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Allen Joe Walker

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Mensajes publicados por Allen Joe Walker

  1. Por un momento, la fogocidad de la conversación se había visto menguada.

    El Walker sólo se sumía en sus pensamientos de vez en cuando y quizá, en los ojos perdidos de Arya con cada palabra que él y su prima mencionaban acerca de la consagración de Álonar, asunto que tendí a tornarse cada vez más interesante a medida que se exponían las ideas y se construían preceptos de lo que podría llegar a ser un proyecto de esa magnitud tan ambiciosa. De cualquier modo la fibra delicada que solía traspasar aquella conversación no tardaría mucho en romperse, por lo cual la reacción de la pelirroja no le fue de vital sorpresa cuando descubrió que el pequeño hilo de presión causado por el centro de la conferencia acababa de romperse.

    Dio una mirada serena a la Lockhart quien de repente pareció pequeña, vulnerable y cohibida. Sintió y percibió por real vez primera el epicentro de todas sus debilidades.

    -Arya, relájate.- Alcanzó a musitar justo en el momento que Oniria acababa de disculparse.

    ¿Había escuchado bien? Si bien la Haughton no poseía características propias de un arrepentimiento especialmente remordiente, le tomó por sorpresa que no se hubiese tomado la molestia de meditarlo. Levantó una ceja cayendo en cuenta de los parecidos que empezaba a encontrar entre la peliblanco y él: de dura fibra, aunque muchas veces agradables; reaceos -de modo concurrentemente involuntario- con quienes no compaginamos y una gran bola de sentimientos desordenados y peligrosamente desinteresados con quienes realmente deseamos proteger a toda costa. Una vez más dio cuenta del enorme lazo que existía entre aquellas dos brujas y de lo mucho que le reconfortase que se correspondiesen de aquella manera tan leal.

    Tras volver su vista a las dos féminas, se encontró con los ojos tristes de Arya quien, tras asumir los sentires causados por la ruptura de su barrera de sensibilidad, reparaba sus fibras con una tartamudeada disculpa que pareció más tímida y dócil que culpable. El albino sonrió tenuemente, pero abrió los ojos como platos al dar cuenta de su singular gesto ante sus marinos ojos penetrando en los propios, acompañado de las palabras de Oniria ante su eventual sorpresa.

    -¿Estás embarazada?- Inquirió una impresión poco usual en él. ¿Cómo se hubo dado cuenta antes? Esos cambios de animo, sensibilidades, palidéz y decaídas recientes. ¡Maldición! -¡Felicitaciones, colorada! ¡Que gran noticia! Viene en camino un pichón de fuego-

    * * *


    Después de la Graduación.

    -A un lado, Frigg. Pachanga Constante.- Susurró al molesto fantasma que fluctuaba el camino mientras que el marcado sonido de sus pasos se encaminaban a la puerta de los baños averiados.

    -Y pensar que vuelvo a este lugar.- Suspiró levemente.

    En realidad no solía frecuentar mucho ese lugar, aunque la última vez que estuvo ahí fue por un largo periodo de conversación con su pequeña "organización" en la que se enteró de algún par de agradables cosas. Al cerrar la puerta a sus espaldas, cerró los ojos para amoldar estos a la escasez de luz que se habituaba en ese lugar. ¿Cómo era que una persona tan débil y pequeña podría preferir un ambiente como ese para "despejarse"? De inmediato recordó que la primera vez que entró al baño/bar también lo hizo con el ánimo de salir de la rutina y matar su curiosidad ante tal estancia. Torció el gesto y buscó con la mirada y la pelirosa desgreñada de Rose.

    Los flashes no ayudaban en lo más mínimo, por lo que en determinado momento se vio obligado a moverse. Caminó hasta la barra, lugar más inmediato para comenzar la búsqueda: sólo esperaba que no estuviese en la pista de baile. Solía ser un caos.

    -Ahí estás.- Susurró el albino para sí al divisarla en la barra, ¡Y estaba bebiendo! ¿En qué demonios pensaba?

    Pero no pudo regañarle; con paso trastabilleante, la Odefa se encaminó a una de las mesas con Groter. Lo conocía, era el hermano de Rose en la familia Myrddin. Sonrió levemente y suspiró sin saber si acercarse de momento.

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  2. Hola, muchachos.

    Me acabo de topar con esto y en realidad me interesa. Considero que soy bueno en duelos, pero en el único simulacro que estuve la pasé muy mal a causa de mi falta de conocimiento y métodos acerca del mismo (aunque conté con la valiosa ayuda de Rose V.Walker, en realidad me fue bastante mal). Así que me encantaría hacer parte de esta brigada de entrenamiento para mejorar mis habilidades en los enfrentamientos de la OdF.

    ¡Abrazos! ;)

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  3. Asintió con suavidad ante el acotamiento de Rose sin estar totalmente de acuerdo. Desde que Vanessa había retomado el control sobre esta realidad, aquella fachada que había conseguido querer tanto -de una manera diferente de la cuál sentía amar a la pelifucsia- lucía cada vez más frágil, sintiendo que en cualquier momento desaparecería. Aquella vez en la Librería se convirtió en un puente entre la pequeña nívea y él, de tal modo que día tras día se encargaba de cuidarle y atenderle como esperando que a medida que de se ocupara ella más lograría retrasar el proceso de desvestidura, sabiendo de antemano que así no funcionaban las cosas... Debía dejar de ser tan iluso. Debía dejar a un lado esa cicatriz suya, marca que dejó su propio y casi inexistente sentido de la culpa, a sabiendas de que fue él quien en primera instancia causó el estado actual de la Walker.

    -Si te refieres al Baño/Bar, está bien.- Musitó con un dejo de preocupación por la idea. A él no le agradaba mucho el lugar, sólo lo veía como una salida a ciertas situaciones opresivas para él. Ante su siguiente expresión, Allen dejó escapar una inevitable sonrisa melancólica. -Nos vemos pronto.- Susurró finalmente.

    La marcha de la chica fue tan silenciosa como la llegada. Casi ni la vio salir del Gran Salón en medio de la aglomeración de personas que allí se daba en cuanto al flujo de visitantes y celebrantes de la graduación. Dejó salir un suspiro ávido de melancolía: Realmente no esperaba verla ahí y ahora que la hubo tenido a su lado por un rato dejó un vacío en sus brazos tras su marcha; potencialmente indeseada pero necesaria. Sabía de ante mano que aunque la vería en un rato, el momento cumbre se acercaba.

    Se volvió inmediatamente y se encontró de nuevo con los ojos de Aicitel a quien había dejado por un momento para atender a Rose. Recibió aquel beso en la mejilla de manera agradecida y le sonrió de manera cándida. Para su sorpresa, la chica le había traído un presente.

    -Oh, querida. No debiste haberte molestado, muchas gracias.- Susurró tenuemente, agradecido. Tomó la caja y vislumbró la pluma con total sorpresa: el Walker era un escritor frustrado por lo que un regalo como ése era realmente apreciado por él. -¡Es hermosa, gracias!- De inmediato notó el sonrojo de la chica; casi dio por sentado que se debía por el agradecimiento del albino, sin embargo, lo que vino después era claramente más relacionado con aquel reflejo de timidez. Asintió simplemente al acatar la invitación de la chica, por lo que con una sonrisa transparente le expresó con formalidad notando inmediatamente de qué iba el asunto. -Con gusto. Creo que tenemos una conversación pendiente a partir de este momento; conversación en la que tendremos que poner en orden algunas cosas.- Terció.

    La acción inmediatamente siguiente lo dejó desconcertado. Ella sólo se disculpó y huyó del lugar, quizá demasiado apenada por la proposición que acababa de realizarle al albino. Este rió levemente y con una expresión de condescendencia, suspiró con una sonrisa sin darle mucha importancia al asunto. Tomó una copa de champaña que tomó de una mesa cercana y husmeando el aspecto de la comida, la cuál se veía realmente apetitosa por lo que, de reojo, volvió su mirada hacia la directora, que continuaba conversando su amiga Oniria, por un instante...

    ...Estarían en problemas si permanecían ahí, devorándose con la mirada.

  4. Los momentos pasaban fugazmente a su alrededor, uno tras otro. Dio una mirada panorámica más al salón y encontró que los demás recién graduados también tenían visitas de sus propios familiares y amigos: Era reconfortante que, por un momento, los asistentes se olvidasen de las trincheras para departir un rato de entretenimiento y festividad con sus allegados. El Walker había tomado una copa de champaña de una mesa cercana y la bebía con tranquilidad mientras que charlaba con su madre y Aicitel, quienes en ese momento le acompañaban. Oniria y Taurogirl, por otro lado, se hallaban inmersas en un juego de miradas coquetas que no le tomó ningún trabajo identificar: Supuso de inmediato que, de no salir de ahí, ambas féminas terminarían en posiciones poco pudorosas para ellas en medio de tantas personas... O al menos eso pensaba él.

    De pronto, el albino escuchó aquella voz tan inmediata y familiar. Se giró tan de golpe que casi se torció el cuello a causa de la fuerza de su movimiento; miró con sus desaforadas orbes marinas a la pequeña Rose que estaba notoriamente desnaturalizada en cuanto a su físico se refería. En sus ojos apesumbrados notaba su aflicción y su desgaste causado por el esfuerzo que conllevaba el contener a un demonio interno sin ayuda; recordó entonces los recientes días que se había ocupado de su tutoría y parte de su cuidado para hacerle sentir bien, sin embargo, aquella chica era sólo una fachada que debía ser cuidada hasta que el momento de su desvestidura llegase. De cualquier modo, el afecto que sentía el Walker por ella era de una magnitud incontrovertible, pero en cuanto a Vanessa se refería... La historia era completamente diferente.

    -Rose... ¿Qué haces aquí? Deberías estar descansando.- Musitó conciliadoramente, mirando de reojo a Magnus con un dejo de repensión, quien en ese momento le acompañaba. Buscó inmediatamente un asiento para ella en el cuál le dejó reposar antes de ponerse de cuclillas y mirar esas desgastadas orbes rubíes. -Gracias.- Susurró acariciando con suma delicadeza la mejilla de vampiro, acotando a su felicitación.

    -No tuviste que haberte molestado, Rose.- Siseó con una sonrisa ante la mención de un presente. Magnus le entregó entonces la caja y la abrió con sumo interés para husmear su contenido: Era un vino, Bordeaux de 1967. Junto con él había un par de herramientas para destapar, catar y servir el vino con todo lo que aquello requería. Levantó su mirada de nuevo a su rostro y le sonrió de la misma manera. -Creo que no pudo haber un regalo mejor.- Musitó luego de envolverle con suavidad entre sus brazos, acunando la cabeza de la nívea en su pecho.

    Volvió sus ojos a ella nuevamente, tomó su rostro entre sus manos y le acarició con su mirada marina. -Por ahora debes volver a casa y descansar, Rose. En el momento que termine la ceremonia iré a verte, a no ser que te sientas bien y prefieras quedarte, claro.- Le dijo con franqueza, a sabiendas de que el momento de su desvarío estaba cerca. -Todo va a estar bien, lo prometo.- Terció.

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  5. Su atención volvió a centrarse en la reunión al tomar la cerveza que el mozo enviado por el barman le entregó; sonrió y agradeció sutilmente antes de pagar el valor de la bebida. Rió nuevamente ante el comentario de Oniria; en realidad podría tomarse de esa manera burlesca como un tema que podría morir ahí. Tomó un trago de su cerveza la cuál dejó reposar en la mesa por un rato.

    -Lo sé, lo sé.- Dijo con una sonrisa, rascándose un poco la nariz. -De hecho suena a nombre de alguna banda de Heavy Metal Irlandés, no sé. Así funciona para mí.- Susurró en medio del bullicio del bar a sabiendas de que ambas féminas podrían escucharlo. Verlas tan cercanas y

    Dio otro trago a su cerveza y escuchó las palabras de Arya, haciéndole escupir la cerveza hacia su costado para no hacerlo sobre las chicas. Rió con una fuerza desmedida ante la gracia que le había causado el comentario de la pelirroja. -¡Muy... buena... esa.., pelirroja!- Dijo en medio de los jadeos que le producía la falta de aire por el flujo incesante de la risa. Entonces de un momento a otro, la seriedad abordó la conversación gracias a los comentarios de la Haughton acerca de la vana idea del Walker. En realidad le parecieron bastante interesantes; en sí no era una mala idea, podría convertirse pronto en un punto de partida para algo más grande. <<¿Doc? Si mal no recuerdo, aún no soy uno.>> Pensó ante la acotación de la Lockhart por lo que sonrió sutilmente, alagado.

    -A decir verdad, me parece una idea brillante.- Susurró asintiendo, luego de tomar un poco de la cerveza para hidratar su garganta. -Si queremos cuidarnos los unos a los otros sería necesario establecer una "hermandad" para lograr sistemas de comunicación discretos que nos permitiese estar en contacto en momentos de crisis.- Musitó bajando especialmente la voz, teniendo cuidado de no ser escuchado por alguna persona ajena al trío. -Personalmente además del nombre...- Susurró con una sonrisa. -...puedo aportar un alfabeto secreto que perteneció a los exorcistas y antiguos brujos que lograron esconderse en la época de la persecución; eso, para prevención del Rúnico que es fácilmente identificable.-

    Después de revolotear por unos segundos en los bolsillos de su gabardina, extrajo una pequeña cartilla en media hoja de pergamino. La tendió discretamente hacia ellas y terminó su cerveza con un par de tragos más.

    -Hagámoslo.- Susurró con una sonrisa de complicidad maliciosa guiñándole un ojo a ambas féminas, buscando animarlas.

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  6. Volvió a su asiento luego de despedir amablemente a Anna, quien amablemente se había acercado a él, y antes de que la directora se pronunciase nuevamente. Taurogirl había tomado la palabra esta vez para dar el último anunció de la ceremonia antes del banquete, por lo cuál entregó parte de su atención. Al escuchar la mención a los nuevos prefectos de sus respectivas casas, recordó su efímero paso por los Dragones de Lancashire, casa en la cuál compartió varios momentos amables junto con la actual directora quién por esos tiempos era jefa de la misma. Sonrió tenuemente y aplaudió junto con los presentes a los estudiantes que a partir de ese momento tendrían el honor de ser constructores de estudiantes ejemplares en cuanto a la convivencia se refería.


    El Walker se puso de pie junto con sus compañeros graduandos y se giró suavemente con las manos en los bolsillos para buscar un lugar en el cuál tomar asiento para la cena. Cuando su mirada se fijó en las puertas del Gran Salón divisó aquella mirada que desde hacía tiempo había tenido ansío de ver: Su madre Artemis. Sonrió ampliamente y estuvo dispuesto a casi correr hacia ella, pero en ese preciso instante escuchó aquella voz tan gélida pero encantadora para él: una voz cercana y familiar. Se giró y se halló con la mirada amatista de Oniria, a quién dio un ligero abrazo de agradecimiento.


    -Muchas gracias, Haughton... ¡Oh! No tenías que haberte molestado.- Susurró tenuemente, en realidad preciaba muchísimo los presentes de las personas. -Sin embargo, viniendo de ti no debe ser para nada una tontería.- Rió levemente y tomó el cofre entre sus manos.


    Las ornamentaciones eran preciosas. Era vitalmente bueno para algunas de ellas pero en cuanto a la madera se refería jamás fue potencialmente experto, por lo cuál admiraba se sobremanera cualquier arte que tuviese que ver con aquel material: Aquél cofre era un ejemplar maravilloso. Acarició su superficie una y otra vez antes de abrirlo con lentitud y aparente misterio. En él avistó un rollo de pergamino notoriamente manuscrito por el reciente olor a tinta que despedía; a su lado, un singular colgante de piedra Obsidiana el cuál tomó inmediatamente en su mano, dejándola impregnada de su esencia que se hizo presente en una pequeña flama plateada iridiscente al interior de la joya. Levantó su mirada de nuevo a los orbes de su amiga y sonrió como hacía mucho tiempo no lo había hecho.


    -Gracias, Oniria. En realidad gracias.- Musitó al tiempo que se ajustaba el colgante al cuello. -El manuscrito lo leeré con calma luego, si eres tan buena como imagino y como Arya me ha contado, creo que me tomaré mi tiempo en disfrutarlo.- Dijo antes de darle a la chica un pequeño beso en la frente dispuesto a dar la vuelta para saludar a su madre, pero...


    ...Taurogirl se le había adelantado. Recordó entonces que además de ser viejas compañeras de andanzas, su madre y la lider Mortífago eran familia, al igual que él. Se acercó a ellas y encontró que la Crouch le tomó la palabra de una manera que jamás se esperó: Tan formal y febríl. Asintió con suavidad al recibir sus felicitaciones, estrechando su mano con elegancia y determinación, sonriéndole complacidamente. -Muchísimas gracias, señora directora.- Susurró formalmente con aquella misma expresión, encontrando que esta había desviado su atención de él.


    Finalmente y después de tanta intervención intermedia, se abrazó a Artemis, cerrando los ojos y escondiendo su rostro en el cuello de la mujer. Suspiró ondamente y sonrió inevitablemente. De todas las personas que podría haber en el mundo, aquella mujer era especialmente su debilidad y a la vez su fortaleza, a pesar de que su relación no fuese la más estrecha. Allen había sentido siempre un auténtico un apoyo como ningún otro a sabiendas de la simple existencia de esa persona... De aquella ejemplar fémina Macnair.


    -No sabes cuanto me alegra tenerte aquí, mamá.- Musitó casi que inaudiblemente, de modo que sólo ella le escuchase. Se separó un poco para mirarle a los ojos y sonreírle. -Luces terriblemente hermosa, como toda una Macnair.- Rió tenuemente ante el comentario cuando...


    ...Un par de manos le imposibilitaron la visión. Vaya que era un día de sorpresas aquél.


    Escuchó aquella voz almacenada para siempre en su memoria. Sintió aquellas manos cálidas y sudorosas que parecían bastante nerviosas de un momento a otro y sonrió al escuchar las dudosas palabras dedicadas a él a modo de acertijo. -¿Que quién es?- Dijo tomando con delicadeza las manos de la chica para bajarlas suavemente. -Pues, esa voz no puede ser de otra que la mejor artista de esta generación.- Susurró antes de girarse y mirar a Aicitel a los ojos y saludarle con una pequeña inclinación de la cabeza. -Que bueno verte por aquí, cariño. Es un honor para mí verte lucir tan sutilmente hermosa.- Musitó brevemente antes de volverse a Artemis nuevamente.


    -Mamá, ella es Aicitel; dueña de la fimería American Sweets. Y esa que me saludó antes y conversa con Taurogirl es Oniria, una gran amiga.-


    No podía evitar sonreír cada tanto. Había tantas personas con él en ese momento que no fue capaz de recordar hacía cuanto tiempo no se sentía tan agradecido y rodeado de personas valiosas para él.

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  7. ...

    ...Oniria apareció frente a él con las fauces desaforadas.

    -Que bonitos colmillos, ¿son de verdad?- Musitó con el ceño fruncido antes de revolotearle un poco las platinadas hebras de su cabello. La sonrisa de la chica se le contagió inmediatamente ante lo cándida de su expresión. Era absolutamente curioso como los genes eran tan capaces de reflejar una línea tan estrecha del parentesco, incluso habiendo muchísimos siglos de diferencia y ramificaciones de ascendencia. -Muy gracioso, Haughton.- Terció con aquella sonrisa emparentada.

    -¿A, sí? Bueno, en ese caso no creo que sea necesario atarme.- Bromeó riendo con suavidad, feliz de verla de nuevo. De vez en cuando entendía a Arya en cuanto a su relación con la peliblanco: Esta sin duda tenía una chispa de encanto que era capaz de exhudar en todo momento. -¿Yo? Podría estar mej...- Pero no pudo finalizar la frase debido a que su interlocutora se apoderó de su extremidad para llevarlo a la mesa en la que la pareja se hallaba consagrada. Sonrió un poco al tomar asiento y dedicó una mirada llena de cariño a ambas féminas. Realmente se sentía a gusto estando con ellas aunque en primera instancia jamás se habría imaginado toparse con ellas en el recinto.

    -¿Dorado? Que anticuado. Yo nos llamaría "Álonar".- Soltó de golpe con una risa cándida en medio de un pobre intento por fusionar el nombre de las tres personalidades presentes para que sonase un poco más a la vanguardia; eso, a sabiendas que de no desviar el foco de intención que llevaba el menudo titulillo podría traer consigo alguna discusión innecesaria. Apartó un mechón de cabello de su rostro y lo puso detrás de la oreja antes de, con un gesto sutil, pedir una cerveza al barman para que se la hiciese llegar con algún mesero. -Pero como sea, es bueno saber de ustedes. ¿Cómo han estado?- Preguntó con particular naturalidad.

    Desvió la mirada a la pista de baile y husmeó un poco en las personas que frecuentaban el lugar: Estaba especialmente lleno.

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  8. Buenas noches, moderadores. Quisiera editar los siguientes datos de mi ficha.

     

    Dice así:

    Aspecto Físico:

    ~Tez pálida, casi traslúcida. Cabello blanco-platinado de una longitud mediana, ojos azules marinos, rasgos finos y bastante definidos. 1,78 cm de estatura. Como vestimenta habitual opta por las gabardinas, largas o cortas según la estación, prendas que enmarcan la desaparecida orden de exorcistas a la que perteneció su familia.

     

    Dirá esto:

    Aspecto Físico:

    ~Tez pálida, casi traslúcida. Cabello castaño chocolate con breves visos blancos/plateados de una longitud mediana, ojos azules marinos, pómulos delicados, naríz enganchada, labios tersos y sonrísa encantadora; de rasgos finos y bastante definidos. 1,79 cm de estatura. Como vestimenta habitual opta por las gabardinas, largas o cortas según la estación, prendas que portan un escudo enmarcan la desaparecida orden de exorcistas a la que perteneció su familia.

    Dice así:

    Otros Datos:

    ~El único aspecto que envejece o cambia de su cuerpo es su cabello: Crece como cualquier otro y es completamente blanco.

    ~Su poderes de demonio son manejados a su voluntad, puede despertar cuando desee a un nivel de pocentaje controlado o completo.

    ~Es inmortal longevo: Sólo podría privarsele de la vida mediante el asesinato.

     

    Dirá esto:

    Otros Datos:

    ~Es inmortal longevo: Sólo podría privarsele de la vida mediante el asesinato.

    ~Sus brazos estan tatuados con Maori, sellos que contienen en su cuerpo los demonios que lo mantienen inmortal gracias a la maldición.

    ~Sus ojos cambian concurrentemente a un color amarillo brillante, lo cuál es un signo de que su Maori está activo.

    ~Tiene la habilidad del Ryu: Comunicación telequinénitica por un tiempo limitado y bajo el tributo de una enorme energía física.

    ~Sus poderes de demonio son manejados a su voluntad, puede despertar cuando desee a un nivel de pocentaje controlado o completo.

    ~Habla en susurros suaves. Considera que los decibeles elevados son una manera irrespetuosa e innecesaria de comunicarse.

    ~El único aspecto que envejece o cambia de su cuerpo es su cabello: Crece como cualquier otro.

    ~El nombre de su varita es Solem.

    ~Por mucho, Dorian, su elfo doméstico, es el mejor amigo que siempre ha tenido.

    ~Es experto en artes marciales y defensa personal.

    ~Su lealtad hacia la Orden del Fénix es inquebrantable.

    ¡Muchísimas gracias! :D

     

    PD: En mi ficha aparece que estoy registrado como Raza: Demonio, sin embargo, en mi perfil aparece Raza: Duende. ¿Alguien me puede explicar por qué y si se puede corregir de algún modo? Es que en otros perfiles he visto que sí aparece Demonio. :sad: Gracias. :)

  9. -Hoy es el gran día, Dorian.- Susurró el Walker a su pequeño amigo cuando apenas despertaba, mientras que él salía de la ducha.
    -¿De qué habla, señor?- Dijo el elfo con una somnolencia que rayaba en la moribundéz propia de la mañana primaveral.
    -En un rato es mi ceremonia de Graduación de la academia, pequeño.- Dijo el albino con una leve sonrisa. -Búscame algo elegante, por favor.-
    -De inmediato, mi señor.- La pereza de la criatura pareció desvanecerse al instante, puesto que se levantó de su pequeña cama de un salto hiperactivo.

    Había estado esperando este día hacía ya mucho tiempo, desde que finalizaron sus clases en la academia. El honor que sintió al ganar la beca por la excelencia académica en el plantel educativo sería arduamente comparado con la ansiedad que se servía dentro del albino en ese momento; se miró al espejo luego de vestirse con las prendas imprescindibles antes de que Dorian regresase con su gabardina de gala negra. Allen sonrió a la criatura y asintió en gesto de aprobación. Miró la prenda sobre la cama al lado de aquel pantalón negro de bota recta que hacía perfecto juego con sus elegantes botas.

    -Excelente elección, Dorian; puedes retirarte. Después de tu desayuno avísale a mi madre que saldré y que la estaré esperando.- Musitó dando una pequeña palmada a la cabeza del elfo quien, tras una reverencia más cortés que formal, se retiró.

     

    * * *


    Las brazas plateadas que se oxidaron en el aire comenzaron a crepitar con fuerza a medida que acrecentaban hasta formar una gran llamarada que, una vez hubo tomado forma, se disipó velozmente hasta dejar ver la figura erguida del Walker Macnair frente a la enorme doble puerta del Gran Salón de la academia. Sonrió brevemente y atravesó el umbral hacia aquella enorme estancia en la cuál ya habían varios alumnos consagrados en compañía del profesorado y la directora. Tomó asiento junto a sus compañeros graduandos conforme los espectadores llegaban. Estudió a su alrededor la meticulosa y ostentosa decoración del recinto que se hincaba con brillo de materiales costosos por doquier, haciéndole recordar por momentos alguna sala de Royal francés.

    Más pronto de lo que esperaba, Taurogirl se puso de pie y dio comienzo formal a la ceremonia. Escuchándole atentamente, recordó lo mucho que solía conversar con ella en el pasado y hace cuanto no lo hacía; muy en el fondo se sintió orgulloso de ella por su posición en la sociedad como directora de un departamento del Ministerio, directora de la Academia de Magia y Hechicería y nada más y nada menos que una de las cabezas del bando Mortífago... Cómo había crecido. A su lado distinguió a su homónimo de nombre a quién saludo con una breve sonrisa y una pequeña inclinación de la cabeza; habían coincidido una que otra vez en los pasillos de la academia y ahora le parecía increíble que graduarían juntos.

    Sorpresivamente, fue el primero en ser llamado por la directora. Al escuchar los aplausos a sus espaldas, se puso de pie con la mayor naturalidad que le fue posible. Caminó hasta la directora con tranquilidad y tomó el diploma en sus manos, cuya cinta se tornó de un color rojo escarlata que casi pareció encenderse en fuego por su incesante vivacidad.

    -Muchísimas gracias, Tau. Nos debemos una conversación.- Susurró tras ser felicitado a la directora, a quién dio un fugaz beso en la mejilla. Se giró a los presentes e hizo una breve reverencia de agradecimiento antes de volver a su asiento.

    Luego de que todos pasaron por sus diplomas, estuvo dispuesto a levantarse a comer algo justo cuando la directora acotó que no debían alejarse mucho puesto que aún había información por transmitir luego. Decidió de todos modos ponerse de pié y al girarse, vio que Anna, quien le había dado la bienvenida de nuevo a la villa de los magos tras su expedición por el mundo, se acercó a ellos. Despues de que felicitara a Sira, quien al parecer era pariente suyo, se acercó a él. El Walker le dio un ligero abrazo y asintió con suavidad.

    -Muchísimas gracias, Anna. En realidad esperaba con ansias este día.- Acotó con una sonrisa. -La satisfacción es tremenda.- Dijo riendo levemente.

    Dio una mirada panorámica al lugar esperando ver milagrosamente a alguien conocido: No había muchas personas que conociera pero realmente esperaba que aquellos pocos cercanos a él pudiesen asistir a esa ocasión tan importante.

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  10. Su debatir interno se regía vitalmente por sus impulsos de saciar su amplio tiempo libre. Hacía días ya que esperaba con ansias su graduación y el hecho de que aún no hubiese recibido notificación sobre el asunto realmente hacía descender sus ánimos de vez en cuando; no quería embarcarse en el barco laboral del ministerio antes de su nombramiento oficial como mago graduado aunque, de por sí, su objetivo directo era San Mungo. Supo por boca de algunos en la Orden que Arya trabajaba allí; quizá ella podría ayudarlo a ingresar... Hmmm...

    ...De cualquier modo, llevaba varios días sin saber de ella.

    Desde el suceso en los baños en su mente había tenido lugar una laguna de absurdas inseguridades. Aquella melancólica conversación, esos sentimientos encontrados, el fugaz beso y la angustia inminente de su desfallecimiento a causa de la energía habían calado en él de una manera inimaginable. Adjunto a eso, la conversación pendiente que tenía con Oniria, a quien tampoco veía desde su graduación, lo ponía un poco de los nervios; descubrir que probablemente la Haughton tuviese procedencia de su línea sanguínea inicial fue un asunto que casi lo sacó de quicio en la inmediatez de su impresión. Los documentos encontrados en aquel cofre olvidado en medio de sus pertenencias habían dado el vuelco más grande que su sentido del discernimiento hubiese tenido jamás: ¿Un familiar con vida? Aunque fuese sólo uno era suficiente.

    -Necesito distraerme.- Musitó para sí mismo luego de levantarse del escritorio de su habitación en la mansión Macnair. -Y conozco el lugar perfecto para eso.- Terció con una mueca.

    * * *

    Las llamas que dieron lugar en el pasillo delante de Frigg, nombre que le había dado al fantasma de manera arbitraria, se disiparon lentamente dejándole ver en medio de ellas. Lucía un poco extraño; no en su vestimenta de siempre, pero sí en su aspecto físico: Su cabello tenía leves avistamientos de mechones castaños que marcaban un notorio contraste entre los colores tan extremos. Y qué decir de su barba: no era tupida, era apenas una sombra que se notaba visiblemente blanca pero que, aún así, parecía fuera de su lugar.

    -Pachanga constante.- Musitó sin recargo alguno, como si fuese una frase singular e innecesaria.

    Atravesó la puerta en completo silencio, como siempre, buscando pasar desapercibido aunque no fuese directamente su cometido. Prefería no ser tomado en cuenta en momentos de una absoluta búsqueda del despeje. Sin embargo, tan sólo había avanzando unos pasos hacia la barra cuando notó a las dos féminas que abarcaban sus pensamientos matutinos justo a su derecha. Abrió los ojos como platos y se frenó en seco antes de tragar sonoramente una impresión malgastada.

    <<No sé si es un gran momento o uno muy inoportuno para saludarlas.>> Pensó, pasando una a una las palabras por su cabeza.

    Al recordar la última vez que intromisionó en una conversación entre aquellas dos chicas supo que debía ser prudente: Esa vez los ánimos no estaban de la mejor manera y se había sentido terriblemente culpable al intervenir en una charla tan personal como lo podría haber sido aquella. De ese modo estaba dispuesto a dejar a las dos brujas conversar habiendo dado ya un paso atrás cuando...

    ...

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  11. La huida de Arya no fue algo que lo tomase eventualmente por sorpresa. El peliblanco sabía que cuando las personas sientan bases sobre universos desconocidos tienden a evadirlos; sin embargo, en este caso se hallaba el plus de que sus amigos estaban presentes. Desentornó la mirada y dio un largo suspiro, dejando las cosas pasar. Las palabras de la pelirroja y el efímero ruego de la Haughton llegaron a su mente como un veloz rayo cegador muchísimo antes de lo que esperaba. La sensación de cuándo alguien te saca una fotografía descuidadamente, contra tu voluntad. Oniria no comprendía a los demonios ni simpatizaba con ellos: Su mejor amiga era uno y eso era algo que, quizá, jamás terminaría por encajar en su cabeza. Allen, quien también era uno, sentía muchísimo aprecio por ambas féminas pero en esos momentos no era el adecuado para interferir en los ánimos de su relación en cuanto al difícil momento por el que estaban pasando.

    La chica de ojos amatista entonces lo aludió, luego de terminar su carrera por evitar que la pelirroja marchase de la estancia, sin éxito. El Walker regresó su mirada de la nada hacia las orbes de la mortífago y escuchó su petición. Asintió sin chistar. Pensó muy seriamente que antes de ser él el indicado para mejorar los ánimos de la Lockhart, debería ser su mejor amiga quién pudiese hacerlo mejor; pero Oniria tenía razón y debía moverse ahora antes de que un posible descontrol de Arya se hiciese presente y se dejase caer en la oscuridad. No... No lo permitiría.

    -No lo digas como si fuese la última opción, querida.- Susurró levantándose de la silla silenciosamente. Su tono era completamente diferente al animado de hacía algún rato; ahora sonaba un poco inherente y plano. -Creo que deberíamos ayudarla de vez en cuando. Los bandos no tienen porqué definir una relación, por muy fantástico que suene... Independientemente de los grupos que conformen, ustedes conforman el mejor grupo que he visto aunque sean sólo dos.- Musitó con una sonrisa.

    Giró y se encaminó apaciblemente a la salida, metiendo las manos dentro de los bolsillos de su gabardina. Con una inclinación de la cabeza dio las gracias al dependiente tras la vitrina y tomó el pomo de la puerta antes de mirar atrás.

    <<Nos vemos pronto, soñadora.>> Sonó en la cabeza de la peliblanco antes de que el emisor le dedicara una sonrisa conciliadora, justo como la última vez. Salió del recinto haciendo sonar la puerta de la campana.

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  12. Rió con suavidad antes de morderse el labio inferior al escuchar la pregunta de la pelirroja. Pensó cuan curioso era el hecho de enfrentarse a las personas en situaciones cotidianas y notar cuan misterioso podría llegar a ser aunque no era directamente su intención: A decir verdad, no había socializado mayormente en la academia con muchas personas y aún ni siquiera con los miembros de la Orden de Fénix a la cual ahora pertenecía. Quizá debía poner más de su parte, aunque su la última interacción en la Madriguera no había dejado una buena imagen de él a atacar directamente a una Demon Hunter. Sí... Él y sus concurrentes comportamientos primíparos nada premeditados.

    -Desde que mis estudios del comportamiento humano me llevaron a indagar, incluso, en la composición normalizada de sus parámetros anatómicos. Eso, ayudado de sus expresiones físicas y su lenguaje corporal me ayuda a estudiarlos mejor... Pero ya ése es otro asunto.- Siseó con aquella misma sonrisa soncarrona y divertida. No bromeaba; el milenio y medio de su vida se había dedicado a cosas tan puntuales como esa, incluso a un par de estupideces más de las que se ocupó sólo por saciar su curiosidad.

    -Está bien, está bien. No hay problema. Sólo quiero que te sientas mejor.- Apretó un poco las manos de Arya y asintió al ver sus mejillas sonrojadas.

    Sonrió tenuemente al ver sus gestos y acarició con delicadeza su mejilla; lo que sucedió momentos atrás había sido un mero impulso que no volvería a permitir, por muy hermosa y talentosa que fuese la pelirroja o por más ansío que tuviese de volver a intentar un mínimo contacto personar con ella. Los filtros de la Lockhart marcaban un notorio abismo entre su vida y la posibilidad de abrazar el amor, se le notaba a leguas al ser una persona con tantas cicatrices en sus sentimientos y, si había algo que Allen hacía muy bien era respetar el espacio y decisión de los demás. Sin embargo, era complicado intentar avistar que pasaba por la cabeza de la fémina... -Jamás sabía que mis labios tuviesen la propiedad de hacer desmayar a una persona.- Pensó en un siseo para imprimir un poco de gracia al asunto, creyendo que las palabras sólo habían quedado en su cabeza.

    Cuando la pelirroja acotó que quería salir del lugar estuvo de acuerdo. Después de todos los sentimientos encontrados en la graduación de Oniria era suficiente por el momento y era hora de volver a casa a descansar; de cierto modo extrañaba su estancia en la academia aunque no podía negar que en la mansión de su madre adoptiva no se la pasaba tan mal. Al dar cuenta de la petición hacia la recién llegada de acompañarla, pensó que sería mejor que una persona más conocida se hiciese cargo de ella.

    -A mí no me causas ningún problema, Arya.- Susurró con un gesto conciliador. -Es mejor que vayamos a descansar; después de todo ha sido una larga noche.- Terció antes de acercarse a ella y darle un pequeño beso en la frente. Se giró hacia Adryanie e inclinó un poco la cabeza con un modesto gesto de saludo. -Se la encargo, por favor.-

    -Buenas noches.- Musitó con una sutil sonrisa y dio un par de pasos hacia atrás, mirando fijamente los ocelos marinos de la sacerdotisa. Una llamarada de fuego blanco plateado lo envolvió que, al esfumarse, lo desapareció de la escena rumbo hacia el calor de su hogar en Ottery.

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  13. Tan frágil como una hoja de pergamino se mostraba la Lockhart, Allen le ayudó a ponerse de pié. Le rodeó con sus brazos y posó una mano sobre sus cobrizos cabellos para acariciarlos con suavidad mientras esta tomaba apoyo en su hombro. Tras escuchar sus palabras, no pudo evitar soltar una pequeña risilla; estaba preocupado y nervioso. Las dominantes demoníacas espontáneas eran un asunto alarmante, eran como un sello alterno que drenaban la energía hasta sumir al contenedor en un desgaste mental que les permitían salir a flote aunque fuese por unas cuantas horas a hacer estragos... Quizá necesitaría reforzar su Maori en un futuro.

    -Entonces debes sentirte fatal.- Siseó brevemente antes de darle un pequeño y fugaz beso sobre la sien, buscando reconfortarle aunque fuese con ese gesto. No se permitiría nada más luego de lo que acababa de suceder.

    Se apartó un mechón de cabello que le nacía cosquillas en la nariz. Dio una mirada panorámica al sitio y tras chocar con sus ojos, el barman quién seguía observándolos, apenado desvió su objetivo de la escena y se fue a buscar alguna otra bebida que servir. Cuando volvió sus ojos al frente, se encontró con una voz conocida y almacenada en su memoria temprana, por lo que hacía por lo menos un mes que la había escuchado; se encontró con el rostro de la fémina y advirtió su preocupación por la pelirroja que lentamente regresaba a la consciencia: La conocía, la había visto antes en la Madriguera. Levantó la palma de su mano derecha con suavidad, implorando un poco de calma.

    -Buenas noches, señorita.- Susurró levemente y afilando los ojos, haciendo llegar sus palabra a Adryanie. -Arya sólo tuvo un desmayo, quizá asociado con agotamiento. No está pálida ni hiperventilando, tampoco tiene las pupilas mayormente dilatadas. Creo que no hay de qué preocuparse, sólo necesita descansar para sentirse mejor.- Terció con una expresión y gesticulación seria que pretendía ser precisa. -Mi nombre es Allen Walker, por cierto. Es un placer.- Dijo para no pasar por descortés.

    Ayudó a Arya a sentarse en una de las sillas adyacentes a la barra para que reclinara en la misma antes de recuperar un poco el sentido del equilibrio; al parecer, no habían contado con la suertes de no llamar la atención en el lugar: dos personas que dieron cuenta de aquello ya era demasiado. Miró a la sacerdotisa con sus ojos marinos y le tomó de las manos con delicadeza.

    -¿Estás segura de estar bien? Podríamos llevarte a San Mungo. La señorita aquí presente parece conocerte por lo que podríamos llevarte a tu casa en caso de que necesites descansar.-

    Estaba a la expectativa... Lo que menos deseaba era que el asunto pasara a mayores.

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  14. ...Su sonrisa se desvaneció y sus ojos se abrieron como platos.

    En aquellos segundos eternos que transcurrieron mediante las palabras de Arya, Allen no pudo más que bajar de la silla, sujetar una de las muñecas de la pelirroja y deslizar un brazo hábilmente por detrás de sus hombros para no dejarle caer tras su desvanecimiento. Tragó en seco; es común que una elisión espontánea agote lo suficiente como para hacer perder el conocimiento a un inexperto del Maori, pero jamás sucedía tan pronto... Algo podría estar mal o Arya simplemente era aún demasiado novicia en ello. Miró a su alrededor: al parecer nadie parecía haberse dado cuenta de lo que acababa de suceder, por lo que el hecho no casó ningún alboroto aparente en el lugar.

    Dio un ligero respingo de preocupación y, por primera vez, observó el rostro de Arya tan detalladamente. Tan apacible, tan delicado y tan cándido. Por un momento pensó lo poco perceptivo que había sido de la Lockhart hasta ese momento. Lentamente su angustia fue menguando al distinguir la paz en sus gestos. Acarició un poco su mejilla antes de tomar a Solem, su fiel varita de roble, para apuntar a la chica.

    -Ennervate.- Musitó tan suavemente que pareció un arrullo. Guardó su varita y acomodó un mechón de fuego de Arya quien empezaba a abrir lentamente los ojos, apartándolo de su rostro.

    -No te muevas mucho.- Susurró con una mirada completamente conciliadora y casi enternecida. -Te desmayaste. Creo que se te agotó la batería.- Terció antes de que pudiese mencionar palabra, sonriendo levemente. -Si te incorporas de golpe podrías marearte; hazlo lentamente. ¿Cómo te sientes?-

    Suspiró de alivio y miró tras él tras sentir unos ojos fijos en su nuca: Ése barman sí que era un chismoso.

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  15. Apretó sus ojos tras los párpados abarrotados de lágrimas. Esta vez había sido demasiado emocional y ése en particular era un punto clave que debía estar siempre por fuera de la vida de un exorcista; lo complicado de sus labores en cuanto a ese simple rasgo de su personalidad podría extralimitarlo a la hora de ayudar a alguien, asumiendo por un lazo una responsabilidad más grande que la debida. Lo que el sabía e intentaba negarse a cada minuto era que por la pelirroja él haría lo que fuese... Lo que estuviese o no a su alcance para que esta estuviese en paz, bien y dentro de lo posible, feliz. Se lo había propuesto desde el momento que se chocó con esos marinos ojos descontrolados hacía un par de meses en aquél mismo lugar.

    Había escuchado lo que Arya le había dicho y creyó que ya era suficiente; era quizá la tercera vez que escuchaba esa frase por parte de ella y sintió que su piel se erizó. En su rostro de encuadró una breve sonrisa antes de abrir sus ojos y dirigirlos a los de la fémina con un encanto inminente.

    -¿Sabes cuál es la mejor forma de pagarme? Dedícame tu mejor sonrisa cada día. Creo que eso es todo lo que necesito.- Musitó sintiendo como sus mejillas ardían brevemente en contra de su voluntad, pero ya no le importaba. -Todo va a estar bien entonces.-

    Por un momento sintió enclaustrarse en su propia burbuja invisible allí sentado. Miró a la Lockhart a los ojos como si estuviese muy lejos y fuera de su alcance; asintió brevemente ante lo delicado del tema de Oniria y decidió parar ahí, al fin y al cabo era todo lo que pretendía decirle. El Walker, después de ser el último en el linaje de su familia, pocos seres importantes había tenido en su vida: Vanessa, quien ya no existía. Sólo quedaba de ella una fachada de inhumanidad que destilaba una esencia desconocida para él; y Dorian, su elfo domestico. Por mucho, su único y más grande amigo en el pequeño perímetro de su mundo. Jamás había logrado defender lo que amaba aunque las mismas lo ignoraban... Todo en algún momento había terminado yéndose lejos de su lado, por lo que había aprendido a restringirse emocional en la medida que fuese necesario.

    De repente y venidas de quién sabe donde, las manos de la pelirroja arrebataron todo signo de abandono de su parte. La barrera enclaustra que se había levantado delante de él fue derribada con la más sutil de las caricias en su rostro; se encontró con el mar de sus ojos y escuchó sus palabras como una brisa que se lleva la lluvia al bosque, donde es más necesaria. Encontró su sonrisa justo como la necesitaba, como se lo había pedido momentos atrás; aquella fila de conciliación y paz que se dibujó en el rostro de la Lockhart fue la cuerda que lo haló de regreso... Había algo por lo que luchó hasta ese instante y gracias a esas palabras, anonadado, tomó sus manos con suavidad y se inclinó hacia ella uniendo sus labios de manera profunda, pero ligeramente fugaz.

    Al separarse de ella le dedicó una frívola mirada, ligera, y una sonrisa de inevitable desvarío.

    -...No digas cosas de las cuales puedas arrepentirte, colorada.- Susurró escrutando en sus ojos aguamarina.

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  16. Dio un largo suspiro que suavizaron sus nervios de momento. Era evidente que en él había huellas que habían sido difíciles de borrar a lo largo de sus siglos y que en ese momento habían desenraizado las arenas bajo sus pies para sacudir su realidad. Cuando cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo a su alrededor, el bullicio de las personas convergidas con el rostro angustiado de Arya lo regresaron a lo que se enfrentaba en ese momento; las palabras de la pelirroja aturdieron sus ya de por sí atrofiados sentidos haciendo que un par de lágrimas deslizaran por sus mejillas. Las manos de la ojiazul estaban aferradas a él con una euforia desesperada hasta que un chasquido a su costado le alarmó.

    Ahogó un grito en breve y miró a Arya a los ojos. Los Maori de sus brazos menguaban rápidamente su actividad mientras que los de la chica comenzaban a abrirse paso bajo su vestido negro. Miró a su alrededor: ¡Estaba abarrotado de personas! El Walker tenía experiencia de siglos en ello por lo cuál no le era realmente relevante, pero ella era otro asunto... Los ojos de la sacerdotisa habían dejado de reflejar esa pureza tan firme y tan suya que le causó una terrible impresión.

    -Arya... Arya, mírame. ¡Mírame!- Exclamó sosteniendo su rostro con fuerza entre sus manos, mirándole a los ojos. -Sabes quién eres y sabes que me tienes a tu lado. No vas a descontrolarte... ¡Sabes quién eres!- Decía como deslizando las palabras entre sus labios un tanto agitado, con la respiración arrítmica. Unió su frente a la de ella y tomó sus muñecas con una firme suavidad. -Vas a estar bien... Estás bien. ¡Mantente viva, maldita sea! ¡No me dejarás sólo ahora que he encontrado a alguien que pueda menguar mis penumbras! ¡No permitiré que te abandones! ¡¿Entendido?!-

    Estaba dicho. No era el momento que habría escogido ni las palabras que habría utilizado, pero debió recurrir a ello como un método de escape que le permitiese mantener a raya los bloques de ira que se desmoronarían sobre ella. Tensó su espalda y dejó salir un largo respingo. Tomó entonces la cerveza sobre barra y se la echó encima ignorando su anonadada e indignada expresión, haciendo que se enfriase. Los contenedores decontrolados necesitaban golpear algo, distraerse con algo para calmar sus instintos y una ducha fría: estaba hecho.

    Retrocedió un par de pasos y se pasó una mano por el cabello, buscando calmarse; apretó sus puños, mordió uno de ellos y se giró a la Lockhart para fijar sus ojos marinos en ella con un poco más de calma.

    -Oniria ha elegido su camino...- Comenzó, debía decírselo. -...Y tú has elegido el tuyo, bifurcados y dispares, pero no alejados. En este mundo hay cabida para todo y todos, incluso espacios en donde personas tan homogéneas y dispares puedan convivir sin irrumpir en el desviamiento de sus objetivos.- Suspiró pesadamente y tomó asiento sin despegar sus ojos de la chica. -No la has perdido, tampoco la se han abandonado... Sólo deberán tener un poco más de cuidado con los pasos que den.- Su susurros eran fluidos, rítmicos, casi como un monólogo preparado; sin embargo, los segundos que se tomaba para elegir las palabras adecuadas daban el notorio aire espontáneo. -En cuanto a cumplir con sus respectivos deberes, pueden enfrentarse entre ustedes o evitarse con el menor daño posible... ¡No lo sé! Al fin y al cabo yo que sé sobre tener a alguien importante en la vida.- Finalizó.

    Entrelazó sus dedos, apoyado sus brazos sobre la barra y cerró los ojos... Era complicado seguir respirando justo en ese momento.

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  17. Le preocupaba, de manera inclemente. Algo le decía en su cabeza que algo podría salir mal en ese lugar sobre ese tema; en absoluto referente a Arya o albino, no... Tenía que ver, más bien, con cuanto eran capaces de soportar aquella noche que se acercaba a su punto intermedio con un par de cervezas, lágrimas, miradas fortuitas, sentimientos a flor de piel, dos Maori emocionalmente inestables y una retrospectiva melancólica que azotaba cada tanto sus suspiros. Ella le imploraba sentir, pero Allen ignoraba por completo a qué se refería: la pelirroja había sido hasta el momento una de las personas más complicadas de leer, no por su comportamiento, pero sí por los filtros que poseía. Atravesar sus barreras de personalidad y confianza era realmente intrigante, a pasos cortos y de metódica lenta: Los muros de la sacerdotisa si que eran altos.

    -No me supliques, Arya.- Musitó mirando cómo se sumía en la penuria de sus manos. -Porque no soy deidad para concederte lo que deseas, mucho menos saberlo...-

    Suspiró hondamente al avistar como las lágrimas de la chica brotaban de sus ojos como maná del corazón; la congoja que le producía ver a una persona llorar era realmente difícil de soportar para él: Desde que su época de crueldad descontrolada se detuvo hace tanto tiempo, su conexión con los seres vivos, humanos y su estudio constante del comportamiento le había hecho asimilar los sentimientos ajenos como un reflector instantáneo. Era realmente escalofriante. Su siguiente comentario le hizo sacar una sonrisa. Esa pelirroja, aunque decaída, siempre sabía asimilar su alrededor muy bien dando muestra del uso de sus filtros; a menos que sea necesario, siempre con los sentimientos al margen.

    -No pretendo que estemos ebrios, pretendo que nos relajemos. Es una bebida lo suficientemente esbelta como para hacer que nos relajemos pero no al punto de comenzar a desvariar.- Acotó con un breve gesto pedagógico, como si diera una lección.

    Allen estaba dispuesto a acercarse de nuevo a la Lockhart, lo que internamente no consideraba muy prudente. Sin embargo, el barman les hizo llegar el pedido de las dos cervezas. Cuando tomó el vaso de cerveza y puso sus labios sobre el borde del grueso vidrio, escuchó las siguientes palabras de Arya... Un fuerte electroshock recorrió su espina dorsal desde la base de sus cabellos y continuó hasta la planta de sus pies.

    ...<<Necesito ese dolor.>>

    Por milímetros, no habría sido capaz de dejar la bebida sobre la barra; habría terminado desparramada en el suelo. Sus manos estaban vibrantes y su cuerpo dio una sacudida tremenda que no pudo pasar desapercibida. Un par de lágrimas de anegaron en sus ojos y sus puños se cerraron en un fuerte mazo de caliza ira. Su mentón se tensó gracias a los diecisiete mil vatios proporcionados por los nervios musculares para evitar gritar de ira; aquella huella en la memoria de su piel era evidentemente imborrable.

    -Lo que necesitas es golpear algo.- Susurró mirando al vacío, como si le hablara al viento. -Una rosa blanca, una cucharada de miel, dos de sal, cuatro medidas de aceite de abeto, corteza de un avellano virgen cortada un miércoles y fuego de madera de fresno... Un atrapasueños, un beso a la luz de la luna en el segundo Sabbat del Yulé y una canción de piano tocada en la quinta disminuida de A minor.-

    Cuando reaccionó, cayó en cuenta que sus brazos estaban enmarcados por el brillo inclemente de los Maori... La cicatriz de su pasado y el muro derribado de su inhumanidad seguía cayendo a pedazos: El temor le inundó cuando supo que Arya estaría en estela de enfrentarse a lo mismo.

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  18. -Bastante, a decir verdad.- Musitó de vuelta con un tono paciente, nada exclamativo pero casi conciliador. -No creo que seas el tipo de persona que frecuente estos lugares en ese estado de... depresión.-

    Arya habría llegado ahí por dos posibilidades: A sabiendas de que el peliblanco acudiría a ella y tener la posibilidad de desenredar una madeja de pensamientos demasiado complicados de halar, o para liberarse con una buena sacudida del esqueleto. Era obvio que la segunda posibilidad quedaba descartada en el momento que la chica pidió su trago por lo que el albino daría su mayor esfuerzo para hacerla sentir mejor o, por lo menos, hacer que su perspectiva de la panorámica le mostrara que no todo estaba perdido ante la situación que la Lockhart enfrentaba desde hacía algunos minutos.

    Revoloteó entonces los cabellos de la sacerdotisa con suavidad, casi que fraternalmente, en el momento que esta volvió a dirigirle la palabra precedida de una mirada de esas... de las suyas. Parecía haberse atragantado por un momento, pero luego de que reordenara sus sentires con un suspiro volvió a dejar salir las palabras entre aires de sencillo dolor con una acongojada oratoria que acabaría por romper los límites de la calma y el delirio. El Walker tuvo de repente la arbitraria necesidad de abalanzarse sobre ella y abrazarla, protegerla y sanar sus heridas, pero evidentemente no era el indicado para ello. Por lo menos por un buen tiempo.

    -Nadie ha perdido nada aquí, Arya.- Susurró, deslizando ahora su mano por el pulcro rostro de la bruja. Aún le sorprendía de sobremanera lo delicada que era su piel de mármol. -En las posibilidades, hay una respuesta para cualquier cosa, incluso para esta. Sólo hay que saber encontrarla.- Terció con una sonrisa que rayó en la dulzura. -Aunque el infierno no es un infierno a menos que lo sepas...- Dijo con perspicacia.

    Afiló los ojos de repente y bajó de la silla de la barra para tomar el rosto de la pelirroja con ambas manos y una medida fuerza luego de apagar el cigarrillo contra el granate de la barra. De pronto los ojos de Allen se tornaron de aquel ámbar brillante e intimidante que era tan común al momento de despertar sus instintos; sonrió tenuemente y dio un sutil beso en la frente de la bruja dejando sus labios estacionados allí por un momento.

    -No es buena idea que lo dejes salir.- Susurró contra la piel de su frente. -Cuando estás herido, lejos de distraer el dolor, apuñalarte sólo lo acentúa.- Dijo tras un hondo suspiro, regresando su mirada a las lagunas de la Lockhart, condescendiente. -No permitiré que hagas una locura.- Finalizó antes de acariciar sus cabellos nuevamente.

    -¡Camarero, dos cervezas de mantequilla, por favor! ¡Con mucho jengibre y bien frías!- Dijo casi gritando al barman en medio de lo alto de la música para hacerse escuchar. -Vamos a resolver esto cuerdos y calmados, ¿quieres?- Le palmeó el hombro como un viejo consejero antes de volver a darle un pequeño beso en la frente y volver a su silla a su lado, esperando que el barman trajese su orden.

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  19. En su mano, la pequeña flama plateada se dispersaba y se movía con vacilación trazando pequeños ángulos y deteniéndose de ven en cuando en parcelas de treinta o cuarenta y cinco segundos; su homónima recorría los pasillos por sobre la cabeza de la pelirroja sin que ella aún lo notase. Inevitablemente, Allen sabía en su cabeza hacia dónde se dirigía y temía enormemente lo que pudiese llegar a pasar en el interior de aquella mujer que por ciertos lapsos llegaba a ser tan importante para él. Los pasos del chico de ojos aguamarina se ceñían sobre el suelo con rapidez, casi corriendo, casi trotando; daba vuelta a las esquinas tan repentinamente como lo hacía la brújula improvisada en su mano, haciendo sonar el cuero de sus botas.

    Luego de haber terminado su conversación con Oniria en la Graduación, el Walker sabía que debía mantener un ojo encima de la Lockhart: En estos momentos de emotiva vulnerabilidad era cuando el Maori más complicado de manejar se volvía y, por consiguiente, podría ocurrir algún percance con la personalidad de la sacerdotisa, más aún en el lugar hacia donde se dirigía, el lugar donde se conocieron y supo gran parte de ella: Los Baños Averiados de la academia.
    Escuchaba los sollozos en sus oídos como batutas musicales zumbando al viento y, girando a su derecha, se halló frente a aquél frívolo fantasma burlesco y descolorido que se posó delante de la maderada aseguranza, impidiéndole el paso: Sabía que si algo debía hacer era amoldarse a las condiciones que el ambiente le daba, tal y como la última vez... No querría llamar la atención.

    -Jamás esperé volver a verte. "Pachanga Constante".- Susurró fijando su helada mirada en los gaseosos ojos del ente. -Por cierto, Frigg, deberías evitarte la molestia de salir a molestar a los nuevos. Suele ser frustrante.- El fantasma con cara de pocos amigos se apartó y el Walker, envolviéndose en una llamarada de brazas platinadas se esfumó momentáneamente, obedeciendo al punto convexo de su objetivo brujular.

    Su aparición al lado de la pelirroja fue silenciosa, puesto que el bullicio causado por la rumba en la pista y los comentarios de la emisora acallaban completamente el crepitar de las llamas a su alrededor. Estaba sentado en la banca, apoyado por sus codos en el granate pulido de la barra; su vestimenta también cambió dejando de lado el elegante smoking para cargarse una sutil gabardina ocasional, unos sencillos jeans y unas botas deportivas bastante cómodas para el ambiente. Sacó un cigarrillo y lo encendió sutilmente para dar un par de caladas antes de girar su rostro hacia Arya y acercarse un poco a su oído a sabiendas de que probablemente aún no sabía que él estaba a su lado...

    -Este es el último lugar en el cuál pensé que acabarías.- Dijo subiendo un poco la voz para ser escuchado por ella, deslizando el humo por sus fosas nasales, sorprendentemente, con ese delicado olor a canela tan característico de él. -...Aunque de cierto modo, no es un mal ambiente para desahogar las penas.- Terció, dando una nueva calada al cigarrillo.

    Expiró con sutileza, colocando una mano con suavidad sobre los cabellos cobrizos de la sacerdotisa antes de volver su posición. Sólo esperaba no escucharla o verla llorar... Eso en realidad sería bastante incómodo para él: Jamás sabía que hacer en esos casos.

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  20. Walker metió las manos en sus bolsillos y dejó salir un largo suspiro de sus entrañas, pesaroso, pero reconfortado y cómodo. Oniria se acercó a él visiblemente perturbada y buscó un poco de confort al sentarse; el ojiazul dejó escapar un par de sonrisas al escuchar aquellas aquel aparente sinfín de adjetivos calificativos que se escabullían de su boca sin destino aparente...Vanos y con algo de decadente oxímoron. El peliblanco haló una banqueta con un ágil movimiento de su pié y se dejó caer en ella justo en frente de la Haughton; husmeó detrás de las penumbras de la contraluz el rostro de la fémina. Levantó su mano y la dejó caer con suma suavidad sobre la cabeza de la chica, como una sutil caricia, antes de revolotear con delicadeza su hebras platinas.

    -Todo va a estar bien.- Musitó tenuemente con una consoladora sonrisa, como a sabiendas de lo que pensaba. -Darle vueltas al asunto sólo lo hace más complicado. Y sobre eso, no tienes que agradecerme.-

    Sonrió con suavidad tomando sus manos con medida fuerza para posteriormente tirar de su cabello con suavidad, justo como lo hacía ella hace unos momentos para hacerle levantar la mirada. -Relájate.- Deslizó levemente sus dedos por la mejilla de la albina posando sus ojos febrilmente sobre sus orbes amatista, las cuales siempre le habían parecido completamente vistosas y llamativas: Siempre tan valientes y fuertes, pero ahora un poco sombrías.

    -Oniria, necesito hablar contigo sobre un asunto.- Susurró sin despegar su vista de ella. -Se que no tenemos mucho tiempo de conocernos y que no es el momento adecuado para tocar el tema, aunque quizá te ayude a despejar la mente un poco.- Palpaba el terreno. Conocía de antemano los filtros de la peliblanco a causa de altercados pasados, por lo que debía ser precavido. Comenzó.

    -¿Recuerdas algo antes de ser inmortal?- Preguntó con la mayor naturalidad que le fue permitida. -Tu nombre es Oniria, supongo que deriva de lo Onírico por lo que, probablemente, ese no sea tu nombre real.- Suspiró tenuemente.

    -...Tengo serios indicios sobre tus orígenes y no sé si los conozcas.- Terció con total seriedad.

    Bajó sus manos del rostro de la chica hasta sus propias rodillas, de modo que quedó un poco cerca de ella. Miró son sutil expectativa su reacción, calmo y medido. Frente a la peliblanco lo mejor siempre era ser prudente.

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  21. Examen de Vuelo. 3er. Post.
    Allen Joe Walker.

    La escoba se sostenía el perfecto equilibrio en el aire, lo que le facilitaba de sobre manera la postura aunque con cualquier mínimo impulso suyo el vehículo respondería. Observó atentamente y con curiosidad la Snitch: Era la primera vez que veía una tan de cerca; esperaba que, habiéndose enterado de que su misión era hacerse con ella, sus sentidos no le fallaran en segundos cruciales. Asintió firmemente al asimilar la orden y tas un par de segundos de suelta la Snitch, el albino tiró de la escoba y se elevó a una altura bastante considerable del suelo.

    A esos casi 35 metros de altura era capaz de divisar el campo de Quidditch casi que en su totalidad. Se quedó por un momento leyendo el ambiente mientras que buscaba la pequeña pelota dorada con la vista; era un poco complicado hacerlo por el zumbido del aleteo dado que el viento a esa altura consumía los sonidos y de paso le hacía tambalear un poco en la escoba. Entonces pasó casi que frente a él con cierto descaro: el Walker dejó su posición como una bala para ir tras la Snitch Dorada.

    Dio un par de cerrados giros zigzagueantes por ente los postes de los aros, persiguiéndola. Enfilado entonces frente a la Snitch casi a la altura del suelo, tendió su mano izquierda para tomarla, acelerando un poco más y atravesando el campo tras ella, esperando que no cambiara repentinamente de dirección. Casi la tenía entre sus dedos cuando notó que a unos cuantos metros estaba la tribuna más allá de los aros contrarios: De no detenerse en ese momento, chocaría. ¡Pero la tomó! Y justo cuando estuvo por estrellarse con aquellas gradas de madera, haló de la escoba para elevarse en un cerrado ángulo de noventa grados vertical... Casi quedó de pié en los apoyapies del vehículo.

    Dando un pequeño giro rotor, se encaminó sin problemas hacia la Rambaldi con la Snitch fuertemente presa en su mano. Le dedicó una sonrisa y, tras descender de la Saeta, se la tendió.

    -Aquí tiene, Jefa.- Susurró con un breve jadeo antes de acomodarse un mechón plateado tras la oreja. -Me gusta esta escoba. ¿Cree que podría quedármela?- Rió con suavidad: sabía que probablemente era imposible.

  22. Dio una amable sonrisa a Oniria tras un asentimiento; había estado esperando esa repuesta de su parte. En sus memorias hallaba su rostro muy difuso, pero sabía que antes de su regreso a Londres, la había visto antes: Moscú y el conflicto armado de Kiev en el siglo pasado. Desvió la mirada hacia la puerta cristalizada del recinto: el crepúsculo había muerto y daba paso a la noche que con tonos púrpuras vestía el cielo. Había supuesto desde el primer momento que el nombre de Oniria se debía a su contacto onírico con el mundo inconsciente; después de todo era una vampiro, aunque quizá esa podría no haber sido el motivo por el cuál sus sueños estaban anulados desde el principio: Aquella respuesta confirmó sus sospechas acerca de la identidad de la ahora Haughton; esos ojos lila y cabello blanco no podrían ser otros que los heredados de Damianari. ¿Pero por qué demonios hasta ahora y ese momento? Si sólo pudiese recordar la eventual visita a la base extinta de Moscú... Necesitaba arreglar una conversación con esa chica.


    Regresó el atrapasueños a su bolsillo; en Francia, en su medio de sus travesías y sólo hasta hace muy poco tiempo descubrió que aquel artefacto existía. Tuvo que vivir dos cerca de milenio y medio con las pesadillas acosando en su inconsciencia, cosa que hacía remarcar aún las ojeras; recordar aquellos episodios de paralela esquizofrenia emocional nocturna le causaba escalofríos. Levantó las cejas al acatar la sugerencia de Arya, a lo cuál simplemente asintió; afiló los ojos luego de avistar aquellas forzadas expresiones de parte de la pelirroja.


    -Sí, claro. Podríamos ir a tu casa, a la mía o cualquier otra parte.- Susurró tenuemente antes de tomar el último bombón de la caja: ¡hasta que por fin se acabaron!


    Dejó caer de repente su mirada en las pequeñas envolturas que quedaron en la caja vacía. A decir verdad, los reflejos de su mente abordaban constantemente sus pensamientos, haciendo que sus memorias se difuminaran; sabía que en varios siglos de su vida hubo eventos que para su infortunio no podría rescatar de las profundas lagunas de su fotografía. Aún había misterios sobre sí mismo que no lograba resolver, aunque había un evento en particular que no iba a olvidar jamás: Vietman. Sacudió un poco la cabeza para deshacerse de aquella sensación de hierros y sangre que le perturbaba tanto.


    Las siguientes preguntas de Arya las esperaba. Era obvio que luego de los sucesos pasados en el Baño/Bar de la academia surgiese aquella curiosidad propia de su inquietud ante el desconocido mundo de los Maori.


    -Así es, cariño.- Musitó tranquilamente. -¿Recuerdas lo que sucedió en la academia esa noche en que nos conocimos?- Sonrió levemente, volviendo su mirada también a Oniria. -Tu sola presencia en aquel lugar bastó para que mis Maori se activaran involuntariamente, por tanto, no es necesario que la otra persona posea facultades más desarrolladas, sólo afines.- Sentenció. Ese éra un punto clave que debía saber. -Sobre cómo controlarlo, debes comenzar por saber qué lo afecta para así bloquear sus efectos con concentración.-


    Acarició con suavidad la mano de la sacerdotisa como implorándole calma: El mundo del exorcismo es demasiado amplio.

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  23. Entonces las siguientes palabras de Arya hicieron que el interior del albino de desordenara de tal manera que su estómago pareció llegar a los talones; por un momento contuvo la respiración y sonrió en silencio. Suspiró con fuerza para apropiarse de aquél aroma de jazmines para luego acariciar aquel flameado cabello con una singular suavidad. Abrió los ojos para intentar difuminar sus emociones en evidente descontrol y negar suavemente con la cabeza; supo entonces que debía separarse de ella cuanto antes a pesar de tener sus brazos fuertemente ceñidos a la cintura de la sacerdotisa y su rostro tan cerca del propio.


    -En ese caso haré que me salves la vida algún día; estaríamos a mano entonces.- Susurró a modo de broma y con una risilla cómplice que se le escapó de manera inmiscuitivamente involuntaria.


    Al separarse de ella muy en contra de su voluntad, imitó su gesto. Los asistentes se mostraban complacidos con aquella muestra de exquisito arte por parte de la pareja bailarina por lo cuál presentó una formal reverencia agradeciendo por todo aquel aprecio efímero. Las luces volvían a dar su habitual iluminación mientras que la música ambiental regresaba. Esperaba muy en el fondo, aunque con inexistentes posibilidades, que Oniria no hubiese percibido la alteración de sus signos: Allí el albino quedaría en evidencia de lo que en su interior sucedía y que, sin embargo, prefería ignorar por el bien de sus sentires. Segundos después fue nuevamente halado.


    <<¿Qué acaso es una manía suya?>> Pensó. Hablando de manías, ¿hace cuanto no tocaba el piano? La inspiración tomada con esta ocasión debía ser suficiente para hacerlo durante un par de semanas. La carrera la hizo sonreír una vez más: Ya llevaba mucho haciéndolo aquella noche y no había sido consciente hasta ese momento de lo feliz que se sentía. Ver a las dos féminas estrecharse en un abrazo le hizo suspirar de encanto, por lo cuál fotografió en su memoria ese nuevo escenario; la conversación de las chicas empezaba a adquirir una atmósfera emocional bastante pesada en la cuál el Walker no pensaba irrumpir, no de nuevo. Escuchó un par de palabras que prefirió expulsar de su memoria en el acto: almas tan compatibles como ellas compartían aspectos tan íntimos que el albino decidió mantenerse al margen de ello como un acto de respeto por la privacidad.


    Acto seguido, hubo de repente un ambiente de cadencia. Ese aire sentimental se transmutó en un oxigeno violentamente nostálgico que finalizó en una despedida un poco abrupta... Demasiado para su gusto. Sintió pronto la cálida mano de Lockhart sobre su hombro, la cuál tomó de inmediato con sutil delicadeza; tras escuchar las palabras escurrirse de sus labios dio un imperceptible respiro de desahogo, miró a Oniria a los ojos y tras encontrar una efímera clama, prestó especial atención a las siguientes palabras de la pelirroja.


    -Todo estará bien.- Musitó con una breve sonrisa angustiada antes de soltar la mano de Arya.


    Al irse, Allen se giró y con su dedo índice, envió una mínima flama casi imperceptible de color blanco que se posó sobre la cabeza de la Lockhart: A partir de ese momento tendría una conversación pendiente con ella y necesitaba saber donde encontrarla. Se volvió de nuevo hacia Oniria y le sonrió amablemente: Le hizo incertidumbre el hecho de que por primera vez se hallaban solos.

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  24. Examen de Vuelo. 2do. Post.
    Allen Joe Walker.

    El ojiazul avistó una ligera sonrisa ante la apreciación de la instructora de vuelo. Al recibir la siguiente instrucción y dar cuenta de las anotaciones que hacía en el pergamino, supuso que aquella elegante mujer sería la examinadora de su prueba. Disfrazó una sonrisa con una mueca de falso fastidio por el sol al ver como la mujer se hundía lentamente en el paso a causa de sus tacones de aguja; el albino dio una mirada a la casa en la cuál se guardaba el equipo del estadio y, tras asentir a la Rambaldi, sonrió.
    -Gracias por su apreciación, Jefa.- Susurró con una despreocupada confianza a Roxanne. -Ya mismo me pongo en ello.-
    Se apareció delante de la puerta maderada con un chasqueo que hizo un poco de eco gracias al viento del campo abierto y el reflejo de la vibración en las columnas de los espectadores. Tras abrir, su sorpresa fue enorme: Escobas de diferentes modelos se hallaban agrupadas en sencillos estantes que le permitían estar clasificadas sin complicados montones. Su dilema ahora era, ¿cuál elegir? En realidad, el Walker jamás había sido muy enterado de las escobas ni sus funciones, velocidad, versatilidad o respuesta; sin embargo y muy a su pesar, debía escoger. En este caso, al no ser un experto en el tema, recurrió a su frío discernimiento para hacerse a una buena elección. Lo primero fué revisar las palas para reconocer los modelos y memorizar sus aspectos visuales específicos.
    -La Cometa 280 tiene el palo liso, al igual que la Nimbus 2000 aunque esta última sea más elegante. Eso las hace bastante incómodas en altura.- Se dijo a sí mismo con una ligera sonrisa. -La Flecha Plateada y la Saeta de Fuego tienen el palo rústico, proporcionan buen agarre. Y al no tener la Flecha Plateada un comodín para sostener los pies, la Saeta de Fuego es la indicada.- Sentenció, tomando un ejemplar de aquel singular modelo del cuál sorprendentemente habían pocos en comparación a los demás.
    <<Entre más cómoda, más rápida. Imagino.>> Pensó tratando de convencerse de aquel simple hecho.
    Salió del pequeño armario con el vehículo en mano y la montó, despegando del suelo a una velocidad increíble. Inicialmente le costó un poco mantener el equilibrio ante la resistencia del viento, pero logró controlar el impulso de la escoba con la fuerza de su cuerpo; tras equilibrarse se inclinó lo suficiente para descender hasta la jefa del Departamento de Transportes Mágicos y se mantuvo frente a ella, a la expectativa.
    -¿En qué consiste mi evaluación, Jefa?- Musitó.
    Lo prudente era esperar a las indicaciones de la examinadora, puesto que no quería ser imprudente al no tener el saber pertinente sobre estas situaciones.
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