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Allen Joe Walker

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Todo lo publicado por Allen Joe Walker

  1. Te amo. Te extraño. Vuelve pronto. 🔥

  2. El futuro se burla, pero aún no estamos muertos.

  3. Como intentando descubrir el significado de algún refrán de una cultura desconocida, al Walker le tomó algunos parpadeos poder decodificar el significado de la expresión de su sobrina al reconocerlo. Un reflejo de preocupación que halló en su mirada se esfumó cuando, corrigiendo su postura para equilibrarse y no ser arrollado, recibió el impacto de la puberta sobre su pecho, quién casi voló desde la cima de la escalera hasta él. Le abrazó con fuerza, con el sentimiento que se cobija a la familia. Sonriente, acarició sus cabellos, enterrando su rostro en sus ondas cobrizas, percibiendo ese particular aroma a flores que poseen las Macnair: a gardenia, en el caso de Ámbar. Con suavidad, tomó su rostro entre sus manos marmóreas, ligeramente magulladas, acariciando una de sus vírgenes mejillas mientras se ponía de cuclillas frente a ella, para apreciar mejor su rostro. Embelesado, se dejó agredir por aquella mirada esmeralda que había heredado de su madre, adornada por las comisuras felinas revestidas de largas pestañas, igual que su padre. -Cuánto has crecido, mi niña. Qué maravilloso es volver a verte, después de tanto tiempo, después de tanto añorarte.- Dijo, tomando ahora su mano. -¿Cómo estás? Intuiré que es tu primer año en ese loco castillo, Hogwarts.- Acotó, riendo. Fascinado de su elocuencia, se convirtió en el publico de aquel discurso fantástico, abarrotado de la emoción que reflejaba con cada relato de sus hazañas. Rió un par de veces, como hace mucho no lo hacía. Por un instante, dentro de él, se esfumó la incertidumbre que sintió al llegar a la mansión y en la posibilidad de un asedio inoportuno en su contra, logrando sentirse como en casa, su antiguo hogar, gracias a la simple presencia de un ser tan amado para él. Como un reflejo de su tranquilidad, optó por esconder a Solem de nuevo en su gabardina, a fin de sentirse menos alarmado. Por un momento, la manera en la que movía sus manos al hablar, le recordaba a la manera en la que Arya discutía con él cuando trabajaban juntos para la Orden del Fénix... Cuan distintos eran los tiempos ahora. -Me alegro mucho de que vivas una vida emocionante, cielo.- Musitó con una sonrisa en sus labios, contagiándose de toda su ilusión. -Según sé, hace poco menos de un año que has despertado de nuevo. ¿Cómo te va aquí, en casa? Espero que te estés llevando bien con tus primos. ¿Qué hay de tus hermanos? Sé que tu madre dio a luz hace poco...- Y contrario a lo que esperaba, al final de la pregunta, el rostro de la pequeña pelirroja se tornó en un pequeño espasmo turbio y amargo, pero expectante, como el de un estudiante que prueba su primer whisky de fuego. Mencionó algo relacionado a su estancia y sus familiares, pero al final se mantuvo en silencio y el albino decidió no insistir en sus pesares emocionales. Después de todo, el ritmo de vida con los Macnair nunca ha sido algo color de rosa; como un plus, tener a Arya de madre tampoco es cosa fácil. Poniéndose de pie de nuevo y viendo que el mandarina en el cielo comenzaba a tornarse en oscuridad, sintió sus maori llamarlo de nuevo, volcándole el corazón a retomar el objetivo que había presupuesto al volver al hogar de su familia en este país. -¿Está Arya en casa? Vamos, me da mucha curiosidad conocer a tus hermanos.- Tomando la mano de su sobrina se dispuso a ir escaleras arriba. -Aunque, como es natural, sé que no serán tan guapos como tú.- Apuntó, haciéndole un guiño de reojo. Cada paso que daba a lo largo de los escalones, se tornaba más silencioso que el anterior, aún manteniendo la precaución. Intentó mantener sus órganos internos en su lugar en un afán de mantener todos sus sentimientos en orden. La presencia de Ámbar era un bálsamo refrescante a toda su visión del mundo, pero el compromiso que le urgía a su propia razón de permanecer en este mundo se hallaba sólo a unos pasos de él. Después de perderlo todo, a todos y a sí mismo, sólo le quedaban ellas... ...Sólo le quedaba ella y su sonrisa. @@Arya Macnair
  4. La última vez que hubo puesto un pie en su antiguo hogar recordaba un panorama por completo distinto. En ese momento, a la tenue luz del atardecer otoñal, lucía irreconocible en medio de los enormes nogales que abrazaban la gran edificación desde sus jardines laterales, separada de él por la enorme verja que daba a la calle y el extenso paseo adoquinado hasta su porche. Y es que muchísimo antes de que llegase a tener siquiera un nombre en este país, en esta diminuta coyuntura del universo, las enormes puertas frente a él fueron las primera (y las únicas) que le tendieron una mano solidaria. Por ese suceso y por muchos más, el exorcista viviría el resto de su existencia agradecido con las matriarcas de tan renombrada familia. Hacía sólo unos segundos que se había aparecido, en medio de lo que parecía un pequeño incendio generado de la nada, entre brazas blancas y plateadas, similares a la luz que produce la luna llena sobre un lago de aguas turbias. No era capaz de extraer de su memoria la cantidad exacta de tiempo que llevaba fuera de Inglaterra, lo que resultaba abrumador. Después de su pequeño paso por el Callejón Diagon en busca de restaurar sus propias motivaciones y recuperar la paz de su alma, pareció sólo un sueño difuso tras volver a las trincheras de la lejana China, donde aún se libraba la batalla poseer los pergaminos Arcadios, objetos mágicos sumamente poderosos que podrían cambiar el curso de la historia. Sin embargo, y más allá de toda premisa, las partes en guerra llegaron a un acuerdo que puso fin al conflicto, horas después de un par de firmas a un viejo papel que yace en una urna desde hace unas semanas. Ahora, era libre... De nuevo. Irónicamente, cuando ya no se pertenecía ni tenía a donde regresar. <<¿Y, entonces, qué hacemos aquí?>> Inquirió, su doppelgänger, en medio de algunas risillas. -Vengo a recuperarla.- Se dijo a sí mismo en medio de un ligero suspiro. Acomodaba las mancuernas de su gabardina negra, un obsequio de uno de sus generales en Shangai, mientras miraba sus manos. Había demasiadas cosas que debía considerar antes de irrumpir en su antiguo hogar, como la posibilidad de no conservar los permisos necesarios para aparecerse dentro, o atravesar el portico, o llegar a ser detectado por los escudos. Quizá, la que fue su habitación podría no existir y podría ella ya no estar en la misma estancia en la que llego a la mansión antes de ser la matriarca. ¿Y qué pasaría si Pik llegaba a verlo? ¿O algún hermano de Sybilla? Cada probablidad corría por la mente inquisitiva y milimétrica del Walker, que desprendía las ideas como pequeños hilos que enmadebajan cada uno de los cabellos plateados que caía de su cabeza. Levantó la vista y sonó su garganta en un siseo. Como si no hubiese pasado el tiempo, tomó la reja cuan muggle cualquiera, abriendo el cerrojo del hierro atropellado por los siglos, aún de pie, luchando contra la realidad que buscaba extinguirlo. Andó con las manos en sus bolsillos, la varita al interior de su gabardina y el cabello anudado en una coleta mediante una tira de lino rojo. Su caminata hasta el porche tomó mucho más tiempo de lo esperado, pues sus sentidos se hallaban en constante alerta ante una inminente autodefensa de la mansión; con el corazón en la garganta y su respiración serena, tomó el pomo de la puerta y se adentró en la enorme edificación, que mostraba su imponente y lujoso vestíbulo, capaz de deslumbrar ojos virgenes de maravillas. Dentro, se despojó de sus zapatos y tomó a Solem, su varita, a pretención de cualquier imprevisto. Le tomó uno par de segundos centrarse en el lugar exacto de la casa al que debía ir, pues los maori en sus brazos tardaron en reaccionar a la esencia de la mitad demonio. Andó a pasos rápidos y silenciosos que parecían susurros sobre la madera, pues sabía que la casa era capaz de amplificar cualquier sonido. No obstante, se vio en la penosa situación de ahogar un grito y detenerse súbitamente con el estómago en sus pies, pues dar la vuelta al pasillo que daba a las escaleras, la vio. Parecía inmaculada, milagrosa, como la imagen de alguna santa perteneciente a la literatura de las doctrinas muggles. Estaba de pie, frente a una ventana que derramaba la luz mandarina del ocaso sobre su espalda y sus cabellos, mirándole desde la cima de las escaleras. Perplejo, el ojiazul le reconoció al instante, pero le costó asimilar lo mucho que había cambiado. -¡Ámbar!- @ @@Arya Macnair
  5. ¡Hola! Qué buen momento para retornar al foro. Quisiera el paquete de bienvenida. Me la he pasado leyendo todos los puntos de las recientes reformas y creo que merezco un premio por ello. No estaba activo desde el 2017. Nick: Allen Joe Walker. Id: 93205 Criatura que deseas: Hipogrifo. 2 Conocimientos que deseas: -Conocimiento de Maldiciones. -Encantamientos. ¡Gracias!
  6. Había caído la noche y, con ella, la agradable temperatura del atardecer veraniego. La humedad del ambiente post primaveral comenzaba a sofocar los adoquines del callejón, haciendo que el calor incomodara la ya exasperante expectativa del Walker, quién jugaba con sus dedos ansiosamente en aquella banca frente a Pandora's. Se vio en la obligación de safar el cuello de su camisa para dejar respirar su cuello a través del flojo nudo de la corbata. Con el ceño fruncido, se esforzaba por esclarecer el panorama situacional que envolvía a los cuatro presentes dentro del club nocturno; sin el propio interés del espionaje, sino por saciar su habitual y osada curiosidad. La pequeña flama plateada que había generado hacía un par de minutos había conseguido extinguirse en medio de su destino: atravesar los sentidos de la directora de El Profeta. <<A pesar de todo, regalame tu mejor sonrisa... siempre.>> Pero, muy a su pesar, no causó el efecto que esperaba. <<¿Y ahora qué?>> -Ya no tengo ninguna excusa.- Musitó el albino a la voz en su cabeza. -No me gustaría ser descortés e interrumpir una reunión familiar por el simple capricho de mi paz.- <<Ya sabes quiénes están dentro. Puedes usar la situación como un comodín.>> -Es desagradable, Exael. No sé desde cuando te has vuelto tan mal consejero.- Aludí, sanjando la conversación con mi doppelgänger. Y sí, ya lo sabía. El don heredado de su ancestral y extinta familia le permitía al exorcista ver la energía que emanaban las personas, habilidad que facilitaban sus labores de reconocimiento en el área médica, pues distinguía a cabalidad y en segundos los posibles daños recibidos por el paciente y su tratamiento a requerir a fin de normalizar sus pulsos energéticos. Cómo cazador de demonios y espíritus, gozaba el reflejo de identificar entre obstáculos las presencias de los seres vivos, siendo capaz de fijarlos como objetivos previsibles en un tablero de posibles movimientos. De ese modo, dio con Sybilla Macnair y su excompañero y comandante de guerra en la antigua Grecia, Marcus Argéadas, a quién tenía que agradecerle haber forjado su perfil analítico entre los aranceles de la batalla y con quién compartió espada bajo el cobijo del emperador Magno. Los acompañaba otra fémina que, de momento, desconocía, pero que exhudaba la casta Macnair desde cada poro de su piel. Habiendo fijado sus orbes marinas en la puerta de madera y sin más remedio que su necia determinación, tomo las bolsas de compra y atravesó el umbral del negocio con la sutileza que lo haría cualquier cliente. Dentro, la iluminación tenue del pub agotaba la vista al primer enfoque, pero tomaba tan solo segundos acostumbrarse. Cómo a mitad de la escena central de una obra teatral, el mojado vampiro mostraba sus dientes a sus interlocutoras en un torcido gesto que emulaba coqueteo, Cissy mantenía su ceño fruncido arremolinándose en una sonrisa maquillada de cotidianidad, Arya parecía a punto de desmayarse por algún efecto narcótico que parecía estar curando la barandilla a la que se sujetaba, mientras la desconocida comenzaba su propia pequeña fiesta. De todos los momentos que pudo tener lugar en aquella reunión, determinó que el instante en que eligió sumarse había sido, probablemente, el peor. -Hola. ¿Ya tienen servicio disponible?- Preguntó con una media sonrisa despreocupada, cerrando la puerta a su espalda. Tal y como se entraría a la fiesta de cumpleaños de una persona muy anciana que quiere hacer revuelo. Caminó unos pasos dentro del pub hasta quedar a la misma distancia de todos los presentes, a la vista de todos y con todos a su vista. -Comandante Marcus.- Susurró con rostro severo, llevando el puño derecho a su pecho. -Poco más de un milenio y los años pasan sobre usted. Qué honor volver a saludarle, aunque curioso verle aquí.- Inclinó la cabeza en un pequeño pero firme ademán, haciendo que cayeran algunos mechones plateados sobre su rostro. Al erguirse, se volvió a Cissy, cuyo rostro parecía estar seguir en disputa entre el asombro y el disgusto. -También es todo un placer volver a verte, Cissy. Sigues tan radiante como las sombras te lo permiten.- Acotó con un gesto de viva gratitud, el mismo con el que la contemplaba desde el primer día que fue adoptado en su mansión, por el apellido de la renombrada familia. -¿Cómo está Artemis?- A la desconocida le miró de arriba a abajo con cierto dejo de desinterés, tal como se ojearía un libro para revisar que esté en buen estado. Sin afán de parecer descortés, levantó la palma de su mano libre con un gesto formal, a modo de saludo. -Allen Walker. Un placer.- Dijo sencillamente, pasando por encima de cualquier protocolo estricto de interacción: hace mucho que no se relacionaba con nadie que no fuesen soldados heridos, moribundos o cuerpos sin vida, con sus almas pendiendo del espectro de la perdición, a través de los ojos vacíos del horror de la guerra mágica. O Exael, pero ese era otro tipo de interacción, del cuál no se sentía orgulloso en absoluto. -Y tú...- Se volvió a Arya, que parecía debatirse entre estar y desaparecer. Sólo por un instante, creyó que se lanzaría a golpearlo hasta morir sólo por el tipo de mirada que le lanzó: a medio camino de entre quien recibe un cumplido romántico y quien sufre de una jaqueca cancerígena que amenaza con aplastarle el cráneo. -Ven aquí y dame tu mejor sonrisa.- @ @@Arya Macnair @@Juliette Macnair
  7. China. Miró sus manos como como si fuera la primera vez, entre la humedad de sus pestañas y la polución del ambiente. Debía afilar sus ojos más de lo normal para poder avanzar a cada paso cuidadoso, pues la densidad del aire evitaba que sus sentidos le hablaran de lo que ocurría a su alrededor. Desde que dejó el Reino Unido tras la destrucción de lo que pudo haber sido su hogar y patrimonio a manos de los insurgentes al margen del Ministerio de Magia, se sumió en su propio exilio bajo el cobijo de la comunidad asiática, en China, donde la situación resultaba precaria. Sin embargo, era una nación que le permitía disfrutar de su privacidad y de su labor regular como medimago. Disfrutaba de las caminatas por la tarde, bajo la mirada adormecida y enfermiza del sol, atravesando con esfuerzo la nube de contaminación que dormía sobre el terreno imperial; aquél día cubría su rostro con dos vueltas de una bufanda de fina lana verde, cuyo nudo quedaba oculto en los pliegues anchos de su gabardina de anchas solapas, desgastada y roída. Le permitía respirar mejor, pero la incomodidad era la misma. Se sentía cansado, aturdido y distante de sí mismo, como si se contemplase desde afuera, de manera ajena a su propio ser, desconocido. Reposaba sus impulsos en el letargo de la monotonía, como un instrumento cansado de hacer arte y se dedicó sólo a realizar sonidos aleatorios, sin un rumbo armónico. -Necesito ropa nueva.- Se dijo a sí mismo como si conversara con alguien más, mirando sus propias manos. <<Sí, podemos hacer un viaje rápido antes de volver a la unidad.>> Dijo la voz en su cabeza, mientras intentaba alizar la tela desgastada antes de devolver sus manos a los bolsillos. -¿Estará Dolce y Gabbana funcionando aún en el Callejón Diagon?- Se preguntó en un susurro, haciendo que la bufanda devorara la onda sonora. Se detuvo por un momento y enfocó la poca atención que le quedaba en los locales en torno a él: odiaba las tiendas en Shanghái. Después de todo, no requerían demasiado esfuerzo para ocultarse en una de las ciudades del mundo con más población por metro cuadrado. <<¿Qué tal si lo averiguamos?>> Incitó el eco de su conciencia. Al instante, un chasquido seco lo borró de las escena, llevándolo a un pequeño sótano ubicado en el distrito costero. Con un silvido de sus labios, su gabardina se despojó de su cuerpo y ardió en unas pequeñas brazas plateadas: ya había pagado con creces su valor y no era necesario conservarla. Corrigió su aspecto con una camisa blanca de mangas largas y se encajó un sutil chaleco de olán color petróleo; anudó su plateado cabello en una coleta con ayuda de un lazo rojo y se adornó con una corbata escarlata de líneas plateadas. Por un instante, se sintió listo para alguna especie de cita, un encuentro clandestino o un escape fortuito a los ojos de cualquier curioso. Se intuía preparado para un escape a Tanbarun, pero no se creía con la suerte suficiente. Habría de necesitarse un milagro que hiciera justicia a los maori tatuados en sus brazos para poder verla con sólo poner los piés en el Callejón Diagon. Se provocó un suspiro para llamar a la calma de su destartalada sensibilidad y, cuando percibió la llegada de la noche a través de la pequeña ventana sobre su armario, desenfundó a Solem antes de arden en llamas. * * * Reino Unido. En medio del callejón, algunas personas debiron dar un par de pasos a un costado al generarse densidad calórica en el aire, de la nada. Del oxígeno, chispas criparon creando brazas diminutas que se arremolinaron en una llamarada de fuego blanco platinado, de la cuál emergió el exorcista. Para Allen resultaba la manera más fácil de apacerse a grandes distancias, evitando los riesgos de una dispartición y un gasto excesivo de energía: la autoinvocación de sí mismo. Apenas comenzaba a caer el sol en el comercio mágico cuando entornó sus ojos en la calle adoquinada, de modo que necesitó eclipsar la luz con la palma de su mano para establecer su ubicación. Se encontraba justo en frente de la Botica Macnair, el segundo local, al principio del callejón. Con una ligera media sonrisa que pareció iluminar su rostro encendió un cigarrillo luego de guardar su varita en el bolsillo interior de su chaleco. Cuando salió de Gringgotts, el crepúsculo ya pintaba de naranja los ventanales del Callejón Diagon. Llevaba lo necesario en un pequeño monedero de cuero cepillado, recursos con los cuales se dió el placer de comprar un par de gabardinas, algunos conjuntos y zapatos; see pidió un café y un par de postres en Juan Valdéz que merendó con el más grande de los placeres. Y resultaba una de las cosas que más amaba del comercio británico: sin resticciones, sin afanes, sin calidad a medias; se respiraba una libertad hogareña inmarcesible desde todas las caras, siendo el pleno día del horario familiar hasta la caída de la noche y el ascenso de la reina en los clubes nocturnos esparcidos por toda el área. Echó una vista a su reloj mientras se preparaba para volver a sus aposentos roidos y confinados, pero jamás se perdonaría dejar la tierra que tanto lo amó y donde tanto amó sin ver a los ojos al ser que representó todo aquello en la etapa más emocional de su vida. El Walker estaba sentado en una banca a la sombra del porche de una librería, mirando al cielo aduraznado; se frotaba las manos de manera inquieta y pensativa, esperando. <<¿Qué esperas? No crees que haya cambiado de residencia, ¿o sí?>> -Puede que esté con alguien. Podría ser inadecuado e insulso. Lo mejor será ser prudente.- <<¿Y qué hay de Ámbar? Se lo debes. Se lo deben...>> -Y sería enormemente vergonzoso que supiera que estuve aquí y no fui a verlas. Debería escribirle una carta y...- Entonces, un estruendo mental. <<Ni lo sueñes, roja.>> De inmediato sus ojos, como mar turbio por el viento del litoral, viraron violentamente hasta el porche adornado del Pandora's Club. Allí estaba ella, con su esencia turbia y su aroma a jazmines. El albino sintió como el piso se sacudió bajo su centro de gravedad; quiso correr a abrazarla, pero su cuerpo no se movió. La conmoción de sus emociones fue más fuerte que su determinación para lograr la sinapsis que lo echara a correr. Inmaculado, sólo pudo escuchar el susurro de sus palabras llegar hasta él con ayuda del silvido del viento. Su piel se estremeció violentamente: no era capaz de recordar cuando fue la última vez que escuchó su voz... Que sintió su respiración tan cerca. <<Sabes tanto como yo que eso es mentira, por eso estás aquí. ¿Cuándo fue la última vez que pisaste éste lugar desde nuestro...?>> Pero no fue suficiente. Sus pensamientos simplemente cayeron bajo las tiendas, junto con el sol y el torbellino en su estómago, escurriéndose entre los adoquines. Debía marcharse justo en ese instante, o se metería en problemas. No obstante, y contrario a todo lo que se esperaría de su sensatéz y calcudamente estricta determinación, continuó sin moverse. Exhaló. Las bolsas de las compras temblaban en sus manos. Con un chasquido de sus dedos creó una pequeña flama blanca que se escabulló entre la gente y siguió a la mortífago hasta el interior del club nocturno en busca de su perturbada presencia. @@Arya Macnair
  8. Desde su punto de estación, a varios metros de lo que significaba el ápice de la ceremonia celta, resultaba ampliamente distinguible el modo en el que cada uno de los presentes se conglomeraba al rededor del manantial de luz que profesaba el inicio de la primavera. Sin embargo, segundos después de apreciar la sonrisa de Rose en medio de la multitud, acercándose a él, toda presencia en torno a su fisionomía se convirtió en algo insignificante. El delineado contorno que iba desde sus hombros hasta su caderas y que oscilaba musicalmente al compás de sus pasos acabó por convertirse en la banda sonora de su noche. ¿Quién demonios iba a pensar en un piano después de eso? El Fierabrás en sus manos pareció resbalar en un descuido a mano de sus, evidentemente, embelesados sentidos; podía atreverse a sentenciar que no escuchaba más que las hebras de su cabello ser azotadas al viento, no podía oler más que el perfume de sus violetas y ver su iluminada fisionomía a contraluz de la ceremonia de iniciación estacionaria, sumado a la impresión del osado escote que invitaba a la imaginación a darse un par de volteretas en pro de un ímpetu descontrolado. Magnus, como un centinela a su lado, se encargó de traerlo de vuelta a la realidad para recibir con inmaculada elegancia a su compañera de esa noche... <<Y ojalá por mucho tiempo más.>> Se sorprendió profesando. -Muy buenas noches, mi Lady.- Susurró con una singular venia impropia de su comportamiento, lo cuál evidenció una trascendencia de la broma con Rose. -Digamos que el claustro musical llevó mi sedentarismo al límite y, casualmente me entero que hay un coven en Hogwarts dispuesto a celebrar la Ostara, por lo que me resultaba insulso inasistir a un evento de tal magnitud.- Respondió a su pregunta antes de tomar delicadamente su mano y posar sus labios sobre el dorso en un formal beso. -¿A que se debe el honor de encontrar a Lady Walker en un evento como éste, tierras tan distantes?- Continuó sin cesar su tono teatral antes de tenderle uno de los vasos de cerveza artesanal, que si bien poseía un aroma bastante rudimentario, su sabor se asemejaba a un bálsamo refrescante, un descanso de frutos verdes y cebada fermentada con un toque de jengibre. Escudriñó con sus ojos en cada una de las curvas que desvestía su sonrisa y, de repente, pensó en Vanessa. Sólo hasta ese momento descubrió lo bien que se sentía estar lejos de ella; y aunque su fiereza siempre le resultaría increíblemente atractiva, era su personalidad lo que acababa por denigrar sus "relación", de poder denominarse así. No obstante, los liláceos ojos de Rose le transmitían calma y ligereza; le hacían sentir en medio de un manantial de agua cálida a la luz de la penumbra, en medio del silencio y la naturaleza: era como vivir un perfume, sentirlo, alimentarse de su sensación de confort. ...<<La amo.>> Se aterró de pensar, abriendo los ojos como platos y sintiendo como los colores abarrotaban su rostro descontroladamente. @@Rose V.Walker
  9. Sus pasos mudos resultaban acompañados del cripar de las ramas bajo sus pies, única cosa que le resultaba desagradable del Bosque Prohibido: Su imposibilidad para mantener la calma y el silencio. A pesar de aquello, resultaba increíblemente evidente la discrepancia entre el comportamiento habitual del ecosistema y la resolución del mismo para esas fechas, eventualidad que consiguió extraer de él una sonrisa en medio de su iracunda preocupación por mantener impío su traje blanco. Por fortuna y para favor de sus prácticas ritualistas, el wicca hacía parte crucial de su diario vivir. Desde la celebración de último Samhaín en Francia antes de su regreso a Inglaterra, su ceremonia del Yulé fue la última que llevó a cabo luego del levantamiento de la casa Walker, drenamiento de energía que acabó por imposibilitar su celebración Imbolic durante Febrero. Hasta la tarde anterior no hubo tenido plena conciencia de la existencia de covens estacionarios en Hogwarts, por lo que le emocionaba la idea de compartir la celebración del equinoccio de primavera en compañía de otras personas. Esperó, desde el fondo de sus ansias, encontrar a alguien conocido en el círculo; no obstante, sentía intriga por qué clase de personas y criaturas desconocidas hallaría en la festividad... Cuanto le habría encantado traer su piano, pero supuso que no sería apropiado hasta distinguir si el ambiente lo necesitaba o no. Marchaba calmadamente, observando el mapa de vez en cuando para verificar que su andar se mantuviese dentro de los parámetros correctos. Con su varíta arriba, sólo eran distinguibles sus orbes marinas y su corbata roja, única prenda que contrastaba con la vestimena y rasgos del albino, cabello níveo plateado desordenado con un mechó cayendo descuidadamente sobre su rostro y tez lechosa, apenas distinguiéndose de su traje. A lo lejos, las voces de las personas y los cánticos de las hadas resultaban un bálsamo reconfortante a sus medianamente aturdidos sentidos geoestacionarios; tras distinguir el cripar de una voráz fogata y los diferentes grupos de conversación dió el Nox a su varita para entrar con las manos en sus bolsillos. -Buenas noches, festivos.- Susurró el Walker, quien inclinó la cabeza a muchos de los conocidos. No conocía a la chica con quien hablaba, pero Groter parecía bastante entretenido, mientras que la matriarca Stark y Morrigan parecían sofocarse con presencias poco deseadas, pero igualdad de derechos de estar presentes. -Me alegra haber llegado en el momento justo, espero no interrumpir la ceremonia.- Agregó al concebir la primera aparición del signo primaveral: el manantial de las luces. Hadas y música conglomerada al rededor del estanque a punto de dar concenso a la primavera anual... El lapizlásuli del Ostara. En comunión de otras pequeñas reuniones, distinguió personalidades a las que hace mucho no veía, pero que se setía feliz de ver. Al siguiente segundo y muy cerca de uno de sus familiares distinguió a Rose, adornada con sus inigualables flores lila... Lucía radiante y hermosa. Llamó su atención con una ligera sonrisa y le guiñó un ojo para invitarle a una bebida que tomó de un par de hadas antes de su comunión con la naturaleza. Simplemente esperó. -¿Donde están esos ánimos?-
  10. Buenas noches, duendes. He abierto un par de veces el topic para abrir la bóveda de la Familia Walker y en ambas ocasiones se me ha efectuado una negación cerrando el mismo. No tenía ni idea (hablo muy en serio) de que se debía pasar por aquí para solicitar una apertura formal. Deberían decirlo en alguna parte y, en caso de que ya esté dicho y lo haya pasado por alto, en verdad lo lamento. Sin embargo, aquí está mi solicitud de apertura. Pido en el encarecido favor de que se me notifique por cualquier medio si el tema cerrado (link que dejaré en la ficha de la solicitud) podrá ser reabierto o si debo abrir un tema nuevo. Un millón de gracias por su atención.
  11. @ Hola, cariño. ¡Mil gracias! Paso por acá para dejar el post onrol de la Familia Walker en este enlace. Por otro lado, aunque ya he abierto la bóveda de la familia en Gringgots, aún no es aprobada por los duendes; sin embago, te dejaré el acceso a la misma en este enlace. ¡Gracias nuevamente!
  12. @ Vale, comprendo a cabalidad el asunto de los apellidos compuestos, así que por ello sólo se quedará 'Familia Walker'. Sobre la Orden Oscura está bien, estaré al pendiente; sin embargo, quiero aclarar: sí; hay un clan dentro de la OdF que lleva ese nombre, pero en lo que concierne a la historia de la familia Walker no se trata de un clan, sino de una organización que fue comandada por toda clase se seres que se dedicaban exclusivamente al exorcismo. De cualquier modo, es un asunto hipotético en donde simplemente hubo una casualidad de nombre en dos lugares del mundo diferentes en aquel tiempo (aunque hace un milenio no sé si existía ya la OdF). Espero que no llegue a ser un impedimento porque preferiría no cambiar la historia de la familia. Gracias de antemano.
  13. @ Gracias, hombre. Agradezco de mil maneras el post. Paso a avisar que Rose V.Walker (matriarca) ya posee un espacio libre en su ficha para agregar a la familia Walker, mientras que Oniria será momentáneamente removida del matriarcado hasta que pueda resolverse su situación puesto que tiene una prolongada ausencia de actividad dentro del foro. Sobre el hecho de que las familias no pueden poseer apellidos 'compuestos' me he fijado en que las familias 'Black Lestrange', 'Evans McGonagall' y 'Potter Blue' los poseen, así que pido que, por favor, se me aclare el porqué. Sin embargo, en caso de continuar con la restricción, solicito al editor y publicador del post de registro que sólo se quede el apellido Walker. ¡Gracias por la atención!
  14. Hola, a quien atienda. Hace ya una semana (creo) hice un post en el topic de registro de familias para comenzar el proceso de construcción de la familia Walker, el cuál contenía la ficha correspondiente. Dicho post debe ser aprobado antes por un moderador para que sea visible y, así, abrir bóveda, abrir el topic en Ottery, etc. Vengo porque, al parecer, dicha ficha no fue aprobada dada la no publicación del post, pero desconozco la razón; razón que me encantaría conocer para que, a la hora de intentarlo nuevamente, no me vuelva a ser negada. Gracias por la atención.
  15. Buenas, buenas. Vengo a la inscripción de un conocimiento. Gracias por su atención.
  16. Buenas noches, moderadores. Después de una larga ausencia, me revindico con la actualización de la ficha al modelo actual. ¡Muchas gracias al moderador atento!
  17. OMG. No había visto el video. xD En fin, yo tengo una foto con ese tipo y es un gran hombre. Gracias a Shuli y a Claudia por traernos el video. ¡Se les quiere! *Las avadea otra vez(?*
  18. Hola, señores moderadores. Ya que me he graduado de la academia quisiera reclamar mis dos conocimientos iniciales que, para desempeños varios, me gustarían que fuesen: 1. Primeros Auxilios. 2. Herbología. Muchísimas gracias.
  19. Buenas noches, moderadores. Quisiera editar los siguientes datos de mi ficha. ¡Muchísimas gracias! PD: En mi ficha aparece que estoy registrado como Raza: Demonio, sin embargo, en mi perfil aparece Raza: Duende. ¿Alguien me puede explicar por qué y si se puede corregir de algún modo? Es que en otros perfiles he visto que sí aparece Demonio. Gracias.
  20. La huida de Arya no fue algo que lo tomase eventualmente por sorpresa. El peliblanco sabía que cuando las personas sientan bases sobre universos desconocidos tienden a evadirlos; sin embargo, en este caso se hallaba el plus de que sus amigos estaban presentes. Desentornó la mirada y dio un largo suspiro, dejando las cosas pasar. Las palabras de la pelirroja y el efímero ruego de la Haughton llegaron a su mente como un veloz rayo cegador muchísimo antes de lo que esperaba. La sensación de cuándo alguien te saca una fotografía descuidadamente, contra tu voluntad. Oniria no comprendía a los demonios ni simpatizaba con ellos: Su mejor amiga era uno y eso era algo que, quizá, jamás terminaría por encajar en su cabeza. Allen, quien también era uno, sentía muchísimo aprecio por ambas féminas pero en esos momentos no era el adecuado para interferir en los ánimos de su relación en cuanto al difícil momento por el que estaban pasando. La chica de ojos amatista entonces lo aludió, luego de terminar su carrera por evitar que la pelirroja marchase de la estancia, sin éxito. El Walker regresó su mirada de la nada hacia las orbes de la mortífago y escuchó su petición. Asintió sin chistar. Pensó muy seriamente que antes de ser él el indicado para mejorar los ánimos de la Lockhart, debería ser su mejor amiga quién pudiese hacerlo mejor; pero Oniria tenía razón y debía moverse ahora antes de que un posible descontrol de Arya se hiciese presente y se dejase caer en la oscuridad. No... No lo permitiría. -No lo digas como si fuese la última opción, querida.- Susurró levantándose de la silla silenciosamente. Su tono era completamente diferente al animado de hacía algún rato; ahora sonaba un poco inherente y plano. -Creo que deberíamos ayudarla de vez en cuando. Los bandos no tienen porqué definir una relación, por muy fantástico que suene... Independientemente de los grupos que conformen, ustedes conforman el mejor grupo que he visto aunque sean sólo dos.- Musitó con una sonrisa. Giró y se encaminó apaciblemente a la salida, metiendo las manos dentro de los bolsillos de su gabardina. Con una inclinación de la cabeza dio las gracias al dependiente tras la vitrina y tomó el pomo de la puerta antes de mirar atrás. <<Nos vemos pronto, soñadora.>> Sonó en la cabeza de la peliblanco antes de que el emisor le dedicara una sonrisa conciliadora, justo como la última vez. Salió del recinto haciendo sonar la puerta de la campana.
  21. Dio una amable sonrisa a Oniria tras un asentimiento; había estado esperando esa repuesta de su parte. En sus memorias hallaba su rostro muy difuso, pero sabía que antes de su regreso a Londres, la había visto antes: Moscú y el conflicto armado de Kiev en el siglo pasado. Desvió la mirada hacia la puerta cristalizada del recinto: el crepúsculo había muerto y daba paso a la noche que con tonos púrpuras vestía el cielo. Había supuesto desde el primer momento que el nombre de Oniria se debía a su contacto onírico con el mundo inconsciente; después de todo era una vampiro, aunque quizá esa podría no haber sido el motivo por el cuál sus sueños estaban anulados desde el principio: Aquella respuesta confirmó sus sospechas acerca de la identidad de la ahora Haughton; esos ojos lila y cabello blanco no podrían ser otros que los heredados de Damianari. ¿Pero por qué demonios hasta ahora y ese momento? Si sólo pudiese recordar la eventual visita a la base extinta de Moscú... Necesitaba arreglar una conversación con esa chica. Regresó el atrapasueños a su bolsillo; en Francia, en su medio de sus travesías y sólo hasta hace muy poco tiempo descubrió que aquel artefacto existía. Tuvo que vivir dos cerca de milenio y medio con las pesadillas acosando en su inconsciencia, cosa que hacía remarcar aún las ojeras; recordar aquellos episodios de paralela esquizofrenia emocional nocturna le causaba escalofríos. Levantó las cejas al acatar la sugerencia de Arya, a lo cuál simplemente asintió; afiló los ojos luego de avistar aquellas forzadas expresiones de parte de la pelirroja. -Sí, claro. Podríamos ir a tu casa, a la mía o cualquier otra parte.- Susurró tenuemente antes de tomar el último bombón de la caja: ¡hasta que por fin se acabaron! Dejó caer de repente su mirada en las pequeñas envolturas que quedaron en la caja vacía. A decir verdad, los reflejos de su mente abordaban constantemente sus pensamientos, haciendo que sus memorias se difuminaran; sabía que en varios siglos de su vida hubo eventos que para su infortunio no podría rescatar de las profundas lagunas de su fotografía. Aún había misterios sobre sí mismo que no lograba resolver, aunque había un evento en particular que no iba a olvidar jamás: Vietman. Sacudió un poco la cabeza para deshacerse de aquella sensación de hierros y sangre que le perturbaba tanto. Las siguientes preguntas de Arya las esperaba. Era obvio que luego de los sucesos pasados en el Baño/Bar de la academia surgiese aquella curiosidad propia de su inquietud ante el desconocido mundo de los Maori. -Así es, cariño.- Musitó tranquilamente. -¿Recuerdas lo que sucedió en la academia esa noche en que nos conocimos?- Sonrió levemente, volviendo su mirada también a Oniria. -Tu sola presencia en aquel lugar bastó para que mis Maori se activaran involuntariamente, por tanto, no es necesario que la otra persona posea facultades más desarrolladas, sólo afines.- Sentenció. Ese éra un punto clave que debía saber. -Sobre cómo controlarlo, debes comenzar por saber qué lo afecta para así bloquear sus efectos con concentración.- Acarició con suavidad la mano de la sacerdotisa como implorándole calma: El mundo del exorcismo es demasiado amplio.
  22. Lamentó en realidad haberse realmente distraído. Si bien el peliblanco no tenía a alguien a quien llamar "amigo" en realidad puede que haya sido todo culpa suya: Se encargaba más en reconocer y extraer que en conocer y convivir; quizá por ello fue un gran paso el ir a la Madriguera luego de convertirse en aspirante de los Fenixianos. De cualquier modo, este no era un mal momento para comenzar: Estaba en un lugar indicado con las personas indicadas... ¡Y qué mejor! -Sí, hay una solución para eso, encanto.- Rió con suavidad. Casi quiso acariciar el rostro de Arya para reconfortar esa mirada cansina, pero recordó que no era muy bueno para el cariño. A Oniria de seguro eso se le daba mucho mejor. -Hay un artefacto artesanal que, una vez purificado, se encarga de extraer las pesadillas.- Susurró, extrayendo de su gabardina el objeto en cuestión. -Ésta es la versión pequeña de un atrapasueños.- Sonrió levemente. -Yo cargo con este por un acto de costumbre, sin embargo, basta con que lo cuelgues en la cabecera de tu cama. Apenas me sea posible, te haré uno... Si deseas uno también, puedo regalártelo, Oniria.- Dijo amablemente. Dedicó especial atención a las palabras siguientes de la pelirroja, describiendo cómo había sobrellevado el proceso hasta ahora. Asintió con suavidad ante sus puntualizaciones y aquel ejemplo peculiar. -Sí, se ilumina. Siempre te accedes al sello de manera voluntaria e involuntaria este se ilumina, por eso causa ese pequeño electroshock: Puede ser una manifestación independiente, pero aún así necesita de tu energía para poder funcionar. Por ello sientes escalofríos.- Puntualizó. El ojiazul robó otro bombón de la caja de chocolates, introduciéndolo a su boca. Dio cuenta de la particular expresión dubitativa de la sacerdotisa y escudriñó un poco en su mirada: Nerviosismo, incertidumbre... Probablemente miedo, incluso un vacío. Desvió su mirada hacia sus manos convexas y descoordinadas, probablemente por la presión de su autoabandono momentáneo, melancolía o reciente desencaje. Quiso saber mucho más de los misterios que encerraban los demonios de la Lockhart y su incomodidad inexplicada al estar en un lugar al que estaba acostumbrada, puesto que hizo su orden a los mozos como si los conociera de toda la vida, <<Debe tratarse de un negocio familiar>> pensó, pero fue sacado de su ensimismamiento por ella misma. -Sí, es normal al principio.- Susurró al notar su cercanía. -Un demonio bajo Maori es como un animal silvestre recién enjaulado. Tienen a desatar su ira para liberarse, obviamente sin éxito.- Sonrió levemente. -En los primeros episodios es bastante descontrolado, pero a medida que tomas conciencia de los síntomas previos a ese hecho, aprendes a controlarlo.- Le tomó la mano con fortaleza. -Es sólo ser consciente y voluntario de los sentidos. Saber leerte a ti misma: Conocerte.- Le miró a los ojos como si le acariciara. -Si necesitas una sesión de ayuda, puedes pedirla cuando quieras.- Finalizó.
  23. El sol decaía con inclemente lentitud, cosa que agradeció. No era que en realidad el peliblanco simpatizara con el día, pues todo se volvía demasiado visible, pero comenzaba a acostumbrarse a pasar tiempo con ese par de chicas que de un momento a otro entraron en su vida para hacer sus ambientes mucho más amenos. El lugar no era de su perfecto ideal, pero era lo mejor que quizá podría conseguir en un país como Gran Bretaña en cuanto al aire Francés que tan agradable le era. Miró al su alrededor, al parecer la pequeña pastelería comenzaba a vaciarse lentamente con la llegada inminente del crepúsculo primaveral. Los pequeños grupos, parejas y personalidades abandonaban el recinto no sin agradecer a los anfitriones; sin contar a los mozos quienes con su sonrisa mejor fingida les entregaban sus lujosas capas o finos abrigos. Parpadeó: dio cuenta de unos pasos inherentes y una torpeza sincronizada. Quizá se trataba de un contratiempo en los hornos tras las puertas detrás del mostrador; quejidos y un par de sonidos metálicos... Un regaño. Los mozos se agasajaron quizá a comentar distraídamente y Allen comenzaba indirectamente a tamborilear con sus dedos sobre la mesa. Afiló sus marinos ocelos detrás de Oniria, donde se hallaba una pareja que parecía no conocer el final de San Valentín, detrás de él el bullicio de un niño siendo perseguido por su madre y una anciana bastante imposibilitada para subir a una escoba buscando la suya en el garaje tras la ventana del fondo. Walker se pasó una mano por el cabello y suspiró, disfrazando un esfuerzo por adquirir comodidad. -Sí. Yo también me alegro de estar aquí.- Musito con una sonrisa absolutamente sincera. Si bien su maldición de desentrañar cuanto aspecto se pasase por sus sentidos era de vez en cuando irritante, las chicas de cierto modo le ayudaban a distraerlo de aquel estrés cuando se fijaba en ellas. De cualquier modo, abusar de ellas como foco de atención no era lo apropiado: Haughton ya empezaba a mostrarse un poco reacia gestualmente, por lo que supo que debía cambiar de foco. Volvió su mirada hacia sus acompañantes y tras husmear un poco en las facciones de Arya y dio un pequeño respingo para tomar nuevamente un bombón. -Bueno... Hay algo que podría ayudarte con las pesadillas. Sin embargo, emplearé un tiempo en conseguirlo; no es fácil de construir.- Sonrió levemente. -Por cierto, ¿Cómo vas con ello?- Inquirió esperando no causar molestia.
  24. -¿Por esta vez? Excelente. Tengo un par de llegadas tarde para custodiar mi vida.- Respondió a Oniria la misma burlesca forma antes de darle una sonrisa de prudente complicidad, levantando su mirada hacia lo lila de sus ocelos. Leer a la peliblanco era de lo más interesante dadas sus capacidades para sacar todo de control; amaba, de cierta forma, las personas que se encargan de desnaturalizar entornos y hacerlos completamente suyos de igual manera. Eso daba mucho que decir de las personas y, aunque fuese de una manera no muy propicia, Haughton era excepcional haciendo que su carácter fuese admirado por cualquiera que se acercase. -Bastante bien, a decir verdad.- Susurró complacido tras abrir la caja de bombones que momentos atrás había tomado de la estantería externa. <<Frambuesa, frambuesa... ¡Aquí estás!>> Rió levemente al tomar la pieza de chocolate en el mismo momento en que Oniria le regalaba una sonrisa torcida tras un comentario disfrazado de tensa formalidad. -En ese caso, he de decir que llevamos un buen comienzo.- En realidad no tenía ni idea del precio de la caja de bombones que tenía en sus manos. -A la próxima invito yo.- Comentó sin preocupación alguna. Algún rato después escuchó la campana de la puerta al abrirse. No hizo falta girarse a ver, pues aquel Maori era como un punto sensorial de GPS para él; sonrió levemente al ver a Oniria levantarse para abrazarla al tiempo que él tomaba otro bombón y lo introducía en su boca. -Llegas tarde, Lockhart.- Susurró con un rostro de seriedad tajado en la brusquedad. Luego suavizó el gesto y rió un poco antes de hacerle un guiño breve. -Que gusto verte de nuevo y visiblemente más cuerda. Yo estoy de maravilla, más ahora que Oniria dijo que pagaría la cuenta.- Bromeó. -¡Claro que te lo advertí!- Frunció el ceño aseverativamente. -Eso estaba incluido en el grupo de las jaquecas y malestares generales.- Suspiró levemente antes de tomar otro bombón... ¡Cómo disminuía de rápido la caja! Decidió cerrarla de momento si quería intentar que le durara toda la reunión. -¿Cómo están ustedes esta tarde, chicas?- Había cierto dejo de trastabilleo en sus palabras y una mínima ansiedad que dejaba ver en la manera en la que masticaba lo bombones. En realidad, era la segunda vez que socializaba con alguien voluntariamente y sin ir a la "violencia" con fines mágicos o exorcistas. Entrelazó sus dedos sobre la caja dorada y desvió la mirada hacia una de las ventanas: Era la primera vez que el Walker intentaba "hacer amigos".
  25. El paso de sus botas iba marcado por un ritmo ligero llevado las manos dentro de su elegante gabardina, la cuál ondeaba apaciblemente ante la menguada brisa de inicio de primavera que surcaba Gran Bretaña. Su cabello blanco iba atado en coleta con un breve cordel color carmín, el cuál se agitó un par de veces al bajar la mirada para revisar las manecillas ansiosas de su reloj de bolsillo; no era muy bueno siendo puntual, pero sabía por lo que conocía de sus lecturas de Oniria que obtendría un par de gruñidos por su falta de compromiso. De Arya no sabía realmente que esperar: Había hecho muy pocas lecturas sobre ella a causa del aquel altercado sobre la condición demoníaca de la pelirroja, así que esta sería su oportunidad estelar para echar mano de sus sentidos. Dando vuelta a la esquina, se topó con las estanterías a media calle. Apuró un poco el paso tras sentir aquel delicioso olor a pastelillos horneados que le trajo a la memoria la cocina de Amanda a la hora del desayuno. Sonrió un poco y de manera involuntaria, trayendo a sus memorias las calles parisinas que tanta nostalgia le despertaban: había vivido allí durante un tiempo antes de su exploración en el coven Caster de Nivelle. Al llegar, tomó una caja dorada de bombones de chocolate de la estantería vitrinada frente a la puerta sin detener su paso, abriendo la puerta y haciendo sonar la campana. Deslizó la vista aguamarina por el salón de la pastelería y torció un poco el gesto: Dio cuenta que el mundo a sus espaldas tras la puerta era totalmente diferente al del interior de la estancia. Parecía una gran boutique de personas que estaban listas con sus mejores ropajes para ser vendida. En realidad, y aunque amaba los formalismos dado lo estricto de su educación, la finura extrema de ciertos ambientes le era bastante incómodo por lo que, de momento, decidió ignorar todo a su alrededor. <<El lugar más alejado del bullicio.>> Pensó. Allí sin duda alguna, halló a la peliblanco revisando la carta. Para su sorpresa, Arya aún no llegaba: eso daría cualquier señal precedente como primera lectura. Rió por lo bajo y dejó la caja de bombones sobre la pulcra mesa de madera. -Buen día, Haughton.- Saludó con una pequeña sonrisa. -Lamento los siete minutos de retraso.- Musitó brevemente, inclinando un poco la cabeza a modo de disculpa antes de tomar asiento.

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