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^Animaga Black^

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Mensajes publicados por ^Animaga Black^

  1. Cada palabra que pronunciaba el muchacho no podía estar más acertada. La Black estaba conforme con la lección que estaba dando y que no tuviese que ponerse a explicar de más.Para ser sincera, había perdido un poco el hilo del discurso luego de verlo montar la escoba y se desvarió un poco más cuando el ojioscuros se aproximó para dar el final. Sin embargo los años de dicencia le habían dado esos pequeños gestos esquematizados que empleaban los profesores a la hora de tomar exámenes: como por ejemplo mover de forma vertical la cabeza aprobando lo que el alumno dice o decir "ajam" a cual psicólogo.


    - Creo que has estudiado perfectamente la teoría- la pluma hizo uns marcas en la libreta. La Black se levantó y caminó hasta la ventana, aprovechando la excusa para contonear las caderas. - Vamos a ver cómo continuamos. Es cierto que el clima no está de nuestro lado, pero no podremos retrasarnos más, hay plazos que cumplir. ya sabes cómo es el papeleo aquí en la Academia. No es el primer conocimiento que adquieres por lo que sé.


    Luego de ver por unos segundos el movimiento de las nubes, que ahora estaban más oscuras que en el momento en el que llegaron al estadio, terminó por escoger el examen práctico. Así que se dirigió a un armario, abrió las pesadas puertas de aluminio y extrajo tres paquetes. De las cajas de cartón sólo se veía una etiqueta con las iniciales "S.W", y las direcciones de cada lugar.


    - Bien, ahora comienza lo divertido, y por lo que veo montar escobas es una de tus pasiones.- Apoyó los paquetes sobre el escritorio. -Cada uno de ellos posee una dirección escrita a dónde debes llevarlo. Es necesario que demuestres en tu recorrido la mayor destreza en el arte de volar escobas que puedas. Ya que has mencionado el Quidditch te comentaré que utilizar jugadas de este deporte durante el vuelo te sumarà puntos.


    La pelirroja era dueña de la casa de bromas "Sortilegios Weasley" y como se aproximaba San Valentín necesitaba hacer unas entregas de últimos momentos, pues el proveedor se había retrasado con el pedido de enero. Así que aprovecharía este examen para hacer llegar a tiempo su entrega.


    - Por hoy hemos finalizado, puedes hacer el recorrido durante esta tarde o mañana por la mañana.- Buscó la cigarrera para fumar otro tabaco. - ¿Tienes alguna duda? Sólo te diré que controles tu curiosidad y que por nada del mundo abras los paquetes.


    Ciertamente sería una picardía que una pócima de amor o una caja de bombones de chocolates picantes terminaran jugándole una mala pasada a León.

  2. Con una suave sonrisa dibujada en el rostro escuchó el comienzo de la lección de León. Era evidente que el muchacho se había preparado lo cual generó un sentimiento de empatía y alivio en la Black, pues odiaría tener que reprobar a un alumno por escaso conocimiento sobre las escobas.

     

    - Cuenta la fábula que Leonard Jewkes tuvo un pequeño trastorno de personalidad que lo llevó a alejarse de la sociedad mágica por unos cuantos años. – Pitó el tabaco y exhaló un humo azulado, olor a eucalipto – En esa época de ermitaño se fabricaba sus propias chozas, y fue allí cuando, forjando los cimientos de una guarida en el Bosque de Epping, se dio cuenta que podía armar una escoba con ese mango tan fino. Y que por más que se ahorrara en madera la escoba no perdería estabilidad. - Amplió su sonrisa para dejar ver una blanca dentadura – Se ganó unos cuantos galeones cuando entró al mercado, pues su forma anatómica fue la elegida de las mujeres en esa época.

     

    Continuó escuchando el relato del hombre sobre la Saeta y por un momento su imaginación voló a otro lugar, haciéndole pensar la destreza que debería haber tenido él al enfrentarse al dragón. Era una pena que no estuviese permitido exponer a los alumnos a tales pruebas, pues el luchar contra una bestia de tal magnificencia podría ser un examen inolvidable.

     

    - Déjate emocionar por las escobas, son nuestras nobles compañeras hace miles de años. Aunque aún te falta un rato para montar una de ellas y demostrar cuánto sabes en la práctica. Sin embargo puedes contarme en otra ocasión, tal vez con un trago de por medio, cómo llegaste a ese encuentro con el dragón- sugirió con picardía.

     

    La Black abrió el primer cajón del escritorio y sacó un cuaderno que parecía no haber sido estrenado nunca. Un hechizo de renovación constante lo mantenía así de nuevo, aunque en su interior dataran anotaciones de diez años de antigüedad. Allí llevaba el registro de cada uno de los alumnos que habían pasado alguna vez por aquella cátedra, tanto en Londres como en otras partes del mundo dónde la pelirroja tomaba exámenes a domicilio.

     

    - ¿Dónde he metido la pluma?- murmuró. Acto seguido un estilete salió disparado del cajón y se puso a anotar sólo en el cuadernillo. - Bien, continuemos. - Una última bocanada del cigarro terminó por matarlo- Cuéntame un poco sobre la historia de las escobas y qué usos tienen hoy en día.

     

    El examen teórico en verdad la aburría bastante, aún no sabía por qué dentro del plan de estudios se tomaban esos temas. Amber mantenía un lema: “las blugers se esquivan en el campo”, y estaba ansiosa por pasar a la siguiente etapa.

     

    De repente una ventana se abrió a causa de una ráfaga de viento. Un rulo de aguanieve se formó en el aire y algunas gotas llegaron a mojar los libros de la biblioteca.

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  3. - Un gusto – respondió con todo pasivo mientras llevaba su vista desde la mano sujeta por León hacia la mirada ennegrecida de éste. - Sígueme por favor, será preciso que no perdamos tiempo. El cielo amenaza con jugarte una mala pasada en tu primer día de práctica.

    Soltó con sutileza el aprieto y se encaminó hacia la gran arcada de entrada al estadio. Aunque no pareciera, esa puerta contaba con un sistema de reconocimiento del personal que allí trabajaba, como un sistema de ficheo. Cada vez que ingresaba alguien aparecía un memorándum color violeta que llevaba escrito al Jefe la hora exacta en que ese empleado había traspasado el umbral.

    En cuanto Amber y León pasaron la puerta se formaron dos aviones de simil papel: uno violeta y otro rojo. Ambos viajaron en la misma dirección: el despacho del director de Quidditch. Si bien la Black portaba credencial de “empleada”, se debía notificar el ingreso de un estudiante.

    - Cruzaremos el campo de juego para llegar al aula – le comentó mientras saludaba con la mano a un hombre que pasaba- Ese era Ranjk, un excelente buscador en los Wigtown Wanderers. - buscó en el interior de su abrigo y extrajo una licorera de plata En una final del Campeonato Local de 1956 tuvo un pequeño “error de cálculo” con un Amago de Wronski que le costó la nariz. - besó el pico de la botella para degustar un trago de buen licor - Y desde entonces no se ha subido más a una escoba. Una verdadera lástima.

    Esquivaron bludgers y quaffles al cruzar el estadio, incluso la Black tuvo que paralizar una escoba que se le había salido de control a un practicante. Y en un abrir y cerrar de ojos consiguieron entrar al aula.

    - Toma asiento, no seas tímido - murmuró con una mezcla de dulzura y cinismo.

    El lugar era más pequeño de lo simulaba ser por fuera. Un pequeño escritorio, dos asientos. Una biblioteca metálica y lo que parecía ser un banco de suplentes en mal uso. Tres de las cuatro paredes estaban recubiertas con estantes, desde el zócalo hasta el cielorraso. En ellos se podía ver cualquier tipo de objetos: libros, enciclopedias, estatuillas de jugadores, trofeos de equipos, placas de reconocimiento, adornos. Otra de las paredes estaba completamente cubierta de escobas voladoras, en todos sus tamaños y formas, nuevas y algunas completamente desgastadas. La cuarta pared, que era la misma que lindaba con el campo mostraba un hermoso tablero mágico con los resultados del último fin de semana y el puntaje parcial de cada equipo.

    - Bien, lo primero que deseo saber es la razón por la cual quieres rendir esta materia – pasó por detrás del joven y recorrió con la punta de su dedo índice desde el hombro derecho al izquierdo, cruzando por su espalda. – En segundo lugar, te pediré que escojas dos de estas escobas – puntualizó señalando la pared que tenían en frente – y me cuentes su historia y lo que recuerdes de cómo fueron fabricadas.

    Amber bordeó el escritorio, se quitó el abrigo dejando ver una blusa blanca, casi transparente, y unos jeans oscuros. Se sentó en la silla que era más mullida e hizo aparecer una cigarrera.

    - ¿Te apetece uno?

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  4. Con una mano temblorosa, a causa del frío, llevaba el cigarro a su boca para darle unas cuantas pitadas antes que comenzara la primera clase de Maestría en Escobas. La zurda, cerrada en puño, permanecía en el interior del bolsillo de su abrigo guardando en el interior un pequeño rollo de papel en el que figuraba el nombre del primer alumno de Amber: León C. Crowley.

    La noche anterior había azotado a Ottery una fuerte tormenta de nieve, por lo cual las calles estaban vestidas de blancos montículos de aguanieve que aún no se habían derretido con el débil sol de esa mañana. El cielo, por su parte, mostraba los nubarrones grises que amenazaban con juntarse en cualquier momento para comenzar una nueva nevada. Pero mientras eso no ocurriese, los rayos solares se filtraban entibiando todo a su paso.

    El lugar de encuentro seria el viejo despacho de Directora que Amber utilizó en el reconocido estadio de Quidditch de Londres. Al lado de esa habitación se encontraba el aula en dónde se tomaba examen a los postulantes a árbitro. Dicho espacio se caracterizaba por poseer todo tipo de hechizos anti-copiado, ideales para evitar la mano tramposa de alguien que quisiera pasarse de listo.

     

    - Dos minutos – murmuró luego de ver su reloj de bolsillo.

    En sus tiempos de gloria, la Black, había sido poseedora de un giratiempo, artilugio de importante adquisición que le permitía estar en más de un lugar a la vez. Pero una vez que abandonó el puesto en el Wizengamot debió devolver el tesoro. Por ello, para saciar su mecanizada rutina de mirar la hora, se había comprado un reloj de bolsillo en un viaje a la India.

     

    Sólo esperaba que su alumno fuese puntual, pues a juzgar por los movimientos del viento no tardaría en pronunciarse una nueva lluvia, y no había peor suerte que rendir un examen práctico de escobas con un día como ese.

     

    Lanzó la colilla al suelo para intentar apagar con la suela de sus botas de cuero de dragón, sin embargo el tabaco emitió un suave “ptssss” cuando se encontró con un charquito de agua. La estela de humo violeta aún estaba suspendida en el aire cuando una sombra se materializó a una cuadra de distancia.

    Adentro del estadio se podía empezar cómo se iban encendiendo las luces de las oficinas. Cada funcionario, árbitro y jugadores se arrimaban al lugar para iniciar sus actividades matutinas. Algunos entrenarían; otros, aburridos, leerían informes que entregarían horas más tarde a algún cadete del Departamento de Deportes Mágicos.

    La pelirroja levantó la mirada para ver cómo aquella sombra cada vez tomaba más forma humana.

     

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  5. - Este es sólo el primero… puedes invitarme el próximo – le susurró luego de largar una bocanada de humo verdoso. Esta vez había seleccionado sin darse cuenta un cigarrillo de manzanilla y limón. Un gusto bastante peculiar a decir verdad.

     

    Próximos a ellos, una mesa se notaba bien alborotada. Sin duda el alcohol en sangre de aquellos hombres daría más que positivo ante un examen médico. Vulgaridades típicas de los borrachos salían de sus bocas. Bocas que entremezclaban las desdichas y los por menores de una vida llena de miserias.

     

    La puerta se abrió unas tres o cuatro veces más. Grupos de magos jóvenes dejaban sus livianos abrigos sobre los respaldos de las sillas y se acomodaban para disfrutar de lo que sería una larga noche. El choque de los vasos que se lavaban por arte de magia en la cocina se podían escuchar si uno hacía algo de esfuerzo. Sin embargo, el último disco de las Brujas de Macbeth acompañaba las conversaciones de los noctámbulos.

     

    - Es la primera vez que vengo a este bar – musitó haciendo caso omiso a los dichos del borracho y clavando, en cambio, su negra mirada en el mago que estaba cerca a ella.- Parece acogedor.

     

    Tomó rápidamente un trago del ron para ocultar la sonrisa que aumentaba en tamaño y se sentó, sin dudas el tabernero había supuesto que se quedaría allí en el sofá.

     

    - Espero que no te importe, vengo sin compañía hoy. – Cruzó las piernas creando un ángulo que hizo deslizar levemente su vestido hacia la zona céntrica de su cuerpo. No lo suficiente como para que se le viese la ropa interior de encaje, pero sí lo mínimo como para seducir a quién la mirase. - Soy Amber Black, un gusto…

     

    Extendió la mano para saludarlo y se llevó de nuevo el cigarro a la boca.

  6. Minutos antes de decidir que esa noche bebería un trago había cerrado la puerta de Sortilegios Weasley. Los micropuff siempre le hacían una pequeña escenita de reproche cada vez que abandonaba el negocio, pero por más que llorasen y rebotaran contra los barrales de la jaula, no inmutarían la decisión de ella por irse.

     

    - Tranquilos…- fue lo último que les dijo.

     

    Afuera, los faroles que iluminaban las esquinas del Callejón cada tanto creaban la falsa imagen de una arcoíris circular. Cada gota era diafragmada por los candelabros y parecían decorar el ambiente. La suela de sus botas, humedecidas a causa de la lluvia, amenazaban con mojarle las medias. Aún se preguntaba cuántos años más resistirían sin romperse. Demasiadas batallas, a veces victoriosas, a veces perdidas. Pero aún resistían, como su espíritu.

     

    Doblando en un recodo llegó hasta la puerta de un bar que, a simple vista, le dio la leve sensación de estar muy lejos del lado oscuro. Sin embargo la sensación de poder montar una aventura que luego le serviría de anécdota la entusiasmó. La sonrisa más pícara de los últimos meses se dibujó en su rostro al tiempo que atravesaba el umbral.

     

    - Más viciado de lo que esperaba - pensó observando con claridad la nube de humo que suspendía desde el techo.

     

    Caminando hasta la barra fue alisando su vestido carmesí con la palma de las manos. Y antes de apoyar los codos sobre la madera se aseguró que el cabello estuviese en su lugar. Ese día lo llevaba recogido, dejando al descubierto el albo cuello. En su bolso llevaba los elementos básicos: billetera, cigarrera, petaca de whisky y la varita. Era una mujer precavida.

     

    - Un ron, por favor, el más fuerte que tenga en su bodega.

     

    Le guiñó un ojo al cantinero y giró sobre sus talones. El salón estaba medio lleno lo cual le posibilitó ver a un hombre sentado en un sofá justo en diagonal a ella. Su rostro le sonó familiar, demasiado. La cacería comenzaría allí, en ese momento.

     

    - Disculpe, ¿tendría fuego? – dijo a modo de presentación extrayendo un tabaco de su bolso.

     

    Recorrió con la mirada el cuerpo entero del mago.

  7. Sujetó con fuerza la varita de Heliké, y aunque no podía ver con claridad, pensó en un Episkey para recuperar un poco su vista. Los párpados se le llenaron de lágrimas haciéndole saber que estaba empezando el proceso de sanación.

     

    Nuevamente pensó en el hechizo curador para impedir perder algo de visión en el futuro.

     

    Antes de desaparecer, escuchó el grito de sus compañeros que aún seguían en combate.

  8. La pelirroja hizo sonar el cuello para así liberarse de una contractura momentánea, en ese preciso momento divisó entre los cuerpos que luchaban a un hombre, de nombre Kris, que parecía ser muy diestro en el arte de los ataques. No obstante Amber pensó en atarle los tobillos con un lazo mágico. Y así fue, tan sólo en pensar en la palabra “zancadillas”, se cumplió su deseo.

     

    De golpe, los ojos de la Black quedaron ciegos, lo cuál le impediría seguir atacando por un tiempo. No obstante recordó la posición en la que estaba su anterior adversario (Helike) y al grito de:

     

    -Accio varita

     

    Procuró hacerse de la vara que anteriormente soltó el mago luego de recibir impactado el expelliarmus.

  9. El espectáculo que se montaba ante sus ojos era asombroso. Algunos gritos de dolor, a causa de huesos partidos, se podían escuchar retumbando en los pasillos de aquella cárcel.

     

    -Silencius

     

    Gritó apuntando a quién acababa de limitar el uso de su varita (Godric). Acto seguido repitió el mismo hechizo contra una bruja que limitaba doblemente su hechizo (Xell)…

     

    -Silencius

     

    Aunque el primer impacto había hecho de los suyo… Así que ya no importaba, sólo podría utilizar aquellos malditos efectos que tanto odiaba.

  10. Haciendo un círculo en el aire dibujado con su mentón definió quién sería su primer objetivo: un fenixiano (Heliké) que al parecer estaba algo ocupado intentando liberar a una compañera.

     

    Avanzó rápidamente unas tres o cuatro zancadas para acercarse a su objetivo unos cuantos metros más y levantando su varita en alto gritó:

     

    - Expelliarmus

     

    El hechizo se dirigió hasta él impactando en la mano donde portaba su varita. Acto segundo la Black volvió a levantar la suya, apuntando al mismo enemigo y musitó:

     

    - Sectusempra

     

    El rayo verde también se dirigió hacia él.

  11. Había salido de bañarse unos momentos atrás cuando la marca que llevaba en su antebrazo comenzó a arderle. Estaba claro que era un llamado de sus compañeros mortifagos.

     

    La pelirroja se calzó las botas de cuero de dragón que combinaban a la perfección con la blusa rosa y los jeans que en ese momento vestía. El pelo, aún humedecido, estaba sujeto con una gomita color negra.

     

    Haciendo un ademán con la mano derecha tapó su rostro con una máscara metálica que tenía unos símbolos extraños en todo el contorno. La varita entre sus dedos mostraba una clara actitud de ataque.

     

    Con un simple chasquido de dedos apareció en la carcel mortífaga, para su suerte estaba a más de diez metro de cada rival. Pronto comenzaría a lanzar hechizos por doquier.

  12. Para asombro de la Black el sólo hecho de insinuarle la existencia de una habitación “escondida”, activó en Marcus la impronta que la situación ameritaba. Y sin aguardar un segundo el hombre la tomó con fuerza del brazo para arrastrarla, prácticamente, al lugar en dónde acontecería su primer encuentro cercano.

     

    Algunas palpitaciones nacieron en el pecho de la pelirroja unos centímetros antes de entrar a la habitación, el mago se había dado con ella apoyándola sensualmente contra una de las paredes y regalándole más de un beso bien jugoso. Para su suerte, más allá por el pasillo, sólo quedaba la cocina que a esas horas de la noche no se utilizaba. Nadie podía verlos.

     

    El espacio mantenía cada uno de los detalles que la banshee recordaba de la última visita nocturna que había hecho. Al parecer los ingresos de la Taberna no habían mejorado en los últimos meses o simplemente el cantinero creía que no necesitaba mayor decoración, pero poseía lo mínimo necesario como para divertir a los amantes un rato.

     

    Y así fue, como en un abrir y cerrar de ojos, los cuerpos despojados de sus atavíos se fundían en uno sólo… entregándose al momento. Amber no podía mantener las comisuras de sus labios en la neutralidad, pues ambos extremos de su boca se alzaban para marcarle una amplia sonrisa.

     

    - Por robarme ese cigarrillo ahora deberás pagarme tú a mi…- le susurró con el aliento entrecortado viéndolo al revés.

     

    Marcus había decidido apoyarse unos momentos en el respaldo de la cama para tomar un descanso. Por su parte, Amber, yacía recostada boca arriba mirando, de tanto en tanto, el cielorraso y la cara de su acompañante. Pero de repente un golpe en la puerta de la habitación cortó el momento.

     

    - ¿Está ocupado? ¿Hay alguien aquí?- preguntó una voz masculina con grandes indicios de alcohol en sangre.

     

    Los magos, aún desnudos, no supieron que contestar. Estaba claro que no habían pensado en la posibilidad de que alguien más necesitara de aquella habitación. Y sin tener tiempo de pensar en una mejor opción, puesto que el picaporte comenzaba a ceder para darles paso a los nuevos visitantes, la Black se levantó tan ágil como un gato y sujetó de la mano a Marcus, para sí desaparecer de la Taberna.

  13. Intentó escuchar con detenimiento las explicaciones que Marcus le daba conforme al informe de espionaje, pero realmente le era imposible disociar su pensamiento en ese momento, y más con el grado de alcohol que comenzaba a desvariar sus sentidos. Sin dudas la declaración que acababa de hacer al admitir que le seducía que lo trataran de usted era mucho más importante que el olvido del elfo.

     

    Un escalofrío recorrió su espalda cuando la mano del mago osó en tocar su piel, sabía que aquello estaba ocurriendo simplemente por su pedido pero la manera en que el joven encaraba la tarea le hacía sentir que había algo más de fondo. Y claramente no se equivocaba. Amber cerró los ojos y respiró profundamente para agudizar el sentido del tacto, y así seguir con detenimiento el viaje que creaba la exhalación del Marcus al impactar sobre su propio cuerpo.

     

    - No sé qué propósito podría impulsarme para ir de nuevo a Wright & Wrong… y odiaría quedar en deuda con… usted – masculló casi en un susurro luego de girar el rostro, con el bretel correctamente ubicado, y notar que casi no había distancia que separara sus labios de los del mago. - Preferiría pagarle a ‘mi manera’ el costo del informe…

     

    Ya estaba todo dicho y sólo bastaba definir quién daría el verdadero “siguiente paso”. Por ello, y usando a su favor el comentario que había hecho Marcus unos momentos atrás, Amber quebrantó el último eslabón que podía llegar a dejar en duda sus deseos por consumarse. Comenzó a tratarlo de usted para así provocarlo. Bajó unos segundos la mirada para mirar la boca del mago y luego volvió a clavar su negra mirada en los marrones de él.

     

    - Discúlpeme, pero no llevo conmigo ni tarjeta o chequera…- Elevando un poco el mentón aproximó el rostro unos pocos centímetros y sin preámbulos le mordisqueó despacio el labio inferior.

     

    Para la banshee había desaparecido todo su alrededor: ya no había más mesas, sillas, tragos o estudiantes en potencia que podía llegar a instruir en algún momento. Ahora restaba acabar lo que recién comenzaba, y sinceramente esperaba que faltara un buen rato para llegar al final, pues había esperando ese momento tanto tiempo que no dejaría escapar al mago sin antes exprimirlo lo suficiente.

     

    - Detrás de la bodega hay una habitación completamente equipada para hospedar a viajadores nocturnos…- le comentó llevando la boca en dirección a su oído, con un poco de suerte lograría elevar un poco más la temperatura corporal del joven gracias a la tesitura de su voz - Nadie se dará cuenta si entramos allí.

     

    Marcus parecía ser un hombre aventurero y seductor, por ello desilusionaría muchísimo a Amber si llegase a rechazar su propuesta.

  14. Esa noche cerró más temprano que lo habitual su negocio del Callejón Diagon. Los micropuff la miraban extrañados sabiendo que algo raro ocurría pues no era necesario estar dotado de mucha inteligencia como para saber que la Black se estaba retirando por lo menos media hora antes que el horario de cierre.

     

    Zigzagueó por las calles hasta adentrarse en el barrio de Ottery. Dentro de su castillo la esperaría un baño rejuvenecedor que le quitaría el cansancio del agotador día laborar y le daría las energías suficientes como para pasar una noche a todo vapor. Y, teniendo en cuenta la charla con Oliver, elegiría su mejor traje elegante para asistir a la gala.

     

    - Este vestido es el indicado – dijo con el cabello aún envuelto en la toalla. Sostenía por la percha un vestido color rojo que combinaba a la perfección con la temática navideña. - Y estos zapatos.

     

    Había escogido unos color plata, cuyo taco la hacía parecer un poco más alta. Pulseras, aretes hasta una gargantilla con serpientes gravadas completaban el conjunto. Procuró acomodar el cabelle con un poco de crema para peinar así sus bucles se mostrarían uniformes y aguantarían en su lugar toda la noche. Y cuando se aseguró de tener consigo todo lo necesario se miró por última vez ante el espejo para luego partir hacia el evento.

     

    A diferencia de la gala de Halloween optó por un transporte tradicional: la aparición. Así que en menos de dos minutos abandonó los jardines del Castillo Black para reemplazarlos por un magnánimo Castillo de Hielo. La boca de Amber se abrió levemente, ¿estaría realmente hecho todo de hielo? Sólo esperaba que los asientos tuvieran aunque sea un almohadón o encantamiento que evitara el enfriamiento excesivo en su retaguardia.

     

    Caminó los metros que le faltaban para atravesar la puerta principal y al llegar a la recepción tomó nota de la mesa que le había tocado. Una vez más compartiría la velada junto a su hermana, Alyssa, y otros cuantos parientes cercanos. Se colocó de puntas de pie para pispiar el interior del salón comedor mientras aguardaba al Granger. Adentro las mesas ya estaban llenas de comidas y los invitados charlaban locuazmente al tiempo que bebían uno vermouth.

  15. Una sonrisa pícara se formó en los labios de la mujer. Ahora sí hablaban el mismo idioma con Marcus, y al poder leer en su mente las verdaderas intenciones de la “segunda etapa”, la pelirroja se sintonizó al nivel de seducción que estaba adoptando el muchacho. Utilizaría la investigación como excusa para hablar un poco más, pero su objetivo cambiaría radicalmente durante el transcurso de la charla.

     

    - Sinceramente esperaba una respuesta de tu parte…- musitó volviendo su voz más dulce – Nunca tuve conocimiento de esas ‘pistas’ por más que se las solicité en la primera entrevista…

     

    Volvió a sujetar su cigarrillo procurando crear un pausa prudente entre el momento de tomarlo y el de separarlo de la mano de Marcus, así se aseguraría un roce más prolongado. No pudo evitar darse cuenta que el muchacho estaba pensando en cualquier otra cosa en vez del trabajo, pues los gestos que brotaban de su rostro eran un claro ejemplo de distención. Pero aún así ella insistiría para conseguir lo que en algún momento, durante su visita a Wright & Wrong, pretendió.

     

    - Tampoco me quedó en claro la paga. La resolución de aquel episodio fue tan abrupta que me olvidé pagarte el trámite.

     

    Mojó sus labios con un poco más de alcohol, ese que gentilmente había invitado el joven. Pero al hacer un movimiento circular con el hombro un bretel de su sostén se liberó, quedando colgado hacia delante. Amber lo tomó por la ganchito metálico pero por más que intentaba el ángulo de su brazo no le permitía colocarlo en el ojal. Así que le quedaban dos opciones: pedirle a Marcus que la ayudara o podía quedarse con medio sostén flojo el resto de la velada. Sin dudas la primera opción resultaba mucho más tentadora si esperaba algún acercamiento más íntimo.

     

    - ¿Te puedo pedir algo?- en realidad no estaba esperando una respuesta para continuar con el pedido, pero debía ser algo cortés - Por favor, tutéame. Ese formalismo crea una especie de barrera entre nosotros que preferiría romper.

     

    Le regaló una sonrisa y acercó un poco más su silla. En un movimiento rápido se puso de espaldas a Marcus, aún sentada, y corrió toda la cabellera rojiza a un lado, dejando el cuello completamente libre. Y estiró el bretel de forma tal que este asomaba por encima de su hombro.

     

    - ¿Podrías sujetarme esta tira? Se ha desprendido en un descuido y no llego a colocarla.

     

    Sentia la respiración del mago muy cerca de su piel… tan cerca que podría estremecerse en cualquier momento.

  16. El ruido a botellas vaciándose, vasos de vidrio chocando entre sí mientras un aprendiz los lavaba, cubos de hielo haciendo tintinear el interior de alguna copa y los murmullos constantes de la clientela era todo lo que se podía escuchar dentro la taberna. Magos y brujas de todas las edades visitaban diariamente para beber algo durante los recreos de las clases, pero de noche sólo la visitaban adultos.

     

    - Leticia era el nombre de mi abuela, no crea que sea “menos lindo” que Amber…- replicó con el ceño fruncido, y luego lo ablandó el gesto con una mueca graciosa - Es una broma. Gracias, en verdad.– Movió su cabeza marcando círculos con su mentón, buscaba un cenicero para dejar un segundo su cigarro, pero no lo encontró. - Por favor, ¿podrías sostenerlo?.

     

    Marcus no parecía ser alguien que se negara ante el pedido de una mujer. Su sonrisa destilaba galantería y caballerosidad. Así que la pelirroja no tuvo que acercarse más que unos pocos centímetros para darle el tabaco, tocando así levemente sus dedos.

     

    Para su tranquilidad, el hombre había aceptado sus disculpas y decidió invitar una ronda más de tragos, por ello Amber desabrochó los tres botones de su abrigo, que luego colocó en el respaldar de la silla. Debajo de él llevaba un vestido de seda negro. En el escote podía verse encaje de igual color que marcaban perfectamente las atribuciones y silueta de la banshee. Los zapatos pulsera completaban el conjunto y sumado a ello llevaba puesto un hermoso brazalete de cuero negro que cubría por completo su antebrazo.

     

    - ¿A qué te refieres con eso de “siguiente paso” - preguntó intentando sonar inocente. En su cotidiano si pensaba en el “segundo paso” luego de conocer a un hombre en una taberna e intercambiar tragos… no podía ser otra cosa que pasar la noche junto a él. Pero no le pareció que Marcus se refiriese a eso. - ¿Sobre la investigación, pudo saber algo?

     

    Luego de formularlo, aquello le pareció una tontería. Pues en el mismo momento en que iba a iniciar el trámite el mismísimo Malfoy se había encarnado en el negocio. Aunque sobre su pasado…. Sobre su paradero durante el periodo de ausencia, nada sabía.

  17. Pasó la lengua por sus labios resecos, aquella revelación no le había producido más que vergüenza. El hombre era perspicaz con las palabras y ágil en la resolución de enigmas. Aunque estaba claro que en esta ocasión, enterarse del verdadero nombre de la bruja le resultaría más fácil que ir a buscar las resoluciones a la página final de una revista de crucigramas.

     

    - Yo… no sé cómo disculparme – comenzó a decir controlando el puso para encender un tabaco sin quemarse las pestañas - No podía decirle mi verdadero nombre ese día… Menos en ‘ese’ lugar… y para ‘ese’ propósito… Me explico, ¿verdad?

     

    Formó con la mano un semicírculo que rodeó la punta del cigarro. Si alguna brisa pretendía apagarle el fuego, ésta le serviría de barrera. Automáticamente el tabaco se tornó azulado, desmigajando cenizas que, al llegar al suelo, desaparecían. Y con disimulo barrió con la mirada las mesas más cercanas para asegurarse que ningún mago más escuchara esa conversación. Era evidente que Marcus se quedaría allí por más y más información, pues estaba cómodo ya sin su abrigo.

     

    Amber suspiró, como lo hace un testigo que se enfrenta ante una confesión. Ya no tenía por qué mentir. Nada había ganado desde el día en que pensó inicar el trámite en Wright & Wrong. Así que, resignada a tener que contarle toda la verdad, llevó pesadamente la mano hasta la caja de los cerillos para acercársela a mago. Creyó recordar que él también fumaba, y si le apetecía, podía agarrar uno de allí.

     

    - Mi nombre es Amber. De la familia Black - dijo haciendo contacto visual por primera vez con el castaño. Y al hacerlo le brindó una sonrisa inocente, pueril. Como las sonrisas que esbozan los pequeños que acaban de cometer una travesura - Imagínese el escándalo que se podría haber armado si alguien llegaba a enterarse que una Black encargaría trabajos de espionaje. “Es una deshonra para nuestra familia “, hubiese dicho mi padre.

     

    Con el pulso más calmado se aferró del vaso para hincarle un sorbo, no lo soltaría hasta tomarse la última gota. Después de todo fácil era creer, difícil descreer. Eran dos caras de una misma moneda. Parecidas, pero no iguales. A así era su vida, algunos pocos podían comprenderla.

     

    - Discúlpame - repitió, pero esta vez cortando con la solemnidad en la forma de tratarse. Ya no los unía un trato comercial.

  18. - ¿Qué si.. me qué?

    Amber, ensimismada en sacar el cálculo justo de la cantidad de tragos que podía comprar con quince galeones, no notó que un mago había ingresado a la taberna sorteando las penumbras de las mesas traseras y llegando hasta la suya. Los ojos de la mujer se quedaron petrificados y sintió cómo el rostro se le palidecía.

     

    Tomó rápidamente la cartera para tocar el interior. No. No le había aplicado el conjuro de ampliación correspondiente que le hubiese permitido esconderse dentro. Tartamudeaba y por su cabeza pasan mil imágenes de aquel día en el local. Un pedido, la repentina aparición de Carlomagno y la confusa resolución de su partida.

     

    - Claro. ¡Claro que lo recuerdo! – reaccionó de golpe como si su espíritu hubiese hecho contacto con el cuerpo. - Usted es Marcus y yo…- vaciló – Natasha… Carm.. ¡Leticia! ¡Eso!

     

    Esquivó la mirada penetrante del mago, pero era tarde. Muy tarde. En ese momento se acercó el tabernero que había preparado ambos tragos con una velocidad envidiable. El hombre barbudo y rechoncho le guiñó un ojo al McGonagall y bajó la bandeja para pasar los vasos hacia la mesa.

     

    - ¿Algo más, señora Black?

    ¡Paf! La palma de la mano derecha impactó contra la frente de su dueña.

    - Señorita - lo corrigió casi con un gruñido, y el cantinero refunfuñando giró para volver a la barra. Conocía el carácter de la mujer.

     

    Carraspeando y moviendo los dedos a gran velocidad, Amber sacó un paquete de cigarrillos de la cartera. Estaba segura que esa noche sería larga, pues su mentira no podría ser sostenida por más tiempo. La tira del zapato pulsera que llevaba puesto comenzó a apretarle, se le habían hinchado un poco los pies a causa de los nervios.

    - Estos empleados… nunca pueden retener un nombre y confunden el de uno mismo... día por medio…- intentó hacer como que nada pasaba. - ¿Qué lo trae por aquí?

  19. Por fin le había llegado la cuarta que le anunciaba su nuevo puesto dentro de la Academia. Tan sólo pensar en que sería profesora de Maestría en Escobas, pasado el verano navideño, la llenaba de felicidad. Miraba a su alredor cada una de las escobas sin uso que decoraban su habitación, en el Castillo Black. Todas guardaban una historia, un secreto y una pequeña parte de la identidad de la mujer.

     

    Necesitaba salir a festejar y brindar por su nuevo cargo puesto que desde la apertura de Sortilegios Weasley no había cambiado su status social, por lo menos para los ojos del la comunidad mágica en general ya que un tatuaje en el antebrazo indicaba que pertenecía al clan de los seguidores de Voldemort. Sólo los detallistas podrían llegar a notar que hacía unos días, Amber, vestía camisas de mangas largas o brazaletes anchos que tapaban justamente la superficie de la tinta.

     

    - Ojalá don Mauricio no recuerde la cuenta corriente que tuve años atrás…- masculló negando con la cabeza, no estaba si Glenin había pagado los gastos ocasionados por la compra de tanta bebida alcohólica. - Pues qué más da…

     

    Entrando a la taberna miró a todo su alrededor para encontrar el lugar más alejado de los bebedores, para así revisar el interior de su monedero con tranquilidad. Había llegado a sus oídos que a menudo jóvenes rateros se hacían pasar por clientes, y cuando un ebrio se descuidaba ¡Zassss! Le arrebataban sus pertenencias.

     

    - Quince galeones… Lo suficiente como para pasar una buena noche – dijo orgullosa de su capital y le hizo un gesto al tabernero. - Un whisky de fuego para empezar.

     

    - Señorita Black ¿qué hace usted por aquí? – replicó Mauricio.

     

    - Maldición… ¿cómo puede tener buena memoria?- maldijo por lo bajo la pelirroja intentado ocultar su rostro y evitando el contacto visual. ¿Llevaría en aquella libreta el listado de deudores? – Ehh.. pst… bien.. bien.. Cayendo en los viejos hábitos, ya sabe…- y le hizo un gesto con los dedos para que el vaso fuese de los más grandes.

  20. Yo vengo por algo parecido a lo de Avril. :rolleyes:

     

    Sé que volví hace nada a la Marca y que aún estoy dentro del periodo de prueba. Pero me gustaría que me tomasen en cuenta en el caso que quedase una vacante libre para dar perfil o rol :3

     

    Acá dejo links a viejas tutorías que di dentro de la fortaleza:

     

    http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=91073

    http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=82835

     

    Gracias *-*

     

     

    Y por diosssssssssssss… ¿este de dónde salió? XDDDDD http://www.harrylatino.org/index.php?showtopic=67780 roleaba en primera persona y muy asquerosamente escrito xDDDDDDDDDDD ¿podrían mandarlo a la papelera del foro? xDDD

     

  21. Albert Einstein

     

    Esperaría un contra ataque. La resistencia fenixiana había llegado brindando un buen espectáculo. Sin dudas el mago que acaba de atacar tenía bastante de qué arreglárselas, así que miró rápidamente su alrededor para elegir la próxima víctima.

     

    Necesitaba ser rápido y notó que uno de sus compañeros (Spectum) necesitaba ayuda. Los gritos de retirada llegaban a sus oídos, eso quería decir que habían conseguido liberar a los prisioneros y debían retirarse antes de lo previsto o terminarían ellos también presos.

     

    Llegó a tocar los hombros de Spectum cuando una luz. La última imagen fue de su líder quedando suspendida de pies. Albert Black desapareció junto a Spectum, dejando detrás de sí una batalla que recién se iniciaba.

  22. Albert Einstein

     

    Siguió los pasos de Galileo y sus otros compañeros. De haber algún muggle rondando moriría de un infarto al ver a dos celebridades de la historia de la humanidad por allí corriendo, vivos, y aún más extraño lanzando hechizos de sus varitas.

     

    - La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa. – dijo de nuevo citando frases célebres de Albert - ¡Sectusempra!

     

    Un rayo verdoso salió de su vara en dirección a Goderic. Impactaría en milésimas de segundos. Levantó la varita por segunda vez apuntando a la misma persona y susurró.

     

    -Desmaius

     

    Una luz cortó el aire, su objetivo era uno sólo. Albert Black flexionó levemente las piernas para amortiguar cualquier rebote en el caso de tener que moverse de lugar. Todo su ser estaba protegido por un Detritus que le habían proporcionado.

  23. Albert Einstein

     

    Estaba segura que pronto lograría su mayor objetivo, el de regresar a la marca. La picazón en la piel que se superponía al tatuaje se lo anticipaba. Ese día acontecería un nuevo rescate y se sentía orgullosa de ser invitada a ese tipo de actividades, pues hacía que ejercitara al máximo sus habilidades.

     

    Llevaba consigo un frasquito pequeño con poción multijugos. En uno de sus viajes al centro de Europa había conseguido un cabello de un científico muggle de gran renombre. Sin duda los vendedores llevaban el título de los mejores rateros y roba fortunas de la época, y para la Black sólo le había costado un par de monedas de oro comprarlo.

     

    - Hay dos cosas que son infinitas, el universo y la estupidez humana, de la primera no estoy seguro – murmuró con voz grave emulando ser el propio Einstein.

     

    Su rostro se había arrugado, el pelo blanco frizzado le creaba una cabeza bastante más grande que la de ella y sin dudas había reducido unos cuantos centímetros la altura. Aún así su fuerza era la misma y también la destreza. Había conseguido formular un sortilegio para que a su alrededor se formaran números y letras que diagraman algoritmos. Cada tanto algunas flechas atravesaban el espacio como indicando los resultados correctos de las cuentas.

     

    La temperatura en Alaska estaba más fría que de costumbre o eso le pareció a la mujer, seguramente la vejez del cuerpo encarnado era más sensible. Pero no tardó en llegar con los otros mortífagos que la aguardaban. Su pantalón de jean, camisa a cuadros y sobretodo la abrigaban del viento invernal. La varita en mano para atacar.

     

    - ¿Azar? Jamás creeré que Dios juega a los dados con el mundo.

  24. La misión había llegado a su fin y Amber esperaba haber conformado a sus altos rangos. Cada vez estaba más cerca de conseguir el reingreso a La Marca Tenebrosa. Sin más, miró a su alrededor para divisar la puerta de salida.

     

    Corrió a gran velocidad y una vez fuera, tocando la arena de Tulum: desapareció.

  25. Los sucesos habían sido demasiado rápidos. En un abrir y cerrar de ojos Blackimse había sido capturada nuevamente, seguro querían información de parte de ella. Así que Robert retrocedió para apuntarla de nuevo.

     

    - Liberacorpus

     

    Por segunda vez la mujer cayó al suelo, esperaba tener mayo suerte.

     

    - Avis

     

    Grito para asegurarse de que a Blackimse no la dañaran.

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