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Libro del Druida - Febrero 2021


Gahíji
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Amenazar era una costumbre bastante arraigada en arcanos o uzzas, y la verdad, Maida lo creía. No por todas sus experiencias con ellos, porque si había que ser honesta la mayoría la habían tratado bien, habían tenido extra paciencia con ella, sin embargo, llevaba como un tatuaje las experiencias del Libro de la Sangre y recordarlo le daba pavor. Por eso, aquello de "si se atreven" le sonó a una hermosa invitación a retirarse, a un Pepe Grillo al que debía hacerle caso. Pero el rostro reprendiéndola de un viejo Yaxley o de su primo, la convencieron internamente de quedarse, o mejor dicho, de avanzar por el portal.

 

Traspasar el portal era lo fácil, respirar ceniza volcánica, no tanto. Tosió muchísimo antes de retomar el control de su cuerpo, le tomó al menos dos minutos y estuvo muy tentada a conjurar un casco burbuja para sentirse más cómoda. La temperatura ya de por sí alta, para ella había empeorado con su ataque de tos, porque al cuerpo se le había subido un tanto la presión, estaba muy nerviosa. Apenas y había escuchado la pregunta de Juv, si, el Fulgura Nox podía resultar tentador, pero, ¿para qué correr tanto riesgo? ¿No era mejor no tocar lo que no se había roto? La respuesta del uzza la dejó más calmada, había algo en su voz que le hacía sospechar que no era tan sanguinario como algunos. Negó con la cabeza cuando se dieron las siguiente indicaciones, ya bastante era estar en ese ambiente como para pasar al interior del volcán. Miró a la desconocida, para ver si no era la única que veía insensato todo eso. Sabía perfectamente que Juv era temeraria y si David era su pareja, seguramente era tan osado como ella.

 

Anillo, si, aquí debo tenerlo —dijo buscando entre sus colgantes, sacándolo luego con cuidado y tratando de concentrarse en inhalar suavemente, para que la ceniza no le provocara otro ataque de tos. A lo mejor ya estando dentro del volcán era más sencillo respirar, o bueno, esa ilusión tenía la inocente. Se colocó el anillo en el dedo anular derecho y esperó. Juv era una bruja poderosa, confiaba en que no los iba a mandar al núcleo de la tierra, confiaba, aunque no la conociera del todo. Eso claro, no impidió que tragara saliva.

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Las palabras del Uzza habían sido certeras y directas, aunque su pareja estuviera dentro de la clase con ella. No era indició de que le sacará de concentración, porque ambos estaban centrados en obtener los poderes del libro del Druida, costará lo que costará. Era un reto la creación de un Fulgura Nox, pero contaba con los conocimientos que el hechizo exigía y concentrarse en un espacio rodeado por estalactitas y estalagmitas, no la desconcertaba en lo más mínimo.


— He comprendido lo que hace ese Lirio tan especial, no crea que no captó todo lo que me rodea. Hasta el más mínimo detalle he logrado almacenarlo en mi memoria, agradezco la presión que está ejerciendo sobre mi persona—le miraba con respeto. Jamás buscaría desafiar a un Uzza, no por tenerle miedo sino porque los consideraba seres poseedores de poderes y dones que eran capaces de aniquilar a quien fuera solo con desearlo. Posiblemente la estaba llevando a los extremos, pero era mejor darle a cada cosa el peso que merecía y no demeritarla ni por error.


— Nada es aburrido contigo, James—le dijo dejando un roce delicado en su mano. Estaba lista para realizar la invocación del portal, cerrando su ojos centro toda su atención en un punto de la falda del volcán. Sintiendo el calor rodear su cuerpo, abrazando cada poro de este, visualizó la Nigromancia, junto con la Videncia y las runas antiguas, rematando con historia de la magia. Esas llaves que eran capaces de llevarla al presente, pasado y futuro, pero no las considero en lo absoluto para la creación de la entrada al cuerpo de roca y tampoco las utilizaría.


— Fulgura Nox—surcó su mente ese conjuro, cual flecha que busca dar en el blanco. Acertando en el centro de la diana, la invocación fue certera. Sus pensamientos se enfocaron en una sala amplia de paredes rocosas, emanando del techo picos que serían capaces de herir a cualquier descuidado. Pero no a seres mágicos como ellos, al menos no al grado de matarlos, quizás heridas graves que sanarían aplicando la magia correcta sobre ellas, debajo de sus pies otro grupo de picos que provocarían una caída inesperada. La serenidad debía intentar reinar en cada uno de los alumnos, perder el eje, era perder la vida en un pestañeo.


— Los lirios del color de la lava, pueden repeler el calor de una zona como está y sobre la ropa se cuelan en los poros dando una protección de tres horas, no más ni menos—hablaba sin perder el control de su menteAdemás como ya lo menciono, suelen emplearse en la elaboración de ropas que sirven como un escudo efectivo—siseaba sin perder la fuerza concentrada en el portal.


Le daba el tamaño necesario para que pudieran pasar por el sus compañeros de clase, el Uzza y su pareja. Sentía una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, estaba conectándose con un poder mucho más elevado al que solía conocer—Creo que está hecho y me ha quedado bien, diría que más que bien. Para ser mi primer Haz de la Noche—soltó tomando de nueva cuenta la mano del Australiano, no le perdería de vista. No de momento y era mejor, ya que ahora estaban dentro de la boca del lobo. La postal ideal para retratar su portal, la boca de un lobo plagada de afilados dientes e intenciones de causarles más de un predicamento dentro de esa misión.


Tomando el anillo de salvaguarda contra miradas indiscretas lo colocaba en su dedo índice. Tal y como lo predijo el Uzza, no podíamos saber que aguardaba por nosotros dentro del volcán o jugarle al vivo, no siempre era aconsejable en medio de un mar de lava y una tonelada de rocas que los dejarían sepultados en una tumba improvisada. Respiraba un poco más relajada, recuperando poco a poco ese aire arrogante y duro que le caracterizaba. No quedaba duda de que la madre naturaleza, no solía ser para nada benevolente o complaciente con los que se atrevían a profanar sitios con esa clase de clima tan poco grato con los visitantes indeseables.


Colgándose en el cuello el frasco obsequiado por el guerrero, no olvido sus recomendaciones sobre el polvillo que debían poner dentro. Se agotaría, pero del mismo modo volvería a reabastecerse sin mayor dificultad.

Editado por Juv Macnair Hasani

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Tras responder las consultas de Juve, el Uzza presentó una bella flor del color de la lava, que lleva el nombre de Lirio de Fuego. Mica se quedó maravillada viendo la flor levitar ante sus ojos, notando como los destellos de color la hacían semejante a la roca fundida que emanan los volcanes. Escuchó la información sobre dónde crecían con cierto nerviosismo, puesto que estando tan cerca de un volcán era casi evidente que el siguiente movimiento sería entrar a buscar aquella preciosa flor. Pero ¿cómo?


La respuesta llegó enseguida, cuando el Uzza se dirigió directamente a la mujer que caminaba de la mano con quien debía ser su pareja o un amigo muy cercano. El comentario del uzza sonó algo brusco, pero de seguro intentaba desafiar a su aprendiz para lograr mejores resultados. Fue así como le pidió que crease un portal hacia el interior del volcán, y le dio las indicaciones necesarias para que pudiese lograrlo.


La indicación para todos era cruzar el portal creado por Juve y tomar los lirios de fuego al otro lado para así aplicarlos en la piel y evitar quemarnos. La siguiente explicación sobre el polen de los lirios le resultó muy útil, ya que sus usos eran realmente muchos. Evidentemente sería ese uno de los libros de hechizo que le traería más conocimientos nuevos, eso le encantaba. Tomó el frasco que el guerrero les hizo llegar, seguramente deberían llenarlo allí por primera vez.


El Guerrero les recordó que con el libro habían adquirido un anillo, el cual les recomendaba ponerse. Mica revisó en su morral y lo encontró enseguida, poniéndolo en su dedo anular izquierdo.


Observó cómo Juve se encargaba de abrir aquel portal hacia un sitio en que, realmente, no querría entrar nunca. Sin embargo, no iba a quedarse atrás y quedar como una cobarde. Escuchaba la voz de la invocadora recordando detalles sobre la preciada flor que buscarían, para luego hablar de lleno sobre el portal que acababa de crear, el cual se veía bastante bien y lo suficientemente grande como para que todos lo traspasen.


La Gryffindor aguardó a que su profesor diese el visto bueno, ya que de él dependía el veredicto final acerca de aquel Haz de la Noche.

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Viajar al pasado o al presente y encontrarse con uno mismo haría que a cualquier persona le explotase la cabeza, así que la broma del Guerrero podía tener parte de verdad. De todas formas, el australiano cuando usase ese portal lo haría con toda la responsabilidad posible. Claro que, si tenía la oportunidad de cambiar algo que le favoreciese... ¿Acaso la iba a desaprovechar? No quería desconcentrarse con esos pensamientos aún. Ya tendría tiempo para soñar en lo que podría hacer cuando se vinculase con el libro.

 

Pasó su varita por la cabeza para retirarse el casco que se había puesto. Sí, había sido efectivo para evitar que la ceniza llenara su rostro. Le había servido para respirar posiblemente mejor que el resto, pero con el paso de los segundos comprobó que no era demasiado práctico. Entendía las razones por las que estaba pensado solamente para debajo del agua. Con eso puesto, uno se sentía como esos muggles que supuestamente viajaban al espacio. No era nada cómodo.

 

Viajar hasta dentro del volcán no era lo que uno considerase como una buena idea. Lo único que le consolaba era que sería Hasani la que se encargaría de crear el portal que el Guerrero quería. Si confiaba en una persona era en ella, era poderosa y siempre sabía lo que se hacía. Ninguno de los allí presente tenía nada que temer. No cabía ninguna duda de que le saldría bien. Le dejó un pequeño apretón en su mano para darle ánimos antes de hacerse a un lado para que dejarle el espacio necesario.

 

Mientras la Nigromante se encargaba de la tarea que se le había pedido, el australiano buscó en su bolsillo el anillo que necesitarían. Se colocó el Anillo Salvaguarda contra miradas indiscretas y se lo puso en el dedo anular. Estaba completamente preparado para buscar los lirios una vez que cruzasen. Observó con atención como el portal había sido perfectamente creado, solamente faltaba comprobar si llevaba al lugar adecuado. Antes de que le diera tiempo a reaccionar sintió como su mano volvía a ser agarrada.

 

Sí, parece perfecto. —dijo alabando el hechizo de la mortífaga. —¿Cruzamos? —preguntó mirando a un lado y a otro. El portal había quedado espectacular, no entendía las razones por las que parecía haber tantas dudas para cruzar. Se jugaría su mano derecha, la que usaba para agarrar su varita, que les llevaría hasta dentro del volcán. Cuanto antes cruzasen, antes podrían hacer lo que se les pedía, antes terminarían, antes volverían para casa y antes podrían probar los nuevos conocimientos allí aprendidos. Venga, lo divertido estaba por llegar.

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Tan tontos y desprevenidos como pensé. Sin darse cuenta, los aprendices confiados cayeron en la primera de muchas trampas. Habían cruzado sí. El costo era grande. Todos encerrados en una prisión personal alejados uno de los otros en la habitación que describí. ¿Saldrían ellos de la celda mágica en la que encerrado estaban?. Dudaba que hubieran sido lo suficientemente listos como para hacerse colocado el Amuleto contra Defensas Carcelarias antes de cruzar el portal o llegar a clase. Siempre caían en la misma trampa. Cansado estaba ya de tener que liberarlos. Los dejaría allí, que la lava destroce sus cuerpos y las cenizas volcánicas terminen asfixiándolos.

 

-Se confiaron –lo obvio era- salgan si pueden

 

Para suerte o desgracia de quienes intentaban adquirir los conocimientos los lirios estaban cerca, no al alcance de la mano. Claro estaba, si no deseaban morir debían adquirirlos.

 

-Oh, una última cosa, o más bien, una explicación, espero ahora sean lo suficientemente listos y no estén distraídos pensando en la inmortalidad de los cangrejos de fuego o con otras cosas que en este momento no le servirán de nada –acote refiriéndome a la “adorable” parejita que habia en la clase- Ante ustedes tienen 2 enigmas que deben descubrir, espero sepan utilizar la información, una vez dicha, serán atacados.

 

El ataque inminente era. ¿Decepcionado estaba? ¿Jamás esperaba algo bueno de los aprendices?. Rara vez, valían la pena.

 

-El obsistens invoca un escudo de materia luminosa, el color depende del mago o de su capacidad –dicho esto la capa luminosa del color fuego cubrió mi envejecido cuerpo- Es indestructible ye inmune a la magia, este les podrá defender de cualquier tipo de hechizo o ataque –Observe cada uno de sus ojos- El ígnea, les proporcionará polen de lirios de fuego que pueden rosearse a si mismos o a un compañero, este les protegerá del fuego por solo unos momentos

 

Tic, toc, tic toc, solo un segundo paso. De las paredes surgieron Flechas de Fuego directo a cada uno de los aprendices. Además, como regalo adicional poco a poco un rio de lava fue cubriendo el piso de la caverna.

 

-Parece que hoy abra Barbacoa para que cene Aphophis, mi dragón… -Sali de la cámara, los esperaría en la habitación donde crecían los lirios de fuego- les recuerdo que aun deben recoger los lirios y llenar sus respectivos frascos, claro, si salen de allí.

 

Voltearme lentamente para dar mas dramatismo era lo primordial en tal situación, sin mirarlos una última instrucción debía dar.

 

-No pueden utilizar el Fulgura Nox para salir de esta cárcel, busquen en sus libros, allí encontraran la respuesta –Me detuve- Señorita Gryffindor usted será la siguiente en crear el Fulgura Nox una vez que hayan llegado a la siguiente cámara y recogido las flores, el lugar al cual iremos no es tan diferente a este, pero peligros habrá –Pensé. Medite. No lo lograrían.- Cuando cree el Fulgura Nox, piense en una habitación igual a esta, solo que sin lava, estalactitas y estalagmitas, una caverna oscura, fría y con olor Moho, se concentrara en 3 aberturas casi imperceptibles, una de ellas nos llevará a un templo cuyas escaleras están custodiadas por estatuas de antiguos guerreros.

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Estar dentro de una prisión era el menor de los males en esos instantes, no sirvió para nada concentrarse en la creación del portal. Jamás se espero verse dentro de una celda formada por la roca del volcán, sintiendo un choque eléctrico que le atravesaba desde la columna hasta la nuca. Ahí estaba la hidra dando señales de vida, agitando sus cabezas con furia emitían gritos cargados de ira. Se lamentaba por no haber centrado algo más que sus pensamientos en la creación del portal, cuerpo, alma, mente y todo lo demás.


Juntos eran el conjunto perfecto, tal y como lo eran sus dos habilidades y el par de conocimientos. Cerrando sus ojos sentía esa necesidad por estallar todo a su paso, meditaba con serenidad buscando su punto medio, el centro que le equilibrará devolviéndole la frialdad que siempre le caracterizó. Nada rompería en está ocasión su concentración y nexo con el libro del Druida. Escuchando con atención las explicaciones e indicaciones del Uzza, tomaba el amuleto que no había usado con inteligencia y llevaba en su mochila, mirándolo con recelo lo guardo entre sus ropas.


— Ahora no sirve de nada— ladeó la cabeza esperando que su pareja estuviera bien. Ambos eran capaces de salir bien librados de todo predicamento, pero ahora tocaba enfocarse en salir de esa prisión y evitar las Flechas de Fuego. Aquellos filamentos eran capaces de calcinar la piel sin demasiado esfuerzo, dejando además de un escozor molesto una herida que debía ser tratada con un aguamenti, para apagar las llamas. No le tocaría pasar por eso, no sin antes centrarse en lo dicho por el anciano, sujetando con fuerza y determinación su varita.


Concentrarse y centrarse en la misión de los lirios de fuego, arma infalible contra la lava que amenazaba con quemarle los pies al ser un elemento no mágico aquel hechizo era el ideal para evitarla. Era bien sabido que el fuego se combate con fuego, pero ahora pondría en práctica dicha teoría. En su mente sus años dentro de las fuerzas armadas, no hicieron más que ensalzar sus ganas por demostrar de lo que era capaz. Abriéndose paso entre sus memorias, aquella rubia imponente que nunca se rendía o daba un paso al costado


—Prueba o no—respiro profundo haciendo una floritura con su varita—Obsistens—pensó invocando un cerco oscuro pero luminoso al mismo tiempo. Cubriendo por completo su cuerpo, aquello era como una capa improvisada de invisibilidad, pero de otra composición. Aunque el material era oscuro como la misma noche, emitía un brillo plateado que se semejaba a un espejo al tener reflejado sobre este la luz del astro rey. Librándola con efectividad del ataque de las flechas, aquellos filamentos no pudieron tocarla, ni por error.


—Continuemos con esto—elevando su varita dando un ligero latigazo con está pronunciaba con claridad su su defensa—Ignea—aquella lluvia de polen de lirios de fuego, semejaba ser como la nieve que suele caer en invierno. Pero este polvillo poco a poco se adhirió a todo su cuerpo cubriéndole de pies a cabeza, dejandole libre del ataque de la lava. Portando un traje al estilo de los astronautas, pero este era poco común y le daba una seguridad que aumentaba con cada respiración. Sus ojos se centraron en la amuleto que había dejado de lado por un momento, no estaba demás tenerlo a la mano.


Ahora estaba protegida contra todo tipo de defensa carcelaria, ansiaba ayudar a James. Pero parecía que el guerrero, buscaba que cada uno fuera a su ritmo, aprendiendo como salir de los predicamentos que se le presentarían dentro de la clase. Ladeando la cabeza, esperaba verlo sano y salvo. No podía hacer nada, solo esperar y sentir ese ardor que ambos compartían y quemaba alguna parte de su cuerpo.


Al final de todo eso, el Uzza encomendó a una de sus compañeras realizar un nuevo portal. Para dirigirse a otra cámara, curiosa la forma de anda de un lado a otro, aquello le recordaba un laberinto que parece no tener fin.

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Maida, era seguro, parecía una lanza que cargaban los otros tres estudiantes ahí. No hablaba, no interrumpía y simplemente se limitaba a seguir. Le había costado años perfeccionar su silencio, podía bien haber tomado algún voto silente de los que profesan los monjes tibetanos. Vio el Fulgura Nox que invocó Juv, pero no fue hasta que la otra estudiante se adentró en él que ella también cogió el mismo rumbo. Todo para caer en una trampa que por alguna razón que no lograba explicarse la Yaxley, le resultaba divertido. Ella tenía colocados y colgados los amuletos de todos sus libros, por lo que quizá era la única que —de desearlo—, podría escapar, pero eso significaría no terminar el entrenamiento, y volver a pasar por lo mismo no le apetecía en lo más mínimo. Lo que sí la alarmó fue la amenaza de las flechas de fuego y sus reflejos de anciana cuando a confrontaciones se refería, tenía una laguna mental en cuánto a los hechizos que podían ayudarla.

 

Y si, se suponía que escuchaba al Uzza, sin embargo, su nerviosismo le ganaba terreno muy fácilmente. De cualquier manera empuñó la varita. ¿Tenía que hacerlo en algún orden en particular? Si, podía parecer que pasaban los minutos y que la bruja ya estaba atravesada por las flechas o calcinada por la lava, pero en realidad todo se sucedía demasiado rápido.

 

¡Ignea! —chilló y sin esperar mucho más — ¡Obsistens! —casi al simúltaneo, Maida logró evitar las flechas por la capa de protección que le ofrecía el segundo escudo mientras una lluvia de polen la cubría de cuerpo entero, protegiéndola de la lava que pronto, si es que Mica no se apresuraba, comenzaría a cubrirles los pies. Dicho esto, la lluvia de polen cubrió también sus impermeabilizados pies, lucían como recién salidos de la ducha. Si, dentro de todo, Maida había encontrado una salida graciosa en todo aquello—, creo que se refería al Amuleto contra Defensas Carcelarias, yo lo tengo puesto, si en la siguiente cámara hay otro peligro de muerte, por favor que alguien riegue mis plantitas.

 

Sabía que podía sonar a chiste, pero Maida era de las que bromeaban cuando estaban nerviosas. Lo de ir a una siguiente cámara para recoger las flores de fuego esa tampoco es que la atrajera lo suficiente.

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Habían dado su aprobación al portal creado por Juve, solo por eso decidió traspasarlo, aunque con cierto temor. Aferraba con ella el morral en que cargaba todos los objetos correspondientes al libro, como si temiera perderlos en el camino. Un segundo antes de cruzar, decidió mirar ahí dentro, como si se tratase de una corazonada. Entre las pertenencias vio un amuleto y creyó haber recordado a sus compañeros de la Orden hablar de él y de cómo los había ayudado en una ocasión para escapar de que los apresaran. “Amuleto contra defensas carcelarias” se llamaba, o al menos así lo recordaba.


Se sintió mucho más confiada, se puso el amuleto y siguió avanzando. No le seducía en absoluto la idea de estar ingresando en el cráter de un volcán a “juntar flores”, más allá de que el polen de esos lirios sabía que sería más que preciado.


Cuando traspasó, le resultó raro no encontrar a sus compañeros a su lado. Sintió algo muy extraño, quedó aprisionada en una especie de habitación rocosa, pequeña y asfixiante. Era claro que se encontraban en el interior de aquel volcán, pero ¿Los demás? ¿Qué les había sucedido?


Como hasta ahora cada palabra pronunciada por el guerrero resultaba ser una trampa, decidió no aguardar para utilizar las enseñanzas que se dignaba a transmitir. “Obsistens” pensó enseguida, apenas escuchó cómo funcionaba la indicación. Notó una especie de capa de color lila, formándose a su alrededor, en el momento justo en que flechas de fuego surgían de las paredes para atacarla. -Ignea- dijo a continuación, tras alzar su varita, respetando las indicaciones del guerrero. Sintió la lluvia de polen recubrirle la piel, sin dudas sería útil en caso de que vuelva a producirse un disparo como el anterior.


Notó cómo la temperatura del suelo empezaba a subir, de seguro producto de una nueva trampa de su profesor. Buscó en su morral y sacó de él un pequeño frasquito que parecía contener arena plateada. Tomó un poco y lo lanzó hacia el suelo del pequeño recinto, sintiendo alivio inmediato, ya que el mismo se congeló, al menos por unos momentos.


“¿Qué hago?” susurró buscando algún mecanismo que le permitiese salir. Pero no había ningún indicio. Mientras pensaba tomó el amuleto que colgaba de su cuello, nuevamente el calor empezaba a apoderarse del suelo, no quedaría mucho antes de que la lava pudiera entrar en el recinto. Lo aferró con fuerza, con sus deseos de salir de allí cada vez más presentes. Sintió entonces cómo su cárcel se desvanecía, o al menos eso creyó que pasaba. Con prisa, se movió unos pasos, logrando escapar.


Se sentía débil, como si el amuleto le hubiese consumido la fuerza, pero estaba libre… buscó con la mirada y divisó aquellas flores del color de la lava. Se aproximó hacia una y buscó el frasquito vacío, juntó el polen, luego de otra y otra hasta conseguir la cantidad requerida. Alzó entonces la mirada y divisó a Gahíji, quien había dicho que sería la siguiente en abrir el portal. Si bien se sentía algo débil, no iba a desistir del desafío.


-Fulgura Nox- murmuró, concentrándose en lograr el portal solicitado. Pensaba en la taberna oscura que el Uzza había sugerido, puso en ello todas sus energías, tratando de hacerlo lo mejor posible. Casi lograba percibir el olor a moho en sus fosas nasales al ver abrirse el deseado portal. Dentro, según las instrucciones, habría tres aberturas, o en ello ponía sus fuerzas, una de las aberturas llevaría a un templo. Era todo lo que tenía en su mente y esperaba que fuese lo mismo que habría al cruzar. No dijo nada, solo permaneció concentrada en lograrlo.

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Cuando adquirió el Libro del Druida siempre imaginó que su aprendizaje sería menos arriesgado. Lo que le trasmitía la palabra druida era calma, por alguna extraña razón. Sin embargo, lo que estaba viviendo estaba muy lejos de poder considerarse algo tranquilo. No se quejaba, le gustaba el riesgo y la aventura en su justa medida. No le gustaría terminar sus días en un lugar así, había mejores formas de morir.

 

En pocas situaciones peores podía encontrarse, pero no estaba asustado. Era una buena oportunidad para demostrar su valía, de lo contrario... ¿cómo iba a poder vincularse al libro? Si la situación era mala de por sí, la cosa empeoró cuando traspasó el portal que la Hasani había creado. Se encontró solo, eso no era un problema. Lo que sí era algo difícil con lo de lidiar era que parecía estar encerrado, atrapado.

 

¿Acaso se encontraba en una especie de prisión natural? Pocas cárceles peores podría haber en el mundo. Seguro que estar ahí era peor que cualquier prisión llena de dementores. Por suerte, nunca había estado en ninguna por lo que sus pensamientos eran meras suposiciones sin una base firme. No había que alarmarse hasta que las flechas de fuego aparecieron con intención de impactar al mago.

 

Pensó en un hechizo que solamente unos segundos antes había dicho el Guerrero Uzza. Pensó en un Obsistens. La invocación fue todo un éxito. Alrededor del australiano apareció un cerco de materia luminosa. En el caso del ex-jugador de Quidditch el color era naranja. Las flechas podían volar hacía él todo lo rápido que quisiesen. Ya no había peligro, sabía que gracias a ese hechizo estaba completamente a salvo.

 

Iba a sonreír, pero casualmente miró para abajo y fue toda una suerte que lo hiciese porque un río de lava comenzaba a hacerse más grande. Estaba a punto de rozarle los pies y aquello no podía ser nada placentero. Tenía que evitar que le tocase porque se quemaría, no podía consentirlo. Actuando con rapidez volvió a mover su varita para hacer una elegante floritura, sólo que ahora no valía con pensar el hechizo.

 

Ignea —pronunció lo más rápido que pudo. Por segunda vez, una invocación salía perfectamente. El mago se vio rociado por una lluvia polen de lirios de fuego. Eso significaba que podía dejar que la lava tocase sus pies, sin embargo haría todo lo posible para evitarlo. El único problema era que seguramente fuese imposible, cada vez había más. Tenía que salir de esa prisión tarde o temprano, no quería quedarse a vivir.

 

Se puso todos los anillos y amuletos que tenía en su bolsillo. Incluido el Amuleto contra defensas carcelarias. Todo gracias a que escuchó a su compañera de la Marca Tenebrosa, la señorita Yaxley. Gracias a ella pudo salir de aquella prisión y fue entonces cuando dejó escapar una pequeña risotada por la broma que había hecho. Le gustaba la gente con esa clase de humor tan inoportuno. A él también le encantaba hacerlo.

 

Aunque hubiese querido no hubiese podido reírse más. Haber utilizado el amuleto para escapar le había agotado. Necesitó unos instantes para que su pulso cardíaco volviese a una relativa normalidad, porque en una situación así era imposible estar al cien por cien tranquilo. Le hubiera gustado descansar un rato más, pero no podía. Se dispuso a buscar los lirios para rellenar su frasco todo lo posible.

 

Y una vez que lo hiciese le tocaba acercarse a la señorita Gryffindor, pues era la siguiente elegida para crear el portal.

 

 

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¿Sorprendido? No. ¿Aburrido? Si. Debieron haber salido ya hace muchos minutes. Siempre era lo mismo con los aprendices quienes osaban intentar sacar una pizca de sabiduría de mi persona. Cada minuto que pasaba mi cuerpo envejecía. Aun así, no valía la pena tener que instruir a quienes se creían lo suficientemente listos y fallaban una y otra vez. No todos venían aprendidos, yo mismo fui un aprendiz. Estaba seguro que a donde fuera y los peligros a los cuales los expusiera no eran ni un grano de arena con respecto a lo que fue el entrenamiento dado por mi maestro.

 

Sentado en posición de loto espere mientras jugueteaba con llamas de fuego fantasmales en mis manos. Podía invocar fuego, podía utilizarlo como quisiera, mucho mejor aun, yo mismo era parte del fuego o este era el núcleo de mi ser.

 

-Ya era hora, parece que les fue difícil hacer lo que debían hacer, al menos si abrieron el libro. Por cierto, señor Dumbledore, espero este preparado para crear un Fulgura Nox una vez que hayan llegado al siguiente punto –Mire sus ojos- la habitación está a oscuras, una vez al llegar se encenderán antorchas de fuego eterno. Un laberinto de piedra tan antigua que parece que con el simple roce se desintegraran. En el centro del lugar, una pequeña caja reposa.

 

Un nuevo Fulgura Nox fue invocado. No estaba mal. La aprendiz de apellido Gryffindor a pesar de su agotamiento había hecho lo que debía hacer, al igual que la Hasaní. ¿Aguantaría el portal? Cruce…

 

Habíamos llegado a donde deseaba.

 

-Interesante…

 

Guiarlos fue sencillo. Conocía el terreno. Lo que estaba esperando adelante. Sería una sorpresa para los aprendices si no sabía lo que debían hacer o como defenderse. Los guerreros vigilaban los pasos que dábamos. ¿Parecía que estaban vivos? No lo parecía, estaban vivos. Una antigua magia los mantenía inmortales.

 

Una vez que vieron la amenaza actuaron lanzando Flechas de fuego. La arena del hechicero estallo en el aire para dejarlos ciegos y el Cinaede afecto sus vías respiratorias. Si no habían hecho la tarea o habían sido lo suficientemente listos, estaban muertos ya. Además, una manada de chacales hambrientos se dirigía hasta ellos para herirlos mortalmente.

 

-Otra prueba más, demuestren que son dignos…

 

El siguiente en crear el Fulgura Nox sería el Dumbledore. Sabía que no me sorprendería.

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