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Valent

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Todo lo publicado por Valent

  1. La muchacha se asomó hacia delante intentando ver quién era el elfo que le abrió la puerta, pero la sacó de sus pensamientos un viento fuerte que trajo algunas hojarascas de afuera y, que a la vez que se daba una vuelta a ver de dónde provenía, le echó la capucha a un lado y desordenó el cabello. Tomando la capucha con ambas manos amagó ponerla otra vez en su lugar, sin embargo sus ojos se encontraron con los de un hombre que se acercaba a ella. Quizás no hubo tiempo de fijarse en la camisa desabrochada, el pelo un poco desaliñado o demás pistas que señalaban no haber tenido unas ocho horas completas de descanso, pues su timidez o miedo llegaron a su cumbre más alta al darse cuenta de que era su padre . De repente se dio cuenta de las pocas o nulas veces que envió cartas para decirle dónde estaba. No era momento para arrepentirse de su actuar, pero tampoco era momento para que su consciencia le restregase todo eso. Mientras esperaba saber la reacción de su padre, ¿enojo?, ¿olvido?, intentó tapar su sonrojo con ambas manos. Ese rojo que era imposible cubrir o hacer desaparecer una vez que venía y que la dejaba expuesta a todos. No importara cuanto había entrenado para no expresar sus emociones a través de su rostro, en el momento en que vio a esa figura fue como que todo volvió a ser como antes. Después de todo, es él quién la vio crecer. Recordó cómo él la había llevado a Hogwarts por primera vez, esa alegría de empezar a pertenecer oficialmente al mundo mágico, esas ganas de llevar su apellido en alto y todos los sueños que uno lleva en la niñez cuando apenas empieza a entender las cosas. Él la había guiado, incluso la había presentado al bando mortífago, que la impulsó otra vez más alto. Le había dado todos los consejos para que ella pudiera crecer por sí sola y ahí estaban nuevamente y ella solo tenía ganas de mostrarle todo lo que había ganado en su vida, pero intentó acalmar su interior y dio unos pasos hacia él. Al escuchar que no había rencor a través de sus palabras, se soltó un poco más y le pasó una mano en un intento de saludo formal. Se sintió algo extraña haciendo eso cuando en realidad quería darle un buen abrazo, así que conteniendo una sonrisa se tomó el atrevimiento de darle uno. Lo abrazó bien fuerte cerrando los ojos, con todo el cariño y el orgullo que sentía. Porque no lo había visto desde hacía mucho tiempo y porque todavía sentía que ella era la que tenía que ser la mimada de la familia. —Hola, padre —dijo cuando por fin lo soltó—. ¿Por dónde has estado? Tengo un montón de cosas que contarte. ¿Dónde están todos? Con un remolino de preguntas que no debía hacer, respuestas a preguntas que no se habían hecho, anécdotas que tal vez solo a ella le parezcan increíbles y mucho más dio un paso hacia atrás y volvió a entrar al castillo, como esperando que él lo siguiera. Había olvidado lo que se sentía que hubiera alguien cercano que la iba a proteger, aunque no sabía si es que él todavía la iba a defender de cualquier cosa con la edad que ella tenía; era algo incierto, ya que sabiendo que él tenía tantos años seguramente ella le parecía una pequeña niña bebé o algo así. —Espero que no se hayan deshecho de mi habitación —se asustó por un momento y lo miró abriendo los ojos bien grande—. Es que no he traído nada conmigo —susurró luego con un poco más de timidez. ~~~ Se había preparado para mostrarse un poco más madura y seria de lo que era antaño, todos los planes quedaron en segundo plano cuando recibió la aprobación de su padre en el saludo. Debemos entender a la pequeña Valentine, había pasado casi 7 años lejos de su familia y amigos más allegados y ver nuevamente esta cara conocida, más aun siendo su padre, el calor de un pasado feliz y que amaba la llenaba. No podía disimular el deleite de encontrarse en el castillo, de ver nuevamente los muebles o los cuadros por las paredes, todo eso que parecía tan común, pero que era la monotonía que ella extrañaba después de dar tantas vueltas. Regresar se sentía como la calma que trae tener un chocolate caliente en las manos, sentada al pie de un fuego chispeante, luego de un día lidiando con muggles ignorantes, temblorosos porque una"tormenta eléctrica" destrozó sus hogares. Era la paz que traía sus vacaciones. @León Crowley
  2. En las afueras del Castillo Eran como dos horas antes de que amaneciera, el cielo todavía estaba estrellado y oscuro, la luna se asomaba tímida detrás de unas nubes que no permitían que reflejara toda la luz. Era mejor así, pues alguien esa noche quería pasar desapercibida. Caminaba entonces lentamente sobre el suelo pedregoso que tantas veces había recorrido, intentando no hacer ruido ni llamar la atención. En eso le ayudaban los árboles de alrededor del camino, que con su altura y frondosidad la tapaban de pocas pero posibles miradas curiosas. Una vez cerca de la gran portón de entrada quiso retroceder y volver, dio una media vuelta, camino unos pocos pasos y volvió a girar. Tenía ganas de volver a su hogar, pero a la vez tenía miedo de lo que pudiera pasar. La decisión ya estaba tomada, había pasado semanas pensando en qué hacer y por eso estaba allí. Sin embargo le costaba llevar a cabo todo lo planeado. Era distinto pensar y soñar, que hacerlo. Se sentó sobre una roca cerca del camino y se dispuso a tomar fuerzas para animarse y entrar nuevamente al castillo. En realidad algo contraproducente, pues lo único que hizo fue aumentar sus inseguridades, con la avalancha de pensamientos que la esperaba. Esta diminuta figura encapuchada era Valentine hecha una mujer. Aquella mujer que había vivido un sinfín de cosas en ese pueblo pequeño y mágico, había conocido a tanta gente, hecho amistades y enemistándose con algunos otros. Aprendió a luchar, a defenderse y también a atacar en los tantos enfrentamientos que vivió en su pasado. El duelo había sido su pasión en ese entonces, cuando estaba fuertemente introducida en el bando de mortífagos, su gran familia. Por órdenes de los mortífagos de altos mandos se propuso cumplir una misión en favor al bando. Partió de Ottery también una madrugada pensando volver pronto, sin embargo su destino la llevó de un lugar a otro y cada vez que quiso regresar el trabajo la llamaba a otro lugar, a otras personas, a otros objetivos. Pasando el tiempo le fue cada vez más difícil volver, no obstante el cariño hacia su padre y sus amigos fue más fuerte. Hasta le sonrojaba un poco pensar en que cuando ella se fue todavía era muy joven, una adolescente. Cuando eso todavía tenía energías y poca gente podía obligarla a lucir su mal carácter. Muchas veces se había preguntado cómo había ido a parar en el bando mortífago con la personalidad que tenía, tan alegre y risueña. Quizás se había hecho esa pregunta un poco temprano, pues ahora llegando a la adultez ya empezaba a abandonarla el buen humor y las ganas de divertirse todo el tiempo. Ahora lo único que la diferenciaba de la antigua Valentine era la experiencia que había conseguido en los últimos tiempos. Su cara había cambiado apenas, todavía tenía cachetes que la hacían ver como niña. Lo único que cambió en ella fueron la pesadez en sus ojos, la pesadez de ver y aceptar cosas que no quería, de luchar, de aprender. Su cuerpo seguía siendo como antes, ella era de compostura pequeña, pero ahora llevaba una fuerza diferente debido al trabajo pesado que la llevó sus años de entrenamiento. Por todos esos cambios y por el miedo de ver a su familia enojada por la ingratitud es que no se atrevía a entrar. Tenía miedo de ver cómo todos habían seguido sus vidas sin ella, cómo habían despertado cada mañana sin recordarla. Tenía mucho miedo de haber sido olvidada o lo peor, que la rechacen ahora que estaba de vuelta. Entonces cuando el sol empezó a asomar a lo lejos, se puso de pie de un salto, endureció su mirada y su corazón y se acercó a llamar al portón. No importaba lo que fuera pasar ahí, no quería mostrarse débil y ansiosa. Mandó todos los sentimientos de inseguridad al fondo y se plantó ante su objetivo. Llamó a la entrada y esta se abrió ante ella. Un escalofrío la recorrió al ver que algunas cosas habían cambiado, pero en general todo seguía intacto y unos cuantos recuerdos de su niñez la llenaron. Esta vez ya no iba a mirar atrás. Caminó lentamente pero con decisión hacia adentro, una vez llegado al umbral no tuvo que esperar demasiado, pues la puerta se abrió ante ella y tomando valentía en honor a su nombre, hizo lo que durante muchos años quiso hacer, dio un paso dentro de su verdadero hogar.
  3. Hola! Vengo aquí a pedir algunos cambios. Dice: Me gustaría que diga: Leí que el rango solo puede ser cambiado por moderadores, pero la razón de que menciono eso en el post es que al costadito en mi perfil dice "Unicornios de Oro" pero en mi ficha dice "Unicornios de Plata". No estoy segura de cual sea el correcto, dejé por mucho tiempo el foro y me perdí un poco . Desde ya, muchísimas gracias!!
  4. Hola! Vengo a inscribirme al Quinto Curso Nick en hl.org: Valent Nombre: Valentine Casa de Hogwarts: Hufflepuff País: Paraguay
  5. Escuchó el ruido de una puerta arrastrándose y se movió nuevamente, inconsciente de lo que pasaba a su alrededor. Uno de sus pies ya se encontraba en el suelo, ya que su cama tenía casi diez centímetros de altura. Los brazos estaban extendidos a cada lado y su boca estaba entreabierta. Acababa de sonreír, por lo que se podía llegar a la conclusión de que su sueño tomó una vuelta feliz. Alex se acercó a ella, sin que la misma se diese cuenta de su presencia. Como indiqué antes, se encontraba inconsciente incluso de que el chico existía. Al parecer lo había olvidado, al igual que otros detalles importantes de su vida. Nadie se atrevería a negar que ella lo amaba, principalmente porque nadie lo sabía, pero pasando por alto eso, el sueño o pesadilla que se desenvolvía en su cabeza no era fruto de un sentimiento que ella le escondía, sino de magia. —Mery —susurró al recibir el beso del Crowley, acariciando su hombro desnudo de una forma peculiar.
  6. Con Fokkito y Helen Miró dubitativamente el rostro de Helen, borrando cualquier sonrisa que había asomado y, para colmo, apretando fuertemente su puño sobre la mesa. A cada palabra que decía se ponía más tensa. Lo único que faltaba era sonrojarse, aunque no falta mucho para que pase eso, pues justo luego de comenzar a pronunciar su respuesta lo hizo. Una máscara roja cubrió la piel de toda su cara, dejándola en evidencia. —¿Desde hace cuánto lo conoces? —preguntó. La causa de su sonrojo era el haberse dado cuenta de la postura tan rígida que estaba adoptando. Era celosa, sí, no le molestaba demostrarlo... con personas conocidas. Siempre estaba atenta al comentario de las personas, escuchando falsas voces con afán de criticar que provenían de las mentes de los demás. Como aquella no era una excepción, se imaginaba lo que la novia de su hermano estaría pensando. —Digo... —intentó arreglar el efecto que había dejado la brusquedad de su pregunta anterior—. No te había visto nunca y... creo que los negocios de mi hermano nacieron hace mucho, cuando estaba ausente. Aunque sí, te doy la razón. Es bastante sorprendente y satisfactorio ver a mi hermano siendo dueño de... —escuchó el comentario de Fokker— ¡tres negocios! ¿Cuáles son? Bajó las manos sobre su regazo, donde se suponía que no las vería la chica Evans. Estaba celosa y frustrada por no haberla conocido desde el principio, pero ese no era motivo para que todos estén enterados. Los que apenas habían visto a Valentine aquel día dirían que era una chica enamorada de Fokker que venía a marcar el territorio de Helen como suyo. Tampoco sería sorprendente, pues el parecido de los hermanos prácticamente terminaba en el apellido. —Yo no trabajo —respondió, sumando más rojura a su rostro—. Tampoco estudio, terminé mis estudios en la academia hace unos cuantos años ya... todo para trabajar en Gringotts, pero se supone que ahí solo están duendes jajajajaj, yo soy de las que aparecen cuando hay algunos problemas específicos —explicó—. ¿Y ustedes? Sí, la pregunta también iba al Crowley, pues no sabía casi nada sobre él y estaba empezando a darse cuenta de que era una caja llena de sorpresas, listo para explotar.
  7. Se removió en su cama echando todo lo que tenía alrededor. Hacía unas cuantas horas que estaba durmiendo y ya era hora de que despertase. De vez en cuando fruncía el ceño, sonreía o echaba alguna que otra lágrima. Parecía que estuviese en un mundo realmente bipolar dentro de sus sueños, ¿qué estaría pasando dentro de su cabeza? Bueno, lo único que les puedo decir era que estaba teniendo un sueño muy extraño con Mery, su prima a quien no veía desde hace muchísimo. En el sueño estaban algo así como enamoradas, muy extraño, más que extraño. Más aún teniendo en cuenta que Valentine ya tenía novio y... claro, que Mery Haughton es mujer y… Valent también. Suspiró y dio otra vuelta poniéndose de cara a la única almohada que quedaba en la cama. Las sábanas estaban envueltas alrededor de su cintura y las mantas que tendrían que cubrirlas estaban tiradas en el suelo en distintas direcciones. ¿Quién sería capaz de despertarla de su largo sueño? ¿Vendría Alex a sacudirla para sacarla de su rara fantasía?
  8. Molly Lancaster Miró fijamente al hombre que respondía sus preguntas con más preguntas. Poco a poco iba siendo más obvia la falta de magia, lo que le ponía más nerviosa cada vez. Odiaba que las cosas no estén en su sitio, pues ella era fiel a la creencia de que cada sustantivo, verbo y adjetivo tenían su lugar específico en la oración. Los muggles en su mundo, los magos y brujas en su mundo, todos en el sitio que les correspondía o es que... ¿acaso el lugar de ese chico... Arthur era el Callejón Diagon? Observó las manos fuertes del hombre posándose con un poco de delicadeza y desesperación sobre el hombro de la pelirroja, justamente además de ser muggle se notaba que no la conocía para nada. Una de las cosas que odiaba era la falta de respeto al espacio personal, formaba parte de la lista de delitos que se podían cometer en contra suya. Sin embargo no lo reprendió, sino que esperó pacíficamente que él las retirara, cabe comentar que pese a que le molestó un poquito no fue exageradamente como otras veces. —¿Juan Valdez? —preguntó marcando nuevas líneas de preocupación en su rostro—. Acompáñame, si lo haces te prometo que te devolveré a casa lo más pronto posible. Dio media vuelta y comenzó a caminar sobre las piedras gastadas del Callejón Diagon, sin reparar en que el muggle Arthur lo siguiera. Tras una caminata acelerada llegaron a un edificio con una buena combinación de colores y más de un cartel que resaltaba el nombre. Nunca había entrado en el Café, pero su vista había descansado sobre él más de una vez mientras se paseaba por ahí. —¿Y? ¿Esto te recuerda a algo? —preguntó levantando una ceja como gesto inquisitivo, esperando atenta e impaciente la respuesta del chico.
  9. Molly Lancaster De bucles pelirrojos que apenas pasan sus hombros. Piel blanca, tan blanca que hace resaltar las pecas que pueblan sus mejillas, ahí debajo de dos ojos oscuros y expresivos. Sus labios son finos, tiernos, rojos, ocultan casi siempre a sus dientes blancos y rectos. A pesar de su juventud una línea ya ha sido marcada en su frente, producto de la preocupación que le causa el Ministerio de Magia y los continuos trabajos sobre desaparecidos. ----------------------------- Despertó temprano, como de costumbre. Obligándose a abandonar su cómoda cama y preparando un café fuerte, para despejarse y olvidar el cansancio. Todas sus pertenencias estaban en su lugar aquella mañana, como siempre debido a su excesiva costumbre de dejar todo en su sitio. Sin embargo no importa lo ordenado que esté su hogar, si es que algo le faltaba para satisfacer sus necesidades, debería ir hasta un negocio adecuado para la compra. Por eso fue que esa mañana se vistió rápidamente con el vestido violeta que le cubría todas las partes de su cuerpo, a excepción de las manos largas y blancas. Era una prenda ajustada en el torso y levemente suelta a medida que iba bajando. De confección simple, pero hecha de una tela bastante resistente y bonita. También llevaba puestas sus botas negras de cuero, que no podían faltarle un solo día, pues eran sus favoritas. Salió entonces de su casa llevando unos cuantos galeones y su varita. Apareció en cuestión de segundos en una calle muy transitada a pesar de ser las primeras horas de la mañana, cuando todo estaba fresco todavía y el sol luchaba por hacerse notar. Caminó erguida por el Callejón Diagon, buscando el sitio donde conseguía las mejores plumas de toda Inglaterra, cuando vio a un hombre vestido de muggle. Miró fijamente al chico rubio, dándose cuenta de que había acertado bastante bien con el atuendo, pues normalmente los magos de Gran Bretaña no lograban parecerse a las personas sin magia cuando lo intentaban, sino a payasos. Le llamó mucho la atención, tanto que se acercó a él para observarlo mejor. Pronto se dio cuenta de que no solo era diferente en el atuendo, sino que se veía confundido y miraba a todos lados. —Oye, tú. ¿Quién eres? —preguntó aflojando el ceño—. ¿De dónde vienes? ¿Quién te ha traído aquí? ¿Quién se vestía de muggle cuando se encontraba en un lugar enteramente mágico? ¿Qué mago con la edad que asemejaba el chico se mostraba confundido en el Callejón Diagon? Él no podía ser más que un muchacho perdido en el peor lugar donde pudo haber llegado. Y ella lo encontró. Molly, la mujer que no toleraba ningún tipo de delincuencia. Justamente traer a un ser sin magia al mundo mágico era parte de la lista que ella dedicaba a “delito”. —Dime qué haces aquí —dijo más seriamente, acercándose a él tanto como pudo.
  10. La pelirrosa empezaba a cansarse de tener que protegerse, curarse y no poder actuar. Quería hacerles probar a los odefos un poco de su propia ensalada, sí, ensalada pues al parecer los muy santos ni siquiera eran capaces de comer un poco de cerdito a la parrilla porque no, ELLOS NO ERAN ASESINOS, ¡NO LO ERAN! Irían al cielo cuando muriesen porque ellos nunca harían daño sin razón a nadie y menos si esta persona era un civil disfrutando de su soledad en su hogar. —Silencius —optó por conjurar, mientras el terreus seguía molestando con su puntería, Adryanie no podía hablar por un momento—. Silencius —volvió a decir, haciéndole callar esta vez a Nathan Weasley. Ya que se trataban de hechizos efectos que no requerían recorrer cierta distancia, estos pudieron surtir efecto ignorando totalmente la falta de puntería que tenía la Crowley. Pronto el terreus comenzó a disminuir la fuerza, pues solo duraba dos turnos y esos dos ya estaban llegando a su fin. Lo cual le encantaba a la pelirroja, pues odiaba que las personas intenten manipularla o decidir sus movimientos en vez de ella. Por un momento hubo una ligera pausa, donde Valentine aprovechó para tirar su ropa lejos, de modo que no vuelvan a atacarla por cosas así.
  11. Valentía era lo que a los odefos cobardes les faltaba y lo que sobraba a los mortífagos. Bueno, si estuviéramos contando todas las fallas que tenían aquellos emplumados comenzaríamos y no terminaríamos jamás, comenzando por el hecho de que alegaban cosas sin justificación, diciendo que todo el mundo mataba, cosa que ellos mismos hacían. ¿Por qué juzgar a las personas por matanza siendo que ellos hacían eso? Tontos. —Morphos —dijo creando de una estatua otro tigre de gran tamaño, que se acercó corriendo a los mortífagos con la misma obligación que el otro, defenderlos, recibiendo el hechizo “expelliarmus” que le lanzaba Leya, sin ejercerle efecto más que una leve confusión—. Morphos —volvió a conjurar esta vez apuntando a una piedrecilla, convirtiéndola en un bezoar. A la vez que la avispa marina Mei creyó que le había lanzado una araña, pero no era pues como Patrick lo aseguraba "Mei había intentado hacer un Morphos a un "rica", lo cual era un adjetivo y no algo tangible. Se sacó la avispa marina del cuerpo. Como era un ser acuático quedó muerta en el suelo, convirtienodse otra vez en el atuendo de Valentine. Comió de inmediato el morphos, curándose de ambos venenos. Los hechizos para evitar su puntería no servían para nada en ese momento, pues sus hechizos eran efectos. El tigre que había recibido el expelliarmus de Leya saltó hacia la espalda de Valent, salvándole de un sectusempra lanzado por Mei.
  12. Los odefos atacaban sin parar, sorprendiendo a la Crowley, pues la primera vez que ella estuvo en la marca no era así. Casi ningún posho se atrevía a asomar la cabeza por la ventana al ver a un mortio. Así es como era en los viejos tiempos y así es como volvería a ser, porque los compañeros de Valentine –y Valent- no se quedarían con los brazos cruzados. Se acercó a su varita, la tomó y se apresuró a decir Morphos, creando un tigre grande del árbol más cercano, el cual tenía la obligación de protegerlos a ella, Isaac, Patrick y Kritzai, en caso de que lo necesitasen. El tigre saltó frente a Isaac recibiendo el sectusempra que le lanzó Etoile, una traidora a la marca. Estaba segura de que los odefos se regodearían más tarde por los millones de hechizos que habían lanzado, cosa est****a pues era toda la orden en contra de menos de un cuarto de la marca.
  13. Vio como de repente aparecieron más odefos. Sonrió ante ellos, rodando a la vez los ojos. Aquello de atacar y que cuando uno entre a defender aparezcan los otros era de cobardes. Era obvio que lo hacían porque tenían miedo de que si es que entraban todos a la vez, aparecerían más mortífagos para matarlos de una vez a todos, como antaño, antes de que la pelirrosa comenzara su largo viaje. Agradecía que sus amigos llegaran a echarle una mano, no era molestia ir a visitar a Katara en San Mungo, pero le arruinaba todos los planes que tenía para el correr del día o los próximos que tenía, así que prefería defenderse. Una vez más demostraban que la unidad y el compañerismo era de las cosas más resaltantes, pues a pesar de tener la personalidad que tenían, eran mucho más cercanos que los pobres poshos. <<Zancadilla>>, pensó notando que una posha (Helen Reyes), la silenciaba. El segundo hechizo que intentó lanzar no pudo alcanzarla porque . <<Episkey>>, pensó curando a Isaac del sectusempra que le había lanzado Hank.
  14. Valent ya estaba curada y podía salir de aquel lugar. Solamente quería dejarles unas cuantas palabras a aquellos odefos. Le molestaba que las personas hagan cosas malas en el nombre del bien. Como siempre habían dicho los mortios, era mejor ser como ellos que portarse como unos hipócritas. Cada vez alimentaban más el odio que les tenía, haciéndose que este sea irreversible. —¿En serio? ¿Pueden ser un poco menos tontos? Hablemos de cosas que no son buenas. Como estar atacando a una princesa como yo en sus aposentos. Encima se esconden tras unas lucecitas de navidad sobre su rostro. ¿Saben qué? Me tienen sin cuidado. Vayan a molestar a sus abuelitas y déjenme vivir en paz. <<Episkey>> pensó nuevamente, curándose por completo de las quemaduras que le había dejado su vipertooth peruano.
  15. Enojada. Una ya no podía divertirse en su casa en paz. Sinceramente ese odefo que se creía Dios estaba pasándose. ¿Realmente creía que estaba haciendo lo correcto? Porque teniendo en cuenta el poco tiempo que pasó desde que regresó a las filas mortias, él había sido el único que la atacaba sin parar, lo que dejaba que empiece a ser un poco incoherente. Eso mismo, no había otra palabra mejor para describirlo. Incoherente, ah y también insoportable. Teniendo tantos ladrones por las calles viene y ataca a una que descansaba tranquila en medio de su mansión. ¿Qué daño le estaba haciendo a alguien? Absurdo. Una vez más llegó a la conclusión de que los odefos estaban mal de la cabeza y que se pasaban dando aires de buenos, mientras hacían sus porquerías. —Morphos —un árbol cercano a Valentine se convirtió en un elefante gigante, recibiendo él los hechizos que le lanzaban, tanto como el expelliarmus, que no le hizo daño porque el animal no tenía varita y el incárcerus, que lo amarró. <<Episkey>> pensó curándose de las llamaradas del dragón (de Boss e.e), sanándose sus quemaduras. Valent notó la presencia de otro mortífago, Patrick.
  16. Valent se dio cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo en su castillo. Entonces, salió corriendo esquivando todos los lugares frecuentados, caminando a gran velocidad por el patio de la Crowley y una vez que estuvo fuera desapareció del sitio sin dejar rastro, yendo a un lugar bien lejano donde no podían capturarla ni matarla ni nada de lo que ellos querían. No le gustaba que la molesten en su propio hogar, justo cuando necesitaba soledad para ordenar sus caprichos y ver cuál era el que tenía más urgencia en esos momentos, aparecían los poshos aburridos con sus insinuaciones aburridas. ¿Ella? ¿Qué tanto mal le hacía a los odefos para que la anden cazando apenas respire?
  17. Sintió que alguien golpeaba la puerta donde se recostaba y se apretó el doble a ella. Escuchó enseguida que se trataba de Alex, a la vez que su cara se tornaba de un color escarlata. Se cruzó de brazos, cabe comentar que ambos lo hicieron al mismo tiempo, sin saberlo. El chico protestaba para que ella abriera la puerta, mientras ella seguía sentada tratando de que se le pase los efectos de su timidez. —No estoooy —gritó. Se quedó esperando alguna respuesta, sin recibirla. Fue por eso que se levantó del suelo, arregló su vestido de costumbre, el negro de costura simple, respiró hondo y estiró el picaporte de la puerta lentamente. Dejó ver apenas un ojo por la pequeña abertura, observó sus costados buscando actividad, buscando encontrarse con los ojos del chico que la tenía enamorada y, cuando no lo vio... —¿Alex? —llamó. Abrió esta vez la puerta totalmente. Dio unos pasos al frente saliendo al pasillo.
  18. Sonrió al ver a su hermano animado. Parecía que su vida estaba yendo a la mar de bien o que, por lo menos, tenía mucho optimismo. Cualquiera de las dos opciones le parecía bien. Lo que siempre había quedado claro en su vida era que amaba a su familia y Fokker formaba parte de ella, por lo tanto también lo amaba. Y, como todos saben, amar implica ser feliz solo viendo feliz al otro. Obviamente no era un amor de pareja, ya estaba harta del incesto. Su sonrisa se borró en cuanto escuchó la nueva noticia. Ahora en su rostro solo se notaba una mezcla de sorpresa, curiosidad, incredibilidad. ¿Su hermano tenía un negocio? Claro que le parecía bien, pero... No podía ser, él era el que prefería sentarse y hablar con amigos. Hasta le recordaba a un hippie, era increíble que él tenga un negocio y tan concurrido como lo era aquel. Se dio cuenta de que tenía los ojos abiertos como platos y volvió a normalizarlos, disimulando. —No es que no te crea capaz pero... guao... no sé qué decir. ¡Felicidades! —dijo riendo, tomó su vaso, lo levantó y lo bajó, dirigiéndolo a su boca. Dio un sorbo y en medio de él aparece una chica. No terminaba de tomar su bebida cuando el chico lleno de sorpresas la presentó como su pareja. No pudo evitar el abrir nuevamente los ojos enormemente y atragantarse con la bebida. Se limpió la boca con la manga de su capa y se paró para saludar a la muchacha. La miró de pies a cabeza, estudió cada movimiento que hacía. ¿Estaría cualificada para ser la madre de sus sobrinos? Lo sé, Valentine estaba exagerando un poco. —Hola... Sí, jajaja —rió nerviosamente—. Lo suficiente para ser celosa —agregó inútilmente—. Oh, es solo una broma. Siéntate con nosotros o... ¿van a salir a alguna parte?
  19. —¿Todo está en orden? —Le aseguro que sí, Srita Valentine —respondió el elfo. —Si mis cosas no están en su lugar... las ordenarás tu mismo —dijo ella incapaz de comportarse mal con quien le había hecho compañía tanto tiempo. —No te sale —hizo notar el elfo, dándose cuenta. —¿Y a ti qué te importa? —preguntó empujándolo a un lado. Siguió caminando por las calles de Ottery, apurando el paso más de lo común. Odiaba a su elfo doméstico porque se reía de ella. Él resultaba ser como su amigo imaginario, el que siempre le explicaba desde otro punto de vista lo que ella hacía, para que pudiera entender si obraba bien o mal. ¿Quién diría que un mortífago tuviera como amigo a alguien de más bajo nivel? Ciertamente era una mortífaga peculiar. Llegó al portón del Castillo Crowley y lo empujó con ambas manos. Una vez este tuvo la abertura exacta para dejarla pasar por el costado ingresó a los jardines. Trotaba intentando ignorar al elfo, aunque él ya haya desaparecido e ido a otro lugar para ocuparse de demás mandados de la pelirrosa. Se sentía tan frustrada que no le importaba esta vez lo que pensarían los demás o cómo la recibirían... o si la recibirían. —Maldito elfo, ojalá desaparezca el muy... aaa, lo odio —refunfuñaba con ambas manos apretadas en sendos puños. Abrió la puerta del castillo sin llamar y corrió hacia las escaleras. Subió de dos en dos, lo máximo que le permitían sus piernas cortas y siguió subiendo hasta encontrar la planta de su habitación. Se encontraba cansada, pero no lo demostró, no aminoro la caminata hasta entrar a su recinto sagrado. Cerró la puerta con fuerza y se sentó recostándose por ella, obstruyéndole el paso a todo aquel que quisiera ingresar allí.
  20. Todo iba a la mar de bien hasta ese momento. Poco a poco comenzó a desenvolverse nuevamente sin miedo a encontrarse con alguien conocido. Verse con Memi le había asegurado que no todos en Ottery la odiaban o, por lo menos, no muchos. Luego Fokker subrayó el hecho de que era bienvenida, al acercarse a su mesa y tomarla por sorpresa. Al principio tuvo que entrecerrar los ojos, él estaba irreconocible. —Heey... hermano —saludó pasándole la mano y a continuación estirándola, obligando al chico a darle un abrazo, recibiendo a la vez el beso en la mejilla—. ¿En qué andas? ¿Qué te trajo a este negocio? Ella lo miraba con curiosidad. Era extraño encontrarlo en un lugar como ese, bueno, era extraño encontrarlo en un lugar y punto. Pocas veces habían sido las que cambiaron palabras, sin embargo todas ellas habían sido reconfortantes y alegres para la pelirrosa. Él estaba en la lista de sus hermanos favoritos (ya que tiene varios). Lo malo de su relación era que él siempre, durante las veces que ella se encontraba en el pueblo, había estado escondido.
  21. ~Po Apareció en las afueras del Castillo Crowley, el antiguo hogar de su ama Valentine Drycar. En ambas mano llevaba maletas enormes que parecían estar a punto de estallar, era la primera ronda de todos los viajes que tendría que hacer para volver a llenar la habitación de la pelirrosa. No se trataba de ropas, sino de recuerdos mágicos y muggles que había ido adquiriendo en sus viajes. Como era obvio, volvía a quedarse allí, esta vez para siempre. Mientras cruzaba el jardín cuidado por uno de las elfinas más bellas, pensaba en su ama y señora. Con el correr de los años le había tomado gran cariño, pues ella le trataba como un ayudante y no hacía comentarios despectivos hacia su apariencia. Desde el principio Valent le había pedido que le llamase por el nombre, pero la admiraba tanto que le era casi imposible poder decir su nombre tan abiertamente. Tantas travesuras acompañó él, tanto desde fuera como desde el mismo centro del problema. Así que podría decirse que entendía a la perfección cada decisión que tomaba, además de apoyarla no solo por ser la que le rescató de su antiguo hogar. Tanto le agradaba su compañía que no le molestaba sus peticiones y las cumplía al pie de la letra, claro que a veces se permitía enojarse con ella y ser un poco duro, pero eran cosas sin importancia. En ese momento, aparte de estar melancólico por el regreso que se avecinaba por el castillo en donde se estaba por adentrar, se sentía frustrado por Valentine. Tenía miedo de que su familia no la recibiese con los brazos abiertos, otra de las razones por la cual tenía que ir cargando sus maletas. Su plan era que él vaya primero, para poder recibir todos los regaños y que ella apareciese luego de la discusión o simplemente no aparezca, dependiendo del grado del disgusto.
  22. Valent escuchó todas las respuestas de Memi con mucha atención, estaba muy emocionada, tanto que no podía dejar de sonreír. Un bebé, una niña, qué hermoso era ello. Algo que nunca podría vivir, no es que quisiera vivirlo. En realidad ni siquiera quería encontrar al amor de su vida, no era algo que le atraía demasiado, simplemente... simplemente le parecía genial ver a su gente querida feliz y más aún que no le reclamen por sus faltas. Es por eso que se sintió muy mal al notar que su amiga iba bajando un poco el estado de ánimo, no era muy notable, pero a la pelirrosa le gustaba notar esos cambios y... bueno, se entristeció. Arrugó la frente y abrió bien los ojos, pronto entendió a lo que se refería. El chico, el padre, sea quien sea no había sido muy bueno. Enterarse de eso, deducirlo, no le hizo muy feliz. Aparte de entristecerla la puso ¿rabiosa? —Okeey, okeey, oyeee —llamó a la elfina, adiós cuidados para no llamar la atención—. Cancela nuestros pedidos, ¿esta bien? Queremos lo más fuerte que haya y por favor, ¡no se apuree! Bajo la voz, se sentó y volvió a mirar a su amiga. —Es hermoso el nombre y sé que ya la vas a tener dentro de unos días. Soy algo despistada. ¿En qué estaba? Ah sí, ¿te gustaría salir de fiestas por hoy conmigo? No sé, quiero… quiero —agitó su puño en el aire—. Ya sabes, lo que hacen las mujeres cuando están hartas de todo el mundo. Oh sí, lo siento, estás con un bebé. Ay Dios, acompañame, ¿quieres?
  23. La Crowley apenas entendió por qué Memi creía que tenía algo diferente, en realidad siempre se había comportado así ¿o no? Se rascó la mejilla suavemente tratando de recordar cada momento pasado con ella. Siempre la había visto como jefa de casa, cuando la rubia era todavía más joven, quizás por eso la veía diferente. Era hermosa la sensación que le llenaba al ver a una ex alumna hecha una amiga, ahora incluso actuaba de esa forma delante de ella. Reprimió una risa mostrando en vez de ella su sonrisa llena de alegría y se dedicó a escuchar a la muchacha. Las ganas de reír terminaron rápidamente y dejó escapar un gemido casi inaudible, su rostro lo único que expresaba era sorpresa. La muy tonta Valentine había pensado cualquier cosa menos en un embarazo y ahora que lo mencionaba comenzó a notarlo. La forma redondeada que tenía el saco azul sobre su pancita era imposible de pasar por alto. —No puedo creerlo —dijo tapándose la boca con ambas manos, de repente unas ganas de llorar la abrumaron—. De verdad que no puedo creerlo, es increíble. Tú esperando un niño o niña, ¿qué es? ¿Ya se puede saber? ¡Oh, Memi! Tanto has crecido desde que te conocí y ahora… dime, ¿ya está por nacer? Esa noticia le hizo sentir las arrugas que no existían en su rostro inmortal. Era una buena nueva increíble y ni siquiera yo podría contarte la sorpresa que se llevó Valent. Comenzó a recordarse a sí misma en la sala común de los Centauros, teniendo a Memi como prefecta en sus salas. Aquellos pequeños recuerdos que la llenaban de amor y le dieron ganas de no querer volver a irse jamás. Quería quedarse con ellos, a ver al pequeño bebé que pronto estaría con ellos. Quería ser ella una de las que le acompañase a la Academia. —Es algo hermoso, quiero que me cuentes todo. El padre, el nombre que llevará, aaaay ¡quiero saber el color de ojos y de cabelloo! Jajjajajaaajaj —la pelirrosa comenzó a reírse con ganas—. ¿Crees que pueda tener mi cabello aunque no tengamos lazo de sangre? Jajajajaj. ¡Estoy tan feliz por tii!!
  24. La elfina respondió a su pregunta, sin embargo la pelirrosa ya estaba pensando en otra cosa. Alguien la había llamado por su nombre y eso que cuando apenas llegó se había encargado de barrer el local con la mirada, buscando gente conocida. Se agachó sobre la mesa buscando esta vez el origen de la voz, que recordaba pero no lograba reconocer y cuando encontró a Memi se levantó rápidamente de la mesa tirándola hacia enfrente, jugando con el equilibro que tenían las cosas de encima. —Oh, hola... ¡Memi! Un gusto verte, yo... yo pensé que, oh ¿quieres venir a sentarte conmigo? Justamente estaba... oh, disculpa, no soy muy buena con esto —con el dedo índice apuntando al cielo fue saliendo de su asiento a duras penas y trayendo (arrastrando) una silla hasta su lado para que tome asiento la muchacha—. ¡Noo esperaba verte por aquíii! Levantaba ambos brazos cada vez que hacía una exclamación. Exageraba el tono de las palabras y ni qué hablar sobre sus gestos. Realmente parecía una loca. Además bien que había querido pasar desapercibida, para cinco minutos después ya tenía puestas varias miradas del lugar. Se sentía tan mal y exasperada, tenía miedo de que Memi le sacara el tema de su gran viaje y le hiciera sentir aún peor por no haberse despedido de nadie. —Quizás te estés preguntando por qué me fui —dijo sin darse cuenta en voz más alta de lo normal, volviendo a su lugar—. No es que quiera hablar de eso, en realidad no quiero. ¿Vas a ordenar algo? Yo quiero un café y si no hay, ok, cualquier cosa dulce en su lugar. Se recostó entonces sobre sus dos palmas que apretaban sus cachetes, con los codos apoyados también sobre la mesa, parecía que nunca hubiera conversado ni visto un ser humano. Lo malo de todo era que no se daba cuenta de que comenzaba a hacer el ridículo y quizá le empiece a dar miedo a Ángel, que antes era su alumna en la casa de la academia. Quée tiempos aquellos, tan hermosos que hasta dolían recordar. Ok, paren todo. Ángel tenía algo diferente, no era el cabello ni el tono de ojos, había algo... un algo que... ¿estaba de dieta?

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