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Prueba de Legilimancia — Ada Camille Dumbledore y Eobard Thawne


Rosália Pereira
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Las dos figuras habían llegado rápidamente a la Sala Circular de la Gran Pirámide. Rosália Pereira los estaba esperando con los brazos abiertos, una gran sonrisa y el sol que le daba todo de lleno y brillaba como la flor más hermosa en medio de la primavera. Habían pasado la parte más fácil, en donde podían ser ayudado por la mismísima Arcana, pero de ahora en más, comenzaba una nueva etapa sobre éste camino. Asi que Rosália empezó con todo el protocolo.

Habían centrado toda su atención en los anillos simples y plateados donde pudo tomar dos. Se los entregó mientras los tres se alejaban del ouroboros y la estrella de siete puntas. A cada paso que daba en dirección a la pared, el portal se iba materializando, con un marco violeta brillante y pequeñas hebras plateadas, como cabellos de unicornios pero en un estado gaseoso. Les hice una seña para que ambos se adentraran, lo cual hicieron sin dudarlo:

— Desde aquí están solos. Confío en que podrán salir. Cuando lo hagan, si se vincularon con éxito, podrán ver que su anillo se volvió a una réplica del mío. ¡Éxitos!

Y Rosália vió como se cerraba el portal con Ada y Eobard dentro.

@ Ada Camille Dumbledore  @ Eobard Thawne

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El momento de la prueba había llegado,  era la hora de enfrentarme a mi prueba y sobretodo salir de ella viva y cuerda. Suspire mirando hacia atrás a la Arcana @ Rosália Pereira y a @ Eobard Thawne que también había llegado a la prueba, le sonreí al joven deseándole suerte y avance a través del portal, al atravesarlo mis ojos se cegaron por un momento, al poder ver de nuevo me encontré en un enorme salón con bellísimas lámparas de arañas iluminadas, me tomo un momento darme cuenta en el ligar que estaba y en la época a la que me había llevado la prueba: Era Versailles.

 

El momento era cuatro años atrás, en la época en que llevaba pocos meses vinculada a la política, mi mentor el Ministro de Magia Monsieur Louis Le Vau, me había tomado bajo su tutela y era yo su mano derecha en el manejo de su política y recién graduada de la Universidad aprendía todo sobre las diferentes pautas de la política nacional e internacional de mi país. Camine un poco viendo el maravilloso salón de los espejos brillar como el maravilloso cielo, aunque era de noche. Al verme reflejada en uno de ellos me vi luciendo un vestido estraple azul profundo con una capa de velo que caía por mi brazo derecho. 

 

No entendía bien porque la prueba me había traído al pasado,  no sabía como era posible que me transportará en el tiempo pero no podía ser un sueño, me tome el brazo y me di un pellizco y el dolor me hizo dar cuenta que aquello era real, así que debía descubrir para que me había llevado allí. Una voz a mi espalda me hizo voltear y aquellos ojos verdes me hicieron estremecer la espalda, cerré los ojos y me voltee lento y lo vi… Joseph se veía tan guapo como mi mente en mi recuerdo lo tenía, lo salude con la mano tímidamente y después bese sus mejillas. 

 

-¿Sucede algo?

 

Su pregunta me hizo estremecer un poco, debía actuar normal, aunque ya hubiera vivido esto debía averiguar para que estaba allí. Suspire tranquilizandome y me acerque a el sonriéndo.

 

Nada en absoluto, la realidad es que me sorprendiste mientras admiraba el salón de los espejos, venir como turista es una experiencia diferente a venir a un gala y ver la belleza del lugar con esta iluminación, así se ve exquisito.

 

Su expresión se suaviza, fue cuando recordé que podía leer su mente y sus recuerdos, así que sin esperar mucho entre a ella mientras que movía para tocarle de gancho. Vi en su recuerdos varios momentos confusos, algunas reuniones, y sobretodo documentos que había leído en su oficina, Joseph trabajaba con el ministerio de asuntos mágicos de Francia en la oficina de aurores. Uno de esos documento llevaba un letrero en rojo que decía “importante”, por medio de sus recuerdos leí el documento, informaba sobre un complot para el asesinato contra Monsieur Le Vau, el señor ministro. Me sobresalte un poco al recordarlo, el ministro había sido asesinado varias semanas después, envenenado en su despacho, pero ¿como era posible que hubiera un informe de una amenaza en su contra y yo jamás me había enterado?, detalle más en sus recuerdos, el documento to había sido entregado por espías franceses. El origen de las sospechas venia por un grupo de radicales que se oponían a la propuesta de que el ministro de magia dirigiera el destino de Francia también en los asuntos muggles. Me fije su en sus recuerdos había algo más pero solo vi que había guardado en el archivero el documento.

 

Me sacó de sus pensamientos que habíamos llegado a un grupo de personas a quienes reconocí algunas de ellas por ser pertenecientes al ministerio: jefes de oficina, sus parejas, aurores y algunos diplomáticos procedentes de Bélgica.

 

-Bonne nuit.

 

Salude al grupo, unos ojos avellana me miraron y me sonrieron y reconocí a mi querido maestro el Ministro me acerque y beses sus mejillas, no pide evitar el nudo en la garganta y termine abrazándolo, luego de un momento me separé. Era evidente su sorpresa, pero me miró como mira un padre a una hija, recordé entonces porque mi gran cariño hacia él.

 

-Camille me alegra verte, más tarde te presentaré a alguien con quien debes hablar, ve bailar, diviértete.

 

Lo observe tratando de grabar esa mirada amable y su cariño.

 

-Claro que si señor Ministro,  con gusto iré a divertirme, espero su llamado.

 

Me disculpe y los dejé en sus conversaciones alejándome del brazo del irlandés, sus palabras me interrumpieron de nuevo.

 

-hoy estas extraña, ¿pasa algo que no me hayas dicho Ada?

 

Lo mire tratando de ver en su mente porque me preguntaba aquello y note que el veía extraña mi manera afectuosa en la que había saludado al Ministro Francés.

 

No, estoy bien, un poco ansiosa, pero bien… 

 

En mis pensamientos no dejaba de pensar si era posible entrar a las mentes de los que estaban allí para obtener más información para saber quien conocía sobre la amenaza y si alguno de los presentes podía tener esa información para mí. Una idea algo ilógica me llegó a la mente, no sabía si podía hacerlo, pero lo intentaría.

 

-Joseph esta sonando un vals, ¿bailarias conmigo?

 

Vi su sorpresa reflejada en sus ojos verdes, al parecer mi yo del pasado no era tan directa, su rostro me mostró el agrado, algo que me dolió recordar que yo misma lo había alejado de mi vida. Al menos haría de nuevo memorable esa noche. Lado su rostro y estiro su mano hacia mi, la tomé y caminamos hacia el centro del salón. Empezamos a mecernos a ritmo del vals, suave y armonioso, yo mire con atención a mi alrededor observando a varios grupos de personas que hablaban animadamente. Debía concentrarme en todos los que pudiera y buscar en sus recuerdos, debía ampliar mi legilimancia aprovechando que todos parecían relajados y con la guardia baja.

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La primera en entrar por el portal de Legilimancia había sido Ada Camille Dumbledore. La joven francesa había demostrado que era capaz de lograr obtener la capacidad de leer las mentes y de superar la prueba, Rosália confiaba tanto en ella como de Eobard, pero dentro el portal podía jugar una mala pasada. A veces los hacía perder la memoria de quiénes eran, a veces la prueba no los dejaba salir hasta que no consiguieran un dato específico.

Ada no solo debería saber por qué estaba allí, sino que debería lograr salir. No solamente sería leer mentes, sino que la prueba la iría llevando hasta lo más profundo de su mente para inhabilitarla y aprisionarla dentro. Rosália siempre recordaba de su prueba y le había costado mucho salir, especialmente porque parecía que allí dentro era mucho mejor quedarse a vivir que afuera.

@ Ada Camille Dumbledore

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El protocolo de inicio de la verdadera prueba no se hizo esperar, pues Rosália les entregó los correspondientes anillos del aspirante a ambos para que cumplieran con tal fin. Para el castaño, era la tercera ocasión que cruzaría un portal de habilidad, por lo que tenía la mente más centrada en tener un buen desempeño, que en lo que se encontraría del otro lado de esa esencia gaseosa que parecía hechizar a sus pies para ingresar. 

Resopló a manera de finalizar su preparación mental, dedicándole una cabezada a la arcana antes de ingresar al portal. El cristalino aro ya se encontraba en su dedo índice de la diestra, permitiendo que la Arcana de Legilimancia y él se comunicaran, aunque casi podía asegurar que ella encontraría la forma de hacerlo, aún si no tuviera el anillo. 

Una vez que se escurrió entre el humo, se sintió en otra realidad. Un campo de probabilidades que podía ser cualquier cosa. Un viaje hacia lo desconocido, que en la postrimería de su paso por la prueba, sería conocido como:

Crisis de los Eobard Infinitos

El sendero fue incierto durante los primeros pasos que recorrió, pero finalmente desembocó en lo que parecía ser una peculiar madriguera, pues el ancho del túnel era suficientemente amplio para que el Black Lestrange saliera a rastras; estaba bastante claro que aquello no era obra de algún topo. Lo recibió un atardecer de los últimos días de Enero, con una sensación térmica que aún contenía un resabio gélido del invierno que recién terminaba. La colina a sus espaldas estaba recubierta de una fina maleza, propia de la época del año. Más allá, al pie de otra elevación, se erigía la mansión Thawne, hogar de la infancia y bastión de su padre biológico. 

⎯⎯Míralo, parece que algún día será un gran magizoólogo ⎯ decía el patriarca a la mujer rubia que le acompañaba. A unos cuantos pasos de ellos, un pequeño de unos cuatro años de edad intentaba quitarle una moneda a un escarbato.

⎯⎯O un hábil asesor de la banca mágica, hay un mundo de posibilidades ⎯ repuso ella, negando con la cabeza. Esperaba más del pequeño que un mundano empleado encargado de lidiar con bestias. 

Hasta ese punto, su historia parecía la de siempre, exceptuando por un detalle bastante perturbador: Así no habían sucedido las cosas. 

Gran parte de sus recuerdos de la infancia estaban reprimidos, en favor de olvidar esa aciaga época marcada por el abandono de su madre en favor de regresar a las filas de la Marca Tenebrosa durante la Segunda Guerra Mágica, y el poco o nulo interés de su padre en consolidarlo como el heredero de la familia Thawne. La escena mostraba una pareja bastante más sólida que la que a él le tocó conocer, o al menos escuchar de otros susurros. No podía ser el Eobard que actualmente realizaba su prueba. 

Todo aquello pareció complicarse con la llegada de una segunda versión suya, también infante, que lo hizo replantarse si en verdad la primera distaba de ser la realidad; este pequeño Black Lestrange no parecía ser metamorfomago, tenía el cabello rojizo, y montaba con soltura una Estrella Fugaz, de las mejores escobas antes de la aparición de las Nimbus

⎯⎯Existen dos posibilidades. O rompí la continuidad espacio-temporal, o esta prueba está diseñada para hacerme recordar quién soy en realidad ⎯ meditó sus palabras, sin sorprenderse de que las versiones alternas siguieran coexistiendo sin notar su presencia. Seguro Rosália tenía más experiencia con ese tipo de problemáticas. 

Comenzaría a lidiar con su pasado en orden de aparición, por lo que se dispuso a encarar al chiquillo que intentaba hacerse con el roedor. Dirigiendo su varita hacia sí mismo, y estableciendo contacto con los mismos iris grisáceos de siempre, pronunció el encantamiento Legeremens, y se adentró en la mente infantil. 

Lo primero que sintió fue una especie de succión en espiral, nadando entre recuerdos de cumpleaños con toda su familia, incluida la sanguínea. Podía percibir que ese Eobard sí que había sido querido, y seguramente crecería sin muchas carencias emocionales. Centró sus esfuerzos en lo que más le interesaba de esa incursión: ¿Qué fue lo que había cambiado en su vida, para que tuviera cierta aversión hacia las criaturas mágicas? Mientras se deslizaba por otras memorias relacionadas con sus años en Ilvermorny, vació su mente, listo para acceder a la memoria de Eobard 1. 

» Vamos, es sólo un huevo. Seguro que logras llevártelo antes de que la araña gigante te arranque un brazo, ¿no te parece?

» No lo sé, Bart. Digo, sí tengo buena condición física, pero aún no he demostrado dotes mágicos, además de que tú tampoco tienes una varita. Si nos metemos en líos, aquí nadie nos ayudará. 

Aunque borroso, el recuerdo mostraba a unas versiones de Eobard, y su entonces amigo, Bartholomew, discutiendo sobre conseguir un objeto valioso para una supuesta araña gigante. El castaño podía apreciar la desesperación en su recuerdo más joven, pero aún no lograba descifrar en qué había terminado todo ello. Usando la Legilimancia, ahondó más en los recuerdos de la versión alternativa, revelando que se habían aproximado a un nido de acromántulas en un bosque próximo a casa.  

Los dos parecieron discutir un buen rato acerca de la factibilidad de hurtar el huevo, para probar que el castaño tenía madera de Thawne, pues su primo Cassius ya había demostrado su magia al lidiar con un molesto gnomo en el jardín que robaba sus juguetes. El recuerdo clareó, por obra de la concentración del castaño en las emociones que evocaba dicha situación, y le reveló a sí mismo sucumbiendo ante la araña, momentos después de tomar una de sus crías por eclosionar. 

»» ¡Ayuda, por favor! A Eobard lo ha picado una acromántula, ¡auxilio!

Los gritos le retumbaban en los oídos, y con ello detectaba cierta ironía en su tono de voz, que no percibió entonces. Bart se burlaba de su mala suerte e imprudencia, pero en últimas instancias decidió pedir ayuda. Su peor recuerdo de la infancia avanzó, mostrando una letanía de Hivolt sobre los peligros de enfrentarse a las criaturas, un castigo razonable por no avisar, además de una marca de los colmillos en el hombro derecho. Más que la decepción y frustración, Eobard pudo sentir el terror por tener que volverse a enfrentar algo así, como también la promesa de hacerlo con un mejor conocimiento. 

Salió de la mente de Eobard 1, colocándose la mano que no sostenía la varita sobre su hombro, sintiendo dos ligeros hundimientos en su piel, como una marca de guerra. Había logrado desbloquear un trauma de su infancia, y al parecer lo había superado, o al menos, comenzado a hacerlo.

Tocaba el turno de Eobard 2.

Con él, la cosa fue distinta; no esperaba analizar las desventuras de su pasado, sino ir más allá, hacia su futuro. Extendió la mano, sin tener que pronunciar el encantamiento para la lectura de mentes, y se adentró en su cabeza. Las memorias estaban bastante más ordenadas, sin mencionar que evocaban una sensación de entereza, felicidad, y sobre todo, equilibrio. 

Dentro de los sesos de Eobard 2, el no metamorfomago, se encontró con un orgulloso hijo de las familias Black Lestrange y Thawne, jugador de quidditch profesional, que recién fichaba con el Puddlemere United; Mía no lo había dejado en Norteamérica, sino que se había quedado con ellos, hasta que él tuvo edad para ir a Hogwarts; la comunidad mágica londinense resultó más acorde a su espíritu audaz, motivándolo a dedicarse enteramente al deporte, en vez de seguir el camino de su madre, como el Eobard original había hecho. Más allá de todos los recuerdos que pudo vislumbrar, se vio a sí mismo realizado.

Un futuro que pudo haber sido. 

⎯⎯Creo que ha sido suficiente de los recuerdos de mis versiones más pequeñas, por esta sesión al menos ⎯ se dijo a sí mismo cuando emergió de la mente de su segunda versión. A pasos prudentes, dejaba atrás a la escena de la familia feliz, para encaminarse hacia lo desconocido. 

Apostaba a que pronto vería más doppelgängers suyos, con nuevos recuerdos de su vida por desbloquear y armar ese rompecabezas que era su mente, tal como le había expresado a la Arcana de Legilimancia al iniciar ese viaje. 

 

@ Rosália Pereira

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El camino que estaba recorriendo Eobard Thawne también había comenzado casi al instante. El joven se había decidido adentrarse al interior del portal mientras Rosália se quedaba ansiosa por el momento que sus alumnos realizaban la prueba para vincularse a la habilidad. La Arcana no sabía qué depararía a cada alumno pero al verlos partir, sabía que no perderían su aprendizaje y que pronto los podría volver a ver salir con su anillo transformado.

Rosália se cruzó de brazos mientras daba algunas vueltas en círc-u-l-o por la Sala Circular esperando que cualquiera de las señales que estaba enviando sirviera para su oportunidad. Rosalia podía hacer llegar algunos mensajes a sus alumnos pero lo que no ocurría era que estos pudieran responderlos. Rebuscó entre sus ropas y notó que el tiempo avanzaba cada vez más rápido. Solo esperaba que le llegara al oído de Eobard sus palabras de ánimo para que siguiera adelante y no pensara que todo lo que sucedía allí dentro fuera real.

@ Eobard Thawne

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La gala estaba en su punto álgido, todos estaban en sus conversaciones y yo solo pensaba en entrar a sus mentes para conocer quien poseía información sobre las amenazas de las que era Víctima el ministro Louis Le Vau, quería saber quien podía poseer información suficiente de esto y así encontrar el porque había llegado por medio de la prueba al pasado a este momento especifico de mi vida. Había invitado a Joseph a bailar y su sorpresa al verme tan directa me hizo sonreír, en el pasado era mucho más tímida,  esa misma razón era la que había causado que perdiera su amor, porque se alejo de mi pensando que amaba a otro, cuando no era de esa forma, pero ahora no era el momento de comer concentrarme en eso. No tenia ninguna remedio ni solución la relación de nosotros Así hubiera vuelto al pasado para remediarlo. 

 

Estábamos ya en la pista y su mano tomó mi cintura y la otra mano sostuvo mi mano, yo pose mi mano en su hombro y lo mire a los ojos, el irlandés poseía una mirada profunda y difícil de descifrar pero tan hermosa que podías perderte en su mirada,  le sonreí con algo de timidez y en un momento empezó a guiarme por la pista junto a las demás parejas, me prepare para poner en marcha mi plan. Allí en la pista me concentre en escudriñar todas las mentes del salón por donde iba pasando para ver los pensamientos y recuerdos de cada uno, llevaria su tiempo pero el vals me daría tiempo suficiente para encontrar alguna que tuviera información.

 

Al empezar a bailar estábamos cerca de algunos aurores del ministerio  unos de guardia y otros como invitados de la fiesta, me concentre en ellos. En algunos de ellos encontré recuerdos de fiesta,  de trabajo, documentos que no me interesaban y otros recuerdos algo más personales que no eran para mi de relevancia. Solo en uno de ellos, un auror de nombre Ilhan Rernard encontré el documento sobre la investigación de las amenazas contra el ministro, el documento decía que la información se había obtenido por medio de uno de los espías infiltrados en la mafia europea. El nombre allí hablaba del “hipogrifo azul”, el cual era su nombre clave en la investigación. Pero no había detallado nada más,  seguir escudriñando en varias personas mientras que me desplazaba bailando alrededor de la pista y una pensamiento en una de las mentes, un recuerdo me hizo detenerme en el, Joseph me hizo girar y me sobresalte porque el irlandés me hacía girar sobre mí misma y pérdida la concentración. Pero el pensamiento que había visto era claro, hablaba con alguien de eliminar al ministro y mencionaba que era la “piedra en el zapato”.  Trate de sonreír con calma ante el caballero delante de mí.

 

-Estas muy callada, ¿Algo te esta preocupando?

 

Pregunto mirándome tratando de descifrar lo que pensaba, pero aunque el cuerpo que estaba allí era Ada de 18 años, quien estaba envuelta su cabeza era una Ada de 22 años con muchísimas experiencias y gran información, con habilidad enmascare mis sentimientos y pensamientos.

 

-No, es solo que no recuerdo cuando fue la última vez que bailamos.

 

Una sonrisa ladeada asomo en sus labios, y con una expresión de expectativa en la mirada se dispuso a hablarme.

 

-El día que nos conocimos en Moscú,  estabas de incógnita y te invite a bailar, llevabas el cabello rojizo aquel día y me mentiste sobre tu nombre.

 

Solté una risita nerviosa, era cierto lo que decía, había pasado casi seis meses desde el día que nos habíamos conocido en aquel lugar mientras buscaba el paradero de mi mejor amiga quien había desaparecido en una misión. Allí en mi me hacía sentir ansiosa y no sabía que era, me perdía en los ojos irlandés y entonces recordé quien era y para que estaba ahí: mis sentimientos hacia el nublaba mi objetivo. Sin parar de bailar me concentre en encontrar esa mente, escuchaba charlas conversaciones y entonces volví a entrar a la mente cuyo pensamiento tenia lo que me había llamado la atención: vi en sus pensamientos lastimar a varias personas,  también tenía recuerdos de conversaciones con personas que traficaban con animales mágicos, pero de todos los pensamientos el más perturbador fue ver como hablaba de mi con el ministro. Voltee de inmediato y lo encontré justo al lado del Ministro hablando, en ese momento el vals terminó, mire a Joseph y sonreí mientras aplaudía a los músicos. 

 

Mis pasos me llevaron hacia el ministro y su acompañante, salude con una sonrisa agradable.

 

-Bon soir

 

Monsieur Le Vau se acercó a mí y con una gran sonrisa de orgullo miró hacia el caballero que lo acompañaba.

 

-Joseph y  Camille, justo hablábamos de ustedes, bailan magníficamente, el es a quien quería presentarte Monsieur Francois Dupont, un viejo conocido. Es un hombre de negocios importante en la sociedad francesa  y aunque somos de corrientes Ideológicas contrarias hemos sólido llevarnos bien. 

 

Lo mire a los ojos y pude ver que el pensamiento de François Dupont estaba llenos de momentos de ira y envidia en contra de Monsieur Le vau, una sonrisa hipócrita salió de el hacía su amigo y cuando me dispuse a desenmarcararlo por la ira que sentía di un paso y me sentí absorbida por algo que me expulsaba de allí. Luche para quedarme pero lo único que vi fue como en mi mano el anillo cambiaba de forma y empecé a llorar, me vi lanzada al suelo de la pirámide afuera del arco por el que había pasado anteriormente y lo vi cerrado y desaparecer delante de mí para dejar una pared Lisa y gris, no podía parar de llorar,  había tenido enfrente al asesino del hombre que más había admirado y ahora no podía  decir nada para evitar la muerte de mi tutor. Tenia el corazón roto y me dolía el pecho,  al parecer había terminado la prueba, pero a que costo.

@ Rosália Pereira

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Se tropezó con un objeto metálico mientras caminaba colina abajo, forzándolo a detenerse para evitar caer de bruces. Lo miró mejor y cayó en cuenta que se trataba de un fragmento de la placa que anunciaba el nombre de su negocio, el Casino Royale. Extrañado por la aparición de tan peculiar objeto, apresuró el paso para terminar su descenso, encontrándose con otra sorpresa que le tenía preparada la prueba.

El casino se erigía frente a sus ojos, igual de majestuoso que siempre, exceptuando quizá un pequeño detalle: Parecía haber sido víctima de un encantamiento gravitacional. Las estatuas de los leones a ambos lados de la escalinata, flotaban sobre sus lugares, a medio destruir, como si las partículas de mármol estuvieran siendo despedidas en cámara lenta; lo mismo sucedía con gran parte de la estructura, que se resquebrajaba gradualmente, pero daba el aspecto de mantenerse en pie gracias a algún encantamiento de ralentización temporal. 

⎯⎯Acogedor, definitivamente me encantaría una partida de Texas ahora mismo. 

Con sumo cuidado, atravesó la puerta giratoria de cristal, salida de sus goznes, y con esquirlas transparentes despedidas en todas direcciones, para encontrarse a sí mismo en el hall principal.

Literalmente, se encontraba con otras versiones suyas, que a juzgar por la estatura y aspecto, correspondían al periodo temporal cercano a la actualidad. Para esta ocasión, se trataba de tres, que nombró mentalmente Eobard el Tercero, a Eobard Sexto.

Al primero sólo lo reconoció, porque llevaba la máscara mortífaga que solía emplear con formaba parte de dicha organización, contrario a la versión a su lado, que seguía luciendo el atuendo con el que laboraba en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. La comitiva la cerraba un ente cadavérico, cuyo cuerpo en descomposición llamaba más la atención por el hecho de que le faltaba un ojo.

⎯⎯Te olvidaste de nosotros ⎯ habló el que lucía un traje de neopreno de cuerpo completo, con algunas zonas chamuscadas. 

⎯⎯Es mentira, de no ser por mí, no estarías aquí ⎯ terció aquel cuya voz se escuchaba metálica tras la cubierta que emulaba un casco al que le faltaba un ojo. 

⎯⎯Debiste morir en Hogwarts, ése era tu destino. Pero sobreviviste, y aunque pudiste escapar de toda esta locura, hiciste mal en volver. 

Tenían puntos válidos, no podía negarlo, pero cada uno desde su propia perspectiva, coincidían en el hecho de que en menor o mayor grado habían sido la causa de su presencia en ese mismo lugar, ya no digamos, la Prueba misma. Era una prueba de voluntad, para determinar si estaba listo para aceptar lo que fue y jamás será. 

Dirigió su varita hacia el Eobard que había trabajado tantos meses intentando controlar bestias, aquel que le recordaba sus primeros pasos, y tropiezos, en la comunidad mágica de Londres. Despejó su mente de todo pensamiento irrelevante para el momento, centrándose en la bruma grisácea de sus ojos; su inexpresividad en esos momentos la encontraba desesperante, pero a su vez facilitaba dicha tarea. 

Accedió al recuerdo que había echado en un pensadero en cuanto salieron de esa mansión embrujada, cinco años atrás. El denso humo negro le rodeaba allá a donde fuera, como cualquier otro recuerdo, pero fue convirtiéndose poco a poco en un corredor venido a menos; la madera de verdad crujía a cada paso que daba, y la nulidad de iluminación lo hacía trastabillar cada tanto. Eventualmente arribó al salón principal, o el Nido. De lo poco que recordaba, otro loco que se denominaba Amo y Señor de las Bestias, los había atrapado en su morada, bajo la excusa de que en realidad era un problema de plagas. 

¡Menuda tontería! En cuanto pusieron pies dentro, fueron capturados de distintas formas, forzándolos a separarse. A Eobard le tocó una de las partes más desagradables, pues lo raptó una acromántula. Contuvo el estremecimiento al verla pasar, mientras disparaba la red para cubrir el cuerpo del joven Black Lestrange dentro del recuerdo, trayendo de vuelta esa sensación de asfixia. Pero debía concentrarse en superar ese evento, que detonó su salida de la dependencia ministerial. 

⎯⎯No pueden escapar de mí, nadie lo hará. Se darán cuenta que en este mundo sólo podrán dominar las criaturas mágicas, y Halloween dejará de ser una burla a los mitos y leyendas antiguos ⎯ decía el aspirante a loco, cojeando mientras se aproximaba a la segunda víctima capturada. 

Su recuerdo se retorcía, intentando respirar entre la maraña de tela que comenzaba a cubrirle el rostro. Cuando adolescente, desarrolló una cierta claustrofobia, que se acentuaba en situaciones como esas, por lo que luchaba aún más por respirar, que por liberarse. Su primera aventura con las criaturas era más aterradora de lo que recordaba, puesto que de un momento a otro, la araña gigante se le fue encima, como si hubiera advertido la presencia de otro Eobard. Sosteniendo los colmillos con ambas manos, estaba desprotegido para defenderse con magia.

Pero, claro, la mente de su versión debía estar jugándole trucos. Si bien mantuvo la lucha contra el arácnido, su mente fue más allá, buscando la información que deseaba: el desenlace de esa trama. Casi como si fuese una grabación, el recuerdo siguió su curso, mostrando la intervención del resto de su equipo, encabezados por una de sus familiares en la Black Lestrange, que se encargó de salvarle de las garras del loco y sus repugnantes bicharajos. 

La acromántula perdió fuerza, eventualmente desvaneciéndose como arena, mientras lo que continuaba viendo dentro de la mente de su doppelgänger se desenvolvía en un misterio más resuelto, y su triunfal salida, casi ileso, de la edificación. Era cierto, aquella aventura no había hecho más que avivar su deseo por las exploraciones, por lo que su verdadera razón para abandonar ese sendero, respondía a intereses más allá. 

Salió de la mente de su tercera versión, para dirigirse a aquella que, en otra época, lo habría reducido a cenizas. 

⎯⎯Es tu turno, viejo amigo ⎯ extendió la mano hacia el Eobard que continuó siendo mortífago, clavando todos sus dedos sobre la máscara ⎯. Hora de que reveles tus secretos. 

Más que extraer un recuerdo, de él se llevó las mejores partes de su estadía en las filas del Señor Tenebroso. Había entrado, en gran medida, por seguir a su familia en un sendero que creía le traería fama y fortuna. Así fue, por un tiempo, pero eventualmente su brújula moral dejó de funcionar, y no es como si funcionara bien antes de convertirse en un mortífago. Por unos segundos, pudo palpar esa seguridad y, detestaba admitirlo, arrogancia que le habían definido en esa época. Era parte de su desarrollo como persona, y como tal lo aceptaba; no había más, pues tras la caída y resurgimiento de los acólitos de Voldemort, decidió mantenerse fuera del radar, pagando el precio de que su tatuaje de la Marca Tenebrosa le quemara por los siglos de los siglos. 

Retiró sus manos de la cuarta versión, respirando de forma entrecortada debido al esfuerzo que había supuesto usar la Legilimancia de forma tan directa. Aún se estaba acostumbrado, pero como con otras habilidades, confiaba en que una vez que se adaptara a su uso, ya no sufriría de esas fatigas. 

El último de esa oleada le esperaba con una inusual tranquilidad, que el castaño creyó que estaba petrificado. Reaccionó de golpe, abalanzándose sobre una versión que, a su juicio, no debía seguir existiendo. Eobard había visto suficientes películas no mágicas como para saber que dejar que lo mordiera o cortara, no era la mejor idea. Aún en el forcejeo, realizó la incursión a su mente, con el objeto de descubrir por qué su furia. 

Los estallidos se escuchaban distantes gracias al grueso de los muros del castillo, pero el caos y la histeria se hacían presentes aún en la seguridad que, hasta el Día de la Ira, había reinado en Hogwarts. El ataque los tomó por sorpresa, como a todos; él terminaba de dictar su clase de Magia Avanzada, en la que llevaba ya dos años como profesor titular, una profesión que guardaba con mucho cariño. Encontró vil e inhumano el ataque a una escuela, y mas aún, a sus estudiantes. Mientras recorría la estancia que, en mejores días había sido el Aula de Pociones, el recuerdo iba mostrándole escenas desgarradoras de caídos en ambos bandos, pero lo que más le había perturbado eran las bajas del estudiantado. 

Eran tantos los futuros que se habían esfumado, que por un momento sintió desesperanza por el porvenir de la comunidad mágica. Sus recuerdos de su participación, y salida, de Hogwarts durante ese cobarde ataque, se limitaban a voces a lo lejos, explosiones y un montón de vendajes puestos de forma improvisada por su gran amigo, Nash Wells. 

Oyó una serie de pasos, y se volvió casi por instinto, aunque en el recuerdo sabía que no podría influir en el desenlace de los acontecimientos. Un par de alumnos de cuarto año se acercaba a uno de los boquetes que se había abierto, a través del cual entraba humo y se escuchaba ya el brío del ataque. 

⎯⎯¡¿Es el profesor Black Lestrange?! ⎯ vociferó uno, cubriéndose la boca con ambas manos, habiendo señalado el cuerpo que yacía sentado, a un lado del agujero. 

⎯⎯Parece que sí. Eh, ustedes, ¿qué ha pasado? ⎯ reparó la chica, al fijarse que no lejos de donde estaba el docente, se encontraba un grupo de al menos diez personas, todas hechas ovillos. 

⎯⎯El profesor intentó sacarnos de aquí, cuando vio que veníamos a escondernos en los salones de Pociones. Pero uno de esos artefactos muggle explotó cerca de aquí, y él recibió gran parte del daño. ¿Está... ?

Se le quebró la voz. Eobard sí que recordaba haber perdido el conocimiento, pero no que su intento había sido, al menos hasta entonces, exitoso. A pesar de su complejo de superioridad, el tiempo en Hogwarts le había enseñado a proteger a sus alumnos, a quienes había agarrado cierto cariño. Al punto de, como veía él, casi dar la vida por ellos. Se aproximó a sí mismo, visualizando qué tan maltrecho se veía en el recuerdo. 

⎯⎯No está muerto. No todavía... Pero lo estará si no me lo llevo de aquí ⎯ dijo una voz conocida, la del magigeólogo Wells, que apareció derrapándose por el pasillo ⎯Vengan conmigo, Hogwarts ya no es un lugar seguro. 

Conforme los sobrevivientes se aproximaban para auxiliar a los heridos y cargarlos a la antigua usanza, el recuerdo se fue difuminando, hasta que Eobard se encontró a sí mismo viéndose a los ojos con su versión zombie. Los intentos de éste por morderlo habían cesado; de hecho, no se movía para nada. 

De repente, se sintió tan pesado, que tuvo que ayudarse de su hombro para empujar el cuerpo hacia otro lado, para evitar que el peso lo aplastara. Al final, había superado esa sensación de desorientación en todos los niveles, que su sacrificio en Hogwarts había supuesto.

Se levantó con cierta dificultad, aún conmocionado por todo lo que había visto a través de la Legilimancia. En la primera parte de su sendero dentro del portal, se había enfrentado a sus traumas de la infancias, mientras que esta segunda etapa lo forzó a encarar sus decisiones recientes, buenas y malas. 

⎯⎯Aún queda uno más. Y creo estar seguro de quién me estará esperando ⎯ se dijo a sí, reanudando su caminata, mientras dejaba atrás a las versiones que habían intentado cerrarle el paso. 

Se acercaba el final de ese retorcido recorrido que lo había llevado de su casa de la infancia, a su negocio en Londres, y que seguro aguardaba una última sorpresa para cerrar el círculo. 

 

@ Rosália Pereira

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La Legilimancia era una de las magias más poderosas que existían. Había muchas personas que no terminaban de desenvolverse junto a ellas pero quienes lograban vincularse, podrían cambiar las cosas dentro del mundo mágico. Casi todas las personas que se enfrentaban a las pruebas del portal, lograban ir encontrando misterios sin resolver de sus propias vidas, era lo primero a que los alumnos debían hacerles frente.

Rosália recordaba como si ayer hubiera realizado su prueba (una de sus siete pruebas) siendo ya hacía muchos años atrás. Su prueba había sido tan magnífica que había sido una de las siete elegidas para llevar el papel de Arcano. Era una magia distinta y siempre tenían que ser Siete. Sumergida en aquellos pensamientos de satisfacción, el portal escupió a uno de los alumnos que se había animado a entrar. ¡Ada había salido!

Rosália se había acercado sigilosamente como un gato y la tomó por los hombros para levantar del suelo a la señorita francesa, que había logrado salir sana y salva del portal, o por lo menos eso era lo que parecía. Cuando ésta quedó parada Rosália le dio unas pequeñas palmaditas en su hombro con una gran sonrisa. Sus dientes brillaban a la luz del sol, como parte de su cabello tan rojo como el fuego.

— Te has vinculado exitosamente a la prueba, Ada, muchacha. Ahora eres una Legilimancia, utiliza tu don muy sabiamente y ejercita tu mente para volverte más fuerte. Puedes irte, ve. Descansa.

Rosália se despidió con otra sonrisa chasqueando sus dedos, desapareciendo a Ada Camille Dumbledore de la Gran Pirámide y girándose nuevamente hacia donde había estado el portal. ¿Eobard lograría terminar de la misma manera?

@ Ada Camille Dumbledore  @ Eobard Thawne

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El entorno cambió una última vez, dejando atrás el hall del Casino Royale, el cual no estaba tan alejado de la realidad, para desembocar en una simple sala circular de espejos. Un espacio reducido, sí, que le ocasionaba una cierta claustrofobia, más por el hecho de que estaba tapizado por hileras de espejos, que por la extensión misma. Si Eobard lo hubiese visto en planta, probablemente habría descubierto una configuración hexagonal. 

⎯⎯Claro, no podía faltar mi propia prisión personal ⎯ anunció, mientras se aproximaba al espejo del fondo, el que en teoría sería una de las caras superiores del hexágono, mientras que en los laterales aparecía su reflejo, siguiendo el mismo camino ⎯. Sólo quedamos tú y yo. 

Al llegar ahí y mirarse en la superficie cristalina, no se vio como Eobard Aldrich Black Lestrange, al menos, no como se veía en la actualidad, incluso quitando las bondades de la Metamorfomagia. Un hombre bastante mayor que él le devolvía el gesto, mientras una serie de surcos se acentuaban en su frente, confirmando la hipótesis respecto a su edad. Llevaba un parche en el ojo derecho, por lo que probablemente había perdido el ojo o se había lesionado. El cabello era lo que más cambios había sufrido, pues las tonalidades castañas-rubias que lució en su juventud, daban paso a un mar platinado, como los monarcas que antaño habían dominado gran parte de Europa. 

⎯⎯Te ha costado llegar aquí, casi perdía la esperanza de que llegaras ante mí ⎯ repuso su versión mayor, que de ahí en adelante se conocería como Eobard del futuro-pasado

El castaño rió por lo bajo, retirando la mirada de su homólogo más experimentado, para echar un vistazo a la estancia en que se había aprisionado. Sí, llegaba más tarde de lo que esperaba, pero a final de cuentas estaba ahí, confrontando la visión que había tenido meses atrás, de sí mismo con esa apariencia; ese mal sueño, a decir de él, había despertado sus alarmas en cuanto al incierto futuro, y aunque no lo admitiría, le causaba cierto interés el conocer por qué su mente le jugaba tan malas pasadas. 

⎯⎯Qué poca fe te tienes a ti mismo, porque te recuerdo que yo soy... tú. 

⎯⎯¿Lo eres? ⎯ la voz de Eobard del futuro-pasado tenía matices de duda ⎯. Podrías serlo, sí. Recuerda que el futuro no siempre está escrito, aunque sí hay varios hechos que están cimentados, y que de alguna u otra forma tendrán que pasar. 

⎯⎯Como eso que te hiciste en el ojo, seguro ⎯ repuso el patriarca Black Lestrange, sosteniendo la varita de nogal negro en la diestra ⎯. Sólo yo decidiré mi futuro, no una versión venida a menos. 

Vaciando su mente, concentrando su visual en la figura que se mofaba de él al otro lado del espejo, tocó la fría superficie, evocando los poderes de la Legilimancia. Pudo experimentar la sensación de deslizarse hacia otro sitio, no tan brusca como lo era la Aparición, mientras la bruma gris del iris de su versión futura se aproximaba más y más. 

Estaban en el juego final. 

Lo que encontró del otro lado no fueron pasillos, ni colinas, ni siquiera otra estancia llena de espejos. Era el vacío mismo; allá a donde posara los ojos, podía ver una oscuridad estrellada, un cúmulo de galaxias que se desenvolvían a su alrededor, que vivían y morían mientras él existía ahí. Era una vista bella, hasta que tuvo recuerdos de su visita al mundo de los muertos, y que en cierta forma se asemejaba a ese sitio: En el vacío, nadie podía escucharlo gritar. 

Un estremecimiento le recorrió la columna vertebral, forzándolo a sacudir la cabeza. Su versión futura apareció más adelante, impasible. Ya no le hablaba con condescendencia, sino que estaba ahí, como parte de la decoración, mientras Eobard navegaba por el mar cósmico hasta llegar a su encuentro. Apenas le puso un dedo en el hombro, aparecieron a su alrededor las vívidas imágenes de lo que había sido el futuro de esa versión mayor; un mundo mágico en declive, sus líneas sanguíneas y adoptivas prácticamente exterminadas, la luz de la esperanza apagada, su supervivencia a costa de quienes apreciaba. 

Pero a él no le interesaba lo que había sido, sino lo que era. Lo que es, si consideraba que el pasado de su versión, era el presente suyo. Ahondó en su mente, y comenzó a traer los pasajes de sus distintas etapas en las dependencias Ministeriales, desde el departamento de Criaturas, hasta Cooperación Mágica Internacional, su discreta colaboración en el Concilio de Mercaderes y, lo que consideraba el pináculo de su vida laboral, su etapa en Gringotts, que siempre recordaba con cariño. Veía los rostros de los miembros de su familia, principalmente la Black Lestrange, con algunos otros de la Thawne, que aunque fue su familia adoptiva y en algún momento lo exiliaron, al final había sido aceptado como uno más de ellos, en pro de una unión mágica ante la adversidad. 

⎯⎯¿Qué pretendes, que recuerde todo lo que perdí? ⎯ inquirió la voz etérea, mientras Eobard continuaba sacando a flor de piel todas esas memorias de su versión ⎯. Nada cambiará. Lo hecho, hecho está. No puedes ayudarme. 

En ese momento, el castaño estaba visualizando lo que, consideraba, era un futuro inmediato posible. Retornaba poco a poco a la comunidad mágica de Londres, y aunque muchos de sus conocidos ya no estaban con él, hacía lo posible por salir adelante, por aumentar su bagaje académico y aprender más, por trascender. Más que imágenes, podía percibir esa sensación de esperanza, de saber que a pesar de las dificultades que se le presentarían, sin importar cuál de sus versiones se tratara, aún tenía chances de sobrellevarlas y poder aspirar a una buena vida. 

⎯⎯No lo hago por ti, sino por mí. 

Concluyó su incursión a la mente de Eobard del futuro-pasado, retornando a la sala hexagonal de los espejos. Lo cual era un eufemismo, considerando que dichos artilugios estaban todos quebrados de alguna u otra forma, pero se mantenían en pie. El único que había sido destrozado en su totalidad, era el que había albergado a su versión de un futuro posible. Casi como por instinto, utilizó su varita para terminar el trabajo, y lograr abrir el boquete entre los restos de cristal que quedaban. No alcanzaba a distinguir del todo lo que había más allá, pero decidió aventurarse por el hueco que ofrecía el sitio donde antes estuviera su reflejo. 

Mucha fue su sorpresa al descubrir que ese camino lo llevó de vuelta a la Sala Circular de la Gran Pirámide. La Arcana de Legilimancia, Rosália Pereira, así como su compañera Ada, estaban ahí, lo que le hizo preguntarse cuánto tiempo en verdad se había ido. Por un lado, lo consideró un pago suficiente por ver lo que había visto dentro de ese caprichoso portal. 

Estaba completo, al final y ahora. 

⎯⎯Fue un viaje interesante. Aún tengo cosas por procesar, pero creo que ha sido por demás, bastante productivo ⎯ comentó, saludando con la mano a ambas personas. Pudo notar que el Anillo con el que entró a la Prueba ya no era el mismo; al igual que él, había compartido las experiencias del otro lado del portal, y sin duda, la Arcana también había podido experimentar toda ese desorden que reinaba en su mente y que, a partir de ese día, comenzaría a colocar en su lugar. 

 

@ Rosália Pereira

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⎯⎯ Fue un viaje interesante. Aún tengo cosas por procesar, pero creo que ha sido por demás, bastante productivo.

La voz de Eobard apareció en el momento que Rosália se giraba y notaba que el portal se abría despidiéndolo de su prueba. Era el segundo alumno que salía en ése instante sano y salvo. Rosália despedía a Ada y ahora recibía al joven chico que parecía mucho más centrado que cuando entró. La Arcana fue directamente mientras el portal desaparecía, dejando un leve rastro de niebla color violáceo.

— Bien hecho, muchacho. Bien hecho. Eres más fuerte y has logrado vincularte exitosamente con el anillo de la habilidad. Ahora mantén esa postura, respira profundo y utiliza la Legeremancia con sabiduría, el mundo se vuelve más complicado cuando es así. Ahora ve, descansa que te lo has ganado.

Rosália palmeó suavemente el hombro de Eobard y con una mano lo acompañó caminando hasta la puerta de la pirámide, pero como al resto de sus estudiantes, ella chasqueó sus dedos y el chico desapareció en una explosión de tréboles diminutos, los cuáles se dispersaron por toda la sala, para luego evaporarse como el alcohol. Rosália se mantuvo en el umbral de la puerta doble, mirando más allá del laberinto, los setos y el lago. Meditó y desapareció también.

@ Eobard Thawne

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