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León Crowley
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Sonrei al escuchar a mis compañeras, ¿acaso era la única que alguna vez se había caído de una escoba? Al parecer si y eso que tenía la licencia de vueo, pero era mejor no comentar esa anécdota.

 

-No veo tan peligroso una carrera en escobas, Sofia. Aunque si se me hace aburrido, ¿que chiste tiene eso? ¿Ir uno tras otro viendo quien llega primero a la meta?- Comenté.- Me gustaría más ponernos a jugar con unas bludger, al menos tienen un poco más de interes.

 

Era cierto que no contabamos con ese tipo de pelotas en la clase, pero se podría pedirle a un elfo que fuera por ellas cuando fuera por la escoba de su dueña. No sería difícil que mis compañeras tuvieran un equipo de Quidditch en casa, si tampoco en la Selwyn faltaban.

 

-No estoy segura de como funcionan las cooperadoras, Darla, si bien he vivido entre muggles. Podríamos mandar a hacer un pozo de los deseos y las monedas que se junten irían para las escobas, puede ser una opción, ¿no?- Comenté divertida al pensar en eso.- Total, la gente deja monedas en una fuente en San Mungo, no sería mucha diferencia.

 

El tema del evento benéfico me gustaba más. La gente cooperaba mucho sobre todo para que la sociedad pudiera darse cuenta de que tenía muchos galeones aunque fuera lo último que quedaba.

 

-Me gusta más la idea de hacer un evento benéfico, ¿alguien recuerda el que se hizio hace mucho tiempo en San Mungo? Podríamos hacer algo similar.- Mencioné.

 

Lo único que no me había gustado era el no poder recuperar las mascotas que había donado para ese evento.

 

-Quizás el departamento de Criaturas pudiera donar algunas criaturas que tengan tiempo en la reserva, o sea, que siempre hayan estado ahi y así poder subastarlas. Aunque los trámites legales para poder hacer todo en orden, seria mucho papeleo.- Me encogí de hombros.

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—Por supuesto que no hay problema, señorita Haughton —saludó con un ademán a la rubia recién llegada


¿Que no había problemas? seguramente el holandés pretendía ocultar el hecho de que no tenía escobas para su clase. Entre Elodia y Mistify lo dejarían reducido a alimento para quintapeds si se enteraban que su clase había sido en un salón, mirando imágenes de escobas. Caminó junto a ellas hasta el jardín donde las reunió al rededor de la roca en la cual Sofia se había acomodado.


—Por supuesto que iremos allí volando —respondió ante las inquietudes de las presentes—, iremos a la clase en escoba. El ministerio se encarga de certificar que ustedes sepan volar, acá en la universidad, hacemos la especialización así que doy por hecho que todas tienen su licencia y que saben montar una escoba.


¿Había perdido la cabeza acaso? las mismas estudiantes le daban la oportunidad de librar la ausencia de escobas y él mismo se encargaba de cerrar las puertas. Podría llamar a Arthur y pedir que comprara algunas Nimbus en el callejón, pero eso tardaría lo suficiente como para que alguna de ellas se durmiera. El silencio preocupante le hizo dudar si a fin de cuentas si sería buena idea ir volando


—Antes de desplazarnos a nuestro destino —prosiguió en un absurdo intento de ganar tiempo—, permítanme traer algo.


Se alejó del lugar a un paso más de prisa que de costumbre en dirección al armario de escobas, un poco alejado del jardín, o lo suficiente como para no ser visto por ellas. Miró a un lado, miró al otro y desenfundó la varita que apuntó contra la cerradura de la puerta que estalló en pedazos luego de que un rasho(?) la alcanzara. Trozos de madera, que esperaba fueran de la puerta, quedarOn regados por todo lado.


Sería cuestión de tiempo antes de que algÚn elfo se diera cuenta. Tomó unas cuantas escobas antiguas y otras tantas recientes y salió disparado del lugar. Sudoroso y nervioso, llegó de nuevo a la presencia de sus alumnas, dejando a un lado las Saetas de fuego 2K-XV, la más moderna linea, con apenas tres meses, obtenidas de forma sospechosa luego de una cita de la directora Mistify con un Alto Ejecutivo de la prestigiosa compañÍa de escobas voladoras. Un ejemplo de como las directoras "Lo Entregan Todo" por la universidad


—Contrario a lo que podrían pensar—continuó al recordar el comentario, un poco ofensivo a su parecer, de el estado de las escobas—, la universidad cuenta con un renovado lote de Saetas de Fuego 2K-XV y Nimbus FireStorm que tendrán el placer de estrenar. Pero antes, charlemos un poco —Invitó a cada una de las presentes a tomar una de las escobas antiguas y prosiguió—. Al principio, las escobas eran rústicas y simples. De movimiento únicamente hacia adelante y hacia atras, y desprovistas de los hechizos entre los cuales está el que permite que ni sus tonificados glúteos ni sus níveas manos se vean llenadas. de astillas.


Con la varita apuntando hacia la Nimbus 2000 que tenía en la mano, espetó un "finite Incantatem" que reveló como una casi invisible capa se materializaba cristalina y desaparecía de inmediato.


—Además de eso, el mango de cada una de las escobas cuenta con...


Sus palabras se vieron interrumpidas por la alarma de la universidad. Una bocina de esas que se usaban en los campos militares que alertaban un ataque a la base y que hacía que las unidades se armaran para repeler el ataque. Así mismo se armaba la universidad, de la cual salían estatuas en dirección al grupo; estatuas furiosas, veloces y agresivas.


¡Merde!— exclamó el profesor al ver la pared móvil acercándose— tendremos el resto de la teoría en el aire—, rápidamente tomó las cinco Saetas 2K-XV y entregó una a cada una—. ¡Vuelen por sus vidas! ¡Rápido, rápido!


Montando la escoba que le sobraba, tomó impulso e hincando el mango de la escoba hacia adelante, emprendió vuelo lo suficientemente rápido como para alejarse del lugar, justo después de que lo hicieran sus alumnas que por fortuna para León, habían volado antes, aunque no lo hicieran por mucho tiempo.

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El profesor regreso nuevamente después de haberse alejado un rato de nosotras, volviendo con varias escobas listas para ser usadas por nosotras. Por una parte me gustaba ver que las escobas estaban en buen estado y eran de modelo reciente.

 

-Lástima. Creo que la idea de hacer una subasta para recolectar fondos o el pozo de los deseos acaban de ser mandadas a la basura.[/i}- Exclamé en voz alta, mientras miraba las escobas que tenía el profesor al lado.-Están hermosas.

 

Escuché la explicación del profesor, pero la alarma se había activado. ¿Tenía alarma la Universidad? Era la primera vez que la oia. Afortunadamente tenía la mochila puesta y la varita en mi mano derecha, cuando nos dió las escoba.

 

-¿Qué era lo que tenía el mango?- Pregunté, mientras intentaba buscar algún botón secreto que activaran algún hechizo. Estaba bastante lejos ya de las estatuas, lista para atacarlas.-Supongo que no tendrán rayos laser, ¿o si?

 

En ese momento nos vendría bien un tipo de sistema de defensa o ataque independientemente de nuestras varitas, aunque, ¿que habría hecho enojar a las escobas?

 

-La universidad se ha vuelto loca.- Comenté.

 

Movi la cabeza negativamente, esperado la reacción del profesor y el resto de la clase. No teníamos indicaciones de atacarlas, solamente de volar. A lo mejor tendríamos que dejar que alguno de los departamentos de seguridad interviniera, pero a esa altura, las estatuas se veian completamente indefensas.

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Todos los presentes le aseguraron que no había ningún inconveniente. Eso la tranquilizó, aunque de inmediato empezaron a hablar respecto al hecho de traer sus propias escobas, debido a la falta de las mismas en el punto de encuentro. Consideró eso como una mala idea, pues suponía que las escobas pertenecientes a la Universidad reunían condiciones de seguridad que las personales no tendrían, y por ende serían mucha mejor elección para un “paseo”.


Que León asegurase que volarían apartó toda preocupación, puesto que el profesor parecía saber lo que estaba haciendo. No prestó mayor atención a los comentarios de sus compañeras, que parecían delirar con posibilidades para la clase sin saber lo que el profesor planeaba realmente.


León se disculpó, dejándolas por un momento y no demoró mucho en regresar, cargando varias escobas. Se alegró de verlo, pues prefería que la clase iniciara antes de que sus compañeras decidiesen empezar con alguna de las locas ideas que estaban surgiendo. Observó la demostración del profesor con gran interés, pues explicaba muy bien los encantamientos que protegían las escobas.


Pero una fuerte alarma empezó a sonar, interrumpiendo la clase. Escuchó la voz masculina que gritaba más allá del grito la advertencia de tomar una escoba y volar si querían salvarse. Obedeció, aunque con cierta torpea. No era buena volando y, si bien tenía licencia, hubiese preferido mil veces poder desaparecer de allí en lugar de tener que montar una escoba para alejarse.


-¿Qué demonios ha sucedido?- dijo con cierto enojo, mirando los terrenos hechos un caos a sus pies.

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Una sonrisa divertida se dibujó en los labios de la pelirroja al escuchar las palabras de Katara, por todos los brujos de la edad media, ¿en serio prefería las bludgers? No que tuviera miedo a un golpe, adoraba las competencia y para ella una carrera era algo que era entre las competencias preferidas, claro que también le encantaba la idea de que mientras corrían tuvieran que ir esquivando bludgers. Se preguntó qué pensarían sus compañeras de ello, pero la respuesta de la minina en relación a las cooperativas y eventos benéficos la hizo volver al tema original.

 

--Ohh, si recuerdo San Mungo, aunque no tuve chances de mostrarme mucho --más bien nada [/i]--por allá. Me parece fantástica la idea, siempre y cuando no tomen animales con dueños vagos que no van seguido pero si reclamaríamos [/i]--una sonrisa tímida se dibujó en los labios de Darla pensando en su dragona.

 

Las palabras de León no le dieron mucha ocasión de comentar al respecto por lo que su atención fue hacia el mago que les pidió le esperasen.

 

--¿Qué creen que se traiga entre manos? --preguntó la pelirroja pero unos minutos después el mismo Crowley, cargado de escobas, reveló el misterio.

 

Tal como les indicara el profesor Darla tomó uno de los modelos viejos y lo analizó con curiosidad, mientras veía con asombro como deshacía el hechizo sobre una de las escobas, acarició la madera con cuidado, buscando no tentarse con una merienda inoportuna de clavarse una astilla en su dedo. El sonido de una alarma sonando en el campus la sobresaltó ¿había un robo? ¿Qué incidente habría ocurrido? Miró a León que insultaba en francés.

 

--¿Qué dem... --pero una vez más se vió interrumpida no pudiendo terminar la pregunta cuando el profesor les ordenó volar de inmediato, tomó una de las flamantes YK-XV y montándose en ella dió una rápida patada musitando un up que la tuvo en el aire en pocos segundos.

 

Un grito escapó de sus labios cuando la estatua de Osiris intentó asirla por el tobillo, casi por instinto y sin pensar tuvo en su diestra a Edelweiss en menos de lo que canta un gallo y en mucho menos tiempo un rayo salió de la misma tras que ella gritara.

 

--!!Reducto!! --la estatua voló en miles de pedazos mientras la pelirroja se elevaba más, alejándose de la "lluvia" de cascotes.

 

Le sorprendió la calma de Katara, la cual le hizo pensar que quizás su reacción había sido demasiada, podría haber evitado destruír una estatua que seguramente le descontarían de su bóveda. Maldijo para si misma mientras escuchaba la pregunta que hacía una de las rubias del grupo, asintió y voló rápido hasta ponerse a la par del profesor.

 

--Exactamente ¿qué demonios está pasando?

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Al parecer no se salvaria de tomar altura pues el profesor lo acababa de decir. La escuela tenia escobas y las iban a usar. Hizo un gesto casi imperceptible de disgusto mientras se preguntaba como se le habia ocurrido tomar aquella clase si le daba miedo subir a una altura superior a un castillo. Mientras el profesor desaparecia por unos minutos la rubia cerro los ojos y se concentro en hacer a un lado el miedo, si se convencia a si misma de que debia volar alto no tendria demasiados problemas.

 

La respiración apurada de su profesor que venia a toda prisa con un cargamento de escobas la saco de su ensimismamiento y dirigio sus ojos azules al causante de aquel sonido. El lote que traia entre las manos era bastante moderno, saetas y nimbus de ultima generación, aun no decidia cual de las dos le gustaba mas. En cuanto el Crowley comenzo a explicar los encantamientos de las escobas la inquisidora se perdio por completo del mundo teniendo solo en cuenta lo que el mago les decia. Le apasionaba todo lo que tuviese que ver con escobas y velocidad y por eso resentia tanto no poder subir mas alla de la punta de la torre mas alta de su castillo, sin sentir esa oleada de ansiedad que la hacian bajar a una altura mas segura enseguida.

 

Justo cuando la explicación se volvia mas interesante un sonido como de alarma resono por toda la escuela seguido de un conjunto de estatuas que iban directo hacia ellos.

 

-Con un demonio...- gruño mientras pescaba en el aire una de las Saetas y emprendia el vuelo lo mas veloz que pudo. Justo cuando la mano de un muy enojado Ra le psaba rosando por los pies. Un poco mas abajo que hubiese ido y seguro el dios egipcio la estrella contra el suelo. Osiris habia corrido con mala suerte y un reducto lo habia reducido, la vampiro ahora sobrevolaba el patio de la escuela para ver si lograba captar que habia activado la seguridad pero no vio nada mas que las estatuas amenazandolas.

 

Llegar a donde estaba el resto le tomo cualquier cosa. Se emparejo a sus compañeras quienes al igual que ella no tenian idea de que estaba pasando y solo seguian al profesor sin tener mucha información de porque habian tenido que salir de la universidad tan a la carrera y de a donde iban en aquel momento.

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Quizás estaba demasiado calmada, pero no me gustaba mucho demostrar el miedo. No me gustaba imaginar a Lucifer enojado, porque una demonio y precisamente su hija, o una de tantas, lo tuviera. Podía imaginar los reclamos.

 

-¿Saben? No es por nada, pero en esta ocasión me alegra no tener los pies en la tierra.- Intente bromear. -Hasta empieza agradarme estar en las alturas.

 

Por una parte era cierto, el clima no estaba tan mal, no hacia tanto viento como para perder el equilibrio o estaba lloviendo a cántaros, miré al profesor en ese momento, como si el fuera capaz de cambiar el clima justo en ese momento para hacer sufrir más a sus alumnas.

 

-Debería haber traido un impermeable.- Pensé.- O al menos haberme peinado de otra forma, como con un par de coletas.

 

Mi cabello en ese momento era un total desastre. Era alguna de las cosas que nos deberían advertir del tipo de ropa que teníamos que tomar en cuenta cuando se hiciera un viaje, inclusive sugerir el tipo de cabello. Con la izquierda intente peinarme, ya que con la derecha estaba sujetando la varita y la escoba, sin embargo, al ser inútil agarre la escoba con varias. Me mordí los labios, ya gritaría cuando estuviera sola en la Selwyn.

 

Escuché la pregunta de mis compañeras y me limite a hacer un encogimiento de hombros. No tenía la menor idea de que había pasado y lo primero que hubiera pensado sería en preguntarles, pero no crei que a nadie le gustara la idea.

 

-No sé que paso, ni porque están tna molestas. Lo que más me inquieta es que no se ven más en ninguna otra parte de los terrenos, solo cerca de donde estamos nosotros.- Comenté.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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Descuiden —exclamó el profesor al ver que todas sus alumnas habían logrado emprender vuelo—, no nos podrán hacer nada estando en el aire. Alerté a las estatuas intencionalmente para ver su capacidad de reacción. No solo en el quidditch, si no en cualquier actividad que vayan a realizar con las escobas, requieren una profunda concentración y unos ágiles movimientos —mintió descaradamente buscando que el impasse ocurrido no significara más que eso. Si abrían la clase de maestría en engaños, tal vez también sería docente.

 

Había notado una significativa diferencia en el vuelo desde que montó la escoba. Probablemente la adrenalina del momento no le había hecho caer en cuenta que era, pero ahora que ya estaban lejos del peligro, podía notar que era: sus posaderas no estaban del todo cómodas. Llevó la mano a la parte baja de la escoba y trató de corroborar su temor. La explosión causada al intentar abrir el armario, no solo había afectado la puerta sino a las escobas también. Giró la mirada a las generosas posaderas de sus alumnas (con la inocente intención de verificar que sufrieran la misma molestia, claro está), pero al parecer solo la escoba de él había sido afectada. Se acomodó como pudo en la molesta madera de fresno y acercó el vuelo hacia ellas.

 

Como les decía en tierra, las escobas cuentan con hechizos y conjuros, que a través de los años, nos han facilitado el uso de las mismas. Elliot Smethwyk, al rededor de hace unos tres siglos, inventó el Conjuro de Almohadón, que crea un espacio entre la escoba y quien la monta. Así mismo, otros grandes magos han mejorado las diversas escobas con el paso del tiempo —se acomodó lo mejor que pudo, sintiendo que la escoba empezaba a pasarle factura.

 

Se habían alejado lo suficiente como para perder de vista los terrenos de la universidad y bajo sus pies solo se divisaban las altas copas de los árboles que abarcaban el majestuoso oasis árabe. El sol de repente se oculto entre espesas nubes que se agolparon por acción del viento que soplaba sin clemencia alguna. Empezó a notar como Agatha empezaba a perder estabilidad en su vuelo, solo esperaba que fuera por ella misma y no por la escoba.

 

Cada fabricante ha añadido nuevas funciones a cada nueva versión que sacan—prosiguió para el grupo sin perder de vista a la rubia— Obediencia a comandos de voz, cerdas de abedul mejoradas para aerodinámica e incluso, la nimbus después del 95 añadió un sortilegio anti-maleficios. Sin olvidar uno de los más importantes, es que radica en la base del mango que permite que.. ¡Hey! —exclamó a Sofia al ver que perdía altura dramáticamente, seguida de Lyra—, ¿A donde van?

 

No tardó mucho al darse cuenta que no era la voluntad de las brujas la que ordenaba la escoba. Las nubes se habían condensado lo suficiente como para que la precipitada lluvia los lavara por completo. Las fisuras en el madero y el agua en las cerdas desprotegidas habían permitido que el agua las empapara y quitara toda posible estabilidad aerodinámica que pudieran tener hasta el momento. Diez segundos después, tanto él como sus cinco alumnas caían vertiginosamente en dirección a los secoyas y abedules. Solo esperaba que no hubieran sauces boxeadores.

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Katara comntaba en ese momento que estaba feliz de estar en el aire, lo que era bueno, mientras más calmo estuvieras mejor volabas, por lo menos cuando no eras un experto era así. Por otra parte, las palabras de León la tranquilizaron... a medias, él había preparado las estatuas para hacerlas practicar y probar qué tan ágiles y atentas estaban. Ahora no le cabía ninguna duda de que le iban a cobrar la estatua que había destruído volándola en pedazos, se lamentó de no haber utilizado un reducio en lugar de un reducto, después de todo, achicar una estatua hubiera sido menos costoso que hacerla añicos.

 

Suspiró, encima una molesta llovizna comenzaba a caer sobre ellos, se obligó a concentrarse en lo que el mortífago les contaba, ella había leído todas esas historias en su juventud, cuando había estudiado más que minuciosamente Quidditch a través de los tiempos. De hecho la pelirroja había realizado un diario muy especial cuando joven, llamado Quidditch para muggles, pero eso era un pequeño secreto oculto por "siglos" y no volvería a ver la luz.

 

--Impervius --susurró cuando la llovizna se hizo más espesa, notando el brillo sobre su cuerpo y la propia escoba.

 

Mientras volaban notó como el profesor se acomodaba en la escoba una y otra vez, ella no pudo evitar imitarlo, disfrutando de momento la comodidad del hechizo almohada. Supuso que se trataba de la forma que él tenía de hacer que apreciaran la practicidad de tan buen invento. Pero cuando fijó su vista en una de las rubias y su ocultó un gesto de preocupación Darla giró la mirada para ver qué le preocupaba a él.

 

--Agatha, deja de bailar o caerás en los árboles --dijo con tono preocupado mientras que por instinto sostenía más firme el cabo de su propia escoba.

 

Quizás se preocupaba de más, León continuaba contándoles sobre los diversos agregados que las escobas modernas tenían pero el grito que emitió atrajo su atención. ¿A dónde iba quién? Giró su mirada castaña para descubrir como Sofía y Katara perdían altura, demasiado rápido por cierto.

 

--No es buena idea volar tan cerca de los árboles, terminas pateándolos --comentó algo est****amente en el preciso momento en que primero León y luego ella comenzaban a caer.

 

Maldijo, por lo visto los hechizos estaban fallando o alguien les había echado una maldición, una sombra volaba cerca de ella e intentó ver a la sexta persona que parecía andar en el lugar, descubriendo que nadie había visible allí. Maldijo, estaba segura que había visto a alguien más que ellas cuatro y su profesor.

 

--Wingardum leviosa --chilló apuntando a su compañera más cercana a las copas de los árboles y trató de recordar cómo se hacía el aresto momento, aunque hacía añares que no utilizaba ese hechizo prohibido (?).

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Miraba atónita como aquellas estatuas se acumulaban a sus pies, por suerte cada vez más distantes debido a la altura que adquirían con su escoba. Parecían estar decididas a derribarlos, y eso concluían sus compañeras mientras ella sin habla solo observaba, casi a punto de caer en un estado de histeria. Los añicos que había logrado dejar Darla después del hechizo lanzado a una de las estatuas no ayudaban a calmarla, pues todo aquello era propiedad de la Universidad y probablemente tendrían problemas por a los daños.


Cuando León habló por fin, dijo haber causado el caos en forma intencional, para probarlas. Aquello aumentó su estado ¿acaso estaba jugando con ellas? Podrían haber salido muy heridas gracias a su “prueba”. Sin darles tiempo a respuestas, continuó la explicación que en tierra había iniciado. Agatha no lograba concentrarse, molesta y algo confusa, pero hizo su mejor esfuerzo, sabiendo que siempre habría tiempo de planear una digna venganza.


En medio de todas esas emociones, su escoba parecía no querer responderle ¿acaso tenían un sensor que les recordaba cuando la atención no estaba en ellas o algo así? Se movió incómoda, algo alarmada, intercambiando miradas con León. Oyó la voz de Darla algo preocupada, sin poder responder que no era su voluntad moverse así.


Había empezado a llover, pero no lo había notado, inmersa como estaba en sus propios problemas. Escuchó más voces y notó movimientos distintos a su alrededor, notó como empezaban todos a perder altura y su escoba no tardó en ser afectada del mismo modo. Intentó mover su cuerpo hacia adelante, intentando mantener una caída un poco más lenta, manteniendo el casi nulo control que tenía sobre la escoba, pero era imposible.


Escuchó que Darla hacía un hechizo y se le ocurrió imitarla pero no supo dónde se encontraba su varita. Solo se le ocurrió una opción, pero la misma era demasiado riesgosa… aunque a decir verdad nadie lograría descubrir que de ella provenía el movimiento.


“Necrohands” pensó, haciendo que las manos fantasmales amortiguasen la caída de Sofía y de Darla, con orden de ofuscarse apenas estuviesen a salvo y cerca del suelo. El fuerte golpe contra el suelo no la dejó saber más. Había sentido los rasguños de diversas ramas antes de alcanzar su final destino. Estaba adolorida así que no se atrevió a moverse, permaneciendo tendida en el suelo, esperando notar la presencia de sus compañeros en su cercanía.

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