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. Mansión Di Médici . (MM B: 113112)


Lucrezia Di Medici
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Entrando a escondidas en los terrenos de la Lucrezia Manor

 

Recibí un ronroneo de aviso. El Nyang-nyang se debatía entre mis brazos, queriendo deshacerse de aquel abrazo forzado con el que le mantenía pegado a mi pecho. No le hice caso. Aquel minino era muy majo e iba a ser mi excusa para entrar en aquel Aviario de la mansión de la Lucrezia. Sí, bueno, el camino fácil hubiera sido vestirme de forma elegante, con vestido a ras de suelo, con un peinado acorde al suyo y con maquillaje para una escuela de teatro sobre la cara. Entrar en la mansión, pedir hablar con la matriarca y exponerle, entre halagos a su magnífico porte y figura, el deseo de ver aquel lugar que estaba en boca de todos.

 

Pero yo era Sagitas y, como ella, las cosas las hacía de forma original y diferente. Así, ahora estaba escondida entre unos matojos en la zona de los jardines traseros, entrando a hurtadillas a ver con mis propios ojos aquella zona que podría ser una competencia de mi propia mini-reserva en el Circo. Cuando estaba lo bastante cerca, abrí los brazos y dejé que mi gatito saliera volando unos metros en aquella dirección.

 

Sonreí.

 

Me levanté, me sacudí el polvo de mis leggins negros de práctica en el Circo, me ajusté la camisa blanca con goma en la cintura, froté la suela de mis zapatillas de goma en el césped y después puse cara de espanto al ver que mi animalito había huido. Puse las manos en el pelo y...

 

Espera, no llevo el pelo agarrado y se puede enredar en las hojas. Menos mal que siempre llevo gomas para sujetarme el pelo en improvisadas colas de caballo. Ahora sí...

 

Puse las manos en el pelo y grité.

 

-- ¡Botines! ¡Bo-tiiiii-neeeees! Vuelve, gatitoooo, ¿por qué te escapas...? ¡¡Botineeeees!!

 

Intenté disimular mi sonrisa pero... ¡es que soy buena urdiendo planes tontuelos!

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El ruido producido por las aves espantadas venció el suave sonido de la corriente del río y logró cruzar el trecho que las separaba de Lucrezia, llegando a sus oídos con clara fidelidad. Astuta y avezada en las subdivisiones que conformaban su propiedad, la blonda italiana reconoció al instante que el alboroto provenía de algún sector del aviario. Intuitivamente elevó su vista y divisó sobre su cabeza el presuroso revoloteo de los pájaros que escapaban de su apacible hogar. Notó con cierto alivio que ninguna de ellas era una criatura mágica sino que la bandada estaba conformada por aves muggles nativas de los terrenos que había adquirido a Gringotts meses atrás. La conclusión fue fugaz y por demás obvia: algo estaba ocurriendo en el aviario ¿Se habría infiltrado su aun innombrada Kneazle en un sitio que había vedado a cualquier posible predador? Por más que quisiese desvelar la identidad de su nueva visitante la urgencia del inesperado hecho la llamaba como un canto de sirena.

 

Bajó la vista para clavar su azul mirada nuevamente en Lex, quien aún permanecía montado a lomos del aethonan. El Grindelwald era también nuevo dentro de los habitantes de aquella mansión pero algo en la perceptible aura que lo rodeaba provocaba que la aristócrata le cediera cierta confianza pese a llevar una relación apenas incipiente. La realidad marcaba el pulso en aquel contexto e indicaba que ante la repentina ausencia de Ariane no había nadie allí en quien confiara más; su vida se había vuelto abruptamente solitaria como para rodearse de aliados. Sin embargo, su siempre pertinente voz interior le recordó que la urgencia la llamaba. La expresión de su rostro se volvió en consecuencia más severa y penetrante que de costumbre. No buscaba infundir en Lex miedo alguno sino un sentido de responsabilidad que consideraba algo inapelable para un Médici.

 

- Encárgate de recibir a esta chica y si lo merece enséñale la casa. Tengo asuntos que atender, nos reuniremos más tarde en los jardines para llevar a los aethonans a los establos.

 

Le dedicó una última mirada a la extraña joven sentada sobre sus maletas y un último gesto de precaución a Lex y dio un rápido giro. Colocó nuevamente ambas manos sobre el fornido lomo de su hipógrifo y utilizándolas como su soporte volvió a montarse en él. Se inclinó ligeramente para poder rodear con sus antebrazos el emplumado cuello de la alada criatura y con un golpecito de su pie izquierdo sobre el gris pelaje le indicó que era momento de partir. Razz comenzó a blandir sus alas en el viento y a tomar altura mientras adoptaba una posición más extendida para volar con mayor pericia. El hipógrifo y su excelsa jinete volvieron a sobrevolar los negros tejados de la mansión, siguieron por los vívidos viñedos y terminaron por atravesar a varios metros de altura el sinuoso curso del río Otter donde el Grindylow pareció saludarlos. La espesura de la vegetación que constituía el aviario los tomó casi por sorpresa.

 

- Desciende.- ordenó Lucrezia con un tono radicalmente más apacible del que se dirigía a las personas o los elfos y el hipógrifo aminoró su veloz vuelo.

 

Las filosas garras de su montura se cerraron en el suelo atravesando la húmeda tierra y Lucrezia aprovechó para bajarse con un encantador saltito. Colocó su diestra en uno de los lados del lomo para acariciar el áspero pelaje de su hipógrifo como un gesto de genuino agradecimiento por el cumplimiento de su cometido y luego comenzó su incursión en el aviario. Su mirada quedó una vez más embelesada por su propia creación –o la de su dinero- en el levantamiento de aquel reducido ecosistema que se presentaba disonante con todo aquello que lo rodeaba: una grandiosa y viva selva en el medio de un típico bosque inglés. El variopinto cantar de las aves, la diversidad de pigmentaciones de sus plumajes y la fauna amazónica del recinto volvía a maravillarla una y otra vez. Incluso el clima tropical que se respiraba allí chocaba con la temperatura otoñal de Ottery.

 

Caminó por el lugar con sumo cuidado para que las prominentes raíces del suelo, perfectos escondites para los insectos, no alteraran su elegante postura. Notó que la sedosa bata de baño amarilla que aun llevaba desde la visita de Ariane le permitía moverse con una holgura que sus característicos vestidos le restringían. Sin embargo, no tuvo que recorrer demasiados metros antes de oír unos ligeros pasos estrujar las resecas hojas que cubrían ciertos sectores del suelo. Una fina capa de rosado humo anticipó la materialización de su varita en su mano zurda, que instantáneamente afianzó con fuerza y la elevó apuntando al origen de aquel sonido que delataba la presencia de alguien más. La punta de su arma mágica se iluminó con una contenida luz verde. Su blanco rostro se iluminó. Sus tensas facciones denotaban su ansia hostil.

 

- ¿Quién anda ahí? - exclamó con un tono tan amenazante que incluso erizó los propios vellos de su nuca.

Editado por Lucrezia Di Médici
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Entrando en el Aviario de la Mansión:

 

-- ¿Bo-tiiiii-neeeees? ¿Dónde estas, bonito?

 

El nyang-nyang no debía estar muy lejos. Aunque podían volar unos metros, no tantos como para llevarme tanta distancia. Gruñí, necesitaba al gato para justificar mi presencia en aquel lugar.

 

-- ¡¡ Bo-tiiiii-neeeees !! Maldito bicho, como te encuentre te transformo en un gusarajo, brrr...

 

La poca luz en los jardines de aquella mansión tampoco ayudaban para encontrar a mi criatura. Sentí un ruido a la derecha y corrí hacia allá. No lo encontré y ahora el ruido sonaba a mi izquierda. Me sentí un poco desconcertada. Ahora el ruido se oía arriba. Alcé la mirada y la vi. Era Lucrezia. He de reconocer que, como jinete, tenía una pose majestuosa y elegante, a pesar de aquella bata amarilla que llevaba encima. Puff, en realidad, todo ella era pose así en cualquier momento de su vida. Sonreí ante la idea maléfica de colarme un día en su habitación para comprobar si dormía de pie para no despeinarse o si se ponía mascarillas de estas verdes en la cara cuando pensaba que nadie la veía. Pero mi sonrisa desapareció cuando vi su varita.

 

Alcé las manos y salí de me semi-escondite.

 

-- ¡Demonios parlanchines, Lucrezia! Hasta das miedo con esa actitud tan hostil. ¿Es qué vas a atacarme con esa varita? Encima que me digno a acudir a tus terrenos.

 

Observé que parecía tensa. Bueno, la había visto en situaciones así pero, en su casa, lo parecía más.

 

-- ¿Puedo bajar las manos? Juro que no venía a robar, sólo quería recuperar a mi animalito. Es un poco díscolo -- pobre gatito, con lo buenazo que es... -- Pero parece que por aquí hay algo atractivo para él puesto que se ha escapado de... mi casa. Come vegetales. Aquí hay mucho vegetales... ¿Puedo entrar en... esta zona... para ver si lo encuentro?

 

Esperaba que no me dijera que mi casa estaba bastante alejada de la suya como para que la criatura se escapara.

 

-- Oye, el hipogrifo no se lo comerá, ¿verdad? Le tengo mucho cariño. Es un gato especial, único en su especie, al menos aquí, en este país. Creo que es el único espécimen en toda Inglaterra y me gustaría recuperarlo.

 

Esperaba su respuesta, no quería provocarla.

 

De momento...

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Por unos segundos hubo preferido que un Nundu salvaje y con un insaciable apetito por las mujeres rubias fuese el invasor de aquel recinto. Prefería enfrentarse a las filosas garras y los gruesos colmillos de aquella peligrosa bestia antes que encontrarse de frente con aquel cabello violeta que parecía apagarse con la oscuridad que las frondosas copas de los árboles causaban en el lugar. El súbito hastío que la invadió no fue disimulado por ninguno de los músculos de su rostro. Bufó sonoramente y exageró el momento en que puso en blanco los ojos para que ante la luz de su varita Sagitas pudiese apreciar su gesto. Bajó su mano izquierda hasta colocarla nuevamente junto a su cintura y toda actitud hostil desapareció al menos desde el plano físico.

 

- Estaba esperando que devolvieras el favor de pasear mí alta presencia por tu mansión, sin embargo no esperaba que lo hicieras de una manera tan - ahogó sus palabras incluso antes de formularlas en su cabeza, pues las críticas ácidas hacia la Potter Blue salían de su boca con una naturalidad que inclusa la asustaba -…tan tuya, sin duda.

 

Las manos aun alzadas de Sagitas, el contexto que las rodeaba y lo pintoresco de su encuentro hacían de todo ello algo similar a la escena de una película; ser consciente de eso hizo que Lucrezia por fin relajase las facciones de su rostro y mostrase una media sonrisa amena. Si algo debía concederle a Sagitas -algo que últimamente hacía demasiado para su gusto- era que su presencia siempre destacaba y traía acarreado algo que no lograba describir con palabras pero que rompía con lo monótono de su vida. Todo ello se potenciaba aún más cuando su visita era a urgidillas, inesperada y por demás sospechosa. Una verdadera intromisión con motivos que escapaban a su conocimiento pero que no tardaría en desentrañar. Se cerró aun más la sedosa bata que cubría su delgado cuerpo y al notar que la Potter Blue aun mantenía sus manos en el aire se dignó a interrumpir el incómodo silencio.

 

- Puedes bajarla, no es que pueda temer demasiado un ataque que provenga de ti. De hecho, ya me has robado algo más valioso que todo lo que tú puedas tener en la vida: mi tiempo. - le regaló a Sagitas una de sus más simpáticas sonrisas de malicia. - Me sorprende que alguien que se presentó ante mí como magizoologa no pueda ni controlar un pobre gatito. Bueno, de ti no me sorprende…

 

Le hizo un certero ademán con su mano para que la siguiera hacia el lugar donde había dejado a Razz. Comenzó a caminar con su estirada actitud mientras disfrutaba la sensación de que Sagitas recortaba la distancia que las separaba: sabía que aunque la hermana de su amante poseyese un orgullo que le prohibía aceptarlo públicamente en realidad le guardaba cierto aprecio. Aquel renegado pilar de la relación que llevaban ambas se manifestaba en varios detalles a priori de nula conexión: el requerimiento de Lucrezia para que la Marca Tenebrosa ignorara la impronta fenixiana de la “Ojo Loco” Potter Blue; su intención de unir ambas mansiones mediante un armario evanescente que permitiría a ambas familias encontrar un lugar seguro en caso de peligro; la habitación de huéspedes siempre lista para recibir a Sagitas y la foto de la mujer que guardaba en su relicario mágico para supervisar su situación.

 

- A diferencia de tus mascotas, mi hipógrifo está muy adiestrado. Solo come lo que le doy yo o los elfos domésticos en los establos, así que tu gato no corre peligro.

 

Pocos pasos tuvieron que dar para llegar nuevamente a la zona semiabierta donde había aterrizado con Razz, que en aquel momento picoteaba su propio lomo en busca de algún insecto que seguramente había encontrado en su pelaje un buen escondite. Lucrezia volvió a girarse para enfrentar con su azul mirada a la Potter Blue pero algo desvió su atención hacia lo que pasaba en aquel momento bajo sus pies. La percepción de que la tierra sobre la que presionaba con sus tacos se resquebrajaba fue tan ínfima que dudó sobre su veracidad. Bajó la vista y notó que una delgadísima grieta se dibujó zigzagueante extendiéndose por unos centímetros y bifurcándose más allá. Le restó importancia rápidamente dado el carácter reciente de la “construcción” de aquel lugar. Los más reputados y experimentados ingenieros mágicos habían trabajado allí bajo la promesa de una paga desorbitante, garantía de que nada podía salir mal dentro de un magnífico aviario que se había transformado paralelamente a su levantamiento en un hito dentro de las tertulias de Ottery.

 

Volvió a cruzar miradas con Sagitas y su blanco rostro recuperó su expresión incisivamente altanera. La blonda italiana no tenía ni uno de sus rubios cabellos de tonta y sabía que la inesperada aparición de su "amiga" en el lugar no respondía a la simple coincidencia o a la excusa tan obvia con la que había atinado a engañarla. Su tarea diplomática convertía a la Médici en una reconocedora excelsa de la falsedad pues si esa no era la característica de su personalidad que más destacaba se quedaba muy cerca. Situaciones similares la habían llevado a sopesar sobre el tema y a acuñar una vieja frase como propia: "mas sabe el diablo por viejo que por diablo".

 

- No te preocupes, el terreno es firme, te lo aseguro ¿Por dónde crees que fue tu gato? Te acompañaré a buscarlo, que si es tan único como dices puede que te lo compre. - le dijo sin descartar al robo descarado como una opción en el caso de la obvia negativa con la que la payasa respondería.

 

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El Aethoan era en definitiva un animal robusto. admiraba la fuerza con la que se elevaba sobre el suelo mostrando majestuosidad, las alas fuertes y firmes del animal batiéndose sobre el aire.

 

Baje de la altura hacia la casa y Vi a Anne junto a sus maletas, mi traslador estaba en sus manos. Mi abuela contaba a historia de como su hija máyor después de casada abandonó por completo el seno de la familia y quedó sola con su hija después de su esposo morir. Anne era su prima y solo compartieron siendo muy niños.

 

-Anne!

 

La llame desde el aire.

 

-Baja por favor

 

Pedí al Aethoan y el obedeció sin soltar su tienda camine hasta donde estaba.

 

-Bienvenida Anne, está es la casa de nuestra prima Lucrezia, ella es una Médicci como nosotros.

 

Tome mi mano y le bese el dorso, era tan hermosa como la recordaba.

 

@AnneM Lovegood

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Luna Cristal Gryffindor Dumbledore

 

Los pasos lentos se me hacían absolutamente pesados para llegar a ese lugar, la Mansión Di Médici, blanquee los ojos al pensar en que debía vivir allí. Capricho de mi padre hacerme vivir con su amante como si acaso ella fuera de mi familia, era indignante, lo peor de todo era que mi madre en vez de haberse negado rotundamente se había confabulado con mi padre y esa mujer para hacerme abandonar mi amado París y venir a Inglaterra. No era que no amara mi país, pero me era tan ajeno el mundo mágico, allí solo estaba entre mis pinturas, lienzos, libros de arte e idiomas. Ni siquiera era poseedora de una varita y eso que mi madre era dueña de la tienda más antigua de varitas de Inglaterra.

 

Pará disimular mi enojo lance un mechón de mi cabello hacia atrás, me gustaba el cabello rubio y pretendía no cambiarlo, mi madre decía que mi abuela materna era una Veela y que yo había heredado su belleza. Nunca la había conocido, ni nadie aparte del Abuelo Abeforth y Elizabeth, tal vez nuestra vida hubiera sido muy diferente de haber estado con vida.

 

La elfina halo de la falda de mi vestido es cuando vio que llegábamos a la puerta.

 

-Nana prometeme que no te separarlas de mí, no conozco a nadie en esa casa y me da miedo

 

Mi hermano me había hablado de Lucrezia, decían era muy hermosa, hasta mi hermano Reiv había comentando que yo parecía más hija suya que de mi madre por ser rubia y de ojos azules como ella, se ganó un buen almohadazo por ese comentario.

 

Ojalá Luka estuviera en casa, no me sentiría tan sola sin él, en una casa extraña con gente extraña.

 

Llegamos ante la puerta de madera y toque tres veces de manera parsimonia, la elfina a mi lado dejo mi maleta tras de mi y se ubicó a mi lado izquierdo, como dándome ánimos, ya vería que tal era esa señora Lucrezia, mi nueva tutora.

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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  • 3 semanas más tarde...

Unos días después de que llegara a la Gran casona estaba instalado en una habitación del primer piso, tenía la vista al jardín, al fondo los prósperos viñedos de la propiedad.

 

Un libro de economía reposaba en mis manos, estaba repasando un de los textos de Adam Smith de economía clásica. En tiempos de guerra la economía se movía de manera diferente y estaba un poco instrigado por el comportamiento de la misma en Europa con estos rumores de guerra.

 

Tenía un poco de sed, fue entonces cuando salí de mi habitación y busque la cocina seguro alguno de los elfos estarían dispuestos a atenderme. Así fue que escuche la puerta y entonces fui a abrir.

 

Una chiquilla estaba hay con una elfina.

 

- diga?

 

Hablé con todo serio, no me gustaban las ventas en la puerta de la casa.

 

@

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  • 4 semanas más tarde...

No entendia bien que habia pasado, pero sin duda mi padre era muy persuacivo. Quien sabe si le debian algun favor??. Por un momento regrese a la escena en la hosteria, con las dos mujeres frente a mi, ambas igual de amenazantes. No, seguia sin entenderlo, alguien tan serio, recto y politicamente correcto como el mi padre indudablemente nunca se veria asociado con la chica de cabello oscuro. Al menos la rubia tenia un toque de glamour, aunque algo impulsiva. Respire profundo. O tal vez estaba yo equivocado. De hecho habia caido en mi propia soberbia mientras juzgaba a los demas solo por la portada, algo que no gustaba hiciesen conmigo. Negue con la cabeza y segui camino, comenzaba a hacer frio pero la suerte es que la Mansion de Lucrezia quedaba cerca y ella habia insistido en que fuera sin tardanza.

 

Asi anduve durante cierto tiempo hasta alcanzar el lugar indicado. Me acerque a la verja y misteriosamente esta se abrio ante mi. Supongo que indicaba que estaba en el lugar correcto con la autorizacion correcta. Mas adelante vi que otra persona, a la distancia parecia una chica pero ya la conoceria al llegar. No demore en recostar distancias y cuando la puerta que la chica habia tocado se abrio casi que llegaba yo al lugar.

 

-Hola- respondi detras de la chica y la elfina, esperaba no asustarlos ya que mi sigilo adquirido me habia mantenido lejos de cualquier deteccion. -Vengo a encontrarme con Lucrezia de Medici, supongo que a partir de ahora vivire aqui. -me detuve un momento, faltaba algo a mi presentacion?? -ahh disculpen, Blaise Zabini a su disposicion -y me incline un tanto ante la chica en una reverencia que tambien servia para la persona que habia abierto la puerta.

 

@@Lex Grindelwald@

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Luna Cristal Gryffindor Dumbledore

 

La luz del sol era molesta, no solía exponerme tanto, según mi madre el clima e Inglaterra era menos molesto, mas oscuro, mas lluvioso y no era necesario tener un sombrero. Para mi piel blanca era lo suficientemente molesto el rayo directo del sol, sobretodo el calor, acaricie la cabeza de mi elfina, ella había sido un regalo de la tía de mi madre para cuidarme y desde el momento de mi nacimiento. acomode mi cabello para proteger mi piel de las mejillas para que no me tocara directamente el rayo del sol.

 

La puerta se abrió y logre ver a un señor que preguntaba quien era, no sabia quien era el y en mi rostro deje ver una muestra de desconfianza, me reincorporo y lo miro de frente es mas alto que yo.

 

- Hola soy Luna Gryffindor y busco a la Señora Lucrezia Di Mèdici, ella es mi tutora y vengo a... verla

 

comente sin mas

 

- Usted es?

 

Apenas había hablado y llego otro chico, me dijo que también buscaba a Lucrezia, parecía una convención de seguidores de la dama italiana, asi de popular era en el mundo mágico mi madrastra (?)

 

 

me recompuse y le sonreí

 

- Buenas tardes, si bueno yo también la busco, somos dos en este día, soy Luna señor Zabinni?

 

Voltee irónica a ver al caballero que se interponía en la puerta

 

 

@@Blaise Zabini @@Lex Grindelwald@@Lucrezia Di Medici

Editado por Ariane Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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la que golpèo la puerta una chica joven no me interesaba su distinguida forma de hablar, hermosa y rubia muy parecida a mi prima Lucrezia y la buscaba a ella.

 

Mi mirada se fijo en sus ojos azules eran como los del cuadro de la sala, ¿ era una hija de Lucrezia con el hombre de cuadro de la sala?

 

- Hola, soy Lex Grindelwald el primo de la señorita Lucrezia, es un placer señorita Luna @

 

Otro hombre llego a la puerta,@@Blaise Zabini, tambien venia a ver a mi prima

 

- sigan los guiare al salon principal

 

me puse de lado izquiero de la mujer y le ofreci el brazo para llevarla hasta el salon

Editado por Lex Grindelwald

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