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Prueba del Libro de Los Ancestros # 4


Khufu
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La sensación de haber perdido un recuerdo valioso y no saber cuál de todos fue, me dejó helado. Mi hechizo había sido regresado con la misma intensidad hacia mí gracias al poder de la daga ancestral que muy bien conocía, pues yo mismo la había utilizado en incontables enfrentamientos junto a los míticos integrantes de mi pueblo. Pero también, allí en el suelo y a una distancia prudente para un duelo, se encontraba Thomas totalmente petrificado; detalle que no me extrañó en lo absoluto tras la aceptación por parte del joven pelirrojo acerca del intercambio de daños. De pronto, una feroz tormenta de arena se hizo presente en la fundición abandonada, y mi visión desapareció fugazmente como si de un acto de magia muggle se hubiese tratado.


No estaba dispuesto a esperar a que mi sentido retornase a la normalidad de forma lenta y paulatina, así que alcé mi varita y pronuncié el "Cantar de Eleboro" como recurso de protección ante dicho menoscabo físico. La vibración musical no tardó en nacer, y pronto mis ojos volvieron a ver tal como antes, e incluso con mayor agudeza visual que lo de costumbre. ~Muy bien hecho. Kansho es un buen aliado si sabes cómo y cuándo ocupar su poder. Levántate, joven Gryffindor. Esto aún no culmina~ subí con fuerza el timbre de mi característica voz colmada de experiencia, anhelando que Thomas pronto se pusiese de pie.


OFF: Tuve que editar porque el post salió cortado. Perdonen, especialmente Thomas

Editado por Khufu
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<<No todo está perdido>> pensó el paladín mientras su mente comenzaba a volver en sí tras el hechizo paralizador que lo dejó unido al piso de la fundición. Era de presagiar que Khufu también se defendería de la mejor manera posible contra los efectos de la arena mágica del desierto; así que dicho acto de protección de sus sentidos no le causó extrañeza alguna al joven Elros. -Sí maestro... paciencia que mis pies están recién reaccionando- respondió sonriendo el muchacho, al mismo tiempo que recuperaba las fuerzas ante las flaquezas previas. Pero antes de que su verticalidad fuese retomada por completo; Gryffindor aprovechó de invocar su segunda arma, la cual le serviría como apoyo para ponerse de pie, y también como aliada para atacar al nesedy.


-Aparece... Vara de Cristal- exclamó, y en el mismísimo segundo, su varita de pirul cambió a un largo cayado azul resplandeciente con cabeza de león en su extremo superior, representando su orgullo familiar. Aquella invocación, que parecía proveniente del zafiro más puro, otorgó de poder al inigualable "Sectumsempra" que fue pronunciado tan pronto como hubo aparecido el mágico bastón del Libro de los Ancestros en la diestra del animago. Rápidamente el cuerpo, conservado en años, de Khufu se pintó de carmesí a causa de varias heridas sangrantes que cortaron su piel amarillenta como gallina faenada; por lo que Thomas comprendió que el rayo pasó a ser un efecto con éxito. Pero ahora el chico debía buscar una buena fuente defensiva; así que con prontitud susurró "Morphos" para crear un león adulto a partir de un tonel metálico que estaba próximo a él, aunque no tan cerca. -El que ríe último, es el que ríe mejor... señor- musitó con mayor calma, sin despegar sus verdes ojos de la figura ensangrentada del Uzza, a su vez le ordenaba a la criatura acercarse a su flanco izquierdo con tal de protegerle de un eventual ataque.

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Muy hábilmente, Heliké se adueñó de su morphos anterior y controló al tigre que había creado unos instantes antes. Anne se preparó para combatirlo, estaba segura de que iría a atacarla a ella. Sin embargo, pareció que la suerte estaba de su parte porque la Arena Mágica del Desierto barrió la zona en aquel instante, cegando a todos los contendientes por completo. Pudo escuchar los rugidos del tigre no muy lejos de ella, pero no le preocupaba en aquel momento porque vería tan poco como ella durante unos segundos y, para cuando se recuperase, ella volvería a poseer el control sobre él.

 

Aún así, con los ojos cerrados y ligeramente desorientada, sabía que seguía cerca de Heliké y con el tigre a poca distancia. Éste seguía rugiendo desorientado, posiblemente enfadado porque no podía cumplir con lo que le habían mandado y, como su olfato era muy bueno y podía encontrarla, Anne decidió curarse en salud. «Salvaguarda mágica», pensó. Su cuerpo se volvió intangible al instante, haciendo así que el tigre se desorientara del todo y perdiera su ubicación.

 

Mientras tanto, pudo olfatear en el aire el aroma de alguien chamuscado. Rápidamente interpretó que Heliké había sido alcanzada por las flechas de fuego. Al pronto se alegró, pero enseguida se preocupó por ella. Sin embargo, estaba segura de que sabría defenderse sin problemas de aquel ataque. Y esperaba que pudiera hacerlo de lo demás, porque ella no iba a bajar la guardia en ningún momento. Sólo aflojaría un poco la intensidad si veía que el asunto se les escapaba de las manos.

 

Aún sin ver absolutamente nada, se mantuvo en posición de ataque con la varita en ristre. «Maldición», pensó esta vez. Era sencillo: el siguiente hechizo de Heliké no saldría bien en caso de ser verbal porque la maldición la haría pronunciarlo mal. Se llevó la mano libre a la cara y se frotó los ojos: le escocían bastante, estaba deseosa de que terminaran los efectos de la Arena Mágica del Desierto para poderlos abrir y comprobar los efectos de su movimiento a ciegas.

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Todo el ataque anterior había sido una malograda visión. De eso ya no estaba tan segura, parecía que la realidad y las visiones se mezclaban para confundirme como había pasado con la arena del desierto, ¿sería para avisarme? Pues sí, era para ello ahora justo había visto brillar en un tono rojizo el anillo de Videncia colocado en el mismo dedo que la habilidad de animagia.

 

Ahora sí estaba en la realidad. Todo lo que había visto durante el ataque era puramente una visión, tanto que hasta noté el olor a tufo quemado que salían de mis ropas. Ahora sí, cegada como estaba por las arenas del desierto, lancé un grito.

 

- ¡Por todos los muertos infernales! -grité yo, así que, apurándome con la varita apunté pero por si acaso, no cerca de las pequeñas llamas, y susurré el conjuro:

 

- Aguamenti -la invocación tenía que, saliese un chorro de agua fresca de mi arma mágica. Enseguida el olor a quemado dejó de impregnarse en el ambiente pero aún quedaban restos en mi ropa. No me extrañaría nada que quedaran restos de ese hechizo en mi cuerpo, a causa de las heridas producidas por ese hechizo. Así que, una vez sofocadas las pequeñas llamas y esperando que, no tener más visiones absurdas, pensé en un "episkey" de urgencia. Es cierto, escocía y dolía como un demonio las heridas producidas por esa andanada enviada por Anne, pero no podía culparla, porque también hubiese hecho lo mismo. El hechizo sanador me había curado de las heridas producidas por las flechas de fuego...

 

Me cansé y bueno, me senté en el suelo. Quizás a la bruja si no pudiese ver como yo, se echaría a reír por mi comportamiento. Me sentía agotada y acaricié mientras al tigre que ronroneaba como un gatito. Ahora me tocaba esperar a pasar los efectos de esa maldita arena. Me refregaba las manos en los ojos. Definitivamente, el perder la visión no me había hecho mucha gracia, pero al menos sabía, que era temporal.

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~Sabía que no desaprovecharías aquel espacio en blanco sin escribir, Gryffindor~ contesté, mientras arrodillado sobre mi pierna derecha traté de descansar un momento, a su vez pensaba en "Episkey" y "Curación" para quedar libre de dolencias de todas esas heridas que recubrieron de sangre las antiguas cicatrices en mi pecho desnudo. Cuando por fin logré ponerme de pie íntegramente, pude contemplar que un león custodiaba al mago; verdaderamente el nene no perdía sus esperanzas en ganar su duelo. ~Thomas... serás testigo del poder de un guerrero Uzza. Ya no tendré compasión por ti ¿Entendido? Ven a mí Vara de Cristal~ invoqué antes de que el tatuaje de mi brazo diera paso a mi poderosa artillería que compartía el color con el arma que servía de pilar para Elros. Pensé breves segundos en una estrategia para herirlo sin que el felino se interpusiera en mi objetivo; hasta que finalmente recordé una manera.


~Cinaede~ susurré; esperando que el veneno gaseoso extraído a partir de los Pétalos de Pensamientos, que mis tres aprendices analizaron en aquel campo escondido en la gruta desértica, fuese el que culminase con la vida y la luz de los ojos del adolescente. La invisible ponzoña penetraría en sus vías respiratorias, cortándolas, para luego dar paso a una incontrolable hemorragia interna y derrame pleural masivo que originarían un letal shock sistémico. Pero si Gryffindor lograba sobrepasar la barrera del primer ahogo, tendría que ocupar obligatoriamente muchos de sus hechizos sanadores para borrar de lleno las secuelas de tal magistral encantamiento mortífero, pues mi nivel mágico era muy superior al común de los magos y brujas de Ottery St. Catchpole y del mundo entero.

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-Quédate a mi lado- le volvió a ordenar Gryffindor al león, el cual se colocó en posición de defensa frente a cualquier amenaza que acabase con la completa integridad física de su creador. A ciencia cierta, Khufu no tardaría demasiado en ponerse nuevamente de pie tras las heridas sangrantes producto del Sectumsempra; y así fue, pues el Uzza hizo uso de sus habilidades curativas para que dicho mal momento sólo quedase impregnado en la nueva tonalidad escarlata de su pantalón de lino. -No me considero bueno en este tipo de enfrentamientos, maestro; pero tras usar mi poder a favor de causas nobles, como las de La Orden del Fénix, aprendí a no dejarme vencer tan fácil- contestó Thomas, segundos previos a visualizar cómo la Vara de Cristal del guerrero hacía acto de presencia en el campo de batalla que ambos libraban en aquella fundición de metales para conseguir vincularse al Libro. Todo el sacrificio vivido en su aprendizaje con Khufu debía tener un buen final, y para que eso se cumpliese, tenía que terminar con la contienda de la mejor manera posible, siendo sublime en la forma exacta que debía dar un desenlace al cuento.


Fue así que antes de que el guerrero pronunciara o pensara en su segunda acción; el adolescente volvió a hacer uso de su "Vara de Cristal" que yacía con firmeza en su mano derecha, y musitó mentalmente "Expelliarmus". El mágico encantamiento de desarme común en los duelos se activó como efecto, pegándole con fuerza a Khufu; separándole así de su mítica arma (la cual quedó en el suelo de la fábrica a unos 2 metros y medio del Uzza). Accio Vara de Cristal de Khufu!- vociferó Elros con pasión en su corazón, haciendo que el bastón del nesedy volara hasta sus manos sin que nada ni nadie pudiese hacer algo para intervenir en la trayectoria del objeto. -Te he vencido... Esto ya se terminó, maestro- agregó el pelirrojo con orgullo, júbilo reflejado en sus ojos. ¿Realmente había ganado?

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La Arena Mágica del Desierto se desvaneció y Anne pudo, por fin, abrir los ojos. Lo hizo con cierta dificultad, puesto que aún sentía escozor, pero enseguida la sensación fue desapareciendo. Se dio cuenta de que Heliké también había sido afectada por aquel viento arenoso y, además, el tigre había retrocedido hasta ponerse cerca de ella. Mucho mejor, parecía que la salvaguarda mágica había funcionado y le había perdido la pista a pesar de la orden de Heliké. Y no le quedaría mucho para desaparecer, además de que el control del animal por el oppugno de Heliké finalizaría muy pronto. De hecho, no pensaba prestarle atención al tigre dado a que estaba cerca de su rival y no era un problema por el momento.

 

La Vladimir apagó las llamas que le habían creado las flechas de fuego por fin, cosa que animó a la Gaunt a continuar con aquel enfrentamiento. Había estado a punto de hacerlo ella misma, no quería ver a una mortífaga calcinarse ante sus ojos. Suponía que ahora se sanaría las heridas, o quizás la atacara, pero ella no iba a permitírselo. No si podía evitarlo por el momento, porque preveía en su mente cómo la balanza se inclinaba peligrosamente a su favor.

 

Aferró su varita con fuerza con su mano hábil, la izquierda, como si así ésta le infundiera aún más fuerza de la que había ido acumulando con el paso de los años.

 

Vara de Cristal —invocó, recordando cómo lo había hecho durante la clase bajo la tutela de Khufu. Su varita inmediatamente comenzó a cambiar: se alargó hasta formar una especie de bastón de superficie ondulada que enseguida la superó en altura, adoptando un color grisáceo oscuro y con una apariencia de cristal, aunque el material era mucho más duro que éste—. ¡Expelliarmus!

 

Lanzar un hechizo como aquel con la vara de cristal en lugar de la varita significaba que éste se convertía en efecto, por lo que el rayo no llegó a salir de la varita de la Gaunt, sino que directamente hizo que la varita de Heliké saltara de la mano de ésta al instante, cayendo a poco menos de dos metros de distancia de su dueña. Anne entornó los ojos mientras la miraba fijamente, allí tirada en el suelo. Su compañera, que probablemente hubiera querido sanarse de las heridas de las flechas de fuego, debería esperar un poco para sanarse.

 

¡Accio varita de Heliké! —exclamó entonces. La varita de la citada bruja voló entonces los metros que la separaban de la mortífaga, quien la tomó en el aire al instante, agarrándola con la mano derecha. Solo entonces alzó la vista hacia Heliké y le sonrió, aunque sin acritud—. ¿Estás bien? Te la devuelvo y seguimos, si nuestro maestro está de acuerdo.

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Todo ocurrió muy rápido... Thomas se me adelantó de forma magistral y aprovechó una pequeña brecha de segundos para desprender, de mi mano hábil y diestra, mi poderosa Vara de Cristal azul, la cual saltó a más de dos metros de mi ubicación; cayendo al suelo frío de la fábrica antes de poder pronunciar el hechizo ponzoñoso en su contra. Como era de suponerse; Gryffindor luego usó el encantamiento aproximador de objetos y consiguió quedarse con mi arma sin que yo pudiese hacer nada para evitarlo, sólo me limité a sonreír complacido con el resultado de aquel duelo. Si mi mente experimentada no me jugaba una mala pasada en cuanto a sucesos pasados memorase; creía recordar que solamente Runihura había sido capaz de ejecutar aquella jugada maestra en mi contra, incluso los duelos con Asenath no habían llegado a tan lejos como aquel.


~Así es, joven Gryffindor. Felicitaciones por tu logro... Este duelo terminó~ fue lo que dije mientras dirigía mi aletargado caminar hacia donde estaba el adolescente junto al león que prontamente se desvaneció, dejando entrever un tonel metálico idéntico a los múltiples que estaban ahí en la fundición. ~Te voy a pedir que me entregues mi varita, por favor~ le solicité; recibiéndola en mis manos de forma inmediata, justo en el instante preciso en que mi cabeza se giró para observar el avance que llevaba la contienda entre Anne y Helike.


Gaunt era, a ciencia cierta, mucho más astuta que la española... y eso me preocupaba. Nunca había visto a una bruja errar tanto en la realización de hechizos Uzza, y menos a estas alturas donde el Libro de Merlín estaba tan cerca de ser adquirido. No podía concebir el entregar mi poder de Los Ancestros a alguien así; iba en contra de mis ideas y creencias más arraigadas con el pasar de las generaciones de mi pueblo. Sí, podía ser considerado un tipo que no miraba el esfuerzo previo; pero también era un maestro exigente a la hora de transmitir mi sapiencia, y Rambaldi no estaba a la altura espiritual que yo necesitaba captar o sentir para quitar aquel recelo que guardaba en mí.


~Muy bien, señorita Directora. Ha logrado ponerse a la altura de este Libro en poco tiempo. Le felicito... pero no así a usted, Helike~ comencé diciendo mientras me encaminaba hasta las otras aprendices, dejando a Thomas atrás con tal de que éste recuperase sus energías luego de utilizar dos veces su Vara. ~Ha sido una alumna constante en el aprendizaje previo, Rambaldi... pero su habilidad con la varita deja mucho que desear. ¿Usted pretende enfrentar a Runihura, Gahíji y Asenath con ese nivel tan básico? Yo creo que ni el Amuleto de la Resurrección podría revivirla tanta veces... Dele gracias a la consideración que su compañera ha tenido para con su vida~ dije con dureza; sabía que estaba actuando con todo el rigor que podía demostrar, pero anhelaba de que Helike le tomara el peso a mis palabras y no se tomase a juego algo que podía costarle su existencia, aunque fuese una vampiresa de raza inmortal.


~Anne... Puedes entregarle la varita a Helike, sin problemas. Vuestro duelo también ha culminado. Vuelve a tu hogar para que descanses, mujer~ musité, devolviéndole la mirada cruda a Helike. ~En cuanto a usted, señorita Rambaldi. Espero que tome consciencia y regrese aquí convertida en una mujer madura y renovada. Practique los hechizos con magos y brujas que ya posean mi conocimiento... el de Los Ancestros. Y cuando esté lista para enfrentarme... porque así será, Helike... Tendrá que empuñar su varita en mi contra... Te estaré esperando. Que tengan buenas noches~ fue con lo que terminé antes de conformar el "Haz de la Noche" para ir al encuentro de Sely en mi carpa en pleno desierto.

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