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Angel.Of.Ice

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Mensajes publicados por Angel.Of.Ice

  1. Me gusta, Athena :rolleyes: Te quedó preciosa *la amoroseo* Dime Angel, Liza o Pau (mi nombre muggleloso) como quieras, ya me acostumbré ^_^ Los colores están bien, son tranquilos. Y las medidas perfectas *w* Me pasaré por aquí más seguido :lol: ¡Muchísimas gracias, Athe!

     

    PD: Hola, ¿sí? Estoy llenando líneas porque así es mejor para los modes y no me consideran spameosa. Aunque la verdad es que sí me gusta hacer spam :P Solo para que lo sepan, oh sí. Además quiero decir que estoy enamorada (?) o al menos me gusta muncho alguien :bb: Sah, muNcho e_e xD Ya, me fui. Mejor dejo de escribir tonterías para llenar espacio :lol: Repito: Athe, me gustó la firma :3

     

    PD2(?): Ishaya *-* También es una firma linda :rolleyes:

  2. QUINTA PLANTA - HERIDOS Y RESURRECCIONES DE NEUTRALES Y CIVILES

    Liza M. Rambaldi - Nadie puede esconderse de Liza (?)

    Con Héctor y Aimé.

     

    Me limpio las manos con mucho cuidado, refregándome las palmas y quitándome la mugre debajo de las uñas. Es una tarea tan mecánica que solo me lleva unos pocos minutos. Tomo una toallita de papel y cierro el grifo del agua con ella, evitando que toque mi piel. Seco mis manos y tomo un par de guantes de látex que meto en un bolsillo de mi túnica.

     

    Voy hasta el armario donde se guardas las pociones y busco lo que necesito, llevándome frascos pequeños que puedo tener en mis ropajes. Es la forma más rápida de atender a los pacientes. Siento el suave tañido de la campana que nos indica la presencia de pacientes pero rápidamente el silencio vuelve a reinar. ¿Qué diablos? Cierro el armario y camino por el pasillo pero no encuentro a nadie. ¿Acaso la alarma tiene fallos? No creo. Veo un destello de luz en una de las salas, me acerco y apoyo el oído contra la puerta. No oigo absolutamente nada. Puedo asegurar que alguien está ahí adentro, pero no entiendo porqué está ocultándose.

     

    Deslizo mis finas manos y entreabro la puerta, por suerte no la han cerrado. Pienso en espiar pero es muy probable que me descubran así que entro en la sala, cierro la puerta tras de mí y me cruzo de brazos. Dentro está Héctor, uno de los sanadores de la planta, trabajando sobre una joven mujer (Aimé, hola :rolleyes: ).

     

    -¿Puedo ayudarte en algo? –pregunto y luego oigo la pregunta de la mujer- Oh… lo siento –me ruborizo- no sabía que era algo tan... privado -me mordisqueo el labio, entendería que me quisieran echar, ya que no son conscientes de que aspiro a la orden.

  3. ¿Holó? Quiero firma, los voy a hacer trabajar maldetos >:( (?) Nah, mentira. Es que hace tiempo no me hacen una linda imagen :rolleyes: Espero que entiendan mis indicaciones, los voy a medio-marear e______é pero ya. Suerte (?) :lol:

     

    Imagen: Click *-*

    Texto Firma: El nombre de mi personaje *-* Elizabeth Cassel Myrddin Rambaldi o Liza Myrddin R.

    Texto Avatar (si se requiere): L, una L así toda preciosa (?)

    Medidas:La que sea legal :lol: (?) El hecho es que no puede ser muy grande porque tengo varios blinkies u_u Además no quiero que parezca grosera.

    Colores: Parecida a como está, un fondo con blanco y celeste quizá, algo calmado. Que el centro de la imagen sea la chica en llamas :rolleyes:

    Otras especificaciones: Nah, nada más.

     

    Les deseo suerte de nuevo :P xD Cualquier cosa envíenme MP es más fácil que lea eso. Soy vaga :ninja:

     

    Ahora sí, chau *-*

     

    PD: Por las dudas lleno líneas, porque si uno no llena líneas y los mode se enteran me suben advertencia. Soy muy pura para tener niveles de advertencia. Inocencia :rolleyes:

  4. Liza M. Rambaldi - Poner título pudre (?).

     

    Hago un mohín. ¿Pequeñita? ¿Yo? Bueno, claro. Estoy hablando con una momia.. digo, con un inmortal. ( :lol: ) Acomodo mi vestido y me apoyo una mano en la cintura mientras me termino el vino de un solo sorbo. Me muevo hasta una mesa para dejar allí la copa. No más alcohol, aseguro llevándome una mano a la cabeza. Dios, mi organismo es un asco. Bostezo, el cansancio ha vuelto.

     

    -Bien, creo -le contesto a Aziid y me encojo de hombros-. Algo cansada... estás viviendo en la hacienda Tonks con mi padrino, ¿verdad?

     

    *OFF*

     

    Inspiración muriendo lentamente >_> (?)

  5. Hola *-* ¿Qué tal? Vine a hacer unos cambios, quiero mi ficha tal cual la dejaré en spoiler con ese color y todo ^_^ Gracias. Si tienen algún problemita avisen y vemos como lo solucionamos :rolleyes:

     

    Saludos :P

     

     

     

    Ficha de

    Liza M. Rambaldi

     

    http://25.media.tumblr.com/tumblr_m4v7ci4Lul1r9ujffo1_500.jpg

     

    Datos Personales:

     

    Nombre del Personaje: Elizabeth (Liza) Cassel Myrddin Rambaldi.

     

    Sexo: Femenino

     

    Edad: 18 años.

     

    Nacionalidad: Estadounidense, vive en Londres desde que empezó el colegio a los once años.

     

    Familia(s):

    Adoptiva - Rambaldi

    Sanguínea - Myrddin

     

    Padre(s) Sanguíneo: Ángel Myrddin Black Lestrange (angelcullen)

     

    Padre(s) Adoptivos: Lisa Weasley Rambaldi

     

    Trabajo: San Mungo. Planta 5 (Heridos y Resurrecciones de Neutrales). Aprendiz.

     

    Poderes Mágicos: --

     

     

    Rango Social: Aprendiz.

     

    Bando: Neutral

     

    Rango dentro del Bando: --

     

    Nivel de Poder Mágico: 0

     

    Puntos de poder en objetos:

    Hechizos adicionales:

    Puntos de poder en criaturas:

    Criaturas controlables en asaltos y duelos:

     

    Habilidades Mágicas:

    * Habilidad 1 --

    * Habilidad 2 --

    * Habilidad 3 --

     

    Conocimientos Especiales:

    * Conocimiento 1 --

    * Conocimiento 2 --

    * Conocimiento 3 --

     

     

    Perfil del Personaje:

     

    Raza: Humano.

     

    Aspecto Físico:

     

    Estatura alta para ser mujer, 1.70 exactamente. Peso 60 kilos. Piel blanca, suave, sin imperfecciones. Cabello rubio, con reflejos blancos, largo hasta el final de la espalda y con suaves ondas. Ojos azules con delicadas franjas amarillas, a media luz parecen verdes. Pestañas extensas, cejas finas. Labios color rosa pálido. Dientes blancos y alineados, caninos puntiagudos.

    Figura con forma de reloj de arena, hombros y caderas más anchos que la cintura, de avispa. Senos pequeños. Piernas redondeadas y largas, sensuales.

     

    Utiliza extensiones de cabello o pestañas en ocasiones especiales, al igual que bronceador para lucir menos pálida. Es normal verla con anteojos para mejorar su visión.

     

    En los momentos en los que es controlada por su demonio de fuego sus ojos se vuelven violeta amatista, sin pupila ni blanco, y el resto de su cuerpo arde en llamas rojizas. Si se presta atención, y no está lo suficientemente enojada, puede admirarse su cuerpo desnudo. En esta forma su visión es perfecta.

    También posee el poder de congelar y enfriar materia.

     

    Cualidades Psicológicas:

     

    Simpática y extrovertida. Cariñosa y, en general, arma lazos sentimentales rápidamente. Insegura de sí misma, insatisfecha con la vida que le ha tocado. Talentosa en la música y en la lucha cuerpo a cuerpo, apasionada por la moda y curiosa. Vengativa y rencorosa, es muy difícil que perdone errores. Olvidadiza en la vida cotidiana.

     

    Historia:

     

    Me siento en el suelo, doblando las piernas debajo de mi torso, y apoyo los codos en las rodillas. Cierro los ojos e intento recordar qué fue lo último que le dije a Robert, mi “abuelo” muggle, antes de que falleciera. Querrás saber porqué mencionó mi parentesco de esa manera. Verás, no era realmente mi abuelo. Él y Lila, mi “abuela”, me criaron cuando mi desconsiderada madre, Ángel, me dejó en la puerta de su casa.

     

    En fin, siempre que me siento alterada como ahora. Me siento en el piso, no importa en qué lugar esté, cierro los ojos, me cubro la cara con las manos y pienso. Pero aún no tengo ni idea de qué habrá sido lo que le dije antes de enviarlo al más allá. Bueno, no es que yo lo matara.

     

    Me explicaré mejor. Yo tenía siete años cuando empecé a hacer “magia”, me sentía tan especial y mis “abuelos” estaban fascinados, podía doblar las cucharas de la cocina cuando no quería tomar sopa de pescado, apagaba las luces de todo el vecindario cuando me sentía triste. Pero lo más importante era que podía quemar las cortinas del living con solo mirarlas, y convertir el lago en hielo si me apetecía patinar.

     

    Era persuasiva, ágil, inteligente, seria (incluso para mi corta edad). Era hermosa. Mi pequeño cuerpo menudo era completamente blanco, aunque vivíamos en el sur de los Estados Unidos, parecía que yo provenía de un país más frío… como Suiza, o quizá el estado de Alaska. Mi cabello dorado oscuro tenía reflejos rojizos que contrastaban con mis brillantes ojos verdes como el mar.

     

    Recuerdo bien mi primer día de escuela. Mis primeros compañeros estaban aferrados a las manos de sus padres, chillando para no alejarse de ellos, sin embargo yo caminé hasta la maestra sin dudarlo ni un segundo. Ése día me separé del resto de los niños que intentaban jugar conmigo. Yo no era como ellos, era distinta, no quería participar de las tonterías que hacían. Ni siquiera prestaba atención a las frases que la maestra nos hacía escribir. En mi cabeza rebotaba una única orden: No hacer magia.

     

    Meses después, me di cuenta de que nadie intentaba acercarse a mí. Empecé a ser mejor en clase, me involucré afectivamente con mi maestra, Kalim, un niño de descendencia hindú, y Alanna, una niña latina. Con mis dos pequeños amigos nos habíamos apropiado del columpio azul, al que nadie podía subir porque era demasiado alto. Nosotros teníamos una piedra para poder subir, y aterrizábamos en la caja de arena del tobogán cuando queríamos bajar. Alanna era tan delgada como una hoja y parecía volar hasta la caja. Yo llegaba, aunque mi tamaño no me lo permitía, por obra de magia. Y Kalim era muy alto, así que se impulsaba y lograba llegar hasta la arenilla.

     

    Un día, Kalim no llegó. Era una tarde ventosa y nos habíamos juntado después de clases. Primero me columpié yo, luego Alanna y finalmente él. Las cadenas que ataban al columpio se movían peligrosamente, pero éramos niños así que no nos importaba. Recuerdo que justo cuando se impulsaba, mi amiga gritó, el primer eslabón de la cadena se había roto. Kalim voló, con su propia fuerza impuesta sobre el asiento, pero la caja de arena estaba demasiado lejos. Su cabeza se estrelló contra el borde del sube y baja. No se movió.

     

    Nos dijeron que se mudó.

    No me lo creí.

    Me alejé de Alanna. No volví a hablar con nadie. No volví a jugar. Mis sentimientos estaban encerrados. Mis “abuelos” se preocuparon, pero los persuadí. Era una niña, quizá tan solo estaba conmovida por haber perdido a mi amigo. Se me pasaría.

     

    Una noche de lluvia me acerqué a la ventana de mi habitación. Estaba enamorada de mi cuarto, de las paredes menta y mi cama de dosel, de las cortinas blancas y el suelo de madera vainilla. Repentinamente un rayó cruzó el cielo y esperé a oír el trueno. Pero no lo escuché. Y de hecho, el rayo había sido de un curioso color verde. La puerta del piso inferior se abrió con un poderoso estruendo y mi “abuela” chilló.

    Escuché voces y me moví hasta la parte superior de la escalera, lista para bajar a inspeccionar.

     

    -Lizzie… -susurró Robert-. Quédate aquí.

     

    -¡El viejo la tiene! –gritó alguien debajo de mis pies.

     

    Levanté la mirada hasta mi “abuelo”, que estaba a mi lado, con su salto de cama marrón y el diario del día en las manos arrugadas y las marcas de una vida como trabajador del hierro. Mis ojos se dirigieron hasta la planta baja. Con rapidez, un grupo de personas envueltas en grandes capas negras y los rostros cubiertos, se estaban juntando a los pies de la escalera.

     

    -¿Quiénes son? ¿Qué quieren? –preguntó Robert, con su potente y firme voz.

     

    -Entrega a la pequeña –dijo uno, aunque se oía distorsionado como si estuviera bajo agua.

     

    -No, no, no, no… -sacudió la cabeza mi “abuelo”.

     

    -Como quieras –siseó una voz femenina aunque también era extraña, sacando a mi “abuela” del montón y apoyando una ramita contra su cabeza.

     

    -¡No! ¡Lila! –vociferó Robert. Lo miré incrédula, ¿por qué le temía tanto? Se movió hacia adelante y un rayo de salió de la varita hacia él, no pudo esquivarlo y cayó hacia atrás, inmóvil.

     

    No recuerdo qué sucedió después. Solo sé que esas personas se fueron y que alguien llevó a mi “abuelo” hasta su cama. Al día siguiente, Lila era un mar de lágrimas. Las luces del vecindario se apagaron. Mi “abuela” me llamó cuando el sol ya caía, el cielo estaba tiznado por franjas rosadas y rojas que llegaban hasta el horizonte. Subí sola hasta la habitación de Robert. Nos despedimos. Lucía tranquilo, como si no le quedara nada más que hacer por nadie. Se levantó y se acercó a la ventana, que estaba abierta de par en par, admirando la hermosa llanura de césped verde que se abría frente a sus ojos.

     

    Tomé su mano y noté que se tensaba durante una milésima de segundo, luego volvió a su calma y cerró los ojos. Y allí mismo mi mano estalló en llamas, el fuego subió por su mano y se hizo con todo su cuerpo, al tiempo que mi cabello empezaba a moverse y el fuego también se apoderaba de mí. Él se redujo a cenizas que flotaron frente a mí antes de irse por la ventana. Yo estaba sana y salva.

     

    Y eso fue todo. La relación con Lila nunca volvió a ser la misma, siempre estuvo apartada de mí, como si no quisiera volver a la realidad. A veces hablaba sola, y hacía comida para tres personas… cuando éramos dos. No lo superó. Yo tampoco lo había hecho.

    Nos mudamos a Francia, luego pasamos por Italia y, cuando ella falleció, llegué a Inglaterra.

     

    Me detuve en todos los bares. Tenía dieciséis años pero parecía mayor, y nadie me pedía mi documentación. Me vestía con lo que llevaba en mi pequeña maleta, y conseguía el dinero para comer de los mandados que les hacía a mis vecinos de la posada. Conocí a más personas como yo, mágicas. Sergi, un vampiro catalán de brillantes ojos grises y cabello rojo. Gabrielle, mi mentora, una bruja francesa que logró conseguirme mi varita y me enseñó a preparar pociones, que siempre estuvo sorprendida de que nunca hubiese asistido a una Academia de magia.

     

    Y luego está Devon, el chico de cabellera rubia plateada que llevaba hasta los hombros y misteriosos ojos azules. El chico de veinte años que nunca miró atrás cuando se alejó de todo lo que conocía. El chico que una vez al mes se iba a los bosques de Irlanda para no dañar a nadie. El chico-lobo sin adiestrar. El chico que estaba tan perdido como yo.

    Sé tanto sobre él, pero eso sería otra historia.

     

    Gabrielle me dijo dónde buscar techo y comida. Dónde conseguir una familia que pudiese tenerme, ya que ella no podía hacerlo. Me llevó hasta Ottery St. Catchpole, un pueblo alejado en Inglaterra, donde encontré a Lisa. Una bruja simpática que me reconoció cuando toqué a la puerta de la mansión donde vive. La familia Rambaldi me recibió de brazos abiertos y Lisa me adoptó como su hija, aunque no nos conociéramos se lo debía a mis “abuelos”, ella los conocía.

    Empecé a asistir a la Academia de Magia y Hechicería, de la que tanto hablaba Gabrielle. Mi vida comenzó a parecerse a la de una adolescente “normal”. Paseé por las calles de Ottery, conociendo gente increíble y otra no tanto. Y hallé a alguien que jamás pensé hallar. Mi madre Ángel era la persona más adorable que había visto, y se parecía (se parece) muchísimo a mí. La detesté desde el primer momento. Me pidió disculpas y las acepté. Lloramos. Mi familia sanguínea por fin me reconoció y dividí mi tiempo entre los Rambaldi y los Myrddin. Todo tomaba forma.

     

    Los estudios eran difíciles pero podía con ellos. Hice amigos: Gaby, Luna, Ania… Seth. Este último era con el que mejor me llevaba. Novio de Gaby, lastimosamente. Era divertido, simpático, algo raro pero arriesgado. Con ellos estaba contenta, eran mi mejor grupo. Como Alanna y Kalim. Pero conocí el lado oscuro de vivir con magos. Ellos tenían una pelea de la que yo nunca había intentado formar parte. Existían unos “bandos” como les llaman, la Marca Tenebrosa y la Orden del Fénix.

     

    Los mortífagos, quienes forman parte de la Marca Tenebrosa, atacaron. La mansión Rambaldi era segura y yo me escondí. Lisa salió, aunque nunca supe dónde se metió. Seth estaba fuera y dos mortífagos se deshicieron de él. Lo vi morir. Le acaricié el cabello mientras se volvía frío y sin vida. En ése momento recordé a las personas que hirieron a mi “abuelo” y até cabos.

     

    Al día siguiente me sentía extraña, como si alguien me siguiera todo el tiempo, incluso cuando estaba completamente sola. Yo pensaba una cosa y una pequeña voz me contestaba. Lo curioso era que nadie más podía oírla. Empecé a creer que me había vuelto loca, como Lila con la muerte de Robert. Pero no, dejé que la voz hablara y ella explicó todo. Yo no estaba loca.

     

    Kath era una demonia diminuta, casi invisible, que estaba enterrada en mi corteza cerebral. Ella podía hacer y sentir todo lo que yo hacía, pensaba, sentía o recordaba. Y podía contestarme. Cuando me debilitaba, ella era capaz de controlar mi cuerpo como si le perteneciera. Lo acepté y fuimos una.

     

    Y así llegamos al presente. Descubro mi rostro y fijo mis ojos verde/azules en la pared bordó. Aún no consigo recordar que le dije a Robert antes de que muriera, pero ya no importa. La crisis ya pasó, me siento tranquila. Inspiro profundamente y luego suelto el aire con lentitud. Tengo cosas que enfrentar en mi presente; mi interés en formar parte de la Orden del Fénix, no permitiría que los mortífagos volvieran a hacerle daño a nadie, mi trabajo en San Mungo, que decae velozmente, y mis estudios en la Academia, que estoy por terminar (al fin).

     

    Me pongo de pie y apoyo una de mis manos contra la pared, sintiendo la cruda textura bajo las yemas de mis dedos.

     

     

    Pertenencias: --

     

    Objeto Magico Legendario: --

     

    Objetos Magicos:

     

    Objeto 1: Varita.

    Clasificación: AA

    Puntos de poder: 20

     

    Objeto 2: --

    Clasificación: --

    Puntos de poder: --

     

    Mascotas y Criaturas:

     

    Criatura 1: --

    Clasificación: --

    Puntos de poder: --

     

    Criaturas en la Reserva:

     

    Criatura 1: --

    Clasificación: --

    Puntos de poder: --

     

    Elfos:

    * Elfo 1: Vrael

    * Elfo 2: --

     

     

    Licencias, Tasas, Registros:

     

    Licencia de Aparición: --

     

    Licencia de Vuelo de Escoba: --

     

    Registro de XXX:--

     

    Otros Datos: Patronus en forma de perro ChowChow, con una altura de 80 centímetros.

     

    Cronología de cargos: --

     

    Premios y reconocimientos: --

     

    Links de Interés Referentes al Personaje: --

     

     

    Link al Perfil de Comprador MM: --

    Link a Bóveda Personal: Bóveda nº 98786

    Link a Bóveda Trastera: Bóveda nº XXXXX

    Link a Bóveda de Negocio: Bóveda nº XXXXX

    Link a Bóveda Familiar 1: Bóveda Familia Myrddin.

    Link a Bóveda Familiar 2: Bóveda Familia Rambaldi.

     

     

  6. Liza M. RambaldiHello people B)

     

    El abrazo de Etoile me resulta cálido y amigable aunque dura poco, al parecer la mujer está tan poco acostumbrada como yo a las demostraciones de afecto. En cuanto me suelta se aleja y se sienta, tomando una copa de vino. Oigo su pregunta y miro de reojo a mi padrino. A mí solo me han invitado y no tengo idea de cuál es el plan… He llegado hasta aquí por completa cortesía.

     

    La frase de Aziid me descoloca momentáneamente pero luego lo comprendo, los Tritones del Río Wye fuimos los vencedores de las Jornadas, sobre todo gracias a él. Sonrío, nunca se me habría pasado por la cabeza que el despeinado pelinegro sería tan dedicado. De pronto el también se aleja y me pregunto si se debe a mi llegada. No, claro que no. Lo veo servir las copas de vino y traerlas hacia nosotros. Tomo la mía, que tengo levitando enfrente, y hago un mohín. El alcohol no me sienta bien… aunque podría tomarme solo ésta copita.

     

    Tomo un sorbo de vino y lo saboreo, aunque no sé nada sobre dicha bebida. El vampiro ojiverde se acerca a mí y yo me paro de puntillas, quedando a la altura de su rostro. Le beso la mejilla y vuelvo a bajar los talones al suelo.

     

    -¿Cómo estás, ancianito? –le pregunto a Brandon, haciendo énfasis en “ancianito” consciente de su avanzada edad… que, dicho sea de paso, no se le nota en absoluto.

  7. Liza M. RambaldiGrupo Plata

     

    Mi hechizo impacta en la hiena pero solo parece alterarla más. De improviso mi varita sale despedida de mi mano, cayendo unos cuantos metros detrás de mí. Chillo. Diablos, no. Rápidamente me quito las sogas que amarran mis pies y me impiden el habla, ya que mi compañera me ha liberado los brazos. Perfecto, al fin podré usar hechizos verbales… aunque no tengo varita y tengo que adelantarme al próximo encantamiento del ojiverde.

     

    ¡Eso es! ¡Un hechizo sin varita! Y no-verbal, el joven mago no sabrá lo que intento hacer. Entrecierro los ojos, concentrándome. La proyección mágica es la única alternativa que encuentro. Estiro mi brazo derecho, como si fuese a agarrar algo, y atraigo hacia mí un enorme cartel de metal de unos dos metros de alto, dos de ancho y uno de profundidad. Me escondo detrás del mismo, desviando el rayo que el pelinegro me ha envía. Mantengo el objeto ahí, sabiendo que soportará al menos un hechizo más.

     

    Aún así no es suficiente y tengo a la repugnante hiena sobre mí que intenta morder mi cuello. ¡ca***o! Esta no era la idea. Me arrastro por el suelo a toda velocidad, estirando mi brazo izquierdo hacia atrás, hasta que hallo mi varita. La recojo del suelo y siento como las fauces del animal se cierran entorno a mi cuello, hiriéndome pero sin romper nada importante. Grito y siento el calor de mi sangre quemándome la piel, podré soportar la herida no es grave... aunque si necesitaré curarme luego.

     

    Oppugno! –vocifero y logro tener control del animal sin que mi oponente pueda evitarlo. Me pongo de rodillas y con un simple movimiento de varita envío a la bestia contra él, con las órdenes de morderle la muñeca izquierda hasta deshacerle los huesos, dejándolo sin oportunidad de utilizar la varita.

  8. http://oi41.tinypic.com/jfc6xi.jpg

    Estrenando imagen, gracias Jessie *O*

     

    Aleera está completamente ausente, o tal vez nos ignora por completo, así que dejo de intentar llamarla y busco la orden del alta que aún está sin firmar. No sé si, como aprendiz, yo pueda dejar que los pacientes se retiren. Pero, ¿qué más da? Mi jefa está en la luna. Alguien lo tiene que hacer. Revuelvo en los bolsillos de mi túnica hasta hallar un bolígrafo con el cual realizo una firma apresurada sobre el pergamino. Me distraigo acercándome a la recepción a entregar el alta del muchacho y cuando me vuelvo siento su mirada clavándose en mí.

     

    "Ten cuidado", me alerta Kath. ¡Cómo si no me diese cuenta de que algo está pasando!

     

    Retrocedo unos pasos, apoyándome en el mostrador. Lo siento, insistente, queriendo meterse en mi cabeza. Pero no pienso permitirlo. Ladeo la cabeza, curiosa. Al parecer pierde el interés en mí y se despide, agradeciendo nuestra atención. Dejo los ojos en blanco aunque,lo acepto, me gusta que alaben mi trabajo. Sonrío, mientras lo veo irse. Espero que no aparezca por aquí pronto.

     

    Recojo los frascos de las pociones. Se las ha tomado todas y ni siquiera he tenido que decírselo, es un buen paciente.

  9. Liza M. Rambaldi - Grupo Plata

     

    Suspiro de alivio cuando Maia, mi compañera de equipo, me libera de la soga que ata mis brazos. Ahora puedo mover mis extremidades superiores a mis anchas. El error que ha cometido el ojiverde me ha favorecido y pienso aprovecharlo para recuperarme totalmente. Sostengo la varita para señalar mis heridas y pienso: “Episkey”, el encantamiento se encarga de terminar de cerrarlas, sanándome.

     

    Tengo la idea de terminar de liberarme pero el vampiro pelinegro se me adelanta e invoca a una hiena, animal repugnante según mi punto de vista, y la envía directo hacia mí. Entrecierro los ojos, notablemente concentrada. Solo puedo utilizar hechizos no verbales, así que todo es más complicado.

     

    Embrujo Punzante”, digo interiormente, y el rayo sale velozmente de mi varita, impactando sobre la hiena y provocándo que su rostro desfigure, hasta que pierde la visión. Esto me empieza a gustar, por fin estamos jugando bonito.

  10. Liza M. RambaldiGrupo Plata

     

    Arrugo la nariz, enfadada, cuando el hechizo que lancé impacta sobre el oso que protege a Aziid. Bien, perfecto, eso no era lo que tenía en mente. Una punzada de culpabilidad me obliga a distraerme. Soy tan débil en esto que debería darme vergüenza. Me pregunto si realmente sirvo para esto, si vale la pena que lo intente. Sería “pan comido”, un blanco fácil para cualquier mortífago. Aún así hay que verle el lado positivo: si el vampiro ojiverde también se une a la Orden del Fénix, tendría una minúscula oportunidad de ganar en batalla.

     

    Oigo la voz de Brandon, pero estoy en mi burbuja personal y lo ignoro olímpicamente. Entiendo que es un grave error mientras veo como muchas heridas se abren en mi cuerpo, pintando mi pálida piel de rojo bermellón, y me doblo sobre mí misma, aguantándome el chillido. Maldito, muchacho. ¿No le alcanza con ganarme una vez?

     

    Vuelvo a enderezarme y afirmo la mano entorno a mi varita, apuntándole directamente a él. Si tan solo se me ocurriese algo que hacer, todo sería más fácil. El pelinegro vuelve a atacarme y yo realizo una sencilla floritura mientras pronuncio: Protego, y creo un escudo invisible que absorbe el rayo blanco por mí. Evitando que caiga desmayada.

     

    En milésimas de segundo, el joven vampiro evoca un incarcerus, haciendo que varias cuerdas me amarren. Alzo una ceja cuando una de estas me rodea los pies, ¿en qué estaba pensando? La única forma de tirar a alguien es enredarle los tobillos. La segunda me ata los brazos y la tercera rodea mi boca, impidiéndome el habla.

     

    Muevo la varita, porque aún tengo libres los antebrazos y las manos, y pienso “Episkey” mientras apunto hacia mis heridas. Estás se cierran y me siento más saludable, aunque necesito que alguien me libere ahora mismo de las sogas, o no seguiré durante mucho. Además de un segundo encantamiento de curación para volver a entrar en combate.

  11. Liza M. Rambaldi (Equipo Plata)

     

    Dejo los ojos en blanco tras oír las palabras del Tonks. Yo me visto cómo quiero para ir adonde quiero. ¿Quién se cree que es? Suelto un bufido y me alejo de él, tomando una distancia un poco más segura en el duelo. Saco mi varita de la manga derecha de mi chaqueta y juego con ella entre los dedos. Ya he perdido una vez y no me arriesgaré a que suceda de nuevo. Sé que lanzará su primer hechizo en cualquier momento y no podré adelantarme a eso pero tal vez, solo tal vez, pueda tener idea de cuál será. Me paso la diestra por el cabello y entrecierro los ojos. Vamos, sorpréndeme muchacho.

     

    Doy un paso atrás cuando Brandon ejecuta su primer movimiento y, ésta vez, sé cómo reaccionar. Muevo mi varita en una rápida floritura y vocalizo: Protego. El escudo se materializa frente a mí y absorbe la fuerza del rayo. Levanto la barbilla y le muestro la lengua, sonriendo. Al menos empiezo bien, veamos que más puedo hacer.

     

    -¿Eso es todo? No me desilusiones –suspiro, desanimada. Enarbolo mi pequeña herramienta de poder y pienso “Embrujo Punzante”, enviando un rayo directamente al rostro del ojiverde (Aziid) que, si impacta, le desfigurará el rostro impidiéndole tener una visión clara-. Veamos cómo quedas, bonito.

     

    Me quito la chaqueta rápidamente y la tiro al suelo, a unos cuantos metros de mí, ahora solo llevo el enterizo negro y el sol da de lleno en mi piel blanca haciéndola contrastar con el paisaje.

  12. Liza M. Rambaldi

     

    Me acomodo los pantalones de jean claros dejándolos justo en mis caderas, enseñando parte de mi piel, y tomo un sorbito de mi frapuccino, sintiéndome más cómoda con la música que acaban de poner. Quizá debería buscar a la DJ y darle una mano, este lugar se pudre de aburrimiento. Dejo los ojos en blanco y camino entre los adolescentes, dejando mi bebida sobre una mesa. Tomo otro vaso, en el camino, ésta vez con jugo de fresa y sigo buscando al encargado de la música. Finalmente logro visualizar a la fenixiana, Xell Vladimir, al mando de la ambientación. Me acerco a ella.

     

    -¡Hola, querida! -canturreo y le paso un brazo por los hombros-. ¿Puedes poner algo un poco menos...? -"aburrido", comento interiormente pero no pienso decírselo- Bueno, algo más alegre.

  13. Liza Myrddin Rambaldi ~ con Alia, Anne, Aziid, Etoile, Ishaya, Jank & Jessie (y nadie más, creo xD Se me amontonan T_T)

     

    Hace dos horas [Habitación de chicas – Tritones del Río Wye]

     

    Intento desenredar la enorme melena leonina con los dedos de las manos pero se me hace imposible. He tenido una noche que no me gustaría repetir y me frego los ojos por decimosegunda vez en lo que va de la tarde. Bostezo y me estiro como un gato, haciendo crujir todos los huesos de mi columna. Ay… lo que daría por no sentir estas molestias mundanas. Le sonrío a la chica que me observa con aspecto cansino desde el espejo. Estoy machacada, luego del baile de primavera casi no he dormido y no me está sentando bien. Me muerdo el labio, nerviosa. ¿Cómo voy a presentarme así en el Gran Salón? Vuelvo a bostezar.

     

    Ya encontraremos la forma, estarás preciosa”, me alienta la demonio.

     

    -Sí, seguro… -musito, alegrándome de que nadie me oiga hablar sola.

     

    *~*~*~*~*~*~*~*

     

    Presente [Pasillos de la Academia / Gran Salón]

     

    Amo a Kath. La demonio ha logrado que me vea espectacular. ¿Cómo le hace? Es increíble. Me echo un vistazo (de nuevo) en una ventana del pasillo. Llevo un vestido color coral que cae, ligero, hasta la mitad de mis muslos. Es muy sencillo, sin brillos ni accesorios. Tiene unas pequeñas mangas que cubren mis hombros y me dan un aspecto dulce e infantil. Bajo mi mirada hasta mis pies y sonrío, satisfecha. Debe la primera vez, desde que llegué a Ottery, que no llevo tacones sino ballerinas, blancas y suaves como algodón.

     

    Se siente bien tener el suelo bajo los pies… en vez de diez centímetros de peligro”, admito y oigo su risa en mi cabeza.

     

    Y para terminar esta el cabello con un broche de perlas que aparta los rulos dorados de mi rostro y los deja caer hacia atrás en una mágica cascada. Me toco el cuello con las yemas de los dedos, sintiendo el cálido roce de la cadenita de oro con un pequeño dije de corazón que llega hasta debajo de mis pechos. Estoy fascinada, no luzco en absoluto cansada. Es genial.

     

    Sigo mi camino al Gran Salón y me detengo en el portal, con los ojos brillantes. ¡Vaya lugar se han montado! ¡Me encanta! Repaso el lugar con la mirada, admirando la decoración y buscando a alguien conocido. Encuentro a Ishaya con rapidez. Cerca de él se encuentra Alia y Aziid, mis compañeros de casa, Etoile, la otra jefa de los tritones, y Jessie, mi colega de San Mungo. En un ataque de efusividad, corro hacia ellos. Me detengo junto a mi padrino, le doy un abrazo y, quedándome colgada de él, les dedico sendas sonrisas a los otros tres. Finalmente saludo con un simple ademán a la mujer castaña y al chico de ojos caramelo que conforman parte del gurpo. Me empalago de mí misma, ¿desde cuándo soy tan dulce y educada? ¿Qué han hecho con mi verdadero yó? ¿Dónde lo han metido?

  14. QUINTA PLANTA - HERIDAS Y RESURRECCIONES DE NEUTRALES Y CIVILES

    Liza M. Rambaldi con Aleera & Sammuel

     

    Me paso ambas manos por el cabello y asiento, ante la petición de la Evanik. Les doy la espalda y rebusco en los bolsillos de mi túnica donde, anteriormente, he dejado las pócimas preparadas. No puedo contener mi buen estado de ánimo, que contrasta con el resto de la sala, y llevo una gran sonrisa. De pronto descubro un pequeño inconveniente: no tengo ni idea de dónde están los bezoares.

     

    -Oye… -murmuro, girando sobre mis talones para dirigirme a Aleera, pero ella ya empezó a realizar el encantamiento Enervate y no puedo distraerla. Dejo las pociones preparadas sobre una mesita auxiliar junto a mi jefa y voy hacia el armario donde se guardan el resto de los brebajes, espero encontrar allí lo que busco.

     

    Vuelvo con el bezoar en la mano justo cuando la Malfoy se apoya sobre sus manos, agotada. Dejo la piedra extraída de un estómago de cabra sobre la mesa, a un lado de las pócimas, y poso una mano sobre el hombro de mi jefa.

     

    -¿Estás bien? –pregunto, intentando mantenerme serena aunque la preocupación me asalta-. ¿Necesitas un descanso? Puedo hacer esto yo… Sólo necesito que llenes el formulario para darle el alta -ofrezco y luego me volteo hacia el joven, sonriendo-. No, aún no estás curado. Ni cerca... -le doy la espalda de nuevo, aún tengo tiempo para él. Necesito saber si Aleera está bien.

  15. Liza M. Rambaldi

     

    El aire es increíblemente pesado, y odio sentir la tierra seca a mis pies. Ahogo un chillido y vuelvo a sacudir los pies, quitándome el polvo. Llevo el cabello recogido hacia atrás, evitando así que se peguen contra mi cara a causa de la humedad. Me apoyo contra Leila, la yegua marrón y blanca en la que llegado, sintiendo el cosquilleo de su crin contra la mejilla. Estamos en el centro de la calle, me enderezo e intento tapar el sol con la mano para lograr ver algo. Desciendo de un salto y me quedo al lado del animal, sosteniendo sus riendas con una mano, mientras me muerdo el labio nerviosamente. Desde mi lugar puedo distinguir cinco siluetas, junto a ellas se alza una sucia cantina. Arrugo la nariz, preguntándome de nuevo si es realmente necesario cursar ésta clase… ¿Acaso no podríamos terminar la Academia sin ella? Me encojo de hombros como respuesta a mi propia pregunta y golpeo suavemente a Leila.

     

    -Vete a casa… -musito y ella relincha en señal de aceptación-. ¡Va, va! Ahora –la apresuro y levanta una nube de polvo al irse, trotando.

     

    Espero que no la extrañen, o bueno… no se han de enterar aún en la casa que tienen un caballo menos. Reprimo una sonrisa, no era consciente de lo bien que se me da robar. Alzo la barbilla y camino hasta el reducido grupo que esta frente a la construcción.

     

    -¡Queridos! No esperaba verlos aquí –canturreo con todo el sarcasmo que soy capaz de juntar.

     

    Tironeo de los lados de mi chaqueta de jean, cerrándola un poco. Debajo llevo un enterizo corto, demasiado corto, que exagera las curvas de mi cuerpo y termina en un pequeño short. Unas medias de red y unos altos tacones con diseño de animal print terminan mi vestuario. Suspiro llevándome a la cintura ambas manos y apoyándolas allí, oyendo el tintineo de mis pulseras. Será difícil combatir vestida así pero, mejor muerta que sin estilo. Río interiormente, estoy jugando de una forma muy literal.

     

    -¿Empezamos? –pregunto, en voz baja, porque no tengo ninguna gana de realizar este enfrentamiento.

     

    Recorro con la mirada a mis compañeros (Hades y Maia) y también a quienes estarán contra mí (Stnazi, Aziid, Lia). Mis ojos se detienen un momento en el vampiro pelinegro con el que asistí al baile de primavera, incluso vestido de muggle, luce demasiado bien. Dejo ver una tímida sonrisa pero me arrepiento enseguida. ¿Qué diablos? Vamos a enfrentarnos, no a compartir un té.

  16. QUINTA PLANTA - HERIDAS Y RESURRECCIONES DE NEUTRALES

    Liza M. Rambaldi

     

    Suena la alarma que nos indica que hay un paciente esperando. Aleera sale despedida a toda velocidad de la habitación y yo me movilizo tras ella, siguiéndole el paso. Reflexiono sobre todo lo que me ha dicho, ¿realmente vale la pena? Sí, creo que si... ¡No! ¡Estoy segura de que sí! Me muerdo el labio, nerviosa. Noto que mi jefa se ha detenido, levanto la mirada que tengo fija en el suelo y la dirijo hacia la camilla, donde está el recién llegado. Estoy petrificada. Oh, dios... La Evanik se deshace de los trozos de ropa que cubren las zonas más dañadas y yo no puedo pensar. Apenas oigo lo que me pregunta y logro asentir.

     

    -Am... sí, ya lo hago yo -musito y me sitúo frente al muchacho, que en otra situación me hubiese parecido increíblemente hermoso pero que ahora luce triste y gris-.

     

    Recorro la piel del hombre con la uña del dedo índice, realizando una ligera presión sobre su piel pálida, en un gesto dulce y conciliador. Sé que no puede sentirlo. Me concentro en analizar su piel para responder a la petición de la sanadora. Suelto ligeramente mi labio inferior y entrecierro los ojos.

     

    -Tiene marcas en la piel... -toco una de ellas- parecen mordeduras, y están rojas -comento- inflamadas, con ampollas -murmuro y entrelazo las manos detrás de la espalda, meditando-. Quizá sean de algún insecto. En humanos, estas picaduras podrían haber provocado el fallo cardíaco causante de la muerte... Pero él no es uno -señalo al paciente con un sencillo ademán-. No sé que más decirte Aleera -me encojo de hombros-.

     

    Saco mi varita de la manga derecha de mi túnica y la sostengo firmemente con la mano izquierda. Basta de charla, hay que curarlo. Realizo una delicada floritura sobre el cuerpo del muchacho al tiempo que digo, en voz alta y firme: Episkey. Sus heridas más superficiales se cierran, dejando una suave capa de piel nueva donde antes estaban las mordeduras. Vuelvo a repetir el encantamiento y curo sus heridas internas y las de su abdomen.

     

    Finalmente dejo mi varita inmóvil sobre su cuerpo, mientras exhalo lentamente el aire que he estado conteniendo de manera inconsciente. Guardo mi fiel herramienta y me muevo del camino, dejandole el espacio a mi jefa. Ahora es ella la que tiene que terminar con esto.

  17. Liza M. Rambaldi

     

    -Pachanga constante -murmuro, y paso de los baños a ese increíble pub ilegal que tienen los alumnos armado. Entreabro los labios, sorprendida. La verdad es que nunca me había pasado por aquí.

     

    Camino entre el gentío y me robo un vaso con frappuccino que esta sobre la barra, parece que nadie lo ha tocado, sonrío. En este lugar nadie se fijaría en la chica desarreglada que va sola por el sitio, me repito, nadie me va a mirar. Tomo un sorbito de mi bebida "robada" y me siento en una esquina, en un pequeño y mullidito sofá. Y pronto me aburro de la música, ¿no pueden poner un poco de rock? Dejo los ojos en blanco. Extraño los pubs muggles.

  18. Liza M. Rambaldi

     

    La voz de mi padrino me saca de mi ensimismamiento, levanto la mirada y dejo el libro sobre una mesita. Una sonrisa bobalicona se dibuja en mi rostro. Me cae bien este hombre. Recuerdo que es el abuelo de Aziid y siento un repentino escalofrío. ¿Qué diablos? ¡Contrólate, Liza! Sacudo la cabeza, como perro desorientado. Siento que me besa la mejilla y me ruborizo, se me hace muy extraña la sensación de cercanía con un hombre, en este grado. No he tenido más familiares masculinos desde la muerte de mi "abuelo" adoptivo, y los sentimientos por Ishaya se acercan demasiado a eso.

     

    Me saluda y me felicita. Dejo los ojos en blanco, ganamos el tercer lugar ¿qué tiene eso de genial? "Bueno... te invitó, no podías pedir más", me regaño a mi misma. El nombre del joven vampiro me atrae, incluso en labios de mi padrino. Reprimo las ganas de golpearme.

     

    -Hola, Ishaya... -saludo en voz relativamente baja- Gracias, espero que hayas pasado un lindo momento con Alia -contesto, amablemente-.

     

    Muerdo mi labio inferior y dejo vagar mi mirada por toda la habitación. Está tan vacía. Por lo visto no soy la única tritona ausente, eso no me reconforta. Oigo la invitación de mi padrino y mis ojos se abren como platos. ¿Que aceptó una invitación de los Grindylows? ¿En qué estaba pensando este hombre?

     

    -¿Qué? -pregunto, sin darle crédito a mis oídos-. Estas loco... -agrego, sacudiendo la cabeza, aunque la idea llama poderosamente mi atención-. Digamos que lo meditaré mientras vamos al lago -comunico, sonriendo, lo cual suena potencialmente como un "sí".

     

    Me pongo de pie y extiendo mi mano hacia Ishaya, esperando que la tome, no pienso alejarme de él ni un segundo. Considero a los grindylows como criaturas de personalidad voluble, quizá están jugando... quizá intentan matarte. Pongamos su carácter a prueba.

  19. Liza M. Rambaldi

     

    Salgo de la habitación consciente de que mi cuarentena se ha extendido unos meses. El nuevo jefe de casa es mi padrino Ishaya, la última vez que estuve aquí la jefa era mi madre. He dejado la cama tendida y los bolsos acomodados, si el destino quiere me graduaré dentro de poco. Paso mis dos manos por mi cabello mientras llego hasta el sector común de la sala y me tiro en un sofá, tomo un libro de una pequeña mesita ratona y me pongo a leer.

     

    De pronto levanto la mirada y me quedo estupefacta. ¿También hemos cambiado a nuestros prefectos? Me relamo los labios. Vaya... Brandon, que suertudo. Bueno, pienso, es el más activo de todos nosotros. Dejo los ojos en blanco y vuelvo a mi lectura, desganada. Ojalá tuviese con quién hablar.

  20. QUINTA PLANTA – HERIDOS Y RESURRECCIONES DE CIVILES Y NEUTRALES

    Liza M. Rambaldi con Aleera. ¡Muere, tiempo! ¡ Muere! (?)

     

    Cierro los párpados, concentradísima en apagas las llamas, hasta que logro llenar las puntas de mi cabello con escarcha. Puedo congelarme con la misma facilidad con la que me quemo. Suelto lentamente el aire que contuve y lo veo desaparecer en volutas de vapor, como las que provocan los helados días de enero. Me llevo las manos a los ojos cerrados y los refrego, somnolienta.

     

    Escucho atentamente lo que me explica la Malfoy y no puedo contener la delicada sonrisa que se dibuja en mis labios. La mujer tiene algo que me hace sentir cómoda, quizá sea una de las únicas personas que provoca eso en mí. Criatura desconfiada, me reprocha la indomable vocecilla de Kath en mi cabeza. La ignoro completamente, que se pudra, estoy en el trabajo.

     

    Siento pasos fuera de la habitación y volteo el rostro para ver a la joven enfermera que se retira con rapidez. Sonrió. De pronto caigo en cuenta de que no he visto a nadie más del personal. Sí, claro, estoy con mi jefa. Dejándola de lado a ella, nadie más se ha pasado por aquí. ¿Dónde estarán todos?

     

    Mi atención vuelve a centrarse en Aleera cuando contesta a mi pregunta. Vaya, no pensé que fuera a hacerlo. Me remuevo en la silla, incómoda y tomo otro sorbito de café. No estoy segura de querer pasar por un sitio como este en calidad de paciente. Entorno los ojos, pensativa. ¿Pasará? Nunca me he puesto a pensar en ésa parte de querer pertenecer a la Orden del Fénix.

     

    -¿Cuánto… tiempo llevas trabajando aquí? –pregunto, curiosa. Quizá la Evanik tenga un idea de cuántas personas pasan por aquí.

  21. Hola, ¿qué tal? Paso a dejar la segunda tarea *-* Espero que esté correcta, estuvo un poco engañosa pero creo que lo resolví bien.

     

    Análisis de Duelo entre Felicity y Kurt Ayrton Ravenclaw

     

    Felicity - Sectusempra (no impacta) Acción 1 – Turno 1

     

    KurtProtego (protege de sectusempra) Acción 1 – Turno 1

     

    FelicitySectusempra (impacta) Acción 1 – Turno 2

     

    KurtSeccionatus (impacta) Acción 2 – Turno 1

     

    FelicityIncarcerus (no impacta) Acción 2 – Turno 2

     

    KurtEvanesco (desaparece cuerdas de incarcerus) Acción 1 – Turno 2

     

    FelicityMorphos (convierte prenda superior de Kurt en escorpión) Acción 1 – Turno 3

     

    KurtEpiskey (cura heridas de sectusempra) Acción 2 – Turno 2

     

    FelicityEpiskey (cura heridas de Seccionatus) Acción 2 – Turno 3

     

    Kurt - Morphos (convierte piedra en bezoar para no envenenarse de la mordida del escorpión) Acción 1 – Turno 3

     

    Felicity - Morphos (convierte pantalón de Kurt, en avispa de mar) Acción 1 – Turno 4

     

    KurtEpiskey (cura heridas de sectusempra) Acción 2 – Turno 3

     

    FelicityExpelliarmus (quita la varita del enemigo) Acción 2 – Turno 4

     

    KurtSilencius (actúa sobre Felicity pero, aún así, pierde varita) Acción 1 – Turno 4

     

    Felicity - Crece-uñas (impacta) Acción 1 – Turno 5

     

    Kurt

     

    Felicity - Accio varita (consigue la varita de su contrincante) Acción 2 – Turno 5

     

     

    Bien, se puede ver claramente la victoria de Felicity ya que ha conseguido y quebrado (según el rol) la varita de su contrincante.

    Kurt comete el error de realizar un Silencius en vez de un Protego. El encantamiento para callarla no funciona contra el Expelliarmus, él se queda sin varita aunque realiza el Silencius. Al leer el rol de él, doy por sentado que es un error de turnos o de lectura. Ya que actúa pensando en un Morphos y no en un Expelliarmus.

     

    Eso es todo por hoy :rolleyes:

    Saludos :love:

  22. Mi intento de protegerme es inútil ya que el hechizo no cumple con su función frente al fuego maldito. Caigo de rodillas, boqueando como un pez mientras intento juntar fuerzas para realizarme el encantamiento de curación necesario. Cierro la mano con fuerza entorno a mi delicada pero fiel varita y suspiro. La herida provocada por el fuego me evoca un ardor acompañado de una punzada aguda de dolor.

     

    Levanto la mirada hacia el cautivador muchacho, que parece disfrutar con el espectáculo y se ha ido acercando a mí poco a poco. Gruño, estoy molesta y mucho. Enarbolo mi varita pero el pelinegro me gana e invoca tres cuerdas que se dirigen hacia mí a una velocidad aterradora. Intento levantarme del suelo pero vuelvo a caer, gimoteo. Las sogas me envuelven y mis orbes se mueven hasta el rostro contorsionado de mi contrincante. Me siento triunfante durante una milésima de segundo, mi hechizo de babosas a surtido efecto y el muchacho vomita al viscoso animalillo.

     

    Río, aunque me duele porque las sogas se aprietan más y más alrededor de mis pies, mi cuello y mis muñecas. Intento mover las manos y apenas logro afirmar mi varita. De pronto veo como una llamarada de fuego púrpura sale despedida de la varita del chico.

     

    -Oh no… -gimoteo-. Protego –musito, ahogándome por culpa de las asquerosas sogas, y mi escudo absorbe el encantamiento que se dirige hacia mí.

     

    Listo, es el final. ¿Cómo se supone que seguiré? Ni siquiera he podido curarme del fuego maldito. Decido hacer un último intento, aunque sé que tendrán que llevarme a San Mungo porque mis heridas están realmente feas.

     

    -Evanesco –murmuro, al tiempo que las tres sogas desaparecen ya que si se va una, se van todas. Me desplomo en el suelo adolorida, envuelta en apenas unos jirones de tela roja y con una gran herida sangrante en el pecho. El chico me ha vencido esta vez.

  23. Doy un respingo pero lo único que sale de mis labios es el silencio. ¡Estoy muda! ¡El muy... me ha dejado muda! No caigo en pánico y camino lentamente hacia él, con pasos largos y ágiles. El lugar está lleno de escombros y el suelo es espantoso pero, yo domino mis tacones, puedo abrirme paso con facilidad. Estoy tan cerca de él que lo dejaría tocar mi cabello y oler mi cuello. Sonrío ante su referencia y le enseño mi lengua, puede que no me deje hablar ahora pero recuperaré mi voz dentro de poco. Además, es divertido jugar con un hombre.

     

    Mi increíble altura, acompañada de diez centímetros de tacón, me ayuda a contemplar directamente sus ojos. Siento algo en él que me señala rápidamente que no es humano. La mínima parte cuerda de mi mente me grita que corra pero logro acallarla. Acaricio su mejilla suavemente con el dedo pulgar de mi diestra y luego me aparto, mientras me aferro a mi varita que llevo en la mano izquierda. Evito darle la espalda, una sana educación que me brindó mi anterior profesora de Duelo Avanzado, Felicity. Alzo la barbilla y espero su ataque, con la voz recuperada.

     

    Mi compañero realiza su siguiente movimiento e invoca fuego maldito que toma la forma de un gran gato que corre hacia mí. Con un simple movimiento de muñeca, creo otro escudo mágico para absorber el fuego mientras digo: Protego.

     

    -Oye, cielo. Sería fantástico que dejaras de intentar darme con fuego. ¿Sabes? Cuando una chica dice que quiere algo "caliente" no se refiere a esto -siseó y hago una delicada mueca burlona. Le señalo con mi varita y realizo una exagerada floritura mientras me concentro y realizo el hechizo no-verbal que le provocará unos fuertes problemas intestinales con babosas. Espero a que se proteja, de lo contrario me sentiré muy asqueada.

  24. QUINTA PLANTA - HERIDAS Y RESURRECCIONES DE CIVILES Y NEUTRALES

    Liza M. Rambaldi con Aleera. Al menos me servirá para obtener paga (?) :lol: xD

     

    Mi mirada se posa sobre Aleera mientras espero una respuesta, su actitud pasa de la estupefacción a la de alguien que posee un gran conocimiento. Estamos paradas en el medio del pasillo y la sanadora me mira fijamente, enredo un mechón de mi cabello en mi dedo índice y lo retuerzo nerviosamente. No me gusta que la gente me observe, me hace sentir vulnerable, fácil de interpretar.

     

    La mujer comienza a responder mi pregunta mientras abre una puerta y me invita a pasar. Me adentro en esta nueva habitación mientras siento el repiquetear de mis botas contra el suelo. Ella pasa a mi lado y se dirige a un sillón. Yo me acomodo en una silla de metal y plástico que esta junto al dispensador de café y me sirvo un poco de ese líquido revitalizante en un vaso de cartón.

     

    Tomo un pequeño trago de la bebida y le dirijo a la Evanik una mirada muy curiosa. Los muggles son más… ¿qué? Espero a que la mujer termine de hablar y dejo el vaso sobre una mesa. Apoyo mis manos sobre mi falda y entrelazo los dedos de una con los de la otra, bajando la mirada pensativa.

     

    -En realidad creía que no podían regresar porque no tienen magia. No creo que yo este unida a la naturaleza por nada… -razono, aunque sé que miento en parte. Los elementos de este mundo son casi una parte de mi cuerpo. Siento como los mechones de cabello más cortos se elevan delicadamente unos centímetros y bailotean en el aire, con pequeñas llamas de fuego en las puntas-. Oh, diablos. Apáguense… -murmuro-.

     

    Dejo los ojos en blanco al ver que no consigo apagar mi cabello y mojo las puntas de mis dedos en el café. Eso será suficiente. Apago el fuego con mis dedos húmedos y vuelvo a mirar a mi jefa. Mientras ella se sienta y tamborilea en la mesa con sus dedos.

     

    -¿Alguna vez te ha sucedido a ti? –pregunto, aunque entiendo que es algo muy personal e íntimo así que me ruborizo-. Lo siento. Si no quieres contestarme lo entenderé.

  25. Liza M. Rambaldi

     

    Me retuerzo, incómoda, es la primera vez que tengo que repetir un curso y eso me hace sentir como una tonta. Todos mis compañeros de duelo son más... pequeños que yo. Tironeo del vestido que se pega a mi piel y llega hasta ese lugar donde empiezan a curvarse mis senos. Diablos, Liza. ¿Por qué no te pusiste algo más normal? Dejo los ojos en blanco e intento ignorar a la despiadada voz de mi conciencia.

     

    "Perderás el duelo vestida así", comenta la demonio en el fondo de mi mente pero evito darle la razón. No puedo desmotivarme antes de empezar. Vuelvo a realizar el intento de acomodarme mi vestido pero termino bufando y molesta, juro no volver a vestir así. Decido verle el lado positivo, lucharé contra un chico y los hombres son un tanto observadores cuando de cuerpos femeninos se trata.

     

    Pese a no ser bueno para un duelo, mi vestido me favorece increíblemente. El brillante color rojo es perfecto para mi tez blanca y ojos verdes como el océano. La forma logra resaltar mi fina cintura y hace que mis hombros y mis caderas sean simétricos. Soy un hermoso reloj de arena. Llevo el cabello suelto y alborotado, una melena dorada que se extiende hasta la mitad de mi espalda aunque, viéndome de frente, sólo llega hasta mis hombros. Voy ligera de maquillaje y accesorios. Tampoco porto una cartera, solo me acompaña mi varita. Me siento segura y sexy, domino perfectamente los altos tacones negros.

     

    El lugar en el que estoy no va conmigo. Un piso de edificio a media construcción cubre el área que esta frente a mí, a mi izquierda y a mi diestra. Sin embargo, a mi espalda siento el gélido viento que me indica la aterradora altitud en la que me encuentro. Me rodean bancas, escaleras y materiales de construcción. Un paso en falso y podría no salir de este sitio, me estremezco.

     

    En cuanto termino de inspeccionar el sitio me doy cuenta de que no estoy sola, mi contrincante ha llegado antes que yo y, supongo, por el mismo medio. Me volteo hacia mi elfo, Vrael, que me ha traído hasta este lugar y le ordeno que se retire. El pequeño y huesudo ser obedece y me quedo sola frente al mago.

     

    -Hay personas que tenemos una agenda ocupada -replico, aunque sé que es una mentira y que solo yo puedo llegar tarde a tantos lugares. No respondo a su reverencia, ya que a mi nunca se me ha educado de esa manera y lo contemplo con una mirada impasible y calculadora, esperando su siguiente movimiento.

     

    El joven mago no demora en complacerme y soltar su primer hechizo. Instantáneamente mi mente abre el cofre secreto con la lista de encantamientos que ya me sé y busca una posible forma de defenderme. Por mi parte, me tambaleo peligrosamente hacia atrás pero el rayo púrpura que sale de la varita del chico sigue acercándose a mi a una velocidad vertiginosa. Termino mi búsqueda mental en milésimas de segundo y alzo mi varita.

     

    -Protego -digo, con la voz más firme que poseo en este momento y creo un escudo mágico que absorbe el fuego y me protege de el-. Sé que no es personal -menciono, refiriéndome a su anterior comentario-, pero bueno... quiero hacerlo entretenido. ¡Séneca! -vocalizo mientras espero a los efectos del hechizo. Si el mago no encuentra la forma de protegerse, se verá deshidratado y no podrá hablar por un buen rato-. Eso me dará mucha ventaja -murmuro.

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