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El robo de nuestras costumbres


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Unos meses atrás...

El cielo se encontraba gris plomo pero eso no opacaba la felicidad en los rostros de todos los presentes. El trabajo había dado sus frutos. El hombre más grande del grupo, que recordaba a un oso salvaje, bajó del barco de un salto. El piso pareció retumbar pero a nadie le importó: la madera lo soportó y los gritos de euforia arañaron las nubes. La lluvia tímida acariciaba las capas grisáceas con enormes números negros de los siete personajes que quedarían para la historia.

—¡Cuervos, cuervos, cuervos! —coreaba una multitud, con algo de disonancia, pero con el alma en sus bocas.

Los nórdicos, los escandinavos, los hombres y las mujeres más duros del planeta, lo habían conseguido. Olaf Ragnarsson, ese era el nombre de aquel oso cuya misión era defender los tres aros del equipo. Su cabeza rapada casi al completo, dejaba una fina pero larga trenza dorada que caía por su espalda, casi en paralelo al número 1 de su túnica. Los presentes vitorearon su nombre al igual que el de sus compañeros. El hombre tenía en brazos una enorme copa, pero no cualquiera: el trofeo que los declaraba como ganadores de la Superliga Europea de Quidditch.

Kattegat era testigo de la llegada, pero también lo había sido de la partida, cuando aquel grupo había entrenado duramente, sobrevolando la costa. No importaba el frío, ni la lluvia, ni el viento, ni las olas. Sólo importaba volar en escobas, domar las pelotas con precisión y hacerlo lo mejor posible.

—¡Skol! —Los cuernos con cervezas comenzaron a vaciarse con una rapidez alarmante. Pero a nadie le importaba, aquel día sólo había lugar para la celebración, una celebración que se extendería hasta largas horas de la noche.

* * *

Un día atrás...

La noche más fría del año acechaba al pequeño poblado. La actividad pesquera había caído a mínimos impensados.

Un hombre caminaba pesadamente por una calle desierta. No tenía ni un ápice de cabellos en su cabeza, las cejas eran pobladas y tenían un ángulo que lo hacía parecer enojado todo el tiempo. En realidad, estaba enojado todo el tiempo. Al hablar, cuando lo hacía, dejaba en evidencia su voz grave y carrasposa, casi violenta. Los brazos eran enormes, largos y anchos, musculosos, fornidos. Las manos no se quedaban atrás y en sus dedos había marcas de todo tipo, posiblemente acumulaba una decena de fracturas o cortes muy profundos.

Ese hombre no era de por allí, ni siquiera tenía acento local. Ni siquiera hablaba el idioma local.

—Es por aquí, aquella puerta trasera —lo había dicho para sí mismo, pero no estaba solo. Tenía un par de colaboradores merodeando la zona pero que no se asomaban en lo más mínimo.

Como si no le importara nada, sacó un instrumento metálico y afilado. No necesitaba varita mágica aunque fuese un mago. Con su fuerza y aquel objeto, rompió la cerradura e irrumpió en el local. Allí tuvo ante sí un largo pasillo, no muy ancho, con varios cuadros de personas celebrando triunfos y diversos logros. Eso le daba igual. Caminó hasta que el pasillo abría un camino hacia la derecha, volvió a derrumbar otra puerta y ante sí estaba lo que había ido a buscar: una enorme copa. La mano aferró el trofeo y casi al instante un fuego pareció quemar la enorme mano del hombre calvo. Contuvo el grito. Un sonido extraño, que indicaba alerta, resonó en el exterior.

—¡Han entrado a la sede de Kattegat Krakor! ¡Reconozco esa alarma! —La gente comenzó a salir de sus casas, todos sabían, en aquel pueblito, que el club de los Cuervos tenía diversos mecanismos de defensa. Con el frío, con la copiosa nieve, una multitud abandonó su hogar y se dirigió a la sede. Ya era demasiado tarde. La copa no se encontraba en su lugar, ni tampoco el hombre que la había robado. Eso sí, contra la pared, al lado de una enorme fotografía de los siete jugadores del equipo, había dos iniciales marcadas con un conjuro imborrable: "KS".

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Un pañuelo de seda negra cubría mi cara mientras me recostaba en la silla apoyando los pies en el buro de esta improvisada oficina. Dormitaba satisfecho de regresar a las andadas. Habia recuperado mi cuerpo. Es verdad que ya no flotaba pero volvia a ser el viejo Sean. Por suerte el asunto del viejo no habia dañado toda la red europea que habia creado y manejado. De hecho recien me enteraba que habia sido lo contrario. Para mi sorpresa Derhorm habia sido competente en ese rubro y habia  afilado y engrasado a la perfeccion los engranajes del sistema. Y yo pretendia mantenerlo asi. Claro eso llevaba trabajo pues evidentemente algun que otro quiso sobresalir depuesto el lider, lo que llevo a cortar cabezas. Y al menos a mi no me temblaba la mano para tomar lo que por derecho era mio. Asi pues, heme aqui....ya en mi trono.

Solo el ruido de reciente mensaje llegando por una de las tuverias diseñadas para eso me saco de mi ensueño. Asi que levante mis posaderas del asiento y me dirigi a donde habia sido depositado. Sin mas lo abri y sonrei. Alguien habia robado la Copa de Quidditch.....de algun evento internacional. Por mi parte no era amante a ese deporte. Pero lo importante era que para mucha gente si....y resultaba que de seguro habria alguno dispuesto a pagar por tenerla en sus vitrinas...o tal vez para recuperarla...a saber cuantos galeones podrian darme por regresarla. mmmm a ver que mano jugaba. Por lo pronto, ya comenzaba a mover mis contactos desde Islandia...hasta Moscu. Nada mas saliera el cleptomano...sin duda le haria una oferta que no pudiera rechazar. Lance el mensaje a las llamas de la chimenea, tomo mi sobretodo y a pasos rapidos deje la habitacion. Una vez mas de regreso a la aventura.

 @ Martin N Roses

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La italiana estaba sentada en una cálida cafetería del centro de Londres tomando una taza de buen café, milagrosamente, al abrigo del frío invernal que en el exterior hacía caminar a la gente apurada, con las manos en los bolsillos y los cuellos levantados para evitar la brisa helada. Sus ojos pasaron de la ventana a su lado de regreso al periódico que estaba leyendo, pasó un par de páginas sin demasiado interés hasta llegar a una nota que ocupaba una página entera.

 

-Mmm… –la mirada ojimiel de Gia reflejaba la sorpresa y el interés sobre aquella noticia, mitad policial y mitad deportiva. Aunque no participaba en partidos de manera profesional desde hacía algunos años cada tanto leía con suma avidez las notas relacionadas con el Quidditch. 

 

Nunca había explicado por qué se había alejado de las canchas, a medias, ya que en clubes infantiles de los arrabales de su patria sabían de la joven “profesora” que les ayudaba a mejorar en el juego. Pero lo que ahora atraía su atención era el robo a los KK. Había una gran foto del trofeo en manos de Olaf Ragnarsson, una especie de sonrisa y gesto triunfal en sus labios dándole humanidad a su salvaje rostro, algo similar se repetía en los rostros de sus compañeros. Luego seguían dos fotografías más, una de la puerta de ingreso de las instalaciones de los Cuervos y a su lado varios policías observando el lugar vacío donde había estado la copa y una pintada en la pared contigua dónde se veían brillantes e inamovibles una K y una S.

 

Gia frunció el ceño y leyó la nota con cada vez más interés, ¿cómo era posible que con tanta seguridad hubiera alguien podido atravesarla y robar la copa? La ex cazadora escuchó el murmullo en su oído y sonrió, sí a ella también le interesaba descubrir más sobre aquel misterio. Valdría la pena hacer un corto viaje, bueno, corto, metafóricamente hablando...

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Roto Skeeter
Periodista y director de Quidditch Time

El mundo entero estaba confundido. Los fanáticos y todo aquel próximo al quidditch, creía que el trabajo de los periodistas tenía un vacío cuando la temporada terminaba y no comenzaba la siguiente. Pero aquello no era cierto, al menos no del todo. Había periodistas y periodistas, pero él, el afamado y odiado Roto Skeeter, no era uno más. Era el mejor de todos.

La primicia era una droga que nunca se acababa y cuyos efectos siempre anhelaba. Estuviera o no en juego la quaffle, fuera golpeada o no la bludger e incluso si la snitch dorada era capturada o no, Roto siempre se encontraba en la penumbra de cada historia del principal deporte de los magos.

Aquel era un día cualquiera a simple vista. Pero no lo era. Skeeter caminaba con tranquilidad, con aquel paso irregular, casi cojeando de una pierna. Su cuidado bigote negro cubría parcialmente una mueca que se entendía como un gesto de satisfacción en su rostro curtido por los años. Acababa de obtener una importante información de una de sus mejores fuentes y por ese motivo estaba de camino a las instalaciones de Quidditch Time. El sol ni siquiera había aparecido, pero la noche llegaba lentamente a su final.

El hombre dobló una esquina y revisó de forma despreocupada su reloj. Era más temprano que de costumbre, iba a poder meter la información que explotaría Europa entera en esa edición de la revista. Por eso emanaba un aura de felicidad algo agria, la que más le gustaba. Estaba seguro que pondría en aprietos al Director Internacional de Quidditch que tan poca simpatía le provocaba y también a un equipo que ni siquiera había llegado a debutar en la Superliga continental. Era todo perfecto.

Pero entonces dos enormes fogonazos se escucharon no muy lejos de él. Cuando las sendas nubes oscuras se evaporaron con el transcurrir de los segundos, aparecieron dos magos o brujas, desconocidos y encapuchados, agitaron sus varitas mágicas y entonces el periodista quedó inconsciente. Los recién llegados murmuraron algo entre sí para luego desaparecer. Se habían llevado a Roto con ellos...

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Oculta bajo las sábanas, sus manos se aferraban a la almohada mientras mantenía un ritmo en sus caderas que le provocaba pequeñas descargas eléctricas en el vientre. Unas enormes manos la sostenían primero de la cintura, después bajaron a sus caderas, y cuando estaba por llegar a la cumbre de las sensaciones ambas manos subieron a sus pechos. Tras unos minutos, no pudo evitar llevar la cabeza hacia atrás, espalda arqueada, descubriendo su desnudez a la luz de los primeros amortiguados rayos de sol que se filtraban por la ventana. El ronroneo que le siguió después fue mitigado por el de su amante, de quien robó un beso en el último segundo.

Podría acostumbrarme a esto y no creo que te convenga... ―mumuró en un perfecto italiano antes de que el mago de cabellos negros se escabullera en dirección al baño, ella se quedó cómoda en la cama; mas cuando se sentó vio un pequeño sobre que llamó su atención de entre todos los que descansaban en la mesa del centro de la habitación.

Candela se incorporó de un salto y llegó hasta la mesita, sin revolver los demás sobres que esperaban la atención de Black, levantó uno de ellos. Aún no había sido abierto, de hecho nada de la correspondencia que allí había parecía haber recibido su atención alguna vez. Rompió el sobre con cuidado de no hacer ruido y leyó el contenido del mensaje. Su mueca, antes relajada, se desdibujó y frunció el ceño mitad confundida mitad furiosa. No había caído en la cuenta hasta ese momento en que no era su casa en la que se encontraba, no era su cama, no eran sus cosas las que la rodeaban y, por supuesto, no era su correspondencia la que había abierto allí. 

―"El hombre más famoso en el mundo del deporte mágico ha sido visto en compañía de una de las brujas que ya hubiera tenido en su haber. Los testigos afirman que la cercanía de ambos era notoria y, hasta se presume, caliente... "

La Triviani había empezado a leer un artículo de Quidditch Time, previo a haber desaparecido de sus manos el mensaje leído de contrabando, en el momento en que la puerta del baño se abrió y dejó salir al dueño de aquel lugar. La revista contaba con una imagen en movimiento que mostraba el perfil del Director Internacional de Quidditch y la figura de espaldas de una mujer de larga cabellera rubia. No reconoció a la mujer, desde luego, pero sí el nombre en el pie de foto: Roto Skeeter. Recordó entonces que tenía un pendiente con el periodista que distaba mucho de su negocio del cotilleo.

******

Hacía mucho que había aprendido a seguir a sus objetivos entre las sombras, de alguna forma se las había apañado para que la distancia que mantenía con el periodista sea la prudente de modo que no levantara la señal de alerta del mismo. La gitana estaba esperando la aparición de Jeremy a su lado  para poder actuar en consecuencia. Podría haberlo hecho sola, sí, pero necesitaba a su muchacho para brindarle información que a ella podría escapársele. Además... Siempre era bueno que la víctima viese un rostro conocido para poder colaborar con más ganas, ¿o no? Cuando estuvo más segura del paradero del bigotudo hombre fue cuando se relajó y se atrevió a descuidarlo un momento.

No fue sino hasta bien entrada la tarde que aparecieron ambos Triviani en un rincón de la calle por la que transitaba Roto Skeeter. Jeremy había convencido a su madre de ocultarse en una túnica puesto que así ella podría ser el nexo "misterioso" de ambos, pero ella le había exigido lo mismo a él pues a pesar de todo, el ruso tenía una imagen dentro del mundo mágico y no estaba de más conservarla intacta. Aunque claro, intacta para lo borregos inocentes, ya que había mucha gente que sabía quién era Jeremy Triviani, y no precisamente por su desempeño en el quidditch.

Te digo que lo estuve vigilando todo el día... No parecía no tener idea de nada. ―argumentó a su hijo una vez hubieron desmayado al Director de Quidditch Times. Una lluvia rala había empezado a caer sobre ellos, lo cual les caía a pelo, ya que así era menos probable que la gente se asomase por alguna esquina.― Y, por lo que me has dicho, si hay alguien en este lado de la colina que podría saber lo que está pasando, es este tipo. No me agrada, desde luego, tener que ensuciarme las manos con bichos tan lastimeros... Está bien, está bien... Vamos. ―Notó a Jeremy exasperado, lo vio levantar el cuerpo de Roto Skeeter como si se tratase de un costal de harina, y los tres desaparecieron de aquella esquina, de cerca de las instalaciones del Quidditch Time.

******

¡Esto me parece est****o! ―estalló por fin, famosa por su malhumor, en cuanto le llegó la sugerencia de no abandonar la túnica que la ocultaría a los ojos del prisionero.―No es como que fuésemos a dejarlo vivo, ¿o sí?

Ella también lo había pensado en un momento y también le resultó un sinsentido tener que ocultar incluso a su hijo, no veía la razón. Es más, no recordaba haber dejado vivo a nadie que hubiese tenido cautivo en las mazmorras del castillo Triviani. Excepto la vez en que encerró y torturó a su propio primo, pero esa era otra historia porque Dany no fue liberado por mano de la gitana sino por su propia madre. En fin. Ya dijimos, otra historia.

Y era otra historia porque en la que estaban viviendo en ese momento, Candela llevaba meses deseando apoderarse de la Copa de Quidditch. No, no se trataba de la nostalgia por aquel deporte de su juventud, sino más bien porque ese trofeo podía llegar a representar uno de los intercambios que estaba buscando con su némesis. Y haberse enterado de que se le había escapado de las manos, por medio de aquella carta leída en la habitación de Black, sólo acrecentó su obsesión. Entonces, ¿quién mejor para ponerla al inicio del camino que el más famoso periodista dedicado a saber todo de todos en el mundo mágico?

Buenos días, florecita. ―saludó en cuanto vio el cuerpo empezar a retorcerse de sus cadenas, la cabeza cubierta con una bolsa de tela negra que se ajustaba al cuello cada vez más mientras Skeeter se movía.― Intenta no matarte mientras estás con nosotros. No queremos que te lastimes... Mucho.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 3 semanas más tarde...

La noche había dado paso a la madrugada y ésta a la luz del alba. Black acababa de salir del baño cubierto solamente por una toalla, cubriendo unos pocos centímetros debajo de su ombligo hasta las rodillas. Los pensamientos lo invadían, como de costumbre. Su cargo en el quidditch mundial, sus trabajos privados y a modo de hobbies con la magia antigua, y también aquellos encuentros apasionados con la bruja que lo esperaba en la cama. Ya no sabía qué hacer con ella, con Candela, pero cada noche que pasaba a su lado sólo le antojaba una nueva noche, y luego otra, y luego otra.

Sus pensamientos se detuvieron. Acababa de ver cómo la italiana se encontraba leyendo... ¿su correspondencia?

—No paras de sorprenderme —dijo sin más el hombre de cabellos negros.

El rostro de Black no denotaba molestias ni tampoco diversión, el semblante solía mantener ocultas sus emociones. La mirada gris pasó de su acompañante a lo que estaba cerca de ella.

—Aún no me hice el tiempo para leer las cartas —admitió—. Espero que puedas informarme de algo...

Pero no dio tiempo a elaborar una respuesta por parte de Candela. Black ya estaba de nuevo en la cama, con la toalla caída en el suelo y con la bruja debajo. Los labios se fundieron en un beso extenso y sabroso. Mientras el antebrazo izquierdo actuaba de apoyo, la mano liberada comenzó a explorar la anatomía femenina, deteniéndose mucho más en el único sitio que en ese momento estaban cubriendo las sábanas. El temblor de las piernas le decían a Black que había hecho lo correcto.

El quidditch podría esperar, al menos un par de horas más...

* * *

—Era lo único que faltaba. —El sonido de un puño chocando fuertemente contra la madera del escritorio resonó en todas las direcciones. Atrás había quedado una noche perfecta, desgastante pero placentera, y ahora volvían los problemas diarios y las tensiones no deseadas.

El ultimátum del ministro turco, queriendo presentar un equipo que jugara en alfombras voladoras, era lo más ridículo que se le había propuesto desde que era Director Internacional de Quidditch. Pero el robo de la copa en Escandinavia, sabiendo que estaban a poco menos de un mes para organizarse un nuevo certamen a nivel mundial en otra parte del mundo, no parecía un hecho casual.

—Avísale a las autoridades del equipo que me dirigiré hacia allá para el mediodía. Tendremos una reunión y buscaremos la manera de que nada salga a luz, hay que ganar tiempo...

El periodismo amarillista de Roto Skeeter lo tenía acostumbrado siempre a lo peor, lo más curioso era que hasta el momento Quidditch Time no hubiera informado nada al respecto. ¿Será que el viejo Roto estaba perdiendo ya sus reflejos? ¿O acaso alguien había interceptado al inescrupuloso periodista?

Cumplido con los tiempos, Black se encontraba en Escandinavia, precisamente en Kattegat, el pequeño pueblito del que eran originarios los cuervos negros. Allí se cruzó con varios de los jugadores, a quienes felicitó una vez más y les aseguró que todo el drama terminaría solucionándose más pronto que tarde. Black había aprovechado el viaje para radicarse en un hotel algo alejado del centro del pueblo, pero no por eso iba a pasar desapercibido, de eso estaba seguro.

Y Candela... Los pensamientos volvían a su cabeza. La bruja se había ido de nuevo. Nunca era buena señal perderle el rastro.

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  • 2 semanas más tarde...

Los tentáculos de la organización se movieron acertadamente. Como engranajes de reloj suizo pronto tuvo lo necesario a mano. Increíble cómo habrían la boca colaboradores de poca monta, en medio de poker, bebida, drogas y chicas  bellas. A fin de cuentas cómo no vanagloriarse de un robo que tenía en vilo al mundo deportivo mágico, o el mundo mágico en general.

Así logro tener las pistas para seguir un rastro. Tomando en cuenta que por la descripción no parecía un tipo hábil, como la mayoría que jugaba Quidditch, y dado que había activado los mecanismos de defensa que rodeaban la copa y sabía eran poderosos. Era probable estuviese herido. Y si, pronto siguiendo la pista se enteró de un hombre tosco y calvo de mal carácter que tenía una mano quemada.

Buen punto ese. Y así siguiendo ese hilo diligentemente llegue a un hotel de mala muerte en Varsovia. Pagar al posadero por su silencio fue lo de menos. Ya le borraría la memoria después. Subí las escaleras y llegue a la habitación abriendo la puerta y apuntando al hombreton calvo que me daba la espalda.

--Vaya, vaya. Conque aquí tenemos al famoso ladrón de la copa. Por favor no te precipites, ni hagas algo que puedas lamentar. Por desgracia no tengo reparos morales para dejarte frío y dos metros bajo el suelo.

Eso último no era mentira. Pero venía a negociar. Y mientras más rápido mejor. Si yo había dado con el, otros también de seguro lo hacían.

@ Martin N Roses

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<<Era una buena historia, desde luego... podría haber hecho... millones... Si tan sólo... >>

Pero Candela no tenía tiempo para seguir escuchando a Skeeter. Por supuesto que habría sido una muy buena historia si es que el periodista hubiese podido llegar a publicarla, mas la bruja no le aseguró siquiera que pudiese salir ileso de la mazmorra en la que lo mantenía. Jeremy también había escuchado el relado entero; Candela lo había observado de soslayo conforme Roto Skeeter hablaba y quiso reírsele en la cara, sin embargo su hijo parecía hasta rabioso por lo que oía. Si lo conocía bien, sabía que el muchacho haría de esta aventura algo personal, por lo que prefirió moverse en solitario, al menos de momento; hasta tener un panorama más completo.

Así fue como llegó hasta Kattegat primero, para confirmar que Skeeter hubiese dicho la verdad. Ataviada con una túnica que la cubría de pies a cabeza en una noche tan fría, se movió en silencio entre los rincones más oscuros del pueblo. Escuchó, en una de las tabernas, las historias que habían creado en torno al hombre que presumían había robado la copa de Quidditch. Algunos detalles le resultaron un poco sacados de cuento, pero todos coincidían en las pistas principales. Candela no se mantenía quieta en un solo lugar, llevaba años de experiencia moviéndose en ambientes mucho más turbios y sabía salir de ellos sin que notasen su presencia.

El pueblo no se destaba por su iluminación, claro, no le era tan díficil mantenerse en secreto. Mas al doblar un par de esquinas, alejándose del pueblo, no pudo no reconocer la figura masculina que caminaba a paso seguro más adelante, del otro lado de la calle. La mortífaga se detuvo súbitamente al observar cómo aquel hombre de cabellos negros se giraba en su dirección y se sumió aún más en la oscuridad de la noche. Como no quiso arriesgarse a ser descubierta, desapareció inmediatamente del lugar.

******

Su próximo destino fue mucho más fácil, con lo que sabía pudo dar con el motel que estaba buscando en Varsovia, aunque no fuese de su agrado enterarse de que no estaba sola en esa contienda. No reconoció al mago al que vio hablando con el posadero, pero luego de que éste le señalase las escaleras, Candela se movió sigilosamente para seguir al turista, no sin antes susurrar un Cinaede hacia el dueño del lugar. No le interesaba dejar testigos, por lo menos vivos, y pensó en que lidiaría después con lo que resultaría de esa muerte.

Por desgracia no tengo reparos morales para dejarte frío y dos metros bajo tierra.

¡Absórvere! ―dijo la bruja, que previamente había sacado la varita, mientras apuntaba al hombre alto y de cabello castaño al que escuchó proferir un lamentoso quejido a causa de que los huesos de la mano, con la que sostenía su arma mágica, se rompiesen. Mantuvo su rostro oculto conforme aparecía y desaparecía al lado de su real objetivo. El ladrón de copas se encontraba ya a su lado y no parecía tener mucha idea de cómo actuar en el momento en el que Candela soplaba Arena mágica del desierto sobre el mago que acababa de desarmar. ¿Sean? Creía haber visto su nombre en algún momento en sus repetidas visitas al Ministerio de Magia. ―Perdona, no tenemos tiempo para quedarnos a charlar... ―siseó mientras dejaba una Marca de Sangre en el ladrón calvo y desaparecía con él de aquella apestosa habitación.

Cuando volvieron a aparecer, el hombre tirado en la nieve tiritaba de frío y murmuraba algunas palabras en un idioma en el que reconoció a su hijo. Se encontraban ya lejos de la posada de la que habían escapado y, aunque la mortífaga sabía que podría tomar un tiempo en que Sean se recuperase, no podía demorarse mucho más en ese lugar. Tenía que asegurarse de que no fuesen seguidos, por lo que agarró al ladrón y lo arrastró a través del Fulgura Nox que había creado hacía unos instantes, mismo que se cerró en cuanto cruzaron la gitana y su presa.

@ Sean -Ojo Loco- Linmer @ Martin N Roses   :perv:

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Y justo cuando pensaba que tenía la mano ganadora un intenso dolor en la mano que sostenía mi varita me hizo regresar a la realidad. Claro el dolor no era lo único que llenaba mi cabeza. También estaba la sorpresa, quien había sido tan rápido como yo en encontrar a este ***ido calvo ladrón. De más está decir que mi ego sufrió su poco. Ahora solo faltaba saber quién me arrebataba la presa.

Así que gire la cara y por lo poco que ví ya me hice una idea. La Triviani Apenas un segundo me basto para después perder control sobre mis sentidos por culpa del polvo de Arena Mágica del desierto. Entre el dolor mi ego y esto pues que vergüenza. Sin más me sane la mano y espere que pasarán los efectos del polvo. Ya después vería que hacer.

A pesar de trabajar en rublos similares mi interacción con esa familia no había sido muy extensa. Tal vez cierto coqueteo con Zoella, un altercado con Jeremy y un robo juntos. Pero a la matriarca solo la conocía de investigarlos. Asunto problemático este.

Minutos después ya tenía previsto un plan de acción. Así que parti a negociar. Puede que aún no tuviera la copa pero eso no era imprescindible para encontrar apoyos para mis planes futuros 

@ Mentita

@ Martin N Roses

 

 

Editado por Sean -Ojo Loco- Linmer

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