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La libélula encantada (MM B: 111815)


Dorothy Anne
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No estaba seguro de que pudiera considerarse un logro que su nombre tuviera dos “D”, pero las tenía. Mientras dejaba su mirada perdida en una de las paredes durante unos instantes, se quedó pensando nombres masculinos y femeninos que pudieran tener esa letra más veces que la suya y lo cierto es que no se le ocurría ninguno. Puede que existiese alguno, no lo negaba, pero si era así todavía no lo había escuchado jamás. Se giró para mirar a la que presumía de tener esa letra también en su apellido.

 

Venga, no hace falta que presumas, no es una competición —hizo una breve pausa mostrando una pequeña sonrisa. —Además mi apellido también tiene un par… —comentó volviendo a darles la espalda. Era mentira, claro, pero ellas no sabían su apellido así que no tenían ni la menor idea de si estaba diciendo la verdad o no.

 

A pesar de encontrarse en un lugar desconocido con dos personas que acababa de conocer, estaba muy cómodo. Nunca le había causado miedo conocer a gente nueva, todo lo contrario. Le gustaba tener nuevos ojos a los que mirar, nuevas personas con las que poder hablar, divertirse o, como solía pasar en muchas de sus ocasiones, discutir. Discutir siempre le había agradado así que no le importaba hacerlo cada dos por tres.

 

Asintió ante la afirmación de que habían hecho un hechizo para atraer las libélulas. Era interesante, el único problema es que él no estaría a medianoche para poder comprobar si era cierto y si había funcionado. La verdad es que no conocía ningún hechizo que hiciera venir a las libélulas y siendo sincero tampoco es que le interesase demasiado, ¿para qué iba a querer él atraerlas? Lo que solía buscar era lo contrario, alejarlas de donde estaba.

 

Es muy común, Dennis —dijo dándose la vuelta una vez más y mirándola directamente a los ojos. Que hubiera muchos “David” le quitaba esa aura de ser especial que él mismo se había puesto, pero sabía qué decir para seguir pareciéndolo. —Hay muchas personas que quieren ponerle mi nombre a sus hijos después de haberme conocido, por eso puede que conozcas a unos cuantos —empezó diciendo con cierta autosuficiencia en su voz. —Saber que las mujeres embarazadas con las que me cruzo están deseando que sus retoños sean niños para poder ponerles mi nombre es raro… —siguió diciendo mientras movía levemente la cabeza de arriba abajo. —Pero es lo que tiene ser alguien admirado…

 

Terminó por decir mientras sonreía de una manera bastante ególatra. Por supuesto que todo lo que había dicho era mentira, era para aparentar ser lo que no era pero si ellas se lo creían, perfecto. Y si no… pues qué le iba a hacer. Volvió a acercarse a ellas para poder hablar de cerca, como al comienzo. Se rascó levemente la cabeza, se le había ocurrido una cosa pero necesitaba de su colaboración.

 

Oye, ¿tenéis por aquí libros sobre libélulas? Necesito todos los que tengáis —pidió mostrándose muy interesado en el tema.

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A Dorothy le resultaba divertida la conversación que estaban teniendo Dennis y David. Jamás, en sus veintitantos años, se había detenido a pensar la importancia que tenía la letra ''D'', era la cuarta letra del abecedario, si pensaban con lógica la letra con mayor valor sería la ''A'. Era una lástima que Dorothy no tuviese ninguna ''A'', aunque su segundo nombre sí: 'Anne. ¿Con que intención se lo habría puesto Celia?, ¿para volverla una persona importante? Y si no se lo puso como primero fue porque, quizás, quería que fuese importante pero no presumida. O simplemente se escuchaba bien y ya. Lamentó no haberle preguntado eso a su madre.

 

Siguió escuchando y pensando. De estar embarazada no le pondría a su hijo David, sino más bien Matías, Nicolás o Tobías. Matías porque así se llamaba el primer chico que le había gustado en la Academia. Nicolás y Tobías sonaban bien, nada más. Todos tenían en común que terminaban con ''As''. Y otra vez, la letra ‘’A’’ presumiendo su presencia en los buenos nombres. Casi se ríe por aquello, pero no lo hizo. Se imaginó en la situación incómoda de tener que explicarles a los demás su chiste interno, y la poca gracia que encontrarían en él.

 

—Debemos de tener alguno en la biblioteca. Es por acá…—con un gesto en su mano invitó a Dennis y a David a que la siguieran. Su compañera sabía muy bien el camino, pero el otro joven no.

 

Ya en el salón se detuvo enfrente de una de las repisas y deslizó su mirada sobre ella hasta dar con la letra ''L'', nuevamente se preguntó por el significado de dicha letra. Cuando vio la palabra de libélula sonrió. Estaba segura de que no podrían tener un local llamado ‘’La libélula encantada’’ sin textos que se relacionaran. El libro se encontraba a una altura considerable. Dorothy deseó subirse sobre la mesa, ponerse de puntitas, estirar los brazos hasta que le dolieran y tomarlo, pero en lugar de eso sacó su varita y lo hizo flotar hasta ella.

 

—Aquí hay uno—dijo mientras se lo entregaba al mago. —, ¿qué tienes en mente?, ¿las invocarás?

 

¿Debía confiar en aquel joven? El negocio ni siquiera estaba oficialmente abierto. Lo último que deseaba era algún tipo de catástrofe. Observó a Dennis, ¿ella también estaría de acuerdo? La curiosidad la consumía. Primero miraba el libro, luego a David, luego a Dennis. Repitió el ciclo varias veces.

 

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Que esto no se trataba de una competición, realmente hablaba en serio? si el mismo había sido el que había salido con todo eso dando a entender que por eso nos ganaba, es decir que pasaba por su cabeza para cambiar todo lo dicho anteriormente. Al parecer simplemente se trataba de un mago con un ego bastante inflado y si que lo era, lo comprobó cuando minutos después para contrarrestar lo dicho antes sobre que su nombre era muy común salio con que las mujeres que lo conocían querían ponerle su nombre a sus hijos, en serio esto parecía una broma.

 

— Admirado eh? creo que te tienes demasiada confianza — le dijo al mago al que por el tono que usaba parecía que estaba descendiendo del cielo en una nube de algodoncito pomposo como el. En serio que no pensaba que pudiera conocer personas tan narcisistas como el mago que tenía en frente pero bueno suponía que siempre habría una primera vez para cruzarse con gente así.

 

Acto seguido el mago pidió un libro acerca de libélulas, era en serio? primero no le llamaban la atención y ahora se mostraba interesado, de igual manera siguió a su compañera y a David que se encaminaban hacia la biblioteca, seguía tratando de descifrar si el mago realmente se comportaba así siempre o solo estaba jugando con ellas.

 

No pudo evitar sonreír ante la cara de Dorothy cuando le pregunto al joven si pensaba usar el libro para invocar a las libélulas, porque por las miradas que le daba al mago y a ella se le notaba que estaba bastante preocupada por la suerte de las mismas a manos del "admirado" David con el que habían tenido la casualidad de cruzarse el día de hoy.

 

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  • 2 semanas más tarde...
Minutos antes de ir al local...


Muchas cosas daban vuelta por mi cabeza, los cambios que se venían en mi vida no me los había esperado así, después de tantos años era extraño no tener que ir mas al cuartel, pero ya estaba hecho.


Había citado a mi novia después del trabajo, desde hacía unos días que habíamos empezado a recorrer el callejón como lo hacíamos en nuestros comienzos, como siempre íbamos renovando nuestra relación, buscando las instancias para estar mas juntos no solo en nuestro hogar, o en el banco que a veces solo podíamos cruzarnos de vez en cuando, no era como cuando trabajábamos en el ministerio que teníamos nuestro ascensor como se podía llamar, o las escapadas a las oficinas de cada uno.


Espere en la esquina no empezaba el callejón la salida de mi amada, había escuchado de un nuevo local que se había puesto y me gustaría poder conocerlo.


Debía contarle los cambios que habían ocurrido, a ella no le podía ocultar nada.





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Saliendo de Gringotts antes de ir al local...

 

Seba le había dicho que tenían que hablar, al principio casi la infarta, si es que un vampiro se puede infartar, pero luego le había aclarado que tenía una cosa que contar. La pelirroja había sonreído y asentido prometiéndole que terminaría lo más temprano posible para encontrarse en su esquina. Sí, porque se había convertido en la esquina de los encuentros, allí se veían cuando salían de Gringotts y desde allí, tomados de la mano o abrazados recorrían el callejón como en los viejos tiempos.

 

Darla estaba inquieta y no sabía por qué ese día, el pensar en los viejos tiempos le hacía recordar cuando ambos eran atacados. Seba había tenido que ir a buscarla en San Mungo cuando su prima y otras brujas fenixianas la acusaban de ser traidora por haber dejado la Orden. Era ridículo que pensaran que sus recuerdos no podrían volver luego que ellos mismos la acusaban de haber dejado la Orden. Pero también Seba había sido atacado por sus compañeros de bando, por lo cual Darla había empezado a sospechar y luego él se lo había confirmado, es más se había revelado y ella lo había protegido del cuartel inquisidor mientras estaba a cargo.

 

Recogió su cabello en una coleta para ponerse echar sobre sus hombros la capa, el otoño empezaba a traer los primeros fríos y por eso ese día llevaba botas cortas y pantalón en conjunto con una chaqueta que se había puesto una vez más sobre la camisa, el banco estaba climatizado y allí no necesitaba tanto abrigo. Bueno, no necesitaba nunca, pero le gustaba hacer sentir cómoda a la gente, comportándose dentro de sus parámetros mentales que la hacían parecer normal.

 

Cuando salió al fin a la calle allí estaba su novio, esperándola en la esquina, sonrió y se apresuró a salvar los metros que la separaban de él.

 

--Espero no haberte hecho esperar demasiado --dijo antes de besar con amor sus labios y luego abrazándolo con amor susurró en sus labios --¿a dónde me llevará hoy mi príncipe encantado? --sus ojos reflejaban todo el amor que sentía por ese hombre que la hacía la mujer más feliz del universo.

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-No te preocupes mi amor, no lo has hecho- respondí su beso con amor, mientras la acercaba mas a mi, -He escuchado rumores que abrieron nuevos locales, si te parece iremos a uno de ellos, aunque no estoy seguro de que trata, solo se que podremos comer algo- reí mientras tomaba la mano de mi amada.


-¿Mucho trabajo al final?- mire a ambos lados de la calle antes de cruzar hacia donde empezaba el callejón.


Estreche un poco la mano de Darla, no sabia como se iba a tomar la noticia, después de todo lo que había pasado hace algunos años, los secretos no formaban parte de nuestra relación, así que no seria el día que le escondería algo.


-Tendrás que ayudarme a encontrar el local, solo me dijeron que se llamaba la libélula algo...- me encogió de hombros al no recordar la otra palabra, -Y el edificio es un poco antiguo, de esas fachadas que te gusta admirar- añadí sonriendo a Darla.


-Me parece que es aquel- señale con el indice mientras tallaba a la vez mi barbilla.

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La pelirroja sonrió coqueteando con su novio mientras él la abrazaba acercándola a su cuerpo. Asintió, había oído de los locales, de hecho había tenido parte del trabajo de registrar algunos de ellos en los listados de bóvedas nuevas. La idea le gustaba, porque en realidad le gustaba ver qué había de nuevo en el Callejón, y en Ottery también, pero no era cuestión de caer de visita por las casas de los nuevos vecinos sin invitación.

 

--Si mi amor, me parece fantástico --, respondió mientras se tomaban de la mano y disfrutaba de la risa de Seba, era bueno verlo así, feliz.

 

--Pues aprendiendo amor, he tenido que rehacer algunos registros porque me olvidaba de poner copia de las órdenes de pago o descuento, pero aparte de eso, todo bien --Darla se hubiera sonrojado si no fuera de raza vampiro, aún la ponían nerviosa algunos trámites, no quería meter la pata, como ella decía, pero estaba tranquila de que tenía el mejor profesor para aprender cada trámite, su prometido.

 

Darla observó a su novio, mientras acariciaba su mano en la de ella, ¿sería su imaginación o lo sentía algo tenso? No sabía que hubiera tenido problemas en el banco, entonces debía ser otra cosa ¿algún otro viaje? No pudo seguir especulando por el comentario de él.

 

--¿Ahh si? ¿La libélula algo? mmm... no me han tocado los pagos a ellos, pero creo recordar que agregué a los registros una Libélula Encantada a fines del mes pasado, supongo puede ser ese amor, no creo que haya muchas otras libélulas --río la Potter Black mientras caminaban despacio por el callejón.

 

La pareja caminó varios metros más de la mano, mientras ella intentaba imaginar el frente antiguo al que hacía mención su novio, ella adoraba las fachadas del siglo diecinueve y principios de los veinte, los detalles que ponían entonces eran tan delicados y llamativos. Tampoco le desagradaba la arquitectura moderna, pero era como que lo antiguo era más atrayente, por eso lanzó un silbido de aprobación al ver la fachada que Seba le indicaba, justo entre medio de dos grandes edificios modernos sobresalía uno de dos siglos atrás.

 

--Me gusta, ¿a qué dices se dedica? Se ve muy interesante el lugar, mira, allá hay una cartelera amor --señaló la que indicaba los eventos que había cada semana.

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El local no tenía mucho tiempo de su inauguración. Michelle se sentía afortunada de haber encontrado el empleo de recepcionista en un sitio que le brindaba tanta paz como aquel. Aunque su neurótica personalidad la obligaba a moverse de un lado a otro, de revisar pendientes, cobros, facturas, recorrer los pasillos en busca del más mínimo indicio de desorden, de encontrar las palabras adecuadas y practicar durante horas, frente al espejo, el mejor discurso para dar a los clientes que llegaban.

 

Podía decirse que a veces se sentía exasperada por la actitud de las dueñas, quienes aunque preocupadas, manejaban el negocio con una parsimonia envidiable. ‘’Aún no hemos conseguido un profesor de escultura’’, ‘’no ha llegado la pieza que estaba programada para hace tres días’’, ‘’necesitamos conseguir relaciones comerciales, son muy importantes para cualquier local…’’ frases como esas eran pan del cada día. En ocasiones Dorothy a miraba extrañada y le pedía se que tranquilizara, que una de las claves del éxito era la paciencia, pero Michelle asentía sin escuchar y seguía ordenando pergaminos y ampliando su lista de ‘’cosas por hacer’’

 

Un día, mientras se encontraba, redactando unos mensajes, escuchó los pasos de unas personas. Al alzar su vista se encontró con una pareja: una mujer pelirroja y otro hombre de cabellos obscuros. Michelle se sintió entusiasmada y nerviosa a la vez. Eran clientes, en su local, si quedaban con una buena impresión probablemente pasarían la voz a sus amistades y conocidos. Se aclaró la garganta y esbozó la mejor de sus sonrisas.

 

—Bienvenidos a la libélula encantada. Mi nombre es Michelle y estoy aquí para servirles. ¿Hay algo en que los pueda ayudar?

 

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Escuche a mi novia en silencio mientras caminábamos por el callejón como le estaba yendo en el banco, no llevaba tanto tiempo desde que ya le habían ascendido pero sin dudas lo estaba haciendo muy bien, a veces eran muchos los formularios que llenar pero cuando uno se acostumbraba ya era todo mas fácil.


-Creo que tampoco me toco hacer los tramites de ellos, mira mientras no sea una libélula gigante todo bien, no se si quiero ver un insecto gigante- dije riendo un poco mientras nos acercábamos mas.


-No se muy bien a que se dedican amor, creo que es algo variado su rubro, pero tenemos tiempo, podemos conocer un poco de el, y a la vez comer algo, de eso si me asegure de averiguar- reí un poco colorado.


Habíamos alcanzado entrar al local cuando ya alguien llamaba nuestra atención, parece que la hospitalidad era rápida, eso se veía un poco raro en algunos locales ahora.


-Buenas tardes, gracias Michelle. Queríamos comer algo, y averiguar de que va su negocio, llego a mis oídos que habían abierto hace poco y queríamos conocer de que trataba- humedecí un poco mis labios para continuar.


-Me llamo Seba y ella es mi prometida Darla, ¿Que nos puedes ofrecer para comer?- pregunte a la chica que nos atendía.

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La idea de una libébula gigante le hizo casi reír, a su mente vino el nombre de "dragonfly" curiosamente, de algún modo se relacionaba con su pasado, no tenía idea de por qué, seguramente tendría que indagar en ello más tarde. Darla escuchó las palabras de su novio y acarició su sonrojo mientras ingresaban al local. Le encantaba ese hombre, era todo lo que había soñado alguna vez y más.

 

No terminaban de atravesar la puerta de entrada cuando ya eran recibidos por una joven que parecía tener la tarea de ser recepcionista del lugar. Seba respondió a sus palabras mientras ella le dedicaba una sonrisa y una inclinación de cabeza en señal de saludo a la joven bruja que les atendía.

 

Mientras su prometido hablaba explicándole qué hacían allí y la idea que tenían de comer y conocer el lugar, los ojos de la Potter Black recorrían cada uno de los detalles que estaban a su vista. Definitivamente le encantaba el lugar, la linea arquitectónica era deliciosa, le recordaba una antigua casa que había conocido en alguno de sus viajes por Irlanda, pero las maderas no eran irlandesas, era obvio, por las vetas reconoció las mismas y hasta ella llegaban los apagados pero no por ello menos sensibles aromas de la madera canadiense. Sonrió, hacer atravesar los océanos un cargamento de árboles importados mostraba que el arquitecto o el dueño original tenían sus manías y además el dinero para darse el gusto.

 

Todo era una perfecta combinación que daba placer a la vista y al aroma, podía sentir mezclada con la madera el aroma de un patio fresco, con tierra recién regada y plantas, algunas aromáticas y otras florales. Pero también había aroma a pinturas, tinta y pergaminos, extraña mezcla, le recordó a una pregunta sobre el aroma de la amortentia. Sus ojos volvieron a la visión más cercana, intentando dejar de escuchar más allá e imaginar que había en las distintas salas, mejor darle la oportunidad a Michelle de enseñarles sobre el lugar.

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