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El Secreto de los Centauros


Mica Gryffindor
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Con la llegada de Ellie, el grupo estaba completo. La muchacha había estado prácticamente desaparecida en las últimas semanas, y Nathan no recordaba la última vez que la había visto salvo la reunión en Grimmauld Place con el resto de los miembros de la Orden. Ella y su hermana Madeleine, con quien tenía una relación mas complicada, eran un par bastante interesante, impredecible y complicado de entender, y sin embargo a pesar de todo aquello su lealtad hacia el bando era incuestionable. En un análisis justo, era prácticamente obvio esperar tal carácter de parte del par Moody, con su sangre escocesa hirviéndole en las venas y un carácter forjado al calor de luchas y batallas en una sociedad llena de injusticias.

 

Por supuesto, también estaba el tema de la femenineidad. Había mucho de eso que él no era capaz de entender.

 

Los centauros no son seres muy sociales, si vamos al caso, por lo que cabrían suponer que están relativamente bien adentro del bosque. Sin embargo, deben poder observar las estrellas desde dónde están. – comentó, en respuesta a la pregunta de Mackenzie. A decir verdad, a él tampoco le habían dado demasiadas instrucciones, y los funcionarios del MACUSA habían escatimado todos los detalles a la hora de mencionar las cosas (tanto buenas como malas) que podían encontrar en su travesía por el bosque. – Supongo, entonces, que cualquier lugar es igual de bueno y que debemos comenzar por algún lado, ¿no? – agrega, segundos después, haciendo un gesto con su cabeza hacia un irregular y borroneado sendero que se abría paso entre algunos árboles.

 

Nathan accionó su varita con un sencillo Lumos que despidió un haz de luz que facilitaría sus andares por el espeso bosque. Al igual que la Malfoy, no le apetecía pasarse toda la noche buscando, y sin embargo cuando entró al bosque lo hizo con suma cautela: algo que decía que grandes peligros les esperaban allí, y que por más de que el frío se les hundiese en la piel y hasta los huesos, era preferible ser cauteloso. Asegurándose de que el resto de la comitiva estaba de acuerdo, el Weasley emprendió el camino entre el follaje, agudizando los sentidos ante la más mínima señal de amenaza.

 

El silencio y la oscuridad eran tan absolutos que amenazaban con sobrepasarlo. Indudablemente, se encontraba tenso. Alerta.

 

Mantengan la formación. Al menor signo de alarma, nos detenemos y re-evaluamos la situación, ¿de acuerdo? – murmuró a sus compañeros, quienes lo seguían a apenas unos pasos detrás.

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Cuando sus compañeros anuncian que efectivamente es hora de comenzar, Ellie, con cierto disimulo, toma una gran bocanada de aire. En los bolsillos de su túnica, las manos le tiemblan ligeramente y no precisamente por el frío. Ella siguió un camino a todas luces comúnmente transitado para reunirse con los demás, pero sabía que para encontrar a los centauros, tendrían que adentrarse por la zona salvaje de la Selva Negra. No hay luces, no hay caminos, no hay indicaciones... A partir de ahora, sólo pueden contar consigo mismos. ¿Será eso suficiente? Y, lo que le provoca más ansiedad, ¿será ella de ayuda para el grupo o terminará siendo un estorbo? «No, no puedo permitirlo», se dice, tanteando en el bolsillo hasta que los dedos de su mano izquierda encuentran la varita de sicomoro.

 

Las expresiones de Mackenzie no le parecen esperanzadoras y se ve tentada a dejarse llevar por las injusticias que denuncia tan casualmente, hasta que Nathan toma la palabra y aquello parece comenzar a encaminar las acciones del grupo. Ellie no es una experta en lo que se refiere a otros seres mágicos, pero tuvo la cautela de informarse medianamente antes de partir —y de preguntarle a Melrose, su prima con experiencia en aquellos asuntos, todo lo que sabía acerca de centauros—. Las primeras indicaciones del mago le parece acertadas y bastante buenas para comenzar.

 

—He oído decir que los centauros queman ciertas hierbas durante sus adivinaciones —comenta Ellie, con un tono un poco bajo, pero que se escucha claramente luego de que Nathan termine de hablar—. Quizás algún rastro nos pueda llevar a su manada.

 

Con su varita mágica brillando tenuemente, ilumina el suelo a su paso, para evitar tropezar con alguna piedra, raíz o incluso algún animal. Sabe que los demás están alertos ante cualquier cosa extraña, así que se esfuerza en no hacer ningún ruido y en evitar accidentes, razón por la cual termina avanzando más lento que el resto el grupo; no pasa mucho tiempo hasta que queda al final de la comitiva, como de costumbre. «No es muy agradable cumplir el cliché de la nerd de escasa habilidad física». Si aquella misión permitiera el uso de una escoba mágica podría mantener el ritmo, pero no es el caso.

 

Las luces de las varitas de sus compañeros se vuelven más difusas y sus pasos más lejanos. Es entonces cuando escucha el gruñido a sus espaldas y se queda paralizada.

Editado por Ellie Moody

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Normalmente seria ella la que tomaría la iniciativa pero esa era su yo del pasado, esta, la que era ahora, era muy diferente, mas cautelosa y desconfiada, no confiaba ni en sus compañeros que estaban con ella en la misión a excepción de una, su prima. Se levanto en cuanto estuvieron todos reunidos asintió ante las palabras de Nathan y por ende lo siguió junto al resto a través de la espesura del bosque. Aunque desde luego no necesitaba la luz del mago pues su vista en la oscuridad era aun mejor que en la luz por lo que permaneció un poco atrás de este. Además, quería escuchar mas claramente el bosque en busca de una señal que le dijera si estaban cerca de los centauros o si estaban cerca de algún peligro.

 

Miro de reojo a Ellie, parecía ir mas lento que el resto pero supuso que estaba investigando igual que ella así que la dejo ser, después de todo ella era una especialista en la magia oscura como ella. Miro de nuevo a su alrededor y volvió a notar la ausencia de animales nocturnos a su alrededor, no solo no había ruido sino que tampoco había señales de que aquella parte del bosque estuviese habitada. Poso su mano en un árbol y sintió algo pegajoso en los dedos, lo miro mas de cerca y por fin encontró un rastro de vida entre la ausencia de ella, una telaraña se había enredado entre sus dedos.

 

- Bueno, por lo menos hay arañas, eso es algo...- dejo de hablar. Sus ideas se reordenaron y se dio cuenta que aquello no era buena señal. Si en un bosque con criaturas mágicas solo encuentras huellas de arañas, es algo muy malo. Un gruñido llamo su atención a sus espaldas y recordó que Ellie estaba algo rezagada y que ahi solo había arañas por lo tanto ese gruñido solo podía ser de una Acromantula.

 

- Ellie, de prisa!!- grito mientras sacaba su varita y apuntaba hacia el origen del sonido para ayudar a su compañera si fuera necesario aunque lo que fuera que había hecho ese ruido aun no estaba lo suficiente cerca de la bruja para que ella pudiera verlo pero si para escucharlo y parecía ser enorme.

 

- Prima, creo que algo enorme viene tras nosotros - le dijo a la Gryffindor que era la mas cercana a ella.

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Aún en silencio, Black captó el gesto de Mica y descendió a su lado para sentarse durante unos minutos. En el bosque reinaba un extraño silencio, y el mago no lo interpretó como un buen presagio. Por su mente extraños pensamientos se formaron y sólo desaparecieron al escuchar unos pasos lentos que se aproximaban. Era Mackenzie, quien a continuación saludó a los presentes y Black asintió como respuesta, permaneciendo en silencio.

 

Mientras pensaba en lo bueno que era para él participar en ese tipo de misiones de La Orden del Fénix e ir conociendo poco a poco a los demás integrantes, llegó Nathan, justificándose por el trabajo. Sin llegar a comprender del todo la mecánica del banco mágico, Black comprendía lo pesado que podía volverse una larga jornada de trabajo. Las demandas y pedidos que últimamente llegaban a su departamento lo tenían despierto hasta altas horas de la madrugada.

 

«Sólo falta uno.» Apenas terminó de dibujarse aquella frase en su mente, apareció la sexta integrante de la comitiva. Se trataba de una bruja de pelo platinado que no había visto hasta entonces. Bastó escucharla con aquel saludo tan particular como para comprender que era escocesa. Contuvo una sonrisa interna al pensar en ello. Como con el resto, se limitó a realizar un gesto con su cabeza, como asintiendo, para realizar su saludo en silencio.

 

Había llegado el momento de comenzar la misión y avanzar por el bosque. Black se reincorporó dejando en evidencia su altura y corpulencia, golpeándose además, sin querer, la nuca con una de las ramas del árbol cercano. Las propuestas de sus compañeros no pararon de fluir y él, en silencio, se limitó a escucharlos a todos.

 

—Comparto que debemos internarnos más a fondo —respondió entonces el galés—. Es verdad que queman hierbas y posiblemente dejen rastros fáciles de identificar desde el aire pero descartaría el uso de escobas, por más que fuera útil. Si los centauros nos ven llegar así, y puedo asegurar que lo harán, estarán aún más recelosos con nosotros. —Dicho aquello empezó a avanzar junto al resto, intentando avanzar sin realizar sonidos extraños que alertara a cualquiera que estuviera cerca.

 

Pero en el instante que quiebra una de las ramitas caídas tras un paso en falso, en el bosque se oye un sonido que lo hace saltar y tomar de forma inmediata su vara mágica de color blanco. Se trataba de un gruñido, un fuerte gruñido que delataba el tamaño considerable de la criatura que lo emitía.

 

—Detrás de Ellie —murmuró. La bruja había quedado unos cuantos pasos por detrás mientras el grupo avanzaba hacia el corazón del bosque. Al parecer, el extraño silencio de los minutos previos no era otra cosa que la calma que antecedía a la tormenta. Con la única salvedad de que esta “tormenta” gruñe de forma desagradable y algo le dice al mago de cabellos negros que también cuenta con muchas patas y unos cuantos ojos. Pero era sólo un presentimiento, ¿o estaba en lo cierto?

 

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La luz que brota de su varita mágica parpadea, hasta apagarse, y Ellie apenas es consciente de lo que ocurre. No sabe qué es lo que está detrás de ella, en las tinieblas, pero de todas formas el terror que despierta en ella aquel gruñido profundo la paraliza. No es de extrañar que hayan animales salvajes y criaturas peligrosas en la Selva Negra, y no puede enojarse por haber encontrado uno de los peligros de los cuales le habían advertido. Era algo que debía suceder... y era algo para lo que debía estar lista. Lo que es peor, se supone que está capacitada para enfrentar aquellas situaciones. Sino, ¿para qué aprendió las enseñanzas de los Guerreros Uzza? ¿Para qué tomó tantas clases en Hogwarts, en Castelobruxo, en Uagadou, en Mahoutokoro...? ¿Todo fue sólo para agrandar para su currículum y su ego? Podría lanzar un hechizo aturdidor, podría aparecer a varios metros de distancia, podría incluso domar a la bestia. Pero, durante aquellos importantes momentos, su mente está en blanco y su varita inerte en su mano.

 

El grito de Sofía la hace salir de su ensimismamiento. Como si alguien la hubiera empujado desde atrás, Ellie da unos pasos hasta que recuerda cómo correr, y comienza a huir del peligro todavía desconocido, aunque terriblemente real. Está segura de que no es su imaginación, cuando escucha los pasos tras ella y, entonces, un gran aullido.

 

«¿Lobos?». Por lo menos, el hecho de que no haya una luna en el cielo significa que no son hombres lobo, pero de cualquier forma una manada de animales salvajes es igualmente de peligroso para ellos. Su mente está demasiado ajetreada y alterada para concentrarse en realizar magia, así que, torpemente, busca el pequeño frasco de cristal que cuelga de su cuello en una fina cadena plateada. Las manos le tiemblan, pero se las arregla para tomar un par de aquellas minúsculas semillas de hielo. Contiene la respiración y vuelve el rostro hacia atrás para lanzar las semillas, pues sabe que los lobos están cada vez más cerca y ella ya está fatigada. Las lanza hacia el suelo, no sobre los animales —sólo por el hecho de que su prima es, de cierta forma, un lobo—; inmediatamente, el suelo se llena de una fina capa de hielo que momentáneamente atrapa a los lobos.

 

En lugar de detenerse, aunque ya le duele el pecho y le cuesta respirar, decide que es la oportunidad de correr con más fuerza. Espera que sus compañeros tengan indicaciones de hacia dónde avanzar, pues ahora tiene muchas menos ganas de incursionar a ciegas en el bosque.

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Por fin estuvieron todos reunidos, y fue momento de empezar la travesía. Las primeras dudas fueron respecto a cómo lograr localizar a los centauros, seres que no tenían fama de ser muy sociables con los humanos. Lo cierto era que no había tenido posibilidad de visitar aquel bosque con anterioridad, así que no tenía una respuesta firme que darles. Estuvo de acuerdo, de seguro estarían en las zonas más profundas de todo aquel bosque, generando que tuvieran que cruzarse con todas las demás criaturas que pudiesen habitarlo, antes que con ellos. Pero ¿Qué más habría? ¿Y por qué tanto silencio?

Estuvo a punto de sugerir a sus compañeros el hablar lo menos posible, para evitar atraer a cualquier alimaña… pero no era el momento de mostrarse temerosa, debía acompañar en su valentía al resto del grupo, todos ellos magos y hechiceras sumamente capaces de enfrentar el peligro que se presentarse.

-Lumos- pronunció al igual que sus compañeros, antes de incorporarse a la improvisada formación, encabezada por Nathan.

Era bueno saber cómo una de sus compañeras estaba más informada respecto a centauros, dejando llegar al resto el dato de que de seguro el humo de algunas hierbas podría llevarlos al paradero, si coincidían con el momento en que realizaran adivinaciones. Esperaba que aquella noche también realizasen aquel ritual, que de seguro les sería de ayuda para poder encontrarlos. No prestó atención a Ellie, pero fue Sofía la que le llamó la atención al notar que se atrasaba respecto al grupo. Fue entonces cuando su prima mencionó la presencia de arañas, primera señal de vida animada en todo aquel bosque que estaban empezando a transitar. Se le erizó la piel al escuchar las palabras de su prima, que mencionaba que algo grande iba tras ellos. ¿Algo grande? ¿Qué sería?

Notó como Ellie, que era quien había quedado más atrás, se topaba con aquellas criaturas que iban tras ellas. No supo cuál era el movimiento de su compañera, pero había logrado detenerlo gracias a ello y ahora corría en dirección a donde estaban. Era momento de hacer lo mismo, buscando alejarse de aquellos feroces animales.

-Más rápido- inquirió a los que iban delante- son lobos y no se detendrán por mucho tiempo- agregó.- Algo me dice que debemos intentar hacer el menor daño que nos sea posible si queremos lograr buenos términos con los centauros, a fin de cuentas somos invasores- no estaba segura de que todos pudiesen interpretar su mensaje, pero no habría otra ocasión de decirlo si llegaban a encontrarse de frente con algún otro peligro… solo esperaba que sus compañeros hubiesen logrado interpretar sus agitadas palabras.

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Mackenzie no tenía miedo a los lobos. Eran criaturas conectadas al influjo de las fuerzas oscuras, como ella misma y, aunque no eran mágicas, había algo tan ancestral en ellos que los hacía casi parte de la energía del principio creador. Había lidiado con ellos sin dificultad otras veces, pero prefirió hacer caso a Mica y salir corriendo de aquel lugar, lo más rápido posible, más por no perderse del grupo, que avanzaba ya a ritmo de carrera, que porque pensara que no pudieran controlar a un grupo de lobos.

 

Era extraño oír los aullidos de los lobos en mitad de aquel silencio sepulcral que invadía la noche. Ni siquiera se escuchaba el suave murmullo de la brisa haciendo aletear las hojas y ramas de los árboles. Cierto que la Selva Negra era un espeso bosque repleto de fuertes abetos, pero aún así, el sonido debería haber sido sutil, pero presente. Observó, extrañada cómo unos pocos helechos presentes a lo largo del camino se movían levemente, oscilados por el viento y fue consciente, en aquel preciso momento, de la brisa empujando contra su rostro.

 

¡Qué extraño que ni siquiera se oyera el viento cuando éste estaba presente en el bosque!

 

Mientras corría, apuntó con su varita a un lado y a otro, tratando de descubrir la presencia de criaturas nocturnas deambulando por el bosque. No había ninguna. Los animales seguramente presentían que aquella noche estaba invadida por fuerzas desconocidas y habían preferido refugiarse en sus cómodas guaridas.

 

Pero si ni siquiera el viento era capaz de penetrar el silencio que los invadía de aquella forma ominosa, ¿porqué habían sido capaces de escuchar los aullidos de los lobos? Algo no encajaba. Algo estaba distorsionando la naturaleza de una forma poco lógica y, precisamente, poco natural. ¿Magia? Respiró hondo, tal vez iban a tener que lidiar con algo más que criaturas peligrosas.

 

Un sonido extraño retumbó en la noche. Tan potente, contra el silencio imperante, que Mackenzie se estremeció. No era un aullido de lobo, ni el viento, ni que de pronto hubieran vuelto de golpe todos los sonidos faltantes al bosque. Era como un agudo quejido, un zumbido silabeante, un gruñido aguzado y afilado....

 

Observó a su alrededor, tratando de detectar la fuente de aquel sonido, con la varita en alto, apuntando a la ominosa noche.

 

Durante un instante, el tiempo pareció detenerse.

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La Granger corrió junto al resto para alejarse de los lobos que los habían acechado, aquello era extraño porque la distracción que habían provocado para que los lobos huyeran, los ahuyento muy fácilmente, después de todo los lobos eran uno de los depredadores mas feroces que ella conocía y estaban en su entorno, no entendía porque no los habían atacado a pesar de todo. Los superaban en numero pero aun así se habían apartado. Mientras tanto su grupo se estaba metiendo cada vez mas profundamente dentro del bosque y en territorio desconocido. De pronto algo llamo su atención y la de la Malfoy, un ruido, entre todo el silencio, y no era cualquier sonido, era algo muy grande y que ella si que conocía.

 

- Ese ruido yo lo conozco y no son lobos - miro de nuevo el piso donde estaban parados y cientos de arañas los rodeaban y corrían en dirección hacia donde el sonido había sido producido. Miro hacia los arboles y estaban llenos de arañas un poco mas grandes. Habían corrido directo a un enorme nido.

 

- lumos - invoco la luz en su varita y lo apunto hacia donde estaban escuchando el chillido y de pronto una pata peluda se asomo desde las sombras justo en la línea donde la luz de su varita llegaba. Antes de entrar al bosque había preguntado entre la comunidad mágica si sabían de algún animal mágico y no mágico que pudiese ocasionarles problemas además de la manada de centauros y había rumores sobre la posibilidad de que hubiese una colonia de acromantulas pero nadie las había visto nunca, aunque tampoco es que entraran mucho pues los centauros eran criaturas muy especiales y territoriales. Bueno si lograban salir con vida ya les podía decir que efectivamente había una colonia y bastante grande.

 

- Acromantulas y son enormes - dijo mientras intentaba recordar como ahuyentarlas sin hacerles daño pues como decía Mica, si las herían de alguna manera tal vez los centauros no los iban a ayudar y la misión iba a quedar en un muy mal intento. De pronto una de ellas, una no muy grande se lanzo frente a ellos y en automático le lanzo un lumus en la cara y la araña retrocedió pero se quedo en guardia dispuesta a atacar.

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Supone que era de esperar que en una selva negra fueran a toparse con una colonia de acromántulas, criaturas que son conocidas por vivir en selvas y áreas boscosas. Supone que era de esperar que aquella "inocente aventura" pronto se convirtiera en una auténtica pesadilla. Aunque Ellie es una bruja aventurera, no es precisamente una mujer de acción; la verdad es que muchas veces termina en situaciones poco cómodas, por dejarse llevar por su curiosidad y ambición. Evidentemente, tuvo que pensar mejor antes de aceptar formar parte de la excursión a la desgraciada Selva Negra. Sin embargo, no hay mucho que pueda hacer ahora además de seguir adelante. Y ya no tanto por desentrañar el misterio de los centauros —en aquel momento, le importan tres cuernos de unicornio las estrellas y las profecías—, sino por pura supervivencia.

 

En su mente resuenan las palabras de Mica Gryffindor, «hacer el menor daño que nos sea posible si queremos lograr buenos términos con los centauros». Sabe que las acromántulas pueden hablar lenguas humanas, pero también sabe que son bestias con apetito de carne humana. Quizás seis brujos poderosos podrían derrotarlas, quizás, aunque eso significaría mandar al caño sus posibilidades de ser aceptados por los centauros. Y, la verdad, no le emociona la idea de aniquilar a las acromántulas; no puede evitar humanizarlas de cierta forma, al saber que pueden hablar la lengua humana. Le aterroriza pensar que las escucharía rogar por su vida...

 

—¡No tenemos oportunidad contra ellas! —exclama Ellie, al ver que tras la enorme araña a la cual Sofía cegó momentáneamente, aparece un auténtico ejército arácnido. Advierte que la bruja parece consciente de que atacarlas no es una opción, si no quieren perder el viaje— ¡Tenemos que cambiar la estrategia! ¡Hay que buscar la forma de escapar!

 

¿Alguno de ellos se había molestado en investigar algo acerca de la Selva Negra? Se siente avergonzada por su falta de preparación. Tuvo que haber hecho indagaciones acerca de la zona, de los posibles peligros, de lo que podrían usar a su favor... Inconscientemente, retrocede hasta que su espalda choca contra el tronco de un árbol. Más acromántulas aparecen y el grupo parece estar rodeado. No hay tiempo para realizar una aparición conjunta, ni siquiera para abrir un portal a casa. ¿De verdad no hay ninguna escapatoria? Ellie cierra los ojos con fuerza, obligándose a encontrar alguna forma, pensar en alguna posibilidad...

 

Es entonces cuando percibe algo en el aire. ¿Magia? ¿Quizás...? ¿Un encantamiento de ocultamiento?

 

—¡Hey! ¡Miren! ¡Encontré un... algo! —susurra a sus compañeros, mientras empuña la varita con fuerza. Espera que aquello los conduzca a algo, pues no parece haber otra salida— ¡Revelio! —exclama, agitando la varita sobre la zona donde percibió el encantamiento, en el tronco de un abeto especialmente majestuoso y antiguo.

 

¿Podría ser que sucediera un milagro y apareciera un pasadizo secreto...?

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