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Londres bajo la luna llena


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Quentin

13 de marzo

12:30 p.m.

 

La ventaja del caos siempre era que muchas cosas sucedían al unísono, en rápida sucesión. Quentin lo sabía y había recibido órdenes expresas de Aylin de aprovechar al máximo tales vaivenes. Era así que con el pecho subiendo y bajando con rapidez, vigilaba la posición de los licántropos. Un encantamiento desilusionador y la proximidad de un vampiro había hecho el juego: que no lo detectaran, que no le dieran importancia entre otras tantas cosas que sucedían allí. Sin embargo, Quentin no era un mago. Era un vasallo sin magia y no por eso menos útil.

 

Cuando ve que una segunda distracción se aproxima en la forma de un lamborghini cruzando la pista a toda velocidad no se lo piensa dos veces y presiona el botón de marcación rápida. Puede ver a los licántropos agolpándose en torno a esa nueva presa, presencia con claridad como se alejan hacia la dirección en que ese auto se aleja. Sonríe: porque no son todos los que se han ido, porque ese momento de distracción es todo lo que necesitaba.

 

El vampiro en el rango de acción se encuentra a un radio que no le permitirá acudir al instante. Había guardado su distancia por razones que Quentin desconoce pero el comportamiento, la velocidad y el olor de los vampiros, él los conoce todos demasiado bien, aunque hayan ligeras diferencias de unos a otros dependiendo de su edad. De todas formas, adivina que eso será suficiente. Empieza a correr, como si fuera un muggle despavorido en medio de la calle. Los licántropos, que habían estado escondidos en callejas aledañas salen por instinto en pos de una presa y, una vez más, varias cosas suceden al mismo tiempo.

 

De un portal, surge una camioneta cargo. Aunque a simple vista se ve normal, el espacio de almacenamiento está totalmente aislado del conductor y las puertas posteriores están abiertas de par en par. Quentin percibe la proximidad de los licántropos sobre él, para quienes en medio de la caza, la información sobre la repentina camioneta llega con lentitud. Cuando empiezan a disminuir la velocidad ya es demasiado tarde. Un par de magos que se encontraban en la parte posterior de la camioneta y uno de ellos ya ha lanzado tres rayos. Quentin está seguro de que pegarán en la piel de los lobos y no les harán nada, tal es la resistencia de dichas criaturas pero se equivoca; la camioneta se detiene y una capa de hielo los recubre sin que puedan evitarlo. No llevan varitas consigo para detenerlo, no pueden deshacerse del hielo intentando clavar las uñas en él. Pronto, tres licántropos no son más que estatuas de hielo que los magos transportan haciéndolos levitar al oscuro interior del cargo y cierran las compuertas. Quentin sabe por experiencia que adentro no se puede ver más allá de la palma de la mano, estando dentro de una capa de hielo o no. Los magos pegan un golpe en la parte posterior luego de cerrar las compuertas y el mago piloto empieza a acelerar.

 

Uno de los magos agita la varita y otro portal se abre. Cuando la camioneta ha desaparecido a través de éste, uno de ellos deshace el portal, para luego alejarse hacia una calleja con Quentin. Lo llevan prácticamente a rastras y parecen estar asegurándose de no haber sido vistos. Quentin se da cuenta que su papel era tan solo una pequeña parte en el plan de Aylin y siente ganas de reír sin poder evitarlo ¿para qué quiere ella a los malditos licántropos? No importa, parecen haber comprobado que no han sido vistos porque pronto están desapareciendo con él. Se escuchan aullidos a la distancia y Quentin se pregunta cuánto ha sido la suerte y cuánto el estudio que Aylin realizara para saber que habría allí un mago y un vampiro en el momento preciso para distraerlos ¿o ha sido cosa de maquinaciones de último minuto?

 

Melrose Moody

 

La bruja ha estado sintiendo una extraña tensión en el aire.

 

Con los músculos contraídos y de cuclillas, huele alrededor. Puede percibir que las cosas no están del todo como en otros días pero no identifica la procedencia. Sus hermanos, a su lado, aguardan, hasta que ella realiza una señal. Entonces todos vuelven al interior del Castillo Evans McGonagall.

 

La realidad, es que habría estado mucho más cómoda en su choza a las afueras de Ottery o en Luss pero el asentamiento Evans es más grande y más estratégico para la vigilancia que está llevando a cabo. Sabe que es tan solo alguien que han acogido con generosidad y aún así se está tomando esas confianzas... pero no es momento para pensar en ese tipo de cosas. Su manada se expande a sus anchas ante la desaprobatoria mirada de P-ko, a quien parecen estar llamando desde el piso superior, por lo que pronto se pierde de vista. Mel solo observa el fuego, intentando pensar, pero nunca ha sido buena en eso. Así que agita su varita y un patronus surge de la misma. Está convocando a Ellie, que sin duda debe estar en Luss y ese aviso le llegará más rápido que una lechuza.

 

De todas formas, sus hermanos la miran con aprensión. Ha estado así por un buen rato y ya es hora de que intente darles alguna respuesta.

 

Habían acudido a ella dos días antes, cuando estaba refugiada en la vieja choza Moody en el perímetro exterior de Ottery. Habían llegado de improviso con aparición conjunta y parecía que esa era solo la última parte de su viaje. Habían acudido con ella rompiendo su estricta política de no contactar con la sociedad porque habían sido convocados y con eso querían decir prácticamente amenazados. No eran los únicos. Decenas de clanes de los alrededores de Inglaterra, Escocia e Irlanda lo habían sido. Con la caída del estatuto del secreto, los licántropos más avezados y algunos viejos discípulos de Greyback buscaban hacer un ataque conjunto. Querían buscar poder pero sus hermanos ni siquiera adivinaban de qué tipo, eso no tenía sentido. Ellos se habían alejado de la sociedad para evitar el ostracismo y ciertamente odiaban a los magos (razón por la cual les habían hecho llegar el mensaje, puesto que ese resentimiento no era ningún secreto para nadie que los conociera) pero no deseaban morder a nadie.

 

Mel estaba sumida en pensamientos oscuros por primera vez en muchísimo tiempo. Deseaba entender por qué lo estaban haciendo ¿simple sadismo? ¿Utilizados por alguien? Pero cada vez que intentaba adivinarlo, llegaba a un punto muerto con sus elucubraciones. Entonces, llegaron los aullidos. Eran muchos, demasiados. Mel aguzó el oído al igual que sus siete hermanos, que era todo lo que quedaba de su antiguo clan. Los hombres lobo no solo eran fuertes, también eran conflictivos. Era ilógico que atacaran en grupo sin empezar a atacarse unos a otros, así que debían estar organizados de alguna forma o... ¿no?

 

Sus manos aferraron la varita pero luego la soltó. Eso no iba a servir de nada. En lugar de eso, se acercó a la salida hacia los jardines de la parte posterior del pasillo y utilizando sus manos a manera de bocina aulló. Fue un aullido fuerte, profundo. Gracias al aviso de sus hermanos, se había asegurado de realizar un encantamiento atmosférico sobre la residencia y no se había convertido ya que la luna no podía alcanzarlos en el castillo, que se encontraba recubierto por una gruesa capa de nubes oscuras. Sin embargo, no estaba segura fuera de sus límites. Tenía que atraerlos ¿y qué mejor que el aullido de una loba?

 

Sabía que no era considerado con los habitantes del castillo pero si lograba averiguar más cosas... siempre podría confiar en que sus hermanos la sacaran de allí si perdía el control y que también serían capaces de retirarse junto con todos los que vinieran. Quizá, eso significara no poder volver más a la residencia pero era un precio que estaba dispuesta a pagar para averiguar la verdad. Había algo raro en todo eso, un elemento que operaba detrás y que no alcanzaba a comprender.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Castillo Evans

Matt se sentó incómodo en la cama con visible dolor. ¿Disparar? ¿Qué significaba eso exactamente? Bajé la varita, pero no la guardé, el sentimiento de que algo malo iba a pasar no me dejaba tranquila y ver a Matt herido no ayudaba para nada. Entonces recordé alguna vez que Karen, cuando aún se hacía pasar por mi madre, mencionó algo de que su hermano squib había muerto de un disparo, producto de algo que los muggles usaban para matarse unos a otros. Pero Matt estaba vivo, y eso era algo bueno.

El mago me acribilló entonces con una serie de preguntas para las cuales no tenía ninguna respuesta. Sin embargo confirmaba que algo no andaba bien ¿El estatuto? ¿Qué rayos había pasado con el estatuto? Un frio me recorrió la espalda mientras presentía a que se refería. No podía dar crédito a que aquel rumor fuera cierto. No podía creer que el ministro había sido lo suficientemente idi*** para hacer aquello.

 

Recorrí con la mirada rápidamente la habitación, observando las vendas desechadas que habían sido cambiadas hace aparentemente unas horas y sobre una mesilla, unas vendas limpias, una jarra con agua, un vaso limpio al lado de esta. Sonreí. Solamente alguien podía haber tenido esa prolijidad y la responsabilidad para cuidar de Matt.

 

- P-ko - respondí - ella fue la que te curó, estoy casi segura

- Lumus - susurré

 

Escudriñé la habitación buscando, sabía que tenía que estar por allí, una pequeña botella transparente con un líquido verdoso, aún había una buena cantidad en él.

- Aquí - le dije sirviéndole un poco en el vaso - esta poción hará que el dolor se te pase considerablemente rápido.

Miré los vendajes y vi con alivio que se veía poca sangre ya seca, aquello podía indicar que la herida ya estaba sanando. De todos modos no estaba segura de cómo eran las heridas producidas por aquel disparo y que tan rápido se podían curar.

- No tengo idea de qué hace el ministro y no he puesto un pie fuera del castillo, pero si los rumores eran ciertos, el estatuto ha caído. Imagino que te refieres a eso.

Como una afirmación de mis palabras un aullido resonó en el piso inferior, giré la cabeza hacía la puerta abierta y vi que Matt hacía un nuevo intendo de pararse.

- ¡Irri! - llamé de pronto

Mi pequeña elfina se apareció muy sorprendida, con los ojos como platos.

 

- Helen volvió... - empezó la elfina

- Ahora no Irri, imagino que escuhaste el aullido. Ve al primer piso, trata de encontrar a P-Ko y a cualquier miembro de la familia que pueda estar en peligro.

La elfina asintió y antes de desaparecer añadí.

- Irri, si tienes que defenderte o defender a alguien, sabes que puedes atacar. Es una orden.

La elfina desapareció con un sonoro crack y me giré a Matt, al que apunté nuevamente con la varita, con un ligero movimiento cambié las vendas que tenía por las limpias que habían. No era experta en hacerlo pero esperaba que fuera suficiente. Me acerqué a él y observé, parecían bien colocadas.

- ¿Puedes pararte? - pregunté dubitativa, mirando aprensivamente la puerta deseando saber que pasaba

Irri, elfina de Helen

¿Cómo era posible que hubiera regresado sin decirme? ¿Hace cuánto estaba en Londres? Debía volver a tratarla de usted simplemente para que se enojara.

- No, no, Irri, eso está mal, muy mal - me dije a mi misma mientras entraba con cuidado en el salón

Choqué de pronto con P-Ko que llevaba una bandeja con vendas limpias. Le conté apresuradamente lo que el ama Helen me había dicho y P-Ko se limitó a decir:

- Pero si es alguien de la familia quien está llamando a los lobos - una nota de miedo se imprimía en su voz - bueno, no una Evans, pero la señorita Melrose es parte de esta familia.

Asomé la cabeza y vi a la joven Moody cerca a los jardines, mientras algunos magos se acercaban lentamente con un andar extraño


@@Syrius McGonagall @

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LONDRES


--El mundo ha cambiado, lo siento en la Tierra, lo siento en el agua, lo huelo en el aire Mucho se perdió entonces, pero nadie vive ahora para recordarlo... -- Su voz era apenas un susurro casi inaudible pero tan notorio que helaba la piel.


Kraven solo miró al hombre a su lado tras aquellas palabras que habia pronunciado, sin nada mas que decir. Aquel hombre miraba desde lo alto de un edificio como una ciudad caía al borde de la desesperación y la muerte. Cientos de licantropos sueltos por las calles de Londres con una libertad terrorifica. Kraven solo era un peon en un juego de ajedrez muy bien elaborado, sin poder moverse a voluntad, con las manos cerradas en puños y una cólera que explotaba todo dentro de su ser. Como había podido permitir todo esto si tenia al artífice de aquel maquiavélico plan a unos centímetros. Por la respuesta estaba clara, siendo Kraven un licantropo debía obedecer al alfa a como diera lugar.


--Pronto terminara Kraven, entonces haremos lo que nos plazca con este mundo-- Decia el Alfa sin dejar de mirar la ciudad iluminada a sus pies, con el grito ahogado de muggled siendo devorados los lycans hambrientos de sangre y carne.


--¿Era nescesario hacerme pasar por todo eso?--- Dijo Kraven odiando al hombre lobo a su lado con todo su ser.


--Mas que nescesario, si te hubiéramos dejado ir estarías avisando a cualquier mago que pudieras del peligro que corren, tuvieras a tu alcance la manera de evitarnos arruinando asi nuestro plan.-- Con tono frío había hablado el hombre lobo.


Kraven al ser un licantropo estaba sujeto contra su voluntad a las leyes de su alfa, por ello apesar de ser um mago su condición Lycan era mas prominente. Aun no podía creer el castaño el plan de todos ellos para hacerse el poder, utilizar un ritual mágico donde la luna llena seria eterna para infectar cuanto pudiera a todos los magos y brujas de Gran Bretaña, creando así una sociedad controlada por el alpha. Los muggles de la ciudad de Londres tan solo eran un bocadillo el cual disfrutar.


--Ahora ve a San Mungo y después a Ottery... Infecta a cuanto puedas a magos y brujas pero sabes que es mi orden, no la puedes evitar.- Decia el Alpha mirando de reojo a Kraven- --Y no iras solo--


Enseguida sintió el castaño un peso fuera de su cuerpo, una sensación de alivio que oprimia su pecho. La orden dada por el alpha de no moverse estaba rota, pero tenia otra orden en su espalda. Sin decir nada desapareció de aquel lugar para dirigirse al hospital de San mungo. Reapareciendo enseguida a las afueras de una desgastada tienda de ropa. Las personas con heridas criticas hechas por licantropos morían mientras eran llevados por camillas hasta su cama.


Como podía comenzar aquella orden sin faltar a su misión y prevenir a los magos y brujas de lo que se avecinaba. Estando en la entrada del hospital Kraven se movió de manera auto mática sin poder hacer nada, el control del Alpha estaba efecto en el Von Alexanros. Se adentro en el caos que era San Mungo para divisar a una chica adentrándose hacia la cafeteria, era obvio que era una bruja por la forma de tomar su varita. Debia hacerlo contra su voluntad y pensamiento.


--A ti te conozco, ¿eres Alegna cierto? Ven nescesito que ayudes con algo-- Decía Kraven ante ella pero estaba claro que ella no seria fácil infectarla.






@@Alegna Black Editado por Kraven Von Alexandros

 

 

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Matt Ironwood.

 

-Gracias- susurró mientras tomaba el vaso de vidrio con el espeso líquido verde en su interior, no tenía una aspecto muy agradable ¿pero cuando los remedios lo eran? Sin pensarlo dos veces se llevó la pócima a los labios y dejó que agrio sabor de la misma inundara sus papilas gustativas, le escocieron los ojos mientras sentía como la poción hervía mientras bajaba por su garganta y al final ese calor se extendió por todo su cuerpo eclipsando el dolor de las heridas por unos segundos -Wow, interesante efecto - dejó escapar con la voz algo incómoda por el mar de sensaciones que invadía su cuerpo, pero finalmente ese ardor generalizado desapareció paulatinamente.

 

-Mucho mejor - se obligó a sonreír el castaño antes de volverse hacia Helen - Entonces tendré que agradecerle por nonagésima vez a P-ko - la elfina era una especie de ángel guardián para los Evans, siempre velando por todos sus miembros y siendo un nexo fundamental para mantener la familia unida, todo el mundo quería a P-ko, era imposible no amarla.

 

Matt dejó su varita sobre la mesa de luz escuchando para su pesar que Helen estaban tan informada sobre la situación actual como el, a veces lamentaba el atraso tecnológico que los magos tenían respecto a los nomajs; tan solo era encender el televisor o revisar las redes sociales y uno se enteraba de todo lo que sucedía en el mundo, uno no dependía del periódico de la mañana o la mensajería por lechuzas que a veces no llegaban a tiempo con las novedades, bueno con seguir lamentándose no se enteraria de nada.

 

No llegó a decir nada cuando un sonido gutural cortó el aire y llenó todo el espacio de la habitación, el aullido de un lobo. Llegaba desde los jardines pero la intensidad era tal que tranquilamente podría venir del otro lado del pasillo. Aquel aullido hizo que un escalofrío recorriera la médula espinal del ojiazul desde el principio al fin, aquel sonido animal era capaz de despertar un temor primitivo en cualquier hombre, los despojó de las comodidades y seguridades de la ropa y del techo sobre la cabeza y lo arrojaba desnudo en el medio de un bosque en los albores de la humanidad donde esta no era más que una presa.

 

-¿Lobos? - preguntó al tiempo que una elfina aparecía junto a Helen, al parecer era la elfina personal de la bruja, ésta le ordenó que buscara a P-ko y al resto de los miembros de la familia que podrían encontrarse aquella noche. Sabía que en el castillo no había lobos y los lobos no rondaban por Reino Unido desde el siglo XIX, aquel sonido no era normal y no estaba de más ponerse en alerta y más con la situación actual.

 

Pero antes de que el Ironwood pudiera hacer algo para ayudar la bruja a su lado lo apuntó con la varita y le cambió las vendas -Gracias - dijo el mago mientras sentía el agradable frescor de las vendas sobre su torso inferior. -Creo que sí - le contestó mientra con algo de torpeza se incorporaba de la cama, sus pies lo sostuvieron muy bien para su sorpresa, y ya podía moverse sin que tuviera que morderse los labios por el dolor.

 

-Esa poción es mágica - se giró hacia el ventanal de su cuarto - ¿Lobos u hombres lobos? - preguntó mientras trataba de ver algo en el oscuro jardín sin mucho éxito - Tendríamos que bajar - sugirió a sabiendas que debería dejar su misión particular para más tarde, algo amenazaba a su familia, pese a no tener un vínculo sanguíneo con los Evans estos le hicieron sentirse en casa desde que llegó a Inglaterra y el aprecio que el hawaiiano sentía por ellos era enorme.

 

-Dame un minuto para cambiarme - pidió el mago mientras se dirigía hacia el armario, después de todo solo llevaba un pantalón pijama encima. Mientras Helen cerraba la puerta tras de sí, el castaño se vistió rápidamente con una camisa, un par de cómodos pantalones, championes deportivos y una simple campera fina para cubrirse del fresco aire nocturno.

 

Una vez vestido se encontró con Helen en el pasillo y juntos bajaron hacia la entrada del castillo. El aullido provino del jardín trasero y hacia allí se dirigieron, la gran puerta doble de madera hermosamente ornamentada que era el principal acceso a los terrenos detrás del castillo se encontraba entreabierta, por ella el fresco aire de la nublada noche entraba y se escuchaban pisadas y susurros.

 

Matt le hecho una ojeada a su compañera a su lado mientras sujetaba con firmeza y su varita ¿eran cinco u ocho? No podía saberlo a ciencia cierta pero sin dudas eran más que ellos, gesticulo en mudo silencio que debían ser siete a Helen y pidiéndole que guardara silencio se acercaron sigilosamente a la puerta y el castaño escudriño a la noche.

 

Era un grupo de ocho magos y brujas, todos parecían estar pendientes de una figura que se encontraba más adelantada del pequeño grupo, ningún rostro era claramente visible, la luna y las estrellas se encontraban ocultas tras unos espesos nubarrones que auguraban tormenta. ¿Que podían hacer? Eran dos contra ocho, pero ellos contaban con el elemento de la sorpresa a su favor, no pudo seguir cavilando porque su reloj de muñeca sonó al recibir un mensaje, se le heló la sangre, la alerta era un sonido muy suave pero rodeados por aquel silencio tenso el mismo se potenció como las sirenas de un camión de bomberos.

 

Los ochos rostros se giraron hacia la puerta y la respuesta del castaño fue inmediata -Incendio - rugió el americano apuntandolos con la varita. Un círculo de llamas se encendió con el pasto fresco y bien cuidado rodeando al pequeño grupo por todos lados, a su lado Helen dijo algo.

 

 

@@Helen Evans @

 

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Por fin Evangelin se había dormido, así que la Black decidió estirar las piernas y buscar algo que le alegrara la vista, un mago o bruja buen mozo, o una masacre llena de sangre era lo más que podía pedir, tampoco para hacerse la exquisita. Cuando se disponía a entrar al quinto piso una voz masculina se lo impidió.


¿Ese día era el día de pedirle ayuda a Alegna?


Pues parecía que si, ni bien salió para buscarse algo para comer y ver que diablos hacia con Lin, un joven la había llamado y no solo eso la había llamado por su nombre aunque con algo de duda, la joven le dirigió sus orbes verdes interrogadores, mientras guardaba su varita en el bolsillo trasero de su pantalón, el chico bastante alto, aunque con la escasa estatura de ella cualquiera era alto, se lo veía un tanto inquieto, sus ojos avellana se movían cautelosos por la sala.


-Si soy Alegna Black, ¿señor? Pero no soy sanadora- luego examino mejor al sujeto- te eh visto en algún lado, supongo que en Diagon- ahí recordó haberlo visto en su negocio el Magic, pero opto por no decirle nada.



-Los sanadores tienen bata blanca y como ves no tengo bata y mi ropa exactamente no es blanca- sonrió al mostrar su remera blanca manchada de sangre que aun no había limpiado y la seca sangre roja de Lin se había secado


Un nudo se formo en su garganta y trago grueso, un frio se instauro en su cuello bajando por su espalda, haciéndola sudra, una sensación que ya le estaba sonando familiar, cuando el peligro te sopla la nuca, un cosquilleo en el cuero cabelludo la hizo estremecerse.


-TU- le grito a una sanador que pasaba- ¿los auror se presentaron? Diablos recién se me ocurre que estas personas están en peligro


El sanador la miro extrañado, Alegna tenia ese efecto al pensar en voz alta, la población mas débil y desprotegida se encontraba en el edificio, y con lo alborotado que estaba cualquiera de los que se había unido al festín de afuera podría llegar de la nada, era urgente empezar a sitiar el lugar, si tan solo estuvieran sus viejos conocidos, podría llamarlos para que la ayudaran. Se volvió al chico castaño que casi había olvidado.


-Él podrá ayudarte- y sin más se separo del chico, pero su maldito instinto le hacia dudar de su accionar y si ¿en verdad el joven la necesitaba a ella? Bufo. Freno en seco y se volteo a ver al muchacho.


-Se que necesitas que te acompañe pero necesito pasar antes por un lugar ¿me acompañas?- una sonrisa burlona apareció en su rostro.




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Sebastian Crowld

 

Calles de Londres. 12:30 pm

 

 

 

Los rayos de su varita no parecían estar asustando muchos a los licántropos. En un instante, tenía encima a uno de aquellos seres, con los ojos ávidos de sangre. Sebastian era un hombre de temple. Estaba acostumbrado a las situaciones difíciles y lo cierto era que temía a pocas cosas en el mundo. Le gustaba el riesgo, eso era innegable. Pero también amaba su cuello y no tenía ganas de convertirse en un licántropo, por lo que, aunque hubiera deseado un poco de pelea, su mayor interés en aquellos momentos era salir de allí. Y sabía la forma de lograrlo, sólo que necesitaba un poco de espacio para extender la mano hasta la consola de mandos de su Lamborghini.

 

—Protego. —Exclamó, sin poder evitar levantar la voz más de la cuenta, ante los ladridos de aquella fiera que era demasiado evidente que quería desgarrarle el cuello y ponerse ebrio con su sangre.

 

El escudo que levantó el hechizo le dio cierto margen de espacio para extender su mano hacia el botón que activaba el mecanismo volador de su vehículo. Sin pensarlo dos veces, apretó el botón y el deportivo vibró y saltó un momento, antes de despegar a toda velocidad, escapando de los enloquecidos licántropos.

 

Todavía a baja altura, pudo observar que todos los licántropos habían caído al suelo cuando el vehículo inició la maniobra de despegue. También aquel que había estado a punto de comerse su pescuezo. Se etremeció, mientras se ajustaba la pajarita al cuello, mirándose en el espejo retrovisor.

 

Su intención era dejar a la chica en su casa con una buena dosis de hechizos desmemorizadores que la tuvieran confundida hasta el día siguiente, en el que no recordaría nada. Y después descansar de la comida y el vino de la cena, antes de salir para Boston donde al día siguiente lo esperaba una reunión importante.

 

Mientras se alejaba volando de las calles de Londres, observó un suceso que le dejó perplejo. Un portal se abrió en los callejones donde todavía corrían los licántropos y de él salió una furgoneta que capturó hábilmente a unos pocos. La camioneta y su extraña carga no tardaron en desaparecer a través de otro portal. ¡Qué extraño!

 

Estaba harto de los problemas. Aquella había sido una buena noche, con una buena cena y una agradable velada con una preciosa chica. Pero aún así, aquella velada había sido un problema. Un problema que tenía que resolver cuanto antes. Genetics Corporation tenía que desaparecer y, si no la empresa entera, al menos sí el proyecto de investigación de Laura.

 

Activó el vuelo automático y empezó a escribir un corto correo electrónico con su teléfono móvil.

 

Arthur, confirmada información de esta mañana. Genetics Corporation, Ltd está sufragando un proyecto ruinoso. La empresa no es financiable. Tiene activos tóxicos no reflejados en balance y han activado gastos de investigación y desarrollo que no se sostienen en un forecast a tres años. Mi consejo es que no autorices el préstamo. Por supuesto, te recalco que esta información es confidencial y que ni mi nombre ni mi empresa deben figurar relacionadas con este asunto.

 

Con una mueca triste dibujada en el rostro, sabiendo que nunca más podría mirar a Laura sin sentirse culpable, apretó el botón de enviar y el mensaje electrónico cruzó las redes muggles para llegar al presidente del principal grupo bancario británico. Eso bastaría para ahogar financieramente a Genetics Corporation, Ltd.

 

 

 

OFF: Sorry por no unirme, necesitaba urgentemente sacar a Sebastian de Londres.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Castillo Evans

 

Asentí ante la propuesta de bajar, pues necesitaba saber qué estaba pasando abajo. Salí de la habitación para esperar que el mago se cambiara y me acerqué a la ventana en la que, hace solamente unos minutos, estaba apoyada. Escudriñé el exterior y al correr una nube vi la luna, era luna llena.

 

- Hombres lobo - susurré

 

Bajamos juntos hacia el jardín trasero, se podían oir claramente sonidos y pisadas, Matt calculó alrededor de siete de ellos mientras con una señal pedía silencio. Sujeté la varita con firmeza y lo seguí lo más silencioamente que podía. Si mis sospechas eran ciertas y eran hombres lobo, tendríamos un terrible problema. Por más que fueran buenas personas en su forma humana, una vez convertidos... definitivamente no podríamos considerarlos inofensivos.

Irri se acercó tan calladamente que casi la atacó al sentir que me jalaba la túnica. En un inaudible susurró dijo: "Melrose" antes de que el silencio fuera roto por un persistente sonido. Giré buscando su origen, solamente para ver que Matt apuntaba su varita a un grupo de magos y prendía un círculo alrededor de ellos.

- Creo que Melrose podría estar allí - le dije mientras miraba con cuidado.

Antes de que Matt pudiera responder nada, escuchamos bulla nuevamente, esta vez cerca de la entrada principal. Me dirigí hacía allí con cuidado, tres magos ingresaban a la casa.

- Impedimenta - repetí hasta que los tres estuvieron inmovilizados.

 

Tal vez ahora podría preguntar por algunas respuestas, cómo el saber que hacían allí. Aunque si lo pensaba mejor, si eran hombres lobo ¿Por qué aún no se habían convertido?

Pero ellos tres no eran los únicos, podía ver a otro grupo reuniéndose en los terrenos de la entrada. Con un movimiento de varita cerré la puerta mediante encantamientos dudando mucho que eso pudiera retenerlos lo suficiente.

 

Pero cuando giré a ver dónde estaba Matt, lo vi lanzando hechizos al grupo de magos que, de alguna forma se habían liberado del incendio y se acercaban a la casa. Me apresuré a ayudarlo.

 

- Bien, estamos rodeados por ambas entradas

@Syrius McGonagall @Melrose Moody

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Como el joven no le contesto Alegna le dijo donde se encontraría, y camino de nuevo hasta la sala de la muggle que había ayudado para ver si estaba todo bien, lo sentía una responsabilidad, entro sigilosamente pero la chica se dio vuelta para verla. Le sonrió al reconocerla y giro su cuerpo para enfrentarla.

 

-El medico vino, dijo que estoy sanando bastante bien- le comento Lin

 

-ah el medimago, si claro, eso es ¿bueno?- la verdad no sabia que era en realidad

 

-Si me dijo que podía irme en un para de días y que muchas personas hacen vida normal a pesar de los síntomas, y que me van a dar las ¿pociones? Me las enviarían a mi casa, eso me mantendrá… normal

 

La mujer bajo la vista, pues Alegna sabia que nunca más seria una mujer normal, por mucho que se esforzara, ella había vivido entre vampiros y a ninguno lo veía mal, pero sabia que todos estaban solteros, ninguno quería una pareja a pesar de tener la eternidad para elegir, bueno la Black tampoco pensaba en una pareja, para estorbar su vida ya tena a su hermana.

 

-Oye tranquila, lo que tenga que pasar pasara, no le des más vueltas al asunto porque terminaras agarrando un dolor de cabeza, la verdad ahora estoy algo preocupada por las personas que están aquí.

 

La mujer la miro con sus ojos llenos de preocupación, “genial Alegna tendrías que trabajar en asistencia al suicida” pensó la bruja ya que su tacto no era el mejor. Camino la distancia que las separaba y puso una mano torpe sobre el hombro de la mujer.

 

-Alegna, ¿esto que me paso, esta ocurriendo en todos lados?

 

-Si, no se porque, ni cual es el motivo, pero si esta cazando no creo que les interesen presas tan fáciles como las hay aquí, aunque si lo que quieren es agrandar la manada….

 

Dejo la idea en el aire pues se le había ocurrido que exactamente eso estaba ocurriendo, aunque ¿par que querrían muggles en un manda? Quizás solo interrumpió la cena de ese licántropo.

 

-Algo pasa afuera- dijo de pronto la muggle/licántropo poniéndose pálida

 

-Yo no escucho nada Lin

 

-Créeme, hay gritos y pasos apresurados- la chica estaba alerta y parecía que movía sus orejas agudizando su oído, decidida a seguir lo que la mujer decia y no su escepticismo salió cautelosa, diciéndole que cerrara la puerta con seguro

 

Bajo dos pisos y ahí sintió el tumulto de gente que corría y un inconfundible gruñido que le puso los vellos de punta, tomo su varita dirigiéndose con mayor cuidado al epicentro del alboroto, un lobo adulto, bastante grande, color canela gruñía a las personas que lo enfrentaban, estaba calculando como seguir hacia las habitaciones pues se notaba que no había entrado de casualidad y no se sentía acorralado ya que la salida estaba a su espalda pero sus ojos estaba clavados en las puertas vaivén que daban a las escaleras.

 

Alegna rodeo la multitud y trato de dirigirse hacia las espaldas de la criatura, mientras iba pensando en algo que la ayudara a tranquilizar a la bestia, ya que no tenia intensiones de matarla, que culpa tenia de seguir la maldición cada luna llena, culpa tenia de no haber bebido la maldita poción antes. En cuanto se encontró detrás del animal, este volteo a verla, los hechizos y maldiciones le pegaban pero a él no le hacían ni cosquillas.

 

Cuando su ojos quedaron fijos en los de Alegna, esta recordó un libro de la tienda de su madre, uno d un mago que aborrecía a estos seres y daba muchos motivos para no dejarlos vivir, Emeret Picardy, odiaba a estas criaturas, pero lo que le llamo la atención a la bruja fue todos los tips que daba someterlos. La bruja sonrió de lado, viendo en esos ojos humanos la confusión del animal, ¿Qué clase de lunática estaba al frente de él?

 

Con un floreo que solo recordaba vagamente, lumos lunae salió de sus labios le lanzo un hechizo al animal un haz de luz de luna, que todos los licántropos temen, con ojos satisfactorios vio a la bestia encogerse de miedo, aprovechando el estado del animal, volvió a blandir su varita y a conjurar un Incarcerous atando al licántropo en el hocico, patas delanteras como traseras, dejándolo como novillo en concurso de ruedo de Texas, EEUU.

 

-¿Cómo lo hizo?- consulto uno de seguridad de San mungo

 

-Leyendo- respondió la peli violeta- Ahora hay que ponerlo donde no pueda salir y esperar a que la noche pase y ver quien es este mago o bruja.

 

Como si el mismo ministro hubiese hablado todos se pusieron en marcha para rodear al animal y trasladarlo a una cámara mortuoria que contaban bastante lejos de los pacientes. En esos momentos de calma, la bruja dejo que la adrenalina abandonara su cuerpo y este colapsara en el suelo.

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Todo había sido un condenado caos las últimas horas. Desde el anuncio de la caída del estatuto del secreto, las implicancias de dicha medida no dejaban de traer una consecuencia tras otra.

 

Rory se sentía exhausto, pero levemente contento de que ese día, había conseguido gracias al contacto con Matt Ironwood, asegurar a una familia al otro lado del oceano, salvándolos del desastre de la guerra. Había ido entonces a San Mungo, mitad para agrader al hombre y mitad para disculparse por haber desaparecido tan de repente del refugio, pero a su llegada le sorprendió no encontrarlo.

 

Le habían dicho que se encontraba herido ¿dónde es que podía estar entonces? Por un instante la angustia lo recorrió, pero entonces desde el espejo comunicador escucha una voz de sobra conocida, la de la elfina de los Evans McGonagall. Su mensaje, de que Ironwood está allí, bien cuidado y recuperándose lo alivia, así que no duda en dirigirse hacia allí. La desaparición nunca ha sido algo que le guste ¿pero qué más puede hacer en esas circunstancias? Fuera de San Mungo, sin hechizos antiaparición, rápidamente agita su varita y en cuestión de segundos se halla frente a la enorme verja de hierro forjado de la Evans.

 

Está a punto de anochecer, pero el clima en el lugar es de lo más extraño, pues incontables nubes se ciernen, extrañamente, solo en los contornos de los terrenos de la familia. Rory no tarda en atravesar el caminillo que cruza el jardín delantero, y ya a las puertas tiene esperando por él a P-ko, quien lo invita a la casa apenas con un gesto. La elfina sostiene una bandeja con finos vasos de cristal y una jarra de zumo de calabaza, y aunque el pelirrojo no tiene idea de cuántos es que son los miembros de la familia Evans McGonagall, intuye que no son para ellos todas esas bebidas.

 

¡Hey P-ko! Puedes dejar la bandeja conmigo.

 

Melrose había hecho su aparición tan sorpresivamente que tanto Rory como P-ko se sobresaltaron y esta última dejó caer la bandeja, produciendo un estrép.i.t.o monumental en la sala. Desde arriba, alguien la llama, y Rory reconoce la voz de Matt, pero antes que puedan hacer algo más, Melrose ha cambiado drásticamente su expresión y la ve alejarse en dirección al jardín trasero. Es indudable que algo está pasado ¿pero qué es? Se limita a aseuntir cuando P-ko, tras recoger los trastos ayudada por su magia (sumamente eficiente), le guía por un pasadizo, para dejarlo en una sala contigua a la cocina. Desde allí, el aullido de un lobo pone los pelos de punta al hombre, pero la elfina le dice, en tono críptico, que solo permanezca dentro, por su propia seguridad.

 

Él lo acata, incluso cuando escucha más pasos en el pasillo, pero permanecer allí no parece lo más correcto, ni cristiano, cuando ya es evidente que afuera se está llevando una batalla. Así que se persigna, toma una gran bocanada de aire, y entonces, empuñando la varita sale. Desde donde se encuentra, es claro que los enfrentamientos se están dando por los dos ingresos del castillo, pero la figura de ocho hombres frente al herido Matt es demasiado poderosa como para no acudir en su ayuda.

 

Los hechizos aturdidores ¿ayudarían? Está por lanzar el primero, pero un nuevo aullido se deja oír. Y esta vez ve con claridad quien es la que lo ha emitido.

 

Melrose Moody.

 

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Matt Ironwood.

 

¿Melrose? La fugaz referencia de Helen de que una de las sombras que se arremolinaban del patio se trataba de la Moody lo descolocó completamente, trató de observar los rostros de de las ocho figuras bajo la luz parpadeante y amarillenta del círculo de llamas que había conjurado, pero sin mucho éxito, las sombras estaban inquietas.

 

Y molestas. Observó ademanes amenazantes, voces fieras que gruñían maldiciones y movimientos de varita, a lo cual el Ironwood se dispuso a responder, lo habían dejado solo, Helen ya no estaba a su lado ¿A donde había ido a parar la bruja? No creía que hubiera huido… ¿o si?.

 

El sonido siseante del fuego apagándose apaciblemente captó la atención del castaño, el cerco de llamas que rodeaba al grupo de intrusos se había extinguido y una voz se alzó por sobre el desorden, una voz conocida, una voz que agradecia escuchar, Melrose.

 

La figura de la bruja se adelantó al grupo que la rodeaba y bajo la luz de las antorchas de la puerta principal trasera del castillo, las facciones de su rostro se iluminaron en un juego de sombras y luces, mostrando a una mujer cansada pero decidida.

 

-Melrose - Matt bajó la varita pero la mantuvo fuertemente sujeta, no se sentía del todo cómodo con la presencia de las otras siete figuras que se mantenían en la sombras de aquella noche - ¿Quienes son? - la pregunta no tardó en formularse, necesitaba despejar aquella incomodidad del desconocimiento, la situación en el país en aquella jornada era más que tensa como para seguir sumando sorpresas.

 

Pero la respuesta no llegó a darse, unos aullidos proveniente del frondoso bosque que se alzaba antiguo y extenso en los lindes de los terrenos Evans llenaron el aire frío de aquella noche. Una escalofrío recorrió la espalda del mago al sentir aquel llamado bestial, pese a generarse en la distancia parecía que la criatura que lo provocó estaba detrás suyo.

 

Todos los presentes se giraron hacia los robustos árboles, incluso Rory, el predicador acaba de aparecer bajo del marco iluminado por las antorchas de la enorme puerta trasera. Algo avanzaba hacia ellos, la tensión iba en aumento, Matt levantó nuevamente la varita mientras trataba de distinguir qué era aquello que se movía entre el denso follaje.

 

Tras unos segundos de incertidumbre las figuras comenzaron a emerger de entre los árboles nudosos y arbustos bajos, rápidas y ágiles avanzaban salvaje e inexorablemente directamente hacia ellos, un nuevo aullido quebró el aire acompañado por gruñidos, los licántropos saltaron con facilidad la verja que separaba los bosques de los cuidados jardines y comenzaron a subir la alta colina en donde se alzaba el imponente castillo.

 

Matt contó unos nueve, pero podría estar errado, las criaturas se mueven rápidamente y la oscuridad de aquella nublada noche dificulta aún más la tarea de comprender con cabalidad que era lo sucedía.

 

Instintivamente repitió el ultimo encantamiento que había utilizado, un alto muro de brillantes llamas rojizas y doradas se alzó a unos cinco metros de distancia, creando un frente de fuego como primera defensa.

 

-Desde el castillo podremos defendernos mejor - sugirió en voz alta para hacerse sentir por encima de los aullidos, gruñidos y el crepitar del fuego. Tenían que aprovechar la sólida y magica seguridad que les brindaba la enorme edificación a sus espaldas, de seguro habría mecanismo de protección para cerrar a cal y canto el castillo, además de poder atacar desde los parapetos y torretas que se extendían por toda la construcción.

 

El ojiazul observó la enorme puerta detrás, si entraban y lograban trancarla, quizás con un Duro, podrían permitirse uno segundos para organizar una defensa. ¿Quien desató a los hombres lobos? ¿Acaso el ministro Black permitió en conjunto con la caida del estatuto que los licántropos desataron su ira sobre la sociedad? Pues si con eso pensaba que solo afectaría a los nomajs… otro nuevo groso error en su gestión para anotar en el lamentable legajo que estaba dejando.


@@Rory Despard @@Helen Evans @

 

 

 

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