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Un secreto en las estrellas


Aldaron Passim
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La noche había caído lentamente después de un largo día. Era el momento perfecto para empezar con la clase, por eso es que Aldaron había empezado a preparar el lugar. La base de los árboles se habían vuelto oscuras, tenebrosas, como si en cada una de ellas hubiera alguien vigilando. La brisa se había enfriado, moviendo las ramas más altas, acompañando al panorama como si fuera una especie de música.

 

El Centauro golpeó el piso con la base de su cayado y de ella saltaron algunas chispas, lo que produjo que cuatro fogatas estallaran en llamas de inmediato, cada una ubicada en un punto cardinal. Pero estaban encantadas para que iluminaran solo un poco, como para permitir divisar el rostro de una persona, sin perder el rastros de las estrellas que aquella noche parecían brillar más de la cuenta.

 

Aldaron miró las llamas, podía conocer algunos detalles gracias al fuego. También en la brisa que parecía que le susurraba en el oído mientras éste, jugaba con las plumas azuladas que colgaban de la vincha de su cabeza. El centauro golpeó el suelo con sus cascos traseros, esperando a que los chicos llegaran rápidamente. El maestro les había enviado una carta sencilla, avisandoles el día y la hora de encuentro, en aquel bosque del lado oeste de la universidad.

 

En medio de aquel círculo de fogatas, había media docena de esferas de cristal. También había telescopios, mapas astrales, pergaminos vacíos y algunos con un poco de información que podrían necesitar. También Aldaron había preparado cómodos lugares en vez de sillas, para que todo pareciera más natural.

 

Un peligro se acerca —murmuraba el instructor, mientras sus ojos se enfocaban en el fuego durante algunos segundos. Incluso parecía ignorar los chicos que iban llegando de a poco. A Aldaron no le importaba demasiado pronunciar profecías y visiones si éstas salían solas—. La sombra de la luna está más oscura, el invierno va a empeorar. Tres golpes. Cuatro heridas —el maestro Passim a veces leía los números en las cosas. Y no lograba entenderlas hasta que éstas pasaban, asi que si los chicos preguntaban, no sabría responder como se lo merecían.

 

Cuando todos los presentes llegaron, Aldaron se tomó el tiempo de caminar por afuera de aquel círculo. La primera clase había sido Aritmancia. Y ahora era igual, nada más que tenía que recurrir a la Astronomía. ¿Por qué tenía que seguir el pedido de los y darlo por separado? Estaba seguro que los chicos iban a saber apreciar mejor un conocimiento para sumar el otro. Se detuvo y los miró. No le gustaban demasiado los protocolos y presentaciones.

 

Bienvenidos, chicos. Tengo el agrado de ser su profesor en ésta oportunidad. No quiero presentaciones, no las necesito —su voz era lenta y clara pero a la vez tan profunda como el océano. Las perlas que tenía decorando su cabello, brillaban a la luna, aunque de manera leve. Se dirigió justo al medio, donde había una mesa sencilla de piedra. Les hizo un gesto con la mano, mientras movia su cayado disimuladamente, aunque éste emitió una luz azulada donde portaba la piedra—. Lo que si me gustaría más, es conocer lo que saben sobre la Aritmancia y la Astronomía. ¿De qué manera podemos utilizarlas por separadas y juntas? ¿Alguno sabe?

 

Mientras esperaba las respuestas y las escuchaba atentamente, se sacó alrededor de diez piedras que colgaban de su pelo. Las dejó en diferentes puntos de la mesa, como si fueran gotas del rocío en los primeros minutos de la mañana. Y sin preámbulos ni alerta, le pegó a cada una, haciéndolas estallar. Al principio se levanto una niebla plateada unos centímetros, arremolinándose, serpenteando y juntándose entre si. Parecía una enorme masa con vida, pero que se podía ver a través de ella.

 

Mientras tanto, los miles de diminutos pedacitos, brillaban de tal manera que parecían estrellas, era como si se tratara de diez galaxias en tan solo una mesa de piedra, bajo la luz de la luna. Aldaron rozó apenas la niebla y ésta se movía a otro lugar, juntándose en otro sector, algunas estrellas se fusionaban con otras y otro par, se dividían formando nuestras constelaciones.

 

 

_______________________________

 

ALUMNOS

Sherlyn Stark
Remus Lunatico Lupin
Amya_An

Romina Targaryen
Bastian Karkarov Malfoy

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¿Era prudente asistir a aquella cátedra mostrando su rostro real a todo el mundo? Mientras su mente repasaba las posibilidad su mirada estaba aún fija en la carta que el Centauro había enviado. Era sencilla, como lo eran los centauro, y explicaba el sitio en donde la clase de Aritmancia se desarrollaría. Los Arcanos y Guerreros habían hecho atractivo el acudir a aprender ¿Aldaron Passim lograría que Bastian recuperar las ganas de estudiar en el Ateneo de Conocimientos?

 

Chasqueó los dedos haciendo que junto al sonido se desprendieran chispas escarlatas de sus dedos y fueran estas a posarse sobre el papel que de inmediato comenzó a arder. Él no había elegido su forma animaga, había sido su propio ser -su esencia- quien decidió seguir por aquel camino. Le encantaba poder ser un tigre, más tenía el inconveniente de que cualquier persona (incluso con los ojos tapados) podía identificar un animal de aquel tamaño. Su apariencia animal era más bien un lujo que podía permitirse a un medio de transporte o espionaje que pudiera usar a diario.

 

Por ese motivo tuvo que usar medos tradicionales (al menos tradicionales para los magos). Sus manos estaban protegidas por un par de guantes de piel de dragón. Llevaba un pantalón gris y una camiseta blanca cuya manga llegaba hasta el codo. La capa de viaje era totalmente negra, se cerraba con botones hasta la cintura aunque la falda de la capa se llegaba hasta sus talones en la parte posterior. Cargó con la espada de la época de los templarios en la vaina de la espalda.

 

Aparece en la universidad era un lujo del que pocas personas contaban. A parte de los Arcanos y Guerreros Uzza, se podía contar con los dedos de la mano los magos que tenían permitido aparecer sin más en distintas locaciones de la Universidad. Así lo hizo. Cuando estuvo preparado, con la varita mágica firme en su diestra, desapareció dejando como única prueba de su acto una especie de niebla que oscilaba entre el negro y el blanco.

 

—La luna se tragará el sol. Caerán estrellas del cielo

 

¿Estaba burlándose de las aparentes profecías que el Centauro estaba lanzando a aire? Probablemente, más su voz no lo demostraba. Le parecía ridículo el arte de las profecías, de la adivinación en general. Pero cuando se lo proponía, incluso en la burla podía llegar a sonar solemne. Hizo una delicada reverencia a sabiendas que era peligroso faltar al respeto a una bestia como el centauro.

 

—La aritmancia tiene que ver con los números ¿No?

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Ok. No le hacía gracia. La última vez que había estado por esa Universidad de los Infiernos (opinión particular de la bruja), le había ido horrible tanto con bichos como con un Wantan (?)

 

Nuevamente, escurriendo hasta por las orejas y ni una pequeña esperanza de asesinar a su hermana y al fin heredar lo mas preciado del mundo (según las locas éstas) ; el secretario departamental que ambas se disputaban como nenas.

 

En ésas gastaba su tiempo ; tiempo amplio si consideramos que iba caminando como el común de los mortales hasta el bosquecillo aquel. Estaba de mas decir que no le causaba nada de confianza ni bosque (menos en ronda nocturna) ni centauro ... nada personal, solo que ya en anterior oportunidad, en cierta aventura de catacumbas, no le había ido nada ... favorecedor el asunto.

 

En fin. Llegó sin hacer ruido y como el profe de esta ocasión era algo "hippie" (como dicen los muggles del continente nuevo ... =relajado y por el estilo), simplemente, se fue a sentar al rincón mas solitario. Tampoco tenía muchas ganas de hacer conversación de relleno con nadie mas que el que le firmara la "titulación" de Aprobado para este conocimiento en especial.

 

- Disculpe, Aritmancia? creo que me equivoqué de clase ...

 

Se levantó y solo se detuvo cuando su lerdo seso terminó de procesar que las 2 materias se iban a llevar juntas.

 

- ... quiere decir que si "paso" su curso, me titulan en ambos temas?

 

No, no lo creía factible en realidad, mas nunca estaba de mas ver si le daban el 2x1, si es que estaba de buenas el profe. Hizo como si tal detalle careciera de importancia y continuó.

 

- Astrología, el estudio de todo lo que está allá arriba?

 

Dijo sin detenerse a meditar realmente en lo que decía, señalando con el gesto, el cielo todo estrellado (y esperemos que el profesor no busque que estrellarla a ella, xDDD)

 

- Aritmancia ...

 

Se encogió de hombros.

 

- ... pues, algunos muggles sostienen que el universo entero se rige "por los números" ... incluso alegan que la belleza es una cuestión "numérica" ... la vida es solo una miniatura en escala del "gran cosmos" ... supongo que darles misticidad, a ambas cosa, es el meollo de este asunto, ¿no?

 

Para ser una vidente, esa noche en particular, le escaseaba la "labia esotérica".

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La carta se encontraba apretada en el puño del mago, había sido leída y acudía rápidamente al encuentro para poder obtener nuevos conocimientos. Algo agitado por la prisa los pasos agigantados que daba lo agravaban. Las ramas y hojas secas que crujían, bajo sus sucias botas oscuras, formaban una gran alfombra que se expandía hasta donde la vista llegara aunque en ese momento era difícil divisar algo ya que la noche había caído y solo las estrellas más brillantes alumbraban un poco, los viejos arboles no facilitaban las cosas.

 

Sentía calor luego de un largo rato de caminata por un suelo nada llano, sacó su fuerte brazo por entre la vieja y raída túnica para sacarse algunos cabellos húmedos que le tapaban la cara, resopló y siguió su camino hasta que vio, a lo lejos, un pequeño ápice de luz anaranjada - Fuego - mencionó para sí mismo y supo que algo o alguien lo había armado.

 

Llegando al lugar sintió aquel olor que no le agradó en lo absoluto su agudo olfato, consecuencia de su licantropía, le avisó de lo que se trataba. Se encontró con aquel centauro, era toda una sorpresa.

El profesor comenzó a hablar y a presentarse, la calma con la cual se expresaba era somnífera sumándole el calor de las fogatas hacia que le lloraban un poco los ojos por el cansancio, no obstante se mantenía lo más despierto y atento que podía en ese momento.

 

Alguno de sus compañeros comenzaron a mencionar definiciones para la pregunta que había realizado el profesor, atento y respetuoso los iba escuchando uno por uno. Remus saliendo de su silencio levanto la voz.

 

- La astronomía estudia las estrellas y los planetas, ¿verdad? - hiso una pausa - Pero ¿que similitud puede haber entre la aritmancia y la astronomía? - preguntó con algo de prejuicio esperando una respuesta de su profesor.

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Existían personas cuyos pensamientos acerca de la vida eran realmente profundos, más de los que ella había podido tener a lo largo de su vida, aunque no habían transcurrido tantos años desde su nacimiento. No consideraba apasionante a la filosofía, de hecho, se conformaba tan sólo con las explicaciones de libros y lo escuchado durante su infancia. Aun así, le parecía fascinante la idea de conocer las perspectivas que otros tenían y a la vez le era tan sorprendente el hecho de que utilizaban propiedades de la Aritmancia para construir sus teorías.


Sentía interés por conocer cómo realizaban las predicciones a través de los números. Esa curiosidad le impulsó a tomar el conocimiento una vez que se encontraba preparada para ese desafío. Imaginaba el nivel de dificultad de la clase y le daba temor el hecho de creer que podría llegar a costarle, ¿sería así? Lo único que esperaba era emplear la valentía y confianza que sabía que, en el fondo de su ser, las tenía y debía potenciar para que resultara notorio. Esas características, además de su predisposición podrían ser los principales requisitos según ella.


Mordió el lateral de su labio inferior, gesto que denotaba inquietud, al leer la misiva que había llegado por parte del Ateneo de Conocimientos. Durante sus meses de labor en la Universidad Mágica jamás había oído el nombre de aquel profesor por lo que llegó a pensar que podría tratarse de alguien nuevo. A pesar de que en circunstancias su memoria se nublaba el apellido, Passim, le resonaba dentro de ésta.


A la vez que forzaba su mente para recordar esto último comenzaba a realizar los preparativos. La carta no informaba mucho; pero creía que una vestimenta cómoda sería lo ideal y, como el verano llegaría a su fin en unas semanas, ella aprovecharía para lucir un vestido de seda, sencillo y de una tonalidad turquesa. Como en situaciones similares, no llevaría artículos decorativos pero sí dejaría que su cabellera cayera sobre sus hombros; la única diferencia era que en ese caso sí llevaría zapatos, suaves por sí debía aumentar su velocidad.


Le interesaba aún más le hecho de que en esa ocasión estaría unida junto con Astronomía pero se lamentaba porque no había podido leer siquiera una mínima información acerca de la asignatura, por lo que debía contar con lo poco que conocía. Disfrutaría la clase de todas maneras. Así que, una vez que se sintió lista emprendió su viaje por medio del método de la aparición. El ambiente sería un bosque y, quizás, lo encontraría gracias a la iluminación que su profesor ofrecería. Al ser de noche necesitaría para reconocer su alrededor.


Las situaciones transcurrieron tal como las había planeado, reconoció el lugar y próximamente se acercó al grupo. La clase se encontraba avanzada por lo que no tuvo el tiempo para presentarse, aunque tal parecía que ese detalle no era de importancia. Había logrado escuchar la consigna de lo que parecía ser el profesor, un centauro. Le llamaban la atención los centauros por lo que su mirada no se separó de la figura que poco se podía distinguir a causa de la poca claridad de las fogatas.


Sus compañeros de adelantaron y fue en ese instante cuando prestó atención a lo que le rodeaba. Le agradaba volver a encontrarse con Amya. Cualquiera la reconocería por su forma de expresarse, con tanta libertad, por eso no era sorprendente su respuesta. De hecho, ésta última le había dejado dudas que esperaba que se pudieran responder en el transcurso de la clase. Desconocía de quienes se trataban las otras dos personas pero por los tonos de su voz se confirmaba que no los conocía.


— ¿Es posible que la Astronomía también pueda predecir el carácter de nuestros días? —no le gustaba realizar una interrogación delante de otra pero no podía afirmar algo de lo que no tenía conocimiento.


Ella creía que lo mejor era utilizarlas por separado ya que, como decían sus compañeros, no tenían ningún parentesco salvo el fin con el que era posible utilizarlas. De haber una forma en la que pudieran emplearse a la vez sería fascinante. Sin nada más que aportar siguió en su posición en la espera de una respuesta.

 

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Aldaron se apoyó sobre un codo en su largo bastón, donde llegaba hasta casi la altura de su pecho. Las plumas que colgaban de su cabeza se movían suavemente con la brisa nocturna, mientras los chicos habían llegado y rápidamente intentaban contestar, aunque el centauro estaba seguro que no lo lograban como él quería. Pero los escuchaba. Asentía lentamente o se quedaba mirando fijamente, aquellos ojos tan ilusos, tan inocentes a pesar de pertenecer a la comunidad mágica y hacer grandes cosas.

Joven Karkarov. ¿Le parece gracioso? Es demasiado escéptico y no le va a servir de mucho si su objetivo es aprobar éste conocimiento —la voz del Maestro Passim era más un consejo a un regaño. Era suave y lenta, pero tan profunda que resonaba en los corazones de todos los presentes—. Tiene que ver con los números, si. Y hasta podrían haber analizado la tormenta que transcurrió mientras usted nacía, para saber muchas cosas sobre su persona. Asi que cambie un poco su punto de vista. Eso es lo que estamos intentando saber aquí, joven Malfoy.

Aldaron se puso un poco más derecho, notando que el joven le estaba respondiendo casi con la misma pregunta. Pero le guiñó un ojo para que no se notara tan serio. El Centauro no era alguien impaciente, si lo fuera no serviría enseñando en la Universidad. Avanzó dos o tres pasos, mientras que sus cascos resonaban sobre la tierra húmeda, por el rocío de la noche. Ésta vez se detuvo ante Amya, quien parecía más atenta que los otros dos, pero estaba cometiendo un error y tenía que repararlo.

Amya, muchacha. Éstas mesclando algunos conceptos. La Astrologia es el estudio de algunos fenómenos en relación a nuestra realidad, como los muggles lo conocen por el horóscopo —Aldaron miró las estrellas y vió algunas cosas que decidió silenciar. Volvió a fijar la vista en la alumna—. A diferencia de la Astronomía, que estudia los cuerpos celestiales y todo lo que contiene el universo. Más relacionado con "allá arriba" —le explicó el profesor con una media sonrisa, mientras asentía apenas cuando la jovencita Sherlyn, esperando que lo que le había dicho a Bastian, le sirviera para su respuesta, sobre los días—. Y eso es lo que necesito que veamos aquí. ¿Me ayudan?

Aldaron se acercó un poco más a la mesa. Faltaba un ingrediente en la clase para que entendieran a lo que él quería llegar. Por eso que les señaló aquella neblina que flotaba por encima de la mesa de piedra, donde las diminutas piedritas parecían estrellas en un cielo negro, algunas viajaban tan rápido como los cometas. Luego indicó con su cayado el cielo e increíblemente, producto de la magia, brillaron las mismas estrellas que éste les había mostrado delante de sus narices. No quería extenderse demasiado porque el tiempo transcurría y no era bueno.

 

Podemos juntar éstos dos conocimientos para saber lo que está ocurriendo, lo que ocurrió o lo que va a ocurrir. Incluso de la manera en que va a hacerlo, aunque escondido tras muchas pistas, de maneras indirectas —aquel punto se lo daba a Bastian por no creer demasiado. Pero Aldaron estaba seguro que necesitaba pruebas para que el chico empezara a verlo. Sería mucho más fácil para él—. La Universidad necesita que encontremos lo que está ocurriendo en éste bosque. No corremos peligro, pero si lo dejamos pasar, puede pasar algo peor. Por eso que gracias a la Astronomía, podemos identificar muchas constelaciones y estrellas que tienen un nombre. Esos nombres, pueden trasladarse a números, que representan algo, eso es la Aritmancia. ¿Alguien sabe cómo? Miren... allí está

 

Aldaron les enseño que Boötes era la constelación que más brillaba. Eso nos indicaba que éste mes era el protagonista de que sucedía algo. Pero necesitabamos más información, asi que les pidió a los chicos que observaran para ver si reconocían algo y saber por donde comenzar. ¿O tendríamos que entrar en el bosque así nomás? Aldaron les mostró un pergamino, para ayudarlos. Si aprendían a representar el nombre de las cosas en números, tal vez asi encontraran algo.

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—¿Cómo es .... ?

 

No terminó de decir la frase. Pocas personas sabían el sitio exacto de Rusia en donde Bastian había nacido. Todo el proceso de traer al Sacerdote al mundo había sido tomado con secretismo y misticismo por parte de sus progenitores. Nunca entendió realmente como influía haber nacido justo sobre una línea poderosa línea Ley a su magia y personalizad. Pero siempre, desde pequeño, el lugar exacto en que nació era un secreto. Solo en esa ubicación, y dos más en Rusia, había reventando una tormenta a mitad de agosto. El centauro era un mejor espía que el Warlock o simplemente su palabrería sobre los astros, los números y demás eran reales.

 

Observó de soslayo a Amya. Él conocía a la gente que dirigía el ministerio, a los directores de cada uno de los departamentos. No personalmente, por su puesto, pero si a un nivel en que era fácil suponer que todos en la clase podían ser víctimas de algún extraño accidente de proporciones bíblicas.

 

—Según ese pergamino, no entiendo nada —dijo sin ningún reparo.

 

Solamente a él se le ocurría ir a una clase que utiliza la ciencia que más odia. Siempre fue malo para los números, el peor, y sobrevivió sin llegar a la pobreza por tantos años gracias a las calculadoras que descubrió en su estudio de las ciencias muggles en su formación de espía. Aquellas personas en apariencia prehistóricas podían llegar a ser muy ingeniosas y realizar cosas increíbles sin una pizca de ayuda mágica.

 

—¿Podemos analizar las líneas ley con números?

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Cuando notó que había oscurecido y que seguramente llegaría tarde a la clase de Aritmancia, tuvo que tomar lo primero que encontró en su armario para poder asistir lo antes posible, pues si se demoraba más no le parecía prudente ingresar en mitad de clase y además pretender aprobar, por lo que esperaba la clase no estuviese tan avanzada para cuando la joven llegara.

Optó por ir vestida con un pantalón de jean, una remera manga corta y un par de zapatillas, además de una capa negra que, a pesar de no utilizar en todas las ocasiones porque no estaba acostumbrada, últimamente lo hacía. Antes de desaparecer leyó la carta por última vez, lo que le hizo recordar que se dictarían dos conocimientos en una misma clase, cosa que le pareció interesante, ya que también pretendía tomar astronomía en algún momento.

Al llegar lo primero que se preguntó fue si el bosque era o no real, pues sabía que algunos profesores manipulaban el entorno para mejorarlo o hacerlo parecer otra cosa. Se acercó al grupo de magos que se encontraban reunidos a tan solo unos metros de donde la joven había aparecido. Conocía a la mayoría, o al menos los había visto con anterioridad, pero a la única que conocía era a Sherlyn, por lo que se decidió permanecer cerca de ella.

Al parecer se había perdido explicaciones previas, por lo que esperaba que no fuesen de vital importancia para poder entender los siguientes términos o lo que harían en la clase. Miró con atención el pergamino y aunque había entendido de momento, la mayoría de las cosas allí escritas, no entendía que era exactamente lo que debían hacer con eso por lo que permaneció en silencio unos momentos, esperando que alguien hablara o le diese algún indicio de lo que debían hacer.

¿Qué tiene que ver una constelación con la interpretación de los nombres?— se atrevió a preguntar, algo insegura, pues su pregunta no estaba del todo clara, aunque se refería más que nada a que en el pergamino solo se explicaba el significado de los números de cada nombre y no lograba establecer una conexión entre eso y una constelación.

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Aldaron Passim negó con la cabeza. No le agradaba la idea de explicar aquellas cosas de una manera detallada, porque eso lo volvía aburrido. Aldaron pensaba que los chicos iban a tener la cabeza de una manera que no lo necesitaran, que pudieran analizar todo lo que él pretendía, pero tenía que retroceder. No iba a explicarles como en la Aritmancia, cada letra era representada en un número, pero al menos tenía que darles el pie para que empezaran.

 

No no no, muchachito. ¿Líneas ley? La aritmancia va más allá de lo físico. Es poder analizar nuestro entorno y ver qué acciones podemos realizar. Nos encontramos con un camino... —el centauro había escuchado a la joven Romina que preguntaba sobre las constelaciones, pero primero tenía que contestar lo otro que lo puntuaba como mucho más urgente. Todos tenían muchas preguntas— pero de repente, el camino se divide en dos. ¿Qué camino tomar? ¿Me voy a encontrar con un peligro? ¿Qué debo hacer? Cada persona, cada objeto, cada cosa tiene su representación con los números y eso nos ayuda a ver. Como las constelaciones. ¿O acaso no se imagina, señorita, como las estrellas nos pueden ayudar con el futuro o con lo que pasó?

 

El Centauro Passim caminaba lentamente, mientras sus cascos resonaban lentamente. Su cayado iba dando golpes a medida que éste se apoyaba sobre él. Iba rodeando a los alumnos, aunque no le prestaba atención a ninguno, sino que iba analizando justamente lo que les estaba haciendo ver. Las estrellas brillaban más. Algo iba a suceder. Tres murciélagos se arremolinaron en la copa más alta del árbol más alto que estaba en aquel sitio. Señales. Repitió aquella palabra.

 

Son señales. El nombre de una persona puede indicar muchas cosas. Lo mismo para las plumas de un pájaro o los bigotes de un conejo. Podemos representar la cantidad de piedras dentro de un río y ver cuan peligroso es. O si es buena decisión cruzarlo. Las estrellas nos sirven de guía para recorrer a ciegas casi, un desierto o un bosque espeso —anteelúltimo ejemplo, señaló alrededor. Eso tenían que hacer. Esperaba que eso le sirviera como respuesta a Romina. Aunque ahora se volvió hacia Bastian, por segunda vez—. No podemos analizar lineas, pero si que algo está por suceder. Mira. La noche se volverá más oscura. ¿Ves ésas nubes? Están tapando dos estrellas. Encontraremos el camino pero también encontraremos el peligro.

 

Aldaron decidió que haría él todo el trabajo de explicarles. Solamente para que vieran como aplicaba él la Aritmancia y cómo las señales se mostraban ante ellos. Con su bastón raspó la tierra, reemplazando las letras de las nubes y de las estrellas. Y sumándolas de manera que sólo les quedó un número:

 

"NUBES - ESTRELLAS"

"53251 - 512953311"

"16 - 30"

"7 - 3"

Aquellos dos números representaban dos cosas, de manera resumida. Lo brillante del siete es que había rastros de sangre. El tres le indicaba al centauro que alguien disperso lo había provocado, por eso que había dejado aquellos rastros sin que quisiera. Señaló con el cayado un hueco entre dos árboles. Había siete luciérnagas y tres hongos azulados. Las señales continuaban apareciendo y ése era el camino que teníamos que tomar. ¿Los chicos verían todo eso? Era cuestión de abrir sus mentes.

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Aquello le estaba costando más de lo que en principio pensó. Quizá Aldaron le diera una negativa, pero se tomaría en serio aquello de buscar señales. Obviamente para aquella ocasión lo dejaría pasar, pero le parecía muy interesante analizar numéricamente las líneas ley sobre las que tuvo la suerte (o desventura, según como se mire) de nacer. Lo dejó de lado temporalmente no porque le importara llegar a molestar al Centauro, sino más bien porque los números eran un campo en el que su cabeza luchaba demasiado. Iba a necesitar toda su concentración.

 

Observó los garabatos de la criatura en el suelo. Setenta y tres. Se rascó la cabeza en un acto inconsciente de confusión. Setenta y tres era mucho más que nueve y se le hizo raro que Aldaron no redujera el número lo más posible. Le costó unos segundos entender que en realidad aquellos dos números debían buscarse por separado.

 

Señales. Se fijó en el punto que el callado señalaba y se acercó. Siempre era mejor fijarse en las cosas teniéndolas justo en frente. Las luciérnagas se dispersaron pero no le costó contar siete. Habían en el mismo lugar tres hongos color azul perfectamente alineados apuntando al este (dirección hacia la cual también volaron las siete luciérnagas). Debían seguir por esa dirección, o al menos Bastian supuso que esa era otra de las señales.

 

—¿Deberíamos ir hacia el este? —preguntó al Centaro que, después de todo, era el experto en tema de señales y números —. Las siete luciérnagas han ido hacia el este de la misma forma en que los inmóviles hongos se alinean hacia el Este considerando que el más rechoncho de ellos indica la dirección.

Editado por Bastian Karkarov Malfoy

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