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Prueba de Nigromancia #12


Báleyr
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<<La vida no es justa, Elros... pero siempre puedes hacer algo para remediarlo>> fueron las palabras que el muchacho recordó en su consciencia; frase que atesoraba desde aquella ocasión en que su tía Arabella se las susurró al oído luego de distinguir, a través del visillo del ventanal, los cuerpos maltratados y sin vida de sus padres tras la dura batalla en contra de los seguidores de La Marca Tenebrosa. Verdaderamente la madrina de Thomas poseía toda la razón; y ahora el pelirrojo tenía, entre sus brazos, el cadáver de la joven a quien amaba desde que era un simple mago principiante en la escuela británica de Hogwarts. Con sumo cuidado, el veinteañero volvió a dejar a Millie en el césped; y sin la necesidad de desenvainar su varita de pirul ni buscar, por los alrededores, objetos que le sirviesen para invocar un ritual similar al que Athena realizó con el afán de vincular su alma errante extraviada en el Inframundo; posó las palmas de sus manos a unos centímetros por encima de los pechos de la bruja, cerró los orbes y luego confió en su poderosa habilidad inculcada durante un largo período por el Arcano.


-Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate... Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate... Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate...- fue lo que repitió el adolescente en tres oportunidades; sintiendo cómo un flujo de energía vital recorrió cada rincón de su propio ser hasta canalizarse en sus manos, conformando un puente espiritual que atrajo el alma de la recientemente fallecida, y la enlazó a su organismo mortal aún tibio ante el escaso tiempo transcurrido.


-Spiritus mundi mortuos suscitate... Spiritus mundi mortuos suscitate- agregó con determinación tras sentir que su querida chica respiraba una vez más; logrando que la vinculación pasara a ser permanente y no temporal. |Elros... ¿Eres tú? Elros... ¿Qué demonios me ha pasado? Estaba en casa con mis padres y de pronto "chas"... hechizos por doquier impactaron en todas...- alcanzó a verborrear Diggory, debido a que el animago le abrazó con tanta pasión que le hizo perder el aliento, enmudeciendo.


-Creí que nunca más volvería a sentirte, Millie... ¿Estás bien? ¿Te sientes bien?- preguntó con preocupación Gryffindor luego de separarse, porque dentro de sí sintió que algo no andaba bien. Los dientes de la mujer lucían gastados, su pelo opaco sin brillo, las uñas largas y teñidas de una tonalidad amarillenta que sólo se camuflaba con la palidez aparente de su rostro y aquellas ojeras profundas que parecieran ser de un tipo con insomnio crónico. |Claro que sí amor... Estoy bien. ¿Cómo está tu familia? Tus padres y hermanas... Tus tías: Arabella, Mica... Sofía| consultó con aparente naturalidad la hechicera; siendo el último nombre la piedra angular que hizo a Elros dudar de que si efectivamente se trataba de Millie.


<<¿Cómo puede ser posible que pregunte por su asesina? Ella la vio... Ella siempre fue celosa de Sofía>> se cuestionó el vidente.


°Mátala, Elros... Asesínala... Y deja mi cuerpo ahí° fue la frase que remeció al miembro de La Orden; era como si alguien se la recitase al oído y le indicara lo que debía hacer. -Tú no eres Millie... ¿Quién eres?- le preguntó Thomas a la maltrecha mujer, poniéndose de pie alejándose de ésta, con la mirada clavada llena de extrañeza e incertidumbre. |JaJaJaJaJa Pensé que sería fácil engañarte con los recuerdos que aproveché de sacar de tu mente desprotegida... como un libro abierto ante tu sentimentalismo barato. Mi nombre es Morgana. La hechicera más poderosa de todos los tiempos... y he vuelto a la vida gracias a tu incompe... pero qué... ¿Qué has hecho?| gritó la temida usurpadora al finalizar su oración; ya que Elros se le había abalanzado con un trozo de vidrio en su diestra, enterrándoselo justo en el corazón.


-No vivirás en este cuerpo que es templo de bondad, bruja... Vete al Infierno del cual no debiste salir jamás- culminó el pelirrojo, penetrando el arma aún más en el pecho de Morgana, atravesando su tórax mientras discurría sangre a mares. Con el puñal incrustado en el cuerpo de Millie; el escenario se volvió níveo, haciendo que todo lo que rodeaba al muchacho desapareciera y cegase su visión como si en un campo de neblina espesa se hallara. °Gracias... Gracias por intentarlo, Elros°


Al abrir los ojos al mundo nuevamente; el adolescente se encontraba afuera del portal en medio de la sala circular donde Báleyr le esperaba con un semblante muy característico de un sujeto con años de sabiduría en su interior. -He logrado volver, maestro. Siento la Nigromancia viva en mí, pero...- se interrumpió el apuesto joven, pues necesitaba recuperar el aliento luego de enfrentar tamaña prueba. -¿Cómo fue posible, señor? Morgana se aprovechó de la ocasión y desterró el alma de Millie de su propio cuerpo para ella retornar al mundo de los vivos y así consagrar sus planes contra los "sangre sucia". Si no fuese por... si no fuera por Millie, yo no... yo no hubiese reconocido nada ante la emoción de haber consagrado una resurrección perfecta. Usted siempre tuvo razón, Báleyr... Somos seres vulnerables. Y he aprendido mi lección en la instancia más crucial donde este anillo no dejó de vibrar en señal de que no estaba solo... Usted siempre me guió. Gracias... Infinitas gracias, maestro- concluyó Gryffindor; realizando una venia de respeto hacia el viejo tuerto; percatándose, a su vez, que Rouvás aún no lograba arribar desde su portal.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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De alguna forma, y sin permitir revelarse, Baléyr se sentía satisfecho con la prueba realizada por su alumno. No le era indiferente el hecho de lo que había tenido que sacrificar para poder superarla, y aquello que le generaba dolor, sobre todo. El anciano se cuestionaba, minutos atrás, antes de que pasara lo que pasó, si Thomas podría llegar a mostrar fortaleza psíquica con la Nigromancia.

 

― Es dolor es parte de nosotros, señor Gryffindor. Es parte de lo que somos, es lo que, al fin y al cabo, determina quiénes somos. Depende de nuestro dolor, los caminos que elijamos. No podemos cambiarlo, no podemos eliminarlo. Necesitamos superarlo. ―el Arcano se rascó la barba, su aprendiz no lo había decepcionado del todo.

 

Desvió por un segundo la mirada, hacia el portal, aún le faltaba la muchacha. Sin embargo, no podía detenerse allí hasta que Athena no saliera por sus propios medios. No podía intervenir a menos que viese que la vida de su alumna corría peligro. Bueno, y hasta en ese caso tenía sus propios límites.

 

― Lo felicito. ―dijo al fin e hizo un movimiento con su mano, vinculando definitivamente el anillo de habilidad con Gryffindor.― Ya es un Nigromante.

 

Y se quedó vigilando el portal, a la espera de Rouvás.

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Alguien se aferró a su brazo desde atrás e hizo que Rouvás girara bruscamente para averiguar de quien se trataba, tal y como sospechó otros no-muertos estaban allí. Ya no le era tan difícil reconocerlos pese a la poca luz. Se safó sin problemas del agarre pero obviamente eso no le haría desaparecer, no podía ser tan fácil. Probablemente pronto aparecerían varios más para buscar una salida a su condición y Rouvás no estaba dispuesta a dársela.

 

—Te dije que otros iban a venir... —Por su parte Artemisa estaba tal cual, con aquel gesto serio y demacrado.

 

—No es que no lo estuviera esperando pero... no creí que interrumpirían así. Y la verdad cuando llegan en masa son algo molestos. —Respondió. —Creo que no tengo opción, lo siento. —Y empleó su varita mágica con un potente hechizo de fuego a los que se habían acercado, porque a esas alturas ya eran por lo menos poco más de una docena. Todos quedaron calcinados. —Suficiente tienen ya con cargar con la muerte pero también hay una responsabilidad al convertirte en Nigromante, eso creo, no puedo simplemente traer de vuelta a todo aquel que lo pida. Además, también habrá un precio para mí.

 

Por el momento estarían bien, si es que otros venían lo harían a paso lento y a lo largo de los minutos.

 

—Ahora... tienes razón yo vine por algo.

 

Buscó entre sus bolsillos unos pequeños saquitos y fue vaciando el contenido al piso. Eran trozos madera, metal y unas pocas uñas pero en cantidades muy pequeñas, que apenas alcanzarían para sanar un cuerpo unos instantes, el suficiente como para una charla frente a frente.

 

—¿Sabes? No eres precisamente por lo que venía, pero salías en el camino era una curiosa y privilegiada oportunidad que pensaba aprovechar porque hay cosas que quedaron pendientes, siempre las hay.

 

Caminó alrededor de la mujer dejando un círculos con las cosas que necesitaba para traerla de vuelta; no le pidió que se recostara ni nada por estilo, estaba convencida que así también podría, al fin y al cabo da lo mismo el orden el resultado final siempre será igual. Se paró frente a ella y estiró los brazos a la altura de sus propios hombros y extendió las palmas con los dedos separados para luego comenzar a repetir el conjuro aprendido "Sana et Mederi, ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate... ¡Remotio a morte!" Eso le daría vida temporal, la justa.

 

Tenía los ojos cerrados pero pudo sentir el agotamiento de la acción y por eso supo que dio resultado. Para cuando se dignó a ver a su acompañante notó que Artemisa tenía mejor semblante pero no estaba del todo viva. Parte de los brazos se notaban en ese tono cetrino, y la ropa no había perdido su composición raída. También permanecía el olor nauseabundo a descomposición solo que en menos cantidad.

 

—No tengo mucho tiempo...

 

—Lo sé. —Esta vez fue ella quien detuvo la frase. —Lo que hice solo durará unos minutos. —Respiró profundo antes de comenzar a hablar. —Pero quería tenerte al frente como corresponde para pedir disculpas. —Alzó una mano para que no la interrumpiera. —Esa noche todos pudimos negarnos y estarías aún con nosotros y más que eso estarías con tu pequeño, sin querer lo condenamos... Pero no todo está perdido, y él y otros serán el futuro de todo lo que no han enseñado.

 

—Athena, vienen más como yo en camino...

 

Volvió a hacer la mano. Los otros no-muertos ya se habían tardado a decir verdad.

 

—Algún día, cuando Eneas sea más grande le entregaré tu legado hasta entonces él estará bien.

 

Por primera vez Artemisa sonrió y de manera sincera, tal cual la recordaba. Casi parecía que no había pasado los años y la muerte por su rostro. Casi pensó que debía sacarla de allí para volver al presente y continuar con la vida.

 

—No existe el descanso eterno Athena, pero al menos creo que mi alma queda tranquila.

 

Los otros no-muertos las alcanzaron, pero esta vez parecían haberse multiplicado en número. Ya no era solo uno el que sujetaba del brazo a Rouvás, aunque esta no daba nociones que tratar de quitárselo de encima. Algunos estaban en tan deplorables condiciones que llegaban desde el suelo, arrastrándose y se sujetaban a sus piernas. Otros fueron por Artemisa, pese a saber que ella no los podía revivir sentían el atisbo de vida, el aura diferente. Solo cuando uno de los no-muertos pasó a llevar a Niké Athena reaccionó.

 

—De verdad que lo siento... —Dijo a modo de despedida porque no volvería a intentarlo nuevamente. —Incendio...—Alzó la varita prendiendo fuego a los más cercanos. —Incendio... —Volvió a repetir agrandando el espacio a su alrededor. —Nos volveremos a ver, algún día me tocará llegar a donde estás... ¡Incendio! —Se despidió para luego apuntar hasta donde estaba su amiga terminando así la poca vida que planeó darle desde el inicio.

 

El fuego la rodeó por completo y Athena cerró los ojos porque no había nada más. Cuando los abrió de nuevo no se sentía ni el calor de las flamas ni tampoco el olor del humo. Tragó saliva con dificultad mientras observaba alrededor estaba allí Baleýr casi tal cual como antes de partir y también Gryffindor que de segura había culminado antes, ella prefería tomarse bien su tiempo.

 

Despedirse por segunda vez era más doloroso de lo esperado pero tuvo que ahogarse la pena. Ya más tarde tendría tiempo para meditar sobre todo lo vivido.

 

—Tal vez fue casualidad, o tal vez es que nuestras mentes siempre nos ponen pruebas de lo que ya ha visto, de las personas que conocemos, o quizás era solo la esperanza de que ella apareciera pero sucedió. No tenía intención de revivirla a decir verdad pero quería que supiera algunas cosas, la gente no debería irse sin solucionar sus problemas, y más cuando te arrebatan la vida... Solo hice lo que consideré acertado. Ser Nigromante no significa que vas por la vida reviviendo a quien te apetece o a quien te lo pide, es un poder que también tiene suma responsabilidad. —Y que también puede hacer que te pierdas. Terminó la frase en su cabeza.

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Cuando por fin apareció la segunda alumna, la miró con aprehensión. Había calculado el tiempo justo en el que aparecería y, aún así, se sorprendió un poco al verla llegar. En las pruebas podrían encontrarse con un sinfín de situaciones, muchas de ellas llevaban a los aprendices a sus recuerdos más profundos y dolorosos, incluso a aquellos a los que, conscientemente, no tendrían acceso.

 

Baléyr se había encontrado con una situación parecida en la montaña, y de cierta forma podía entender el por qué de la duda y alternativas limitadas de sus alumnos. Si el pudiese traer a su maestro de regreso...

 

― Sí, también puede hacer que te pierdas. ―sentenció el Arcano y fijó la vista en el suelo.

 

Levantó su Vara de Cristal y golpeó el piso con ella, de modo que el siguiente escenario era la propia mazmorra del anciano. Todo se encontraba tal cual lo había dejado, pero sentía que le faltaba algo al ambiente.

 

― Ah, sí. ―murmuró y selló de forma permanente, la magia vinculada a la habilidad en el anillo de Rouvás.― Ya es una Nigromante. Espero que vayan por la vida sin ánimo alguno de hacerme quedar mal. ―les hizo un gesto con la mano, como si los estuviese echando.

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