fina, manchando sus botas con el charco de agua que los separaba al tiempo que depositaba sus manos tras su espalda; guardó la varita entre los pliegues de las telas y volvió a depositarlas frente a ella, a la altura de su abdomen, entrelazando sus dedos con bastante tranquilidad. Extrañamente estaba tranquila, con el temor de defraudar a un hombre tan poderoso, por supuesto, pero tranquila.
Le recordaba al Averno.
Recibí tu carta, debes saber mi nombre... ⸺ hizo una pequeña mueca y sacudió su cabeza⸺ Juliette Macnair.

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En efecto, hoy es una buena noche. – comentó Khufu, evaluando a la muchacha que se había aparecido frente a él: para ser alguien que nunca antes había estado expuesta a la magia de los Uzza, debía admitir que al menos se mostraba prometedora; su puntualidad era un buen signo y su ademán y parsimonia eran las de alguien que quizá pudiese llegar a respetar. – Espero no lo arruine. – agregó, y el vago trazo de una sonrisa que tenía hasta entonces se desdibujó por completo tras posar sus ojos en la mujer.

Le hizo un gesto con su mano para que ésta lo siguiese fuera del callejón y ambos emprendieron la marcha a lo largo de una de las avenidas comerciales más importantes de la ciudad. A medida que empezaron a caminar, y mientras a propósito mantenía un silencio incómodo entre los dos, Khufu notaba como algunas miradas de los extraños que pasaban a su lado se posaban en ellos unos segundos más de lo normal, probablemente perplejos ante la imagen de una persona de su edad tan avanzada con una muchacha tan joven. El Viejo Uzza no pudo evitar negar con la cabeza, no del todo impermeable a la ignorancia y obsecuencia de los británicos, magos y no magos por igual.

Es mi entender que esta es su primera vez incursionando en la magia de mi pueblo. – atinó, finalmente, tras cruzar la calle. – Muchos magos antes que usted han iniciado este difícil camino, y estoy seguro de que usted no será la última, pero debo advertirle que ni yo ni ninguno de los otros guerreros Uzza toleraremos nada menos que la excelencia a la hora de hacer uso de nuestra magia. Espero grandes cosas de usted, y se lo haré saber con total franqueza si usted no es capaz de cumplir con mis expectativas. Además, debo advertirle algo dado que muchos de sus congéneres han errado en esto antes, no toleraremos en lo más mínimo el uso de magia Arcana o magia que pueda aprender en alguna otra sociedad mágica. – agregó, haciendo referencia a los poderes que organizaciones como la Orden del Fénix y los Mortífagos enseñaban a sus miembros.

Khufu hizo una pausa, mucho menos prolongada que la última, antes de iniciar con las explicaciones pertinentes a la clase en sí.

– La Magia del Libro de la Fortaleza, contrario de lo que usted podría pensar, es eminentemente defensiva. Esto surge de una premisa poco popular para los magos contemporáneos, quienes viven bajo la falsa ilusión de que hacer daño es la mejor forma de ser fuerte. Déjeme advertirle, señorita, fuerte es aquel quien hace el mejor uso de sus recursos más que el que mejor o más recursos tiene. – mientras hablaba, no podía evitar que sus manos jugueteasen con la cadena de hierro que llevaba pendiendo de su cuello. – Dicho sea esto, encontrará en las páginas del libro que sus anillos y poderes confieren protección contra terceros en varias formas; exploraremos todas y cada una de ellas esta noche.

Habían llegado al final de otra cuadra y, sin embargo, Khufu le indicó a la muchacha que ésta vez no cruzarían. Ambos se hicieron hacia un lado para no interrumpir el paso del resto de la multitud que caminaba sin detenerse.

Si yo le dijera que toda nuestra conversación hasta ahora ha estado protegida, y que a pesar de que hemos hablado abiertamente sobre la magia nadie ha escuchado una sola palabra, ¿cómo diría que lo he hecho? – Khufu escondió sus manos en sus bolsillos, decidido a no darle ninguna pista. – Por otro lado, si yo le pidiera que desde aquí me dijese de qué está hablando aquella pareja sentada en el café, ¿cómo lo haría? Muéstreme. – agregó, haciendo un gesto con su cabeza hacia dos hombres que charlaban animosamente mientras se tomaban de la mano y sonreían entre medio de unos tragos, a unos cincuenta metros de ellos, del otro lado de la calle.

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A penas se dibujó una sonrisa en respuesta a su provocación, no le gustaba ser subestimada pero con los años, la vida le había enseñado a ser paciente y valerse por si misma. Comenzó a caminar a paso parsimonioso, con la vista en frente más en ningún individuo en particular, gracias a sus largos años en las tierras gringas se había acostumbrado al andar de los no-maj y luego de su paso por el Averno, su indiferencia para con ellos pareció incrementarse de maneras peculiares. Solo los ignoraba.
Escuchó eso sí, con su completa atención aún cuando externamente podía parecer volátil, y asintió solo en las frases en las que ella consideraba pertinente reaccionar para hacerle saber que, en efecto, ella estaba ahí. Lo ojeo. Parecía que la mención aunque silenciosa de los bandos aún parecía erizarle la piel, más ignoró aquellas emociones y siguió adelante. Otra bruja, otra mujer.
" (...) fuerte es aquel quien hace el mejor uso de sus recursos más que el que mejor o más recursos tiene." Su ceño se frunció ligeramente, y soltó un pequeño suspiro que disimuló con un pequeño movimiento de su mano al rozar la punta de su nariz. Parecía ser transportada a otras tierras, con otros maestros y entonces, sintió una pequeña nostalgia. Ganas de volver, de desaparecer. Otra vez.
Tiene mi completa devoción, y me atrevería a decir, que un corazón dispuesto a aprender sin ninguna atadura.
Hizo referencia a los bandos, específicamente a la Marca Tenebrosa, la cual abandonó sin explicación alguna. Observó detenidamente al hombre, detallando sus facciones, su cabello, la manera en la que sus ojos ocultaban un enorme poder, y curvó sus labios. Sonrió amplio, no por la victoria, si no por comprender, tal vez, lo que el "anillo" de Aaron significaba en sus visitas.
Su cadena. ⸺ apuntó con sus dedos antes de volver a posicionarlos en sus brazos cruzados.⸺ No lo conozco, pero dada su reputación y enorme energía, dudo que jugar con su cadena sea un método evasivo de enfrentar los nervios por estar con una mujer como yo. ⸺ dijo con seguridad y ladeo suavemente su cabeza⸺ Imagino que debe estar hechizada, una especie de repelente para oídos indiscretos.
A continuación, volteó su atención a la pareja de enfrente. Volvió a sonreír y entonces sintió como presionó con sus dedos la carne de sus brazos, no le importaba verse débil frente a un hombre como él, no sacaba nada con fingir si lo que proyectara no influiría en la inteligencia que ya no carecía. Su pecho se infló por unos segundos y luego de relamer sus labios, volvió a hablar.
Probablemente usaría la legeremancia. ⸺ dijo con honestidad pero luego lo miró⸺ Sin embargo, algo me dice que el poder de su pueblo es mucho más fuerte que abracadabras al aire. ⸺ desató sus brazos, acomodando los mechones oscuros de cabello tras sus orejas para luego detenerse en la piedra que decoraba su cuello.⸺ ¿Podría hechizar mi roca y hacer un efecto contrario a los oídos indiscretos? Algo como...amplias las ondas de sonido y que estas llegasen a mi.
Dijo con tranquilidad pero luego sintió el fuego arder a la altura de sus pómulos. Presionó el interior de sus labios con los dientes y volvió a soltar el aire acumulado. Había una gran posibilidad de que todo lo que había contestado estuviese mal, y que la buena vibra que sentía con su maestro se fuese por la cañería en un dos por tres. Más mantuvo el mentón en alto y hasta decidió guardar sus manos en los bolsillos de su traje.
¿Cuál sería la respuesta correcta?

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No ha sido mi collar, sino éste anillo. – contestó Khufu, impaciente, adelantándose a responderle a la mujer. Negó con la cabeza, tan disimuladamente que a ojos de cualquiera parecería como un ligero temblor propiciado por la edad, mientras procuraba mantener la calma antes de proseguir con su explicación. En un gesto somero, alzó su mano y le mostró el anillo de bronce que le había permitido la hazaña antes mencionada. – El Anillo contra Oídos Indiscretos es una de las magias que este libro porta, un gran recurso sobretodo en tiempos como estos donde los magos de su casta están siendo perseguidos por los no mágicos y, según me informan mis fuentes, hay magos que los ayudan.


El viejo guardó silencio una vez más, y procedió a evaluar nuevamente a la pareja que había mirado momentos atrás. A pesar de la intensidad con la que miraba al par de hombres, escuchó la referencia a la Legeremancia con total claridad, y por fortuna tenía el anillo contra escuchas aún colocado dado que soltó una blasfemia, no específicamente dirigida hacia la muchacha sino más bien a sí mismo por aceptar el cometido que Uagadou le había dado y por el cual estaba allí; esos patanes lo escucharían a su regreso: había una razón por la cual normalmente se limitaba a enseñar magia Uzza a magos de mucho mayor calibre que la mujer que tenía delante.


¿Acaso no he sido claro? – soltó, con una calma incompatible con la ira que había sentido segundos atrás y que ahora menguaba muy paulatinamente – No quiero referencias a magia Arcana en esta clase. Y no, tampoco debe hechizar una roca ni nada de eso para lograr lo que le propuse, en efecto la respuesta es mucho más sencilla: nada más debería de haber leído el libro a consciencia antes de la clase y nos ahorraríamos todo este tiempo que, en efecto, estamos desperdiciando... Sígame.


Una vez más, Khufu se perdió entre la multitud, más esta vez se aseguró que la mujer quedase del lado próximo a los autos que pasaban a gran velocidad, y que ambos estuviesen a menos de un metro del borde de la calzada. Por un largo rato, Khufu guardó silencio, hasta que a lo lejos divisó uno de los tantos buses que pasaba por la avenida Shaftesbury. Debía esperar al momento justo.


El Libro de la Fortaleza también enseña un encantamiento muy particular, que le permitirá, a fines prácticos, perder su materialidad. – comentó, segundos antes de su jugada final. – Espero haya estudiado. – agregó, y con su cadera empujó la mujer hacia la calle justo en el momento en que el bus se aproximaba a toda velocidad a donde ella se encontraba parada.

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