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LIBRO DE HERMES TRIMEGISTO - Septiembre 2021


Gahíji
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Silencio. Paz. Tranquilidad. La respiración acompasada estaba con la de Aphophis. Sentí su calor al emanar la bocanada de fuego.

-Lo sé, tampoco me agrada la idea de volver, es una pérdida de tiempo como la mayoría de las veces

El dragón al igual que yo detestaba ser molestado. No le agradó la idea de tener que cumplir con aquello prometido y a mí tampoco. Los últimos aprendices si acaso habían prestado atención y mucho peor, sobrevivido. Qué garantías había que está vez por millonésima vez, diferente fuera. Ya a mis más de 190 años nada ni nadie me sorprendía y mucho menos estaban a las alturas de mis espectativas.

-Si no sirven o son aptos te los puedes comer, siempre te los ofrezco -comente serio.

-"Sabes perfectamente que no como porquerías" -respondió.

Pasos. Ruido. Ya se acercaban hasta la choza y Nkuku lo sabía. El fiel sirviente salió y observo el panorama. El cielo nocturno y sobre todo, estudió el estado de ánimo en el que me encontraba.

-No los haré sufrir mucho...

No me creyó, jamás lo hacía o al menos en lo que se refería a las clases.

@ Ellie Moody   @ Melrose Moody
 

Editado por Mica Gryffindor
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Madeleine Moody

My problem, it's my problem —su voz desafinada quiebra la tranquilidad de la noche en el Oasis, cómodamente colocado en un lugar apartado de la Escuela de Magia Uagadou, pero en sus oídos suena la melodía que escucha a través de los audífonos conectados a su reproductor de música— that I never am happy —Hace mucho tiempo había perdido la costumbre de escuchar música y dejarse llevar por ella, pero últimamente era algo que la acompañaba constantemente; se había descubierto canturreando, primero en voz baja y luego a todo pulmón—. It's my problem, it's my problem... —pero repentinamente, deja de cantar cuando se da cuenta de que lo único que oye es su propia voz. Baja la mirada y se da cuenta de que la pantalla se su reproductor está totalmente negra, como si repentinamente su batería se hubiera agotado. Ahora lo recuerda, Ellie le advirtió que algo así podría suceder.

«La tecnología muggle no suele funcionar en lugares donde hay una gran cantidad de magia en la atmósfera —le explicó, desde el otro lado de la mesa, esa tarde cuando vio que guardaba su reproductor en el bolso que llevaría a su viaje—. Aquí no es un gran problema, a menos que Richard se "altere"; quizás la batería se agote más rápido, o escuches alguna interferencia. Pero en un lugar como una escuela, tanta magia lo freirá». Madeleine había decidido no hacerle caso, pensando que estaba exagerando; además, también pensaba que ya que visitaría una choza bastante alejada de los demás, no tendría ese problema... pero no había pensado que, quizás el aura mágica de un Guerrero Uzza fuese más poderosa que la de un mago ordinario.

—Bueno, ya qué importa —masculla, quitándose los audífonos y arrojándolos, junto al reproductor apagado, a su mochila.

La varita mágica está en el bolsillo trasero de sus vaqueros, algo que no habría hecho en sus tiempos de Auror, por lo peligroso que podía ser. No le había prestado mucha atención a su vestimenta y había optado por lo cómodo; junto a los vaqueros, lleva una desteñida camiseta de las Brujas de Macbeth con las mangas ligeramente recogidas y una franela vinotinto de cuadros atada a la cintura. En su mochila, además del libro que la hacía visitar a Gahijí, había empacado una merienda por si acaso se quedaba sin energías a media clase. No recordaba que alguna vez aquello le preocupara, pero ahora le parecía algo bastante razonable tomar ese tipo de previsiones.

Frente a la entrada de la humilde choza, se detiene por un momento, intentando descifrar si se siente ansiosa. Pero sólo hay tranquilidad. Desde que...

La verdad es que, desde donde está parada, los problemas parecen pequeños. A veces, es difícil recordar por qué solía sentirse de la forma en que se sentía antes y tampoco sabe cuál es la diferencia entre la pequeña Maddie, la rebelde Madeleine y la Madeleine que ahora está de pie a la mitad del Oasis. Sabe que son la misma, pero ya no es capaz de entender qué sucedió entre cada etapa ni tampoco qué la llevó a su estado actual. Aunque, bueno, ya no importa. Está todo detrás de ella.

«Figurativamente... y literalmente», piensa, cuando percibe el aura que se acerca a sus espaldas.

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Estudié a la aprendiz. Esperaba que no hiciera que perdiera tiempo o fuera otra del montón de niños mimados sin nada que ofrecer más que dióxido de carbono al respirar.

-Muy bien, antes de comenzar le haré una simple y sencilla pregunta -guarde silencio esperando que no se tardará en responder- posee algún dragón?

No parecía que llevara el amuleto dragón encima.

Conjurar fuego en mis manos era cosa de niños. Darle la forma que deseaba también lo era.

-Si está aquí es porque es lo suficientemente inteligente como para entender lo siguiente y de no ser así podrá entregar su alma de una vez, lo cual no me afecta ni me podría importar mucho - sentir a mi fiel sirviente observarme y tratar de meterse en mi cabeza me hacía molestar mucho más- el "Fuego Compacto" si es usado con el conocimiento de artes oscuras, permite anular situaciones completas e incluso desintegrar ciudades enteras y a las personas que las habitan, siempre y cuando sean lugares o poblados pequeños, Incluso, se borran los efectos de las últimas acciones que las personas que mueren por fuego compacto puedan haber producido -introducirme en su mente, buscar en sus pensamientos y esperar que haya entendido esperaba- Por el contrario, si se combina con el conocimiento de defensa contra las artes oscuras, el fuego compacto es capaz de revertir los efectos de la desintegración había estado en posición de loto por lo que me levanté- debo advertirle lo siguiente -volvi a colocar la mirada en los ojos de Aphophis- Si se usa con fines malvados, el mago que lo ha realizado acortará su vida y se deshumanizará, pues una parte de su alma se irá perdiendo cada vez que lo use. Si se usa con fines reversores, también el mago acortará su vida y su mente perderá cordura. Más de tres usos en uno u otro sentido, obligaría a visitar las plantas de resurrección de San Mungo y a someterse a una cura especial de tres días.

Acaricié al Dragón. Sentí cada una de sus escamas y el calor que generaba su hocico.

- Espero haya entendido lo peligroso que resulta el fuego compacto...
 

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Catherine Moody

Se preguntaba qué estaba haciendo allí a pesar de conocer la respuesta. 

Los pasos de Catherine no hacen ruido. Es un hábito, mucho más antiguo que su nigromancia. Se remonta a sus épocas de talamasquin y es un hábito que no hizo más que acrecentarse en con el tiempo que transcurrió en Ottery. Va de negro, no porque esté guardando luto si no porque ya se ha conformado como parte de sus hábitos. De alguna forma, siempre fue una bruja clásica, sombrero puntiagudo y todo; fueron las cosas sui generis que le fueron sucediendo aquellas que encarnaron el hálito de extrañeza que ahora la habita.

Sus botas son cuero cálido forrado por dentro, acostumbrado a sus pasos, que de todos modos, no la preparan para mantenerse entera cuando observa la figura de Madeleine. Se repone en cuestión de segundos y se adelanta, intentando disimular el bulto que significa el morral en el que carga el libro y los aditamentos de éste. Sus ojos intentan concentrarse y embeberse de las palabras que el mago Uzza dedica a Madeleine: pues habla acerca del poder que ha venido a aprender. 

Catherine observa sus manos, a la par que cierra su mente. Sabe que Madeleine también puede hacerlo y no está segura de por qué lo hace ella misma: la desconfianza que se ha posado entre ambas no tiene nada que ver con el hecho de que hayan podido hacer las paces, es simplemente que Catherine se mantiene en guardia. Ya ha hecho suficiente daño. 

-Buenas tardes, maestro. 

Si es específica, ella vino a través de un portal, cuidándose de caminar hasta allí desde una distancia prudente para no perturbar al guerrero. Ha acudido desde un horario muy distinto y no quiere imponerse a pesar de sentir el golpe que eso implica en su organismo. Su voz tampoco interrumpe la explicación del guerrero si no que se deja oír como un bajo murmullo luego de que éste concluye. Le parece irónico que Gahíji hable de pérdida de la cordura como consecuencia del abuso de ese poder, cuando a ella le ha costado tanto recuperarla. Hace la venia que considera adecuada para la ocasión y se arremanga un poco la manga de su sencillo vestido de algodón. Sus piernas descubiertas, no parecen sentir ni frío, ni calor, ni el roce del viento o el polvo que podría acumularse en torno a la choza. Su percepción es deficiente. 

Gajes del oficio.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Madeleine Moody

Se sorprende al escuchar la voz del maestro. «Hubiese jurado que....». Comienza a girar la cabeza para ver tras ella, para averiguar si sólo había sido su imaginación, pero el Guerrero Uzza comienza a extenderse y Madeleine sabe que le corresponde responder. A pesar de que ella no tiene mucha apreciación por las figuras de autoridad, siente más respeto hacia los Guerreros que los Arcanos, por sus experiencias pasadas pero también por lo que pudo descubrir de su historia. Quiere entender el libro que carga en su espalda, y sabe que para eso tiene que ser más complaciente de lo que le gustaría.

—¿Los dragones se poseen, siquiera? —responde Madeleine con un balbuceo— Ehmm... En las tierras de mi familia, hay algunos dragones y hemos podido manejarlos, por lo menos lo suficiente como para que no intenten comernos de buenas a primeras —eso sólo significaba que los dragones los "respetaban" por su nivel mágico, pero no diría que los poseían. Ni siquiera teniendo control pleno del Amuleto Dragón, lo habría afirmado.

La plática de perder su alma y su cordura no es algo que particularmente la altere. Disimuladamente, baja la mirada al Aro que la ata al mundo de los muertos; aunque ocasionalmente se lo quita, sabe que el nexo es eterno. De cierta forma, reemplazó un vínculo maldito por otro, y en comparación este era mucho más ligero. Sobre entregar su alma, ya lo ha hecho y duda que quede mucho más de ella que quieran robarle. O, por lo menos, su experiencia con magia peligrosa y poderosa debería servir para no ceder más al lado oscuro y quedarse de pie dónde está. Últimamente, eso es lo único que anhela. No más cambios, no más emociones fuertes... Sólo tranquilidad. La que le otorga la música de adolescentes, la comida chatarra y la tranquilidad de su apartamento en Londres. Si está ahí, sólo es porque quería hacer algo que le recordara "los viejos tiempos" antes de tanta locura en el mundo mágico.

—Sí, lo entiendo —Madeleine responde sobresaltada, al escuchar la pregunta final, dándose cuenta de que se había ensimismado. Sin embargo, también había reflexionado acerca del Fuego Compacto. Su último pensamiento interno, había sido que era gracioso (y no de la buena forma) que usarlo para bien o para mal dañara al mago o bruja en cuestión; sin embargo, de aquella forma, el uso no tenía que ver con cuál era más conveniente sino con el propio espíritu. ¿Harías el bien o el mal? Ella sabía que siempre intentaría hacer las cosas bien, pero no descartaba que la opción de la destrucción pudiese estar implicada. Quizás por eso decide no desensartarse con un uso o el otro; al final, es una herramienta más—. ¿Se conoce alguna historia de alguna ciudad o poblado que haya sido destruido con el Fuego Compacto? —por un instante piensa en la Biblioteca de Alejandría, pero pareciera que eso sólo fue un pantalla de las personas mágicas.

Por haberse distraído con el aprendizaje, ahora sí se sorprende cuando gira el rostro y observa a Catherine. Parecía que también prestaba atención a Gahijí. ¿En qué momento había dicho algo? Durante unos instantes duda, pero confiando en que el maestro esté inmerso en el tema, Madeleine retrocede un poco para acercarse.

—Cath.

Lo primero que le viene a la mente es la sensación de disculparse por estar ahí, pues sabe que su presencia perturba a Catherine. Aunque si fuese el momento para disculparse, lo cual no debería ocurrir frente a un Guerrero Uzza, tendría que ser por su comportamiento en la fiesta de la familia Evans. Sin embargo, aunque no quiere decirlo por lo cruel que suena, necesitaba aquel arrebato. Porque a esas alturas, ella seguía queriendo ser su madre y Madeleine quería seguir siendo su hija, pero esa era la raíz de todos los problemas. Ahora que Madeleine había decidido cortar con el problema de raíz, eliminando para siempre ese lugar ese su corazón, las cosas tenían que cambiar... si es que, por supuesto, no había terminado de espantar a Catherine, y se daba cuenta de que eso era lo más probable. Al final, sabe que no es el lugar ni el momento para expresar aquello, así que solo cierra los ojos por unos momentos, intentando evadir una jaqueca.

—Pensaba que las brujas viejas no podían aprender nuevos trucos —dice por lo bajo, mientras hace un casual estiramiento de brazos.

Editado por Ellie Moody

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Dirige una sonrisa indulgente a Madeleine con ciertos componentes de ironía, sin responder a su último comentario, antes de replicar al guerrero.

—Concuerdo con Madeleine respeto a poseer —sabe que muchos magos estarán en desacuerdo con ella pero intenta ser transparente en ese sentido—. Ha existido contacto y cierto grado de mutuo "entendimiento" —más que dominio, era una cuestión de determinar la situación de cada uno cuando se pugnaba con una entidad con aquella cantidad de magia e ingenio pero era algo que Catherine podía manejar.

Le recordó a Rybak, el susurrador de dragones, y como ni siquiera alguien con su nivel de contacto clamaba dominio sobre "sus dragones" con la capacidad del habla. Rememoró en un instante cómo los habían despedido para siempre a través del portal que Richard había logrado abrir una vez más, en ese entonces, a través de una inestabilidad mágica; cuando todavía desconocía la existencia de los Uzza y pensaba que ese tipo de hazañas eran algo del todo imposible.

—A la vez, soy perfectamente consciente de los riesgos de acudir a usted para comprender este poder, si bien, es la primera vez que me explican esa disyuntiva.

"Si abusaras del poder, perderás la cordura". Catherine iba a mantenerse firme en cuanto a su decisión pero de todos modos soltó un suspiro. No pensaba postergar ni un día más esa tarea, aún cuando su habitual forma de ver el mundo no era la de una guerrera. Se forzaría de ser necesario, como ya lo había hecho otras tantas veces, en la búsqueda de obtener las cosas que necesitaba, que quería o que lucían como opciones útiles en el futuro. Por supuesto, intentó que esa lógica no aterrizara en su dinámica con Madeleine. Sus pensamientos entonces vagaron hacia Louisiana. Sintió deseos de volver.

Una vez más, fue el ámbito en el que se encontraba el que la devolvió a tierra. Una presencia colosal, cuya magia había detectado pero no percibido. Una poderosa voluntad que no era la del guerrero. Catherine se quedó quieta, a la espera de instrucciones pues no tenía preguntas oportunas o interesantes como al que Madeleine acababa de plantear, con los ojos fijos en Gahíji.

 

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Podía sentir como el fuego en las fauces de Aphophis.

-Solo espera un minuto más y permitiré que hagas lo que llevas mucho tiempo queriendo hacer -las palabras para el dragón eran.

Vi a la otra figura. Observé el cielo. Tanto mi irá como la tormenta iban creciendo.cada vez más. Otro obstáculo para mí tranquilidad. No era una, sino dos las razones para perder la paciencia. Al mirar a ambas aprendices sabía perfectamente lo que sucedería a continuación. Buscaba una razón para finiquitar la clase de manera rápida y tenía la excusa perfecta.

-El ignea máxima es una invocación muy útil si no desean morir quemadas, de la varita del mago o bruja surge una lluvia de polen de lirios de fuego que puede elegir rociarse sobre sí mismo o bien sobre otro mago que se encuentre a su lado, está invocación confiere inmunidad a cualquier fuego -explique- y es mejor que hayan entendido esto y no tengan ninguna duda al respecto, de ser asi será tarde para ustedes -mi mente se conecto con la de mi fiel sirviente quien había entendido lo que pretendía- ah si y si sobreviven... bueno.

Un paso atrás fue suficiente

-Hazlo, déjalo salir...

La bocanada de fuego de dragón fue directamente hasta ambas aprendices.

Me volteo sintiendo el calor del fuego a centímetros de mi. Dos silbidos salieron de mis labios, que a parte del sonido del fuego rompieron la calma de la noche. Un rugido y luego otro. Ambas sombras inmensas aparecieron en el firmamento y en rápida picada llegaron para posicionarse al lado de Aphophis.

Monte sobre el dragón.

-Si es que sobrevivieron pónganse su Amuleto Dragón, si no lo tienen puesto ya y monten sobre uno de los dragones, este colgante permitirá que puedan comunicarse con la criatura, controlarla y volar sobre ella - Aphophis levanto el vuelo- las estaré esperando, claro, si murieron ya no importará mucho.
 

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Madeleine Moody

El rugido del dragón ahoga el grito de Madeleine, maldiciendo al Guerrero Uzza. ¿Por qué... cada... maldita.. vez... era.. exactamente... lo mismo? ¿Por qué siempre tanto los Arcanos como los Guerreros Uzzas intentaban activamente matarlos? Ella ha oído acerca de modelos estrictos de educación, pero aquello es simplemente ridículo. ¿No podía considerarse ilegal? «Pero, ¿quién alzaría la voz contra ellos, incluso si te hacen daño, si te odian, si quieren matarte? Todos anhelan ese poder». Y, es cierto, ella también. Por eso lo tolera. Por eso lucha. No alcanza a ver a Catherine ni tampoco oye su voz. ¿Ella si quiera está en capacidad de usar la magia del Hermes Trimegisto? ¿Alcanzó a sacar la varita, la tenía ya en la mano? Se maldice a sí misma por no recordar, por no haberle prestado atención, por no estar atenta a esos detalles como antes.

Se pregunta si, reuniendo toda su energía mágica, podría convocar una lluvia de polen de lirios de fuego tan grande que las cubriera a las dos, pero el libro advertía que no era posible e intentarlo, una pérdida de tiempo. La lluvia sólo podía proteger a una persona a la vez; al mago que la invocara... o a alguien a su lado.

«Unas llamas no me matarán —piensa, desesperadamente, a una velocidad tan rápida que el pensamiento es más una idea abstracta que palabras en su cabeza. En milisegundos, actúa por puro impulso—. Y unas cicatrices más ni siquiera se notarán». Sus dedos empuñan con fuerza la varita mágica, cuando levanta el brazo por encima de su cabeza, con los ojos cerrados pero apuntando certeramente a dónde sabe que Catherine está.

¡Ignea Máxima! —las gotas doradas caen encima de la bruja demacrada. El fuego del dragón no será más que una cosquilla.

Madeleine sonríe ligeramente y no hace intento de volver a levantar la varita, porque sabe que no hay tiempo.

@ Melrose Moody

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Catherine no había estado equivocada. La enorme presencia que había detectado, se hizo manifiesta ante la furia del guerrero. Apenas tiene tiempo de darse la vuelta y echar a correr cuando se da cuenta de que, acorde a las instrucciones de Gahíji, eso no sirve de nada. Sus pasos se detienen y vuelve la vista en el momento preciso, para notar la posición de Madeleine. 

En cuestión de segundos, el fuego habrá de devorarlas y Gahíji ha sido muy preciso, al decir que dicho fuego no podrá ser detenido en más de un individuo incluso con el poder que están aprendiendo. Algo se constriñe dentro de Catherine: el temor. Repeliéndolo, invoca el ígnea máxima, agitando su varita y apuntando hacia donde vio que se encontraba Madeleine. Nada debería sucederle ahora, pues ve la lluvia de polen de lirios de fuego caer sobre ella. Cierra los ojos, esperando el dolor... pero éste nunca llega. 

Cuando los abre, la andanada de fuego ha pasado y ella está intacta, lo mismo que Madeleine. La observa sin poder creérselo ¿realmente habían invocado la lluvia de polen de lirios de fuego la una para la otra? Sin embargo, no hay tiempo de quedarse a saborearlo o a cuestionar. Catherine extrae del bolso el amuleto dragón y se cuelga la figurilla dorada al cuello. Luego se vuelve a la carrera hacia uno de los dragones que aguarda en la periferia del campo en el que Gahíji las ha puesto a prueba. Prefiere asegurarse bajo riesgo de que al guerrero se le antoje volver a atacarlas. 

Al acercarse, se da cuenta de que se trata de un galés verde. No es sencillo montarlo y tiene miedo de sus pensamientos no estén en orden o sean lo suficientemente claros como para que el amuleto sea de alguna ayuda pero quizá porque el dragón que ha elegido no tiene mucha peligrosidad y porque, además, el amuleto sí parece estar funcionando, pronto Catherine se encuentra a horcajas sobre el galés verde. 

Solo entonces se atreve a echar una última mirada de sorpresa a Madeleine pero aparta la vista con la misma rapidez 

@ Ellie Moody  

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-Interesante... - sorprendido estaba al ver lo sucedido.

Solía pensar o decir que ya nada me sorprende. Las aprendices lograron hacerlo. Valdría la pena darles al menos una miserable oportunidad? Sacrificarse por la otra había estado bien, un poco tonto, ya que muertas en caso de no hacer el hechizo estaban.

Espere en el cielo. Dominarían el miedo y se enfrentsrian a los dragones? De no hacerlo sería una pérdida de tiempo para todos.

Una vez que llegaron a mi posición las mire. Estaban cada vez más cerca de aprobar o sucumbir a los inevitable. Apostaría por lo segundo? Si. Sin embargo, todavía tenían la oportunidad de no fracasar terriblemente como los anteriores aprendices.

-Escuchen bien, el "Mutis" es un rayo de característica no verbal y este hechizo hace que el oponente quede mudo incapacitándolo de realizar cualquier hechizo verbal y el "Himno de Eleboro" que es una invocación que también se realiza de manera no hablada, hace que de la varita surja una vibración musical, apenas audible, que protege los sentidos del mago y los agudiza de forma extraordinaria, vigorizándolos. Confiere inmunidad a cualquier ataque contra la vista, el oído, el tacto, el gusto o el olfato.

Sobrevolando di una vuelta al rededor de los dragones quienes no parecían estar muy contentos. Obviamente no conocían a las aprendices de nada y estaban siendo obligados a seguir sus órdenes. El movimiento fue rápido y preciso. Había lanzado un mutis a Melrose y este había impactado mientras intentaba controlar a su dragón.

-<<Flechas de Fuego>> -la invocación de los filamentos de fuego salieron disparadas hasta el pecho de Melrose quién muda estaba. Ahora ella tendría que intentar defenderse. Lancé a su vez -<<Arena del Hechicero>> al cielo para que ambas quedarán cegadas si no lograban evitar todo aquello.

Había hecho lo pertinente y necesario. Forzar a los aprendices a dar lo mejor era mi estilo. Odiaba andar con juegos y rodeos como mis compañeros Uzzas. Este estilo era mucho mejor y directo.

-Si sobreviven, vuelen un poco en sus dragones, den algunas vueltas, suban, caigan en picada, ustedes deciden que órdenes dar

Esperaba que hubieran escuchado.
 

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