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Libro de Merlín - Mayo 2021


Asenath
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El sol caía perezosamente, escondiéndose de a poco detrás del lejano horizonte. Sus rayos se sentían tibios y distantes, como si ya no tuviese fuerza para calentar cuanto debía. El cielo comenzaba a variar sus tonalidades, desde anaranjados a violáceos, para convertirse en un azul intenso. Poco a poco, las primeras estrellas comenzaban a aparecer, rodeando una gran luna en cuarto creciente. No se divisaban nubes en el firmamento, no había viento, solo una tenue brisa. Sería una noche tranquila. 

Asenath se había detenido a captar cada uno de esos detalles antes de continuar con su tarea. Se encontraba acomodando madera seca formando una especie de pirámide, fijándose que quede dispuesta de forma tal que lograra mantenerse encendida el tiempo necesario. Había dejado a un lado su gran espada, para arrodillarse en la tierra para cumplir con la labor. 

Había recibido recientemente la noticia de que tendría un nuevo alumno, tras más de un mes de descanso se había desacostumbrado un poco a lidiar con esos magos que se creían capaces de ir más allá con los conocimientos. Lo cierto era que muchos lo lograban, mas ¿eran realmente dignos de hacerlo? Muchas veces tenía sus dudas al respecto. Esta vez impartiría la tutoría del libro con el que se destacaba, aquel en que se encontraba su mayor habilidad, por la cual era temida. Resguardaba celosamente sus secretos al respecto y así seguiría siendo, tanto como el origen de la espada que yacía a su lado. Había cosas que nadie estaba preparado para conocer ni lo estaría. 

Apuntó su vara de cristal hacia la seca madera y encendió la fogata. Las llamas le brindaron el calor que empezaba a faltarle. Se dejó caer hacia atrás, para sentarse con las piernas cruzadas frente a ella. Dejó que su mente se vaciase unos momentos mientras se concentraba en el vaivén de las llamas. Procuraría mantenerse paciente y transmitir cuanto le fuese posible, simplemente esperaba no toparse con ningún mago cuya insolencia lograra sacarla de sus casillas. 

Acomodó hacia atrás la larga trenza que mantenía contenida su negra melena. Ya no quedaba rastro alguno del sol, un cielo negro salpicado de estrellas se extendía sobre su cabeza, digno de ser apreciado. 

@Nate Weasley

Editado por Niko Uzumaki
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La figura del Weasley se apareció en el horizonte unos segundos después de que la primera estrella se materializó en el cielo, cobrando protagonismo en la medida que el sol se perdía hasta el día siguiente y una luna en cuarto menguante tenía aún tiempo para aparecerse al oeste. Nathan escudriñó sus alrededores, buscando una señal del Uzza que fuese a dictarle la clase, hasta que sus ojos captaron una chispa de magia y un fuego que comenzó a arder cobrando mayor intensidad conforme sus labios comenzaban a roer la madera que había sido puesta allí a su merced. Aguardó unos segundos, suspiró resignado a su suerte y al destino, y comenzó a caminar el medio kilómetro que lo separaba de su docente.

Luego de mucho pensárselo, había decidido tomar lo que parecía ser la última clase ofrecida por los Guerreros Uzza. El Libro de Merlín era ciertamente una lectura fascinante, que ofrecía alternativas y posibilidades asombrosas, y que representaba la culminación de aquella fase de su educación. Le resultaba difícil creer que menos de un año atrás había retomado la misión de continuar su educación con aquellos guerreros luego de haberla abandonado por mucho tiempo y que, ahora, estaba a punto de terminarla. ¿Sería capaz de afrontar los desafíos que la Uzza tenía preparados para él? ¿Sería digno de manipular la magia del Libro de Merlín? Ciertamente eso esperaba, y no dudaría en dar todo de sí para probarlo.

Conforme se acercaba a la Uzza, comenzó a divisar más y más detalles, ayudado por el fuego que ganaba altura y anchura con el paso de los segundos. A menos de cien metros, le quedó en claro que la Guerrera que nunca antes había visto a la guerrera que le impartiría la clase: no tenía idea de cuantos Uzza eran parte del claustro de profesores, mucho menos de cuántos había en todo el mundo, pero ciertamente todos y cada uno de ellos eran intimidantes.

– Buenas noches, guerrera. – saludó el Weasley, tras haber llegado junto a ella. Sus ojos se pasearon desde su larga cabellera a la espalda que yacía en el piso mientras sus manos se aferraban a las cuerdas de la mochila que llevaba en su espalda: el libro de Merlín y todos los amuletos, anillos y medallas de éste y los libros previos descansaban allí. – Mi nombre es Nathan, seré su alumno esta noche.

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Apartó su mirada del fuego en cuanto oyó los pasos de aquel joven que se acercaba. Escuchó las palabras con las que se presentaba y se detuvo unos momentos para contemplarlo. Solía juzgar bastante a sus estudiantes, no creyéndolos merecedores de adquirirlos, pero esta vez no creía lo mismo; tal vez porque sentía que era devolver a los magos lo que uno de ellos había enseñado a su pueblo, o tal vez por el largo recorrido que sabía que ese joven había recorrido hasta hacerse con el poderoso libro. 

Asenath es mi nombre –aclaró tranquilamente, invitando al joven con una seña de su mano a tomar asiento también junto al fuego.– ¿Por qué quieres aprender este último libro? ¿Crees que eres digno de sus poderes? –indagó, mirándolo a los ojos, intentando divisar en ellos el impacto que significaban sus palabras –es mera curiosidad, no trates de sorprenderme con una respuesta elaborada, no pretendo escuchar nada en concreto… –agregó enseguida, su pregunta no era una prueba, simplemente quería conocer un poco mejor a su alumno.

Acto seguido, desprendió del pecho de su armadura un ópalo rojizo con un resplandor tenue. Lo sostuvo sobre la palma de su diestra para mostrarlo al joven. Unos segundos bastaron, él tendría uno similar que habría adquirido con la compra del Libro. 

Parece una joya bonita y nada más, pero es un poderoso amuleto, capaz de quitar la magia a cualquier individuo por un tiempo… para utilizarlo, debes pasarlo dos veces sobre el corazón del mago o bruja a quien quieras quitar su poder. Su piel se mostrará pálida y una sutil marca blanca se marcará en su frente, ésta es un bloqueador de magia. En duelos entre magos, basta con pasar el amuleto sobre tu propio corazón. En ese caso, deberás pronunciar la palabra “Caudex” para que entre en acción. Verás una cúpula de luz que se alza y deja sin poderes a tu rival. Pero solo se puede utilizar una vez por enfrentamiento. –tras explicar, volvió a pegar el amuleto en su hombro.

Una silueta se divisó en las cercanías, al otro lado del fuego, las llamas apenas permitían divisar su figura y, notoriamente, su varita alzada hacia el joven. Asenath estiró su mano y tocó su hombro, era hora de intentar aplicar aquel primer aprendizaje. 
 

Editado por Asenath
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Nathan procuró que su rostro no reflejase la sorpresa que asomaba dentro de él. Por primera vez en toda su historia con los Guerreros Uzza, los tratos y ademanes que percibía de parte de su instructora no sólo eran cálidos sino también receptivos, sellando un mensaje implícito de bienvenida que nunca antes había recibido de parte de ellos. Con total certeza aquello era refrescante y agradable: Weasley era alguien sensible, muy vulnerable a las hostilidades del resto, y a pesar de que con el tiempo había aprendido a que los maltratos de aquellos profesores rebotasen y resbalasen contra él, siempre se había preguntado si estos se originaban por simple gusto o porque verdaderamente había una creencia y filosofía de desprecio hacia magos como él.

– Es un gusto. – respondió el Weasley, tomando asiento en el lugar indicado por Asenath y contemplando el fuego por unos segundos antes de responder su primera pregunta. – A decir verdad, disfruto mucho de hacerme con conocimientos nuevos. La magia es tan amplia y perpetuamente expansible que sería una lástima no aprender lo más posible. En cuanto a si soy merecedero de la magia de este libro, probablemente la respuesta sea que no, pero incluso de hacerme con ella puedo asegurarle que la trataré con el justo respeto que merece. – procuró que la voz no le temblase incluso a pesar de la debilidad que sus palabras señalaban. Ciertamente, incluso como miembro de la Orden del Fénix, nunca ejecutaba hechizos letales sin antes pensárselo dos veces. Más veces que no, las consecuencias de la magia eran definitorias.

Nathan guardó silencio más contempló con atención mientras la Guerrera le enseñaba el amuleto Caudex y le explicaba como utilizar su magia. Todo cobraba más sentido ahora que lo explicaba, y mientras la mujer hablaba rebuscó en su mochila por su propia copia del amuleto, procediendo a imitar los gestos de la mujer. Resopló, abrumado por el poder y la implicancia de aquella magia: tanto si él la usaba como si la usaban en contra de él, aquello podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.

– Instructora, ¿este amuleto anula cualquier tipo de magia, o sólo la relativa a combates? Es decir,  si yo quisiese desaparecer estando bajo el efecto del Caudex, ¿podría hacerlo?

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Asintió ante la respuesta del joven. No esperaba más, solo que fuese sincero, sobre todo llegado hacia tales instancias. La Guerrera no pretendía emitir juicio alguno, solo saber que la magia que enseñaba no recaería en manos que la utilizarían simplemente para generar mal en los demás. Aunque incluso aquella idea era relativa al punto de vista de cada quien...

Todo tipo de magia que se pretenda utilizar queda anulado, incluso la posibilidad de desaparecer quedaría anulada —aseguró, era una buena pregunta, aunque nunca se la había hecho, ya que a la hora de combatir siempre lo hacía hasta las últimas consecuencias. Aunque estimaba a aquellos que sabían cuándo era el momento de una retirada... solo que ella no lo requería. — Expavescerent, es un efecto verbal que produce una chispa en la punta de tu varita, anula cualquier efecto de hechizos que esté vigente en la batalla o acabe de ser pronunciado. También impide que éste se use durante el resto del enfrentamiento. Solo se puede utilizar una vez por batalla.

Pensó en las veces en que esa pequeña chispa había sido su salvadora, en medio de las luchas más sangrientas, un simple efecto que podía generar gran diferencia al combatir, no había dudas de ello.

—Ustedes, los magos, están muy acostumbrados a utilizar Sectusempra como si fuese su arma más letal, sé que a lo largo de tu aprendizaje has adquirido otras que con entrenamiento podrán serte de más ayuda aún... el Vulnera Sanentum es un efecto que elimina lo que su Sectusempra causa. Se utiliza en forma no verbal y cura por completo las heridas en esa simple acción. —No parecía gran cosa, un simple contramaleficio, pero sabiendo lo cruentas que eran las heridas que el rayo causaba seguramente consideraría como muy valiosa su utilidad. 

Solo le faltaba explicar un último poder, ese en que había invertido tanto tiempo perfeccionando y llevando más allá... el que, de ser suya la elección, nunca transmitiría a los magos. Pero debía ser justa, a fin de cuentas gracias a Merlín su pueblo tenía el esplendor que hoy ostentaba.


El Vínculo, permite que la mente de dos magos se vincule, como indica su nombre, generando que cada uno de ellos logre sentir en su mente la presencia del otro, incluso sabiendo sus emociones y estado anímico. Basta con que quien lo utiliza tenga adquirido dicho poder, no es necesario que ambos lo tengan. Surge desde la varita hacia las manos del mago que crea el vínculo, y penetrará desde la cabeza hacia todo el cuerpo de quien se está vinculando.

Giró sin levantarse del suelo, para mirar de frente a su alumno, indicándole con un gesto que haga lo mismo.

—Quien es vinculado sentirá más vitalidad, una mejora en sus sentidos, reflejos, capacidad mágica y fuerza física, mientras que, quien vincula ganará un protector y amigo... bueno, mientras el vínculo perdure, ya que solo se puede vincularse con una persona por vez... inténtalo —lo invitó, podría ser que no lo lograse desde la primera vez, pero confiaba en que podría hacerlo. 

La Uzza solo aguardó a que se atreviera a emplear aquel último hechizo, el más importante a su consideración, el resto podría practicarlo en su prueba. 

 

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Nathan asintió ante la respuesta de la guerrera, intencionalmente omitiendo pensar en qué haría él para salirse de tal aprieto de encontrarse en un combate desprovisto de cualquier tipo de magia. Si bien no podía declararse como alguien libre de cobardía, no se le ocurría mejor alternativa que esconderse detrás de una piedra rogando que ésta detuviese cualquier rayo que se acercase a herirlo. En cuanto a los efectos... sólo Merlín sabía qué podía hacer entonces más que rogar por una muerte lo más indolora posible. Procuró esconder todo ello de su rostro, temiendo la reprobación de la Uzza si reflejaba cualquier tipo de debilidad en él.

Aprovechó las sucesivas explicaciones de parte de la guerrera para esconder sus miedos y asegurarse de que había entendido a la perfección los conceptos teóricos que había leído los días previos a la clase. Muy cierto era, de hecho, que el Sectusempra ocupaba un lugar preponderante en su propio arsenal de ataques y, a la vez, uno de los hechizos más temidos a recibir: los cortes proferidos por este maleficio eran extremadamente profundos y sangraban de manera profusa y continua. Aún más, al estar basados en magia negra, revertirlos era muy dificultoso y requería múltiples encantamientos, pociones y tiempo, por lo que el Vulnera Sanenctum representaba una herramienta de extrema utilidad. 

Finalmente, la mujer procedió a explicar el hechizo que más curiosidad le generaba. La descripción por parte del libro del Vīnculo era cuanto menos vaga, y a pesar de que el Weasley tenía cuanto menos una decena de preguntas sobre sus alcances y limitaciones, no dudó obedecer a la Uzza y ponerse de pie junto a ella para lo que de seguro sería una demostración de su ejecución de aquel hechizo. En efecto, la guerrera lo invitó a intentarlo, y siendo que ellos dos eran los únicos presentes Nathan dió por hecho que debía vincularse con ella. Se le ocurrían peores personas a las cuales quedar vinculadas.

Rebuscó en el bolsillo de su túnica por su varita y, tras pausar un segundo, procedió:

– Vínculo – pronunció, concentrándose en lo que quería lograr. Por una fracción de segundo, nada ocurrió, pero luego una incipiente vibración comenzó a crecer en el extremo por el que asía la varita, trasladándose hacia el contrario. Acto seguido, una luz amarillenta comenzó a brillar mientras un fluido incorpóreo, cuasi-gaseoso, comenzó a viajar hacia Asenath, en busca de sus manos. Nathan mantuvo la concentración hasta que penetró por la palma de su diestra y comenzó a fluir dentro de ella; la vibración persistió en su varita por unos segundos hasta que, igual de paulatinamente que había aparecido, cesó.

Alzó la mirada hacia los ojos de la mujer, buscando la respuesta definitiva a si el vínculo se había establecido satisfactoriamente. ¿Acaso sería parecido a la legilimancia, y percibiría los sentimientos de la Uzza como meros pensamientos ajenos? Supuso que, de haberlo hecho correctamente, lo descubriría muy pronto.

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