Dentro de mi, sabía perfectamente que el mundo que me esperaba a partir de aquel momento, era completamente distinto a mi vida de lujos en Alemania, que por azares del destino, había dejado de llenarme y me había lanzado a la aventura de encontrar a mis verdaderos padres. Solo contaba con una pista del paradero de ellos, en concreto, de mi padre, el cual, según mi madre adoptiva, era director de la Academia de Magia y Hechicería en Inglaterra, y si bien fue fácil dar con él, me había tardado alrededor de dos meses en ir a su encuentro, pues la verdad me causaba un poco de incertidumbre y nerviosismo el topármelo de frente. Sin embargo, no podía vivir de aquella manera, quería saber, al menos, saber el por qué jamás me había buscado, o si quiera sabía de mi existencia. —El amo Lynch debe hacerlo, el amor Lynch no es ningún cobarde y debe afrentar su realidad —Me dijo Cálcifer, mi elfo doméstico que se encontraba a mi diestra.
En aquellos momentos, reposaba en un mullido sillón dentro del Caldero Chorreante, cavilando seriamente el ir ese mismo día al Castillo Crowley o esperar un día más. Pero mi elfo tenía toda la razón del mundo, no podía ya postergar ese encuentro. Me tomé de un jalón lo que quedaba de mi copa de whisky de fuego, me levante de golpe, dejé un par de galeones sobre la mesa, ordené a Cálcifer que me siguiera y juntos desaparecimos del lugar en pos de Ottery St. Catchpole, Al poner los pies nuevo sobre la tierra, me topé de lleno con una reja de cuatro metros bastante bien adornada que separaba los terrenos Crowley de las calles. Respiré profundo ¿qué diría el señor León Crowley de mi?
—El amo Lynch no debe preocuparse, la señora Aigner le predijo un excelente futuro, confié en ella —Habló Cálcifer de nueva cuenta en un vano intento por tranquilizarme.
—Me hes bastante difícil, Cal, ¿qué pasa si este hombre me rechaza? No tengo ningún lugar al dónde ir y no pienso volver a Alemania —Respondí a mi elfo.
—El amo Lynch debe recordar que Cálcifer jamás lo dejará sin comer, siempre se podrán quedar en alguna posada, y el amo Lynch es muy diestro en las artes mágicas, puede conseguir un empleo y un hogar propio si esta gente no le acepta —En esa ocasión, Cálcifer si logró tranquilizarme, pues él, pese a ser un elfo, era jun gran amigo para mi.
—De acuerdo, Cal, hagámoslo —Me decidí y empujé la puerta de aquella enorme reja y, al atravesarla, di de lleno con un hermosos jardín, donde variadas flores me dieron la bienvenida.
El lugar era espléndido, lleno hasta donde alcanzaba la vista de maravillas. Lo que más llamó mi atención fue una gran estatua situada a unos cuantos metros de la puerta de entrada al castillo, donde reposaban cinco hombres. Me pregunté quiénes serían, pero supuse que sería antepasados de los Crowley. Cálcifer, mientras tanto, me iba alisando los pliegues inferiores de mi capa de viaje. Así pues, tras una caminata en ascensos por aquella colina, llegamos ante la enorme puerta de entrada ¿quién me recibiría?, pensé, pero mi elfo se me adelantó y llamó a la puerta con un fuerte golpe. Ésta cedió un poco y miré con ojos fulminantes a Cálcifer, el cual, sencillamente, movió la cabeza como insitándome a entrar. Debía estar completamente loco, pero lo hice. Asomé mi cabeza y unas palabras enredadas salieron de mi boca.
—Bu... buenas, bu...busco al se... señor León Crowley —Dije al aire eperando que alguien llegase a mi auxilio —Mi no... nombre es Ki... Killian Lynch —Añad+i y empujé un poco más la puerta para darme de paso al vestíbulo. Esperaba que no me riñeran por el hecho de haber entrado así como así, pero la puerta ya estaba abierta cuando yo llegaba. Ahora, iba lo bueno, la espera por una respuesta, y lo más importante, la respuesta.