Defensa Contra las Artes Oscuras

[Tauro M.]

No podía creer lo que escuchaba, el tipo los estaba tratando como si fueran ladrones. La oji-azul, quién había pensado bien del profesor, ahora lo miraba con odio.

 

— Si necesita de un elfo para que cuide sus pasos, creo que el ladrón aquí es otro —contestó de inmediato —Pero no se preocupe, sobreviviremos en este pequeño paseo infantil. ¿Darán dulces al final del recorrido? —pensaba que estaba tratando con alguien serio, alguien que sabía exactamente lo que hacía, pero Goderic no se comportaba como tal. Respiró hondo, le daría otra oportunidad, sino haría lo que quisiera y se perdería allí con Isaac. Siguió pensando en las muchas maneras de seguirlo insultando por su atrevimiento, de su falta de educación, pero las palabras «embrujada» y «bestias mágicas» llegaron para llamar su atención.

 

— Parece que no solo es un pobre hombre custodiado por un elfo, sino que también vive en una cueva. Pensé que ustedes, los profesores de defensa contra las artes oscuras, eran los suficientemente poderosos y autosuficientes como para poder controlar a un simple Mortífago. ¿Cómo aprendió usted? ¿Practicando con animalitos? —para otro profesor dedicado al cuidado de criaturas mágicas lo entendería —O quizás con la gran revelación de los miembros de la Orden del Fénix lograron asustarlos. Si, tal vez sea eso —comentó tranquilamente. Las provocaciones nunca habían funcionado con ella, al menos no de la manera en cómo esperaban que saltara porque la tenía sin cuidado, de hecho siempre se divertía, ya que lo suyo no eran los insultos ni las batallas verbales; lo que sea que tuviera que demostrar lo haría con hechos y no precisamente contradictorios como los Fenixianos solían hacerlo.

 

— Pero bueno, supongo que algo de talento tendrá, así que dígame ¿Cómo identificamos un objeto que esté maldito? ¿O las trampas? No pretenderá que simplemente vayamos tocando las cosas para saberlo, ¿verdad? ¡De lo contrario habría desperdiciado otros 1000 Galeones! —pese a que aun era muy pronto para decirlo, aun se sentía un tanto indignada y no precisamente por los galeones —Ilumínenos.

[Pik Macnair]

Una sensación de vacío me invadió tras el repentino roce de la Crouchs y su picara sonrisa. Podía estar casada, pero aun su atrevimiento y picardía estaba a flor de piel. Sonreí complacido, sin importar que me empujara. Podía empujarme todo lo que quería, luego quizás me permitiera poder empujarla a la mansión Macnair y cumplir todos mis fantasías.

—Si no lo robamos nosotros seguro su elfo lo hace —respondí a su comentario, comenzando a ingresar—, aunque seguramente en este viejo lugar solo encontraremos maldiciones cubiertas de formas bonitas, llamativas y brillantes. Nada de mucho valor sin comparamos contra el Magic Mall, ahí si hay cosas que valdrían la pena robar.

Poca atención le estaba prestando al que era nuestro profesor. Hablaba demasiado y cosas sin importancia, mencionando temas que no tenían nada que ver con la clase. Estaba acá para observar a Taurogirl y quizás aprender un poco sobre las defensas sobre la artes oscuras, no en un centro de ayuda para hablar de los mortífagos.

—¿Para que practicar con Mortífagos? Contra un Warlock seria más divertido, ellos tienen la culpa de los precios tan irrazonables de las clases, los libros de hechizo y demás. Ese si seria un buen nivel de practica para alcanzar.

En aquel momento seria ideal que Taurogirl se revelara. No en el sentido de quitarse la ropa y demostrar su definida figura, no, aunque me gustaría. Que revelara que fuera una de las líderess de la Marca Tenebrosa y robara la vida de aquellos dos magos. Estaba claro que no lo haría, una hechicera como ella no caería en juego tan infantil como revelarse sin traer nada positivo.

—Seguramente mandará al elfo que toque los objetos —comenté a Taurogirl, colocándome a su lado— pero entremos y empecemos a tocar objetos, es la única forma de hacer entretenida la clase.

Taurogirl había abierto la puerta con anterioridad, pasé por ella y me acerqué a una mesilla cerca de la entrada con un par de objetos. Agarré primero un cenicero y no pasó nada, lo volví a dejar donde se encontraba Luego agarré una pequeña caja y la abrí sin vacilar. Al ver su contenido la alejé de mi, dejándola sobre su la mesita.

—1000 galeones a que algo de acá está maldito —el joyero soltaba cierto destello a pesar de la poca luz. Había anillos, cadenas y un par de collares, todos de algún material que no reconocía.

[Undefined]

Escucho las palabras del profesor que había pensado en un plan para entrar con cautela en la edificación embrujada, colocando al elfo de último y él al frente, Stephanus dudo en demasía las capacidades de la criatura mágica, podría ocurrir que fuese el primero en salir corriendo. Preocupado por su seguridad, apretó en su mano derecha la arma mágica que podría ser más útil que un elfo doméstico y mucho más rápida teniendo mira directa con su cerebro y su instinto de sobrevivir en un castillo donde nada era conocido a ciencia cierta.

 

Trató de ignorar los comentarios est****os y absurdos sobre la marca tenebrosa y la orden del fénix, al parecer la gente no borraba de los pasillos de su memoria lo ocurrido en el atrio pocos días atrás y estaba de boca en boca en todas partes. La gente de la orden del fénix había decidido revelarse y dar a conocer sus ideales: nimiedades.

 

Comenzó a caminar parsimoniosamente mientras el resto parecía terminar por fin la disputa y entraba en una habitación donde el chico revisaba un joyero con cadenas, anillos, collares y demás cosas, probablemente de alguna mujer que había vivido allí. No le sorprendió la idea de que tal vez se había suicidado en ese mismo cuarto, el ambiente de desdicha y desolación invadía incluso sus pensamientos, su estado de ánimo, su sangre.

 

Salió de la habitación y se dirigió la siguiente, esta vez el cuadro de un hombre viejo y canoso cayo al suelo causando un estruendoso sonido por todo el castillo. Del mismo, una figura etérea se desprendió de él, como si aquel anciano hubiese cobrado vida en aquella forma espectral, no supieron si se trataba de alguna especie de poltergeist o sólo un chico buena que quería ayudarlos en el recorrido del castillo.

 

Como si fuese un niño que no supiese nada de magia o algo sobre las cosas extrañas de este mundo.

 

- ¿Qué será eso? - - Pregunto al profesor - ¿Amigo o enemigo?

[Goderic Slithering]

— Insisto, si fuera por mí traería a cualquier mago tenebroso que practique artes oscuras y, ojo, no necesariamente debe ser mortífago. Por lejos, no son lo más temible del mundo y lo digo porque, se supone, que sólo atacan a muggles y en ocasiones especiales a sangres sucias o traidores de la sangre. No sé si sea vuestro caso y no me importa la verdad.

No tenía la intención de seguirle el juego. Si no le apetecía seguir en la clase bien podía irse y quejarse con la Dirección a él - bueno, a Goderic- le pagarían aunque se quedara solo con un alumno. No continuaría respondiendo a la verborrea de la bruja ¿Orden del Fénix? a él no le importaba en lo más mínimo. Habían instituciones más poderosas e interesantes que aquellos grupos de magos que viajaban sin dirección. A él le llamaba la atención los Uzzas, los arcanos, el Concilio de Mercaderes y el vampiro Marcos Livua. ¿Mortífagos y miembros de la Orden? ellos podían seguir jugando a su absurdo e infantil juego de poder.

— ¿Cómo identificae un objeto que esté maldito? Uno espera que a estas alturas ya sepan que la magia deja huellas. Algunos lo ven como una especie de aura que rodea el objetos, otros sienten un ‹‹No sé qué›› pero quien camina atento a los detalles sabrá descubrir objetos malditos. Para magias poco potentes podrían servir un Specialis Revelio o el hechizo Verdimillius.

El elfo y James ignoraron los comentarios de Isaac, aunque era tentador la idea de ver luchar a un Warlock no tenía sentido. La magia oscura, que era a lo que debían aprender a defenderse, casi por definición debía tener intenciones asesinas o dañinas al menos por lo que dudaba que un Warlock tuviese aquel intención aunque nada podía darse por hecho en la vida. Observó la mirada del elfo como pidiendole que aclarase lo del robo pero James lo ignoró. Ya descubrirían por si mismos que aunque no lo quisieran podrían terminar haciéndolo. El libro maldito que había llevado Goderic la última vez era claro ejemplo de que la voluntad podía verse acabada sin piedad por la magia oscura.

— Yo diría que...¿amigo?

A penas terminó aquella frase la fantasmal figura les sonrió. Un escalofrío recorrió su espalda al ver aquella siniestra sonrisa. El poltergeist abrió la puerta del armario y una figura oscura surgió. Lo comprendió en cosas de segundos, se trataba de un boggart. ¿En qué se convertiría? ¿Quién lo detendría? James trató de no mirarlo, no quería que se convirtiera en su propio temor. Sería demasiado peligroso tener una replica de aquello en el cuarto.

— Supongo que saben el hechizo contra un boggart ¿no?

[Tauro M.]

— Si esto es una estrategia para que te de respiración boca a boca, mejor deja eso donde lo encontraste —le dijo a Isaac mientras seguían su camino hacia esa segunda habitación donde los esperaba un habitante inesperado.

El pequeño intercambio de opiniones sobre la orden o la marca por fin había llegado a su fin y quién lo trajo en un inicio a coalición, ahora se quejaba. ¿Por qué esa insistencia en ser tan bipolares todo el tiempo? Y eso que se supone sólo las mujeres se comportaban así y más cuando andaban en sus días, de todos modos ¿qué iba a saber ella? Los demonios y mucho menos los de su clase conocían de esas cosas.

— Mira, Isaac, ¿crees que sería buena idea tener poltergeist en casa? Prometí llevarle a Leah un recuerdo de mi clase, pero soy pésima para los regalos —bromeó. Si los otros dos preferían dárselas de ofendidos e ignorarla como un par de críos, siempre tenía al Macnair para entretenerse.

Quizás fue el tiempo que desperdició tratando de no aburrirse lo que hizo que la aparición del Boggart la tomara completamente desprevenida. Intentó evitar mirarlo, pero ya era demasiado tarde y la criatura se había puesto prácticamente frente a ella, eligiéndola como la primera persona a la que se enfrentaría. Conocía perfectamente el hechizo para librarse de ella, lo que no le hacía ni una pizca de gracia era que sus temores quedaran allí expuestos frente a unos desconocidos.

«¡Rayos!»

El Boggart empezó a tomar forma hasta que la negrura que lo rodeaba formó dos enormes ojos color rojo que la contemplaron. Podría tratarse de una aparición cualquiera, ¿qué daño le podrían hacer unos simples ojos? Lo que representaban era lo que le preocupaba. Antes de ser demonio Taurogirl se vio envuelta en una absurda lucha entre humanos y demonios, lo cual terminó en que los eligiera a ellos, más tarde por hacer un favor, terminó descendiendo al mismísimo infierno donde se hizo enemiga de la peor de las Súcubos y desde entonces había temido que encontrara la forma de subir a la superficie para buscar su venganza.

Empezó a sudar y pasarse la mano izquierda nerviosamente por el pantalón, tenía el hechizo en la punta de la lengua pero no podía pronunciarlo, ver esos ojos la habían descolado de una manera en que nada o nadie más lo hacía. No estaba preparada para ese encuentro ni para esa batalla, por eso se había esforzado tanto en aprender de los Arcanos y Uzzas, pero todavía no era suficiente. Inspiró hondo y antes de que el pánico le ganara, gritó:

— ¡Riddikulus! —aquellos ojos rojos, sedientos de venganza, la miraron por unos segundos más antes de que una aguja e hilo mágico de tamaño gigante empezaran a coserlos hasta cerrarlos. Luego de eso se convirtieron en dos pelotas de tennis que no provocaban el más mínimo miedo a nadie —¡Ja! —se bufó a pesar de que minutos antes se había visto en aprietos. El sudor aun descendía por su frente, pero poco a poco volvía a sentirse tranquila y calmada.

[Pik Macnair]

—Nunca intenté que me dieras respiración boca a boca, pero si esta es una especie de insinuación estaré más que agradecido por cumplir tus fantasías —le guiñé un ojo y sonreía con satisfacción, aunque sus palabras siguientes fueron como una daga que intentó ocultar con palabras bonitas y llenas de detalles—. Me puedes llevar a mi, seguro para Leah le seré un bonito recuerdo.

No me refería de la clase precisamente, pero la mirada que me dirigió la Crouchs me dejó complacido. La aparición de un boggart al fin hizo la clase entretenida. Se colocó primero frente a Taurogirl y está lo dejó convertido en dos pequeñas pelotas de tenis. Me reí ante el resultado, aunque me producía curiosidad que era a lo que le tenía miedo la Líder Mortífaga.

—Bueno, puedes aprovechar de volverlo a encerrar y así no nos enfrenta...

Las pelotas de tenis rebotaron hasta tocar mi pie, dieron un par de saltos y se alejaron, uniéndose y creando una gran masa que tomó la forma de un adulto de casi 60 años envuelto en varias capas de tela. Llevaba una antorcha en una mano y una cruz en la otra, su ropa se encontraba llena de sangre y una fina sonrisa dibujaba su rostro, complacido. Me quedé a medio camino de coger mi arma viendo al cura nuevamente luego de tantos años. Aun lo seguía odiando, pero no pensé que aquel rostro seria mi miedo.

—Maldito —saqué mi varita y lo apunté directamente, vacilando entre lanzarle un Sectusempra o el hechizo que era— Riddikulus —gruñí con los dientes apretados, el hechizo no fue más un sonido que demostraba ira. La ropa del cura se coloreó, su cara se tornó blanca y la pintura en su rostro reveló la identidad de un payaso con orejas exageradas y una nariz digna de exhibición. Luego se incendió y dejó solo un polvo en la habitación. Solté una carcajada al final de todo.

[Tauro M.]

¿Isaac le tenía miedo a un sacerdote? Era curioso cuando al momento de la verdad, los miedos del grupo de Mortífagos los exponían como al resto de las personas y no como los seres invencibles que a veces creían ser. Cada cual tenía secretos oscuros, habían escogido una vida llena de sangre, sacrificios y mentiras para protegerse, una vida en la que difícilmente había descanso en algún momento del día. No pretendían ser salvadores, simplemente deseaban seguir con el legado de Vodemort y lograr la pureza de la sangre, él incluso siendo mestizo conocía la importancia de esto y ese era su gran sacrificio.

 

— ¿Curioso, no lo crees? —el Boggart no intentaría atacarlos nuevamente, pues ya sabía que no los vencería fácilmente y por esa misma razón se iría hacia Stephanus, esperando al menos marcharse con una victoria —Me refiero que sea necesaria una criatura de estas para dejar saber lo vulnerables que somos —sonrió sin despegar los labios.

 

— Estoy lista para el siguiente show, quiero ver a qué le tiene miedo este —murmuró a Isaac para que sólo él la escuchara.

[Goderic Slithering]

James se mantuvo alejado de la acción mientras Tauro e Isaac se encargaban de vencer sus propios temores. Unos ojos rojos y un sacerdote de avanzada edad, sin duda eran miedos pocos comunes aunque agradeció que no fuera nada realmente peligroso no quería encontrarse con un dragón o algo parecido. Sonrió alegre cuando vió al boggart convertirse en un payaso. Le causaba gracia que lo que le daba risa a algunos, era el temor de otros. Sin duda un payaso podía ser un arma de doble filo cuando se trataba de un boggart.

Sacó de su monedero de piel de Moke un pequeño baúl el cual abrió para poder encerrar allí al boggart. No tenía intenciones de dejar a la criatura libre, no por cuidar a los muggles pues a él le daba lo mismo sino porque tener un boggart en su posesión podía ser, a lo menos, interesante. Seguramente Goderic no le diría nada pues lo guardaría como utilería para una próxima clase de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Se interpuso ante Stephanus para acabar rápidamente con el asunto y levantó la varita. La masa oscura mutó a un hombre alto de, aproximadamente, 1.90 metros de estatura. Observó desafiante a sus ojos castaño oscuro. Sabía quien era aunque sabía que el real no mantendría aquella misma imagen al ser metamorfomago. Aquel vampiro era peligroso pero dudaba que sus alumnos lo reconociera. — Riddikulus— murmuró impaciente, los pies del mago se convirtieron en patines y, perdiendo el equilibrio de forma graciosa cayó sobre el baúl.

Volvió a colocar el baúl cerrado en su monedero y con un gesto continuaron el viaje. La luz del pasillo comenzó a parpadear y no pudo suprimir una carcajada. A veces los muggles le daban risa y otras veces pena... aunque ahora no lograba adivinar si se reía porque le causaba gracia el intento de asustar de los muggles o, por el contrario, le daba lástima.

— No se preocupen y sigamos avanzando, ya volverá pronto la luz.

O eso pensaba. Luego de, lo que pareció, un minuto la luz volvió dió media vuelta y no encontró a nadie. Se habían separado, aunque no sabía como habían quedado dispersos los grupos; quizás todos en distintas habitaciones, quizás en pareja. Por su parte, James solo le quedaba tener que devolverse sobre sus pasos tratando de encontrar en dónde se encontraban sus alumnos. ¿Sabrían defenderse de las Artes Oscuras ocultas por el lugar? James solo esperaba que aquella guarida realmente se encontrara abandonada.