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Libro del Ancestros - Julio 2022


Runihura
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La noche estaba despejada fuera de la casa de campaña que habitaba Runihura, alistando todo lo necesario para dar comienzo a una nueva clase. Su encuentro pasado con el Black Lestrange, le costó bastante caro al hombre que salió muerto y sin posibilidad de demostrar de lo que era capaz sucumbiendo ante las fuerzas del Caos. Sabía que volvería a toparse con el, aunque en está ocasión era el libro de los Ancestros, el que buscaba añadir a su arsenal mágico— Ojalá que el Trol, no le haya quebrado algo más que su ya magullado orgullo—reía como una niña pequeña. Al ser una de las guerreras más jóvenes, no perdía el toque juguetón que solía caracterizar a una niña de tan solo trece años en apariencia, pero mentalmente era mucho mayor.

El viento soplaba con fuerza moviendo las hojas de los arboles, arrancado algunas llevándolas como un mensaje silencioso a su único aprendiz. Eobard tendría como mentora a la mujer que días atrás le privará de su preciada vida, colocándolo en la lista de la muerte sin que este pudiera esperárselo siquiera— Una nueva lección esta por comenzar—observando todo lo que le rodeaba, admiraba el amuleto antirrobo que llevaba en el cuello y el anillo de presencia. Ya se daría el tiempo para explicar la utilidad de ambos objetos en el momento idóneo.

Sus ojos estaban fijos en el cielo despejado, siguiendo el camino de una estrella fugaz que el acompañará esa noche. El pedir un deseo no era lo suyo, tampoco creía demasiado en esas cosas, no teniendo alumnos tan particulares como carne de cañón. La bolsita que llevaba atada en el cinto contenía un misterio que sería revelado en el momento justo, ahora solo le quedaba aguardar impaciente por la aparición del hombre. Al menos ahora no tendría que atenerse a lo que la suerte dictará o tal vez la mala estrella, ya le tenía como cliente frecuente.

El bosque donde se encontraba la guerrera, no tardaría en cambiar por un paraje montañoso. Les tocaría escalar un poco para poder dar con la cima del templo donde daría inicio la instrucción del recién aprobado del Libro del Caos

@ Eobard Thawne

Editado por Goderic Slithering
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Una masa irregular lo perseguía blandiendo un mazo del tamaño de un árbol, mientras bramaba palabras ininteligibles. El Black Lestrange era rápido, pero el Trol parecía decidido a terminar lo que había iniciado en la prueba del Libro del Caos. Halló un recoveco en una formación rocosa, por cuya entrada sería bastante difícil que el bruto lo alcanzara. Y así fue, pero su momentánea paz se vio mermada cuando, al encender la luz de su varita, la sangre comenzó a emanar de su cuerpo como si lo hubieran agujereado cual queso. 

Abrió los ojos de golpe, encontrándose con el abovedado techo de su habitación en la mansión Black Lestrange. Casi por instinto, tocó su torso, para cerciorarse que aquello fue producto de su retorcida mente. Las heridas habían ido sanando a un ritmo adecuado.

⎯⎯Estuvimos cerca, o tal vez todo fue una serie de juegos mentales ⎯repuso con cierta gracia en su voz, recordando lo último antes de caer muerto en duelo. Seguro su familiar, quien fuera que recogiera el cuerpo, se echó una buena carcajada cuando le contaron cómo cayó en batalla. 

Comenzó a prepara su siguiente viaje, echando un ojo cada cierto tiempo al libro que habían dejado sobre la mesita a los pies de la cama. Emitía una cierta energía, como el del Caos, pero a diferencia de este, se sentía como magia muy antigua, incluso de tiempos previos al uso de las varitas. Estaba acompañado de una nota que rezaba «Por favor, intenta no morir de nuevo». 

Por la única ventana, parcialmente abierta, podía escuchar el crujir de las hojas de los árboles; un sonido particular, considerando que la época de viento solía llegar a finales de Agosto. Al inicio creyó que era solamente la flora, pero gradualmente comenzó a encontrarle sentido al mensaje. Y no sólo eso, la voz que lo llamaba parecía tener un gran parecido con Runihura. La expectativa de que, posiblemente, moriría dos veces seguidas a manos de la misma Uzza, era inspiradora. 

Minutos después, abandonaba la casona de la familia, decidido a continuar su travesía del conocimiento. Llevaba los aditamentos que venían con el libro en una mochila de fondo interminable, colgada a la espalda cual explorador, mientras que este levitaba a un lado suyo a manera de acompañante etéreo. 

⎯⎯Querido Horace, si no escuchas de mí en varios días, pregunta en Uagadou si salí ileso. 

Despidiéndose de su elfo doméstico con la diestra en alto, conjuró un Haz de la Noche lo suficientemente amplio para poder cruzar, pensando en que su destino fuera donde las hojas le susurraban. Fue recibido por un clima estival, común en casi cualquier bosque. Y más aún, en aquellos próximos a cordilleras como la que se elevaba sobre sus cabezas.

⎯⎯¡Qué grata sorpresa, guerrera! Antes que nada, lamento mi pésima actuación en el combate más reciente ⎯saludó jovial a su instructora, que aunque físicamente parecía una pequeña, emitía esa sensación de poder más allá de su compresión ⎯. Espero la suerte me sonría en este libro, aunque no influye del todo, creo. 

Dedicó una ligera inclinación para indicar que se encontraba listo para comenzar su enseñanza. Agradeció haber llevado un atuendo térmico, similar al de los alpinistas, pues era casi seguro que abandonarían la seguridad que les inducía estar cerca de la tienda de campaña. 

 

@ Runihura

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— No ha considerado la posibilidad de que la mala suerte sea su compañera eterna—comentaba recordando el momento justo en que pusiera fin a la existencia del Black Lestrange. El Trol había jugado un papel trascendental en su ataque, dejando anulada la defensa que buscaba arruinar sus planes y ponerle la cereza del pastel que finalmente corono su acto magistral— El exceso de confianza puede ser un mal consejero, no se arriesgue por segunda vez a retar a la muerte y verse abrazado por sus huesudas brazos. Preste atención hasta el más mínimo detalle, analice con serenidad lo que le explico y verá que se ira de aquí de una sola pieza—el tono bromista resaltó en su perorata. 

— La Arena Mágica del desierto, si es soplada contra la vista de algún rival, esta desaparecerá durante un tiempo y tras pasar cinco segundos la irá recuperando de forma paulatina. Los efectos que puede sufrir son la doble visión, vista borrosa hasta que la misma se restablezca en su totalidad, dándole tiempo para escapar—se imaginaba al hombre salir corriendo como un alma desesperada que se ve presa de una horda de animales salvajes que desean destrozarlo en mil pedazos— Si la usa en pociones, luego del hervor, produce escozor en los ojos y ganas de conciliar el sueño, obligándolo a cerrar los ojos—apareció en su mano un frasquito de cristal—Puede guardarla en uno como estos y usarla como colgante, suele agotarse si se usa con regularidad. Pero la misma se repone con el paso de las horas—colocaba el frasco en su cuello como un colgante gracias a una cadena dorada que lo sujetaba.

— El Anillo de presencia, es una alianza con una pequeña cavidad en el centro donde se genera una esencia mágica, al tener contacto con su mano. Una sola gota de dicha esencia colocada en cualquier lugar, le permite observar lo que allí ocurre, aunque ese lugar se encuentre a una gran distancia o este protegido—acariciaba su anillo con sus dedos— Basta una simple gota en una carta que deseé enviar por medio de una lechuza, para poder ver con detalle todo lo que ocurre dentro del hogar del que ha recibido dicha misiva—ajustando la piel que llevaba como abrigo. Emprendió el camino hacia la zona montañosa que era aquel bosque, nieve era lo que les rodeaba y comenzaba a caer desde el cielo.

Copos y cristales de nieve que destellaban al percibir el poder de la Uzza, la magia que le legarán sus Ancestros. Todos esos maestros antiguos que estaba orgullosos de que sus conocimientos pasarán de generación en generación, siendo aprovechados al máximo. El clima era el menor de los problemas que atravesaría el hombre que le acompañaba, aprendería a utilizar lo que la naturaleza le daba como arma o defensa. Los ojos de Runihura eran un mundo de bromas y juegos divertidos, posiblemente ya tenía algo planeado para sorprender a Eobard. 

@ Eobard Thawne

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⎯⎯Es posible que sí ⎯coincidió el Black Lestrange con una media sonrisa, al escuchar la propuesta de que la mala suerte era su eterna compañera en ese tipo de travesías. Pero también la Uzza tenía razón en el exceso de confianza, y de eso había tenido suficiente en tiempos pasados, quizá ese era el motor de cambio que lo haría trascender ⎯. Tuve un mentor hace un tiempo, quien decía que mientras más grande la soberbia, más alta era la caída. Y bueno, parece que tuvo razón. 

Mientras Runihura le explicaba el primero de los objetos que venían con el libro, y en este se trazaba una breve explicación del mismo, el castaño hizo lo propio para sacar el frasquito de arena a través de un encantamiento convocador. En esencia, tenía un funcionamiento muy similar al de otra arena que había aprendido en un curso anterior. Aunque, tenía sentido, pues si uno la lanzaba a ojos de un oponente, tendría un efecto no tan agradable. 

⎯⎯Es similar a la Arena del Hechicero, por lo que veo. Sólo que, a diferencia de esta, la Arena Mágica del Desierto no parece estar hecha con los huesos cristalizados de un mago muerto mediante fuego, y la duración de la ceguera es menor a comparación. Sin mencionar el uso que tiene en pociones, seguro que intentaré utilizarla la próxima vez que haga un brebaje calmante. 

También le explicó otro de los elementos que acompañaban al conjunto de poderes, el único anillo de ese libro, de hecho. Mientras la joven Uzza comenzaba su andar hacia la zona montañosa, que parecía recibirles con una tenue nevada, el Black Lestrange hizo su mejor intento por seguirle el paso, sabiendo que los Uzza eran guerreros que se encontraban en un pináculo de condición física y mágica que ningún humano, con toda la preparación posible, sería capaz de alcanzar. 

Agradeció haber llevado aquel atuendo acogedor, adecuado para la escalada que estaban a punto de emprender. 

⎯⎯Y, entonces, el Anillo de Presencia funciona como si uno tuviera un Ojo Mágico, ¿no es así? ⎯ inquirió, una vez que logró seguirle el ritmo a Runihura. Con base en la descripción, podía recordar aquel aditamento que había usado el auror Alastor Moody ⎯. Podemos ver todo y a todos los que haya en el lugar en que se deje la gotita de esencia, sin necesidad de estar presente.

Eso sin duda era bastante práctico, por lo que podía dejar una serie de gotas del mencionado anillo en los lugares que solía frecuentar, como sus negocios o la misma mansión Black Lestrange. Le causaba una cierta intriga, que despejaba cada que un copo de nieve o la pelusa nevada caía en sus mejillas y era derretida por su calor corporal. ¿Habían sido esos los primeros indicios de la magia en ese mundo? 

Tenía sentido, considerando que los primeros magos siempre habían estado rodeados de misterio, y parecían haberlo visto todo cuando se presentaban diversas problemáticas, para las cuales ya tenían al menos una idea de cómo resolverla. 

 

@ Runihura

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— La soberbia suele ser mala consejera, posiblemente sea compañera inseparable de la ociosidad. He escuchado que se le cita como la madre de todos los vicios, esperemos que no le atrapé antes de terminar de ascender por esta montaña—clavaba con firmeza sus pes en el terreno con cada paso que elevaba hacia la cima. Sus ojos estaban fijos en la superficie rocosa, cuidando no dar un traspié e irse al fondo del acantilado que apareció gracias a la magia que poseía la joven Uzza. El ser la de menor edad, le dotaba de una energía incansable, fuerza inagotable que le permitía poner a prueba a cada uno de los aprendices que acudían a ella por una pizca del inmenso conocimiento que les habían legado sus Ancestros Uzzas.

— Es correcto, no duran el mismo tiempo. Pero tienen un efecto similar, no es grato para nadie sentir tierra en los ojos y no poder ver con claridad que lo ha ocasionado y desquitarse por ello—el tono vengativo estaba impreso en sus palabras— Puede ver lo que desee, pero no creo que para ello deba perder un globo ocular o ¿si?—intentó no reír al verlo con un parche en el sitio donde debería estar su ojo y no un hueco similar a un pozo oscuro. Las bromas estaban por hacer acto de presencia dentro de la clase, no le gustaba la idea de que fuera todo tan cuadrado y lineal, justo antes de que el llegará removió un poco las rocas donde debía pasar Eobard para darle alcance a la guerrera.

Todo resultó como lo esperaba, viéndole trastabillar por poco se iba a volar por los aires y sin alas que le sirvieran para planear por el firmamento, quebrándose algunos huesos— Cuide donde pisa, no creo que le apetezca morir antes del duelo—indicó tomando con firmeza una roca que sobresalía ayudándose con ella como palanca para impulsarse y dar un salto hacia la cima— Kansho es una daga de acero tan afilado que es capaz de partir diamantes con un pequeño roce. Su empuñadura es de plata con orfebrería en oros blancos y dorados, diamantes y esmeraldas completan la belleza de esa afilada arma—sujetándola con firmeza permitía que la viera. 

— Absorbe la magia de los enemigos y retiene los hechizos, para ser usados en el futuro. Aunque no posea el nivel para ejecutar los hechizos que la daga ha absorbido—musitaba viendo como una oleada de copos de nieve caía sobre ellos como lo hacen las gotas de lluvia sobre los techos de las casas. Quedando algunos de ellos atrapados en el cabello de la joven, dándole un toque cómico a esa postal que le hacía ver como una muñeca de nieve sintiendo una sensación de cosquilleo en sus mejillas producto de la nieveAmuleto anti-robo, posee la forma de una porcelana que representa al dios griego  Hermes con un casco alado. Impidiendo que puedan robar en los lugares en donde se encuentra colocada, puede proteger una mansión o negocio. Asimismo sirve para proteger las bóvedas trastero, pero no sirve dentro de un duelo—ladeaba la cabeza al verlo pender de la montaña.

El ayudarlo era una opción, recordándole que existía un amuleto que le permitía volar distancias cortas y no darse contra el suelo tan fuerte que algunas neuronas de perdieran tras el impacto— Use el amuleto volador, no me diga que no tomo la clase donde explican para que sirve el mismo y debe llevarlo consigo para evitar tener que ser salvado por los Uzza que se crucen en su camino—reprobaba un poco la nula atención que se prestaba a los amuletos que los libros anteriores al de los Ancestros traían consigo. 

— Tenga en cuenta que la daga solamente puede ser usada una vez dentro de la batalla y no detiene los hechizos que estén lanzados con la vara de cristal—explicaba esperando a que retomará el paso el Black Lestrange— Vara de Cristal, no se consume ninguna acción para invocarla. Su varita mágica crecerá hasta convertirse n una vara o bastón de un material mágico irrompible con apariencia de cristal, cuyo aspecto y color serán diferentes según el mago que la invoque. Pude imbuir de poder un rayo, transformándolo en efecto—daba por terminada la parte teórica. Ahora le tocaba a Eobard, exponer las dudas que le pudieran surgir y prepararse para lo que la guerrera Uzza le tenía preparado en la prueba final.

@ Eobard Thawne

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⎯⎯En mi defensa, el único vicio que ha prevalecido en mi persona, ha sido el de los juegos de azar. Y ya vio usted cómo resultó eso. 

Admiraba la condición física de la que hacía gala Runihura, mientras intentaba seguirle el paso en aquel empinado ascenso. Era natural, que siendo la más pequeña tuviera más resistencia. Y, detestaba admitirlo, pero lo hacía sentir un poco viejo, de la manera en que ni siquiera usando sus dotes de metamorfomagia podría cambiar el hecho de que a diferencia de su mentora, era un simple mortal jugando con fuerzas que no controlaba del todo. Era casi una ironía que rondara los veinte y muchos, y ya tuviera que lidiar con dolores de espalda ocasionales. 

⎯⎯Considerando que ya de por sí mi capacidad visual es limitada, perder un ojo no me afectaría mucho, pero tener más de uno en sitios que me interesan, eso sí que es útil ⎯concedió mientras acomodaba sus lentes sobre el puente de su nariz, tomando la broma de la Uzza con agrado; ese tipo de comentarios hacia que la clase se sintiera amena, fuera del hecho de que se tratara de una clase exigente, un momento de intercambio entre dos entes tan distintos ⎯⎯. La arena será mi nueva am...

Un paso en falso. Uno de muchos que había dado.

Al no apoyar bien sobre las botas, fue atrapado por el arrastre y la fricción que supuso el deslizarse por la superficie rocosa, recibiendo de lleno el impacto en su flanco derecho. Podía percibir que se había roto uno que otro hueso, además de que su hombro estaba dislocado. Aún en su miseria, alcanzaba a escuchar a la Uzza explicándole las bondades de la mítica Kansho, de la cual había escuchado por parte de sus familiares que ya habían completado el curso, pero nunca había visto con sus propios ojos. 

«Un arma elegante, para tiempos más civilizados», pensó, mientras conjuraba un Curación para reacomodar sus huesos y continuar el ascenso. Pero aquello parecía imposible, pues su mentora había deshecho el camino por el que podría haber cruzado él, a partir de sus propios movimientos para librar los obstáculos. 

⎯⎯Creo que esa espada no me servirá para poder subir, ¿o sí? ⎯ preguntó, confiando en que Runihura entendiera que era algo retórico. El colgante con forma de alas de plata que parecía una abstracción de la snitch dorada, y era parte de los poderes del Libro del Aprendiz de Brujo paso de su mano libre a adornar su cuello ⎯. ¡La última vez que intente utilizar poderes de libros anteriores, casi me hacen papilla! 

Vociferó con cautela, consciente de que, aún con la ligera nevada, la Uzza podría escucharlo desde la cima. Así, decidió dar el salto de fe y planear con suavidad hasta donde la más joven de los guerreros se hallaba concluyendo la explicación del hechizo que imbuía a la varita mágica de un poder tan antiguo, que hasta la hacía cambiar de forma. Se derrapó un poco al tocar suelo, víctima de las corrientes de aire, pero logró alcanzar a la Uzza después de un par de pasos más cautos que los primeros. 

⎯⎯Perdone, guerrera, un pequeño tropiezo. Esa vez que le mencioné, Badru hizo añicos uno de mis anillos que los que solía agrupar los poderes de los libros. ¿Un acto razonable? Tal vez, pero me ha ayudado a confiar más en cada elemento por separado. 

Comenzó a recapitular lo que su instructora había mencionado mientras él luchaba por no salir disparado hacia la base de la montaña y romperse algo más importante que la dignidad, es decir, su estructura ósea. Llamaba su atención que sólo dos de los poderes fueran a utilizarse en batalla, pero seguro tenía que ver con el hecho de que, en la antigüedad, los primeros seres con magia no solían enfrentar directamente las amenazas que sí plantaban cara los humanos. 

⎯⎯Entonces, Kansho devuelve los ataques, incluso aquellos de alguien con un rango mayor al mío, excepto los que son lanzados por alguien que equipó la Vara de Cristal. Si mi lógica no me falla, las excepciones también se extenderían hacia los efectos, ¿no? Sinceramente, no me imagino deteniendo el gas del Cinaede blandiendo tal arma. 

Tomó unos momentos para razonar su siguiente duda, que era con respecto al otro poder del Libro de los Ancestros. Aunque la definición era en sí, clara, su desordenada y ansiosa mente lo obligaba a dispersar esas dudas, antes de que otro Trol lo mandara a su hogar hecho pedazos. 

⎯⎯Lo de la Vara de Cristal me parece intrigante, porque es como si jugáramos con las leyes de la física, entonces si decido lanzar un Sectusempra, en caso de que impacte y esté equipada, no viajará un rayo, sino que le saldrán las heridas a la pobre alma que embruje. Pero mi duda recae en las invocaciones y efectos, en todo caso, al no considerar la aparición de un rayo del todo, no requerirían que se gaste la equipación de la vara por turno, ¿o sí? 

Quizá eran preguntas obvias, pero debía estar preparado para lo que viniera, sobre todo considerando que podía casi percibir el peligro inminente en el aire. ¿Acaso era el Señor del Caos jugándole otra pasada?

⎯⎯Del amuleto anti-robo he comprendido su funcionamiento, ahora entiendo por qué nadie intenta robar las bóvedas trastero en Gringotts, aunque para lograrlo primero tendrían que evadir los miles de peligros. 

Aquello lo hizo sentir melancólico de su tiempo como colaborador del Banco Mágico, una buena época que había marcado un antes.y un después. No obstante, debía centrarse en el aquí y el ahora, o Runihura tendría razón y sufriría de otro evento desafortunado. 

 

@ Runihura

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La mala suerte era la compañera inseparable del Black Lestrange, poco o nada faltó para que se quebrará la cara contra la superficie rocosa. Ella por su parte supo hacerse de un camino sencillo de escalar, clavando por última vez sus manos en las piedras y de un salto girar en el aire y caer como una gimnasta sobre sus pies con firmeza—La mala suerte es como su sombra, ¿no ha pensando hacerse una limpia?—le agregaba un toque jocoso al ascenso de su único aprendiz. Ya se conocían de otras clases, entablando una relación amena entre el y la Uzza. Ganándose en cierto modo un poco de aprecio por parte de la joven, le gustaba la forma desenfadada tan que se tomaba cada uno de los juegos o trastadas lanzadas por la mujer.

— Solo tiene efecto sobre los hechizos de tipo rayo, consideré ese detalle. Verá que la definición que aparecerá en su libro cita lo que le he comentado, existen hechizos que solo se aplica dicho efecto, no al resto—una sonrisa simpática apareció en los labios de Runihura. Esperando que no se lesionará la dignidad de nueva cuenta, porque no dudaría en darle una paliza como lo hizo con mucho placer dentro del duelo del libro del Caos. Tras concluir su explicación sobre la Vara de Cristal, daba paso a la siguiente duda que se generará dentro de la cabecita curiosa de Eobard— Está en lo correcto, si los hechizos que desea absorber con la daga Kansho, vienen equipados con la Vara de Cristal, no sirve de nada. Puede considerarlo una acción desperdiciada, por eso es mejor asegurarse de usarla con los conjuros que no estén equipados con la vara antes mencionada—indicaba escuchando la añoranza al mencionar el amuleto antirrobo.

Parecía que la vida del hombre sufrió demasiados cambios inesperados, pero eso era lo que le daba el verdadero valor a la vida. Aquello que era capaz de sorprendernos y darnos experiencias que la mayoría de las veces enriquecían más nuestra vida y las vivencias que compartiríamos con los que nos rodean— Deje el pasado donde está, no viva del el. Solo limítese a disfrutar lo que le ha brindado y camine hacia adelante, si va a mirar hacia atrás que sea solo para tomar impulso y no para caer en los viciosos o sin sabores que ya ha superado—dando por saldada la cuenta que tenia que ver con las dudas que tenía.

Le tocaba comenzar a mentalizarse sobre la prueba final, porque como siempre la traviesa Uzza no dudaría en mandarlo dentro de una caja de cerillos a su hogar.

@ Eobard Thawne

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