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Prueba Libro del Caos #7


Bakari
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Controlar los poderes del caos en situaciones de batalla era muy diferente a hacerlo con algo más de tranquilidad. Esperó que su pupilo se curara por completo. No le hacía ninguna gracia ni había honor en empezar un duelo estando el aprendiz en clara desventaja, al haber sido presa de la mala suerte al invocar una de las ruedas. Quizás eso era lo que le gustaba a Bakari de las fuerzas caóticas, el no saber qué iba a pasar a continuación aumentaba su nivel de incertidumbre y la adrenalina que sentía.

 

Claro, para él era mucho más fácil sortear la mala suerte. Su poder y entrenamiento como un guerrero uzza lo habían preparado para eso, enfrentar situaciones adversas y tornarlas a su favor era algo con lo que había lidiado día a día en su época de batallas. Por eso se advertía al inicio de cada clase, o al menos el creía que le advertían a los que llegaban hasta su humilde morada en la universidad, que el Libro del Caos era, precisamente eso: el puro caos.

 

—Te has entrenado bien, muchacho —dijo en voz alta, llamando aún más la atención de Elvis—ya es hora de demostrar que tanto has aprendido.

 

Asintió una sola vez, de forma solemne y le pidió al hombre que tomara la distancia que él considerara prudente. Todavía estaban en Aqueronte, pero en el corazón del pantano, con un buen espacio para movilizarse a plenitud, para invocar todo lo que quisiesen y para utilizar los elementos que estaban a su alrededor con tanto provecho como fuera posible.

 

Invocó las flechas de fuego, sin hacerlo esperar más tiempo. Filamentos de fuego viajaron la distancia que los separaba para alertar completamente a Elvis. Empezaba siempre de la misma forma, invocando el mismo poder. Le gustaba de esa forma comprobar que tan adversos al riesgo eran sus estudiantes. ¿Qué tanto se atrevería Elvis desde el inicio del duelo?

 

Tenía curiosidad sobre su estrategia, si era osada o prudente. Pero sobre todo, a Bakari le gustaba que utilizaran los poderes del Libro.

 

 

Bakari vs @

 

  • El duelo se regirá por las reglas de duelos 1vs1
  • En el segundo turno, Elvis deberá invocar un señor del caos.
  • Los hechizos a utilizar son hasta legionario y libros de hechizos hasta el Libro del Caos.
  • Pasadas 48 hrs sin respuesta del alumno al contrincante, se considerará abandono.
  • La prueba durará una semana a partir de la apertura del topic. Pasados los tres días sin que el usuario rolee llegada, se considerará abandono.
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Asentí ante las palabras de Bakari. Mi corazón empezó a acelerarse de a poco, no porque estuviera nervioso, al contrario, aquellas situaciones me gustaban tanto que me provocaban adrenalina para hacer cualquier cosa. Pero siempre me había caracterizado por una sola cosa, mi racionalidad. A pesar de hacer lo primero que se me ocurria, a pesar de no temerle a casi nada, había una porción de mi mente que pensaba.

Y eso hacía mientras empezaba a tomar distancia, no demasiado, unos diez metros. El suelo aún seguía igual de fangoso, pero los obstacul0s había quedado ya atrás. Mi varita se encontraba entre mis dedos, mi ropa como siempre ayudaba a la situación. Tomé aire y largué todo en un solo tirón. Pude ver al Guerrero Uzza Bakari levantando su arma contra mi. Los destellos fogosos me alertaron de que se trataba. Asi que hice lo primero que se me ocurrio.

¡Ignea! —casi en un grito, levantando mi varita en una especie de espiral descendente, mientras desde la punta despedía una lluvia de polen tan brillante como un diamante, tan dorado como el oro, que me envolvio por completo, adhiriéndose a cada poro, cada centímetro de mi. Fue el momento justo que aquel encantamiento me cubrió de lleno. Sentí como cada filamento me impactaba en el pecho, como golpes de puño. Pero en vez de quemarme hasta llegar hasta los huesos, el Ignea me regalaba aquella inmunidad al fuego. Sonreí.

Tenía un poco más de tiempo donde actuaba mi defensa. No era como los mortífagos donde a cada rato lanzaban sus llamaradas demoníacas para tratar de detenernos ante el miedo que pudiéramos hacer más contra ellos de lo que querían. La Magia Uzza contaba con un montón más de opciones, asi que estaba bueno resguardarse un poco más. No sabía si aún estaba listo. Quería ver de que era capaz Bakari. De momento estaba seguro que había empezado liviano. Ambos lo habíamos hecho.

Por eso que aproveché para limitarlo. Mis estrategias siempre se basaban en quitarle las opciones de a una, y Bakari no seria la excepción. Ahora moví la varita de un lado hacia el otro, de este a oeste, para largar aquellas arenas que despidieron un brillo tan fuerte como el sol, que el objetivo de haber pensando aquellas Arena de Hechicero, había sido para cegarlo por unos momentos y que no pudiera lanzar nada que requiera punteria. ¿Siempre era el polvo de los mismos huesos cristalizados de un mago? ¿O era en sentido metafórico? Estaba seguro que podría preguntarle eso luego al Consejo Uzza

Ahora solamente me quedaba ver qué hacía. Me corrí algunos pasos a la derecha, evitando hacer ruido, por si éste se quedaba ciego y decidía atacarme igual. Di pequeños saltitos sin despegar los pies del suelo, para entrar en calor.

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Bakari ve con cierto orgullo altivo a su alumno, el único que había pasado a esa instancia luego de una serie de pruebas físicas – y mágicas – que le había puesto a la pareja de magos que había llegado hasta él en última instancia. El usar un ígnea dice muchas cosas de él. Era magia uzza que bloqueaba magia uzza, una buena forma de defenderse utilizando los saberes de su pueblo. Por un momento, Bakari siente sienta aversión a seguir dueleando pues, para él, esa vida debió quedar en el pasado hacia mucho tiempo.

 

Pero no, contrario a lo que una parte de su ser le dice que debe hacer, sus impulsos, su personalidad guerrera, su pasado lleno de glorias lo obligan a invocar a una de las ruedas del caos. Como si se tratara de la cosa más usual del mundo, deja que el poder fluya hasta sus manos y la invoca. Siente que su cuerpo, que alberga un gran poder, en realidad se vuelve más débil, igual que su magia. Maldice por lo bajo a Anubis, ¿acaso estaba intentando hacer que su pupilo gane, haciendo que sus hechizos y posibilidades se vieran disminuidas?

 

Morphos – dijo el guerrero con suma tranquilidad, justo antes de que Elvis lanzara arenas del hechicero hacia él. Era más magia uzza utilizada en contra de alguien de aquel sagrado pueblo. Pues bien, uno de los hechizos más tradicionales entre los extranjeros era precisamente ese, el de transformar cosas en seres vivientes que servían como escudo, o como ataque. La mala fortuna no se traducía en una deformación del morphos.

 

Bakari transformó la camisa que llevaba Elvis en una avispa marina, envenenándolo al contacto con la piel. ¿Cuántas veces había visto esa jugada entre sus estudiantes, entre sus detractores, entre los extranjeros? Era un movimiento simple, que solo ralentizaría un poco a Gryffindor. Casi al instante, todo se quedó oscuro alrededor de Bakari, perdiendo la vista por el proceso de los huesos cristalizados, era una molestía, más no algo que le quitara la tranquilidad que tenía.

 

Silencius – otro hechizo sencillo que no se veía afectado por su mala fortuna al invocar la rueda del caos. Dejar mudo por un momento a Elvis tampoco iba a hacer que su estrategia fallara o algo parecido, pero sí lo limitaba de alguna forma. Como era de suponerse, el hecho de no ver su posición actual no le afectaba en nada a la efectividad del silencius.

 

Esperó para conocer que le deparaba el futuro, y Anubis, a Elvis. Un señor del caos podía cambiar totalmente el destino de una batalla, en especial en una como esa.

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No estaba seguro de lo que estaba haciendo Bakari, si estaba jugando para ver como reaccionaba o si realmente estaba haciendo eso. Pude notar que éste se encontraba rivalizando conmigo en ése momento, pero usaba ataques demasiado débiles para la imagen que tenía de los Uzza. Claramente que había aprovechando el momento que lo estaba atacando para usar una táctica demasiado conocida.

De un manotazo tiré al avispa marina al suelo, aquella criatura que se había transformado de mi camisa para enrollarse en mi torso en inyectar su veneno. Y asi lo hizo, pero ahora estaba en el suelo, luego de mi golpe, retorciendo sus tentáculos y teniendo una especie de convulsiones, por un intento de tomar oxigeno, pero cada segundo que pasaba, moría. Asi fue como decidií terminar con su sufrimiento y la aplasté con todas mis fuerzas.

La avispa quedó reducida a tripas y agua y a los segundos regresó a su forma natural. Pero aquello me costó una segunda acción contra mi y cuando le quise hablar a Bakari, no salió palabra alguna. Sonreí de costado mientras me aferraba a mi varita. Si no podía hablar, tenia que al menos usar otro tipo de hechizo.Pensé en la Maldición y miré atento a Bakari, lo limitaria pero no tanto, solamente lo suficiente para querer decir un hechizo y que éste no saliera por una mala versión del hechizo. Y asi me protegería para después.

Creo que llegó la hora de probar suerte. ¿No cree maestro? Invoco al Señor del Caos —comenté de la misma manera dramática que lo había hecho cuando invoqué a Peeves. La magia del Libro del Caos actuaba sola y en el momento que estaba por invocarse aquel señor, pude frustrarme al ver como se transformaba aquella figura deforme en un trol. Un maldito trol. Había leído lo que este causaba.

Un enorme troll de unos tres metros apareció justo delante de mi. Era totalmente inservible, pero podía asegurar que Bakari se fijaría al menos en el intento por traer ése poder al duelo. Aquel Señor del Caos decidió atacarme, porque otra cosa no haría hasta que éste desapareciera. Y tuve que recitar un fuerte y claro »¡Avis!« para hacer que una docena de palomas blancas, como la nieve, empezaran a revolotear alrededor de mi para defendeme del Mobilicorpus que el Troll me había atacado. Cuando el rayo tocó a una de las palomas, todas explotaron, dejando algunas diminutas plumas.


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A veces, podían hacerse cosas que parecían inútiles. Pero en realidad, hacer tiempo podía dar los resultados que se esperaba. Bakari había utilizado dos hechizos que él mismo consideraba bastante inútiles y comunes entre la gente que acudía hasta él, pero, como siempre, el uso de los poderes del caos siempre le enseñaban que no importara qué, siempre iban a cambiar el transcurso de una batalla.

 

Aunque no podía verlo, sintió la presencia de un señor del caos en el campo. Era uno grande, fuerte pero muy, muy tonto. Elvis le había dejado una buena impresión habiendo invocado uno de los sutiles poderes que tenía a su disposición gracias al Libro del Caos, pero al parecer, Anubis no estaba muy contento ni con él ni con Bakari, pues a ambos les había negado la buena suerte.

 

Pensó en la arena de hechicero. Su ventaja era el poder invocarse tan solo con el pensamiento y, además, el no necesitar conocer la ubicación exacta de Elvis para que le llegara el resultado de los huesos cristalizados lanzado al aire. Ambos estarían en igualdad de condiciones en cuanto a la pérdida de la visión se refería. Aunque Elvis tenía que lidiar con un tonto y pesado trol.

 

—Vaya, qué desgracia.

 

Dijo lamentándose por la invocación de su alumno, realmente había pensado que los dioses estaban de su parte. Sin saberlo, Bakari al invocar la arena del hechicero evitó la maldición que Elvis había lanzado. Seguramente algo muy ridículo u ofensivo hubiera salido si hubiera dicho antes el hechizo que iba a lanzar a continuación.

 

Cinaede

 

Un hechizo poderoso proveniente de su querida comunidad Uzza. Era un gas venenoso, lo suficientemente letal para necesitar una gran cantidad de curaciones. En Elvis no sería la excepción. Esperó, quizás si su alumno se aventuraba, pudiera utilizar ruedas que lo beneficiarían. Bakari estaba ciertamente complacido con su pupilo y, a la vez, muy seguro que fuera lo que fuera, él sabría que hacer.

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Definintivamente aquella invocación del Señor del Caos no era del todo beneficiosa. La mayoria de las veces que había recurrido a la magia que conocia, siempre me ayudaba en diferentes situaciones, como cuando te defendias con un Patronus, que salvaba tu vida más de una vez, o aquellas barreras mágicas que hasta los mortífagos sabían hacer. Pero aquel libro, literalmente era sobre el azar y si a veces te tocaba algo bueno, no era ése caso.

Cuando había escuchado sobre la oportunidad para poder invocar un Señor del Caos, me había imaginado colosales criaturas que hacían toda clase de cosas, como tomar a los enemigos por los tobillos y lanzarlos por los aires, una bella criatura seduciendo a los rivales para consumirlo por completo. Pero me había equivocado y realizaban otro tipo de efectos. Asi que estaba aprendiendo en ése momento, que tenía que tener precaución y usarlo en caso de necesidad.

¿Pero si no lo usaba en ése momento, cuándo lo haría?

Tenia que probar un poco de ésa suerte ahora, saber si las deidades Uzzas estaban de mi lado o no. ¿Dependía de las personas que la invocara o del momento en que lo hacías? La cuestión es que mientras me defendía de mi propia invocación, Bakari se había adelantado a atacarme, sobrepasando la propia Maldición que le había lanzado. Aquellas Arenas brillaron tan fuerte que me agarraron desprevenido y me cegaron. Maldije por lo bajo, porque eso me complicaba las cosas. Aunque no sabía que en ése momento empeoraría.

Me encargué de invocar otro de los poderes del libro, la Rueda de la Fortuna, donde literalmente tenía que saber si me serviría o no. La adrenalina recorrió mi espalda mientras que cerraba mis manos, esperando que de verdad funcionara. Pude sentir que la magia salia de mi, pero aquello no había servido para nada. Había desperdiciado unos segundos para nada. ¿Tendría la misma suerte que en la clase con Peeves, o me atrevería a usarla contra los Mortifagos y eso me llevaría a la muerte? Esperaba que no.

Pude sentir el olor del veneno. Si, el Cinaede tenía un aroma característico y el encuentro con Bakari iba de mal en peor. No entendia como salir bien parado de aquello si el Libro del Caos me ayudaba a quedar bajo tierra. Tal vez no había tomado en serio al libro, corroborando que tenía que utilizarlo definitivamente si era necesario. Si ya no tenía mas nada que perder. No solo estaba cegado, sino que ahora podíia sentir hasta el gusto de la sangre que caía por mi garganta, ya que el veneno avanzaba rapidamente. Por eso que tenía que hacer algo, antes de morir. Sabia que Bakari consideraría la voluntad. Pensé en un Anapneo.

Las vías respiratorias se cerraron, dejándome respirar un poco mejor, pero tenía que hacer más cosas, asi que exprimiría los poderes Uzza lo más que pudiera. Llevé una mano a mi pecho aunque no era necesario, porque la Curación actuaba como un Episkey, Bakari era alguien tan poderoso que curarse del poder del Cinaede requería demasiado. Ya estando más relajado y a mitad de curarme, me di cuenta que estaba dejando pasar más tiempo del debido con mi troll. Una criatura que deseaba que desapareciera.

Respiré nuevamente. No quería hablar porque eso también me delataría ante Bakari. ¿Qué manera podía zafarme del Señor del Caos? Estaba complicado, más aún sin poder usar mis poderes como Demon Hunter, asi que nuevamente me concentré en otro hechizo, el Salvaguarda Mágica, que me ayudó a volverme intangible, como si fuera un espectro. Si pudiera observar, me daría cuenta que el troll estaba atacándome y el Mobilocorpus me traspasaba como si no estuviera allí. Seguía vivo. Eso era lo que importaba y cada vez me aferraba más al encuentro, no iba a darme por vencido.

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