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☀ 。.:* Castillo Lestrange *.:。☀ (MM B: 97133)


Sol Lestrange Black
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Estoy buscando a los descendientes de Lord Lestrange, necesito hablar con ellos asuntos de suma importancia... ¿se encuentran aquí? —preguntó a la elfina doméstica que fue a su encuentro. Tan pronto como la criatura apareció para abrir la puerta, se fue. Intuyó que en busca de aquellas personas que quería encontrar. Aprovechó ese momento para adentrarse en el interior del castillo, a esperar con paciencia. Se quitó la túnica y la dejó colocada a un lado. Centró los ojos en el tramo de escalera, pero al darse cuenta de que aquello no sería tan inmediato cómo pensaba comenzó a distraerse con la decoración del lugar.

Era la primera vez que conseguía entrar en el hogar de su familia paterna. Ya estaba dentro. Hasta el momento todo había ido tal y como había imaginado, pero ahora llegaba lo realmente complicado. El verdadero reto estaba en socializar con los miembros y conocerlos. Quería causar una buena primera impresión, quería conseguir que los habitantes se sintiesen felices y contentos de su llegada. Porque a pesar de que no llevaba maletas para no ser demasiado directo con sus intenciones, a partir de ese momento comenzaba a vivir allí. Y no había nadie que pudiera impedírselo. Pero no buscaba conflicto, por ahora.

Aquellos pensamientos en su cabeza provocaban que, a pesar de encontrarse viendo la elegante decoración del vestíbulo que tenía ante sus ojos, no fuese capaz de apreciarla cómo debería. En sus sueños había idealizado tanto el interior del Castillo Lestrange que estaba predispuesto a considerar cada objeto decorativo del lugar como magnífico aunque no lo fuera lo más mínimo, mas no sería ahora. Se podía decir que estaba inmerso en sus mundos con la mirada perdida, algo que cambió cuando escuchó una voz femenina saludándole que le hizo girarse para ver a la causante. Automáticamente esbozó una leve sonrisa.

Dicen que siete segundos son suficientes para tener una primera impresión de alguien. Siete segundos para saber si odias o amas. Siete segundos que construyen los cimientos de lo que podría ser tu relación con otra persona... Al elegante caballero le sobraron seis para tener una primera impresión de la mujer del pelo oscuro. Seis segundos que aprovechó para mirarla en silencio asegurándose de que su primer pensamiento no había sido equivocado. Y no, no lo había sido. Hasta la voz había sonado dulce, atrayente. La llama que había parecido nacer en su interior no estaba dentro de sus planes en ninguno de los muchos supuestos que había planeado.

Disculpad. Me he quedado de piedra por los nervios del momento. —justificó su silencio durante esos segundos con una leve sonrisa y una pequeña mentira, porque sonaba mejor lo que había dicho que decir: 'He estado en silencio observando la belleza de la morena, pensando qué intenciones podría tener la pelirroja y calculando qué tan peligroso podía ser el lobo'. Se acercó a las personas que le habían recibido de forma lenta para demostrar que su acercamiento era completamente inofensivo y no se pusieran en alerta.  —Permitidme que me presente. Soy David... —tomó la mano de la primera y le dio un pequeño beso en el dorso de la misma. —Augustus...— y tras el segundo nombre repitió la operación pero en la mano de la segunda mujer. 

Se alejó cuando era el turno del beso en la pata del lobo. Con su magia podía controlar a criaturas y animales, pero no quería usar su arma mágica ni tampoco acercarse tanto a un animal de esas características sin ganarse antes su confianza. Lástima por el animal que hoy no podría sentir los suaves que tenía sus labios, quizá otro día...

Volvió a su posición, con calma. Para conocer a las personas hay que hacerles reaccionar. Y para hacerles reaccionar no puedes quedarte parado en el vestíbulo limitándote a decir un 'Hola', tienes que hacer cosasPero lo que pensaba que más les haría reaccionar llegaba ahora. Había dejado lo mejor para el final, para dar un aura de misterio extra a su llegada.

Lestrange. David Augustus Lestrange. —dejó caer como un jarro de agua fría esperando ver cómo se lo tomaban. ¿Sabían de su existencia? ¿Les pillaría por sorpresa? —Hijo de Lord Lestrange. —Era el turno de ellas.

 

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Había veces en la vida en que uno sentía que vivía en un déjà vu constante, donde ciertas experiencias y sensaciones se repetían una y otra vez, sin un patrón o un aviso siquiera. Esta era una de esas veces. Tonta de ella, había creído que el paso de los años las había librado de este tipo de sorpresas en su puerta, pero parecía que siempre había algo más por destapar en esa familia.

¿Cuántas veces se puede oír eso sin que comience una tormenta y se desate el apocalipsis? – preguntó la bruja, mirando hacia arriba. Como no se oyeron truenos ni se desató el caos, supuso que el mundo por el momento estaría bien.

Era muy típico del antiguo patriarca de los Lestrange el tener secretos muy bien guardados aún años después de su muerte. Su mirada se dirigió hacia lo alto de las escaleras, donde sabía que el molesto residente no vivo del castillo estaría observando desde su auto adjudicado puesto de honor el drama que ocurría debajo.

El recién llegado ni siquiera había notado la presencia de su supuesto padre, ya que estaba muy ocupado observando a la castaña con detenimiento, aunque intentara disimularlo. Su madre solía tener ese efecto en las personas, sobre todo en las del sexo puesto y más cuando al parecer eran sus hermanos. Aunque no es que se notara el parecido genético, ya que a diferencia de su tío Farkas, que era casi una copia de su abuelo, el desconocido sólo parecía coincidir en su altura.

Diría “Bienvenido, pasa y toma asiento”, pero como no soy la que se ocupa de las formalidades de ser buena anfitriona… – la pelirroja ignoró la mirada de disgusto que le dedicó Sol, a sabiendas que no le gustaría nada su actitud, como siempre que fallaba en sus tareas diplomáticas, pero sabía que la conocía lo suficiente para perdonarla más tarde – Me limitaré a preguntar: ¿tiene alguna prueba de lo que afirma, o considera que debemos aceptar la palabra de cada persona que aparece en el castillo aseverando un parentesco con los Lestrange?

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Por unos instante el mundo pareció ir en cámara lenta, escuché las palabras del hombre frente a mi, y mientras nuestras miradas se cruzaban todo pareció girar un poco. 

Respiré profundamente intentando recobrar la compostura y no mostrarme vulnerable. 

Me tomo algo más de tiempo recuperarme,  pero logre salir de aquella oscura mirada. Y mas aún cuando Sam comenzó a quejarse muy a su estilo de la visita. Lo cual termino de traerme al aquí y ahora.

—Disculpa que no tengamos un recibimiento apropiado, pero como podrás imaginar no teníamos idea de tu existencia. —me tomé unos segundos para evaluar al hombre, no podía negar que si bien no pude encontrar el gen Lestrange en su apariencia, definitivamente lo portaba en la actitud.

Bajé la mirada cuando volví a encontrarme con sus ojos clavados en mi, para mí no era extraño tener siempre miradas sobre mi, pero en este caso sentí que mis mejillas se sonrojaban ante el insistente escrutinio.

—Generalmente regañaría a mi hija por su falta de modales, pero en este así en particular deberé hacer la misma petición. —levanté la ceja en señal de incredulidad—¿ Que pruebas tienes para asegurar ser hijo de Alexander? Por cierto ¿Dónde están mis modales ahora? Soy Sol Lestrange hija LEGÍTIMA de Alexander...

 

Editado por Sol Lestrange Black

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Era consciente de que ni aunque hubiese tomado la poción Felix Felicis antes de presentarse al Castillo Lestrange podía pretender tener un recibimiento mucho más cálido. Estaba justificada la desconfianza, incluso que pensasen que era un loco que no tenía nada mejor que hacer. Aquello no era algo que le hiciese dar marcha atrás, que le provocase ganas de querer irse. ¡Al contrario! Qué divertido. Por eso, mientras centraba sus ojos en la pelirroja esbozó una sonrisa. Ese carácter que parecía tener le gustaba al Lestrange, que siempre estaba más que preparado para esa clase de enfrentamientos dialécticos. Se llevó las manos a la espalda de forma relajada. Manteniendo la calma.

¿Dirías? Yo acabo de oírte decir de forma clara 'Bienvenido, pasa y toma asiento'... así que gracias. Tú lo has oído también, ¿verdad que sí? —preguntó a la castaña. Sí, sí... Había entendido perfectamente qué quería decir la mujer, pero decir esas palabras... las había dicho. Eso nadie lo podría negar. Hablaba con un tono amable y una sonrisa que lo acompañaba. Simplemente quería ser educado y, por supuesto, marcar cierto territorio para ir dejando claro que desde el momento que había puesto sus pies en el Castillo, por muy pacífico y simpático que fuese a ser, los tiempos iba a marcarlos a su gusto. Tenía el mismo derecho que las dos mujeres de estar allí y de hacer lo que quisiese dentro de sus paredes.

Hizo un gesto quitando importancia al asunto, pensando que era una locura que pudiese regañar a la que después descubriría que se trataba de su sobrina. Una verdadera Lestrange tenía que ser así. Y era bueno que lo demostrase cada vez que tuviese oportunidad, por lo que el caballero había leído hace tiempo en libros sobre familias mágicas el pelo pelirrojo era más típico de una Weasley que de una Lestrange... Claro que el libro tenía mucho tiempo y esas cosas podían haber cambiado. Pensándolo bien, a lo mejor su padre sí que era un Weasley. Bah, daba igual.

No es necesario que recalques que eres legítima, hacéis bien en pensar que soy ilegítimo, un bastardo. —sonaba mal, pero era así. Lo que no sonaba mal era su nombre, muy acorde. El Sol da luz y ella alumbra con su belleza, muy bien elegido.—Yo no vengo a por la fortuna familiar, ni nada parecido... Lo único que quiero conseguir es vuestro amor, vuestro cariño y vuestro aprecio. Quiero estar con mi familia —estaba mintiendo porque a ver... sí que venía a por la fortuna. Pero ahora ya no solamente venía a por eso y miró a la castaña mientras pronunciaba esas palabras. 

Antes responded... ¿cómo vosotras dos podéis demostrar a los demás que sois madre e hija? Porque salvo que tengáis una fotografía del momento exacto del nacimiento y, por favor, si la tenéis espero que no me la enseñéis... —no era un momento bonito de ver. Salvo que se fuese el padre, quizá. —El resto de pruebas seguro que no lo afirmarían con rotundidad absoluta. —dijo esperando pacientemente. La misma prueba que ellas darían, la daría él. Había formas de demostrarlo, pero si uno no quería creer, no creía...

Esperaba no haber abierto ningún tema delicado. Iba a ser muy gracioso -y dramático- si por algún motivo la pelirroja descubría que Sol no era su madre biológica.

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¡Aleluya! Por una vez, había conseguido librarse del regaño por su falta de modales. Se pondría más feliz si no fuera por el hecho de que la falta de preocupación de Sol por su comportamiento sólo significaba que algo estaba afectándola más que de costumbre. Pero claro, recibir a otro miembro del plantel de hijos de Alexander, después de lo que había pasado con sus tíos, sobre todo con Farkas, no podía ser nada fácil para la aprensiva bruja.

¿Acaso son nuestros orígenes los que están en duda? Yo creo que no… Y, dado que eso suena muy cercano a una negativa, me limitaré a creer que en realidad no tiene pruebas de lo que afirma ser, o creer que en realidad es.

Porque, en fin, aunque la actitud socarrona y altanera podía considerarse como un rasgo de familia de los Lestrange, en realidad no era una prueba de ningún tipo. Podía nombrar a diez otras personas que cumplían con ese requisito en particular, cuya línea de sangre no contenía más que plátanos y alcauciles.

Permítame adivinar lo que creo que ha pasado. – La pelirroja se apartó el cabello del rostro con gesto dramático, y continuó con el mismo tono de abierta simpatía que el extraño parecía manejar con fluidez. – Un mago descubre, por casualidad o no, que cierta antigua y prestigiosa estirpe de magos aún continúa existiendo en Londres. Pero claro, tras las pertinentes averiguaciones, se encuentra con que, tras la muerte del famoso patriarca, el lugar del rey del castillo está vacante. ¿Cree que es el único en haber tenido esa maravillosa idea?

Aunque esa era sólo una verdad a medias. Muchos de los últimos pretendientes al puesto sólo habían llegado a él atraídos por el corazón de la matriarca, pero poco habían tardado en darse cuenta de que podían llegar a pretender más. No importaba la cantidad de riquezas o títulos que un mago tuviera, el patriarcado de un antiguo apellido era un bien incalculable. Que lo potestaran dos brujas parecía no ser suficiente para la sociedad mágica.

Abandonó el almibarado tono de voz y regresó a su recelosa voz de costumbre.

Estoy segura de que cada palabra, gesto y sonrisa suya ha sido ensayada reiteradamente, a fin de parecer totalmente verosímil. Y que su investigación ha sido seguramente exhaustiva, pero lamento informarle que la vacante para patriarca se ha cerrado hace ya mucho… pero seguramente encuentre alguna otra familia por la zona que tenga interés en su oferta.

Después de todo, que odiara a su abuelo o que fuera una hija ajena al matrimonio no la volvía menos Lestrange ni menos responsable de lo que sucediera con los pocos miembros de la familia que quedaban aún vivos. Excepto tal vez Fokker, pero jamás contaba al torpe como un Lestrange. Después de todo, había pasado sus primeros años de vida y casi toda su adolescencia como una Gaunt, y allí no dabas la bienvenida a los extraños, simplemente te los quitabas de encima antes de que se acercaran, o los usabas como blanco de tiro. A veces la vida así era mucho más sencilla....

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Estaba lista para responder al sutil ataque del hombre frente a nosotras, definitivamente no tenía idea de con quién estaba hablando. Era muy fácil pensar que un par de frágiles mujeres habitaban el castillo y sería sencillo amedrentarlos. Pero estaba muy lejos de ser verdad. Nuestro matriarcado había durado lo suficiente para enseñarnos a tener las uñas y lengua siempre bien afiladas.

Cuando iba a responder Sam me ganó la palabra probablemente en esos momentos era lo mejor, ella era directa y cruda, lo cual.justo.enese momento nos venía como anillo al dedo. 

Mientras escuchaba su peculiar manera de atacar al recien llegado, escuché un suave gruñido a mi lado.  Malik se mantenía tranquilo, pero espectante a mi lado. Ese gesto me tomo por sorpresa, ya que una de las cara características de mi mascota era ser bastante agresivo, principalmente con los extraños.

Deslice mi mano para acariciar su cabeza, su altura era prácticamente unos pocos centímetros abajo que la mía.

—Todo está bien precioso...—murmuré, quizás más para mí misma.

Cuando Sam terminó su pequeño y bien fundamentado discurso, levanté la cabeza orgullosa. Adoraba a mi hija y nadie iba a venir a cuestionarnos nuestro parentesco.

—Eh ¿David verdad? Bueno es igual. Creo que como dice Sam tú eres el que debería tener algún tipo de prueba de tu supuesta pertenencia a esta familia. —afirme mirándolo fijamente— Nosotras no tenemos porque comprobar nuestro legado, tomando en cuenta que el.que aparece de la nada, con...disculpa que te lo diga un discurso bastante poco creíble de "amor fraternal".

 

Esboce una sonrisa alzando una ceja en señal de diversión. 

—Me temo que necesitamos mucho más que tu palabra ... Disculpa si somos incredulas pero como ya lo dijo Sam, ya nos ha pasado antes. —Deberías traer algo más que un bonito discurso de añoranza y ganas de conocer a la familia. ¿No crees?

 

 

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Tienes una imaginación fantástica, sobrina. —dijo hablando con calma. Aquello le parecía divertido en gran parte. La desconfianza de las mujeres hacía que todo fuese más complicado, ya sabía que tendría que esperar más tiempo del imaginado en un primer momento en poder llevar a cabo sus planes. Sus palabras no eran del todo erróneas, era cierto que el mago tenía interés en ocupar el puesto que estaba libre. En todo lo demás estaba equivocada y era su obligación tener que hacérselo ver con el paso de los minutos. —¿No ha pensado en ser escritora? —a lo mejor ya lo era.

Esperó a que terminara su intervención mientras las miraba fijamente, tratando de estudiar sus comportamientos. Conocerlas le daría mucha ventaja. 

¿En serio desconfían? No me lo parece. Tenían la opción de ser agresivas y tratar de atacarme desde que me escucharon —comentó con un tono de voz que transmitía seguridad en sí mismo, tratando de decirles que era mejor que eso no se les pasase por la cabeza, sería un auténtico desperdicio que aquello acabase en batalla. —O tenían la oportunidad de ser astutas. Invitarme a una copa, echarme unas gotitas de Veritaserum sin que me diera cuenta y preguntarme lo que quisieran hasta que confesara hasta mis más oscuros secretos... —pero tampoco lo habían hecho.

Sólo se habían quedado ahí, mirando al supuesto mentiroso. Al supuesto estafador.

Así que si me lo permiten, estoy convencido de que hay algo dentro de vosotras que os dice que quizá esté diciendo la verdad. —soltó frotándose las manos durante un instante, las tenía algo frías y quería que entrasen en calor. Iba a proseguir hablando, por supuesto. Era un hombre que podía estar divagando todo el día, sólo estar debajo del agua le hacía callar.

También tenía un don para ser escritor y ahora le tocaba demostrarlo.

Claro que... podéis haber sido vosotras las que habéis investigado, las que habéis planificado de algún modo la muerte de mi padre y las que estáis montado esta actuación para parecer inocentes. Ya sabéis lo que dicen; 'Piensa el ladrón que todos son de su condición' 

Pero como sabía que si seguía así aquello iba a ser un bucle interminable daría su brazo a torcer. A fin de cuentas, ellas llevaban razón. Era él quien tenía que demostrarles quién era. Lo sabía.

Tú puedes llamarme como quieras... —confesó. Le respondería igual. Si el nombre de 'David' se le olvidaba podía usar otro. ¿Qué importaba? —Y como tus necesidades son ahora una prioridad para mí... Está bien. —dijo mirando a Sol, teniendo la capacidad para tratar de ser un caballero hasta en esa situación.

Todo había salido perfecto. Gracias a aquello había descubierto que su sobrina era inteligente, con imaginativa, impertinente, desconfiada y guerrera. La tendría que vigilar de cerca. También había descubierto que el lobo con apariencia peligrosa parecía hacer más caso a Sol, pues era ella la que lo acariciaba. Y, por si fuera poco, acababa de decir que les daría las pruebas solamente porque la mujer se lo había pedido en última instancia. Eso algún punto tendría que darle a su favor, ¿no?

Sacó su varita e hizo un movimiento con ella. Un papel apareció en su mano.

Puedo mostrarles mi certificado de nacimiento, pergamino donde sale el nombre de mis padres —guardó la varita y se llevó la mano detrás de su hombro izquierdo. —Les puedo enseñar una pequeña marca de nacimiento que mi madre me aseguró que no soy el único Lestrange que la tiene. De hecho dijo que mi padre tenía una parecida... —y dejó lo mejor para el final. —Pero... ¿por qué no se lo preguntan directamente a él? ¿Lo llamamos para que se una? —fuese como fantasma o fuese como cuadro, seguro que estaba allí. Seguro que Lord Lestrange no andaba lejos.

¿Qué opción elegirían?

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Justo en ese preciso momento se les tenía que descomponer la mascota… No entendía qué le pasaba a Malik. Normalmente, tener permiso de comerse a las visitas era suficiente para que diera rienda suelta a su apetito. Aunque claro, no había sido Sol quien se lo había dado, pero creía que comenzaban a llevarse mejor, ahora que a veces obedecía a sus palabras. Claro que solía gustarle tenerlo cerca porque bestia y fantasma se llevaban muy mal y eso hacía que Alexander no rondara cerca, pero no creía que Malik se diera cuenta de ello.

Lamentablemente, no dudo que pudiese llevar sangre de Alexander… Después de todo, jamás se ha privado de los placeres carnales y, con toda seguridad, apenas hemos destapado apenas la olla de su arsenal de vástagos.

Se encogió de hombros quitándole importancia. No eran tan inocentes como para no creer en los rumores acerca de la promiscuidad de Lord Lestrange. Siempre había tenido su fama de don Juan. Pero tampoco eran tan tontas para considerar a cualquiera que apareciera en la puerta como parte de la familia. Después de todo, Alexander era el primero en considerar que la sangre no te volvía un Lestrange… Que se lo dijeran a ella, si no.

¿Acaso cree que ha dado con un nido de arañas? — Miro a su madre con una ceja arqueada y gesto burlón. — ¿Me dejas recibir a las visitas drogándolas y amarrándolas hasta que demuestren sus intenciones? — Le dedicó su mejor gesto de súplica, con el que solía conseguir lo que pedía. — Porfa, seguro que eso nos dará una reputación de viudas negras que hasta mejorará la calidad de las visitas. Aunque, claro, para tener esa reputación los visitantes deberían salir vivos del castillo… Y eso aún no me convence del todo.

Intentando ignorar las miraditas que seguían sucediendo entre su madre y el recién llegado, tomó su plato de sándwiches y fue a sentarse lo más lejos que pudo de la situación. El hecho de ser adulta no le quitaba la incomodidad a los coqueteos que recibía la castaña. Les recordaría que, si toda aquella patraña era cierta, en realidad eran hermanos, pero sabía que sería inútil. Los Lestrange no solían hacer caso a los tabúes, ni ascos al incesto, y eso sólo le daría más cuerda al extraño para declararse Lestrange.

Puede charlar con su señoría La Gran Molestia Lestrange si quiere, pero no espere que lo anuncie, en realidad ya no hablo con él. Y no se equivoque, si lo hubiera matado, sería la primera en anunciárselo con mucho orgullo. — El brillo de enojo que cubrió los ojos de la pelirroja era inevitable, después de tantos años que aún no pudiera librarse de él la ponía de muy mal humor. — Entonces, dado que al parecer trajo sus “pruebas”, aunque no sabemos si en realidad son fruto de su estudiada trama… Ya que en realidad no confío en la palabra de Lord Lestrange, y por ende tampoco en la suya, la siguiente pregunta es ¿por qué aparecer ahora? Alexander lleva años muerto, al igual que sus otros hijos, por lo menos de los que teníamos conocimiento.

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Los argumentos de mi nuevo "hermano" me parecían bastante cómicos. Empezando por su loca  teoría de que nosotras  habíamos acabado con la vida de Alexander. Y puede que no estuviera lejos de la realidad, pero para nuestra mala suerte y por muchas razones que tuvieramos, porque vaya que si alguien en el mundo hubiera tenido razones para matar a Lord Lestrange eramos justo nosotras dos. No habíamos tenido la "fortuna" de haber tenido semejante honor. Y al parecer nuestro invitado no tenía ni idea de algunas partes concretas de la vida de Lord Lestrange.

Tuve que contener la risa ante ese pensamiento distrayendo me un poco de la plática a mi alrededor.

Alcance a escuchar el final de los argumentos de Sam, formulando la pregunta ¿Por que aprecia ahora? Tantos años después de la muerte de Alexander.

— Disculpen que intervenga y vaya que estoy muy interesada en la respuesta a la ultima pregunta de Sam...pero me siento en la necesidad de preguntarte algo primero.

Me detuve unos segundos para formular la pregunta en mi cabeza de la manera más cortéz.

— En cierto modo no te culpo de que nos " acuses" de la muerte de Alexander, porque créeme que en estos momentos enviado la suerte que tuviste de crecer lejos de él. —dije totalmente convencida— Porque de verdad créeme.que si alguien tenía motivos de sobra para desear su muerte esas seríamos nosotras...—me encogí de hombros antes de continuar, de reojo mire a Sam que volvía a tener aquel adorable brillo malévolo en sus ojos verdes.

—Pero desgraciada o afortunadamente Alexander tenía muchos más enemigos y nosotras no estuvimos cerca cuando alguien tuvo a bien terminar con su vida, porque creme querido hermanito, que bien pudiera haberle echado una mano o mínimo agradecerle a su asesino los favores recibidos. 

Sonreí abiertamente al.jombre que parecía mas confundido ante mis últimas declaraciones. 

—Ahora bien si lo que quieres es tener la desgracia de conocer a nuestro "padre"  para nuestra mala suerte su fantasma ha andado muy participativo en el castillo. Y ahora mismo debe estar escuchando a hurtadillas como acostumbra.

Tome aire  antes de invitarlo a manifestarse.

—Alexander creo que es buen momento para que dejes de estar de chismoso y vengas a presentarnos formalmente a tu nueva sorpresita...

Ahora nuestro nuevo integrante podría conocer a su padre y darse cuenta del privilegio que había tenido librandose de él.

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Define 'arsenal de vástagos' —pidió el caballero, sorprendido. Tragó saliva. Ante todo había que recordar que había llegado para hacerse el control de todo, principalmente del patrimonio. Tener demasiada competencia haría que eso fuese una misión imposible que quizá no mereciese la pena. Por lo que había querido entender, a su padre no solamente le gustaba disfrutar de la vida sino que encima el hombre no conocía los métodos anticonceptivos. 

Soltó una carcajada ante las palabras de la pelirroja. A cada rato que pasaba le parecía más impertinente que el anterior, pero como justamente eso era lo que más le estaba agradando de la mujer no pensaba quejarse. Tenía un humor muy similar al suyo.

Nada me asegura que no sean arañas... —dejó escapar a modo de broma mientras se preguntaba qué pasaría si una araña tomaba una poción multijugos. El mago era experto en pociones, pero esa pregunta nunca se la había pasado por la cabeza. Supuso que todo sería probar. ¿Tendría algún efecto? Desde luego, sería curioso. Parecía evidente que no se podrían convertir en unos humanos con la capacidad de hablar, pero a saber... El poder de la magia podía llegar a sorprender. De hecho, siempre sorprendía. —Mata a todos los visitantes que quieras, pero deja escapar a uno con vida para que vaya diciendo por ahí que entrar en el Castillo Lestrange casi te asegura la muerte. —no hacía falta aclarar que él no era visitante, sino habitante del castillo de pleno derecho.

Escuchó con atención todo lo que vino a continuación. Parecía ser que su padre, que ahora era un fantasma, no mantenía una buena relación con ambas mujeres. Eso para el caballero eran buenas noticias, cooperar con alguien que seguro le ayudaría a conseguir que nada de la familia quedase para ellas. Pero no. Él quería una familia que le apreciase, por eso su plan era más difícil que llegar y quedarse con todo. Si había una guerra familiar tarde o temprano tendría que posicionarse en algún bando por mucho que le gustase la ambigüedad y ver en qué lado sacaría más provecho.

Pueden creer que me encantaría ser un simple visitante. Y no porque no esté orgulloso de mi apellido o vosotras dos no me gustéis lo suficiente como para ser mi familia, sino justamente me pasa lo contrario. —dijo mirando a la morena, la cual le gustaba demasiado y temía que compartir padre le hubiese quitado todo el atractivo que ella pudiese haber visto en él, si es que le había visto alguno... —Además... ¿no se dan cuenta? Si de verdad fuese todo un plan bien estudiado no tendría sentido venir ahora. El momento perfecto para venir hubiese sido cuando falleció y así quedarme con la herencia que ahora se encuentra en manos de... —hizo una pausa, mostrando despreocupación en la siguientes palabra que diría, pero deseando saber la respuesta con mucho interés. —¿Quién se quedó con la herencia? ¿No me digan que os lo dejó a vosotras a pesar de que le odiaban? —dijo escapándose una pequeña risa algo forzada, pero creíble. Y es que disimular que se moría por saber la respuesta no era sencillo.

Había dado argumentos de peso. ¿Sería suficiente como para que comenzasen a dar su brazo a torcer? De manera habitual al mago le daba igual ser rechazado, ser odiado, ser acusado de mentiroso, de maléfico... pero en ese día estaba necesitando conseguir que su media hermana tuviera una buena impresión de él. ¿Por qué el corazón era caprichoso? ¿Por qué no había cerrado los ojos y tapado sus oídos cuando la vio por primera vez? Ah, sí, porque ya hubiese sido tarde por la inmediatez del flechazo.

—¡ESPERAD! ¡ESPERAD!

Que todo el mundo se pare. Antes de que Alexander haga su aparición estelar...

¿Y si yo pudiera conseguir que fuesen testigos de aquel fatídico día dónde falleció? ¿Y si pudieran ser participes del asesinato? ¿Y si pudieran ver a los asesinos para descubrir su identidad y agradecerles? ¿Querrían? Decirme... ¿de verdad querrían?

Miró a la morena. Luego a la pelirroja que se había sentado y se había puesto a comer sin invitar a nadie... Podía pasar por alto su impertinencia, pero no ser invitado a un sandwich lo consideraba una ofensa...

No era un supuesto. Podía hacerlo, aunque no fuese sencillo. Había descubierto muchos poderes mágicos desconocidos. Un Libro de Hechizos al cuál se había vinculado hace mucho tiempo le permitía, gracias a sus conocimientos mágicos en otras ramas, conseguir eso de regresar al pasado gracias a un portal. No era una broma. Eran preguntas muy serias porque con suficiente información, preparación y tiempo podía llevarlas a cumplir sus... ¿deseos?

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