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Meteorología Mágica III


Xell Vladimir Potter Black
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Retorcí las manos, muy insegura de mí misma. La última vez que había impartido aquella clase había sido en mayo, tenía poca experiencia. Era la tercera vez que daba Meteorología y las dos primeras habían acabado de forma catastrófica. Y no acabaron con muertes por pura suerte. Ahora, hoy, sabía que tenía a mi prima Helike entre el alumnado. Estaba asustada. Todas las clases que había hecho con familia habían sido verdaderos desastres.

- Al menos no estará la tía Sagis - murmuré, mirando por el amplio paisaje de la Torre de Astronomía.

Había pedido permiso para dar mi clase allá arriba. Esperaba que en aquella amplia terraza al aire libre no tuviéramos peligro de que se resquebrajara el techo.

- Aunque aún podría venir de oyente, para meterse con la prima Helike. No le parece bien que sea su futura nuera...

Volví a retorcerme las manos. No quería llamar al mal tiempo... ¡Hablando del mal tiempo... A lo lejos, unas enormes nubes algodonosas iban adquiriendo un color grisáceo que me gustaba. ¡Oh, no, no me gusta el mal tiempo! Prefiero un buen día soleado y sus rayos tocando mi piel, descalzarme y pasear sintiendo el césped en mis pies desnudos. Esos eran mis días preferidos. Pero para la clase de Meteolorogía Mágica era uno de los mejores días. Con aquel tiempo, mal tiempo, podría explicar mejor la implicación de variar el tiempo y provocar cambios más agradables. Sonreí, podría ser una gran clase, siempre que la prima Helike me hiciera caso y no se comportara con los locos de la familia. Tomé el pergamino que había dejado el primo Elvis y re-leí los nombres de los alumnos.

 

@@Spectum Crouchs
@
@

 



Sólo conocía a la última, la que más me preocupaba. Solté un suspiro y un relámpago iluminó, a lo lejos, el horizonte. Sería una buena clase si nada ni nadie lo estropeaba. Sentí pasos. Los alumnos debían haber sido avisados de que haríamos la clases allá, en la torre de Astronomía. Así lo había dejado escrito en la pizarra de la clase, para que subieran hasta allá.

Otro relámpago.

- Bienvenidos... Tal vez os guste saber que, si se acercan, podríamos atrapar rayos. Son muy fuertes e incrementan la energía de los hechizos. Además, sirven para iluminar las mansiones de forma gratuita si sabes como manipularlos.

Esperé que llegaran y se presentaran, mientras las nubes se hacían más grises y se iban acercando.
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off: buah, no me acordaba que también soy alumna en tu clase, gracias por arrobearme! jajaja

on:

 

¡Menudo mes tenía!

 

Daba clase de pociones, también las del Libro de la Fortaleza y ahora recibía la de Meteorología Mágica. Sería unas semanas interesantes eso, sino acababa agotada al empezar las mismas...

 

Había sido avisada gracias a una lechuza pequeñita y blanca que era propiedad de la Universidad. Aún me sorprendía la fortaleza de esas pequeñas aves que tenían para atravesar el peor clima y sobre todo el que se había instaurado en Inglaterra. Recogí el sobre lacrado y mi prima Xell me informaba de que las clases se darían en la zona más alta del lugar docente.

 

¡En la de Astronomía!

 

¿Qué locura le había llevado a tomar esa decisión? Seguramente a causa de mis familiares. Seguro que no quería tener que andar reparando desperfectos causados por la magia indebida, o siendo de meteorología mágica, a causa de tornados.

 

Me di un baño relajante mientras observaba a través de la ventana del baño, cómo las tormentas se acercaban peligrosamente a Ottery. No dudaba que la rubia, aprovecharía la ocasión para enseñarnos los efectos de los rayos y el poder que tenían éstos. Esperaba que no acabara fulminada por uno de ellos. Sabía que la bruja tenía gran poder pero, ¿sería capaz? Bueno no dudaba en ningún momento en que así sería.

 

Si cuando quería tenía un carácter de los mil demonios.

 

Con éstos pensamientos me sequé rápidamente y me puse las prendas que siempre usaba por comodidad y que mi elfina me había preparado anteriormente. Botas de piel de dragón, pantalones vaqueros, una camiseta y una cazadora de cuero impermeabilizada para que no se mojara. Me até el pelo en una cola de caballo alta y puse en el cuello el monedero de piel de moke con muchas cosas, por si las necesitaba... También útiles de escritura.

 

En cuánto estuve lista, agarré mi varita de álamo temblón de grano fino, era la mejor para realizar hechizos potentes. Me desaparecí del Castillo Rambaldi para hacerlo en la Universidad. Hasta allí el tiempo me volvió a sorprender de nuevo.

 

Generalmente el sol brillaba en lo alto e iluminaba con fiereza todo aquellas cosas que estaban a su alcance. Pero hoy no, ¿sería cosa de la rubia? Pensé en esos instantes. A lo lejos había y parecía que caería una buena tormenta. Grandes nubarrones oscuros así parecían confirmarlo.

 

Recordé que las clases se darían en la Torre alta de Astronomía y para allá me fui después de atravesar pasillos y subir escaleras que giraban y giraban hasta que abrí la puerta y vi una zona llana. Había llegado.

 

Allá estaba ella. De momento sola, y esperando suponía a que viniesen más alumnos.

 

- ¡Hola prima! Menudo tiempo ¿no? - pregunté yo- y eso que generalmente hace bueno cuando llego a la universidad - comenté un poco preocupada.

 

Di un bote al sentir cómo un rayo había caído cerca de nosotras iluminando con un color violáceo la zona en la que estábamos.

 

- ¡Maldita sea! - solté yo. Otro rayo había caído y parecía que no tenían intención de acabar, sino más bien que iría a peor.

 

Todo ésto me daba muy mala espina, demasiado. Esperaba que al final del día no acabara achicharrada.

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Hace un par de semanas había acudido a la Universidad para anotarse y adquirir un conocimiento; ya era tiempo de aprender algo nuevo y que mejor manera de hacerlo que aprendiendo una de las cosas que más le gustaba, meteorología. La joven daba por sentado que no sería una clase normal en la que aprendería el funcionamiento del clima tal y como lo hacían los muggles, sino que estaba segura que utilizarían magia.

 

La lechuza le llegó un par de días antes de que la clase diera comienzo y al parecer la profesora usaría el aula en la que se impartía Astronomía. Estaba ansiosa, ya quería aprender todo acerca del clima y como controlarlo, solo esperaba que en algún futuro le sirviera de algo, ya que en le habían dicho demasiadas veces que no debía jugar con la naturaleza, pero ahí estaba, esperando a que el día llegara, su único objetivo era aprender.

 

Es el día…— susurró con una pequeña sonrisa en sus labios que se esfumó tan pronto se acercó hasta su ventana; el día estaba horrible, en cualquier momento se largaría a llover, aunque eso era normal en el Castillo Targaryen, quizás en la zona donde se encontraba la Universidad el clima era distinto.

 

Se dirigió a su armario para escoger ropa cómoda. Un pantalón de jean negro, una remera al cuerpo y un par de zapatillas. Lo siguiente que hizo fue preparar un bolso pequeño al cual hechizo para que pudiera guardar dentro de él cualquier cosa sin importar el tamaño, por lo que después de guardar un par de cosas se lo colgó en la espalda. Su varita estaba como siempre en su diestra, pero al notar que en ese momento no la necesitaba la guardó en el bolsillo del pantalón.

 

Al tiempo que visualizaba los jardines de la Universidad giraba sobre sus propios talones para que la desaparición funcionara. Y así fue, en tan solo un par de segundos sintió como una fuerza extraña la succionaba desde el ombligo para hacerla aparecer en los jardines de la Universidad. Para su suerte había aterrizado de pie y no como casi todas las veces que terminaba golpeándose.

 

Caminaba dando pasos largos, ¿Estaría llegando tarde? No lo sabía, y tampoco había traído su reloj de muñeca, por lo que esperaba llegar a tiempo para el inicio de la clase. Y fue en ese momento en el que se percató de que allí también estaba nublado, de hecho el color de las nubes era más fuerte que de donde venía, probablemente se desataría una tormenta. La lluvia le encantaba, era cuando más tranquila se sentía. Mientras se concentraba en sus pensamientos ya se encontraba frente a la puerta de la torre más alta, no sabía ni como había llegado hasta allí sin perderse.

 

Abrió la puerta con delicadeza justo al tiempo en el que otra mujer llegaba, al parecer ambas mujeres se conocían. —Atrapar rayos…— se dijo a sí misma, la idea le parecía interesante aunque algo peligrosa, nunca se había acercado a uno por miedo a que algo le pasara.

 

Buenos días— saludó con una sonrisa algo tímida—Me llamo Romina Targaryen, tengo quince años y decidí tomar esta clase porque me interesaría aprender más del clima y su manipulación con la magia— se presentó; ¿Debería decir algo más? ¿Sería la más joven del grupo? No tenía idea, pero espero a que la clase diera comienzo, mirando por la ventana.

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A lo lejos por las alturas de la torre de Astronomía los presentes podían escuchar un suave susurro del viento, una nube de polvo desplazándose a la luz del día. Pero sin embargo, ese día no había viento y el polvo por así llamarlo no se posó. Parecía arremolinarse en el mismo sitio, congregándose en una de las barandas de la torre de astronomía. Los presentes se quedaron viendo.

 

Aunque seguía sin correr viento, el remolino se convirtió en un minúsculo tornado de magia oscura, algo estaba cobrando forma en su interior. Unas motas negras giraban a un ritmo vertiginoso hasta una altura de casi dos metros, para ser exacto un metro noventa y cinco. El tornado resplandecía con un color azul iridicente. Salieron disparadas unas chispas que danzaron de un lado a otro del suelo e hicieron gritar a estas.

 

Empezó a perfilarse la silueta de un hombre, o algo parecido a un hombre. Proyectó un chorro de luz azul en todas las direcciones, y ni siquiera Xell fue lo bastante rápida para taparse los ojos. Cuando volvieron a mirar ante los presentes se erguía una figura que no se asemejaba a nada que hubiesen visto. El hombre parecía tallado en mármol negro pulido o moldeado en metal líquido. Su ropa no era tanto ropa como piel, aunque parecía llevar zapatos; era imposible adivinar su sexo.

 

El cuerpo entero brillaba todo de negro y los contornos se dibujaban con nitidez. Era esbelto, de músculos perfilados, desde los hombros hasta las piernas pasando en su pecho en uve y su estómago. Aunque sucedía algo con esa piel. Al principio, el hombre, demonio o estatua hecha de carne había reflejado la luz del sol como si fuera de acero bruñido. Ahora solo resplandecía algunas partes: los semicírculos de sus bíceps, las rayas horizontales de sus abdominales. Las otras perdieron su brillo hasta adoptar un negro mate.

 

Lo más terroríficos era la cara del hombre. Parecía menos humana incluso que el resto. Un pequeño tajo por boca, pómulos muy marcados, una masa negra de pelo, alborotado en la punta, cejas prominentes y desaprobadoras sobre unos ojos más grandes de lo normal, salidos de una pesadilla. Eran lila pálido de un crudo atardecer en otoño. Hablaban de juicio sin piedad, de castigo sin remordimiento. Mientras la figura estudiaba a las chicas sus orbes resplandecían, surgían de ellos unas volutas de humo, como si unos fuegos infernales ardieran dentro de aquella figura demoníaca.

 

- Chicas - Dijo el ser - No tengan miedo no les haré daño - Añadió el Ángel de la Noche - solo he venido para tomar la clase - al momento que el ser entraba en el aula, la ilusión había funcionado y por ahora el ser la guardo dando paso al físico de Spectum. Ahora sí podían ver de nuevo al mago de cabellos y ojos lilas que había hecho acto de presencia.

 

- mi nombre es Spectum Crouchs... Eso de tomar rayo con las manos parece interesante... Quiero aprender - Concluyó en Ángel de la noche tomando su puesto en la clase.

Editado por Spectum Crouchs

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No me había dado tiempo siquiera a saludar a mi familiar cuando alguien había entrado a la zona en dónde estábamos. Quizá no fuese prudente por ser ella profesora, a lo mejor quería mantener cierto tipo de autoridad. La verdad es que yo lo hacía igualmente cuando daba clases y algún familiar mío estaba presente.

 

A mis fosas nasales llegó el aroma inconfundible a licántropo. Para disimular lo mucho que lo detestaba (a pesar de tener cómo pareja a uno) pasé un dedo índice por debajo de la nariz. Me fijé en quién llegaba. Era una chica joven que enseguida se presentó en dónde estábamos nosotras... No sabía porqué pero se me hacía familiar. ¿Quizá del Ministerio de Magia? Pero cuando dijo su edad inmediatamente lo había descartado.

 

- Hola Romina - saludé con educación. No quería que pensara que no era educada con el resto de las personas por ser de diferentes razas.

 

Me quedé un segundo pensativa y le pregunté:

 

- ¿Eres nueva en el pueblo? Tu cara y tu apellido me resulta conocido - me encogí de hombros- puede que me equivoque - me la quedé mirando durante un momento más. La verdad es que era bastante nefasta para recordar nombres y caras. Resultaba un tanto irónico que fuera jefa en su momento, del departamento de desmemorizadores de la extinguida Tercera Planta de Accidentes.

 

- Perdón, soy una maleducada, no me he presentado - comenté con una sonrisilla- Heliké Rambaldi. Profesora de pociones - no quería dar el resto de "cargos" que tenía, era bastante fastidioso- también vengo a aprender el asunto éste del clima... - dije con amabilidad.

 

Cuando había terminado de hablar, otro potente relámpago volvió a iluminar la torre en dónde estábamos. Eso se estaba volviendo un asunto bastante peligroso. Vale sí, me gustaba arriesgarme pero no a costa de recibir unas cuántas quemaduras preferiría más enfrentarme a magos con varita que a la propia naturaleza. Ella tenía sus propios mandatos que nosotros sólo debíamos respetar...

 

Iba a seguir hablando cuando enmudecí de nuevo. Con el fenómeno adverso de antes, pude distinguir a lo lejos una silueta. Ni siquiera yo podía adivinar si era "enemigo" o amigo. Sin poder evitarlo, saqué mi varita mágica, por si acaso.

 

Hasta que resultó que era otro mago que venía a cursar también la asignatura de meteorología. Suspiré. Volvió a guardar mi varita de álamo en el bolsillo trasero del pantalón. Pero mientras lo hacía, no pude evitar mirar su cara, y el resto del cuerpo... Sí, se antojaba bastante atractivo, pero cómo siempre mi cabeza << Deja de mirar lo que no debes, ya tienes a Matt>> chasqueé la lengua fastidiada... Mi conciencia a veces me daba esos reclamos y en ésta ocasión tenía razón.

 

Pero me puso nerviosa. A lo mejor era porque sentía cómo tenía un aire un tanto siniestro y atrayente cómo todo lo demás. Pero cómo me había pasado con Romina no dejaba de pensar que lo había visto en algún lado...

 

- Así que Spectum - susurré yo - Oye, ¿no nos hemos visto antes? - mi mala memoria siempre me jugaba esas pasadas. Si no estaba con una persona días seguidos entonces en mi cabeza se esfumaba rostro y familia cómo todo lo demás. Quizá lo hubiese conocido dentro del bando. Pero quién lo sabe. En él había muchísimas personas y tampoco las había conocido a todas. Entonces bien pudiese ser, que fuese o en el Ministerio o si me atrevía a pensar en el Caldero Envenenado.

 

Aclaré la garganta. No quería que pensara que era una boba. Me presenté tal y cómo lo hice con mi recién llegada compañera de estudios.

 

- Heliké Rambaldi. Profesora de pociones - ensanché una sonrisa. No podía evitarlo, estaba orgullosa de dar esa asignatura.

 

- Sí, aquí todos estamos interesados en el arte de aprender a controlar el clima - dije con amabilidad. Sólo esperaba que no fuese cómo muchas otras veces, arisco y un tanto sacado de quicio.

 

Rebusqué en el morral de cuero que tenía colgado al cuello. Necesitaba un trago y me daría igual las protestas de mi prima. Necesitaba templarme y sabía que el whisky de fuego lo haría. Saqué una pequeña petaca de plata con el emblema de la familia Rambaldi, y le di un trago bastante grande. Al menos lo había encantado en su momento para que tuviese bastante capacidad de almacenaje. Después de eso, ya me encontraba algo mejor... Lo volví a meter en el lugar de dónde lo había sacado.

 

- Oye prima - me dirigí a la profa, aunque a lo mejor quería que le dijera profesora... - Em, ésto parece que se está poniendo feo... ¿Cuándo empezamos? - pregunté ahora con una gran sonrisa.

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La prima Helike fue la primera en llegar. Su presencia me alegró y me atemorizó a la vez. Tendría que obligarla a que me prometiera portarse bien.

 

- El tiempo es maravilloso, yo creo que es ideal para una clase como esta.

 

Me apoyé en el borde de la terraza y aspiré el aire.

 

- Huele a humedad. Eso es importante. Cuanto más humedad, más posibilidad de tormenta lluviosa. Cuando no huele, suele ser un signo de nieve o granizo. Prefiero la lluvia. No tendrás miedo de los rayos, ¿verdad, prima?

 

Enseguida aparecieron los otros alumnos, parecían impresionados por la posibilidad de cazar rayos. Sonreí. Era una técnica difícil y maravillosa, pero primero tendría que enseñarles unas normas básicas de Meteorología. Aún estaba algo atemorizada por la forma de aparecer el último alumno. Me producía algo de repelús y se me puso la piel de gallina. Me froté los brazos, para evitar ese efecto, seguí sonriendo aunque no me gustaba aquel muchacho. Su aura era oscura, de aquellas que, si encuentras en un callejón, la prudencia te indica que des media vuelta y te alejes cuanto antes.

 

Pero tenía a tres alumnos y no podía juzgar a quien enseñaba, sólo intentar que entendieran que el uso de la Metereología era sagrado y que toda manipulación atmosférica tenía un precio, por lo que siempre debía usarse para el Bien. Algo me decía, sin embargo, que el muchacho no iba a seguir mi razonamiento. Cuando me fijé en sus ojos lilas, un recuerdo de un lejano pasado, de cuando yo estaba en la Orden, me hizo estremecer de nuevo.

 

- Bienvenidos a mi clase. No se pueden coger los rayos con la manos. Incluso con los guantes de dragón es peligroso exponerse más que unos segundos. Por eso necesitaremos recipientes especialmente tratados para este uso. Pero eso será más adelante. Tenéis que saber...

 

Helike hablaba, se presentaba junto a la otra chica, Romina, dijo que era profesora de Pociones. Hice un ruidito con la boca, como si me aclarara la garganta.

 

- Empezamos ahora mismo, Helike. Vamos a aprender los principios básicos para provocar cambios en la climatología y necesito que estéis muy atentos a mis explicaciones, porque... La meteorología es simple, sencilla, obedece más a un estado de ánimo que a un poder mágico. Cualquiera que sepa el hechizo básico cambiará el tiempo que hace en su calle, o encima de su cabeza, pero se necesita mucho autocontrol para controlar el cambio y poder aprovecharlo, para que sea productivo.

 

Respiré hondo. La tormenta se acercaba.

 

- Siempre pensé que esta asignatura va ligada con el amor a la Naturaleza, el medio ambiente, las sacerdotisas, el amor a la vida en resumen. La Naturaleza se autocompensa ella solita, por lo que nuestra injerencia en el clima ha de ser la mínima posible. Quiero que tengáis una cosa muy clara: el jugar con ella se paga. A veces, se paga muy caro. Me gustaría saber, por eso, que todos dijerais el motivo que os ha llevado querer aprender esta asignatura.

 

Esperé sus respuestas. Siempre ansiaba conocer los motivos de los alumnos para apuntarse a esta asignatura. Pero, estaba segura, la explicación del muchacho no iba a gustarme. Lo intuía.

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Esperé pacientemente las indicaciones de Xell para empezar las clases, pero lo que me sorprendió fue su pregunta. Medité durante unos segundos mientras a nuestro alrededor los rayos caían sin cesar. No dudaba por nada que de algún momento a otro empezase a caer agua copiosamente pero parecía que esa tormenta era sólo eso, tormenta.

 

No podía evitar dar pequeños saltitos al escuchar el ruido procedente de las nubes cuando caían los rayos. La verdad es que me estaba enfadando y no me gustaba para nada. Debía de tener el temple y la cabeza fría para manejar el poder natural con las indicaciones que mi prima nos daría para usar eso sin sufrir leves quemaduras.

 

- Bueno, la verdad es que no me gustaría achicharrarme las manos - comenté con un tono gracioso, al ver cómo decía la rubia que los guantes no nos serían muy útiles.

 

- ¿El motivo? Pues ... Cómo todos supongo. Conocer y aprender el poder de la naturaleza, y aunque sé que muchos lo usarían en su propio beneficio... También estaría demás usarla cómo defensa. ¿Qué pasa si nos atacan en casa y no tenemos nuestra varita a mano? - me encogí de hombros. Sabía que nuestra tutora se acordaría del ataque efectuado en la mansión Vladimir y cómo tía Sagitas, hábilmente había hecho una especie de danza de la lluvia para atraer a los rayos, defendiéndonos de los intrusos.

 

- Y además, no sólo eso. Si algún día sufrimos de una fuerte sequía eso sería motivo más que suficiente para que la propia naturaleza nos trajese la bendición del agua - comenté sin decir mucho más. Seguro que mis compañeros tenían otro tipo de respuestas. Yo no creía en temas de dioses ni mucho menos, pero intentaría aprovechar los dones naturales para sacarles algún provecho. No podía evitarlo, además que me llamaba poderosamente la atención.

 

- Entonces, si los guantes de dragón no sirven ¿cómo lo haremos? - Inquirí curiosa. A saber lo que nos depararía el resto de la clase que ya estaba impaciente por empezar. Y aún así, no podía evitar mirar extrañada y fascinada al mismo tiempo, al hombre que se hacía llamar Spectum... Al mismo tiempo que me daba algo de repelús también me producía cierta atracción rara... Debía de pensar en otras cosas y dejarme de tonterías.

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- Es un placer conocerla señorita Helike... - Susurró - Puede que nos hayamos visto aquí en la Universidad ya que soy profesor de Defensas Contras las Artes Oscuras o en su defecto en Hogwart ya que doy la materia de Introducción a la Magia, aunque allí somos pocos los profesores -

 

El Ángel de la Noche miró a la profesora a sus orbes parecía una persona muy tierna y muy en el fondo se sentía atraído por ella, mirar a sus orbes era como perderse en una paradisiaca playa del Caribe. En realidad era muy hermosa tanto que solo por eso la clase se tornaría interesante. Mattews se colocó detrás de Spectum Invisible a los ojos de todos aunque el problema eran los truenos, estos cada vez que iluminaban el aula mostrarían la sombra del demonio junto al Crouchs.

 

Hizo un reverencia para luego escuchar lo que tenían que decir. El atrapar rayos era algo que se estaba volviendo casi una obsesión para el mago, solo imaginaba todo lo que podía hacer si en realidad alguien pudiera ser detenido por medio de la magia. en ese momento la profesora hizo una pregunta y Helike era la primera en responder cuando terminó el Ángel de la Noche dio un pase adelante para pedir la palabra.

 

- Antes que todo quiero disculparme por haberle asustado de esa forma señorita Vladimir no fue mi intención de verdad - Clavó sus liláceos orbes en los azules de la chica y prosiguió - He elegido esta materia porque amo la naturaleza, amo el poder que tiene, si la naturaleza se vuelve contra nosotros no hay nada que podamos hacer para repelerla. Por ejemplo: ¿Que podemos hacer contra un terremoto, un maremoto, un tornado, un tsunami? Nada.. Somos tan insignificante que si la naturaleza lo desea con solo levantar una uña nos aplasta y controlar estos poderes harían sentir el verdadero sabor del poder -

 

En ese momento un relámpago golpeó cerca del lugar iluminando el aula y para sorpresa de todos se reveló el demonio tras del Crouchs por tan solo un segundo que duró la luz en el aula. Una escena realmente chocante.

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Cada uno de los alumnos dio su versión sobre el motivo de cursar Meteorología. Helike parecía pensar en usarla como Defensa de la mansión, como una forma de obtener agua en caso de sequía y seguro que si no la interrumpía, sacaría más motivos egoístas.

 

La respuesta del chico fue, sin embargo, la más acertada y la más inesperada para mí. Me sorprendió, sin duda, que tuviera una visión tan bonita de la Madre Naturaleza. Le sonreí, algo emocionada por la explicación.

 

- Somos insignificantes ante el poder de la naturaleza, pero también podemos conocer un poco la magnitud de su poder y adecuarlos a las necesidades del momento. No debemos usarlo en nuestro favor. Eso no sería ético y hasta, en algunas ocasiones, contraproducente. Es por eso que los meteorólogos hemos prometido usar nuestros conocimientos para evitar desastres naturales y salvar vidas humanas, no para nuestro propio beneficio.

 

Un relámpago iluminó nuestra posición y, ¡Oh, Diosa!, creo que me pareció ver una sombra demoníaca detrás del Señor Crouchs. ¿Lo había imaginado? Me quedó una sensación irreal de mentira y no supe qué decir. ¿En verdad Spectum pensaba lo que había dicho o sólo había dado la contestación que yo quería oír?

 

- Bueno, vamos a aprender los hechizos básicos para modificar el clima. No me voy a parar en detalles como los termómetros, barómetros, pararrayos y otros términos técnicos. Me interesa la aplicación mágica más que las definiciones que podéis encontrar en los manuales.

 

Saqué la varita e indiqué a los alumnos que me imitaran.

 

- La meteorología mágica puede usarse en dos direcciones: originar algún fenómeno que sirva para cubrir una necesidad, como el hacer que llueva cuando hay sequía, como digo la prima Helike con anterioridad. Pero también el aprovechar los fenómenos naturales para canalizar la magia. Esta última posibilidad es más peligrosa y destructiva. El uso más frecuente es, como también ha dicho Helike, redireccionar los rayos hacia las muralllas de fortalezas enemigas. Era muy usado en la Antigüedad. Hoy en día quedan pocos "cazadores de Rayos".

 

Sabía que estaba repitiendo la lección que me había dado mi profesora cuando yo aprendí este conocimiento. Ella me enseñó que siempre llevara encima los guantes de dragón. Repartí los que había preparado entre los alumnos, aunque les indiqué que aún no se los pusieran.

 

- De momento, sólo miraréis, no quiero que toquéis la electricidad hasta que esté segura que no os va a suceder nada. Os aconsejo que hagáis un Impervius a la ropa y al cabello o acabaréis muy mojados. Empieza a llover.

 

Las primeras gotas acompañaron mis palabras.

 

- He traído tarros para guardar los rayos. Son fáciles de conseguir en cualquier tienda donde venden calderos, también son de peltre. Estos están tratados con hechizos selladores para impedir que el rayo se escape. Pero también hay que usar un hechizo propio para atraerlos. Por sí, los rayos caen donde quieren o donde se sientan atraídos, así que nosotros los atraeremos hacia los tarros. Comprobar conmigo las medidas de seguridad reglamentarias.

 

Me puse los guantes de dragón y entrecrucé los dedos de las dos manos, para que quedaran acoplados a ellas sin que hubiera aire dentro. Después les enseñé los zapatos, con una suela de protección.

 

- Sobre todo, los pies siempre en el suelo, porque si algo falla, la tierra hace de aislante y el rayo nos atravesará, pero no se quedará dentro. Un cuerpo puede recibir el impacto de un rayo y sobrevivir si éste pasa de largo y entra en la tierra. Pero si se queda dentro, explotará como si fuera una traca.

 

Me estremecí. Había tenido la suerte de nunca ver eso; tampoco quería verlo, por eso no quería que los chicos hicieran el experimento hasta que me vieran a mí hacerlo.

 

- Sujetaremos el tarro en un hueco en el que enterraremos al menos la mitad del mismo, por si explotara por la presión, que no salga disparado ningún pedazo de peltre. Ha sido tratado con un hechizo endurecedor y resiste todo tipo de impacto pero nunca se sabe como se puede comportar un rayo.

 

Puse el tarro abierto, con la tapa colgando de un lacre en uno de los lados, dentro de un hueco redondo que había preparado con anterioridad.

 

- Mi profesora hizo agujeros en el suelo, junto a un árbol. Recordar que los árboles son los lugares más usuales donde caen los rayos, así que en tiempos de tormenta, nada de refugiarse bajo uno si no queremos ser fulminados. Ahora, tenemos que tener rapidez. Varita preparada... En cuanto aparezca el rayo, lo dirigimos con la punta de la varita y con el hechizo "Fulmine". A ver, todos conmigo, "Fulmine".

 

Esperé a que apareciera la luz en el cielo oscuro y la señalé con la varita.

 

- Fulmine - y dirigí la varita hacia el tarro.

 

Un enorme rayo siguió la dirección que había marcado y entró de forma muy violenta en él. Al instante, la tapa de cerró. Una enorme luz se escapaba en todas las direcciones, moviendo el frasco dentro del hueco hasta que, poco a poco, se fue apagando.

 

- ¿Veis? Ante todo, seguridad. Aún dudo si no debiera haberos puesto gafas protectoras... Si os acercáis y lo tocáis, veréis que está muy caliente. Casi quema. ¡Con los guantes de dragón, sobre todo! ¿Queréis probar ahora vosotros a atrapar algún rayo?

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Sonrió cuando una chica se acercó hasta ella y luego se quedó pensativa tras escuchar su pregunta seguida de su nombre y apellido que le resultaba muy familiar. Estaba segura que ya se habían conocido con anterioridad. Uno de sus recuerdos más lejanos sobre su llegada al mundo mágico había sido el trabajo en el cual se había metido, en el Departamento de Accidentes, en el cual había conocido a varias personas que estaba segura que nunca olvidaría en su vida, ya que el trabajo en esa planta había sido un tanto raro, o así lo recordaba.

 

Si mal no recuerdo, nos conocimos en el Departamento de Accidentes— le dijo minutos antes de que la puerta de la Torre de Astronomía se volviera a abrir.

 

La llegada de un… bueno, no podía describir lo que acaba de ver, pero era el tipo de persona que no le caía para nada bien o al menos eso fue lo que sintió al verlo entrar y transformarse repentinamente de esa forma. Esperaba no tener que cruzar a Spectum en alguna otra ocasión, o al menos no de esa forma. Pero ya no podía dar marcha atrás, estaba en esa clase para aprender y así tenía pensado hacerlo hasta el final.

 

Escuchó atenta las palabras de la profesora, que también se le hacía una persona familiar, estaba segura que la conocía o al menos que la había visto en su primer trabajo. Todo lo que decía le llamaba la atención, no sabía porque, pero el hecho de poder controlar el clima era algo que muchos muggles deseaban y con tan solo pensar que en esa clase aprendería a hacerlo se sentía muy bien. Luego de escuchar por qué tomaban la clase de sus compañeros se dispuso a hablar, esperando que no tuviera que explicar tantos detalles ya que ni ella misma lograba entender muchas de las cosas que le pasaba.

 

El motivo por el que he decido tomar la clase no solo es para aprender a controlar el clima y todo lo que tenga que ver con eso…— comenzó, aunque no estaba del todo segura si esas cosas se decían o no a personas que acababa de conocer —Pero tengo ciertas sospechas de que soy sacerdotisa, por lo que me gustaría complementarme más con la naturaleza y creo que aprender meteorología es una buna forma—. Explicó esperando que eso fuera suficiente, pero algo que no comentó y prefirió guardar para sí misma fue que en parte la clase le ayudaría a descubrir cuál es el elemento de la naturaleza que controlaba en realidad.

 

En una de las explicaciones que Xell estaba dando, un relámpago ilumino una parte del aula y notó algo extraño detrás de Spectum que hizo que la piel se le erizara, pero decidió olvidar eso, pensando que solo sería su imaginación, solo quería seguir prestando atención a la clase y no tener ese tipo de distracciones. Una de las primeras indicaciones fue sacar la varita y así lo hizo, sacándola de uno de sus bolsillos y tomándola fuertemente con su diestra, así se sentía más segura.

 

Los guantes de piel de dragón tenían una especie de sujetador con el cual logró que estos quedaran atados a sus muñecas hasta el momento en el que tuviera que utilizarlos, aunque al final de la clase estaba segura que tendría que comprarse uno de esos si quería repetir lo observado y trabajado en clase.

 

En ese momento y con un rápido movimiento de la muñeca logró apuntar con su varita al pequeño bolso que llevaba para sacar de él un pequeño libro y un bolígrafo apara apuntar en él todo lo que podía, eso le serviría en algún futuro por si olvidaba algo, o estaba mucho tiempo sin practicar aquello. —Impervius— el susurró fue casi inaudible a causa de los ruidos de afuera, por lo que nadie la había escuchado, pero al menos eso haría que su ropa y cabello no se mojara, o eso es lo que a profesora había dicho.

 

Anotó en un rincón de la hoja los hechizos y las medidas de precaución a la hora de atrapar un rayo para luego guardarlo nuevamente en su bolso y sacarlo solo cuando fuera necesario. Había colocado el frasco en un agujero que se encontraba en la tierra, ahora solo quedaba esperar que llegara un rayo para ver cómo es que se atrapaban, era lo que quería ver desde su llegada a la clase.

 

Fulmine— repitió el hechizo que la profesora decía, para luego observar con atención los movimientos que esta hacía. Y fue así, como en cuestión de segundos, logró ver como un rayo caía haciendo un estruendo en el frasco que no paraba de emitir luz y dar pequeños saltitos, pero aunque eso pareciera peligroso no dudo ni un segundo en acercarse y ponerse los guantes de piel de dragón para poder comprobar que el frasco estaba caliente.

 

Tengo unas dudas. ¿Solo se pueden atrapar con ese tipo de frascos? ¿Y qué pasaría si quisiéramos soltar el rayo? ¿O queda atrapado para siempre?— las palabras escaparon de su boca después de haber estado las preguntas un par de veces, pero lo que más quería era atrapar al menos un rayo. —Y la verdad que sí, me gustaría al menos atrapar un rayo— comentó con una sonrisa en el rostro, no veía la hora de hacerlo.

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