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David Augustus Lestrange

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Mensajes publicados por David Augustus Lestrange

  1. He de reconocer que he estado más centrado en otros lugares del foro y no me acordé de la Orden del Fénix para nada, culpa mía. Vengo a pedir la baja (que además ahora me sale sin rango por inactividad y queda horrible visualmente xD). Me he salido del club hace unos minutos. ¡Feliz Halloween! (quise poner un fantasma o una calabaza como las que he visto en chat y status, pero no la encuentro) 👻 (vale, me acabo de dar cuenta que era buscando en inglés y no en español). 

    Buen día.

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  2. Nick: (Con link a la ficha): James Fleamont Potter
    Link a la Bóveda: https://www.harrylatino.org/forums/topic/89424-bóveda-de-david-james-dumbledore/
    Rol de Personaje: Viceministro del Ministerio de Magia Francés. Príncipe del Principado de Mónaco.
    Información Adicional: Nombrado segunda autoridad política del gobierno mágico francés. Antes había ocupado diferentes cargos. Después de que su hermana se convirtiese en Princesa Regente del Principado de Mónaco, le tocó ocupar por derecho de sangre el puesto de príncipe.

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  3. @ Cillian Haughton Tienes razón. A mi también me pasó un poco con Hogwarts Mistery. Empecé a jugarlo muy animado y luego me deshinché.

     

    A ver, voy a entrar a mirar con exactitud dónde me encuentro porque puede ser que haya exagerado cuando dije que estaba por el nivel 150. Puede que esté más o puede que esté menos. 

    Vale, pues mira, me había quedado corto. Estoy por el 168. Justo ahora al entrar recuerdo las recompensas por inicio de sesión y que la primera semana dieron a Hedwig por entrar si no me equivoco. El tema de los eventos y de las temporadas la verdad es que puede estar bien y entretenido para animar a la gente a jugar.

    Respecto al nivel, yo estoy en "Recordadora". El siguiente nivel que tengo por delante es Trol de Montaña, en otras palabras... ¡El de Halloween! Qué oportuno xD.

  4. @ noe_snape  100 niveles tampoco está nada mal. Yo recuerdo más o menos el nivel, pero no recuerdo con exactitud el capítulo donde me quedé. Luego me pasaré a ver que leyendo este topic me han entrado ganas de pasarme a mirar xD

    @ Cillian Haughton  Cierto, me acabas de recordar los niveles de clases donde podías conseguir no recuerdo qué. Creo que hechizos se conseguían, no estoy seguro. Yo de esos tengo jugados unos cuantos. Al principio intenté jugarlo todo, pero luego mis ganas se fueron bajando hasta dejar de jugar.

    Por otro lado eso de empezar con muchas ganas y dejar de jugar es algo que parece ser bastante habitual en este juego -quizás en otros-. Pero recuerdo crear un club al comienzo, llenarse de gente super activa y a día de hoy quedarán solamente un par de personas activas. Supongo que muchos se registraron solo por ver de qué era al tratarse de algo de Harry Potter.

  5. Yo descargué este juego cuando salió. Lo cierto es que al principio jugué bastante, llegaría hasta el nivel 150 aproximadamente y eso teniendo en cuenta que no suelo jugar a este tipo de juegos, es bastante. Me molaba poder elegir casa, el tema de las mascotas y las formas en las que se conseguían con las cartas... En mi móvil antiguo lo tengo descargado, pero en el actual que tengo desde Navidad aún no, por lo que llevo más de once meses sin jugar... xD.

    Sin embargo, mi madre que sí que es mucho de ese tipo de juegos, lo sigue jugando desde el primer día y anda por el Prisionero de Azkaban. El juego en sí no está mal, pero supongo que no es para todos porque no a todos nos gusta ese tipo de juegos.

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  6. Calles de París, Francia.

     

    ¡Muchas gracias! —respondió con amabilidad al hombre encargado de llevarle un café y un croissant. 

    Se encontraba en una cafetería con vistas a la Torre Eiffel. Daba igual la hora que fuese, el día o la época del año, ese era un plan que siempre resultaba reconfortante para el caballero de ojos azules.

    A través de su secretaria, su hermana le había pedido que estuviese a alerta. La pregunta era... ¿alerta de qué? ¿Qué debía estar vigilando? ¿Qué temía que ocurriese? Aquella falta de información no le gustaba demasiado. Si tenía alguna preocupación lo normal hubiese sido que se lo dijese, pero entendía que a través de una secretaria tampoco era la mejor forma de hacerlo. De todas formas, siempre estaba alerta. Siempre estaba preparado para cualquier clase de amenaza, evento o circunstancia. Estaba entrenado para ello.

    Le dio un sorbo al café, quemaba. Se acomodó en la silla y comenzó a mirar a su alrededor mientras jugueteaba con el anillo que llevaba en el dedo corazón de su mano derecha. Llevaba un elegante traje azul marino y se encontraba pensando en asuntos triviales. En ese momento de tranquilidad nunca llegó a imaginarse que esta fuese a estropearse tan pronto.

    A lo lejos, en la Torre Eiffel se escuchó una explosión. Tan rápida e inesperadamente como sucedió la explosión, sucedió el caos. Incluso desde el lugar donde se encontraba la gente se alarmó por no saber lo que estaba sucediendo. No tardó en ver a su alrededor personas que utilizaban sus aparatos tecnológicos para filmar. Rápidamente se levantó y se alejó de allí. Tenía que avisar a su hermana.

    ¿Sería aquella explosión una de las cosas que temía? ¿O sería mera casualidad? En todo caso debería informarle. Rápidamente comenzó a acercarse a la zona para ver qué había ocurrido. Llevaba su mano derecha guardada en el bolsillo de su pantalón sujetando con fuerza su varita por si tenía que sacarla en cualquier momento. De camino, se escondió en un pequeño rincón para llamar a su elfo doméstico y ordenarle que escribiese un rápido mensaje a su hermana (@ Ada Camille Dumbledore ) para contarle lo sucedido. Aunque la información viajaba tan rápido que posiblemente lo supiese ya.

    El mago se acercó a la Torre y comenzó a mirar a cada rincón, buscando un sospechoso, algún indicio de peligro o cualquier cosa útil. Estaba cerca, pero al mismo tiempo mantenía cierta distancia. A la zona se estaban acercando diferentes vehículos muggles para actuar. Nada le aseguraba que fuese un solo ataque, podría haber más preparados y la zona centro era un caos en ese momento. Polvo, gritos, llantos de miedo... La situación estaba tensa, pero era normal. Apenas habían pasado unos minutos.

    Comenzó a moverse rápido por la zona, no quería quedarse quieto. Desde ahí, esperaría cualquier orden que pudiera recibir sobre cómo actuar o de lo contrario haría lo que viese necesario. Pero en momentos así era mejor respetar la jerarquía.

     

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  7. Me parece una idea fantástica. —comentó con una sonrisa. La velada había comenzado muy bien, hasta ese momento no veía ningún motivo para querer terminarla. De hecho, en esos momentos su pensamiento era que cuanto más durase aquello, mejor sería. Seguro que iba a poder conocer mucho mejor a su acompañante. —Antes, tendremos que ver que tendrán preparado para nosotros. ¿Se te ocurre que podrían regalar? —preguntó por si ella tenía alguna idea o intuición sobre aquellas palabras que su hermano había mencionado cuando llegaron al negocio. 

    Era un hombre sin demasiadas experiencias románticas, su corazón no se abría con facilidad. Nunca se había propuesto encontrar el amor en Inglaterra, por lo que no tenía mucho conocimiento de lo complicado que podía llegar a ser. Aún así, sentía que ella hubiese tenido esa mala suerte y lo encontrase tan difícil.

    ¿Cómo que no? ¿No vas a ir a Francia ni una sola vez? —cuestionó con tono alarmado ante su afirmación de que no tenía pensado alejarse de Londres. Sólo estaba actuando, en realidad aquellas cuestiones eran responsabilidad de su hermana. Si Camille consideraba que no hacía falta que fuese a París para la realización de su trabajo porque la prefería tener en la capital inglesa, no tenía nada que objetar. Sólo acatar. Pero a todo el mundo le recomendaría visitar su país de vez en cuando, era un lugar genial.

    Sonrió ante su halago. Se sentía bien. Normalmente estaba acostumbrado a soltar palabras bonitas, agradables, al menos en esos contextos. Saliese bien o saliese mal, siempre deseaba que la persona con la que hubiese compartido un evento así se fuese con una buena impresión. Puede que en otras situaciones fuese un caballero molesto, pero cuando invitaba a alguien a alguna cosa hacía lo suficiente para que no se arrepintiera de haber acudido. Por el momento, parecía que ella se estaba sintiendo muy cómoda y con eso estaba más que contento.

    Posiblemente pronto estés equivocada. —hizo una breve pausa mirándola, sintiendo como se acercaba más. Eso no le molestaba, para nada. Se había acostumbrado a tenerla agarrada del brazo y la falta de distancia entre ambos le gustaba. —Porque como sigamos encontrándonos en más ocasiones verás que conmigo todas las noches e incluso los días, son mágicos. Todos pueden ser uno de los mejores días. —dijo con una sonrisa de autosuficiencia, rozando con su dedo la mejilla de la chica de forma cariñosa. Una breve caricia. Toda la velada había estado humilde, no pasaba nada porque dejase escapar ese lado más egocéntrico que podía llegar a tener.

    Tenía curiosidad por ver cómo podían a llegar a congeniar en el ámbito laboral, pero realmente no era un buen momento para pensar demasiado en esa clase de cuestiones. Había que dejar todo lo relacionado con el trabajo en un segundo plano y centrarse en disfrutar.

    Se dio cuenta de que sus palabras eran ciertas, se habían alejado bastante. Por mucho que mirase a un lado u otro, por ahí no se veía a nadie. Aún así, sabía que si volvían a hacer alguna clase de discurso lo escucharían sin ningún tipo de problema. La potencia de un buen hechizo Sonorus se escuchaba a buena distancia.

    ¿No tienes miedo? Halloween se acerca, estás en lugar que no conoces con un mago que apenas conoces... Puedo ser el malo del cuento... —soltó por su boca con tono bajo, para darle misterio a la situación. Quería ver su reacción. Puede que quizá la peligrosa fuese ella y quien debería tener miedo él, nunca se sabe. Dejó pasar unos cuantos segundos antes de volver a hablar. —Tengo una idea, puede decirse que una parte está relacionada con que te guste la capa de invisibilidad. Ya entenderás... ¿la hacemos? —preguntó. Sin explicarle nada más, así de paso podría ver su valor por las ideas desconocidas. Misterio.

     

     

    @ Idylla Macnair T.

     

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  8. Las noches cada vez son más largas... —y así sería hasta el solsticio donde tendría lugar la noche más larga del año. —No me importaría juntarnos desde el atardecer hasta el amanecer. —a pesar de que había comenzado con una broma, lo decía completamente en serio. Podría ser divertido. La cantidad de cosas que podrían hacer era más larga de lo que parecía a simple vista y aquella velada podría empezar viendo juntos cómo el Sol se oculta tras el horizonte, lo cual siempre es bonito de apreciar. Por su parte estaba más que convencido de querer comprobarlo. 

    Después, no pudo evitar reírse con ganas. Se esperaba todo menos la comparación que había hecho. Tardó unos cuantos segundos en dejar de reír, le agradaba demasiado su sentido del humor. Se llevó un momento la mano a su estómago, algo le decía que a su lado no sería complicado que le doliese tarde o temprano de tanto reír.

    Estaría encantado de contagiarme. —añadió volviendo a reír unos segundos. La comparación fue tan genial como inesperada. Parecía ser la clase de persona que no tenía problemas en decir lo que pensaba y eso era realmente maravilloso. Le parecía que la gente así era mucho más auténtica. Su acompañante era natural, espontánea, aburrirse con su compañía parecía misión imposible. Se sentía como si la conociese de hace mucho tiempo, se sentía cómodo y en confianza. Por el momento, todo estaba superando con creces las expectativas que había depositado en el encuentro.

    ¿Aquello que estaban viviendo podría considerarse un momento mágico? Posiblemente. La conexión que sentía con ella desde un primer momento parecía ser mágica. Cuando se está viviendo algo es difícil darse cuenta de la magnitud del mismo, pero no le extrañaría si en unas horas —o al día siguiente— estuviese pensando que aquella había sido, sin lugar a dudas, una de las mejores veladas que recordaba junto a una mujer. Si todo seguía por el mismo camino no se demoraría en volver a invitarla para algo.

    ¿Por qué? —cuestionó casi de inmediato, sorprendido. Nada más hacer la pregunta dio un sorbo a su bebida, terminando de una vez el contenido de la copa. Se relamió los labios, cuanto más bebía más le gustaba el líquido. Posiblemente seguiría bebiendo, esperando ser capaz de mantener el control y la responsabilidad como para no acabar bebiendo de más. Respecto a su pregunta se refería a los motivos que había para que ella no hubiese tenido muchas oportunidad para salir con otros. ¿Sería una mujer extremadamente ocupada?

    Durante todo el tiempo habían seguido avanzando lentamente, pero hasta ese momento no se percató de que se habían alejado tanto del resto. Era como si el tiempo se hubiera detenido mientras conversaba con ella.

    ¿Sabes? Tengo la sensación de que cuando salga del negocio no voy a ser capaz de decir ni una décima parte de las cosas que hay aquí. —y estaba exagerando hacía arriba. Seguramente no fuese capaz ni de acercarse a una décima parte, pero tenía varios motivos. El primero, el negocio tenía muchas cosas interesantes que ver. ¿El segundo? Ella. —Está siendo como si todo a mi alrededor fuese invisible y sólo existieras tú. —admitió como si reconocer eso fuese lo más normal del mundo, pero no le avergonzaba. Se paró de nuevo. Siempre había sido valiente para expresar lo que sentía, no le gustaba guardarse nada. Sólo esperaba que aquello no la incomodase.

    Solamente estaba siendo completamente sincero. Sin más. Era un mago adulto y en un mundo mágico siempre complicado y en contaste tensión, expresar sentimientos debería ser lo más normal y lo más fácil. Y volviendo a lo anterior...

    ¿Está siendo este encuentro uno de esos pequeños momentos que la vida nos dedica y que te agradan? —quiso saber, con la intención de descubrir si sus sensaciones positivas lo eran también para ella o su punto de vista era diferente. —Me va a costar llamarte señorita y tratarte de usted cuando nos veamos por el Ministerio de Magia en horario laboral después de lo de hoy. —bromeó.

     

     

    @ Idylla Macnair T.

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  9. Estiró su brazo ilusionado para agarrar el regalo de su hermana. Lo abrió, lo miró y sonrió con amplitud. ¿Qué motivos la habían llevado a hacerle un obsequio? Quedaba mucho para Navidad, mucho más para su cumpleaños. 

    ¡Vaya! —exclamó. Desde el primer momento había sonreído al ver el regalo. Era... no sabía cómo describirlo.

    En su imaginación, dos personas idénticas al francés —pero en miniatura— aparecieron sobre sus hombros. Un ángel y un diablo. El ángel le decía que tenía que poner su mejor sonrisa, que su hermana seguramente había pensado muy bien el regalo y que lo estaba haciendo con la mejor de sus intenciones. El diablo, al contrario, le decía que para qué narices iba a querer eso, que lo lanzase lo más lejos posible y que probase en ella, por primera vez, lo que se conocía como 'Maldiciones Imperdonables'. 

    Durante unos segundos, el joven quedó como ausente. Con la mirada perdida en el presente que había recibido.

    Qué bien. Justo lo que quería. —dijo con tono neutro.

    Lo miró unos segundos más, lo cerró y lo apartó hacía un lado. No iba a quedarse sujetándolo todo el tiempo. Puso una mueca que parecía una sonrisa... ¿o era una sonrisa que parecía una mueca? No importaba.

    Lo voy a apoyar aquí al lado. Espero que no se me olvide o que no me lo roben, seguro que hay aquí un gran número de magos que no perderían la oportunidad de llevarse una pluma y tinta sin que nadie los descubriese. —era imposible que su tono resultase más sarcástico. 

    Había más cosas en aquel regalo que una pluma y tinta, pero esas dos cosas eran las que más habían llamado su atención.

    Gracias por el regalo, Camille. Espero que la pluma sea de alguna criatura en peligro de extinción que venga de algún remoto lugar de la Tierra, porque de lo contrario... ¿En qué cabeza cabe que me iba a gustar eso? —estuvo a punto de alterarse más de la cuenta, pero supo mantener la compostura. ¿Estaba pareciendo muy desagradecido? Posiblemente.

    Que su hermana unos segundos más tarde le revolviese el pelo no ayudaba para calmar sus ánimos. Pero había sido rápida en alejarse y ponerse al lado de la madre adoptiva del chico.

    Vas a necesitar el agua para bañarte. Cuando estemos en el Castillo voy a formar la bola de barro más gigante que has visto en tu vida y te la voy a lanzar. —era un hombre adulto, pero cuando se juntaba con su hermana no podía evitar parecer un adolescente o incluso un niño por momentos. —O a lo mejor espero al día que te hayas puesto tu vestido preferido...

     

    @ Ada Camille Dumbledore

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  10. Soltó una carcajada ante su invitación. Sin saber qué decir ante sus palabras. La idea de comprobar con sus propios ojos si aquello de lo que presumía era cierto le parecía buena, interesante. Quiso continuar con aquel juego de dobles sentidos que la mujer había comenzando.

    Conmigo en la misma habitación te costaría dormir. —comentó con una sonrisa traviesa, pero sin añadir nada más. En su imaginación quedaba pensar el motivo. ¿Sería debido a que haría ruido? ¿A causa de que sería incómodo para ella tener dos ojos azules observándola? ¿O había más posibilidades? Posiblemente, siempre había más opciones.

    Asintió demostrando que prestaba atención cuando mencionaba el puesto que ocuparía en el Ministerio de Magia Francés. Le sorprendió gratamente que conociera las intenciones de su hermana para con él. Estaba en lo cierto. 

    ¿Sabes? Creo que haríamos un gran dúo. Seguro que en algún momento nos tocará trabajar juntos y creo que los resultados serán muy buenos. —estaba hablando como si hubiera aceptado la oferta laboral. Todavía no, pero era más que evidente que lo haría. Le gustaba la posibilidad de trabajar en el gobierno que representaba a los magos y brujas de su país natal. —Y si no... ¡Pues te despido! —bromeó. Era evidente que eso no lo haría. Incluso si aquellas buenas sensaciones que tenía con ella cambiaban. Sabía diferenciar entre lo laboral y lo personal.

    Negó con la cabeza sonriendo ante la posibilidad de que pudiese recibir una venganza en forma de broma por su parte. Era verdad, tenía que tener cuidado con ella. Era muy buena para esas cosas. Tendría que apuntar en algún lado que era mejor no hacerle bromas, mejor colaborar juntos.

    Prefiero bromear contigo que contra ti. —y le encantaba esa posibilidad. No era sencillo encontrar a personas interesantes con las que poder gastar bromas. Sin embargo, su acompañante lo era. Y es que cuanto más la conocía, más convencido estaba de que invitarla había sido posiblemente la mejor decisión que había tomado en los últimos tiempos.

    No le dio mucha importancia al tema de la rosa. Era un simple detalle tonto. Cuando estaba cómodo con alguien le gustaba hacer esas cosas. Lo mejor de habérsela creado fue que justo después pudo observar durante unos segundos sus ojos directamente, los tenía bonitos. Era atractiva.

    Me encantan tus reflexiones —estaba muy de acuerdo con sus palabras. Podría quedarse minutos y minutos parado escuchándola hablar, las cosas que decían eran coherentes, tenían mucho sentido y hacía que el mago se plantease las cosas. Estaba de acuerdo con ella. No había duda de que le seguiría haciendo preguntas porque tenía puntos de vista que merecía la pena escuchar. Demostraba que además de ser bromista y atractiva, también era inteligente. 

    Estuvo distraído pensando en sus palabras durante un rato. No volvió a la realidad hasta que volvió a escuchar su voz. La miró de nuevo. 

    Mis planes más cercanos posiblemente estén en mi futuro trabajo dentro del Ministerio de Magia. Es algo que económicamente no necesito porque actualmente me encuentro en una buena situación, pero me apetece porque creo que puedo hacer cosas interesantes. —hizo una breve pausa. No era broma, en esos momentos tenía tanto dinero en su bóveda que no sabía qué hacer con él. —Por supuesto, también quiero seguir formándome, haciéndome más poderoso y conociendo más hechizos, pero digamos que estoy en unas mini vacaciones de ese objetivo. —de ahí que ahora mismo no supiese qué hacer con su dinero. —También, encontrar esa persona adecuada que mencionas con la que poder tener un final feliz cuando envejezca. —le había gustado tanto su reflexión que usaba su argumento. 

    ¿Y qué más? Pues...

    Encontrar momentos mágicos. —eran magos, estaban rodeados de magia en todo momento, pero encontrar momentos mágicos no era sencillo. Momentos en los que parecía que todo a su alrededor se parase, como si el tiempo se detuviese.  —¿Sabes a lo que me refiero?

    Había acaparado la conversación durante los últimos segundos. Esperaba no haberla aburrido demasiado.

    —Te toca hablar a ti. —quería saber los planes de ella. Sus objetivos, metas, sueños... Lo que quisiera contar.

     

     

    @ Idylla Macnair T.

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  11. Creo que está bastante claro que no, pero no te sientas culpable por no haberme dado buenos modales. —respondió a su madre (@ Malum Luxure ) dejando escapar una pequeña risa. Siempre que me dicen que estoy haciendo algo mal, respondo: ¡Ah! Díselo a mi madre que fue la que no me atendió lo suficiente. —siguió con broma. En realidad, tanto sus padres, como sus abuelos, como sus bisabuelos y como todos sus antepasados, tenían que estar muy orgullosos. El 'pequeño' Fleamont no podría haberles salido mejor. Sin defectos. Su único pecado era ser demasiado humilde en ocasiones. —Espero en Navidad un gran regalo por tu parte para poder perdonarte, ¿ya lo tienes pensado? Puedo darte una lista —sonrió como un niño pequeño. Quedaba mucho aún para Navidad, pero ya estaba pensando en ella.

    Por mucho que quisiese, no podría quejarse nunca de las cosas que hiciese su madre adoptiva. Si hubiera querido comprase todo, era su problema. Sin embargo, sí que podía quejarse de lo que hacía su hermana. Entre hermanos existían otra clase de códigos.

    ¿Querías una compañía hermosa por el Coliseo Romano? Vete con un espejo, son más baratos.—dijo a su hermana Camille. (@ Ada Camille Dumbledore ) Esperó pacientemente unos segundos, pero la impaciencia le pudo y antes de darle tiempo para que abriera la boca siguió hablando. ¿No vas a darme las gracias? Acabo de insinuar que tú eres hermosa. Por eso lo del espejo, ¿entiendes? —seguro que lo había entendido, pero quería molestarla un rato. En fin, ¿alabar a su hermana era una forma de piropearse a sí mismo? Podría ser, a fin de cuentas algún parecido tenían que tener.

    Comenzó a mirar a su alrededor después de haber quedado entre ambas. Acababa de aceptar el reto que le había puesto.

    ¿Sólo uno? Uff. Va a ser difícil. Veo muchos magos más afortunados que yo en este lugar. —bromeó. Prefirió no hacer ninguna referencia a lo del dibujo, siendo sinceros no era uno de sus talentos. Por mucho que pudiese ofrecerse a hacer un dibujo, este sería horrible. Pero dicen por ahí que lo importante es la intención. Aún así, si de verdad tuviese que hacer un dibujo, se lo mandaría a su elfo doméstico y él se pondría a hacer algo mucho más divertido. —Quizá mi dibujo no sea el más lindo, pero... ¿acaso encontrarías a un dibujante más lindo? 

    La respuesta más sincera posiblemente fue un 'sí' pero el francés estaba convencido de que no, de que no lo encontraría. Agarró la copa.

    Mi queridísima Camille, ¿tú nunca bebes agua?

     

     

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  12. ¿Despierta o dormida? —preguntó con una sonrisa pícara acerca de la cantidad de horas que podía pasar en la cama. Su mente traviesa le había hecho percatarse del doble sentido, mirándola de reojo con picante interés y una sonrisa que acompañaba. —De todas formas soy muy escéptico, no suelo creerme aquello que no veo con mis propios ojos —bromeó continuando el juego. En su frase iba parte de verdad, no era el típico mago que confiaba en todo el mundo así porque sí. Siempre había que estar en alerta permanente por lo que pudiera ocurrir.

    Parecía ser que, por un motivo u otro, aquella no sería la última vez que se encontraría con ella. Y menos después de descubrir dónde empezaría a trabajar.

    ¿En serio? ¿Qué puesto ocuparás? —quiso saber con interés. No recordaba si su hermana se lo había dicho. —Seremos compañeros. Tengo ofertas de empleo del Ministerio Francés. Ser familia de la Ministra tiene ventajas. —admitió riendo. Estaba tan seguro de sus capacidades y tenía tanta confianza en sí mismo que no le importaría lo más mínimo si pensasen que su puesto en el Ministerio lo hubiese conseguido sólo por sus lazos familiares. Desde su punto de vista, tenía talento para poder ocupar cualquier plaza que desease.

    Descubrir las labores que haría en su nuevo empleo le ayudarían a saber más talentos de la señorita.

    Estarás presente. Tú también serás víctima de la broma. —comentó con tanta firmeza que parecía que lo decía completamente en serio. Se le escapó una sonrisa que lo traicionó, pues eso demostró que era una broma. La invitaría para que le ayudase, para que fuese espectadora y cómplice si lo desease. Sería fantástico. Bebió un nuevo trago de su copa imaginándose la de destinos diferentes que podrían tener esos trasladores. No era tan fácil como parecía pero les saldría bien. Seguro.

    Para que nadie quisiese robar la Varita de Sauco sólo habría que no presumir de tenerla, pero claro... ¿quién no presumiría de tener la mejor varita del mundo? Ser su propietario era —casi— una condena de muerte. 

    Su acompañante había terminado su copa y dado que en esos momentos estaba pensado en la varita, se le ocurrió que podía hacer un sencillo hechizo mágico. La magia no estaba solamente para facilitar la vida, atacar o defenderse. Estaba también para hacer cosas bellas y eso pretendía.

    ¡Morphos! —susurró después de haber sacado su arma con sorprendente agilidad. La copa que sujetaba la mujer se convirtió de inmediato en una pequeña rosa roja del mismo tamaño que el objeto que había tenido en su mano hasta ese momento. No dijo nada, pero esperaba que le gustase. Volvió a guardar la varita y regresó su copa, casi terminada, de la mano izquierda a la mano derecha pues la había cambiado de lugar durante esos segundos que sujetó su 'palo de madera'.

    La reflexión de chica fue interesante. Realmente interesante. Nunca lo había visto de esa forma, pero tenía mucha razón.

    En princesas desde luego, tengo una al lado. —sonrió. Nadie podía negar que parecía una princesa y más teniendo en cuenta el vestuario que llevaba. Era como una princesa de cuento. —Voy a decir que sí creo en finales felices, aunque tus palabras me han hecho reflexionar. Sin embargo... ¿qué es para ti un final feliz? —para unos el final feliz puede ser conseguir un tesoro. Para otros que todo acabase en boda. Para algunos que sus planes malvados saliesen bien... ¿y para ella?

     

    @ Idylla Macnair T.

     

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  13. Depende, ¿cuántas horas eres capaz de dormir sin parar? —preguntó bromeando, para poder valorar si aquello podía considerarse un talento. Estaba convencido de que estaba siendo humilde, posiblemente demasiado humilde. Eso conseguía que sus talentos pasasen a ser un misterio, pero aquello lo volvía interesante. No había problema, era paciente. No le importaba esperar para descubrir cuáles eran las habilidades que la mujer guardaba. —Supongo que como duermes tanto tendrás muchos sueños —comenzó a especular. —¿Tienes algún sueño que te gustaría cumplir? —cuestionó. 

    Era sabedor de que estaba siendo demasiado directo con esa clase de preguntas. Posiblemente no recibiría una respuesta sincera, pero cualquier contestación le serviría para su propósito de entenderla mejor. Quién sabe los sueños que podría tener. Tal vez... ¿ser Ministra de Magia? Quizá... ¿tener una bóveda llena de oro? Había tantos sueños diferentes como personas en el mundo.

    Por eso mismo, por esa razón mi travesura sería genial. —respondió riendo levemente. —Porque... ¿acaso conoces a alguien a quién sí? —quiso saber en referencia a las arañas. No esperaba una respuesta por su parte, lo cierto es que dudaba que hubiera amantes de las arañas. Bueno, seguro que los había pero también era posible que fuesen personas peculiares.

    Sin embargo, era mejor el tema de esos animales de lado. No era un tema de conversación agradable en aquel encuentro. Hablando del encuentro... ¿Aquello que estaban teniendo podía considerarse una cita? ¿O era una mera quedada de conocidos que buscaban ser amigos? Ni siquiera él que había sido el encargado de hacerle la invitación tenía muy clara la finalidad del mismo más allá de tener a alguien con quien mantener un rato de sonrisas y conversaciones interesantes.

    Ahora te veo incluso más atractiva que antes. —añadió riéndose, mirándola con admiración. Para nada se esperaba una idea por su parte y menos una tan genial. Le encantaba la idea. —¡Lo quiero hacer! Posiblemente no hoy, no ahora... Pero te voy a robar la idea. —dijo soltando una carcajada más, no paraba de imaginarse la reacción de la gente. Esa idea tenía mucho potencial. Magnífica.

    Ya iba descubriendo alguno de sus talentos, una grandísima imaginación para las travesuras.

    Animado por sus palabras se atrevió a darle un trago a la copa. Y llevaba razón, estaba deliciosa. Sintió como sus mejillas se hinchaban ligeramente por la cantidad de líquido que introdujo en su boca. Lo saboreó unos segundos y lo tragó, preguntándose si aquello tendría alcohol. Mientras acababa de tragar observó que el lugar comenzaba a llenarse de gente, pero por el momento no prestaría mucha atención a los recién llegados. Ahora mismo tenía otra prioridad.

    Pero... ¿no crees que la Varita de Sauco debería poder otorgar al mago tanto poder como para poder ocultarse a sí mismo sin la necesidad de una capa de invisibilidad? —preguntó. Esa era su teoría, pero quizá su acompañante no estuviese de acuerdo. Eso era lo divertido e interesante, que cada uno podía tener un punto de vista muy diferente para las mismas cosas. —Además, creo que con la capa de invisibilidad seguirías apareciendo en el Mapa del Merodeador, no sería tan eficaz para esconderse. —dijo dándose unos golpecitos en el bolsillo de su pantalón, haciéndole ver que lo llevaba consigo. Todo era mera teoría.

    Pero se dio cuenta de lo que estaba haciendo y creyó que debería disculparse.

    Lo siento, no quiero boicotear tu idea de tener la capa. —se disculpó con sinceridad y una sonrisa amable. —Yo, sin duda, me quedaría con la Varita.

    Siguieron caminando poco a poco, ver diferentes cosas relacionadas con los cuentos hizo que se le ocurrieran varias preguntas que quería compartir.

    En los cuentos casi siempre —o siempre— todo acaba muy bien. Tú... ¿crees que en el mundo real hay finales felices? ¿O esas cosas solo les pasan a los personajes de los cuentos que nos rodean en este negocio y nosotros estamos destinados a otra clase de finales?

     

    @ Idylla Macnair T.

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  14. Te los enseñaré, prometido. —comentó con una sonrisa. Encantado por la posibilidad de mostrar sus talentos para demostrar su valía. —¿Tú tienes muchos talentos? —quiso saber con curiosidad, en esa misión de conocerla mejor y así poder ampliar su círculo de amistades que a día de hoy se limitaba prácticamente a su familia. Incluso podía decirse que exageraba al decir familia, pues prácticamente su único contacto hasta hace poco tiempo era Camille. Pues ella siempre había sido una de las personas más importantes.

    Una sonrisa pícara apareció en su rostro. Así de rápido se le había ocurrido una idea traviesa que le había hecho sonreír. Posiblemente fuese una que no llevasen a cabo porque, por un lado, no quería estropearles la inauguración a sus familiares. Tenía su corazón, su lado bondadoso.

    Se acerca Halloween... ¿Qué hay típico en Halloween? ¡Las arañas! —exclamó bajando la voz, pero haciendo que su sonrisa se ampliase pues sólo la idea de imaginárselo le provocaba gracia. —Imagínate, ambos aquí utilizando el hechizo Morphos y haciendo que todas las cosas se conviertan en arañas... —¿funcionaría? ¿Asustaría a alguien? Como idea le parecía increíble, pero por el momento lo descartaba. No quería ganarse la enemistad de los dueños. Pero no hay duda que desde el primer momento en el que se le pasó por la cabeza le resultó tentador. 

    Durante los próximos segundos se imaginó cada rincón del negocio lleno de arañas. De todos los tamaños. Grandes, pequeñas y medianas. Sólo de pensarlo un cosquilleo le recorría todo su cuerpo. Esa clase de animales no le desagradaban, pero tampoco tendría una como mascota. Él no las molestaba si ellas no le molestaban. 

    Añado mi éxito en el brindis. Suelo tener mucha suerte en casi todo. —a pesar de que no dependía exclusivamente del mago, le gustaba presumir de ser un hombre afortunado. ¡Y era verdad! Siempre que había necesitado la suerte esta había estado de su lado. Por desgracia la fortuna era como todo y nada dura eternamente así que tarde o temprano se acabaría. —¿Qué tal está la bebida? —preguntó. Todavía no la había probado, pero ella sí. Quería saber qué sabor podía esperarse.

    Chocó la copa mientras siguió su lento recorrido, esperando su respuesta para atreverse a beber. Era un hombre valiente, pero no uno acostumbrado a probar muchas bebidas diferentes. En ese sentido podía decirse que era de tradiciones y costumbres. Se paró un segundo para pensar pero lo cierto es que tenía muy clara su respuesta.

    Sin duda, La Fábula de los Tres Hermanos. —respondió casi de inmediato. —¿La conoces? —era casi imposible que no, pero no sabía nada de ella. Podía ser una bruja criada en un entorno muggle. Asumió que sí, así que rápidamente añadió una nueva pregunta mientras volvía a retomar el lento paso. —Imagínate los objetos de los magos de la fábula... Si te dijeran que puedes quedarte con uno, ¿con cuál te quedarías? —aquella pregunta por inocente que pudiera parecer podía ser muy personal. Diría mucho sobre ella. ¿Quería poder? ¿Quería nostalgia? ¿Quería tener la oportunidad de esconderse?

     

     

    @ Idylla Macnair T.

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  15. ¡No! —exclamó con una sonrisa. Agradecía el gesto por su parte, le parecía un gran detalle que se ofreciese para salir mejor en las fotos. Sin embargo, esa propuesta chocaba ligeramente con la idea que tenía en su cabeza. —Naturalidad. Las fotos tienen que salir naturales.

    La idea que tenía en su cabeza era llenar una pared o al menos un mural— de fotografías de la jugadora. Era evidente que en muchas de esas imágenes saldría bien, muy bien, pero era mejor que no saliese en todas perfecta. A fin de cuentas a las personas les gustaba más la naturalidad que la perfección, ver que aquellos a los que idolatran son tan humanos como los propios seguidores. Claro que puede haber fans licántropos, vampiros y toda esa clase de seres, bestias y similares, pero como humano que era solamente se preocupaba por los demás fans humanos.

    Arqueó una ceja, pero segundos más tarde no pudo evitar sonreír ante la aparente incredulidad de la jugadora.

    Eso es. La humildad también viene bien. Pero no nos olvidemos que hay personas a las que les gusta que tengas cierto ego. comentó pensativo.

    Quería que la guardiana tuviera un gran número de seguidores, sentía que se lo merecía. Además, cuantos más aficionados tuviera, más miembros se apuntarían al club que iba a fundar. No sabía qué clase de beneficios le podría ocasionar aquello, pero sin duda sería algo positivo para los dos. El deporte siempre le había gustado, pero hacía tiempo que no jugaba. Ahora prefería estar en el otro lado, en el lado del espectador, pero la mera idea de poder tener influencia directa con una jugadora famosa le gustaba. De aquello podría salir algo más interesante de lo que imaginaba en un principio. Le empezaban a llover ideas.

    ¿Si te digo que es verdad no me invitas a cenar? ¿La verdad hará que me quede sin hambre? —preguntó riendo. Le sorprendía que aquello le pareciese tan raro. Durante los últimos días, durante las últimas semanas había estado recibiendo cartas de seguidores. Pero no tuvo que esperar mucho para entenderlo. Vale, se había dado cuenta de que las había escrito todas él. Sin embargo, las que había llevado en ese momento no eran suyas, eran hechas por sus elfos domésticos. Aquellas sí que tenían que parecer que pertenecían a más personas. Sólo tenía que mirarlas una por una.

    Me llamo James, pero no sé de qué me estás hablando. —dijo haciéndose el loco. Era el momento de cambiar muy rápido de tema. —¿Quién es tu representante? —la persona que la ayudaba en su día a día, que hacía que su vida en el mundo del deporte fuese mucho más cómoda.

    Se sentó a su lado. Se sentía bien, desde su punto de vista era como si la conociera desde hace mucho tiempo, así que la veía como una amiga con la que no hablaba demasiado. No se le pasó por alto que ella parecía estar mirando algo, como buscando, pero... ¿el qué? ¿Debería preocuparse? Prefirió no pensar en lo que hacía y centrarse en lo importante, el motivo que le había llevado hasta allí.

    Sí, una foto. ¡Me encantaría! —se levantó un segundo siendo ahora el quién miró a su alrededor. —Creo que este puede ser un buen sitio, sí. —dijo volviendo a sentarse. Había mirado por encima si cerca tenían un lugar donde pudiesen salir más favorables, pero aquel estaba bien. A fin de cuentas ellos serían los protagonistas, no lo que hubiera detrás. —La estrella con el ganador del concurso, ¿lista para sonreír? —preguntó. Sin casi quererlo había llegado a una de las cosas que quería contarle: El concurso. ¿De qué trataba el concurso? Pues si mostraba curiosidad se lo diría ahora mismo, de lo contrario tendría que buscar el mejor momento. Porque no estaba seguro de que le fuese a gustar lo que le iba a decir.

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  16. Touché —respondió con una sonrisa admitiendo la derrota. Llevaba mucha razón, ella no podía saber qué tan bien solía vestirse, pero lo cierto es que era un hombre elegante que siempre le daba importancia a su apariencia. En otras palabras, sería complicado verle mal vestido. 

    Uno nunca podía saber qué esperar cuando invitaba a alguien que apenas conocía a un evento. Todo podía salir muy bien o todo lo contrario. Sin embargo, la primera impresión que tenía era que había sido todo un acierto. Se sentía cómodo y tenía la extraña sensación de que aquello sería divertido. Por el momento tenía grandes expectativas puestas en la velada, sólo había que esperar pacientemente para comprobar si estas se confirmaban. Por su parte haría todo lo posible para que saliese bien, básicamente porque si había decidido acudir era para pasarlo bien. 

    Allá vamos —sonrió. Le picaba la curiosidad, ahora quería comprobar si decía la verdad cuando afirmaba estar preparada para los peligros. Seguro que tendría oportunidad para ver la veracidad de las mismas. Juntos se adentraron en el lugar. Se llevó una grata sorpresa, pero no tanta. Sabía que su hermana tenía talento para las decoraciones, era una experta en ese tipo de cosas. Sabía antes de entrar que lo que vería dentro sería genial y se limitó a asentir cuando su acompañante habló, estaba muy de acuerdo con ella: el lugar era encantador. 

    Son mis hermanos, ¿de dónde crees que sacaron el talento para poder hacer cosas como esta? —preguntó bromeando. 

    Todo aquello que había dicho su hermano era más que interesante. No se esperaba que el negocio pudiera tener tanta capacidad mágica como para hacer que, de algún modo, el tiempo se parase. Pronto se le vinieron a la cabeza ideas de cosas que se podrían hacer con un poder así, pero no era el momento para distraerse con eso. La última palabra que quedó grabada en la cabeza fue la de regalos, le encantaban los regalos y sin duda quería conseguir uno. 

    ¿Un delito? —hizo una breve pausa. —Dado que este lugar pertenece a mis familiares creo que lo podemos llamar travesura. Travesura suena bien. —respondió riendo. No era un hombre que cometiese muchas ilegalidades, pero sí que le encantaba saltarse las normas. —Cuéntame, ¿qué delito/travesura harías tú? —quiso saber para descubrir hasta qué punto era solamente una bromista o hasta qué punto tenía un lado rebelde.

    Viendo con sus propios ojos azules que su acompañante agarraba una de las bebidas que los elfos domésticos iban sirviendo, no se quedó atrás y tomó otra copa idéntica a la suya. El toque dorado que tenían en su interior las hacía ser apetecibles.

    Venga, conozcamos el lugar. dijo con ganas, comenzando a moverse pero muy lentamente. Con calma. Quería descubrir cada rincón del negocio, pero también descubrir más cosas sobre la mujer que avanzaba agarrada a su brazo. —¿Blindamos por algo?

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  17. Esta mujer... —se lamentó moviendo negativamente la cabeza. 

    Se estaba refiriendo a su hermana, que era una pésima influencia. Había acudido a la velada con la única intención de sacarla pronto de allí. En otras palabras, iba para ser la excusa perfecta con la que poder irse cuando le diese la gana. El problema es que fue escuchar que había subasta y querer quedarse. Suponía que su hermana tenía alguna clase de problema. Le encantaba organizar en eventos y fiestas, así como participar en ellos. ¿Por qué era eso un problema? Pues porque lo decía él, que era su hermano mayor y por lo tanto quien en la teoría tendría que mandar de los dos.

    Repetimos, en la teoría. Porque en la realidad su hermana no le hacía caso nunca. Era como hablar con una pared. Bien era cierto que tampoco era la clase de familiar pesado e insistente que la molestaba todo el rato, más bien al contrario, le dejaba mucho espacio. En su interior le gustaba que lo pasase bien siempre que quisiese. A fin de cuentas era adulta y sabía lo que tenía que hacer. Y, en principio, nunca había dejado desatendido su alto cargo en el Ministerio a causa de una celebración. Pero, por otro lado, la misión de todo hermano mayor era molestar. En todo momento, sin importar el motivo.

    Durante el tiempo que la subasta se estaba celebrando se mantuvo bien al margen, sin querer interrumpir, sin querer hacer o decir nada. Sin ser afectado por nada, ocultándose cuando la situación se tornó peligrosa. Atento a todo, pero al margen. En segunda línea. Parecía que aquello se había relajado, así que podía volver a mantener una conversación con su familiar antes de que hubiese algo nuevo que los interrumpiese. Se acercó, pues estos últimos minutos se había alejado para quedar en ese segundo planto tan deseado. No recordaba la última vez que había participado en una subasta, pero ya no gastaba los galeones con tanta locura como lo hacía en el pasado. 

    Ahora su hermana no estaba sola, pero estaba con una persona que también era de su confianza. ¡Su madre adoptiva!

    Por el dinero que has ofrecido por un paseo turístico por el coliseo romano, yo te hubiese dado un paseo turístico alrededor del mundo. —exageró. Claro que exageraría, pero eso era lo divertido. Estaba quejándose. —¿Quieres arte? ¡Yo te hago gratis un dibujo!

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  18. En su espera, tarareaba una canción que no recordaba cómo se llamaba. Dentro de lo que cabe se estaba entreteniendo viendo las personas que iban de arriba para abajo por el Callejón Diagon. No había tantas personas como a otras horas del día, pero aquel lugar parecía que nunca moría. Siempre había algo interesante que hacer por allí. Pronto sus ojos se centraron en una persona que, sin lugar a dudas, se dirigía al mismo lugar que el mago. Cuando se acercó más fue cuando se dio cuenta de quién se trataba y emitió una sonrisa a modo de saludo viéndola acercarse.

    Esta noche, eh. —repitió mientras la miraba arqueando ligeramente una de sus cejas. —No estarás insinuado que el resto de noches no me esmero... ¿verdad? —preguntó sonriendo con más intensidad. Solamente estaba bromeando. Sólo una forma de romper el hielo. Siempre se esmeraba por crear en cualquier situación un ambiente agradable y de comodidad. No estaba nervioso por su presencia, pero sí tenía una especie de cosquilleo curioso por ver qué ocurría. Le venía bien ampliar su círculo social así que esperaba que fuese una velada la mar de divertida.

    Estaba contento y agradecido por las palabras amables sobre su vestuario. Su seguridad en sí mismo era alta, pero a nadie le desagradaba recibir esa clase de elogios de vez en cuando. De hecho, desde ese momento había sentido como sus mejillas emitían más calor, pero esperaba que no fuese algo que se notase demasiado. La elección de ropa de su acompañante también había sido muy acertada. Estaba convencido de que llamaría la atención y no solamente por lo extravagante, sino por su belleza. Habría que ir pensando en entrar al interior, pero antes...

    Sé que en el interior del negocio hay un museo... —empezó diciendo con calma, mirándola detenidamente. —Sin embargo, estoy convencido de que mis ojos no podrán apreciar una obra de arte más hermosa que la que tengo frente a mí... —terminó de decir, dejando escapar una sonrisa más amplía. Orgulloso de sí mismo ante tal ocurrencia, pues esa era su forma de devolverle el piropo con el que habían comenzado la velada. Tomó su mano y le dio un beso en la misma. Pues así era como debía de comportarse un caballero y más uno del Renacimiento.

    No tenía tanta memoria histórica como para poder confirmar que sus maneras de actuar fuesen esas, pero le gustaba pensar que sí, que era correcto. Se giró para ponerse de cara a la entrada y extendió un brazo para que, en caso de que quisiese, ella pudiese agarrarse y así entrar a la par. Juntos.

    Dime, mi Lady... ¿Preparada para adentrarnos en el peligroso mundo que nos espera tras cruzar la puerta? —cuestionó. Sólo era la entrada a una fiesta en un negocio normal y corriente, pero había que darle emoción a la situación.

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  19. Mejor de lo que esperaba, no queda mal. ¿Cuánto dices que ha costado? —preguntó a su elfo doméstico mientras se miraba al espejo. Observando la ropa que había tenido que comprarse para poder acudir de forma adecuada a la invitación que le habían hecho. —No importa. Le diré que me lo pague, a fin de cuentas me lo he tenido que comprar por su culpa. —comentó interrumpiendo a su sirviente,  refiriéndose a su hermana. Seguro que la idea de hacer la fiesta con temática Renacentista había sido suya. Estaba sorprendido con el buen ojo del elfo para la ropa.

    Por mucho que ver su imagen en el espejo durante minutos le resultase de lo más confortable del mundo, tenía que ponerse en marcha si no quería llegar tarde. Estaba contento de que dos de sus familiares se uniesen para abrir un negocio, esperaba que tuviera mucho éxito. La idea era buena, era genial tener un lugar en el que poder volver a vivir con ilusión esos cuentos que les contaban a los niños de pequeños. La Fábula de los Tres Hermanos era su preferido, en algún momento de su vida había soñado con poder hacerse con esos objetos descritos en el libro, pero era una idea que se había quitado de la cabeza. 

    Se sentía cómodo con su ropaje. Se preguntaba si tendría que empezar a usar expresiones típicas de otra época, pero alguna seguramente que dejaría escapar aunque solamente fuera por lo divertido que sonaría escucharlas salir de su boca. Se guardó la varita y se puso en marcha. Muchas veces uno iba a la fiesta sin saber aún qué clase de personas encontraría y si lograría mantener alguna conversación interesante con algún presente. Por fortuna, esta vez no acudía solo. Estaba acostumbrado a ir de forma individual a muchos eventos, pero esta ocasión sería una de esas pocas excepciones.

    Esto es genial. —murmuró con una sonrisa mientras caminaba por las calles del Callejón Diagon después de que una persona girase el cuello para mirarle.  No era la primera persona que lo hacía. Dado el vestuario que llevaba a más de uno le había llamado la atención y estaba encantado con esa circunstancia. Le gustaba ser el centro de atención aunque fuera por un par de segundos. Se preguntaba si a los demás invitados les había sucedido algo similar de camino a la fiesta. De todas formas imaginaba que no podía haber demasiadas personas aún, iba muy puntual. Raro en él.

    Se encontró delante de la entrada al establecimiento, pero no entró. Ahí en la puerta esperaría a su acompañante para entrar a la vez. Todo esto asumiendo que había sido el primero en llegar.

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  20.  

    Se sobresaltó. Esperaba su llegada, pero no que lo hiciese de forma tan repentina. Dejó escapar una sonrisa, haberse asustado le había hecho gracia. La sonrisa se amplió cuando se fijó más en la persona: ¡Era la famosa jugadora! Sobraban las presentaciones. Mantuvo la serenidad, pero por dentro estaba extrañamente emocionado. Se sentía como un niño pequeño.

    Como si se tratase de un collar, llevaba sujetada al cuello una cámara fotográfica mágica que había adquirido años atrás pero a la que no le había dado mucho uso. La sujetó, apuntó a la bruja y sacó un par de fotografías. Podría ver siempre que quisiese ese intento de sonrisa por parte de la jugadora. No era la primera que le sacaba una, pero sí era la primera que lo hacía desde tan cerca. En el terreno de juego siempre se encontraba en una posición más alejada.

    No está mal, de algún modo pueden llegar a recordarme a los colores de Beauxbatons. —comentó en lo referente a su vestuario. No se le había ocurrido una mejor vestimenta con la que presentarse allí. Estaba como un fan de verdad. También hubiera estado bien ir directamente con una túnica oficial del equipo, pero tampoco era su intención parecer un fan demasiado fanático. Tengo un mapa.

    Con esa última respuesta trataba de decirle que no le había costado llegar hasta allí. No mentía. Era muy difícil que el caballero saliese de su casa sin su valioso Mapa del Merodeador, ese que le acompañaba desde hacía muchísimos años. Cuando estaba perdido, cuando necesitaba volver a encontrar el camino no dudaba en utilizarlo. Soltó la cámara y se metió las manos en ambos bolsillos, sacando de ellas un gran número de pergaminos. No sabría decir cuántos, pero superaban la docena.

    Mira lo que me han dado para ti. se acercó un par de pasos a la mujer para entregárselos. Eran similares a las cartas que le había enviado, pero esta vez se lo había pedido a los elfos domésticos de la familia. Les había pedido que le escribiesen palabras de ánimo como si fuesen verdaderos fans. Quería hacerla creer que detrás de ella estaba un séquito de seguidores. —No sé si lo sabes, pero soy el presidente y fundador de un club de fans en tu honor. Tu club de fans y único miembro, pero tampoco había que ser estrictamente sincero.

    Espero ver alguna reacción por su parte. ¿Se lo esperaba? Deseaba que no le pidiese ninguna prueba de la veracidad de sus palabras, la idea de abrir el club había sido una decisión tomada no hace mucho tiempo. Lo único que tenía era escrito en un pergamino que él era el presidente. No sabía muy bien cómo funcionaba eso de los clubs de fans, pero iría aprendiendo con el tiempo. Era una gran responsabilidad.

    Desde el primer momento no había perdido la sonrisa, estaba feliz. Se sentía cómodo. Que pareciese ser una mujer sencilla y que no tuviese, en apariencia, aires de grandeza le gustaba. Pero no estaba allí solamente para mantener una conversación agradable con su ídolo. Tenía cosas que contarle y no había tiempo que perder.

    Como imaginará, tenemos cosas de las que hablar. ¿Podemos ir a algún sitio más cómodo? preguntó, quería sentarse y plantearle un par de cuestiones beneficiosas para ambas partes. Esperando su respuesta volvió a meter la mano en el bolsillo deseando que aún quedara algún trozo de papel por pequeño que fuese. Uno donde pudiera firmarle un autógrafo.

  21. El Quidditch siempre había sido una de sus grandes aficiones, uno de esos pasatiempos que le permitían distraerse durante horas olvidándose de cualquier preocupación que pudiera existir. Ver partidos, leer crónicas deportivas, imaginarse volando en escoba en un estadio lleno de gente… De una forma u otra ese deporte había conseguido que muchos minutos a lo largo de su vida pasasen tan rápido que ni se diese cuenta.  Con las consecuencias buenas, pero también malas, que eso podía tener.

    El problema a estas alturas de su vida era que ningún equipo le despertaba especial interés. ¿Qué más le daba que ganase uno u otro? Tenía conocidos en algún equipo, pero esos lazos no parecían suficientes como para decantarse a ser seguidor. Así que un día fue al estadio a presenciar un partido con un objeto que cobraría mucha importancia: un dado poliédrico. Con catorce caras, ese dado especial le ayudaría a elegir a un jugador del cual se volvería completamente fan. El jugador se convertiría en su ídolo. 

    Dejarlo todo al azar parecía una idea divertida. Lanzó los dados y la fortuna quiso que saliese el número 1, número destinado al guardián del equipo local. Eso significó que desde ese momento la guardiana que protegía los aros del equipo local sería la que se llevase toda su atención. Desde ese mismo momento, por supuesto, comenzó a animar al equipo para el que ella jugaba. Así comenzó una historia, de la forma más tonta posible. Ese día no se esperaba la importancia que cobraría todo aquello.

    Según pasaban los días, las semanas y los partidos, eso que empezó como una tontería para poder tener algo a lo que animar, se volvió real. No puede negar que al principio todo aquello era demasiado superficial e incluso hipócrita, pero con el paso del tiempo se convirtió en un auténtico seguidor. Se emocionaba con cada parada, sufría con cada fallo, celebraba cada victoria y hasta pensaba en cánticos que poder dedicarle.

    Por las gradas buscó a otros seguidores de la guardiana, pero no acababa de encontrar a ninguno que se pudiera considerar tan fan como él. Eso lo hizo sentirse mal por ella. ¡Se merecía un club de fans! Así fue como comenzó a escribirle lechuzas con distintos pseudónimos  con la idea de que la mujer pensase que detrás de ella estaba un séquito de seguidores que la apoyarían hiciese lo que hiciese.

    En algún momento empezó a verla como aquel amor platónico e imposible que todo el mundo tiene. No sufría con la idea de que las películas que se montaba en su propia cabeza no se cumpliesen nunca, en ese sentido podía decirse que era un hombre con los pies en el suelo. Pero la fortuna quiso que lograse tener una conversación con ella. Y ahí iba, dirección al lugar donde sabía que iba a encontrarla ataviado con una elegante túnica del mismo color que las túnicas que usaban los jugadores del equipo de Yaxley.

    Se quedó parado en el comienzo de la propiedad Black. La atmosfera que rodeaba el lugar era de oscuridad. Aquello no lo asustaba, pero teniendo en cuenta que tendría que llegar hasta la colina donde estaba el Castillo y el camino no parecía precisamente sencillo o acogedor, prefirió quedarse ahí esperando. Avisó a su elfo doméstico para que de alguna manera le dijese a la mujer que estaba en la zona, preparado para verla. Esperando que ella fuese a su encuentro.
     

  22. ¿Acaso puede haber algo más importante que estar con usted, mi lady? —preguntó haciendo una leve inclinación de cuello, simulando una pequeña reverencia como si estuviera ante una persona de las más importantes realezas. Sólo hacía el tonto, típico en el Dumbledore. Lamentaba que el resto de sus familiares hubiesen preferido estar en otros asuntos que haciéndola compañía, pero al mismo tiempo se alegraba. Así podía mantener una corta conversación a solas con la Ministra. 

    Le dio un pequeño sorbo a su champagne mientras la miraba directamente a los ojos, encogiéndose de hombros ante sus palabras. Se le había ocurrido una pequeña idea. Realmente, era una solución demasiado obvia pero a la que su hermana parecía no haber llegado nunca.

    Sabes que puedes estar sin estar... ¿no? —cuestionó bajando la voz, tampoco era plan de que alguien pudiera escuchar lo que le estaba sugiriendo. Desde luego, no era la mejor influencia que una persona como ella pudiera tener. Pero así es la familia, uno no puede elegirla. La sanguínea, la adoptiva sí que se puede elegir. —Vamos, tenía entendido que eras buena en pociones. Seguro sabes que poción puede hacer que estés aquí, sin estarlo. —le guiñó el ojo derecho esperando que le entendiera. Evidentemente se estaba refiriendo a la poción multijugos. Alguien podía tomarla y hacerse pasar por ella mientras disfrutaba del tiempo para sí misma.

    No pudo evitar soltar una carcajada sabedor de que realmente no podría odiarle aunque quisiera. Podía intentarlo, pero fallaría. Se hacía querer.

    ¡Vamos! ¡Venga! Pon todo tu odio en mí. —le retó sin quitarle la mirada de encima. —Pero... ¿sabes que del odio al amor hay un paso? ¿O era al revés? ¡Qué importa! Acabarías amándome —volvió a reír y le dio un golpecito cariñoso con su dedo índice en la nariz de la política. Hasta el momento se lo estaba pasando bien, le era divertido compartir tiempo junto a ella. Bien es cierto que seguramente no lo hacía tanto como debería.

    Ante la mirada de desafío que puso, el caballero solamente respondió de primeras arqueando su ceja izquierda. ¿Hablaba en serio?

    ¡Es verdad! No recordaba que el cambio climático había secado nuestro agua. —empezó a dramatizar. —¿Dónde podríamos nosotros como franceses disfrutar de una maravillosa noche a la orilla del mar sino es en Italia? —siguió con un tono de voz apocalíptico, como si el mundo se acabase. Córcega y Niza eran solamente dos ejemplos de lugares mucho mejores. Era obvio que el argumento no le había convencido. —Boba. —dijo sonriendo de nuevo.

    La idea de que pudiera haber una subasta le animaba. Eso podía ser divertido, pero... ¿habría una subasta seguro o era un intento de la mujer de convencerlo para quedar un rato más? Pronto lo descubriría.

    —Pues quédate, pero yo me voy. —replicó. Posó su copa donde pudo, se dio la vuelta y comenzó a caminar muy lentamente. A cada paso giraba su cuello y miraba para atrás con una sonrisa juguetona, quería que su hermana lo parase, que lo detuviera. ¿Lo haría? Esperaba que sí. 

     

    @ Ada Camille Dumbledore

    • jajaja 1
  23. Una amplía sonrisa iluminaba su rostro al contemplar directamente a su hermana. Era el principal motivo por el cuál había acudido allí, pero seguramente no el único. Siempre hay ocultas más cosas de las que parecen a primera vista, en todo momento hay misterio y secretos que hacen del mundo un lugar más interesante.

    Para haber venido con tu familia... —giró su cuello a izquierda y derecha para mirar alrededor. Había personas por la estancia, evidentemente, pero no había nadie lo suficientemente cerca como para poder afirmar que no estaba sola antes de la llegada del francés. —Te has quedado muy sola. ¿Qué les has hecho? —preguntó con curiosidad, seguramente nada. Era normal que en esa clase de eventos la gente empezase a separarse y a mantener conversaciones con personas con las que no se ve todos los días. Hablaba como si él estuviese al margen, pero no. Fleamont era un miembro más de la familia Dumbledore. 

    Se encogió de hombros y una sonrisa pícara se esbozó en sus labios. Iba a ser ligeramente malvado, pero sólo era humor.

    Ya te lo he dicho, no me gusta venir cuando vosotros. No quiero que sepan que somos familia. —hizo una breve pausa. Aquello no iba en serio, pero le agradaba molestar a su hermana siempre que tenía la más mínima oportunidad para hacerlo como era en ese momento. —Debo admitir que me da vergüenza, sois raritos. Pero os quiero igual, ¿eh? —sonrió. A decir verdad, no podía afirmar con toda seguridad de que eso no fuese cierto. A excepción de su hermana, no socializaba demasiado con el resto de sus familias. Aún así, si alguno de ellos le necesitase posiblemente le acabase ayudando. No seguro, sí posible.

    Le ofreció la mano para que le chocara los cinco. No era el saludo más cariñoso, tampoco el más elegante pero estaba bien variar. Ya había otras situaciones donde podría abrazarla. 

    ¡Por supuesto que no! Si solamente quisiera tomar una copa contigo, me esperaría en casa —pero no iba a dejar pasar la oportunidad de tomar algo con ella. Así que instantes después de que brindaran con las copas, le dio un trago a su champagne. ¡Delicioso!

    He venido porque temo que gastes tu dinero, el dinero de la familia o el dinero de los franceses en esta gala. Hay muchos problemas en Francia, hay muchos problemas en Reino Unido, ¿por qué tenemos que preocuparnos de lo que quieran o de lo que preocupe a los italianos? —quiso saber sin levantar demasiado la voz, sin tan siquiera conocer el fin de aquella velada. —En otras palabras, vengo a secuestrarte salvo que me des una buena razón para que nos quedemos. 

     

    @Ada Camille Dumbledore

    • Love 1
  24. Se atavió con un elegante traje azul. Acudiría a una Gala de Beneficiencia, pero era mejor que nadie le preguntase las motivaciones que lo llevaban hasta allí porque no estaban claras. ¿Aportaría galeones o algún clase de bien a la causa por la que estuviesen recaudando? La respuesta era negativa. Tampoco le importaba demasiado el saber para qué necesitaban el dinero, últimamente podía decirse que había estado viviendo al margen, alejado de cualquier problema que pudiera afectar al conjunto de la sociedad mágica. Si la cosa se complicaba demasiado su opción era sencilla: largarse. No por falta de valentía, de eso iba sobrado. Simplemente no había muchas guerras por las que quisiese combatir en esos momentos de su vida.

    Sus conocimientos acerca de Italia, país que había promovido todo aquello, no eran demasiado grandes. Desconocía la escuela mágica a la que acudían los niños italianos, no podía decir ninguna criatura mágica nativa del país y tampoco podía presumir de saber el nombre de algún mago o bruja famoso. Sin embargo, sí que tenía más sabiduría en los referente a lo muggle. Como gran aficionado a los automóviles, sabía que el país era uno de los mejores del mundo en la fabricación de esa clase de vehículos. No, no eran tan emocionantes como volar en escoba ni tan rápidos como aparecerse o un traslador, pero de vez en cuando recorrer las calles subido a una de esas máquinas tenía que ser una sensación maravillosa. 

    Realmente sí que tenía un motivo para ir. Le había comentado uno de los elfos domésticos de su familia que su hermana, así como otros miembros de la misma, acudirían. Sabía que llegaba tarde, posiblemente fuese uno de los últimos en aparecer por el lugar, pero como solía decirse; Mejor tarde que nunca. Algunos rumores le habían llegado a sus oídos acerca de la familia que organizaba todo aquello y sin duda la mayoría de lo que escuchó le pareció interesante. La locura siempre había sido un atributo que respetaba y que incluso valoraba, ¿quién podía aburrirse cuando a su lado había alguien con una pizca de locura? Sólo faltaba ver si aquello era verdad o meros cotilleos sin fundamento.

    Entró en el Castillo. Pronto empezó a ver a un gran número de personas, algunos eran rostros conocidos pero la mayoría eran completamente nuevos para el caballero francés. Un buen número de invitados estaba manteniendo conversación en grupos bastante reducidos, pero tampoco prestó mucha atención a esa circunstancia pues estaba buscando a alguien en concreto. Pensó que le sería más sencillo, pero tardó en ver el pelo castaño propiedad de su hermana. Se acercó a ella con una leve sonrisa. Tenía alguna que otra cosa importante que decirle, pero como solía ser costumbre en el mago, no iba a dejar pasar la oportunidad de gastarle una pequeña broma. Agarró, antes de nada, una copa de champagne de las que iban ofreciendo.

    ¿Has venido para regalar el dinero de los franceses a otras causas? —cuestionó sin esperar respuesta. Hiciese lo que hiciese, confiaba siempre en el criterio de Camille. —Quería comentarte que lo tengo todo bajo control. Es decir, si quieres quedarte aquí toda la noche puedes. Tú no te preocupes por nada. Disfruta de la velada por los dos. Tú quédate. —empezó a decir. Por alguna razón aquello que había dicho le parecía muy divertido porque comenzó a reír levemente.

    • Love 1
  25. Sabía que su madre adoptiva era propietaria de, entre otras cosas, un negocio situado en el Callejón Diagon. Aprovechando su estancia en el Reino Unido, consideraba una buena oportunidad pasar a hacer una visita y ver qué se encontraba por allí. Sería la primera vez que acudiría, no sabía lo que podía esperar. Como hijo, parte de su responsabilidad era asegurarse de que todo marchase bien y de que los clientes que hubieran disfrutasen de la estancia. Era importante que la mujer que lo había acogido en su familia triunfase y ayudarla en lo que le fuese posible era una forma de agradecer el cariño. 

    La dosis familiar para esa velada no terminaba ahí. Más allá de ir a conocer una propiedad de su familia adoptiva había acordado encontrarse con su hermana para estar juntos un rato y disfrutar de aquello que Hell MooN pudiera ofrecer. Las paredes de mármol blanco con pequeñas venas en escalas grises pronto aparecieron frente a sus ojos azules, señal de que estaba llegando a su destino. De las pocas cosas que sabía con anterioridad era que allí iba a poder disfrutar de un buen trago. Todavía no había decidido qué iba a beber, pero se aseguraría de pensarlo bien antes de pedírselo a uno de los empleados.

    Estaba a punto de abrir la puerta para entrar, pero se lo pensó dos veces. Había llegado con bastante anterioridad respecto a la hora acordada, por lo tanto estaba convencido de que Camille todavía no había llegado. Debido a esa circunstancia decidió quedarse al lado de la puerta que daba acceso. Su intención era esperarla para entrar juntos y de paso poder abrirle la puerta como un caballero. Sabía bastantes cosas sobre su hermana —como era lógico por el lazo que les unía— y entre esos datos se encontraba el saber que le gustaba la caballerosidad. Podría estar equivocado, por supuesto. También comete errores.

    Pasó sus brazos por detrás de su espalda y se agarró las manos esperando con paciencia su llegada. Un pantalón y una americana de color azul marino y, un cinturón marrón y unos zapatos de color marrón eran el vestuario elegido para ese día.

    • Love 2

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