Paris Mon amour versión especial

[Mael Blackfyre]

Lo primero que tenía que ir a visitar era la Torre Eifell. Tenía una tarea que esperaba que fuera sencilla, porque prácticamente caía en las manos de poder conquistar cada uno de los puntos. Tenía que admitir que me recorrió una electricidad en todo el cuerpo, tal vez mitad de ansiedad por llegar a aquel lugar e imponer aquella misma marca tenebrosa. No me gustaba usarla solamente como decoración, asi que esperaba que cayeran varios cuerpos debajo de ella.

 

La gran estructura de la torre apareció entre aquellos edificios. Solo la punta entre los techos de éstos. Empecé a apresurar mi paso esquivando algunos autos, algunas personas, como si fuera invisible. Pero no quería pasar desapercibido, estaba seguro que estaba levantando algunas miradas curiosas y dedos que apuntaban. Estaba seguro que pensaban que se trataba de una fiesta de disfraces y estaban errados. Solamente esperaba escuchar sus gritos cuando hiciera mi trabajo.

 

Faltaba demasiado tramo, asi que tenía que apurarme cada vez más. Invoqué mi varita, que se materializó en mi mano entre una voluta de humo negro. Y en la otra, la daga de sacrificio, no entendía aun porqué me brindaba un halo de seguridad y de satisfacción. En cualquier momento la podía usar y estaba seguro que sería en aquella noche. ¿Aparecían miembros de la Orden a molestarnos? Tal vez sus fuerzas en París eran fuertes. No estaba seguro de eso porque era prácticamente nuevo en las tierras inglesas. Pero esperaba ver alguna otra varita rival. “No te olvides de la Pastafrola”

[Dana Gryffindor]

En un suspiro la pelirroja desapareció del Puente de las Artes dejando un dejo de desolación en el mismo, el correr del agua se transformó en un eco en los oídos de Shiva quien apareció frente al a larga escalinata frente a la cual miles de personas solían transitar durante el día encontrándose con las carpas de los artistas que vendían sus obras o en el momento realizaban hermosos retratos a cambio de unos billetes.

 

Se dispuso a subir por aquella escalera de piedra hasta encontrarse con la larga reja que separaba la alta meseta donde se encontraba la iglesia, de los artesanos más abajo. Desde allí las luces de París se veían a lo largo y ancho de la ciudad, podía apreciar la gran torre, el Arco de Triunfo, el pequeño molino del Mouline Roge y la gran Champe Elysee que jamás dormía al igual que el barrio latino donde algunos bares permanecían abiertos hasta al menos las dos de la mañana.

 

Sin embargo la mortífaga con el hueso de su asesino pesando sobre su rostro prefirió regresar al mirada a la escalinata donde se hallaba la iglesia donde personas de todas las religiones subían a conocer sus maravillas y los católicos quizás se quedaran a escuchar la palabra de Dios en la misa. Shiva, Shelle... no era seguidora de aquella religión pero brindaba sus respetos. PASTAFROLA

[Dana Gryffindor]

1d50

[Mica Gryffindor]

-Vamos a separarnos… hay que tomar los distintos sitios antes de que alguien más lo haga- explicó a su compañera. -Mucha suerte y no te olvides de las remolachas- agregó, soltando una risa leve e intentado que sea lo más silenciosa que sea posible.

Era hora de moverse, porque estaban recién comenzando, y su bando contaba con ellas. Fue así como sus pasos se encaminaron rápidamente hacia La Opera, sitio que le había sido asignado. Había a lo largo de París diferentes lugares de los cuales apoderarse, los mismos serían de apoyo para su bando, tal vez como cuarteles, en un futuro no muy lejano.

Las botas de viaje que llevaba apenas hacían ruido mientras recorría las calles parisinas, aún con su varita aferrada y lista para reaccionar ante cualquier sospecha. Temía que sus rivales escogiesen aquel mismo lugar para esconderse, y aún más, que sucediese lo mismo con el que había sido asignado a su compañera, pues en tal caso no podría ayudarla…

Trató de alejar aquellas ideas de la cabeza mientras aceleraba el paso. Ya a lo lejos lograba ver La Opera, su punto de llegada y, al mismo tiempo, su nuevo desafío. ¿O no? Pronto lo descubriría.

Quedó admirada al vislumbrar la majestuosidad del recinto que la aguardaba, una vez de frente a él. Un suave viento arremolinaba su cabello y jugaba con la larga túnica que vestía, era hora de ingresar y enfrentarse a lo que fuese.

-Santa remolacha…

 

 

Dado Darla

 

[Kahlan Blackthorn]

— Notredame—escapó esa palabra de sus labios. Era el destino que seria conquistado por la mortifaga. No le quedaba duda de que los dados le habían dado un número ganador, la suerte pocas veces se negaba a sonreírle y esa era una de esas que se la gozaba como nunca. Quizás podría torturar al jorobado, aunque estar dentro de esa iglesia despertó sin duda sus ganas de hacerse con uno que otro objeto de valor incalculable.

— Vamos a lo que vamos—ladeando la cabeza dejaba la copa vacía sobre la mesa. Depositando una monedas sobre el mantel, no dudo en dar una cabezada como signo de despedida. Sus pasos eran elegantes y despreocupados, no tendría que usar su varita en esa ocasión y la tentación por matar a Darla, se vería eclipsada sin lugar a dudas.

— Será para la próxima, porque en está sin duda te salvó la campana—tarareando una tonada muggle divisaba su objetivo a pocos metros de distancia. Una imponente catedral le daba la bienvenida, silencio era lo que reinaba dentro de ese lugar semejándose por momento a la Torre Negra. Extrañaba su hogar dentro de ese bastión, pero cumplir con su deber era lo que le sacaba de sus zonas de confort.

— Prometo no matarte—elevaba su voz para que la escuchará el viejo campanero. Miles de leyendas rondaban a dicho personaje, desde que era tan desconcertante como el fantasma de la Opera hasta que se enamoro de una gitana que no le importaba su deteriorado aspecto. Para ella torturarlo sería un placer, pero perder el tiempo en cosas como esas no le emocionaba, sino colocar a la marca dentro de ese sitio como dueña y señora del mismo

PastaFrola

[Mael Blackfyre]

Estaba harto. Tenía que admitir que se hubiera lanzado contra aquel grupo de muchachitas que habían empezado a sacar fotos con sus aparatos modernos. Tapé mi máscara con una mano para tratar de ignorarlas, porque de ser necesario, habría lanzado varias maldiciones imperdonables, pero eso sería desviarme de mi tarea. Había sido algo sencillo, me gustaba el drama que se estaba creando alrededor. Más que nada, porque algunos curiosos parecían seguirme por detrás.

¿Querían drama?

Una voluta de humo negro me cubrió por completo. Y desaparecí de allí, en medio de aquellas calles. Me había detenido en medio de los autos que iban por ambos lados de la calle.

Cuando toqué suelo firme de nuevo, mi corazón bombeó fuerte. Miré a través de las rendijas de mi máscara y vi aquella estructura completamente de hierros que se cruzaban por todos lados. Era imponente. Tal vez más show hubiera sido que se prendiera fuego. O un dragón rodeara toda la ciudad en llamas. Saqué mi varita. Estaba listo. ¿Acaso las personas alrededor me importaban? No, al contrario. ¿Aquellos muggles tendrían sus cámaras encendidas en ésa noche fría?

— Morsmondre

Una esfera salió disparada contra el cielo y se elevó por encima de la Torre Eifell. Exploto en todas direcciones extendiéndose la figura de una calavera con una serpiente que salía de su boca, enroscándose. Se iluminó todo de una luz verdosa. Algunos gritos de exclamación apuntaban eso nuevo que había aparecido. Apoyé mi mano para ver mi obra. Ningún fenixiano había aparecido. “Maldita Pastafrola”

[Mica Gryffindor]

El sitio parecía totalmente en calma, aunque sabía bien que aquello no era señal de nada, incluso a veces el bajar la guardia ante una calma así era la peor de las decisiones que se podía tomar. Sentía los propios latidos de su corazón, mientras intentaba llegar a la entrada. -Alohomora- murmuró apuntando con su varita a la lujosa puerta, la cual cedió ante su hechizo.

Dentro, reinaba la oscuridad, una oscuridad que parecía poder respirarse en aquel estado de ansiedad y nerviosismo. -Lumos- encendió la punta de su varita, arriesgándose a ser detectada, con el fin de poder romper la negrura intensa de la noche que la esperaba aún dentro.

-Homenum Revelio- murmuró varias veces mientras caminaba por el hall de entrada y luego a través de las puertas que daban al gran teatro. Nada, no detectó nada por mucho que lo pronunciase. Estuvo agradecida de lograr tomar aquel sitio para la Orden del Fénix, cumpliendo así la primera parte de la misión que le habían encomendado.

Definitivamente, era necesario regresar a plena luz del día para poder disfrutar del interminable esplendor que cada sitio de la bella ciudad de Paris tenía. No faltaría oportunidad para hacerlo.

Esta vez sonó su voz como un agradecimiento al murmurar -Santa remolacha…

[Dana Gryffindor]

Se percató de la presencia de una bruja que realizó un hechizo para revelar la presencia de humanos ocultos, pero allí estaba Shiva ante sus ojos, pensó si lo elocuente sería atacarla, la mujer tenía sed de sangre y aquella bruja se veía apetitosa. Sin embargo se limitó a acercar sus pasos en dirección a la mujer y con el semblante serio y la varita descansando en su diestra simplemente le murmuró:

 

-Será mejor que te marches, este no es sitio para juegos- dijo con seriedad y dirigió sus ojos a la gran cruz que se alzaba frente a una de las rejas de la iglesia.

 

Sus ojos brillaban como dos zafiros bajo la luz de la luna, a lo lejos se veía la serpiente deslizarse por el cielo y la inmensidad que esta promovía alentó a la pelirroja. Había tomado aquél lugar, le pertenecía. Lo mejor sería que regresara cuanto antes al punto de encuentro con los miembros de su bando a quienes había convocado en su sede en París. Esperaba que su hijo se encontrara allí, deseaba que siguiera sus pasos al verdadero camino, aquel que mi padre jamás entendió.

 

Mientras que aquella bruja de ardientes cabellos... le había perdonado la vida pero la petición había sido clara: vete de aquí, este lugar me pertenece.

 

Los deseos por esa maldita tarta eran mayores de los que pretendía, cubrían mis ganas de matar, me enfermaba el hecho de que aún faltaban horas para poder comer esa PASTAFROLA.

 

https://ibb.co/FBDq2Mt

[Kahlan Blackthorn]

—Es mía, bueno de la marca—apareciendo una bandera en su surda la clavaba con magia en el suelo. Era hermoso ver esos colores dominar el sitio, asegurándose de dejar en claro que les pertenecía. Admirando todo lo que estaba dentro de la catedral, avanzaba por el atrio y los pasillos. Era enorme el valor que guardaba dentro de su cuerpo de piedra, años y años de historia que podrían resumirse en una sola palabra.

—Imponente—siseó acomodando su cabellera dorada sobre su hombro izquierdo, agudizaba el oído para intentar escuchar algo. Pero nada estaba sola dentro de ese sitio, aunque no descartaba que uno que otro roedor ansiará darle un buen susto—Aparece y te patearé—bromeaba para seguir con la celebración. Sacando su varita la elevaba con elegancia y orgullo, sintiendo un ardor especial en su nuca.

—Morsmordre—soltó apareciendo la marca tenebrosa en el techo de la Catedral, aquella imagen era deslumbrante para todo aquel que la observará—Este territorio pertenece a la Marca Tenebrosa—agregó con una marcada sonrisa en los labios. Sin mucho esfuerzo habían dado una batalla digna contra los miembros de la orden del fenix, solo restaba celebrarla por todo lo alto.

Posiblemente bebiéndose una que otra copa de bourbon o optaría por algo más fuerte y que le subiera la adrenalina de algún modo.

PastaFrola

[Mica Gryffindor]

Tenían asegurada La Opera, base que de seguro les sería vital a la hora de comenzar con el no deseado exilio. Antes de salir, utilizó varios hechizos protectores y anti muggles, para poder resguardar aquel edificio y que solo los miembros de la orden pudiesen encontrarlo cuando volviesen hasta allí, ya sea en grupo o en solitario, pero en conocimiento del sitio exacto al que buscaban.

-En marcha- murmuró, saliendo de aquel sitio y perdiéndose nuevamente en las calles parisinas, esta vez con paso mucho más acelerado, puesto que era el momento de dirigirse hacia el punto de encuentro con su bando. Esperaba que pronto su compañera también se reuniese allí con ella, para ponerse al tanto de cómo iba todo el asunto, y asegurarse de que ambas estuviesen sanas y salvas para continuar.

Mientras por su mente se atravesaban cerca de una decena de diferentes alternativas y resultantes, decidió proseguir su marcha y no dejarse alterar por las opciones, puesto que hasta que no llegase a la Concorde no podría estar segura de la veracidad o falsedad de ninguna de ellas.

Los últimos cien metros los hizo corriendo, quería llegar cuanto antes, estaba ansiosa y demasiado nerviosa.

Por fin, estuvo en el pintoresco e imponente lugar, pensó por última vez en toda esa travesía: remolacha.