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vs Edmund Browsler


That is not my name
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Los días habían transcurrido sin mayores inconvenientes, después del último encuentro que tuve con el viejo Sean todo parecía indicar que las cosas se quedarían en el pasado hasta, al fin, pudimos concretar un día para volvernos a escapar de nuestras ajetreadas vidas y reunirnos una vez más para entrenar nuestras habilidades con la varita, en el mismo lugar, en la Hacienda Tonks.

 

Era el mismo escenario: un tablero gigante de ajedrez. A diferencia del que se jugaba normalmente, las enormes piezas, de dos metros de altura más o menos, no se movían a la orden del mago, sólo estaban como decorado al ser estatuas de metal de media tonelada de peso, con las formas de grandes magos conforme a su etiqueta (peón, torre, alfil, etcétera.)

 

Las casillas medían un metro y medio por cada lado, teniendo un espacio total de ciento cuarenta y cuatro metros cuadrados, sin embargo podíamos pasar entre las estatuas porque no ocupaban todo el espacio de cada casilla. Aprovechando esto, me coloqué hasta el otro lado de la habitación, contraria a la puerta, para que tuviéramos una distancia de once metros al menos de separación entre ambos contrincantes y al menos unos dos metros con cincuenta centímetros de los primeros peones a cada lado. Del techo no había porque preocuparme al tener una altura de seis metros con un solo enorme candelabro en medio que alumbraba a la perfección nuestro 'campo de batalla'.

 

Esperé pacientemente a que mi contrincante apareciera, otra vez, ahora dejaría que él comenzara con el duelo para darle la oportunidad de tener un giro diferente a mi manera de combatir, algo que me pusiera en aprietos desde el inicio y no para darle ventaja, para nada, sino para que realmente entrenáramos como se debía y probar diferentes estrategias para cuando estuviéramos en una situación más complicada en nuestra vida diaria.

 

- Silencius... - Murmuré cuando llegaba al duelo, necesitaba mantenerlo a raya.

 

@Edmund Browsler

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Edmund apareció en la hacienda cuando el día casi llegaba a su fin.

 

A diferencia de la vez anterior que visitó a su compañero no se había encontrado con ningún inconveniente en la entrada. Una de las elfinas domésticas le recibió amigablemente y le acompañó durante todo el recorrido. Su guía se detuvo frente a una pulcra puerta de madera y desapareció, indicándole que su amo le estaba esperando en el interior. Browsler colocó su mano en la perilla pensando qué había trabajo Tonks para aquella oportunidad, entonces la giró y abrió la puerta sin que esta hiciera ningún ruido.

 

Sus ojos brillaron ante el escenario que se le planteaba: un tablero de ajedrez.

 

- Vaya, vaya, Ishaya -saludó a su compañero con un ademán de mano-. Sí que te has esmerado, esto es simplemente perfecto.

 

Edmund sentía una fascinación por todo deporte mágico y amaba el ajedrez. Se tuvo que apoyar de una mano para subir el tablero de madero ya que el espesor de este llegaba hasta su cintura. Avanzó por entre las piezas metálicas que eran más altas que él, un poco más de dos metros, y por las casillas que alternaban los colores blancos y negros. Browsler se recostó a una de las piezas -un peón- mostrando una amplia sonrisa a su contrincante, quién se ubicaba en medio de dos peones al otro lado del tablero.

 

Entonces reparó en que las piezas eran de color plateado, no negras ni blancas, ¿como sabrían quién debía iniciar? La respuesta la supo cuando escuchó a Ishaya murmurar algo ininteligible y blandir su varita, pero ninguna pieza se movió. Edmund intentó hablar pero lo alcanzaba a pronunciar palabra alguno. Reflexionó que aquel tablero no era mágico y que no jugarían ajedrez, pero tendrían un duelo.

 

Sacó a Draig Goch de la túnica negra que vestía y pensó «crece-uñas». Un rayo de luz grisáceo se formó de la punta de su varita y partió hacia el pecho de Tonks, sin que nada estuviese en el camino para impedirlo. Ishaya no sabía de qué se trataba aquel hechizo, pero Edmund sí, en caso de impactar su contrincante sufriría de un crecimiento excesivo de las uñas que le imposibilitaría sostener por mucho tiempo su varita.

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Un potente rayo salió disparado de la punta de la varita de mi compañero de bando, Edmund, por lo que solo podía realizar una cción para defenderme de aquel conjuro. A pesar de que no sabía de que se trataba, no eran muchas las opciones que uno tenía al momento de lanzar no verbales.

 

- ¡Protego!

 

Sonreí cuando mi escudo mágico apareció frente a mi y absorbió por completo el poder mágico que me iba a dañar, salvándome al instante de sufrir los efectos de aquel conjuro.

 

La idea de quel encuentro era poder practicar nuestras habilidades de batalla, sobre todo porque después de mi participación en el torneo anual de duelos me pude dar cuenta que estaba más oxidado de lo que realmente quería aceptar y no había mejor manera de mejroar que con la práctica constante.

 

Pensé en un simple zancadilla para tumbar al suelo a mi contrincante, amarrándole los tobillos con un lazo mágico par ainmovilizarlo en la batalla y continuar con mi estrategia ya que estaba en una posición vulnerable. Sabía perfectamente que apenas comenzabamos, todo podría cambiar de rumbo en cualquier momento por lo que debía de estar al pendiente de las acciones de mi compañero.

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Un escudo mágico surgió de la varita de Ishaya para absorber el rayo que Browsler le había lanzado. Una vez que el creceuñas desapareció de la vista, Edmund recobró el habla, pues el efecto de su primer hechizo había finalizado.

 

- Morphos -dijo el mago enarbolando su varita.

 

A sus pies, el suelo se movía, no, no era el suelo, sino el tablero quién ocasionaba este movimiento. Browsler sólo sintió como caía medio metro hasta tocar el piso de aquella habitación, lo mismo que Ishaya y el resto de las piezas de ajedrez. Estas últimas quedaron en pie en su mayoría, siendo unas pocas las que habían caído al suelo con un golpe seco sin dañarse. El tablero de ajedrez se había convertido en un inmenso gorila adulto, este duplicaba el tamaño de Adrián y se ubicaba a sus espaldas. El animal envolvió a Tonks con ambos brazos y lo estrujó con toda su fuerza. Se escuchó un fuerte «crack». Huesos rotos, pensó.

 

Mientras realizaba aquella suposición, Tonks había realizado un hechizo que le tiró de bruces al suelo y un lazo mágico ató sus tobillospara impedir que se moviese. Edmund colocó sus manos de por medio para no estampar su rostro contra el piso. Al tiempo que esto sucedía, el gorila elevaba a Ishaya del suelo, uno de sus robustos brazos inmovilizaba a su objetivo -tronco y brazos- mientras que su otro brazo se ubicó en la boca de Tonks para impedirle realizar algún hechizo verbal.

 

- ¡Expelliarmus! -exclamó. El rayo de luz escarlata se dirigía hacia la mano con la que Ishaya sostenía su varita, la cual estaba visible pues el gorila no la obstruía, con el objetivo de desarmar a su compañero.

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¡Maldición, de nueva cuenta el Dumbledore me ponía en aprietos! Nunca había dudado de sus habilidades, pero eso no significara que siempre me sorprendiera por la manera en que algunos de mis compañeros de la Orden del Fénix podrían llegar a realizar ciertos movimientos así que, de inmediato, sentí a un oso queriéndome romper los huesos dejándome sin posibilidad de hablar correctamente por darme un bonito abrazo de oso. Literal.

 

Pensé en un orbis bestiarum provocando que un anillo rodeara a la bestia para dejarme libre en ese momento para dejar de lastimarme pero si protegiéndome para el expelliarmus de mi contrincante, pegándole en la espalda sin poder realizar nada más. El oso me liberó de su prisión y se lanzó con toda su fuerza contra su creador, dándole la orden de atacarlo ahora que andaba desprotegido siendo su segunda acción dentro de este turno de combate.

 

Pensé en una curación para no consumir acción por las heridas que habría sufrido con el primer abrazo de oso que recibía para estar nuevamente en condiciones para continuar en el enfrentamiento.

 

Edmund siempre me había parecido un enigma ya que nunca pudimos convivir dentro del bando por una u otra razón, quedándose él con una vieja imagen que existía de mi sin saber por completo la historia porque mi parte siempre había sido silenciada. Yo, por el contrario, había decidido alejarme de los líderes que llegaran al cargo por simple coherencia de valores éticos, en su momento, quitándose poco a poco dicha restricción de mi mente.

 

Aún tenía un movimiento por realizar, aprovechando el lugar, pero si él ya había logrado moverse en el duelo de forma... diferente, bien podría regresarle el favor.

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