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Caroline Ryddleturn

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Mensajes publicados por Caroline Ryddleturn

  1. —¿Dónde crees que vas? —preguntó Elaena, al ver como su expelliarmus había dejado desarmada a Adryanie. Rápidamente agitó su vara—. Accio varita —masculló y la varita de Adryanie fue a dar a ella.

     

    Con un ágil movimiento de su zurda la atrapó y le hizo un gesto de suficiencia a la odefa. Estaba en una notable desventaja y la Malfoy no la desaprovecharía por nada del mundo. Antes de que a la Fenixiana se le ocurriera huir de nuevo, la apuntó. <<Seccionatus>>, pensó, sin dejar de dirigir su varita hacia Adryanie. Doce medias lunas aparecieron y se incrustaron una por una en el cuerpo de la mujer. La sangre no tardó en comenzar a salir de las heridas.

     

    —Aun no te vayas, a penas empezamos —murmuró y comenzó a reír—. ¿Acaso nos temes? —Se cruzó de brazos y le mostró la varita que le había robado—. Si la quieres de vuelta tendrás que matarte —la desafió.

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  2. Dentro del local no había mucho movimiento, ya que la mayoría había decidido quedarse en las afueras. Estaba casi sola frente a su oponente, provocando cierta adrenalina en ella. Necesitaba acabar con esa Fenixiana lo más pronto posible, así se daba el gusto de atacar a alguien más. Fue en eso cuando vio que sus compañeros como algunos odefos ingresaban al local. La oponente de Elaena finalmente respondió a los ataques, en un inútil intento de defenderse. El rayo le había dado y ya se desangraba.

     

    —Me parece que vas a morir —soltó la Mortífaga, con una falsa preocupación—. Tienes tu muñeca quebrada —agregó y en ese momento sintió una fina y gaseosa capa que cubrió todo su cuerpo. Zack le había hecho un detritus y no tardó en hacer efecto en ella.

     

    En eso vio que pensaba en retirarse, pero con el veneno que tenía y los cortes, cayó muerta al suelo. Había sido muy rápido y fácil, aunque también debía admitir que Zack la había ayudado considerablemente. Ya no tenía con quién más divertirse y necesitaba a alguien con urgencia. Suspiró y desvió su mirada hacia un Fenixiana. Rápidamente blandió su varita hacia Adryaine.

     

    Silencius —murmuró y Adryaine quedó silenciada.

     

    Elaena caminó unos pasos y quedó a unos cinco metros de su oponente. Una vez más agitó su varita y apuntó a Adryaine.

     

    Expelliarmus —conjuró y un rayo salió hacia el cuerpo de la Odefa. Al impactarle provocó que su varita volara a unos cinco metros de donde se encontraba.

  3. Por lo visto la situación se iba a poner entretenida y se podía ver por la cantidad de personas que habían ahí. Elaena estaba atenta a todo lo que ocurría, por si alguno de los hechizos iba hasta ella. Sin embargo, de momento no había sido atacada por nadie. De cierta manera un alivio y eso le daba margen para poder moverse con tranquilidad. Podía escoger a su oponente con calma y tras pensarlo unos segundos se decidió: sería una Fenixiana.

     

    Elaena avanzó hacia ella, sin quitarle la vista de encima. Ágilmente agitó su varita y la apuntó.

     

    Sectumsempra —conjuró y un poderoso rayo escarlata surgió hacia Morrighan.

     

    Recorrió todo el trayecto y fue a dar directamente al pecho de la mujer. Con eso bastaría para provocarle graves heridas, que si no las curaba prontamente se desangraría, llevándola a la muerte. Luego de eso, le ordenó a la araña que yacía sobre su vestido que la fuera a picar. La criatura se dirigió hacia Morrighan y subió por su pierna, para picarla en la pantorrilla.

     

    Morphos —susurró, apuntando nuevamente a Morrighan. La prenda que usaba se transformó en una avispa marina que le traspasó toda su ponzoña. Al estar fuera de su hábitat natural la criatura murió posteriormente a eso.

  4. Los presagios de Elaena de que nadie llegaría finalmente no fueron acertados. Eso le provocaba una mayor emoción, porque no se aburrirían con una sola Fenixiana. Había bastante con qué distraerse. Ella continuaba a diez metros de cualquier persona, viendo primero qué era lo que más le convenía. Pasados unos minutos decidió que era mejor que se protegiera con lo que encontrara.

     

    —Perfecto —susurró y blandió su varita de palisandro hacia una mesa de un metro y medio de alto y lo mismo de ancho—. Morphos —masculló y el mueble tomó la forma de un murciélago.

     

    La criatura se quedó levitando sobre la cabeza de su creadora, preparado para lo que ella le ordenara. A continuación se paró frente a la barra y apuntó un vaso que había sobre ella.

     

    Morphos —repitió y el vaso transmutó en una araña. La viuda negra caminó hasta su creadora y se quedó enganchada de su vestido, bajo lo que ella le decía.

  5. —Justo ahora que quería descansar —murmuró Elaena con enfado.

     

    La Marca Tenebrosa que llevaba tatuada casi un año en su antebrazo derecho volvía a escocer su carne, y ella no podía ignorarla. No podía decir con exactitud las veces que asistió a una batalla, porque no lo recordaba; sólo sabía que fueron pocas. Aún recordaba los consejos que Caroline le había dado y no los desecharía, ya que su dopplegänger tenía más experiencia que ella en ese tipo de cosas.

     

    Elaena se quitó las botas de tacón y quedó solamente con el vestido rojizo que usaba. Buscó en su armario la máscara que había conseguido y, aunque no le gustara mucho, no tenía otra. Era de oro blanco, sin adornos. La puso sobre su rostro y a continuación sacó su varita de entre su escote. Cerró los ojos y fue envuelta por una oscura estela. En unos segundos desapareció.

     

    Casi instantáneamente, la Mortífaga apareció en las afueras de Doyle's. Desde afuera podía escuchar el ruido que provocaban sus compañeros en el interior. No esperó nada más y caminó hacia el interior. Su vista se clavó en la mujer que era atacada y no tuvo ni una sola pizca de compasión, a pesar de los ataques que estaba recibiendo. Ella estaba a unos diez metros de la Fenixiana.

     

    —Nadie vendrá en tu ayuda, querida —soltó la Malfoy con burla.

  6. Caroline Ryddleturn

    Mazmorras Mortífagas

    Tercer rol ~ Con Sira y Leah

     

    —Nunca había deseado tanto tener un alta —masculló Caroline, al ver a Sira que dejaba su pase de salida sobre la camilla de Leah.

     

    Se acercó para tomarla y la guardó en su escote. Luego siguió con la mirada a la sanadora y captó que iba al armario a tomar un par de pociones. ¿Una de esas sería para ella? Su pregunta fue contestada antes de que la pudiera formular. A pesar de que ya se había curado del veneno, y de que no se hubiera desangrado, Sira consideraba apropiado que su torrente sanguíneo se limpiara por completo. La Ryddleturn recordaba el horrible sabor que tenía el brebaje, pero aún así no podía ponerse a protestar, no cuando quedaba tan poco para que se marchara.

     

    —Bien, la beberé —murmuró sin ganas, al tiempo que recibía la botellita.

     

    Dejó de respirar y se la tragó de un solo sorbo. Su cara se desfiguró ante lo amargo del líquido e inmediatamente regresó a la normalidad. Con eso ya no necesitaba nada más, ya que Sira había dejado en claro que si se tomaba la poción se podría ir. Lo único que le quedaba esperar era que Leah hiciera lo mismo, puesto que no se retiraría sin ella. Sin embargo, y por lo que la Mortífaga veía, su amiga seguía algo debilitada y casi ni se movía. Tenía ganas de apurarla, aunque quedara mal con esa actitud.

     

    —Atkins, ¿te parece si nos juntamos en el Caldero Envenenado? —preguntó, justo cuando se situó frente a ella—. Yo tengo que ir a cambiar mi ropa y a tomar un baño. Además, así te puedes mejorar tranquila. —Se despidió de ambas mujeres y caminó a la salida.

     

    Una vez en el pasillo, Caroline agitó su varita y desapareció.

  7. Caroline Ryddleturn

    Mazmorras Mortífagas

    Segundo rol ~ Con Sira y Leah

     

    Apenas pasaron unos minutos desde que Caroline había llegado, cuando la misma sanadora que la atendió la última vez acudió en su ayuda. Llevaba unos papeles en la mano, donde seguramente decía lo que la afectaba. Sira se situó frente a ella y bromeó acerca de sus recurrentes visitas al hospital. Claro que no le gustaba estar ahí, lo odiaba con todas sus fuerzas, pero se sentía tan mal que no tenía ánimos de hablar, mucho menos de quejarse. Simplemente asintió con la cabeza a todo lo que le decían y recibió el bezoar sin protestas.

     

    —Está bien, ya lo hago —murmuró, mientras se ponía de píe y se sentaba en la camilla contigua a la de Leah.

     

    Tragó el bezoar rápidamente y éste comenzó a hacer efecto casi en el acto. La recuperación no tardó nada y, cuando ya se sintió mejor, no apartó la mirada de Leah. Su cuerpo estaba repleto de quemaduras, las que Sira comenzó a curar con cataplasmas. Como decía ella, era un alivio que no sintiera nada, porque seguramente el efecto debía ser doloroso. Luego le dio una poción, la que devolvía la vida, y antes de lo esperado su amiga despertó. Al menos su semblante estaba del todo bien y se notaba por los comentarios que hacía.

     

    —Oh, ya sabes, no puedo vivir sin ti —bromeó y soltó una débil carcajada—. Fui envenenada por una est****a araña. —Caroline se cruzó de brazos y realizó una mueca con sus labios—. Justo te decía eso cuando estabas muerta. Tenemos que emborracharnos y terminar en la cama de algún desconocido —sugirió y le guiñó un ojo a la Atkins—. Ahora estoy mejor, hace minutos parecía una remolacha.

     

    Todos sus males ya se habían desvanecido y no sentía nada más que unas ganas gigantescas de marcharse. Los hospitales en sí no le agradaban, partiendo por el olor a medicamentos que tenían. Además, el plan que estaba realizando con Leah la tentaba.

  8. Caroline Ryddleturn

    Mazmorras Mortífagas

    Primer rol

     

    Era la segunda vez en ese mes que caía en San Mungo. Si Anna la veía seguramente se preocuparía, por eso se esforzó por aparecer precisamente dentro de las Mazmorras. Al hacerlo, vio el cuerpo de Leah sobre una camilla. No se veían rastros de heridas, ya que como ella estaba envenenada, solo que su amiga estuvo más horas con el letal líquido dentro. Caroline tenía un par de minutos y si pronto no la curaban terminaría muerta como su amiga.

     

    La Ryddleturn se sentó al lado de la Atkins y le quitó la máscara. Sabía que quien la sanara haría lo mismo, así que adelantaría el trámite. Hizo lo mismo con la propia y su pálido rostro quedó al descubierto. Sus largas ondas castañas estaban despeindas, hechas casi una maraña y una de sus uñas se había quebrado. Ahora que no tenía donde vivir y con ese aspecto, se podría decir que era una indigente más; ni hablar del vestido rasgado que llevaba.

     

    —Una vez que despiertes, iremos a beber hasta quedar en el piso —dijo al cadáver de Leah—. También buscaremos un par de hombres o uno solo; no tengo problemas en compartir —añadió y rió sin ganas.

     

    Necesitaba mantenerse despierta, porque si se dormía el veneno la afectaría aún más y terminaría como su muerta compañera. Se dedicó a seguir observando a la Mortífaga y le empezó a peinar el cabello. Lo tenía de un rubio brillante, envidiable, pero a Caroline le gustaba su castaño. Una vez que terminó su aspecto lució mejor, no como el de ella. Como no podía hacer nada mejor, se amarró cada hebra en una rodete, dejando algunos mechones sueltos alrededor de su cara.

  9. Caroline Ryddleturn

     

    —Claro, a eso me refería —añadió, en respuesta a Leah—. Debe ser horrible estar solo aquí. Terminarías hablando con las lechuzas. —Caroline continuó riendo y escuchó lo que su amiga le decía.

     

    Tenía razón respecto a eso. Aún quedaba la mafia y allí podría obtener grandes ganancias. Pero no quería que sus amigas la ayudaran; eso dañaría indudablemente su ego. Además, siempre se las había valido por sí sola. Eso fue la que la llevó a abandonar los lujos del Castillo Ryddleturn a los dieciseis años. Quería dejar de ser la pequeña niña de Anna y ser una mujer independiente. Al principio lo logró y luego empezaron a llegar las consecuencias: huir de Francia, regresar al regazo de su madre y finalmente terminar quince años en un ataúd. Sí, todo había salido bien.

     

    —No te preocupes por eso, Leah. —Le hizo un gesto con su mano derecha—. Lo hago por diversión. Aunque sí, tengo ganas de regresar a las andanzas. Podríamos planear un gran golpe y tomar vacaciones luego —sugirió y sonrió ampliamente ante la posibilidad de irse al caribe.

     

    No había nada mejor que pasar unos días en la playa y ella lo necesitaba. Mucho estrés en los últimos meses y seguramente con el trabajo terminaría peor. Podría invitar a la Atkins y luego allá buscarían algo de compañía masculina. Era un plan agradable. Se lo iba a comentar a Leah, cuando ella cambió de tema y respondió que quedaba un dragón en la trastienda y que a pesar del bajo stock habían criaturas que podrían agradarle. Caroline se levantó de un salto del taburete y se quitó la fea túnica, ya que seguro que donde fueran nadie la vería.

     

    —Sí, yo quiero verlo —soltó, como una niña que añoraba un dulce.

     

    Siguió a la mujer hacia la parte trasera de la Trastienda. Llegaron a una amplia sala, poco iluminada y repleta de jaulas. Habían de todos los tamaños, como la diversidad de criaturas que allí había. El tamaño precisamente no indicaba la peligrosidad y Caroline lo sabía perfectamente. Avanzaron con cierto cuidado, siendo observadas por centenares de brillosos ojos. Sus tacones metían más ruido de lo que ella habría esperado y estuvo tentada a quitárselos, pero recordó que quedaría muy baja al lado de Leah. Justo ahí le comentó que en la jaula que le indicaba había un dragón.

     

    Había un dragón.

     

    —No lo haré —susurró, ante el miedo y la sorpresa de que la reja estuviera abierta y no hubiera nada—. ¿Cómo diablos se escapa un dragón de acá? Este lugar no es muy grande y de haber salido habría destrozado la trastienda —murmuró, intentando buscarle lógica a la situación.

     

    Y su lógica tuvo sentido. Un montón de jaulas volaron sobre sus cabezas y Caroline alcanzó a hacer a un lado a Leah para que no fuera aplastada. Su acto provocó que cayeran sobre el polvoriento suelo. Chillidos de todos los tipos llenaron el depósito, producto de las criaturas que se quejaban por el alboroto, mas ese no era el peor de sus problemas. El Ridgeback Noruego soltó una enorme llamarada muy cerca de ellas y por suerte no le dio a ningún ser vivo. El calor abrumó a la vamipiresa y como no, si era algo que la podía matar. Necesitaban detenerlo como fuera.

     

    —¡Aguamenti! —conjuró y apuntó a las llamas.

     

    El chorro de agua las apagó, aunque con eso no sería suficiente. Su magia era tan limitada y mucho no podría hacer con semejante animal.

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  10.  

    Caroline Ryddleturn

     

    Las ventas de ese día habían salido del todo bien. La joven a la que Caroline atendía le contó que ella trabajaba en el Departamento de criaturas mágicas, sólo que aún era nueva y por eso no se manejaba muy bien. Volvió a hacer una pregunta, respecto al registro de su gato, pero antes de que alcanza a responder, Leah se le adelantó y le dio toda la información que precisaba. Le dedicó una sonrisa en señal de agradecimiento y asintió hacia Luna confirmando lo que su compañera decía. Se despidió de ella y luego se sentó sobre el taburete, viendo como Akiza se retiraba.

     

    —Creí que este lugar sería aburrido —murmuró y se cruzó de piernas—. Aunque claro, debo admitir que si no fuera por ti, me estaría cortando las venas en este momento —bromeó y soltó una breve carcajada—. Nunca creí que tendría que trabajar. —Caroline resopló y miró sus manos que estaban sobre su túnica.

     

    Tantos años había robado para asegurar su futuro y al final mucho no le había durado. Los excesos, los viajes, gastos innecesarios habían ido acabando poco a poco con su pequeña fortuna. Tampoco es que estuviera en la quiebra, porque aún le quedaba un considerable monto, pero era consciente de que pronto se acabaría. Había invertido en una nueva colección de ropa y ni siquiera la podría estrenar, porque le cedió sus acciones de "La Vérité Ou Conséquénces" a Elaena y ahora ella se encargaría de eso; había escuchado que planeaba un lanzamiento a lo grande.

     

    Antes de comenzar a odiar a su dopplegänger porque siempre se llevaba lo mejor de todo, empezó a buscarle el lado bueno a su trabajo. Caroline se fijó en las criaturas que allí habían: gatos, lechuzas, ranas, serpientes. ¿Y los mágicos dónde estaban?

     

    —Leah, ¿dónde están las criaturas más grandes y poderosas? —preguntó y atropelladamente añadió—: Oh, ¡los dragones! ¿dónde los tienen? —concluyó con una particular emoción.

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  11. Caroline Ryddleturn

    Mazmorras Mortífagas

    Tercer rol ~ Recibiendo el alta de Sira

     

    —Sí, lo sé —murmuró, asintiendo con la cabeza hacia Sira.

     

    Indudablemente ya se sentía mejor, a excepción de lo débil que estaba. La sanadora se empeñaba en recuperarla y en que se sintiera cómoda: subió levemente su camilla, de manera que Caroline quedó casi sentada. Eso alivió su mareo. Luego escuchó la broma que Sira le dedicó, respecto a unas gomitas. Rió junto con ella e iba a responderle con que se las llevaría, pero entonces eso significaría que iba a volver y no quería hacerlo por nada del mundo, aunque también sabía que no estaba libre de eso. Prefirió no seguir pensando más en esa situación y se fijó en lo que le iban a dar para recuperarse.

     

    —Está bien, las tomaré todas —murmuró, sin estar muy segura de lo que estaba diciendo.

     

    Sujetó las botellitas, dos puntualmente, y acercó la primera a su boca. El asqueroso olor que emanaba de ella hizo que se detuviera por unos segundos. Ya se daba cuenta de que no sería agradable, pero ¿qué más podía hacer? Necesitaba sus fuerzas. Cerró los ojos y vertió todo en su boca. Bebió hasta la última gota y siguió con la segunda. Repitió la misma acción, terminando con los dos brebajes y prontamente se sintió plenamente bien. La sed que antes la abrumó ya no estaba, por lo que no sería necesario que Sira le suministrara alguna bolsa de sangre. Se levantó y tomó el alta firmada.

     

    —No será necesario que tome nada más, estoy perfectamente —señaló, con una sutil sonrisa—. Muchas gracias, Sira. Espero que no nos veamos tan pronto —bromeó y le guiñó un ojo.

     

    Salió del box con el mismo rasgado vestido, con el cabello hecho una maraña, los pies descalzos y con manchas de sangre por todas partes. Cualquiera que la hubiera visto habría pensado que escapaba de la planta de psiquiatría y como quería evitar esa situación, Caroline giró sobre sí misma, desapareciendo hacia el Castillo Ryddleturn para ir a tomar un baño y cambiar sus prendas.

  12. Caroline Ryddleturn

    Mazmorras Mortífagas

    Segundo rol ~ Atendida por Sira

     

    No pasaron muchos minutos y una sanadora acudió al box donde estaba Caroline, el tres precisamente. Lo primero que hizo fue quitarle la máscara de plata, dejando al descubierto la identidad de la Mortífaga. Luego hizo la misma acción con el rasgado vestido. Sira fue poniendo cataplasmas sobre las heridas, de manera que se fueran quitando las astillas de las flechas. Por eso justamente había muerto, porque al ser vampiro todo lo punzante que fuera de madera era letal para ella. Prontamente los cortes estuvieron limpios y luego cerrados.

     

    Aún quedaba la parte más complicada de todas. Sira sustrajo una botella con un extraño brebaje y lo depositó en la boca de Caroline. Le dijo que regresara con ella y fue así como la poción comenzó a hacer efecto. Un bondadoso calor recorrió todo el cuerpo de la mujer, desde los dedos de sus pies hasta su cabeza. Su pecho se enaltó un par de centímetros y finalmente abrió los ojos. Con fuerza se sujetó de la mesa de operaciones, ante la sensación de regresar a la vida. No era nada placentera, porque no era placentero haber estado muerta.

     

    —¿Dónde estoy? —preguntó totalmente desorientada.

     

    Entonces reconoció el lugar, porque no era la primera vez que estaba allí. Caroline comenzó a recordar todo. Las imágenes de la batalla caían frenéticas en su mente y ella sintió rabia. Tenía rabia consigo misma y con todo el mundo en general. También sentía una profunda sed de venganza y se la cobraría fuese como fuese. Pero, así como estaba en ese momento, con suerte se podía mover. Le dolía mucho la cabeza y no tenía fuerzas. Se había desangrado en un nivel abismal y con urgencia necesitaba beber sangre, al menos un poco para poder irse.

     

    —Gracias por revivirme —señaló con una sutil sonrisa—. Verás, hay algo que requiero para sanarme bien —murmuró bajito—. ¿Me podrías conseguir algo de sangre?

  13. Caroline Ryddleturn

    Mazmorras Mortífagas

    Primer rol

     

    ¿Hacía cuánto que no caía en ese horrible lugar? Caroline no lo recordaba. Sólo recordaba que lo odiaba y de haber estado plenamente consciente habría protestado. Pero ella ya no era dueña de su cuerpo, porque no estaba dentro de él y este era nada; era tan sólo carne sobre una camilla. Un rasgado vestido intentaba cubrirlo. En la prenda habían más roturas que las originales, ensangrentadas, gracias a las flechas que finalmente fueron las que acabaron con la vida de la Mortífaga. Una muerte tonta, tonta porque se había confiado de otros y así había terminado.

     

    En el box donde estaba el cadáver de Caroline no se veía ni una sola alma, ni siquiera de alguna enfermera cotilla. Llevaba varios minutos allí y nadie acudía a atenderla. ¿Es qué acaso nadie se había dado cuenta de su arribo? Por lo visto no. Y lo peor era que estaba en una zona donde no podía entrar cualquier trabajador del hospital, sino que tenía que hacerlo un Mortífago como ella.

     

    Aún tenía la máscara de plata sobre el rostro. Era extraña, con filigramas, como las máscaras de porcelana, mas no colorida como esas. Caroline se la había mandado a hacer a Milo, un hombre que conoció en París y que confeccionaba piezas de arte en metal. Cuando le llevó el boceto de lo que por años cubriría su identidad, él se negó, porque no sería cómplice de las atrocidades que ella cometería con algo que saliera de sus manos. Pero entonces lo pudo convencer, con la promesa de que nunca mataría a nadie; obviamente esa fue una de las tantas promesas que nunca pudo mantener.

  14. El piso del cuarto estaba cubierto de coloridas prendas. Eran disfraces, de Caroline Ryddleturn, y en ese momento habían sido desparramados por Elaena, su dopplegänger. Necesitaba con urgencia uno, ya que había oído de una fiesta de disfraces en la Academia y no quería perdérsela por nada del mundo. El problema era que ella no tenía uno y se le habría hecho fácil robarse alguno, sin embargo, había optado por el camino más fácil: colarse en el Castillo Ryddleturn, como solía hacer, y robarle algo a su querida y a la vez odiada amiga.

     

    —Nada de esto me gusta —refunfuñó Elaena, mientras pateaba un vestido medieval—. Es más de lo mismo y yo quiero algo original.

     

    En ese instante apareció Milou, su elfo y en sus brazos cargaba una caja. Se le veía algo asustado, al punto de dar un pequeño salto cuando sintió que Chanelle, una gata angora, bajaba de la cama.

     

    —Si mi ex ama sabe que hice esto me matará —murmuró con temblor en la voz.

     

    —No seas ridículo. —Le hizo un gesto con la mano y le quitó la caja—. ¿Lo sacaste del ropero de Caroline, cierto?

     

    —Así es, del fondo de su gigante ropero. —Milou pasó su mano por la frente y se quitó el sudor.

     

    La Malfoy no pudo esperar y tiró de la tapa. Al interior había un traje de una sola pieza atigrado, con una cola y aparte un cintillo con unas orejas del mismo color. Era precisamente lo que había estado buscando y claramente le quedaría bueno. Usando su varita lo colocó sobre ella, al igual que unos tacones negros. El disfraz de tigresa se le calzó a la perfección y se ceñía a sus curvas. También poseía un lindo escote, provocador, pero no tanto como para ser escandaloso. Se puso las orejas y se acercó al espejo para pintarse la nariz con delineador negro y dibujarse unos bigotes felinos.

     

    Terminado ya su atuendo le dijo a Milou que se marchara y ella desapareció, rumbo a la Academia de Magia y hechicería.

     

    A pesar de que era de noche, el lugar estaba algo iluminado, de manera que no se le hizo difícil dar con el centro de la fiesta; la casa de los gritos. De allí provenía música y los murmullos de los invitados. «Seguro habrá mucho alcohol —pensó, al tiempo que sus labios se curvaban en una sonrisa— y también jóvenes aprendices». Esto último era lo que más atraía a la vampiresa, porque estaba algo sedienta y también buscaba diversión nocturna. Se apresuró con la intención de llevar a cabo sus planes y llegó hasta el viejo y casi desmoronado edificio.

     

    Atravesó el umbral y entonces ocurrió algo muy extraño. Sintió un profundo dolor, como si se le quemara la piel y después de eso pesadez en la espalda. Levantó una de sus manos y vio que estaba peluda, además de que de sus dedos salían garras. El traje ya no era tela, sino pelo y toda su anatomía estaba cubierta de él. Sin saber cómo, Elaena se había transformado en un tigre real.

     

    —Podrían haber especificado esto en la invitación —soltó algo enfadada, pero se le pasó cuando vio a un elfo que llevaba una bandeja con whisky—. Dame uno —señaló en cuanto se acercó.

     

    Levantó el vaso y bebió un poco para tranquilizarse. Sabía que ese cambio no podía ser para siempre y que era un artilugio de los organizadores; sólo tendría que averiguar la manera de librarse del hechizo.

  15. Caroline Ryddleturn

     

    A penas Caroline le entregó la poción a Hayame y el formulario de compras a Sagitas, esta última comenzó a rellenarlo con una prisa que dejaba en claro su interés por el brebaje. Por lo que la Ryddleturn veía, las hermanas requerían del Veritaserum para usarlo con ellas mismas y precisamente fue por eso que empezaron a tener una pequeña pelea algo infantil. Ella se sonrió ante la escena, pues cuando fue pequeña se comportaba así con su ahora desaparecido hermano, aunque claro, las últimas veces que lo vio no habían cambiado mucho las cosas.

     

    Prontamente la Potter Blue le devolvió el pergamino a Caroline, con los datos que allí se le solicitaban.

     

    —A ver —murmuró ella, mientras lo recibía—. Sí, aun quedan algunos, no se preocupe.

     

    Tomó la pluma y realizó la misma acción anterior de ir haciendo una marca en los campos. Por lo que leía no iba directamente hacia la compradora, sino que a un negocio de su haber. El registro, la bóveda y todo estaba en perfectas condiciones. La Mortífaga buscó el sello del Concilio de Mercaderes y lo plasmó sobre el papel, para luego dejarlo junto a los demás que tendría que llevar a las oficinas. Levantó la vista en cuanto escuchó que Sagitas iría a la trastienda a comprar criaturas; esperaba que alguien estuviera allí o tendría que correr de nuevo.

     

    —El formulario está bien, señora Potter Blue —señaló y se volvió para sacar la botellita del estante de atrás. La envolvió y luego la depositó en una bolsa de papel para entregársela—. Aquí está su Veritaserum —dijo y agregó—: Muchas gracias por su compra.

     

    OFF:

     

    @ ningún problema con la compra ^^ me la llevo a las oficinas.

     

    ¡Saludos!

  16. Caroline Ryddleturn

     

    La mañana de Caroline estaba saliendo bien y ya llevaba su primer venta. Había sido simple, pues sólo fue un gato anaranjado. Se parecía a Chanelle, la gata angora que compró a los dieciséis años, aunque diferían en el color ya que la suya era violeta. La compradora, Lunatica, ya tenía su mascota en los brazos y en su rostro se podía ver lo feliz que la hacía. ¿Desde cuándo ella estaba para hacer feliz a las personas? Era una total contradicción, pero aun así no podía dejar de sentirse bien. Iba a preguntarle a la joven si necesitaba algo más, cuando ella le habló.

     

    —Debes registrarlo —respondió con una sutil sonrisa—, pero no acá, sino que en el Departamento de criaturas mágicas. —Caroline sacó un trozo de pergamino y le escribió la dirección en él—. Tome, allí está la dirección por si no sabe donde queda —señaló, mientras le entregaba el papel—. Puede llevarse a su gato sin ningún problema y luego ir a hacer ese trámite —concluyó sin dejar de sonreír.

     

    La Ryddleturn conocía perfectamente como se realizaba el registro de criaturas, ya que contaba con muchas a su haber y varias veces tuvo que ir hasta allá. También tuvo que hacerlo cuando Antoinette la transformó en vampiro, para no estar fuera de los márgenes legales del Ministerio de Magia. Se podía decir que eso era lo único legal que había hecho en su vida, porque todas sus demás actividades en Ottery eran ilícitas; desde ser Mortífaga hasta estar en una mafia. Precisamente estaba allí junto a Leah, su compañera que en ese momento atendía a Akiza.

     

    —¿Tiene alguna consulta más? Puede hacerla sin ningún problema.

     

    OFF:

     

    @ como dije on rol, el registro se hace en el Departamento de criaturas mágicas. Lo que sí, primero debes tenerlo en la ficha y un conciliador se pasará a certificarlo cuando Gringotts ya haya hecho el descuento en tu bóveda. Cualquier otra cosita puedes preguntar.

     

    ¡Un saludo!

  17. Caroline Ryddleturn

     

    A penas había terminado la venta en la trastienda, cuando sonó el timbre que provenía de la segunda planta: la de pociones. Como Leah le había dicho, aparentemente estaba de suerte, aunque sinceramente Caroline no lo creía así. Tuvo que correr por las escaleras y antes de entrar al local se dio cuenta que sus tacones rojos no combinaban con la túnica verde. Blandió sutilmente su varita sobre ellos y el color cambió al negro. Sonrió satisfecha e ingresó con naturalidad.

     

    Allí habían dos mujeres que entablaban una conversación, aunque una ya tenía un formulario y se aproximaba al mostrador para ser atendida. La Ryddleturn se adelantó a recibirlo.

     

    —Buenos días —saludó y estiró su mano para tomar el pergamino—. Veamos... —Caroline sacó la pluma del tintero y comenzó a marcar todo lo que estaba bien.

     

    A simple vista los datos eran correctos. Buscó el sello del Concilio de Mercaderes y lo puso sobre el papel. Lo dejó a un lado y alzó la cabeza cuando escuchó que la otra mujer que acompañaba a la compradora pedía un formulario también. La Mortífaga levantó uno de los tantos que había sobre el mesón y se lo extendió a Sagitas. Inmediatamente a eso se dio la vuelta y sustrajo la poción de Hayame del estante que estaba atrás de ella.

     

    —Es una suerte que acá se venda Veritaserum —señaló, al tiempo que regresaba a su lugar y envolvía la pequeña botella con papel; luego la metió dentro de una bolsa hecha con cartulina y se la entregó a Hayame—. Ahí está su poción —murmuró—. Muchas gracias por su compra.

     

    OFF:

     

    @ no hay ningún problema con tu compra. Me la llevo a la oficinas.

     

    ¡Un saludo!

  18. Caroline Ryddleturn

     

    «Esto es horrible —pensó—. Horrible.»

     

    A Caroline no le agradaba para nada su nuevo uniforme. Era una túnica verde que tapaba el escote de su blusa y que le llegaba justo a las rodillas; era mucho para ella. Pero sabía que no podía ponerse a protestar, porque ya había aceptado el empleo, minutos atrás en la reunión con Cissy. Además, su ego era tan grande que sabía que tan holgada prenda no le quitaría su sensualidad ni femineidad.

     

    Avanzaba con cierta lentitud, hasta que llegó a la primer planta, la de objetos.

     

    Atravesó el umbral con paso apresurado y fue entonces cuando se encontró con la mirada de Leah. Sabía que ella trabajaba ahí, pero no esperaba encontrársela en esa planta. A penas su amiga la vio, se apartó un tanto del hueco que había en el mostrador para que la ella pudiera entrar. También le dedicó unas palabras, en carácter de broma como siempre. La Ryddleturn se aproximó y la saludó de la misma manera: con un beso en cada mejilla. Tenía muchas preguntas para hacerle, porque aun se sentía algo descolada, pero dejaría eso para el final.

     

    —Oh, acabas de descubrirme —confesó con exagerada voz de preocupación, mientras colaba su mano sobre su pecho—. A mí también me alegra verte, Atkins —añadió con una amplia sonrisa.

     

    Todo se veía tan lustroso, como si cada mueble estuviera nuevo y Leah precisamente se había apoyado en uno de ellos. Por lo visto iba a hablar, pero entonces sonó una alarma y se levantó en el acto. Provenía de la trastienda, donde aparentemente habían dos clientes, como le comentó a Caroline y que era una suerte, porque llevaba días esperando eso.

     

    Rápidamente salieron de allí y bajaron las escaleras, hasta donde quedaba la planta baja. El local no era tan pulcro como el anterior y tenía un olor bastante particular. ¿Exótico como todo lo que había ahí? Quizá podía ser la definición, porque no era desagradable, mas tampoco era el mejor aroma que la Mortífaga había conocido. No tardó en posicionarse con su compañera detrás del mostrador, para atender a las dos mujeres que allí estaban. Leah se encargó de las compras de Akiza, mientras que por otra parte quedaba la otra muchacha.

     

    Carol carraspeó la garganta y esbozó su mejor sonrisa, con un esfuerzo casi abismal en dirección a Lunatica, que se había aproximado para saludar y realizar su compra.

     

    —Buen día, bienvenida al Magic Mall —señaló con una amabilidad nueva para ella. Escuchó lo que la joven pedía y tomó el formulario que le entregaba; al terminar respondió—: Allí está el gato que busca. —Alzó su mano derecha y se lo indicó—. El formulario está correcto, así que no hay ningún problema para que lo lleve.

     

    La vampiresa alcanzó una pluma y marcó con un tic la bóveda, además de los otros datos como los puntos. Plasmó el sello del concilio en el pergamino y lo dejó a un lado para luego llevarlo a la oficina.

     

    OFF:

     

    @ tu compra está en orden, linda ^^ Lo que sí, te recuerdo que para la próxima vez debes incluir la ficha de personaje donde va el nick. Yo la puse esta vez.

     

    Un saludo.

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  19. Caroline Ryddleturn

     

    Unos de los objetivos ya estaba cumplido: matar a un odefo o bueno, en este caso a una pre-odefa. ¿Cuál era la diferencia? Un par de plumas menos, un par de plumas más, no marcaba la gran diferencia. Ahora necesitaba otro objetivo o se comenzaría a aburrir. Pero entonces vio la hora. <<¿Las dos de la madrugada?>>, se preguntó. Esa era la hora en la que estaba practicando su hobbie preferido y no iba a posponerlo por estar viendo cómo se tardaban horas en contar unas líneas o en hacer una logística. <<Cosas de pollo>>, pensó Caroline y ladeó la cabeza.

     

    Por lo visto le había llegado un strellatus; la especialidad de las luciérnagas. Daba igual, aún así se podía ir. Avanzó ciega como estaba (?) por todo el parque. En su paso aprovechó para manosear un poco a sus compañeros, incluso se quitó el vestido y lo tiró con la esperanza de que fuera a dar en alguna odefa. Rápidamente llegó a las afueras del parque, donde giró sobre sí misma y desapareció dejando una oscura voluta.

  20. Caroline Ryddleturn


    A Caroline le causaban mucha gracia los minutos que llevaba sobreviviendo. Al principio pensaba que sus capacidades se habían minimizado, luego del año que estuvo alejada de las batallas. Muy por el contrario, era como si se hubiera fortalecido. Se sentía satisfecha y orgullosa con ella, incluso su ya gigantezco ego había crecido un poco más. Pero de cierta manera ya se empezaba a aburrir, había sido atacada una vez y encima lo había disfrutado.


    Fue entonces cuando vio que su oponente anterior decidía despertarse. Inútilmente intentó hacer un protego que jamás salió, ya que había sido silenciada por Caroline anteriormente, por lo tanto, el sectumsempra le había dado de lleno; en unos minutos Lunatica estaría muerta.


    Sectumsempra —conjuró, apuntando directamente al pecho de Lunatica. En una fracción de segundo surgió un rojizo rayo, en dirección a la mujer. En cuanto le diera se abrirían unos profundos cortes en su cuerpo.


    <<Seccionatus>>, pensó, apuntando nuevamente a Lunatica. Doce medias lunas surgieron de su vara, para ir a dar a la joven. Rápidamente se incrustaron en su cuerpo y le provocaron heridas sangrientas.

  21. Caroline Ryddleturn


    Ya había hecho su buena acción del día, que fue ayudar a Leah. No podría ser nadie más que ella, una de sus mejores amigas. Realmente el egoísmo de Caroline quedaba a un lado cuando se trataba de su círculo cercano. Aunque claro, después de su "buena acción" se había quedado sin un mosquito que la protegiera; estaba como un pollito mojado entre Mortífagos. ¿Qué haría entonces? Ingeniárselas para buscar algo que salvara su hermosa existencia.


    Pero no alcanzó a hacerlo, cuando fue presa de una confusión. Era muy rara, perversa y por ello placentera (?). Así como estaba la Ryddleturn se imaginó que sobre su cama estaba Zack desnudo. Ya no era dueña de su mente, por lo que todo lo que pasaba allí no era su responsabilidad. Por algunos minutos se imaginó como empleaba sus conocimientos de diversas posiciones con el nigromante (xD).


    —¿Qué me pasó? —se preguntó, cuando regresaba a la normalidad—. Ya fue...


    No podía ponerse a pensar en ello o le comenzaría a dar calor.


    Morphos —susurró, mientras dirigía su varita de palisandro hacia una silla de playa, como había hecho antes. En unos segundos transmutó en un murciélago, que se puso al lado de ella con la orden de cuidarla de todo lo que la atacara.
  22. Caroline Ryddleturn


    Por el momento Caroline gozaba de completa impunidad, pero se suponía que eso no debía ser suficiente, porque había ido para ayudar a una compañera y aún no hacía nada al respecto. De cierta manera se avergonzó, pero ¿qué más podía hacer alguien con su rango? Eso sí que la avergonzaba. Algún lo recuperaría o quizá no; era algo realmente sin relevancia. Lo único relevante que le podía importar era al menos salir con un cadáver o por lo menos salir con vida.


    Justo cuando analizaba qué hacer, se encontró con la mirada de una Fenixiana. Era idea para volver a practicar sus encantamientos. Avanzó hasta quedar a seis metros de Lunatica.


    Sectumsempra[/u] —murmuró, apuntando a Lunatica, luego de que conjurara un silencius. Un rayo escarlata surgió de su vara y de darle a la joven le provocaría graves cortes sangrientos por todo el cuerpo.


    Acto seguido, al ver que atacaban a Leah, le ordenó al murciélago que volara y que se pusiera frente Sectumsempra que Lestad le había enviado a la Atkins, antes de que llegara a ella.


    Silencius —masculló, apuntando la boca de Lunatica. Con eso sería suficiente por unos minutos.

  23. Caroline Ryddleturn


    Los comentarios que Caroline había hecho minutos atrás ya casi no tenían cabida. Realmente debía preocuparse por su integridad y para eso tenía que usar un par de hechizos. Odiaba que tuvieran que ser tan básicos, cuando en un tiempo pasado hacía uso de unos con mayor poder, pero haberlos perdido era culpa de ella y no tenía de qué quejarse. <<Bien —se dijo—. Veamos qué puedo hacer con ésto>>.


    Blandió su vara de palisandro y apuntó una de las sillas de playa.


    Morphos —masculló y la silla fue tomando la forma de un murciélago. Era la primera vez que usaba ese hechizo con un animal así. Le agradaban más las panteras.


    La criatura levitó a un costado de su creadora con la clara orden de protegerla de todo lo que la dañara. Con eso sería suficiente, pero no tanto como la Ryddleturn esperaría. Suspiró por lo que le tocaba y volvió a alzar su arma mágica, esta vez realizando una delicada floritura en el aire.


    Avis —susurró y doce cuervos negros salieron de la varita. Las aves levitaron sincronizadas alrededor de Caroline, con la misma orden de la criatura anterior; dar sus vidas para protegerla a ella.

  24. Caroline Ryddleturn

    Se escuchó un estruendo que retumbó por todo el Callejón Diagón, producto de la negruzca voluta que aparecía sobre una de las veredas. El viento la fue consumiendo, para dar paso a la curvilínea figura de una mujer. Ésta no medía más de un 1,54 y se podía notar porque estaba descalza. La brisa revolvía sus cabellos y hacía que se golpearan sobre la exótica máscara de plata que cubría su rostro. Sus ropajes, todos rasgados y desgastado; un vestido negro que no era nada más que jirones, en donde las fisuras dejaban ver gran parte de su nívea piel.

    —Llegó la diversión del parque —canturreó, mientras avanzaba con su característico andar felino, pero a la vez delicado.

    Sin mayores problemas la Ryddleturn atravesó la reja blanca de el "Parque Acuático Witch" y caminó sin prisa hasta donde podía ver se estaba iniciando la batalla.

    Minutos atrás había sentido el escozor sobre su antebrazo derecho, producto de la invocación de la Marca Tenebrosa y ahora podía verla alzada en el cielo. Por lo visto la Orden del Fénix había decido aparecer y atacaban a una de sus compañeras: Valkyria. Ésta se hallaba cerca de una de las piscinas, entre una sillas de playa. El día estaba muy soleado, ideal para pasar una tarde en el agua.

    —Olvidé traer mi bikini —murmuró Caroline, cuando se situó a unos diez metros de cualquier persona u objeto—. Creo que a nadie le importará que me quité el vestido. —Sus labios carmesí esbozaron una sonrisa torcida, escondida bajo su máscara—. Aunque también olvidé traer ropa interior —confesó y añadió en el acto—: Bah, eso tampoco le importará a nadie.

    Por más que estuviera en una situación donde su vida podía correr peligro, no podía evitar ser ella misma.

  25. Caroline Ryddleturn

    Por más que intentara, Caroline no tenía control sobre su cuerpo. Podía pensar, pero la fuerza que ejercía el espectro de Amy le impedía moverse o hablar. Necesitaba pronto hallar una manera de librarse de ella o las consecuencias serían horribles.

    Por otra parte, Anne le gritaba a la cantante que se alejara de su compañera, sin embargo, ésta a penas le prestaba atención ya que estaba más preocupada de salir de allí con su nuevo cuerpo. Fue cuando Alba tuvo un mejor plan y usó un Imperius para dejarla bajo sus órdenes. Caroline seguía siendo dueña de sus pensamientos, sólo que seguía sin poder hablar. Entonces se le ocurrió intentar mover su mano. Al principio le costó mucho, hasta que finalmente pudo. Se apuntó a sí misma. <<Seccionatus>>, pensó y doce medias lunas surgieron del arma para ir a parar al cuerpo de la Ryddleturn. La sangre comenzó a salir por cada uno de los cortes y provocó que ambas cayeran al suelo.

     

    —¡¿Qué fue lo que me hiciste, bruja?! —gritó Amy, llena de dolor.

     

    <<Sal de mi cuerpo y no haré nada peor>>, amenazó en sus pensamientos la Mortífaga, <<No eres dueña de mí, no tienes ningún control, porque tendrás que hacer lo que Alba y yo queramos —continuó, sintiendo el extraño pánico que envolvió a Amy—. Vete ahora y no terminarás peor de lo que ya estás>>. No pasaron ni dos minutos y el espectro hizo caso. Enojada como estaba, pero más aún adolorida, la Winehouse recuperó su forma de fantasma y dejó en libertad a Caroline. Al salir, por un extraño motivo, el hechizo Imperius se rompió, aunque aún le quedaban las heridas. <<Episkey>>, dijo en su cabeza, mientras se apuntaba estando sobre el suelo.

     

    —Mucho mejor —dijo la vampiresa en cuanto se puso de píe—. ¿Viste lo que provocaste? Hazle caso a Anne y vive en paz. Puedes quedarte acá con ellos y que todos tengan lo que quieren —murmuró con un grado de impaciencia.

     

    —Bien, bien, haré lo que dicen —soltó aún con enfado—. Dejaré de tener una guerra con éstos dos, sólo si prometen que me dejarán cantar.

     

    —Yo no tengo problema —señaló Elvis.

     

    —Yo mucho menos. —Michael se quedó al lado de la interprete—. Todos cantaremos.

     

    Después de todo no les costó tanto arreglar la situación y antes de lo previsto libraron de sus problemas a Anne, quien se veía cansada de todo eso a más no poder. Habría sido una buena idea quedarse a tomar un trago, pues el ambiente era de lo mejor, pero a pesar de ésto, Carol estaba extremadamente agotada. De momento lo único que quería era ir a su hogar para tomar un buen baño e ir de cacería a recuperar la sangre perdida. Dejaría que Alba y Romina se quedaran si así lo deseaban, para también comprobar que los fantasmas cumplieran con el trato hecho y no siguieran dando más dolores de cabeza a la Gaunt.

     

    —Anne, creo que mis servicios por aquí ya no son requeridos —espetó con una sutil sonrisa en sus labios carmesí—. Fue un agrado venir a ayudar, sobre todo ser Amy Winehouse por unos minutos. —Soltó una breve carcajada y continuó—: Cuando nos necesites de nuevo, no dudes en escribirnos.

     

    Tras la despedida, se dirigió a la salida y llegó hasta las afueras del local. Ya comenzaba a oscurecer, por lo que se apresuró aún más. Caroline giró sobre sus talones y desapareció, dejando una oscura estela atrás de ella.

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