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Prueba del Libro de la Sangre - Enero 2021


Asenath
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La sangre era el nexo principal que conectaba ese libro con los que deseaban aprenderlo, estableciendo como elemento primordial el derramamiento del liquido vital. ¿Cuántos magos tuvieron que perder litros y litros de ese elemento para hacerse con el?. Esas dudas no le competían a ella y prefería dejarlas sobre los hombros de sus alumnos, porque ellos serían los encargados de sacarse el cuero para obtener los tan anhelados conocimientos.
Asenath se quedó pensativa ante las acciones del Black, sacrificar parte de su poder para salvar la vida de un compañero. Podría compartir ese pensamiento, pero al estar dentro de una prueba como esa, siempre optaría por jalar agua para su molino y no perder la oportunidad de demostrar lo que era capaz de lograr y romper los limites que ella misma se había impuesto. Cada decisión tomada de forma errada, no tardaba en pasar una alta factura que no todo estaban dispuestos a cubrir .
Sus ojos grises analizaban el rostro de ambos hombres, dando con el punto débil de cada uno de ellos. Aquel que les haría perder el hilo de su meta principal, enfrentarse a una prueba de ese calibre nunca resultaba ser un trago agradable de asimilar. Pero eso era lo que le inyectaba el sabor a todo ese proceso, aderezándolo con los ingredientes más letales que existieran dentro del mundo mágico. Debian ser capaces de aceptar el tener que sacrificar cualquier cosa por alcanzar sus objetivos. Perder la vida era la mayor parte del tiempo un mero tramite.
Ella misma lo experimento en sus años como aprendiz, perder personas y objetos valiosos que poco a poco pudo volver a recuperar con paciencia y tesón. Ahora Martin y Ernest se encontraban en situaciones similares, puestos a prueba por el libro de la Sangre. La Uzza sería una espectadora de momento, pero no era descartable que entrará al quite en el momento preciso. Poco a poco el paisaje mutó en un acantilado profundo y sin fin a simple vista, si se observaba demasiado tiempo el fondo de este se perdería la noción del tiempo y el control sobre los sentidos y la racionalidad.
Dos murallas del mismo tamaño se elevaron eran de roca maciza, no se verían afectadas por ninguna clase de hechizo o conjuro. Ahí ambos duelistas aparecerían cubiertos por una bruma que espesa que les impediría ver con claridad una vez que ambos tuvieran la varita en su mano la misma se disiparía dándoles la libre acción de atacar sin ninguna clase de restricción.
—Piensen en cada uno de sus movimientos, no pierdan la brújula y verá que esto terminará en un abrir y cerrar de ojos— la voz de la Nesedy, retumbo por todo el lugar. No había vegetación de ningún tipo cerca de ambas columnas solo debajo de ellas se agitaba con violencia un océano improvisado por la Uzza. Dentro de este algunos peces y tiburones deambulaban, pero no por el interés de saciar un hambre inexistente sino para darle un toque más siniestro a todo aquello.
El desafortunado que cayera en esas aguas, no saldría con algo menos que algunas heridas que pusieran en peligro su vida. Ahí no contaba la raza de la que provinieran, sino la valentía que tuvieran para batirse a duelo y sangrar hasta perder la noción de las cosas. Esa era la verdadera esencia del libro de la Sangre, sacrificarse para proteger o para atacar y yendo más allá para arriesgar todo y obtener el doble de lo apostado en la ruleta del destino.
  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • Duración del duelo: Del 17 de Septiembre al 27 de Octubre

 

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La clase estaba llegando a su final y el último paso a dar sería un duelo de uno contra uno. Para la ocasión Black olvidaría todo tipo de gentileza y entraría a la arena de combate con sólo una cosa en mente: derrotar a su compañero de clase, utilizando todo lo que esté a su alcance. Claramente había una consigna “no dicha” pero que se encontraba flotando en el aire: la aplicación de los hechizos aprendidos era clave en aquella contienda.

 

Parado en una especie de columna algo reducida, de no más de tres metros de diámetro, Black observaba una densa bruma que lo rodeaba. Por lo dicho previamente por Asenath, más allá del terreno firme de la columna no había nada más que un abismo que se antojaba infinito. Por si acaso, el mago de cabellos negros no intentó mirar hacia aquel sitio para no perder la concentración de lo que tenía en mente.

 

Su capa de viaje negra desapareció, quedando una fina camisa negra arremangada hasta los codos y unos pantalones del mismo color, haciendo juego con sus cabellos y unos zapatos de vestir. Todas las prendas del mago eran oscuras y aun en ese contexto era imposible observarlas con la niebla. Cuando tomó con soltura su varita en mano y Ernest hizo lo propio, o eso supuso Black, recién allí se hizo accesible la visibilidad.

 

Bastó una leve reverencia por su parte y sin perder más tiempo, movió su brazo como si de un látigo se tratase.

 

Maldición —pensó entonces el mago de cabellos negros. Posiblemente Ernest no se percataría de aquello hasta que intentara atacarlo, puesto que el resultado de su maldición haría que el siguiente movimiento de su rival se viera reducido a una copia mal ejecutada del hechizo pretendido.

 

Con la certeza de que nada malo llegaría en los próximos segundos, Black clavó su mirada en Ernest. No había nada en el entorno que pudiera usar a su favor, sólo su varita mágica.

 

 

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Asenath estaba profundamente decepcionada de Ernest, no demostró tener lo necesario para poder obtener los conocimientos que otorgaba el libro de la sangre. En ese caso ella tomaría su lugar dentro de la prueba, batiéndose a duelo contra Martín y no le pintaría el panorama tan fácil. Posicionándose sobre la columna de roca, dando un profundo respiró apareció su varita en su mano.

 

Escuchando el ruido del océano debajo de sus pies, apreciando la silueta de su rival al irse disipando poco a poco la neblina. Su vestimenta era la que solía portar dentro de sus innumerables contiendas, aquella armadura que le protegía de cualquier clase de daño y al mismo tiempo despertaba en ella esa fiera sedienta de sangre que dormitaba en su ser.

 

—Aguamenti—fue el resultado que obtuvo al verse pillada por el conjuro lanzado por el Black. No fue expulsado ningún chorro de agua, sino que en su lugar una serpentina de papel fue enviada por el viento lejos del par de combatientes. La Nesedy admiraba la astucia de su alumno, asegurando que ese duelo sería mucho más entretenido de lo que ella se hubiera imaginado.

 

Pensó con tranquilidad en la—Daga del Sacrificio—apareciendo en su mano una daga resplandeciente y afilada—Dañar—infringiéndose un corte en la zona del antebrazo, no dudo en apretar el filo contra su piel haciendo un daño mayor. Cortando parte del musculo, llegando profundo sintiendo la punta de esta chocar con su hueso esa misma lesión apareció en su alumno. Arrancándole de las venas liquido vital, sangre era lo que empaparía las ropas de ambos. No le importaba perder algunos litros de sangre, si con eso conseguía que lo enseñado por la Uzza quedaba grabado en su memoria.

 

—Curación—la sanación fue certera y rápida, no quedaba el más mínimo rastro del corte en su brazo. Elevando la mirada la clavó como una flecha en el blanco en los ojos del Black, sería paciente y analizaría con calma cada uno de los movimientos de este. Centrando toda su energía en exprimir hasta la última gota de potencial que sabía que este poseía y le serviría para salir victorioso de todo aquello.

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La sorpresa de Black fue incalculable cuando al disiparse la bruma observó que no era su compañero de clase quien estaba enfrentándose a él sino la profesora, por quien sentía un profundo respeto a pesar del desconcierto inicial. Fue entonces cuando oyó la voz de la guerrera ensayando un hechizo que salió siendo una mera imitación pero sin ninguna consecuencia para su integridad.

 

La serpentina invocada por Asenath se alejaba y luego de eso, Black volvió a centrarse en la Uzza: acababa de invocar la daga mágica de maravillosos poderes. Estaba casi intuyendo lo que ocurriría a continuación, por eso se le adelantó:

 

Silencius —murmuró Black. Lo que pretendía decir Asenath no se escuchó y su hechizo no fue exitoso. Estaba seguro que había invocado la daga para herirlo al precio de ella misma herirse también.

 

Lo que ocurrió a continuación lo dejó sorprendido. La guerrera acababa de intentar curarse cuando no se había producido la herida. Sin comprender del todo el porqué de aquello, Black volvió a la carga y ahora fue él quien materializó la daga especial, al invocarla pensando en «Daga del Sacrificio».

 

Immolo oppugnare —dijo en voz alta y clara, y un evidente corte apareció en uno de los antebrazos de Asenath, emanando la sangre hacia el exterior. Pero la Uzza no era la única afectada, el propio Black tenía un corte exactamente igual. Bastó pensar un “Curación” para recuperar la vitalidad perdida.

 

Más allá del reducido sitio en el que se encontraba, al igual que la guerrera Uzza que tenía como profesora, había agua y más agua. Lo que había dentro del lago improvisado Black lo desconocía completamente, pero le bastaba imaginarlo como para saber que no deseaba estar allí nadando.

 

Hasta el momento, aquella sabiduría dada por el Libro de la Sangre le había resultado la más atrayente y provechosa. Pero a pesar de ello no le quitaba importancia a los conocimientos previos, que seguía utilizando cuando le resultaban oportunos.

 

 

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Una herida provocada por la daga del sacrificio que invocará el Black, causó una herida que simplemente le arrancó sangre. Pero ante tal daño no emitió un solo sonido, no era la clase de Uzza que se quejaba por las heridas de batalla, sino todo lo contrario eso despertaba más su sed que buscar causar un daño mayor en su rival. La sorpresa no se hizo esperar en el rostro de Martín, tras percatarse que su rival no seria su compañero de clase Ernest. La sangre seguía brotando por el brazo de la Nesedy, semejándose un poco al caudal de un rio que ansia mezclarse con las aguas saladas del océano.

 

Episkey -pensó curando la herida que le provocará la daga. Las cartas estaban echadas sobre la mesa y Asenath no cesaría en su afán de comprobar que el hombre delante de ella merecía poseer los conocimientos que estaban poniendo en practica. El libro de la sangre solía ser complicado, justamente por eso se requería de una mente aguda y capaz de desenmarañar todos los conjuros que servían tanto para dañar y a su vez protegerse de cualquier clase de ataque.

 

Daga del Sacrificio está vez la invocación había sido exacta y certera, apareciendo en su mano aquel objeto punzo cortante tras pensar el conjuro sin presión alguna - Immolo Oppugnare-se estaba sacrificando para dañar a su oponente y así lo recito con calma, quizás su accionar derivaría en colocar el dedo en el gatillo y tras presionarlo un proyectil daría justo en el blanco y eso ocurrió. Levantando con fuerza la daga la empuñaba con decisión sobre su muslo ejerciendo la presión necesaria para poder realizar un corte limpio, pero que era capaz de abrir un surco por donde sin duda alguna un chorro de sangre se abría paso apareciendo uno idéntico en el cuerpo de su alumno.

 

Equiparando un poco las cargas, no dejaría que las cosas se le salieran de las manos. Estaba ahí para enseñarle el verdadero poder de la sangre, no solo era capaz de dar la vida, sino también de arrebatarla sin ninguna clase de consideración. Sus ojos se clavaron en el mago, delineando la ruleta de estrategias que ambos tenían a su alcance. Sintiendo el calor del liquido vital correr por su oscura piel, no permitiría que un milímetro más fuera a parar al suelo. Pero debía esperar un poco para curarse, solo le restaba esperar a la muerte o que su rival, no se dejará llevar por la adrenalina y arremetiera de nueva cuenta contra la Uzza.

Editado por Asenath
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Llegado a aquel punto del duelo, Black se sentía confiado. Asenath acababa de curarse por el corte producido por la daga mágica, y era momento de continuar con la iniciativa. Entonces se le ocurrió una idea sobre un hechizo que hasta el momento no había utilizado.

 

Yo juro no defenderme —murmuró con claridad el mago nacido en Gales y de esa forma vinculó también a Asenath mágicamente a cumplir dicha promesa. En caso contrario, la guerrera Uzza tendría un nuevo corte en su cuerpo que la debilitaría.

 

Black también quedaba “preso” de su hechizo, y de incumplirlo, pagaría las mismas consecuencias. Sin embargo, tenía una idea, pero también era importante el siguiente movimiento que iba a realizar la profesora. Ella acababa de invocar nuevamente la daga, algo extraño, puesto que ya tenía otra a mano. Entonces las palabras murmuradas por Asenath lograron lo deseado, que el mago de cabellos negros fuese cortado en uno de sus antebrazos. El corte era grave pero no lo suficientemente importante como para poner en riesgo su vida. Además, Asenath también contaba con uno semejante en uno de sus brazos.

 

Sectusempra —exclamó en esa oportunidad Black. El rayo de importantes consecuencias salió del extremo de su vara blanca en dirección al corazón de su profesora. En caso de impactarle, y dudaba que pudiera detenerlo por el juramento, pondría en riesgo su vida con unas heridas sangrantes profundas y letales.

 

Era el momento de aguardar los siguientes pasos que diera la guerrera Uzza, cuya experiencia Black admiraba. Pero con sus movimientos acababa de ponerla en apuros, ¿cómo se las ingeniaría para sortear aquello? El pelo azabache del mago bailó al compás de la brisa fresca del lugar mientras, más allá de la pila en donde se encontraba, las bravías aguas se agitaban con todas sus criaturas salvajes esperando un nuevo festín. Black esperaba no ser el festín.

 

 

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—Esto es el final— la voz de la Uzza se dejaba sentir como el golpe de una espada sobre el cuerpo de un enemigo. Asenath reaccionó ante el juramento de Martín, ella no podría defenderse, pero el tampoco y eso le daba un poco de ventaja. Concentrándose en la herida que le provocará con la daga que invocará al inicio del duelo, no tardó en entretejer una estrategia efectiva contra su alumno.

— Yo juro no atacar— expresó con claridad creando un vinculo entre ella y el Black usando el corte que le hiciera durante el duelo, si ella no podría defenderse, el tampoco podría atacarla. Las cargas estaban equilibradas para ambos, ya no quedaba demasiado tiempo y sin esperarlo el agua comenzaba a subir por las columnas. Era momento de irse de ese sitio, no era idóneo morir ahogados y mucho menos si la situación le otorgo al hombre lo que tanto deseaba.

— Ha sido un duelo digno de recordar, puede ir en paz. Ha logrado vincularse con el libro de la sangre—inclinando su cabeza como signo de respeto desviaba sus gris mirada. Observando las manchas de sangre que tenía en el cuerpo, presionando los ojos sintió como filamentos delgados abrían un nutrido grupo de heridas en su cuerpo. Ahí estaba de nueva cuenta la sangre, aquel elemento que desde que inicio el duelo no dejo de ser el protagonista principal.

— Episkey—cerrando sus ojos daba la sanidad a su cuerpo pensando ese conjuro, tras tocar con la punta de su arma la zona donde las heridas iban cerrándose poco a poco. No existía rastro alguno de daño en su anatomía, dándole una última mirada al paisaje, desapareció en medio de una neblina como la que utilizará al iniciar el duelo. El Black se había quedado solo, ya era libre para partir de ese lugar y emplear los conocimientos recién adquiridos.

Las columnas terminaron por ser devoradas por las aguas turbulentas, sepultando ese sitio en el recuerdo de ambos contendientes. Asenath pudo aprender varias cosas de su pupilo y ella esperaba haberlo sabido guiar por la senda que lo condujo hasta la victoria. Ahora tenía otra misión entre manos, ya le tocaría dar batalla en una clase nueva e intentar complicarle las cosas a los que se atrevieran a enfrentarse a ella y al complicado, pero sabio libro de la sangre.

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