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La clase...


Ky.
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—No es gracioso, Aries.

 

Por un momento se sintió furiosa con el muchacho pero no podía olvidar los roles que cada uno estaba desempañando en aquella aula. El Ateneo le confería poder a Ivashkov no importase la experiencia y edad con que Arya le pasase por encima, ella era una simple alumna y si quería insultarlo tendría que esperar a que la noche los encontrase solos —y posiblemente discutiendo— en una mansión o castillo. Macnair no solía llevarlo a su hogar, en parte por Ámbar, en parte por su padre así que solía compartir algunas madrugadas entre los pasillos y las habitaciones del castillo Ivashkov.

 

Pronto se incorporó sacudiendo las manos contra sus muslos y el Boggart desapareció en un abrir y cerrar de caja. Oía semejante atrocidad de aquellos labios la paralizó y consideró no continuar con la clase de esa manera, Aries parecía divertirse contando de manera incansable la cantidad de amoríos que su "chica" hubo tenido en el pasado y resultaba cierto que Emmet encabezaba la lista, que se había enamorado de él cuando tan solo era una niña ¿de cuánto, 17 años? y también que le había destrozado el corazón y enviado a Nurmengard, no, ella jamás podría olvidar su estancia allí por mucho que La Orden del Fénix se empeñase en borrar su memoria.

 

Pero también era cierto que ambos continuaron caminos, que el vampiro había asesinado a Groter muchos años atrás, que se había casado con Demian y que aunque se quisieran de una forma que no sabrían explicar, cada uno pertenecía a una burbuja separada por kilómetros. Y no solo eso, el detalle más importante, el que saltaba a la vista cuando sus ojos verdes brillaban y su sonrisa se ensanchaba.

 

No importaba absolutamente nada más ya, Arya estaba locamente enamorada de Aries.

 

Seguiría enojada con él por aquella afirmación tan absurda hecha momentos atrás, incluso lo miraba con el ceño duramente fruncido, como queriéndoselo comer vivo cual león a su presa hasta que algo la desconcentró. Alguien había jalado su cabello haciéndola girar, Verónica aun no parecía muy decidida a atacarle y hacía bien, después de todo no tenía idea contra quién se enfrentaba, pero nuevamente le jalaban la camisa, y una oreja, y de no haberse agachado con rapidez una pequeña caja le hubiese dado en la cabeza ¿Qué diantres sucedía?

 

Las risitas y las voces agolpadas e insoportables le dieron la primera pista antes de que una diminuta criatura azul se le pegase a la nariz y le diese un molesto beso, otra se balanceaba con sus mechones rojizos y el resto del grupo ponía el aula patas para arriba, los duencedillos de cornualles resultaban fugaces y terribles.

 

—¡Impedimenta!— Exclamó apuntando a las diminutas criaturas que por un breve lapso de tiempo quedaron suspendidas en el aire, girando como moléculas de polvo entre los tres personajes allí presentes. Arya corrió hacia la caja de donde parecían habían salido, la segunda en la pila, la única que parecía estar sin su respectiva tapa y como si se tratase de una red atrapa mariposas, saltó de punta a punta para capturar a los duendecillos y ponerlos a resguardo.

 

—Le devuelvo su caja, Profesor. Y espero sea consciente de la gran mentira que acaba de decir.

 

No utilizó sortilegios, no le importaba quién la oía o quién no.

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@@Veronica Prince Rambaldi

 

- No hay problema con la demora. Estás más que disculpada - le dijo a su alumna que había arribado hace unos momentos - La clase no ha comenzado porque eres la única - dijo.

 

Aries ya había empezado con Arya y le había consultado a Verónica lo que el vampiro quería escuchar. El vampiro no perdería mas tiempo para comenzar su clase así podía aprovechar todo lo que tenía a su alcance.

 

- Muchas gracias Aries por la consulta. Era justo lo que quería escuchar de la boca de Verónica - Emmet le sonrió al rubio y, con un gesto, le dio las gracias por ayudarlo con su alumna.

 

Ahora su mirada estaba puesta en ella.

 

- Excelente respuesta Verónica. Muy completa y, siendo sincero, me sorprendiste - el vampiro apoyó los libros sobre la mesa mientas invitaba a su alumna a ponerse de pie para salir del aula e ir al cuarto contiguo de aquella habitación.

 

- Como tú dijiste, hay varias clases de hechizos o "magias" siendo la peor la parte de las Artes Oscuras o, como la llaman los muggles, "magia negra" - comenzó a explicarle mientras ambos hacían el corto trayecto e ingresaban al salón de al lado - El objetivo principal de toda maldición es hacer daño pero un daño que puede llevar a la locura o hasta la misma muerte; con los ejemplos que diste podemos dar fe de ello - sonrió mientras cerraba la puerta.

 

- Estamos aquí para la partepráctica - con un ademán de su varita, algo complejo, un fantasma se abrió paso por la pared trasera del salón - De las maldiciones que conoces, quiero que le lances una a nuestro amigo fantasmagórico pero cuidado, de él saldrá despedida la misma que tú le lances por lo que deberás ser rápida para defenderte - el vampiro se colocó a un lado del salón y sostenía su varita en la mano por cualquier inconveniente.

 

- Demás está decir que no puedes utilizar las imperdonables - aclaró por las dudas.

Editado por Emmet Haughton Gaunt

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Crazy Awards 2018:

7F1CpeC.gif "El Romeo"

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Las cosas se iban poniendo algo interesantes, me alegré de estar lejos para evitar los duendecillos de Cournuelles que acaban de aparecer ¿de la nada? Como fuera, parecía que no estaban dispuestos a dejar que la otra alumna en la clase estuviera tranquila. Me quedé pensando en lo que significaría la frase que había dicho la Macnair, no tenía mucho sentido, excepto por el hecho de que había notado que sí había dicho algo el mago cuando se acercó a ella, aunque yo no lo hubiera oído.

 

Tampoco tuve mucho tiempo en pensar en ello porque mi profesor estaba atento a mí, una vez más, me alegraba de que antes me hubiera dicho que no le molestaba mi llegada tarde. Claro que los colores subieron por mis mejillas cuando él mencionó que lo había sosprendido, observé a mi profesor dejar los libros sobre la mesa y recordé que en mi bolsillo tenía, no solo mi varita, siino también mi clásica libreta de notas y mi vuela pluma.

 

Claro que parecía que por el momento no lo necesitaría, seguí al mago tras la seña que éste me realizara y nos dirigimos hacia un aula contigua. El ambiente había estado a punto de enrarecerse pero por lo visto ahora las cosas se relajaban un poco o al menos entre mi profesor y yo. Asentí y repetí algunas de las palabras en mi mente: hechizos, artes oscuras, daño.

 

--Entiendo --dije mientras ingresábamos al aula de práctica y sacaba a la luz mi varita, observando de pronto al fantasma frente a mí, al cual por instinto saludé con una inclinación de cabeza.

 

--Es como un espejo --susurré al escuchar que debía lanzarle una maldición pero ésta "rebotaría" hacia mi persona --bien --,estaba a punto de lanzar un crucios, sentía curiosidad de usarlo, pero las palabras de Emmet me frenaron en seco --Oohh, entiendo --moví mi varita y con voz calma dije uno de los hechizos que había practicado años atrás en mi adolescencia --sectusempra --si se trataba de hacer daño, el rayo verde que había salido en dirección al fantasma lo haría, si impactaba la persona que lo recibía heridas en su cuerpo que le hacían perder sangre en abundancia y si no aplicaba un episkey podía ser más grave aún, claro que, según lo que me había dicho el profesor, no debía impactarme y de hecho yo no estaba dispuesta a sangrar, para nada --¡protego! --pronuncié casi a la par que el rayo salí y terminaba de pronunciar mi hechizo anterior. Esta vez de mi varita había surgido un escudo translúcido pero con destellos dorados, como los de mis ojos cuando dejaba salir mi ser demoníaco.

 

Unos segundos después, el rayo que había ido hacia el fantasma estaba dirigido en mi dirección y me salvé de que fuera mortal y de tener que aplicarme episkeys porque fue absorbido por el escudo que había invocado ante mí y me protegía. Miré a mi profesor que a un lado de la sala nos observaba, varita en mano, esperando me indicara si lo había hecho bien y cuál era mi próximo paso.

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La observó con una sonrisa.

 

Quizás estuviera equivocado y ella no sentía nada por el Gaunt pero nadie le iba a poder negar que la pelirroja haciendo puchero haciéndose la ofendida era la cosa más tierna. Estaba por acercarse a ella, inclinar su rostro un poco y besar sus labios, pero recordó el lugar en el que estaban. Así que la sonrisa en su rostro se fue poco a poco mientras miraba como Arya brincaba de un lado a otro atrapando duendecillos de Cornualles. ¿En qué momento estos habían escapado?

 

Al momento en que la Macnair termino de meter el último duendecillo a su caja, el Black Lestrange estaba buscando en el suelo algo que uno de esos duendecillos tenía atado en su para.

 

-Demonios.

 

-¿Qué?... Ah si. Por lo visto los alumnos ya no hacen lo que el profesor les pide. -comento a sabiendas que ella no se refería al hecho de que Verónica no le hubiese atacado como le había dicho.

 

-señorita Macnair, puede dejar de verme como si le hubiese dicho algo horrible. Así continuamos con la clase.

 

Aries se puso de pie, tras estar un buen rato en el suelo, a gatas, buscando una caja de terciopelo rojo, la cuál tenía un anillo de oro blanco con las iniciales de cada uno y la fecha en la que se vieron por primera vez. La boda de Pik y Alyssa.

 

-Muestrame como te va con encantamientos convocadores. Repite después de mi, mientras imitador el movimiento de mi mano sosteniendo tu varita.

 

-Accio caja de terciopelo.

 

Espero pacientemente a que la magia ocurriera para que cuando ella viera el contenido de aquella caja él al final pudiera declararsele. Tenía planes con ella para esa noche, el lugar era hermoso con todo lo que llevaba una buena cita romántica con la torre Eiffel de fondo mientras un músico toca el chello en lo que ellos degustan unos ricos bocadillos.

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—Tendría que haberme anotado en alguna clase de doméstica

 

Arya bufó por lo bajo sin comprender a ciencia cierta qué pretendía Aries con todo aquello. Le resultaba ofensivo que diese por sentado que ella tenía sentimientos por otra persona o que simplemente la tratase de igual cuando entre ellos había algo más pero se tuvo que recordar dónde estaba. Si aun impartiese Herbología como conocimiento y él fuese mi alumno, me comportaría de la misma manera... o peor, pensó y relajó los músculos de sus hombros para realizar una adecuada invocación.

 

Algo dentro suyo le susurraba que tuviera cuidado, que si conseguía hacerse con la caja le podría salir cualquier cosa de dentro ¿una araña, una cucaracha? lo bueno era que la bruja no le tenía miedo a nada más que a los murciélagos ¿¡Cabía un murciélago dentro de una caja!? No quería pensar en ello de momento.

 

—Accio caja de terciopelo

 

Con la muñeca suelta realizó una floritura envolvente en forma de círculo frente a ellos, casi a la altura de su pecho con una terminación en cola. La respuesta fue casi inmediata y de no haber jugado Quidditch en la adolescencia habría terminado con un contundente golpe en la frente; atrapó la pequeña caja que cabía en su mano y la estudió, definitivamente allí dentro no cabía ninguna alimaña ¿Entonces qué podía ser?.

 

Arya guardó su varita desviando la mirada y buscando a su profesor, iba a preguntarle de qué se trataba el asunto pero su mano fue más curiosa y levantó la tapa develando el misterio. Casi podría decirse que lloró pero lo que sí nadie podría negar es que no reaccionó como cualquier otra mujer ante una propuesta como aquella, semi formal.

 

—¿Aries qué es esto? Es decir, sé claramente qué es ésto pero...— rió nerviosa y dubitativa —¿Qué es ésto?

 

Si era parte de la clase lo mataría, las manos le temblaban y podía sentir los ojos de Verónica y Emmet clavados en su nuca mientras el corazón le retumbaba en la cabeza. Si aquello se sentía cuando alguien llegaba a quererte bien entonces no se arrepentía de quedarse junto al Ángel Caído y no huir al descubrir que le gustaba.

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El tiempo de la clase había transcurrido demasiado rápido, el Ivashkov miraba el desenvolvimiento de su alumna, para él, ella era una persona muy capaz. Tenía el dominio de los encantamientos y merecía ser certificada. No tenía nada que ver los sentimientos que tenía por ella —aunque quizás las dos personas que se encontraban ahí pensarían eso cuando este miraba a la pelirroja con la caja de terciopelo en las manos.

Nervios. Ese sentimiento que le hacía querer correr lejos de ahí, pero a su vez quedarse con la mujer de ojos verdes frente a él. Decir que no estaba sudando frío mientras trataba de hilar palabras para explicarle que era lo que ella sostenía en sus manos, sería mentir de una forma descarada. No podía dejar de verla, hasta enojada era hermosa, parecía toda una diosa.

Se acercó a ella, estiró la mano para tomar la caja de terciopelo, la sostuvo entre sus manos y se quedó mirando a la nigromante.

La primera vez que te vi, —empezó a hablar mientras la miraba a los ojos y tomaba una de sus manos, para ese momento había olvidado que en el lugar estaban otras dos personas. —Sentí como si fueses alguien a quien siempre había estado esperando. —prosiguió sin dejar de mirarla a los ojos para que viera todo el amor que sentía por ella. —Con el paso del tiempo puede ver que tú también lo sentías, no me digas que no fue así.

Soltó su mano un momento, para abrir la cajita de terciopelo, puso una rodilla en el suelo sin perder el contacto con sus ojos, tomo el contenido de aquella caja.

Arya Macnair…Te amo. —tomó su mano con mucha ternura y le dio un beso a esta. —El anillo es sólo símbolo de este amor que siento por ti. —dijo y mientras le ponía el anillo en su dedo anular en la mano derecha le hizo la pregunta más esperada por la pelirroja en todo este tiempo que llevaban saliendo sin comprometerse a nada serio.

¿Quieres ser la mujer de mi vida y de más allá de la muerte?

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Lo oía hablar y por un instante sólo fue capaz de sentir el corazón de ambos palpitar al unísono, las respiraciones de Emmet y Verónica disminuyeron hasta que por completo olvidó su presencia física en la sala. Simplemente se dedicaba a abrir cada vez más los ojos, asentir ante las palabras que Aries pronunciaba dándole la razón y, claramente, temblar de pies a cabeza.

 

Aquello había comenzado como una simple clase de un conocimiento que sabía desde pequeña pero había sido la perfecta excusa para pasar rato juntos entre la cantidad de obligaciones que los separaban al día. Y aunque había llegado con la idea de confesarle su amor, el joven mago le hubo robado la iniciativa de una manera que la estaba derritiendo por dentro.

 

El te amo la estremeció y arrancó de sus labios un suave chillido. Arya había pasado por muchas relaciones en su corta vida pero ninguna había puesto a latir su corazón de tal manera y mucho menos la había puesto en esa maravillosa situación, nunca hubo estado cerca del matrimonio y lo veía lejano al no lograr conectar con nadie desde la desaparición de Aziid.

 

Pero se equivocó y allí estaba, sonriendo desde dentro hacia fuera, con lágrimas en los ojos que volvían borrosa su visión del mago y un anillo en su mano.

 

-Oh, Aries- Era la primera vez que alguien la dejaba sin palabras. Secó sus lágrimas, aferrandose a sus manos lo hizo poner en pie y olvidándose del mundo lo besó, rodeando su cuello con ambas manos, sintiendo como la cabeza le daba vueltas y vueltas pero sin molestarse en detenerse para respirar, él era su aire.

 

-En ésta vida y las que le siguen.

 

Respondió casi en un susurro.

 

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