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Prueba del libro de los druidas


Badru
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El Haz de la Noche absorbió los cuerpos de ambas brujas del área de entrenamiento para situarlas en una zona un tanto más extrema, a las orillas de dos ríos de lava, en una plancha de tierra firme de unos 30 metros cuadrados de superficie pero con poco resistencia; el aire estaba impregnado de gas y humo, de cenizas y polvo, así como también la posibilidad de que en cualquier momento cayera del cielo una bola de fuego ardiendo.

 

No, no era un sitio para andar jugando, solo para poder superar la prueba final del libro de los druidas.

 

No hice mayores presentaciones, cada una de las brujas se encontraba al extremo de dicho escenario y debían de entender, después del pago que hicieron, que estaban enfrentándose para poder concluir con su aprendizaje de aquellos antiguos poderes, tenían que demostrar que se los merecían sin ayuda alguna, en un duelo entre ambas compañeras de viaje.

 

Solo ellas podrán decidir la duración del enfrentamiento...





Off:

@

vs

@

 

  • En cada posteo el aprendiz del libro de los druidas se verá afectado por su medio ambiente, cada combatiente decidirá qué le afecta y cómo se defiende. Estos hechizos se considerarán rolísticos sin afectar las acciones y tiempos del duelo.
  • Nos guiaremos por las reglas básicas de duelo.
  • Los hechizos permitidos serán de neutrales graduados más los correspondientes de libros hasta el Libro del Druida.
  • Pasados tres días de la apertura de la prueba sin respuesta del aprendiz, se considerará abandono y suspenderá la clase.
  • Pasadas 24 Hrs sin respuesta al duelo, los ataques del enemigo se considerarán impactados.
  • Pasadas 48 Hrs sin respuesta al duelo, se considerará abandono y el alumno suspenderá la clase.
  • Dudas en el topic correspondiente.
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Todo había transcurrido como en un pestañeo. Luego de que el portal cobrara su precio, tanto Melrose como yo habíamos sido llevadas por él hacia otro lugar completamente diferente. ¿Sería ese escenario el lugar para la prueba definitiva?


Todo indicaba que sí.


Si yo me había quejado que la zona en donde estábamos era calurosa, bien podía decirse ahora que estábamos a las puertas del infierno. Dos ríos de lava corrían cercando el pedazo de tierra de 30 metros cuadrados donde asumí nos tocaría llevar la batalla. Las ropas veraniegas de las que tanto había renegado al salir de Londres (consistente en una blusa de estampados de flores amarillas, un short de drill y sandalias atadas con una delgada correa de cuero) resultaban ahora las más propicias.


Era un hecho que iba necesitar nuevamente de protección mágica para soportar tan altas temperaturas, pero por ahora pospondría esa ayuda que precisamente el libro de los druidas proporcionaba con el polen de lirios de fuego.


Quizá Badrú solo las dejaría allí a su suerte, dado que tenía nuevos alumnos a los cuales instruir, pero solo por si se le ocurría chismosear o peor llevar allí para que nos observen sus recientes estudiantes, activé el anillo contra miradas indiscretas y el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos. Así, Mel y yo podríamos comunicarnos sin que lo que tuviéramos para decirlos lo viera u oyera alguien más en 50 m2 a la redonda.


Avancé desde el extremo en que me encontraba hasta quedar a exactamente 6 metros de ella.


- Me dirás paranoica Moody, pero es que lo último que deseo es alguna mirada burlona o lo que fuese mientras pongo a prueba los hechizos del libro- solté un suspiro aliviada de lo que iba a confesar a continuación- soy tremendamente insegura con todos estos hechizos de los libros. A lo mejor se trate de lo acostumbrada que estoy a usar mis hechizos de rango en la ODF, pero bueno ¿nos ponemos con esto?


El humo dificultaba saber donde la bruja se encontraba exactamente, e incluso respirar podía hacerse dificultoso. Porque toda esa ceniza y polvo que se levantaba cada tanto podía fácilmente camuflar a...


- Arenas del hechicero- pensé lanzando por el aire aquellos huesos cristalizados (nunca dejaría de darme asco aquello) de modo que la vista de Melrose se vería afectada, y de no curarse no podría realizar hechizos que requirieran de puntería.


"No está mal para arrancar el duelo".

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Era horrible.

No es que Mel fuera precisamente fan de los climas fríos pero el lugar rodeado de lava era mucho peor que la plaza del árbol del fuego. Su túnica blanca, con la capucha bajada, a pesar de ser ligera, hacía que transpirara y las gladiadoras no parecían ser lo suficientemente gruesas como para que no sintiese el calor que el suelo emanaba. Apenas había salido de la ilusión, recordando vívidamente el dolor de la transformación que no había hecho más que acrecentar su vacío interno, cuando su nariz se frunció en una mueca muy característica, debido al olor del azufre.

Todavía llevaba con ella el morral con los libros y los cachivaches pero era una suerte que muchas de las otras cosas ya las estuviera utilizando, como por ejemplo el polen de lirios de fuego o el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos. Asimismo, revolvió en el morral para calarse también el "antiveneno", el de salvaguarda contra miradas indiscretas y el de amistad con las bestias. Cuando termina, se siente como un muñeco de feria, aún cuando no lleva todos los que hay disponibles.

Bel parece tener sus mismas inseguridades, agregadas a unas propias con las que no puede evitar simpatizar. Mel se limita a inclinarse de manera amigable, para indicarle que está lista para en enfrentamiento, de acuerdo al protocolo que los Uzza le han hecho cumplir con anterioridad. También le asegura que puede entenderla agregando tan sólo lo "infernal que resulta" todo el lugar y las horrorosas condiciones. Así, intentando alejar de sus pensamientos lo ocurrido en el portal, puede notar que pronto, su vista empieza a fallarle. Por supuesto, es algo normal teniendo en cuenta que hasta hace poco era muy difícil y la visibilidad no fue en ningún momento demasiado buena. Sin embargo, es consciente de que esta vez se trata de algo más. Bel le ha echado algún hechizo. Así que alza la varita al aire y recita de forma desigual, hablando con dificultad debido a la ceniza que invade el terreno cercado de lava en que se encuentran:

Cantar de Eleboro.

Percibe entonces con claridad como Meows emite una suave vibración musical y luego, confirmando sus sospechas de que había tenido razón, puede ver de nuevo incluso mejor que antes. Sus sentidos sin duda se han agudizado, nada podrá afectarle por un buen rato. La ceniza continúa intentando invadir su garganta pero en aquella oportunidad parece no hacer ningún tipo de mella en sus capacidades. El calor, debido al polen de lirios de fuego, es mucho más tolerable, por lo que se permite continuar.

 

Cinaede

 

Es lo primero que se le viene a la cabeza, por lo que el efecto es rápido y enseguida puede notar que Bel debe estar recibiendo sus efectos, aunque el gas es invisible, debido a que parece dar todas las señales de que le está faltando el aire. El gas entraría en sus vías respiratorias, cortándolas. Luego, cuando llegase a la sangre, paralizaría su sistema nervioso y circulatorio causándole la muerte. Era lo que decía el libro y Mel aún recordaba como el Uzza anterior había hecho que practicasen con monigotes para que perfeccionaran la técnica. Había sido molesto pero al fin y al cabo había conseguido que Mel recordase el hechizo, lo que ya era decir bastante.

 

Bel tendría que usar un anapneo de urgencia, de otro modo, moriría. Mel sin embargo, no se distrajo, si no que intentó concentrarse en Bel a pesar de que las condiciones sugerían que sería mejor prestar atención a la lava y las condiciones. Se sentía un tanto encerrada, como si un trozo de piedra ardiendo fuera a caerle en la cabeza en cualquier momento.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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La visibilidad se complicaba con cada minuto que pasaba en ese lugar, lo mismo que el incremento de la temperatura. No estaba entre mis planes desmayarme por un golpe de calor nuevamente, por lo que, tal y como lo había hecho en clase, recurrí al polen de lirios de fuego, esparciéndolo por mi piel para que el fuego no me hiciese daño alguno e incluso (era gracioso que ser al rapé facilitara el asunto) aspirando un poco del mismo para que mis órganos internos fueran protegidos.


Aquella protección súbitamente me hizo sentir más en confianza en el lugar. Pero quizá, demasiado confiada porque no reparé en que Melrose había hecho su jugada, nada menos que un cinaede, a juzgar por la terrible sensación de incapacidad para seguir respirando, que comenzó a ahogarme. No había tiempo que perder, y me sentía indigna de perder por un descuido así, de modo que pensé rápidamente en un anapneo que de inmediato me sacó del ahogo en que me encontraba.


No me agradaba aquella idea, pero ahora Melrose tenía el duelo en sus manos, y mi ventaja (si alguna vez había existido) se había diluido con la misma facilidad que aquellos trozos de carbón cuando entraban en contacto con la lava que corría en los bordes de la franja de tierra donde nos hallábamos. Varios gases seguían emanando en el ambiente, y pensando de repente en que alguno de ellos pudiese ser venenoso (lo más probable es que lo fueran) , me coloqué el anillo antiveneno.


Comenzaba a parecer alguna clase de mercachifle por causa de la joyería uzza.


Alcé la varita una vez más. Había cometido un error pero el siguiente movimiento podía remediar en algo el asunto. Solté un ligero suspiro y entonces pensé en una maldición que haría que el siguiente hechizo de Melrose saliera mal, de modo que ello me daría tiempo para volver a tomar control de la batalla.


¿Era todo tema de esa permanente ceniza que comenzaba a tiznar mi piel o todavía alguna secuela traía del cinaede que Melrose me había lanzado? Recordaba vagamente que el libro indicaba que cuanto mayor poder mágico, era necesario realizar curaciones adicionales, así que no estaba demás ser precavida. Sin embargo había agotado la totalidad de mis oportunidades de magia normal con mi varita, así que una vez más, echando mano de los poderes uzza, pensé una curación,que de inmediato restauró por completo mi salud.


Ya solo quedaba estar a la expectativa del ataque de Melrose, y esta vez, no ser tan descuidada.

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Apenas en pocos minutos, pudo notar con claridad como su túnica mudó de color debido a la ceniza. El sudor corría también por su frente a pesar de tener la capucha echada hacia atrás pero al menos el polen seguía haciendo efecto, a pesar de no haberlo usado para proteger sus órganos internos. Al parecer, el cantar de eléboro había ayudado a que no tuviese la garganta en carne viva.

 

Contra todo pronóstico, Bel no había previsto el ataque que Mel le había enviado con anterioridad, por lo que su reacción no había sido lo suficientemente rápida. Por supuesto, deseosa de no desaprovechar la oportunidad, Mel se había mantenido alerta todo ese tiempo, a la espera para ejecutar un contraataque. Así, cuando Bel se libró de los efectos primarios del cinaede (lo que no fue fácil de detectar desde donde Mel se encontraba debido a la ceniza) Mel ejecutó enseguida su siguiente movimiento.

 

Se trataba de invocar la daga del sacrificio. No recordaba si lo había hecho con anterioridad o no, pero una vez lo hizo, pudo percibir que ésta se materializaba en su mano izquierda, de forma que ahora contaba con armas en ambas manos. Mel nunca había usado la daga en un humano antes (eso sí lo recordaba perfectamente) y menos un conocido tan amable como Evans, por lo que tuvo una sensación incómoda similar a un estómago revuelto, cuando continuó luego de un atisbo de duda.

 

>>Immolo oppugnare<<

 

Usó entonces la daga para realizar un corte profundo en su brazo. El mismo tipo de corte, que sangró profusamente, apareció en el brazo de Bel, poco antes de que lanzase su segundo hechizo. Se trataba de una maldición y Mel no tenía forma de saberlo, sin embargo, nunca llegó a enterarse tampoco, puesto que su siguiente acción no requirió que pronunciase palabra alguna. Bel, por otro lado, sí tendría que curarse de la herida, no tenía opción. Mel aún se sentía incómoda con todo el asunto, incluso pensando en que si algo salía mal correría ella misma a ayudarla; sin embargo, no podía hacerlo todavía (y quizá no llegase a ser necesario) puesto que una de las enseñanzas del libro del druida era justamente el sopesar y desarrollar su poder, pensamiento que nunca antes había llegado a su cabeza.

 

Disparo de Flechas

 

De esa manera, un grupo de doce flechas partieron de su varita. También era su primera vez con ese hechizo en particular, por lo que quedó un tanto sorprendida por el número y tamaño de dichas flechas. Seis de ellas consiguieron impactar en Bel, en piernas y brazos, sin dañar de manera mortal pero aún así, verla así de herida hizo que estuviera a punto de detener todo aquello. Tan sólo, una punzada del vacío que sentía desde lo sucedido en el portal hizo que se detuviera. Una sensación incómoda, que era casi una extensión de lo que había sentido con anterioridad, respecto a desear curarla. Era el recuerdo de aquello que había perdido para siempre y que hacía que decidiese no dar marcha atrás respecto al aprendizaje de dichos poderes. Curarla, habría significado contradecir las órdenes de Badru. Nerviosa, empezó a morderse un costado de su mejilla desde dentro, antes de finalizar.

 

"Curación" fue lo que pensó al final aunque no tomaba nada de tiempo, por lo que no daría tiempo a Bel de realizar un intercambio de daños con ese último hechizo. Así, se libró de los efectos del corte que ella misma se había hecho y con eso dio por terminada su intervención de momento, aunque se quedó alerta, como había hecho antes.

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Para empeorar las condiciones, el río de lava alrededor del trozo de tierra donde nos encontrábamos comenzaba a avanzar reduciendo el espacio, haciendo inevitablemente que la distancia entre las dos se acortara. No muy segura respecto a si funcionaría o no, saqué de debajo de mis ropas el pequeño frasco de cristal con una arena fina y plateada, las semillas del hielo, que llevaba a modo de colgante de una cadena de cuero, y tomando apenas un pellizco lo lancé hacia el suelo, que de inmediato se convirtió en hielo, haciendo por unos momentos más respirable el entorno y más soportable aquel infernal lugar.

 

Fue entonces que Melrose hizo su siguiente movimiento. Recurrir al Libro de la Sangre era lo último que había cruzado por mi mente, no así por la de Melrose ¿sería que sentía urgencia de dar por terminado todo aquello?

 

Haciendo a un lado la corriente de pensamientos confusos en mi mente, traté de enfocarme en ese corte profundo que por suerte había aparecido en el brazo donde NO sostenía la varita. Si no quería que el brazo quedara inutilizado o me desangrara, debía curarme, por lo que lo más aprisa que pude pensé en un episkey que curara la herida que me había producido con la daga del sacrificio, de modo que la herida cerró al instante, borrando aquel punzante dolor.

 

Sin embargo, el hedor de la sangre en mi blusa permanecía.

 

Era momento para que mi maldición hiciera efecto sobre ella pero una vez más, bastante inteligentemente, Moody había prevenido la situación invocando un disparo de flechas. Demasiado confiada en que iba conseguirlo esta vez, era demasiado tarde para impedir que las doce flechas me impactaran.

 

A duras penas evité lanzar un alarido de dolor, más por orgullo que por otra cosa.

 

Estaba débil nuevamente, en desventaja, y un solo movimiento podía terminar de sellar mi destino en ese duelo. Más que nunca, enfrentaba ahora el reto de usar sabiamente los poderes del libro de los druidas, que remitían sobretodo a la defensa. Así que decidida, con un ligero movimiento de varita pensé en un obsistens que absorvería el ataque que la mujer ahora me lanzaba sea cual fuere este, a la par que protegida por ese cerco de materia luminosa de vivo color amarillo formado a mi alrededor, terminé de sacarme las flechas del cuerpo, con la intención de curar también esas heridas en cuanto tuviera la oportunidad.

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Aún con la evidente desventaja en la que Bel se había visto inmersa, consigue zafarse con relativa facilidad. Mel la observa con ojos atentos, dispuesta a aprender lo más que pueda del encuentro, a pesar de que mantiene sus reticencias primigenias. Después de todo, no todos los días tiene la oportunidad de luchar con alguien con mucha más experiencia que ella, en un ambiente controlado. Se siente más segura de que, en caso algo terrible suceda, puedan darse las medidas de contingencia a tiempo para que no haya consecuencias a largo plazo.

 

Por eso, no le extraña que busque primero curarse. Sabe además que sin duda buscará protegerse, pues es el principal "negocio" del libro que están estudiando. Mel no es de las personas que puedan sobrellevar tal nivel de cálculo con mucha anticipación, sin embargo, entregándose a confiar en su instinto, es capaz de ver más cosas a su alrededor de las que captaría normalmente sólo con su raciocinio. Por eso, su siguiente acción es quizá predecible pero no por ello menos efectiva. La daga que invocara previamente destella, cuando ella dice:

 

Yo juro no lanzar hechizos no verbales.

 

Meows suelta algo similar a un estornudo y Mel sabe que su varita estaba ahora también restringida, al menos por el tiempo estimado en que el hechizo haga efecto sobre ambas. De esa forma, ninguna de las dos podrá utilizar ese tipo de hechizos, "nvb". Sin duda, algo de ello intenta Bel con su siguiente hechizo, pues no hay nada que pueda afectarla o defenderla de manera visible. Aprovechando eso, Mel se apresura a agregar otro hechizo a la par, segura de que dicha prohibición podría darle cierto nivel de interés al asunto.

 

Es la primera vez que tiene un encuentro semejante ¿será acaso el vacío en su interior la clave para poder sobrepasar sus inhiciones aunque éstas aún estén suprimidas en su interior?

 

Expelliarmus

 

De la varita de Mel surge entonces el primer rayo de todo el duelo. El objetivo es simplemente desarmarla, es decir, hacer que su varita vuele cinco metros a su izquierda. No alcanzará el nivel de la lava de un sólo tiro, por lo que su arma no se fundirá pero sí le dará oportunidad de intentar terminar con todo aquello.

 

Sus sentidos le alertan de que algo peligroso se acerca; el lobo en su interior desea huir y eso no le gusta. Cuando Mel observa entonces sobre sus cabezas, ve el motivo: parte de algo similar a un despeñadero asoma en lo alto del volcán. Dicha parte, conectada directamente a un extremo superior del cono, es decir próximo si no es que forma parte del cráter, amenaza con desprenderse. Desde luego, las grietas no son todavía tan gruesas por lo que no caerá enseguida pero tienen que apresurarse, de otro modo, quizá todo aquello no tendrá ningún sentido. Así, se atreve a hablar luego de mucho rato, consciente de que no ha sido precisamente amable en ese encuentro...

 

―¿Evans? ¿Por cuánto tiempo se supone que tenemos que hacer ésto? ―enseguida, nota que hablar ha sido un error. Le da la sensación de cercanía a Evans que había perdido, por el hecho de ser conocidas, y que hasta ese momento le había ayudado a poder atacarla o sobrellevar el duelo con cierta libertad. Sabe que no pueden ser oídas debido a los anillos pero aún así, sabe que eso hará mella en su forma de pelear debido a su convicción― ¡Esto es extraño!

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